lunes, 24 de abril de 2017

La mujer del rey 5°



Sintió al hombre acercarse, las manos de él se levantaron hacia ella e inesperadamente tomó las solapas de la blusa y volvió a cerrarla, cubriéndola.
-Byul, mi Byul… soy yo – dijo el hombre y el letargo que la envolvía se disipó. Era Janeul. No había sido capaz de notarlo o quizás estuviera soñando o quizás hubiese muerto, pero era Janeul.
-Janeul ...- susurró con miedo.
-Soy yo, Byul, perdón por llegar tarde, perdón. Estoy aquí, gracias por esperar- dijo él y la abrazó.
Sintió el calor y el aroma y supo que era real, que él estaba allí, que él había llegado a salvarla.
-Eres tú…- dijo pegada a su pecho y lo sintió acariciarle la cabeza con delicadeza.
-Byul, Byul, Byul...- repitió él y la joven se largó a llorar. Lloró  hasta que ya no pudo sostenerse más, pero no cayó porque él la sostenía.

-Espera un momento – le dijo y se apartó un instante, tomó una manta de la cama y la envolvió, luego la guió hacia un rincón contra la pared, se sentó en el suelo y la atrajo hacia él envolviéndola.-Has pasado por tanto, mi pequeña Byul, ahora descansa, estoy aquí, estarás segura. Nada va a pasarte, descansa, luego hablaremos y te sacaré de aquí, descansa- insistió y ella  sin saber aún si era un sueño o una realidad , agotada por el miedo y por el llanto, se quedó dormida en sus brazos.
Janeul la  sostuvo contra él con firmeza, la había llevado tan lejos como había podido de la cama que habían preparado, pues aún estaba asqueado pensando lo que podría haber sucedido si él no hubiese llegado a tiempo.
Los últimos dos días habían sido un infierno para él,  a su regreso había intentado contactar a Byul y se había enterado de todo lo sucedido, su primer deseo había sido entrar y sacarla de allí usando el ejército real si era necesario, pero su hombre de confianza le había aconsejado que no era la manera, y era verdad pues una acción semejante  lo hubiese puesto en evidencia con su padre.
Finalmente había pagado mucho dinero por  pasar aquella noche con ella, de hecho había pagado lo suficiente como para que durante un tiempo nadie se le acercara, tiempo que necesitaba para sacarla de allí.
La furia aún bullía en su interior, pero ahora sólo debía pensar en la joven que tenía en sus brazos.
Una niña que había estado aterrada ante la idea de casarse con alguien que no le agradara, había sido vendida a un prostíbulo para nobles, aún no podía asimilarlo.
Cuando la había visto entrar a aquella habitación tan cambiada, pero sobre todo con la mirada vacía, sin siquiera reconocerlo, había deseado matar a cada uno de los involucrados en esa horrorosa situación, pero también él tenía culpa al haberla dejado sola. De haber estado cerca, nada de eso le hubiera sucedido, estaba tan desprotegida y él no había sido capaz de cuidarla.
Era absurdo que estuviera atado de manos, pero lo estaba, el título que debería hacerlo uno de los hombres más poderosos era lo que lo limitaba.
La sintió removerse inquieta y la acarició levemente para calmarla. Byul entreabrió los ojos.
-Janeul…- musitó adormilada.
-Tranquila, estoy aquí, duerme, estaré aquí cuando despiertes – le aseguró y ella volvió a cerrar los ojos.
Ella despertó apenas comenzaba amanecer, él aún la vigilaba despierto.
-Eres real – dijo incorporándose.
-Sí- dijo él.
-Yo…- trató de decir y bajó la mirada.
-Sé todo lo que pasó, Byul, así que no tienes que hablar a menos que quieras.
-Quería verte.
-Lo sé. Perdón por volver tan tarde, perdón por no estar aquí.
-Pero ahora sí estás aquí. Pensé que ya no…- dijo ella y la angustia le apagó la voz.
-Escúchame, te sacaré de aquí, pero no puedo hacerlo hoy. Volveré a buscarte.
-¡No me dejes, por favor Janeul, no te vayas!- rogó aterrada.
-Volveré mañana, lo prometo, tengo que hacer algunos arreglos para que estés segura, pero te  sacaré de este lugar. No tienes nada que temer, estarás a salvo hasta que vuelva, nadie te hará daño, confía en mí.
-¿Me llevarás contigo?
-Tenemos mucho que hablar, Byul, pero lo primero es sacarte de aquí. Necesito que seas valiente un poco más, y que me esperes otro día.- le dijo  eludiendo responder la pregunta y ella asintió con la cabeza. -Debo irme ahora.
-Janeul…- susurró y se aferró a su manga, de verdad estaba intentando ser valiente, era tan increíble que él estuviese allí, pero estaba aterrada. Había tanto que quería decirle, empezando por lo que sentía por él. Aquel hombre era lo único que le quedaba, era la única persona que significaba algo para ella, y era el único que sabía quién era antes de ese lugar.
Entendía lo que le había dicho y confiaba en él, ¿cómo no hacerlo si había aparecido allí cuando creía que todo estaba perdido?, pero no le resultaba fácil dejarlo ir. ¿Y si algo pasaba?
Caminó  junto a él hacia la puerta, sin soltarlo.
-Byul, debo irme- dijo él tomando sus manos para que lo soltara.
-Lo sé, volverás, lo sé, pero…
- Volveré – dijo él con seguridad y  apoyó una mano en su rostro para elevarla hacia él, luego la besó suavemente. La besó como una promesa de su pronto regreso, la besó porque tampoco quería dejarla ni un instante, la besó porque aunque no se lo dijera, la amaba.
Luego se marchó.
La espera anterior había sido un suplicio, pero la espera actual era de una lentitud enloquecedora, aún tenía el cálido beso de él  como una marca en sus labios y eso la había hecho renovar sus esperanzas, temía soñar  una nueva vida, pero allí estaba anhelando que él viniera, que la sacara de allí y se la llevara para estar juntos para siempre. Y cada ruido fuera de la habitación, cada conversación la ponía en guardia acelerando sus latidos, por un lado imaginando que era Janeul, por otro temiendo una nueva catástrofe.
Lo esperó durante un día y medio, hasta que él llegó a buscarla.
Cuando lo vio entrar en la habitación sintió un alivio indescriptible y corrió hacia él
-¿Estás bien? – preguntó Janeul para cerciorarse que no había pasado nada en su ausencia.
-Sí, estoy bien.
-Nos iremos esta noche.
-¿Puedo salir de aquí?
-Sí, ya eres libre de irte – le dijo y omitió contarle que había comprado su libertad. Había desembolsado mucho oro y aún se sentía asqueado de que la vida de alguien pudiera tener un precio, había muchas cosas mal en su país y esa era una.   Su prioridad era Byul, pero no podía dejar de pensar como el príncipe heredero y ver todo lo que estaba mal.
Había conseguido una casa para ella  lejos de la capital con gente que la cuidara y una custodia, también había comprado  un título de nobleza de un país con el que tenían buenas relaciones, eso le daría estatus y protección para que ella llevase la vida que quisiera. La joven acababa de cumplir dieciocho años y estaba a tiempo de comenzar una nueva vida, de cumplir sus sueños y ser feliz. Él aún debía hablar con ella, contarle la verdad, explicarle por qué no podría quedarse a su lado aunque fuera lo que más deseaba, pero  siempre retrasaba el momento, ahora debía ponerla a salvo, luego hablarían.
-Janeul, ¿dónde iremos?- preguntó Byul con timidez.
-No te preocupes por eso ahora, necesitamos comer porque será una cabalgata larga. ¿Puedes andar a caballo, verdad?
-No muy bien, pero sí. Tú me enseñaste, ¿recuerdas? – preguntó ella y él sonrió levemente, sí mucho tiempo atrás le había enseñado.
-Supongo que eso tendrá que bastar, de acuerdo iré a buscar comida y luego prepararemos lo que necesites para el viaje.
-No hay nada mío aquí, así que no tengo nada que preparar.
-Está bien, igual necesitarás ropa cómoda, te traje una capa, pero quizás necesites algo más.
-Con salir de aquí me alcanza- dijo ella.
-Bien, buscaré comida, mientras descansa un poco.
-No tengo hambre, Janeul.
-Pero debes comer- aseveró y salió a buscar comida, la joven lo observó en silencio, debería sentirse feliz pero  la falta de respuestas de él no le pasaba desapercibida. Quería insistir, volver a preguntarle dónde irían y sobre todo si se quedaría con ella, pero no se animaba. Janeul  la trataba como siempre,  incluso la había besado, pero tal vez se avergonzase de que ella hubiera sido vendida como cortesana. Tal vez sólo la ayudaba por compromiso, tal vez…Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el regreso de él, traía una bandeja cargada de frutas y carnes.
La joven se obligó a comer y ocultó todas las dudas que la turbaban.
Al anochecer, se prepararon para partir, Byul se cubrió con la capa oscura que Janeul había traído, él usaba una igual. Afuera había un hombre que los esperaba con dos caballos, hizo un breve gesto al joven que le contestó de la misma manera.
-Es un amigo, su nombre es  Jun y nos acompañará. – lo presentó brevemente.
-Soy Byul- dijo ella y él hombre saludó con la cabeza, la conocía muy bien pues  había vigilado muchas veces sus citas secretas, pero no era algo que pudiera decirle a la muchacha.
-Vámonos – los urgió  Janeul y la ayudó a montar. Luego emprendieron la marcha.
La joven sintió que el corazón se le aligeraba a medida que dejaban atrás la casa de cortesanas y luego la ciudad, era como si cada kilometro recorrido la llevase más lejos del dolor.
Pero fue cuando entraron en la zona boscosa cuando las sombras los alcanzaron.
-Nos siguen- dijo de pronto Jun y antes de que pudieran pensar una estrategia de evasión fueron alcanzados por un numeroso grupo de jinetes.
Fueron rodeados y obligados a detenerse, tanto Jun como Janeul se pusieron delante del caballo de Byul. Eran guardias reales, lo único que pensó la joven fue que por salvarla Janeul se había metido en un problema, ella lo había puesto en peligro, jamás se perdonaría si algo le pasaba.
-¡Ellos son inocentes, no sabían nada!- gritó adelantando su caballo.
-Byul, calla.- dijo él y luego avanzó hacia quien parecía ser el líder de los jinetes- ¡Déjennos seguir!
-No podemos, tenemos orden de Su Majestad de llevarlos al palacio y de detenerla.
-No dejaré que lo hagan – dijo él y llevó la mano a la montura donde estaba su espada.
-Lo siento , Su Alteza, pero incluso tenemos orden de matarla si se resiste a acompañarnos- dijo el hombre y Janeul miró a Jun quien negó con la cabeza, los superaban altamente en número. Aunque lucharan, aunque los guardias no fueran capaces de dañarlo a él, Byul no saldría ilesa.
La joven escuchó aquellas palabras y se sintió absolutamente confundida, ¿quiénes eran esos hombres? ¿Por qué llamaban Alteza a Janeul?
-Su Alteza, no tenemos alternativa – le dijo Jun y el joven príncipe se sintió perdido. Miró a Byul y supo que sus palabras llegaban absurdamente tarde, pero necesitaba decirlas con su propia boca.
-Soy Janeul, el Príncipe heredero de esta nación .
-No…- susurró ella horrorizada sabiendo que ahora sí lo había perdido para siempre.
Marcharon en silencio, bajo custodia. Janeul se puso protectoramente a su lado, pero no dijo nada.
Al llegar a las puertas de palacio , fueron separados, no importó ,lo mucho que el príncipe se resistiera , gritara, amenazara o maldijera; los separaron.


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