Él volvió a los pocos días, y
se quedó durante la noche, después estuvo ausente durante un largo mes debido
al mal tiempo. El invierno fue mucho más frío con su ausencia, pero Byul trató
de mantenerse ocupada.
Su madre le había enseñado a
bordar, así que se dedicó a enseñarle a las mujeres que estuviesen interesadas
y pasó mucho tiempo con ellas tratando de acortar las distancias. Debido a su
relación con Janeul , las demás se manejaban con cierto temor hacia ella, como
si una palabra que dijera pudiese acarrearles un castigo. La joven quería
cambiar esa percepción, después de todo, eran aquellas personas quienes estaban
a su alrededor diariamente. Así que se esforzó por acercarse a ellas, bordaron juntas y las
mujeres se asombraron de cómo las ágiles manosde Byul podían transformar sus
prendas , también las retrató mientras se peinaban, reían o
bailaban.
Incluso una de ellas se había
acercado a pedirle un retrato.
-Es para mi hijo, vive con su
abuela –le contó la mujer sorprendiendo a la joven.
-¿Tienes un hijo?
-Sí, me enamoré también, una
vez. – le dijo con una velada referencia al amor de ella por Janeul.
-¿Y qué pasó?
-Era una joven inocente y me
entregué a él creyendo su promesa de matrimonio, luego me abandonó y cuando le
dije que esperaba un hijo declaró que no era suyo. Quedé sola y fui repudiada
por la gente de mi pueblo, pero yo quería tener a mi bebé. Mi madre me ayudó
con el niño, pero no teníamos dinero y ella estaba enferma. Traté de
trabajar pero , conocedores de mi historia, trataban de aprovecharse de
mí, ya no teníamos comida ni nadie que
nos ayudara, así que finalmente decidí vender mi cuerpo y vine aquí.- finalizó
y aunque había contado la historia en forma desaprensiva , Byul pudo captar el
dolor que escondían las palabras.
-¿Lo visitas?
-Hace tres años que no lo veo,
está por cumplir siete – dijo la mujer que no podía tener más de veinticinco
años- mi madre lo cría y con saber que está bien es suficiente, pero me
gustaría enviarle un retrato mío, para que no me olvide – dijo bajando la voz.
-Será un placer hacer un
retrato tuyo – respondió Byul arrancándole una sonrisa. Y en los siguientes días
se esforzó en hacer un buen trabajo, logró plasmar en su pintura el amor que
aquella mujer sentía por su hijo, el anhelo y algo de la muchacha que había
sido cuando lo había engendrado.
-Gracias – dijo emocionada
cuando Byul se lo entregó.
- Gracias a ti por permitirme
hacer algo tan significativo, creo que es la primera vez que de verdad siento
que hice algo valioso desde que estoy aquí – le dijo.
-Creo que ahora lo entiendo,
entiendo lo que él vio en ti- dijo la mujer y con una leve inclinación se marchó.
La muchacha no pudo dejar de
sentirse triste por aquella historia,
parte de la vida era perder gente que uno amaba, ella lo sabía muy bien, pero
imaginaba lo devastador que debía ser para una madre desprenderse de su hijo, estar lejos hasta
temer ser olvidada y sacrificarse por el bien de un niño que quizás nunca
entendiera la dimensión del sacrificio.
A pesar de sus deseos de adaptarse y vivir lo mejor posible en sus
nuevas circunstancias, cuando pensaba en la injusticia y en el dolor y como las
vidas de las personas más indefensas podían torcerse con tanta facilidad, Byul
se entristecía.
Y cuando por fin, Janeul
volvió , ella aún sentía el corazón acongojado por esa mujer y su hijo. Le
contó la historia y aquella noche el príncipe se limitó a cobijarla en sus
brazos para que durmiera tranquila, no le hizo el amor sino que la abrazó para
darle algún tipo de consuelo, imaginaba que Byul extrañaba a su familia
perdida, pero de alguna forma también sufría por la familia que no tendría en
el futuro si seguía a su lado, si él no podía sacarla de allí. Para él su amor
por aquella joven siempre lo ponía al borde del abismo, por ella quería ser mejor persona, por ella
quería ser un gran rey, pero sabía que tarde o temprano su amor la lastimaría,
que un día el Janeul hombre y el Janeul
príncipe llegarían a una encrucijada.
Y esa noche de invierno vigiló
el sueño de ella deseando que ese día
nunca llegara.
Cuando los días fríos fueron
cediendo a la inminente llegada de la primavera, Byul había logrado derribar
las barreras entre ella y las mujeres de
aquel lugar, algunas seguían manteniendo cierta cautela e incluso había alguna
que la manifestaba una velada antipatía, pero la mayoría de ellas habían
llegado a apreciarla y ya no se sentía tan sola.
La llegada de la primavera era
todo un acontecimiento en aquel lugar, incluso allí, el renacer del mundo
lanzaba su benéfica influencia, las muchachas habían preparado sus mejores
vestidos para aquel día, los que habían bordado durante el invierno ,también se
habían esmerado en arreglarse y habían convencido a Byul para que se dejara embellecer por ellas.Le
trenzaron el largo y oscuro cabello adornándolo con flores frescas y una de las
horquillas que le había dado Janeul, la maquillaron y perfumaron .Se puso un
vestido que había bordado con flores de
loto y al verse al espejo apenas se reconoció.
Las mujeres alabaron su
belleza e incluso hicieron bromas sobre el efecto que tendría sobre el
príncipe, algunas bromas la hicieron sonrojar y aquel pudor, tan fuera de lugar
en la casa de cortesanas, las hizo sonreír más.
-El príncipe ya está aquí –
dijo una chica entrando a la habitación donde se arreglaban. Byul se sintió
nerviosa, nunca había tenido oportunidad de hacer algo como arreglarse para él,
y no sabía cómo iba a reaccionar. Respiró profundo y salió a su encuentro. Era el atardecer y ya
empezaban a llegar clientes al lugar, ella estaba tan ansiosa que tropezó y hubiera caído si alguien no la
hubiese socorrido tomándola del brazo.
Levantó la mirada esperando encontrar a Janeul, pero era otra persona, un
hombre joven vestido con ropas extrañas, parecía ser un extranjero.
Ella se apartó de prisa.
-¿Está bien? – preguntó el
hombre con un leve acento y ella asintió.
-¡Byul! – sintió el llamado de
Janeul y lo vio unos metros detrás. Él
abrió los brazos con aquel gesto tan suyo
y ella tras una leve inclinación a su rescatista, corrió hacia su amado.
El extranjero miró al príncipe,
que iba vestido con ropa casual, e hizo una profunda reverencia lo que
implicaba que lo reconocía. Janeul devolvió el gesto con displicencia y abrazó
a Byul que llegaba hacia él, no le había pasado inadvertida la mirada de clara
admiración del embajador extranjero.
-Quisiera sacarte de aquí ya
mismo – dijo abrazando a la joven y ella se apartó para mirarlo, lo había dicho
con tanta intensidad que la había preocupado.
-Janeul…
-Estás preciosa- le dijo y la
besó apasionadamente.
-¿Sucede algo? – preguntó ella
pues era evidente que estaba turbado y no por su nueva apariencia.
- Sucede que debería poder
tomarte de la mano y cruzar esa entrada, llevarte lejos de todo esto. Sucede
que te amo y que no alcanza.- le dijo con dolorosa sinceridad.
-Probablemente estaría muerta
si no fuese por ti.
-Y estás condenada conmigo –
le retrucó.
-Janeul, por favor, es
primavera, esperé todo el día por ti. Cumple la promesa, seamos felices ahora.
-Sí. Hagamos eso- dijo y la
tomó de la mano para ir a sus habitaciones, a su pequeño mundo.
Y durante un tiempo lograron
olvidarse de sus preocupaciones y miedos, sólo fueron jóvenes enamorados. Hasta
que la realidad volvió a sacudir aquel refugio que se habían inventado.
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