Beth miró alarmada hacia Daila,
la hija menor y nada prudente del mejor amigo de su padre, Sebastien. No podía
creer que había dicho su nombre completo, cuando se había cuidado de no hacerlo
y nada menos que frente a Daila, a la que ni siquiera había notado hasta que
había abierto la boca. Nadie parecía dispuesto a hablar y Beth esperó la
reacción de Lucian.
- ¿De verdad? –él la miró con
curiosidad- yo no tengo el gusto.
- ¡Claro que sí! –Daila lucía
como la joven que era, extremadamente emocionada- soy una gran admiradora tuya
y amiga de Beth, Daila Lucerni.
- Oh, ya veo –Lucian asintió-
¿es tu padre el mejor amigo del padre de Beth?
- Exactamente –confirmó con una
enorme sonrisa- ¡es increíble!
- Nunca pensaría que aquí
alguien me iba a reconocer –confesó él.
- ¡Cómo no! Eres tú, Lucian
Beckett –Daila notó que todos la miraban, expectantes- ¿Cómo pueden estar tan
tranquilos?
- Tampoco es para tanto –él
sonrió, cuando la joven le pidió que se tomaran una foto, ante los rostros
perplejos de todos.
- Con gusto –asintió pero antes
de que lo hiciera, se unió alguien más al grupo. Beth le tocó ligeramente el
brazo y Lucian la miró.
- Lucian, te presento a Alex
–pronunció Beth, sorprendida de que su voz sonara tan firme- hijo de Sebastien,
el mejor amigo de mi padre también y hermano de Daila, a quien acabas de
conocer.
- Un gusto –Alex le extendió la
mano. De inmediato brindó una sonrisa educada y se unió a la conversación que
reanudaron tras un momento más de silencio.
Nick, Donovan y Derek, sus
amigos de la serie, habían viajado también para acompañarlo pues realmente los
consideraba sus hermanos. Se acercaron, hicieron las presentaciones y Daila,
Danaé y Rose fueron a bailar con ellos.
- ¿Buscamos una mesa? –ofreció
André y los demás asintieron, siguiéndolo. Se sentaron Beth, Alex, Aurora,
Christopher, Marcos, Lucian, André y su acompañante, mientras les servían unos
aperitivos.
- ¿Podremos resolver el
misterio, finalmente?
Era
André quien tocaba el tema que intrigaba a todos. Lucian miró hacia Beth significativamente
y ella suspiró. Sabía que había llegado el momento, al menos con ellos,
tendrían que saberlo. Tarde o temprano, todos lo sabrían. Tal vez hasta sus
padres lo supieran ya.
- Por supuesto –Beth notó que
además de André, su acompañante y Marcos, los demás no parecían especialmente
interesados- Lucian es americano, como ya saben. Él habla italiano tan
fluidamente porque actúa como si lo fuera –ahora sí, todos la miraban confusos-
empezaré de nuevo –miró hacia Lucian y vio que lo estaba disfrutando, ¡él
disfrutaba su incomodidad!- Lucian tiene un trabajo… particular –notó como
Marcos se disculpaba y se retiraba de la mesa, por una llamada que recibía-
bien, Lucian es actor. En una serie de televisión sobre Italia.
Los rostros de todos eran de
incredulidad, por decir lo menos. La sorpresa era evidente, pero a nadie le
parecía algo particularmente malo. Al contrario, tras el impacto inicial, todos
empezaron a preguntar sobre la serie, si le gustaba su trabajo, si conocía
muchas mujeres famosas (¡Claro, tenía que hablar André!), si era ese el motivo
del conocimiento del idioma, tantas otras cosas que Beth perdió la cuenta.
Realmente Lucian lo estaba haciendo sorprendentemente bien, se sentía cómodo
hablando de algo que conocía y disfrutaba, su trabajo, con la familia de ella.
Y sin imaginarlo, sintió una
ligera punzada de orgullo. Orgullo por él, por lo que era y por tenerlo a su
lado. Aún más, fue toda una inundación de orgullo por el hombre al que llamaría
muy pronto suyo.
***
Dos días más tarde, Lucian se
encontraba entrando a la Mansión Ferraz, hogar de la familia de Beth por
generaciones. Era imponente, un lugar magnífico y que, apenas, le daba una idea
del dinero que debía poseer Beth. Debía ser considerable. Bueno, él ganaba
bastante bien también, sería interesante saber quien superaba a quien.
- ¿Por qué sonríes de esa
manera? –Beth tenía sus ojos verdes sobre él- es tu sonrisa de locura.
- ¡Mi sonrisa de locura! –Lucian
rió y le abrazó brevemente- ¿sabes que te amo, Beth?
- Eso espero –bromeó- o estamos
cometiendo un gran error.
Lucian la estrechó una vez más
contra él antes de que abrieran la puerta.
-
Tiene una casa encantadora –alabó Lucian, una vez que saludó a Danna.
- Qué amable –rió aprobadora
Danna- espero que cuides muy bien a mi pequeña Beth.
- ¡Mamá! –se quejó Beth por el
apelativo pero soltó una risita.
- Nunca le importará que seas
más alta que ella –señaló divertido Leonardo, el padre de Beth, abrazando a
Danna- siempre serás su pequeña.
- ¡Ay papá! –Beth sonrió por la
aprobación que sentía de ellos hacia Lucian. No había sabido lo importante que
era para ella eso, que lo aprobaran y les gustara él.
- ¿Beth es maravillosa, verdad?
–Danna susurró y Lucian la miró con curiosidad, mientras Beth intercambiaba
comentarios con su padre.
- Sí, lo es –contestó
rápidamente, sin poder ocultar el amor que se traslucía en su mirada- y la
quiere mucho –añadió.
- Y yo la quiero –Danna suspiró-
es mi primera hija. Siempre lo será.
Lucian miró hacia la mujer que
había criado a Beth, convirtiéndola en la persona tan increíble que era ahora.
Tanto Danna, como el padre de Beth, habían hecho un estupendo trabajo. Beth… Su
Beth.
Minutos más tarde, habían
llegado los demás invitados a la cena que Danna organizaba en honor a los dos y
su inminente boda. Lucian saludó con educación mientras le eran introducidos,
una vez más, cada una de las personas. Esta vez, eran significativamente menos,
pero aun así, eran un número considerable de personas.
Eran cinco parejas, con sus
respectivos hijos. Los padres de Beth, Leonardo y Danna. La hermana de Danna,
Melina y su esposo Daniel. El mejor amigo de Leonardo, Sebastien con su esposa
Doménica. La mejor amiga de Danna, Carolina con su esposo Fernando. Y, el
hermano mayor de Beth, Stefano con su esposa Mandy. Podía nombrar a todos
quienes le fueron presentados y los reconocía, una de las ventajas de ser
actor. Podía memorizar grandes párrafos en minutos y le había ayudado mucho al
conocer a personas esa habilidad. Los gemelos Marcos y Rose, eran hijos de
Stefano y Mandy. Aurora era hija de Melina y Daniel. Christopher era
considerado hijo de Carolina y Fernando. Sebastien y Doménica eran padres de
Alex y Daila. Finalmente, André y Danaé, hijos de Danna y Leonardo, sus suegros.
Sin duda, eran una gran familia.
Beth no había exagerado.
Se
notaba que los lazos que los unían, aun cuando no eran sanguíneos con todos,
eran mucho más fuertes que ello. Era una agradable sorpresa, ya que en su caso,
siempre habían sido su madre y él.
- Me gusta mucho –soltó de
pronto Lucian y Beth giró con una sonrisa- tu familia, me gusta.
- ¿De verdad? –Beth exclamó
sorprendida y de inmediato esbozó una sonrisa- tú también les has agradado, a
todos.
- Te dije que soy encantador
–Lucian bromeó y Beth rió feliz- ¿si te lo dije, cierto?
- No recuerdo, pero si no lo
hiciste, está bastante claro que lo eres. ¿Lucian?
- ¿Sí? –él tomó su mano.
- Creo que fui yo quien te dijo
que eras encantador.
- ¿De verdad? Quizás, me lo
dicen a menudo…
- Aja, espero que estés
bromeando –soltó con diversión, pero una pizca de involuntarios celos se
notaron en sus palabras.
- ¿Celosa? –fastidió Lucian y
ella puso los ojos en blanco- no me digas que eres celosa. ¿Qué haremos ahora?
¡Tengo tantas admiradoras!
- Lucian… -Beth agitó su cabello
rubio- no me interesa.
- Claro que si –él la estrechó-
te vas a casar conmigo. ¿Cómo podría no interesarte? Al contrario, debe
interesarte. Porque yo, personalmente, no pienso dejar que nadie más te mire.
- ¿Qué? ¿Y cómo piensas hacer
eso? –Beth rió divertida- ¿qué? –repitió.
- Sí, yo si soy celoso. Bastante
¿no te lo había dicho?
- Creo que eres una caja de
sorpresas –dijo con impaciencia y Lucian rió- estás feliz…
- ¿Lo dudabas, amor? –Lucian le
empujó discretamente por una de las puertas laterales, que daban al jardín.
- No lo pensé… -Beth sintió que
él atrapó sus labios. Lo besó con lentitud, con emoción contenida y una
felicidad inusitada.
- Pues estoy muy… -Lucian se
separó brevemente y sonrió- muy feliz.
Epílogo
Menos de 6 meses después
Lucian puso en blanco los ojos
mientras giraba, una vez más, en su silla con impaciencia. Kristen lo detuvo,
con irritación y él sonrió.
- ¡Ni en este día puedes estar
tranquilo! –exclamó agotada.
- En este día menos que en ninguno
–contestó Lucian, con una tranquilidad que irritó aún más a Kristen- es el día
de mi boda. ¿Cómo puedo no estar inquieto?
- ¡Exacto! Deberías estar
temblando de miedo o de enfado. ¡No sé! Pero no, ahí sigues con tu sonrisita…
¡como si fueras un niño!
- Kristen, sabes que me adoras.
¿Por qué otro motivo vendrías a Italia?
- Por supuesto, ¿por quién más?
–suspiró con impaciencia- extrañaré trabajar en la serie. ¿Tú no?
- Sí, la costumbre es poderosa
–Lucian se encogió de hombros- pero habrá nuevos proyectos. Nuevas películas,
inclusive.
- ¿De verdad? –Kristen lo detuvo
mientras él intentaba pararse- aún no.
- Pensé que ya habíamos
terminado. No quiero lucir mejor que la novia ¿sabes? ¡Me mataría!
Kristen soltó una enorme
carcajada, regañándolo divertida y pensando que en verdad iba a extrañar las
mañanas con él, en el estudio mientras lo maquillaba. No había conocido a nadie
tan agradable y amable.
- Esperemos que por lo menos
espere a que termine la ceremonia para matarte –Kristen dejó que se levantara-
sería una lástima que arruinara un hermoso vestido y una bella Iglesia.
- ¿Eso nada más te interesa?
¡Qué dolor! –Lucian bromeó y le dio un beso en la mejilla- gracias querida
Kristen por venir.
- ¿Dónde más podría estar que
contigo? –contestó. Realmente había nacido una gran amistad entre ellos y se
apreciaban mucho.
Lucian caminó hasta la puerta
que ya se encontraba abierta. Su madre sonreía y tenía los ojos llenos de
lágrimas de emoción contenidas. Él rogaba
que
no se pusiera a llorar, al menos no antes de que lo dejara en el altar. ¿Cómo
iba a permitir que su madre llorara sola? –había bromeado con ella.
El altar estaba decorado con
simplicidad, pero con un gusto exquisito. Curiosamente, las flores blancas no
eran predominantes sino las rosas rojas. Le gustó aquel detalle, recordaba un
ramo de hacía años…
Cuando se paró en el lugar
asignado después de recorrer el largo pasillo, sintió como una ola de emoción
le invadía completamente. Alguna vez, había pensado que recibir un premio y dar
un discurso frente a cientos de personas presentes y miles mirándolo por
televisión, era una emoción indescriptible e imposible de igualar. Pero había
estado equivocado. Ahora se sentía así, pero millones de veces más. No podía
siquiera imaginar el ponerlo en palabras. Imaginaba que eso era el amor.
Así que, después de años de no
poner demasiada atención, sentía lo que impulsaba a otros hombres a ir hasta el
altar con gran felicidad. Él no pensó que sería así para él, ni siquiera lo
había considerado, si lo pensaba detenidamente. No había sido importante…
No hasta Beth. Solo por ella.
Por nadie más que por ella.
Cuando la miró aparecer en el
umbral del pasillo que la conduciría hasta él, contuvo el aliento. Era una
visión etérea y delicada pero sin dejar de ser ella, fuerte, decidida y segura
de sí. Incluso su vestido de novia gritaba eso y él no podía más que alegrarse
de saber que estaba a punto de casarse con esa mujer. Alguien con carácter,
alguien que no se intimidaba frente a él y que lo amaba por lo que era. Tanto
como él la amaba a ella.
Sonrió, cada vez más
ampliamente, conforme Beth se acercaba a él. Esperó a que su padre la entregara
y clavó sus ojos azules en ella, a través del velo.
- Te ves hermosa, Beth –susurró
antes de girarse al altar, con ella tomada de su brazo.
- Lucian… -lo llamó, con voz
sumamente emocionada.
- ¿Si, amor? –volvió a mirarla,
sin considerar el lugar en que se encontraban.
- Tu sonrisa… nunca había visto
esa sonrisa.
Él amplió aún más, si fuera
posible, su sonrisa. Beth lo miraba con detenimiento y también una sonrisa
curvó sus labios.
- Es una sonrisa de amor. De
infinito y total amor.
***
6 meses después
Beth apoyó las manos en la
cintura, observando detenidamente la mesa que había comprado hacia no muchos
días. Si le decía a Lucian que la detestaba, estaba segura que le pediría el
divorcio. Sus cambios de opinión, al principio le habían parecido divertidos
pensaba, pero últimamente, ese no parecía ser el caso.
Elevó una mano hasta su
barbilla, contemplando una vez más la mesa por la que había discutido con
Lucian. Bueno, discutir no era la palabra correcta. Ella le había dicho que la
compraría y él le había dicho que era su dinero, así que hiciera lo que mejor
le pareciera. Pero eso sí, le había advertido, la vas a odiar. Beth había
negado… y ahora, estaba odiándola.
¿Cómo podía saberlo Lucian? ¿Tan
bien la conocía? ¡Lucian!
- Hola amor –Lucian le abrazó
por la cintura y sonrió- ¿qué estás mirando tan atentamente?
- Ni te atrevas a reírte –Beth
advirtió- ¡no te rías!
- No me estoy riendo –se
defendió él.
- ¡Sé que te estás riendo! Lo
siento, además, puedo escucharte.
- ¡Claro que no! –Lucian se rió
en voz alta- eso sí es reírse.
- Qué gracioso –Beth se giró en
sus brazos y apoyó la cabeza en su pecho- tenías razón.
- Siempre la tengo –contestó él
y Beth le dio un leve golpe- ¡eh! ¿y eso por qué ha sido?
- Por ser tan… -Beth suspiró-
tenías razón, ya lo he dicho.
- ¿En qué? –Lucian se alejó un
poco, para mirarla fijamente a los ojos- ¿la odias, verdad? –miró brevemente a
la mesa.
- ¡Sí! ¿Cómo podías saberlo?
–Beth puso en blanco los ojos- ¡tú debes haberme convencido de alguna manera!
- Si quisiera podría hacerlo
pero soy inocente –Lucian sonrió y le abrazó- te conozco, Beth.
-
Y yo te conozco a ti y nunca podría saber si odiarás en el futuro algo que
compres –se quejó.
- Claro que si… -le consoló,
divertido por su actitud.
- Cariño… -Beth se separó de sus
brazos y se dirigió hasta la ventana. Miró hacia el jardín y giró a mirarlo-
¿tu cumpleaños es pronto, cierto?
- ¿A qué viene eso? –Lucian
preguntó algo desconcertado pero asintió.
- Nada… se me ocurrió que, ya
tengo tu regalo de cumpleaños.
- ¿De verdad? –Lucian se acercó
a ella- ¿qué es?
- Aún no es tu cumpleaños. Debes
esperar…
- Sabes que no esperaré. Lo
buscaré y lo encontraré.
- No, no podrás encontrarlo
–Beth negó con seguridad.
- ¿Por qué no? –Lucian cruzó sus
brazos- ¿no me lo dirás?
- No –sonrió Beth divertida.
- Beth… -llamó Lucian cuando
ella se giró para alejarse.
- ¿Si, Lucian? –tenía su cabello
rubio suelto y brillaba por los rayos de sol que se reflejaban en él- ¿Lucian?
- Estaba pensando que… -él la
miró- ¿cuándo me convertirás en padre?
- ¡Lucian! –Beth negó con una
risita y se cruzó de brazos- ¿no podías esperar, verdad?
- ¿Ah? –Lucian recorrió con sus
ojos azules a Beth- ¿qué dijiste?
- ¡Nunca puedes esperar, Lucian!
–Beth rió y se acercó a él- feliz cumpleaños, por adelantado.
- ¿Gracias? –soltó con sorpresa-
¿no puedo esperar…?
- Vas a ser padre –explicó
divertida- en unos 5 meses quizás.
- ¡Elizabeth! –él la tomó en sus
brazos y la elevó mientras reían juntos. Eso era, sin duda una risa de
felicidad.
Fin
Y así llegamos al final de otra preciosa historia de la saga de nuestra querida Gaby, una vez más gracias por compartir sus creaciones con nosotros...
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