Fue a mediados de primavera, Byul había pasado
por la cocina a buscar algo de comida cuando escuchó los llantos, le preguntó a
una de las mujeres con las que tenía confianza qué sucedía.
-Es la muchacha nueva, llegó
hace dos días, no ha parado de luchar y llorar. La dueña está furiosa con ella, ya le dijo que
su noche de iniciación sería pasado mañana, sólo tiene catorce años.-comentó
apenada.
-¡No puede ser! ¡Debemos hacer
algo!- se quejó.
- Eso es lo que sucede aquí,
esa niña fue vendida a este lugar para pagar deudas de su familia, sabes que no
hay nada que pueda hacerse. No todas tienen a alguien que las salve- dijo con
amargura recordándole que ella había escapado de aquello sólo por la
intervención de Janeul.
-Lo sé, pero es injusto.-
protestó dolida. Necesitaba hacer algo, recordaba el miedo que ella había
sentido, la forma en que había pensado en morir antes que ser entregada a un
desconocido.
Debía encontrar una forma de
salvar a aquella niña, entonces recordó el oro que le había dado el príncipe .
Había dicho que quizás sirviera para salvar una vida, y ahora estaba agradecida
por tener esa opción.