Beth miró alarmada hacia Daila,
la hija menor y nada prudente del mejor amigo de su padre, Sebastien. No podía
creer que había dicho su nombre completo, cuando se había cuidado de no hacerlo
y nada menos que frente a Daila, a la que ni siquiera había notado hasta que
había abierto la boca. Nadie parecía dispuesto a hablar y Beth esperó la
reacción de Lucian.
- ¿De verdad? –él la miró con
curiosidad- yo no tengo el gusto.
- ¡Claro que sí! –Daila lucía
como la joven que era, extremadamente emocionada- soy una gran admiradora tuya
y amiga de Beth, Daila Lucerni.