lunes, 6 de junio de 2016

Sólo por ti 30°- Final- Gaby Ruiz



Beth miró alarmada hacia Daila, la hija menor y nada prudente del mejor amigo de su padre, Sebastien. No podía creer que había dicho su nombre completo, cuando se había cuidado de no hacerlo y nada menos que frente a Daila, a la que ni siquiera había notado hasta que había abierto la boca. Nadie parecía dispuesto a hablar y Beth esperó la reacción de Lucian.
- ¿De verdad? –él la miró con curiosidad- yo no tengo el gusto.
- ¡Claro que sí! –Daila lucía como la joven que era, extremadamente emocionada- soy una gran admiradora tuya y amiga de Beth, Daila Lucerni.

- Oh, ya veo –Lucian asintió- ¿es tu padre el mejor amigo del padre de Beth?
- Exactamente –confirmó con una enorme sonrisa- ¡es increíble!
- Nunca pensaría que aquí alguien me iba a reconocer –confesó él.
- ¡Cómo no! Eres tú, Lucian Beckett –Daila notó que todos la miraban, expectantes- ¿Cómo pueden estar tan tranquilos?
- Tampoco es para tanto –él sonrió, cuando la joven le pidió que se tomaran una foto, ante los rostros perplejos de todos.
- Con gusto –asintió pero antes de que lo hiciera, se unió alguien más al grupo. Beth le tocó ligeramente el brazo y Lucian la miró.
- Lucian, te presento a Alex –pronunció Beth, sorprendida de que su voz sonara tan firme- hijo de Sebastien, el mejor amigo de mi padre también y hermano de Daila, a quien acabas de conocer.
- Un gusto –Alex le extendió la mano. De inmediato brindó una sonrisa educada y se unió a la conversación que reanudaron tras un momento más de silencio.
Nick, Donovan y Derek, sus amigos de la serie, habían viajado también para acompañarlo pues realmente los consideraba sus hermanos. Se acercaron, hicieron las presentaciones y Daila, Danaé y Rose fueron a bailar con ellos.
- ¿Buscamos una mesa? –ofreció André y los demás asintieron, siguiéndolo. Se sentaron Beth, Alex, Aurora, Christopher, Marcos, Lucian, André y su acompañante, mientras les servían unos aperitivos.
- ¿Podremos resolver el misterio, finalmente?
Era André quien tocaba el tema que intrigaba a todos. Lucian miró hacia Beth significativamente y ella suspiró. Sabía que había llegado el momento, al menos con ellos, tendrían que saberlo. Tarde o temprano, todos lo sabrían. Tal vez hasta sus padres lo supieran ya.
- Por supuesto –Beth notó que además de André, su acompañante y Marcos, los demás no parecían especialmente interesados- Lucian es americano, como ya saben. Él habla italiano tan fluidamente porque actúa como si lo fuera –ahora sí, todos la miraban confusos- empezaré de nuevo –miró hacia Lucian y vio que lo estaba disfrutando, ¡él disfrutaba su incomodidad!- Lucian tiene un trabajo… particular –notó como Marcos se disculpaba y se retiraba de la mesa, por una llamada que recibía- bien, Lucian es actor. En una serie de televisión sobre Italia.
Los rostros de todos eran de incredulidad, por decir lo menos. La sorpresa era evidente, pero a nadie le parecía algo particularmente malo. Al contrario, tras el impacto inicial, todos empezaron a preguntar sobre la serie, si le gustaba su trabajo, si conocía muchas mujeres famosas (¡Claro, tenía que hablar André!), si era ese el motivo del conocimiento del idioma, tantas otras cosas que Beth perdió la cuenta. Realmente Lucian lo estaba haciendo sorprendentemente bien, se sentía cómodo hablando de algo que conocía y disfrutaba, su trabajo, con la familia de ella.
Y sin imaginarlo, sintió una ligera punzada de orgullo. Orgullo por él, por lo que era y por tenerlo a su lado. Aún más, fue toda una inundación de orgullo por el hombre al que llamaría muy pronto suyo.
***
Dos días más tarde, Lucian se encontraba entrando a la Mansión Ferraz, hogar de la familia de Beth por generaciones. Era imponente, un lugar magnífico y que, apenas, le daba una idea del dinero que debía poseer Beth. Debía ser considerable. Bueno, él ganaba bastante bien también, sería interesante saber quien superaba a quien.
- ¿Por qué sonríes de esa manera? –Beth tenía sus ojos verdes sobre él- es tu sonrisa de locura.
- ¡Mi sonrisa de locura! –Lucian rió y le abrazó brevemente- ¿sabes que te amo, Beth?
- Eso espero –bromeó- o estamos cometiendo un gran error.
Lucian la estrechó una vez más contra él antes de que abrieran la puerta.
- Tiene una casa encantadora –alabó Lucian, una vez que saludó a Danna.
- Qué amable –rió aprobadora Danna- espero que cuides muy bien a mi pequeña Beth.
- ¡Mamá! –se quejó Beth por el apelativo pero soltó una risita.
- Nunca le importará que seas más alta que ella –señaló divertido Leonardo, el padre de Beth, abrazando a Danna- siempre serás su pequeña.
- ¡Ay papá! –Beth sonrió por la aprobación que sentía de ellos hacia Lucian. No había sabido lo importante que era para ella eso, que lo aprobaran y les gustara él.
- ¿Beth es maravillosa, verdad? –Danna susurró y Lucian la miró con curiosidad, mientras Beth intercambiaba comentarios con su padre.
- Sí, lo es –contestó rápidamente, sin poder ocultar el amor que se traslucía en su mirada- y la quiere mucho –añadió.
- Y yo la quiero –Danna suspiró- es mi primera hija. Siempre lo será.
Lucian miró hacia la mujer que había criado a Beth, convirtiéndola en la persona tan increíble que era ahora. Tanto Danna, como el padre de Beth, habían hecho un estupendo trabajo. Beth… Su Beth.
Minutos más tarde, habían llegado los demás invitados a la cena que Danna organizaba en honor a los dos y su inminente boda. Lucian saludó con educación mientras le eran introducidos, una vez más, cada una de las personas. Esta vez, eran significativamente menos, pero aun así, eran un número considerable de personas.
Eran cinco parejas, con sus respectivos hijos. Los padres de Beth, Leonardo y Danna. La hermana de Danna, Melina y su esposo Daniel. El mejor amigo de Leonardo, Sebastien con su esposa Doménica. La mejor amiga de Danna, Carolina con su esposo Fernando. Y, el hermano mayor de Beth, Stefano con su esposa Mandy. Podía nombrar a todos quienes le fueron presentados y los reconocía, una de las ventajas de ser actor. Podía memorizar grandes párrafos en minutos y le había ayudado mucho al conocer a personas esa habilidad. Los gemelos Marcos y Rose, eran hijos de Stefano y Mandy. Aurora era hija de Melina y Daniel. Christopher era considerado hijo de Carolina y Fernando. Sebastien y Doménica eran padres de Alex y Daila. Finalmente, André y Danaé, hijos de Danna y Leonardo, sus suegros.
Sin duda, eran una gran familia. Beth no había exagerado.
Se notaba que los lazos que los unían, aun cuando no eran sanguíneos con todos, eran mucho más fuertes que ello. Era una agradable sorpresa, ya que en su caso, siempre habían sido su madre y él.
- Me gusta mucho –soltó de pronto Lucian y Beth giró con una sonrisa- tu familia, me gusta.
- ¿De verdad? –Beth exclamó sorprendida y de inmediato esbozó una sonrisa- tú también les has agradado, a todos.
- Te dije que soy encantador –Lucian bromeó y Beth rió feliz- ¿si te lo dije, cierto?
- No recuerdo, pero si no lo hiciste, está bastante claro que lo eres. ¿Lucian?
- ¿Sí? –él tomó su mano.
- Creo que fui yo quien te dijo que eras encantador.
- ¿De verdad? Quizás, me lo dicen a menudo…
- Aja, espero que estés bromeando –soltó con diversión, pero una pizca de involuntarios celos se notaron en sus palabras.
- ¿Celosa? –fastidió Lucian y ella puso los ojos en blanco- no me digas que eres celosa. ¿Qué haremos ahora? ¡Tengo tantas admiradoras!
- Lucian… -Beth agitó su cabello rubio- no me interesa.
- Claro que si –él la estrechó- te vas a casar conmigo. ¿Cómo podría no interesarte? Al contrario, debe interesarte. Porque yo, personalmente, no pienso dejar que nadie más te mire.
- ¿Qué? ¿Y cómo piensas hacer eso? –Beth rió divertida- ¿qué? –repitió.
- Sí, yo si soy celoso. Bastante ¿no te lo había dicho?
- Creo que eres una caja de sorpresas –dijo con impaciencia y Lucian rió- estás feliz…
- ¿Lo dudabas, amor? –Lucian le empujó discretamente por una de las puertas laterales, que daban al jardín.
- No lo pensé… -Beth sintió que él atrapó sus labios. Lo besó con lentitud, con emoción contenida y una felicidad inusitada.
- Pues estoy muy… -Lucian se separó brevemente y sonrió- muy feliz. 

Epílogo 

Menos de 6 meses después
Lucian puso en blanco los ojos mientras giraba, una vez más, en su silla con impaciencia. Kristen lo detuvo, con irritación y él sonrió.
- ¡Ni en este día puedes estar tranquilo! –exclamó agotada.
- En este día menos que en ninguno –contestó Lucian, con una tranquilidad que irritó aún más a Kristen- es el día de mi boda. ¿Cómo puedo no estar inquieto?
- ¡Exacto! Deberías estar temblando de miedo o de enfado. ¡No sé! Pero no, ahí sigues con tu sonrisita… ¡como si fueras un niño!
- Kristen, sabes que me adoras. ¿Por qué otro motivo vendrías a Italia?
- Por supuesto, ¿por quién más? –suspiró con impaciencia- extrañaré trabajar en la serie. ¿Tú no?
- Sí, la costumbre es poderosa –Lucian se encogió de hombros- pero habrá nuevos proyectos. Nuevas películas, inclusive.
- ¿De verdad? –Kristen lo detuvo mientras él intentaba pararse- aún no.
- Pensé que ya habíamos terminado. No quiero lucir mejor que la novia ¿sabes? ¡Me mataría!
Kristen soltó una enorme carcajada, regañándolo divertida y pensando que en verdad iba a extrañar las mañanas con él, en el estudio mientras lo maquillaba. No había conocido a nadie tan agradable y amable.
- Esperemos que por lo menos espere a que termine la ceremonia para matarte –Kristen dejó que se levantara- sería una lástima que arruinara un hermoso vestido y una bella Iglesia.
- ¿Eso nada más te interesa? ¡Qué dolor! –Lucian bromeó y le dio un beso en la mejilla- gracias querida Kristen por venir.
- ¿Dónde más podría estar que contigo? –contestó. Realmente había nacido una gran amistad entre ellos y se apreciaban mucho.
Lucian caminó hasta la puerta que ya se encontraba abierta. Su madre sonreía y tenía los ojos llenos de lágrimas de emoción contenidas. Él rogaba
que no se pusiera a llorar, al menos no antes de que lo dejara en el altar. ¿Cómo iba a permitir que su madre llorara sola? –había bromeado con ella.
El altar estaba decorado con simplicidad, pero con un gusto exquisito. Curiosamente, las flores blancas no eran predominantes sino las rosas rojas. Le gustó aquel detalle, recordaba un ramo de hacía años…
Cuando se paró en el lugar asignado después de recorrer el largo pasillo, sintió como una ola de emoción le invadía completamente. Alguna vez, había pensado que recibir un premio y dar un discurso frente a cientos de personas presentes y miles mirándolo por televisión, era una emoción indescriptible e imposible de igualar. Pero había estado equivocado. Ahora se sentía así, pero millones de veces más. No podía siquiera imaginar el ponerlo en palabras. Imaginaba que eso era el amor.
Así que, después de años de no poner demasiada atención, sentía lo que impulsaba a otros hombres a ir hasta el altar con gran felicidad. Él no pensó que sería así para él, ni siquiera lo había considerado, si lo pensaba detenidamente. No había sido importante…
No hasta Beth. Solo por ella. Por nadie más que por ella.
Cuando la miró aparecer en el umbral del pasillo que la conduciría hasta él, contuvo el aliento. Era una visión etérea y delicada pero sin dejar de ser ella, fuerte, decidida y segura de sí. Incluso su vestido de novia gritaba eso y él no podía más que alegrarse de saber que estaba a punto de casarse con esa mujer. Alguien con carácter, alguien que no se intimidaba frente a él y que lo amaba por lo que era. Tanto como él la amaba a ella.
Sonrió, cada vez más ampliamente, conforme Beth se acercaba a él. Esperó a que su padre la entregara y clavó sus ojos azules en ella, a través del velo.
- Te ves hermosa, Beth –susurró antes de girarse al altar, con ella tomada de su brazo.
- Lucian… -lo llamó, con voz sumamente emocionada.
- ¿Si, amor? –volvió a mirarla, sin considerar el lugar en que se encontraban.
- Tu sonrisa… nunca había visto esa sonrisa.
Él amplió aún más, si fuera posible, su sonrisa. Beth lo miraba con detenimiento y también una sonrisa curvó sus labios.
- Es una sonrisa de amor. De infinito y total amor.
***
6 meses después
Beth apoyó las manos en la cintura, observando detenidamente la mesa que había comprado hacia no muchos días. Si le decía a Lucian que la detestaba, estaba segura que le pediría el divorcio. Sus cambios de opinión, al principio le habían parecido divertidos pensaba, pero últimamente, ese no parecía ser el caso.
Elevó una mano hasta su barbilla, contemplando una vez más la mesa por la que había discutido con Lucian. Bueno, discutir no era la palabra correcta. Ella le había dicho que la compraría y él le había dicho que era su dinero, así que hiciera lo que mejor le pareciera. Pero eso sí, le había advertido, la vas a odiar. Beth había negado… y ahora, estaba odiándola.
¿Cómo podía saberlo Lucian? ¿Tan bien la conocía? ¡Lucian!
- Hola amor –Lucian le abrazó por la cintura y sonrió- ¿qué estás mirando tan atentamente?
- Ni te atrevas a reírte –Beth advirtió- ¡no te rías!
- No me estoy riendo –se defendió él.
- ¡Sé que te estás riendo! Lo siento, además, puedo escucharte.
- ¡Claro que no! –Lucian se rió en voz alta- eso sí es reírse.
- Qué gracioso –Beth se giró en sus brazos y apoyó la cabeza en su pecho- tenías razón.
- Siempre la tengo –contestó él y Beth le dio un leve golpe- ¡eh! ¿y eso por qué ha sido?
- Por ser tan… -Beth suspiró- tenías razón, ya lo he dicho.
- ¿En qué? –Lucian se alejó un poco, para mirarla fijamente a los ojos- ¿la odias, verdad? –miró brevemente a la mesa.
- ¡Sí! ¿Cómo podías saberlo? –Beth puso en blanco los ojos- ¡tú debes haberme convencido de alguna manera!
- Si quisiera podría hacerlo pero soy inocente –Lucian sonrió y le abrazó- te conozco, Beth.
- Y yo te conozco a ti y nunca podría saber si odiarás en el futuro algo que compres –se quejó.
- Claro que si… -le consoló, divertido por su actitud.
- Cariño… -Beth se separó de sus brazos y se dirigió hasta la ventana. Miró hacia el jardín y giró a mirarlo- ¿tu cumpleaños es pronto, cierto?
- ¿A qué viene eso? –Lucian preguntó algo desconcertado pero asintió.
- Nada… se me ocurrió que, ya tengo tu regalo de cumpleaños.
- ¿De verdad? –Lucian se acercó a ella- ¿qué es?
- Aún no es tu cumpleaños. Debes esperar…
- Sabes que no esperaré. Lo buscaré y lo encontraré.
- No, no podrás encontrarlo –Beth negó con seguridad.
- ¿Por qué no? –Lucian cruzó sus brazos- ¿no me lo dirás?
- No –sonrió Beth divertida.
- Beth… -llamó Lucian cuando ella se giró para alejarse.
- ¿Si, Lucian? –tenía su cabello rubio suelto y brillaba por los rayos de sol que se reflejaban en él- ¿Lucian?
- Estaba pensando que… -él la miró- ¿cuándo me convertirás en padre?
- ¡Lucian! –Beth negó con una risita y se cruzó de brazos- ¿no podías esperar, verdad?
- ¿Ah? –Lucian recorrió con sus ojos azules a Beth- ¿qué dijiste?
- ¡Nunca puedes esperar, Lucian! –Beth rió y se acercó a él- feliz cumpleaños, por adelantado.
- ¿Gracias? –soltó con sorpresa- ¿no puedo esperar…?
- Vas a ser padre –explicó divertida- en unos 5 meses quizás.
- ¡Elizabeth! –él la tomó en sus brazos y la elevó mientras reían juntos. Eso era, sin duda una risa de felicidad. 

 Fin 

Y así llegamos al final de otra preciosa historia de la saga de nuestra querida Gaby, una vez más gracias por compartir sus creaciones con nosotros...
 

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