Lucian abrió mucho los ojos,
recordando las palabras que le habían soltado en aquella tarde Donovan, Nick y
Derek. No, no había considerado el amor. Pensó que se trataba de una broma.
¿Cómo podría amar a Beth cuando…? Bueno, cuando no existía nada entre ellos.
¿Verdad? ¡No era posible!
Unos cuantos besos no
significaban amor. Es que era absurdo. Negó lentamente mientras Nick se
levantaba con una sonrisa misteriosa.
- ¿Diga? –la voz que se escuchó
al otro lado del teléfono lo trajo al presente de inmediato. ¡Ni siquiera
recordaba que estaba llamando!- ¿Bueno?
- ¿Beth? –pronunció rápidamente.
Tras un largo silencio, repitió- ¿Elizabeth, me escuchas?
- Elizabeth… -murmuró antes de
añadir- si, ¿quién habla?
- ¿Bromeas, cierto? –Lucian
preguntó sin humor- ¿ya me olvidaste?
- Hum –Beth esbozó una leve
sonrisa- eres un niño sin humor.
- No soy un niño, Beth –Lucian
puso en blanco los ojos- pero me encanta que me recuerdes que eres mayor que
yo.
- Tampoco es algo que interese
mucho –Beth soltó con lentitud- no es como si tuviéramos algo… -bajó la voz
lentamente.
- ¿No? –Lucian tamborileó con
los dedos sobre la mesa, impaciente- claro que no. Pero ¿no éramos amigos?
- Nunca dejamos de serlo
–respondió con rapidez- ¿por qué lo dices?
- Porque los amigos se despiden
cuando viajan… ¿no te parece?
- No tuve tiempo –se excusó-
estabas demasiado ocupado y debía irme.
- ¿Ocupado? ¿Cómo…? –Lucian
suspiró, intentando calmarse- Beth, ¿podrías, por favor, explicarme qué rayos
pasó? Aún estoy tratando de entenderlo… estábamos tan bien y…
- Lucian, te lo repito una vez
más –Beth miró al frente fijamente, intentando concentrarse en lo que sea que
no le recordara vivamente al hombre del otro lado de la línea- no quiero
complicaciones en mi vida. Nuestros mundos son tan diferentes que… el abismo es
demasiado para mí, para ti. No quiero.
-
¿Un abismo? ¿No te parece que exageras un poco?
- No, al contrario Lucian. Tú te
lo tomas demasiado a la ligera.
- ¿Hay algo que tomar enserio?
–preguntó mordazmente.
- Quizás para ti, no. Pero para
mí, sí. Mi reputación vale, aquí en Italia como en América pienso conservarla
sin escándalos. Se lo debo a mi familia y, especialmente, a mi padre. Tu vida
es… no quiero tu amistad.
- ¿Qué es lo que quieres,
Elizabeth? –soltó Lucian- ¿qué es lo quieres de mí?
- Quiero… lo que yo quiero, tú
nunca podrías dármelo, Lucian.
- ¿No puedo al menos saber qué
es lo que no puedo darte? ¿Un intento?
- No –Beth soltó concisa,
sintiendo como lágrimas se agolpaban en sus ojos- es demasiado complicado. No
quiero.
- ¿Así son las cosas? –Lucian
miró al techo- ¿estás segura?
- Totalmente.
- ¿No hay posibilidad, ni
remotamente, de que lo reconsideres?
- No, en absoluto.
- Perfectamente entonces –Lucian
asintió- ha sido un placer conocerte.
- Lo mismo digo, Lucian.
- Adiós Beth.
- Adiós Lucian –suspiró Beth,
esperando que él volviera a hablarle. Pero no lo hizo. Colgó de inmediato y
ella se quedó mirando fijamente la bocina.
Había sido lo correcto. Había
hecho lo que era mejor para los dos. No tenía caso intentar algo que jamás
resultaría. Solo saldrían heridos, habría sido una estupidez y un
comportamiento inmaduro.
Entonces… ¿por qué estaba
llorando? ¿por qué sentía como si hubiera dejado la oportunidad de su vida?
Quizás lo amaba. Había una
posibilidad de que lo amara. Había hecho lo correcto. Entre ellos, nunca, jamás
podría existir nada. Las brechas existentes entre sus mundos, la edad, las
ideas, la madurez… eran incompatibles. Totalmente incompatibles.
***
Beth coreó ¡sorpresa! junto a
las demás personas que esperaban para el cumpleaños n° 23 de André. Su hermano
hizo una gran reverencia, riendo mientras todos se acercaban a felicitarlo y
empezaba un brindis en su honor. La sonrisa de él se amplió cuando vio que el
regalo que le tenían sus padres era un auto nuevo.
- ¿Crees merecerlo, hermanito?
–Beth se acercó a él, con una ceja arqueada- ¿nueva? ¿así de rápido? –no le
importaba si le escuchaba la mujer en cuestión.
- Beth, te falta un poco de
sutileza –André le taladró con la mirada- ¿no es una preciosidad?
- Quizás… ¿tiene la mitad de
inteligencia que belleza?
- Me ofendes –André soltó
encogiendo un hombro- no es que me interese ese asunto en particular.
- Lo sé… ¿por qué me molesto en
preguntar cada vez que nos encontramos? –Beth lo reprendió pero le dio un
abrazo, entregándole un reloj que le había comprado.
- Es lo que me pregunto siempre
–escuchó que decía André antes de estar lo suficientemente lejos.
Beth puso en blanco los ojos con
impaciencia, una vez más. Su hermano al parecer, nunca iba a madurar.
- ¡Beth! ¿Qué le has dicho a
André? –Danaé se acercó con una sonrisa- por un momento, lo has desconcertado,
como de costumbre.
- Solo lo usual –rió, mirando
con cariño a su hermana- ¿qué más podía decirle que la verdad?
- Un día se enamorará… y
cambiará –afirmó Danaé y la miró- ¿no lo crees?
- ¿Enamorarse? ¿André? –Beth
inquirió extrañada.
- El amor da una nueva
perspectiva a las personas, Beth –soltó Danaé con una sonrisa leve- siempre lo
he pensado.
- ¿Estás enamorada, hermanita?
–Beth la fastidió- ¿finalmente alguien más qué…?
-
Hace no mucho salí de una larga relación con Kyle –le cortó- ¿podrías decir lo
mismo de ti?
- No es una pregunta justa,
señorita –sonrió divertida Beth- me gusta estar así…
- Lo dudo –Danaé la miró
fijamente- tú escondes mucho, Beth. Pero está bien, es tu vida, son tus
decisiones.
- Mis decisiones –murmuró
lentamente- si, lo son.
Danaé asintió con una sonrisa
misteriosa. De inmediato se dirigió hacia Marcos, con quien tenía una relación
estrecha y era parte de la familia. Beth los miró intercambiar comentarios pero
no se acercó a ellos. En realidad, no estaba de ánimo de descifrar enigmas.
- Beth –escuchó que la llamaron
y giró. Era su padre- ¿recuerdas a Anthony di Román?
Beth giró y se encontró con un
hombre elegante, atractivo y con una sonrisa amable. Tenía los ojos grises y el
cabello casi rubio. Intentó recordarlo y…
- ¡Tony! –exclamó de pronto con
sorpresa y él asintió- ¿cuánto tiempo?
- Muchos años –se encogió de
hombros él- ¿casi 10 años?
- ¿Tanto ya? –Beth miró que su
padre se alejaba discretamente y ella contempló al hombre con el qué, hacía
bastante tiempo, había mantenido una relación. ¡Increíble cómo pasaba el
tiempo!
Hablaba con Anthony, recordando los
años que habían estado juntos. Sus padres habían estado felices pues eran
familias italianas que mantenían una amistad por generaciones. Una unión en su
tiempo, los había hecho tan felices a todos… pero habían terminado.
- ¿Te podría invitar a salir un
día de estos? –propuso Anthony mientras la acompañaba a su auto.
- Puedes –Beth rió y esperó su
característica negativa lenta con la cabeza- está bien, me encantaría.
- Beth estás… -Anthony fijó sus
ojos en ella y la recorrió con lentitud- realmente, bellísima.
Beth puso en blanco los ojos. Le
dio un suave beso en la mejilla y se alejó en su auto. ¿Qué podía perder?
No hay comentarios:
Publicar un comentario