Me
subí a mi camioneta y conduje, hasta que tuve que detenerme, orillarme y
llorar. No lloraba desde niño, pero esta vez no pude evitarlo, porque la chica
que amaba no era alguien que pudiera retener, porque yo no sabía qué hacer con
ella y porque era demasiado tarde para alejarme. Tess había dejado de ser un
reto mucho tiempo atrás.
Tampoco
había nadie a quien pedir ayuda o preguntar, pensé que quizás así de sola se
sintiera ella con todo lo que le pasaba por dentro. Mientras más intenso es lo
que nos pasa internamente, más difícil es expresarlo, podemos hablar fácilmente
del clima, de dinero, de sexo, pero hablar de la vida y la muerte, no es nada
sencillo.
Y
todo eso que no podemos decir se va convirtiendo en un agujero negro que nos
absorbe.
Agujeros
negros capaces de devorar estrellas y galaxias enteras, aún las más brillantes.
Tenía
dieciocho años, no había pasado por grandes dificultades antes, pero acababa de
llegar a una encrucijada.