Lucian pasó su mano por el
cabello, con nerviosismo. Actitud poco habitual en él. Bajó de inmediato la
mano, intentando calmarse. ¿Qué podía ganar con desesperarse? ¡No era su turno!
- ¿Qué te sucede, guapo? –Mary
se acercó a él con una sonrisa- ¿estás bien?
- Necesito hacer algo –Lucian
giró hacia ella- ahora.
- ¿Ahora? –Mary ladeó su rostro-
¿es tan urgente?
- Bastante –replicó con
impaciencia- ¿crees que Nick tarde?
Mary observó la escena despacio.
Sus ojos parecían realizar rápidos cálculos y finalmente lo miraron.
- Quizás… Nick no está demasiado
concentrado últimamente –soltó.
- ¡Eso ya lo sé! –contestó
desesperado- ¿qué le sucede?
- No lo sé… lo mismo que a todos
cuando cambian sus dulces temperamentos –añadió con intención- tú no eres el
mismo…
- No soy el mismo… que
sinsentido –Lucian no la miró- ¡me voy!
- Lucian, ven aquí –Mary le tomó
del brazo- tienes 15 minutos. ¡15!
- Gracias –le obsequió una
sonrisa sesgada y se perdió en los pasillos.
Había sido una semana completa
sin noticias de Beth. Ni un mail, ni un mensaje… absolutamente nada. Él, ni
siquiera lo había notado, esperaba noticias de ella, que no llegaban. Esa
actitud le molestaba, le tenía bastante irritado. ¿Por qué esperaba por ella?
¿Acaso había pensado que lo hacía?
Ni siquiera había notado que la
esperaba. Días normales, en que no salía mucho para no tener inconvenientes. La
fama, era su justificativo, pero no le duró demasiado. Nada en realidad, cuando
se enteró de que las amigas de Beth estarían en una fiesta y decidió asistir.
Gran error, un escándalo que él
había preferido evitar y un retrato más con Mary, que lo había acompañado.
Suspiró.
Algo bueno había resultado de
eso. Tenía el número de Beth en Italia y pensaba llamarla. Marcó y espero. No
hubo respuesta. Así que seguía sin saber nada de ella. No por mucho.
Miró
su reloj. Aún tenía 10 minutos que pensaba emplear muy bien.
- ¿Sylvie? Soy Lucian ¿cómo
estás? –esperó la respuesta y sonrió- ¿recuerdas el otro número que me
ofreciste de Beth en Italia? Lo necesito.
Anotó y marcó inmediatamente.
Escuchó que una mujer le contestaba, pero no era Beth. ¿Se habría equivocado?
- ¿Beth? –Lucian carraspeó-
¿Elizabeth Ferraz, por favor? –preguntó en italiano.
- Beth ya no vive aquí –escuchó
que le contestaban- ¿quién habla? ¿desea dejarle algún mensaje?
- Yo… -él pensó rápidamente pero
nada se le ocurría- ¿dónde está ella?
Un silencio se prolongó, sin
duda la persona que hablaba estaba dudosa si darle o no la información.
- Soy un amigo suyo… de Estados
Unidos –aclaró.
- ¿Americano? –preguntó y de
inmediato añadió- está de viaje.
- ¿Cuándo regresa? –Lucian sabía
que estaba siendo algo grosero pero no le importaba- ¿a dónde fue?
- Creo que debería hablar con
ella –lo cortó la mujer- ¿su nombre?
- Yo la volveré a llamar,
gracias –colgó con frustración. ¿Su nombre? ¿Por qué no le había dado? Ah
claro, temía que Elizabeth no le hubiera hablado a nadie de él. Como estaba
seguro, no lo había hecho. Al decir americano, ¿debieron saberlo no? Si ella
hubiera hablado…
Quizás no la conocían. O tal vez
sí. Recordaba brevemente que le había dicho que era el teléfono de su familia.
¿Quién le había contestado y por qué no le había dicho nada de Beth?
Estaba claro por qué. Nadie
sabía nada de él. De ningún americano, amigo suyo. Lucian estuvo a punto de
arrojar su teléfono, pero se contuvo.
- Lucian a escena –escuchó la
voz de Mary a través de la puerta de su camerino- tienes 5 minutos para bajar
con la estilista.
- No creo que… -Lucian trató de
calmarse. Fijó su mirada en el espejo y compuso una sonrisa. O al menos lo
intentó- eso es –aprobó y salió.
El
repiqueteo del teléfono interrumpió la concentración de Beth. Dejó a un lado el
libro que tenía entre manos y contestó.
- ¡Danna! –sonrió encantada-
¿cómo estás?
- Muy bien querida ¿y tú? –Danna
sonrió- ¿alguna novedad?
- Ninguna. Estaré de vuelta en
un par de días.
- ¡Cuánto me alegro! Tu padre no
ha dejado de quejarse de que ni siquiera desempacaste y ya tomaste otro vuelo.
- ¡Él mismo me envió aquí! –rió
Beth- y lo sabe muy bien.
- Si cariño, pero lo olvida…
imagino –bromeó. A continuación, Danna carraspeó y murmuró- tengo algo que
preguntarte… bueno decirte.
- ¿Sí, mamá? –Beth le
consideraba su madre desde que Danna se había casado con su padre y no
recordaba un solo instante en que ella hubiera dudado en hablarle- ¿qué
sucedió?
- ¿Conoces a un americano que
habla muy bien italiano? –soltó.
- ¿Cómo? –Beth se atragantó y
abrió mucho los ojos- ¿Por qué lo dices?
- Te ha llamado a la casa
–contestó.
Beth sintió que le faltaba el
aire. ¿Lucian había llamado a su casa? ¡¿Por qué había llamado allá?! ¡Lucian
le había llamado! No, no podía ser.
- ¿Eso es un sí o un no?
–escuchó la risa suave de Danna al otro lado del auricular- solo le he dicho
que estás de viaje, no se ha identificado –añadió.
Beth respiró con normalidad
nuevamente. No quería que se enteraran de esa manera sobre Lucian. ¿Sobre
Lucian? ¿De qué demonios estaba hablando? ¡Entre ellos no había nada! ¿Por qué
sabrían nada de Lucian?
- Oh, eso… -Beth intentó pensar
una respuesta- ¿entonces no ha dicho absolutamente nada?
- No, nada más que preguntar por
ti.
- Ah… bien, gracias por avisarme
Danna.
- De nada cariño, pensé que
podía ser alguien importante. ¿Un admirador, quizás? –preguntó bajito.
-
¡Qué tontería, mamá! –Beth intentó ignorar el sonido de su voz ahogada y su
risita fingida- te veo pronto.
- Adiós, Beth –se despidió,
fingiendo creerle y colgó.
Beth se levantó de golpe. Caminó
con impaciencia, una y otra vez recorrió el espacio entre su silla y el
escritorio. ¡Lucian! No podía ser otra persona… pero, ¿cómo? ¿su número de
casa? Ella no le había dado a nadie el número de la Mansión Ferraz, en América
nadie lo tenía más que…
¡Claro! Sylvie y Julie. Solo
podían haber sido ellas.
Llamó al departamento de las
chicas pero no obtuvo respuesta. Volvió a marcar, pero imaginó que habrían
salido a algún lugar. Suspiró con frustración. ¿Cómo sabría que había dicho
Lucian?
Porque no podía llamarle. No a
menos que supiera que pretendía. ¿Qué tal y solo estaba siendo cortés? No podía
arriesgarse a quedar como una gran idiota. No quería buscarlo. Ella no era así.
Su mirada de pronto se fijó en
la página web que mantenía minimizada. Tenía correos nuevos sin revisar y
procedió a buscar algo interesante. Lo había imaginado. Sylvie no había
resistido y le había escrito. Con imágenes incluidas sobre la última fiesta en
la que ella se había encontrado con Lucian… y Mary.
Beth elevó un poco el rostro,
como si ese gesto imperceptible y que nadie presenciaba, pudiera resguardarla
de cualquier sentimiento. Siempre había tenido esa impresión, que si no se
doblegaba ante nada… nada la heriría. Ahora no estaba tan segura.
Eran varias fotografías y un
relato un poco largo sobre la fiesta. Al parecer, Sylvie pensaba que cada
detalle de las bebidas que consumían o de la iluminación del lugar era
relevante. Buscó con la mirada el nombre de Lucian. Y sí, le hablaba de su
pedido de su número de teléfono, asegurando que no le molestaría ¿verdad?
Después de todo, era una celebridad. ¡Ay, si tan solo Sylvie estuviera a su
alcance en ese instante!
Beth ignoró el resto del relato
por el momento. Era más efectivo mirar. Sucedieron una tras otra en la pantalla
las imágenes y Beth contuvo el aliento. Lucian bailaba abrazado a Mary, la
tomaba de la mano y le sonreía, en una inclusive…
Beth cerró todo. Lo que hiciera
Lucian no le interesaba. Él no le interesaba… en lo absoluto.
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