jueves, 24 de marzo de 2016

Sólo por ti 12- Gaby Ruiz



El desprecio en la voz de Beth dejó paralizado a Lucian. ¿Por qué tenía esa actitud? ¡Demonios, era tan solo un número! Y así se lo hizo saber.
- No es solo un número, Lucian –ella negó- tú no lo entiendes.
- ¿Cuál es el gran problema, Beth? Sí, tengo 25 años y tú 30 ¿eso qué cambia eh? ¿Qué?
- Todo –dijo con convicción- lo cambia todo. No solo eres actor… ¡eres menor que yo!
- ¡Beth! –Lucian se sentía ofendido- ¿cuál es tu problema?
- Tú eres mi problema, Lucian. ¡Tú!
Se levantó inmediatamente. Era la última llamada para abordar su vuelo.

- Beth, espera –Lucian atrapó su mano antes de que se alejara más- tú no te irás así.
- Lucian, debo irme ahora –Beth intentó soltarse- nada cambiará que…
- No te vas así –repitió él- enfadada, no.
- Lucian, suéltame –pidió Beth sin convicción- yo no puedo quedarme.
- Está bien, pero si te vas, te despedirás como es debido –replicó. La atrajo hacia él de un tirón y la besó con toda la rabia, frustración y deseo que sentía en ese instante.
Beth se resistió… por una milésima de segundo. Rodeó con sus brazos el cuello de Lucian y lo besó con todo el anhelo que sentía. Ya lo echaba de menos y aun estaban juntos.
Sentían el latido de sus corazones, sus manos como un lazo indisoluble y sus respiraciones eran una sola.
Lucian se separó de Beth con reticencia. Esto no iba a ser nada fácil… él no la quería dejar ir. Nunca.
- Bueno… -Beth abrió sus ojos verdes y sonrió- gracias Lucian, ha sido…
- No, no es una despedida –él la detuvo- quiero volver a verte.
- Pero… debo irme, Lucian –miró a sus lados- ¡perderé el avión!
- Te compraré otro boleto –contestó y Beth sonrió- solo dime… ¿Cuándo regresas?
- No lo sé –Beth suspiró- pero volveré -aseguró
- Yo te… -Lucian se detuvo. Beth no quería complicaciones… él no sería quien las daría diciéndole que la esperaría- ¿te podría pedir un favor?
- Dime… -quería grabar cada uno de sus rasgos en su memoria.
- Si regresas… ven a verme –Lucian sacó una tarjeta de su bolsillo y se la extendió- con esto, podrás entrar al set de filmación. No quiero perderte nuevamente por estar en medio de una escena.
- ¡Oh si, Mary contestó tu teléfono! –Beth señaló con intención.
- Lo sé. A veces solo lo toma… no me gusta eso.
Beth no pudo determinar si lo decía enserio o en broma, pero, en cierta manera, le gustó la actitud de Lucian.
- Es hora –pronunció Beth, dejando su maleta para que la registraran- ha sido… un buen cumpleaños –soltó, para sorpresa de Lucian.
- También me encantó conocerte –sonrió él, ampliamente.
Beth asintió. Miró sus manos entrelazadas y no pudo reprimir un suspiro. Encontró nuevamente los ojos azules de Lucian y sonrió.
- Nos veremos pronto –se despidió Beth.
- Así está mejor –aprobó él- hasta pronto, Beth.
Lucian la miró hasta que la perdió de vista entre la multitud. Giró para marcharse y podía ver en su mente la figura de Beth, con sus grandes ojos verdes y su cabello rubio, mientras reía. La volvería a ver. No había duda alguna de ello.
Beth buscó con su mirada a Lucian hasta el final, aunque no hacía falta mirarlo para tener su rostro grabado en su mente. Jamás podría olvidarlo. En tan solo unos días, Lucian había marcado su vida y eso era algo increíble. Pero no había terminado aún. Volvería a verlo. Ahora tenía la certeza de que así sería.
Beth tocó la puerta de la Mansión Ferraz, la que había sido su hogar durante tantos años y que, en un rinconcito de su corazón, aún era su casa.
- ¡Beth! –escuchó que su hermana la llamaba desde atrás del ama de llaves, que le abrió la puerta- ¡qué gusto verte!
- Danaé –la estrechó en sus brazos- estás preciosa… y pequeñita.
- Malvada –Danaé entrecerró sus ojos- malvadísima –rió, encogiéndose de hombros- ¿cómo estás? ¿y tu cumpleaños?
- Bien… y en cuanto a eso…
- ¡Felicidades, por cierto! –la interrumpió con una sonrisa.
- Gracias –Beth puso en blanco los ojos- ¿me torturas sabiendo que odio hablar sobre los cumpleaños verdad?
- Por supuesto –asintió Danaé e hizo un ademán con el brazo- ¿pasas?
- Finalmente. Creo que Danna se desmayaría ante tus modales.
- Ay hermanita… sé que no me acusarás –aseguró.
- Claro que no –negó y paseó una breve mirada por la estancia- ¿dónde están todos?
- Papá está en su despacho. Mamá pronto bajará a desayunar, de seguro. Y André, debe estar durmiendo…
- ¿Durmiendo? –Beth se pasó una mano por los ojos- ah sí, el cambio de horario. Es lo único que detesto de viajar.
- Sí, siempre te ha gustado viajar. Espero que pronto me lleves contigo en uno de esos viajes misteriosos…
- Nada de misteriosos –se encaminó al despacho de su padre- voy por negocios. Es todo, nada misterioso.
- Si… ¿y también celebraste tu cumpleaños allá por negocios? –se burló.
- Danaé… -le advirtió- no quiero hablar.
- ¿Por qué no? –le picó un momento más. Beth le dirigió una mirada aún más dura- está bien, Beth. No vienes de buen humor.
- ¿Quién no está de buen humor? –se escuchó la alegre voz de Danna, que descendía por las escaleras- ¡Beth, que gusto verte!
- Danna –se acercó y le besó en la mejilla- estoy de vuelta, en casa.
- Me alegro tanto hija mía –sonrió con cariño- tu padre está loco por verte.
- Y yo a él. Estaba a punto de ir…
- Pues ve, cariño –animó. Beth retomó su camino al despacho mientras su madrastra Danna y su hermana Danaé iban a desayunar.
Beth golpeó despacio y la puerta cedió. Los ojos grises de su padre se levantaron del periódico que tenía entre sus manos y se iluminaron al mirarla. Beth sonrió y Leonardo se levantó para abrazarla.
- Finalmente hija, estás en casa –pronunció y Beth asintió. Sí, estaba en casa y… lo necesitaba.
Leonardo y Beth se reunieron, después de algunos minutos, con Danna y Danaé en el comedor. Desayunaron y esperaron que Beth les contara como había sido su fiesta de cumpleaños en Estados Unidos.
Beth sonrió y relató todo. Bien, casi todo. La parte más importante de la noche, aquella en que la perspectiva de todas sus convicciones había girado un poco, se la guardó para sí. No era el momento. Aún no se sentía capaz de pronunciar el nombre de Lucian y no conjurar sus ojos azules, como si estuvieran ahí, mirándola burlones. No podía.
En dos días, organizó todo para su siguiente viaje. Esta vez, su destino era España y, a pesar de que siempre había amado estar en Italia, esta vez no era así. Irónicamente, todo lo recordaba a Lucian.
Totalmente irónico porque él nunca había estado en Italia. Lucian…
Sonrió cuando recordó el mohín que dominó sus facciones un día que ella le había dicho que Lucian sería Luciano en italiano y que le sentaba bien. Su expresión no tenía precio. Aún podía escuchar su propia risa.
Debía recordarlo. No podía decirle Luciano… a menos que realmente lo mereciera. Y ahora mismo, lo estaba mereciendo. Tres días en Italia y él, ni siquiera le había llamado para preguntarle si había llegado. ¡Hombres!
Y no. No que lo necesitara. Faltaba más. ¿Ella a Lucian? ¡Ja!

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