Lucian observaba a Beth con
atención mientras conducía. No podía creer lo hermosa que se veía mientras
intentaba ignorarlo. Casi lo estaba logrando, a no ser que sus manos aferraban
el volante con demasiada fuerza. Él ya la había visto conducir y eso no era
normal en ella.
Pensó fastidiarla un poco más
pero realmente le encantaba verla. Había olvidado lo increíblemente perfecta
que era. El tiempo solo la hacía lucir más hermosa, más elegante, más
arrogante. Lo dejaba sin palabras. Beth era… bueno, ella era Elizabeth Ferraz,
y eso parecía ser una explicación suficiente para todo lo que su presencia
provocaba.
- ¿Tú no tienes hambre? –Beth
preguntó extrañada- ¿aun luchando con los cambios de horario?
- Exactamente –Lucian asintió
contrariado- aquí es inusualmente temprano o tarde cuando tengo hambre.
- Pobre de ti –Beth se burló con
una sonrisa mientras Lucian observaba que dejaban atrás la ciudad.
Un pintoresco paisaje con una
pequeña carretera que atravesaban con menor velocidad que la que habían recorrido
las calles de la ciudad. Se sentía un intenso aire fresco y poco ruido. Tomaron
un camino secundario hasta llegar a un restaurante pequeño, rústico y acogedor.
- Aquí nadie te reconocerá –Beth
le dijo brevemente mientras estacionaba el auto- ¿por eso las gafas de sol,
cierto?
- Era un intento fallido de
pasar desapercibido –rió Lucian y se encogió de hombros- no quería lucir como
un turista.
- Has fallado miserablemente
–bromeó Beth pero le abrazó brevemente.
- Así está mejor –Lucian no la
dejó alejarse. Le pasó el brazo para la cintura y la condujo por el corto tramo
hasta la puerta del lugar.
Los dueños del lugar
reconocieron a Beth, los recibieron con una sonrisa de bienvenida e hicieron
que se ubicaran en una mesa que tenía una enorme ventana por la que podían
apreciar colina abajo. Beth tomó uno de los menú que le extendieron mientras
Lucian hacía lo mismo.
- Mis tíos –explicó Beth
sonriendo- Melina, hermana de mi mamá Danna y su esposo, aman este lugar. Por
ellos lo conozco y...
-
Es encantador –Lucian asintió pero la miraba fijamente- ¿sabes qué…?
- Dame un momento, debo hacer
una breve llamada y regreso contigo.
- ¿No pensarás abandonarme aquí
o sí? –exclamó él mientras Beth se alejaba riendo porque lo había escuchado.
Lucian observó el lugar con
atención. Era una construcción clásica, pero con decoración rústica, lo que le
daba un aire misteriosamente acogedor. Colgaban varios paisajes que imaginaba
representaban a otros lugares de Italia, que bien podían ser los que él
observaba por uno de los ventanales. Se sentía bien estar ahí. Tan bien.
- Ya estoy aquí –Beth esbozó una
sonrisa extraña y Lucian esperó que continuara- ¿qué sucede? ¿por qué me miras
así?
- ¿Ha sucedido algo? –interrogó
con tono despreocupado.
- Nada… importante –contestó
dubitativa Beth.
- Bueno –Lucian clavó sus ojos
en ella- ¿estás saliendo con alguien, Beth?
- ¡Qué pregunta es esa, Lucian!
–le reprendió con sorpresa- ¿dónde has dejado la delicadeza y los buenos
modales?
- En América –respondió con una
sonrisa encantadora- ¿por qué la sorpresa? ¿ya no me recuerdas?
- Te recuerdo perfectamente
–soltó Beth en idéntico tono- pero, retomando tu maleducada e inoportuna
pregunta, podría decirse que sí.
- ¿Podría decirse? Que
interesante –su rostro era enigmático.
- ¿Y tú Lucian? ¿Has salido con
alguien? –Beth no pudo evitar preguntar.
- Hum –Lucian simuló pensar y le
sonrió- según tengo entendido, salí con varias mujeres, me comprometí, me casé
y me divorcié… he perdido la cuenta de las veces. Tú elige.
Beth no pudo evitar una risita
por el buen humor de Lucian. Ojalá ella pudiera tomar las cosas así, tan…
calmadamente. Nunca podría afrontar a los periódicos así como él. Siempre se
había caracterizado por ser discreta, muy celosa de su privacidad y pensar que
pudieran vigilarla y exponerla… ¡Qué complicado debía ser!
- ¿Entonces todo es verdad?
–Beth dibujó una gran “o” y sonrió divertida.
-
No –soltó Lucian con sus ojos azules clavados en sus labios- nada es verdad
–recorrió su rostro con deliberada lentitud- ni una palabra.
- ¡Deja de mirarme así! –Beth
siseó mientras sentía como, a su pesar, ascendía un ligero rubor a su rostro-
¡Lucian! –insistió.
Lucian se limitó a cruzarse de
brazos y sonreír. Beth era bellísima, aun más cuando se sonrojaba. Le provocaba
intensos deseos de besarla hasta dejarla sin aliento. A solas. Beth…
- ¿Qué? –exclamó en tono
divertido- me abandonaste por más de un año Beth, ¿no puedo verte
detenidamente?
- No he cambiado demasiado…
-murmuró esperando que fuera cierto. ¿Y si la veía… mayor? ¡Qué le pasaba! ¿A
quién le importaba lo que Lucian viera en ella?
- Hum –Lucian ladeó la cabeza
ligeramente mientras esbozaba una sonrisa lenta- estás, definitivamente, más
hermosa.
- ¡Lucian! –Beth rió encantada y
le dio un ligero golpecito en la mano que él tenía extendida sobre la mesa.
Lucian captó su movimiento y la atrapó para retenerla en la suya. Beth elevó
sus ojos verdes hacia él.
- ¿Por qué me dejaste así, Beth?
–Lucian interrogó con seriedad.
- Yo no… -Beth puso en blanco
los ojos- es complicado…
- Y no quieres nada complicado
en tu vida –él completó.
- Si –soltó indecisa, bajando su
mirada hasta la unión de sus manos- ¿tú no habrías hecho lo mismo? –él la miró-
en mi caso…
- No –exclamó con seguridad- no
podría dejarte.
- Lucian… -Beth cerró sus ojos.
Ella tampoco lo habría dejado, no hubiera tenido el valor si su orgullo herido
no la hubiera cegado. Su amor propio en peligro porque él veía a otra mujer
como… la abrazaba… jugaba… como hubiera querido que fuera solo con ella. ¿Realmente
había deseado eso? Entonces… todo había sido por… ¿¿celos??
- Eres hermosa, inteligente,
interesante, graciosa, divertida, encantadora, irritante, sofisticada,
discreta… ¿por qué te dejaría? –arqueó una ceja.
- ¡Ay Lucian! –Beth elevó su
otra mano hacia su rostro y lo recorrió- te extrañé tanto…
-
¡Finalmente! –sonrió él satisfecho- y no tuve ni que pedirlo…
- Luciano –soltó ella con una
risita mientras él ponía en blanco los ojos.
Les sirvieron lo que habían
ordenado momentos antes. Beth empezó a comer y agradeció que Lucian también
hubiera pedido un sándwich y así no tendría que comer sola. Nunca le había
gustado comer sola.
- ¿Por qué me llamas así?
–Lucian tomó un sorbo de limonada y preguntó.
- ¿Así? –Beth lo miró con
curiosidad- ¿Luciano?
- Sí, ya te dije que ese no es
mi nombre –él trataba de lucir serio pero la comisura de sus labios estaba
ligeramente elevada- realmente, te puedo demostrar que soy Lucian, cuando
conozcas a mi madre te lo confirmará.
Beth volvió a clavar sus ojos en
él. Entonces… ¿era algo serio? No estaba solo jugando con ella. Había hablado
de conocer a su mamá… ¿De verdad?
- Porque me gusta fastidiarte
–contestó Beth con sinceridad, restándole importancia- además, en italiano
suena mejor.
- ¿Qué no suena mejor en italiano?
–preguntó él, con tono neutro y Beth no pudo identificar si estaba bromeando o
lo pensaba en verdad. Quizás un poco de ambas- pero mi nombre, lo prefiero
normal… Lucian –acentuó la “n” al final y Beth rió con fuerza.
- Bien, Lucian… -Beth puso en blanco
los ojos con una risita- pero cuando conozcas a mi familia, te presentaré como
Luciano.
- ¡Elizabeth! –reprendió él
impaciente y ella continuó comiendo- ¿por qué harías algo semejante?
- Solo será un momento –rió
Beth, sin siquiera pensar en lo que había dicho- prometo que luego sabrán que
eres Lucian Beckett. ¡Quisquilloso!
- Solo contigo –Lucian negó
lentamente- solo tú me haces perder la paciencia y sonreír al mismo tiempo,
Beth. ¡Eres como una niña!
- ¿Una niña? ¿Yo? –Beth abrió
desmesuradamente los ojos- ¿cómo te atreves? –soltó con tono altivo.
- Una preciosa niña, debo añadir
–Lucian dijo burlón mientras Beth lo ignoraba, aunque él pudo ver que no
contendría una sonrisa por mucho tiempo más. Beth era única.
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