domingo, 30 de abril de 2017

La mujer del rey 10




Fue  a mediados de primavera, Byul había pasado por la cocina a buscar algo de comida cuando escuchó los llantos, le preguntó a una de las mujeres con las que tenía confianza qué sucedía.
-Es la muchacha nueva, llegó hace dos días, no ha parado de luchar y llorar.  La dueña está furiosa con ella, ya le dijo que su noche de iniciación sería pasado mañana, sólo tiene catorce años.-comentó apenada.
-¡No puede ser! ¡Debemos hacer algo!- se quejó.
- Eso es lo que sucede aquí, esa niña fue vendida a este lugar para pagar deudas de su familia, sabes que no hay nada que pueda hacerse. No todas tienen a alguien que las salve- dijo con amargura recordándole que ella había escapado de aquello sólo por la intervención de Janeul.
-Lo sé, pero es injusto.- protestó dolida. Necesitaba hacer algo, recordaba el miedo que ella había sentido, la forma en que había pensado en morir antes que ser entregada a un desconocido.
Debía encontrar una forma de salvar a aquella niña, entonces recordó el oro que le había dado el príncipe . Había dicho que quizás sirviera para salvar una vida, y ahora estaba agradecida por tener esa opción.

Fue a su habitación y luego fue a negociar con la regenta  la salvación de una muchacha.
Una hora después, Byul tenía a la niña en su habitación , había sido una pelea ardua el ganar su confianza y convencerla de que estaba a salvo, de que nadie le haría  nada. De pronto, se sentía muy vieja, apenas le llevaba cinco años a la jovencita, pero ahora era consciente de lo mucho que había madurado con todo lo sucedido.
Habló con ella, la calmó como si fuera un pequeño animalito herido, la alimentó y la cobijó en su cama, prometiéndole que estaría a salvo.
Esa misma noche , Janeul llegó a  visitarla y la muchacha se levantó asustada y a la defensiva.
-¿Quién es? – preguntó él y la chica empezó a gritar.
-Sal fuera y te explico- le dijo empujándolo hacia la puerta- Cálmate, no te hará daño – le dijo a la niña y salieron.
- Usé tu oro para comprar su libertad – le dijo a Janeul cuando estuvieron afuera y le explicó lo sucedido.
- Lo siento, Byul.- se disculpó comprendiendo lo doloroso que había sido para ella revivir todo lo sucedido
-Cámbialo, cuando seas rey , cambia este sucio mundo donde la vida de alguien puede ser comprada y vendida con tanta facilidad – le dijo ella con los ojos llorosos y él la abrazó un momento.
-Vamos, digámosle que estará a salvo – propuso el príncipe y entraron juntos a calmar a la jovencita. Les costó , pero finalmente lograron convencerla de que estaba a salvo y que se durmiera.
Janeul buscó unos almohadones y se acomodó en un rincón para dormir, era tarde para marcharse y no quería dejarlas solas. Byul  se acomodó a su lado.
-¿Dormirás aquí? – le preguntó al príncipe.
-Bueno, nuestra cama está ocupada , así que no me queda más remedio. Tú ve a dormir  a su lado.
-No, quiero quedarme aquí – dijo ella tomándolo de la mano y apoyando su cabeza en su hombro.-¿Le buscarás un buen lugar, verdad?
-Sí, hablaré con Jun mañana y él vendrá a buscarla. Ella estará bien, Byul.No puedo ayudarte a ti, pero la ayudaré a ella.- dijo sintiendo que  nada de lo que hiciera bastaría para atenuar tanta injusticia.
No podía evitar preguntarse si sería capaz de mantener los ojos abiertos antes el dolor de la gente de su pueblo o si algún día estaría tan ciego como lo estaba su padre. Si no era capaz ni de proteger a la mujer que amaba, ¿cómo iba a cuidar de todas las vidas que estarían bajo su cuidado?
Temía al futuro, porque le asustaba la clase de hombre en la que podía convertirse.
La niña se  despertó asustada en mitad de la madrugada, miró a su alrededor mientras recordaba donde estaba, de pronto su mirada se topó con la pareja que estaba dormida  contra una pared, apenas iluminados por un haz de luz de una lámpara cercana, uno apoyado en el otro. Eran una cortesana y un príncipe, y extrañamente, la niña sintió que había una conexión tan profunda entre esas dos personas que los hacía pertenecerse.
Luego, más calmada al pensar en las promesas que le habían hecho, se durmió nuevamente.
Dos días después, llegó Jun, con órdenes del príncipe, a buscar a la niña.
Byul los acompañó hasta el umbral y allí las dos se abrazaron.
-Te escribiré- prometió la niña.
-No lo hagas, Dina, sólo vete de este lugar y olvida que estuviste aquí. Olvídame incluso a mi – dijo Byul  con intensidad. Era tan evidente que ella desearía hacer lo mismo que Jun sintió pena, había seguido a su joven señor durante muchos años, así que conocía a la joven desde niña, y era triste verla atrapada en aquella situación, más cuando ella no demostraba su angustia frente a Janeul.
-Yo nunca te olvidaré, no podría – dijo Dina volviendo a abrazarla antes de subir al caballo.
- La cuidaré – dijo Jun y Byul asintió con la cabeza, luego se marcharon .
La joven se quedó parada allí durante un tiempo, midiendo la distancia que la separaba del mundo exterior, pensando en que sólo era dar un paso y salir, parecía tan simple, pero era imposible.
Dio la media vuelta y entró.
Al día siguiente, otra sorpresa llamó a su puerta.
Era extraño que llamaran  a la puerta de sus habitaciones, al abrir se encontró al joven embajador acompañado por una de las cortesanas más bonitas del lugar, probablemente quien lo había recibido en sus visitas. Era extraño ver a un hombre que no fuera Janeul allí, así que en un primer momento se alarmó y él pareció percibirlo.
-Me disculpo por importunarla, pero vi una de sus pinturas en la habitación y me dijeron que la había hecho usted, así que pedí verla para preguntarle si era posible que hiciera una semejante para mí, le pagaría por ello –explicó él rápidamente.
-Lo siento, pero  no hago pinturas para vender – respondió dubitativa.
-Por favor, de verdad me gustó mucho, quisiera que lo reconsiderara. Me gustaría llevarme la pintura a  mi país cuando regrese, tener algo que me recuerde a esta tierra. Puede elegir qué pintar- dijo él
-De verdad le gustó, Byul . Piénsalo, podrías empezar a vender tus pinturas- intervino la muchacha que lo había acompañado. No lo había pensado antes, pero parecía una buena idea, pensar que había algo que ella pudiera hacer para ganar su propio dinero, incluso estando allí, sonaba bien
-Está bien- aceptó ella y el hombre sonrió muy levemente.
-¿Tres días es suficiente como plazo?
-Sí, en tres días tendré su pintura.
-¿Y el precio?
-Jamás antes vendí una pintura, así que cuando la vea me dirá cuánto le parece que vale y yo veré si estoy de acuerdo o no.
-Me parece justo, vendré en tres días, entonces. Gracias por aceptar – dijo y le hizo una leve reverencia antes de retirarse.
Byul se sintió entusiasmada con aquel proyecto y se dedicó a pintar con entusiasmo.
Janeul llegó de visita a la tarde siguiente y obviamente había escuchado sobre la visita del embajador pues fue lo primero que preguntó al llegar.
-¿Qué quería ese hombre? ¿Y por qué no llevas puesto tu anillo?
-Quería una pintura – explicó ella pacientemente – y me quito el anillo cuando pinto, no me gustaría que se arruinase.
-¿Una pintura? ¿Y aceptaste?
-Si entras en lugar de seguir allí interrogándome podrás verla, estoy trabajando en ella. Y sí acepté, de hecho me parece buena idea poder vender lo que pinto, podría ganar mi propio dinero en lugar de aceptar  tu oro.
-¡Dices que aceptar mi oro te parece mal pero no aceptar el dinero de ese hombre!
-Es una pintura Janeul, no me hagas sentir como si me estuviera vendiendo a mí misma.
-¿No lo ves o no quieres verlo? Ese hombre está interesado en ti, y esta fue su manera de acercarse. La pintura es sólo una excusa. No debiste aceptar.
-¡No acepté acostarme con él ,Janeul, sólo hacer una pintura!
-¿Estás segura de que él lo entendió así? Deberías ser más cuidadosa.
-Cierto, lo olvidaba pero ha sido muy  certero al recordarme quién soy y dónde estoy, Su Alteza- le reprochó.
-Esto no nos llevará a ningún lado, será mejor que me marche hoy – le dijo y se fue dejándola enfadada y triste.
La joven imaginó que no lo vería por un largo tiempo, y de hecho se sentía demasiado herida para recibirlo, que el mundo la juzgara ya no le importaba tanto, pero sí que él lo hiciera. Janeul era todo lo que tenía  y si él la despreciaba  perdería el coraje.
Sin embargo, a la noche siguiente, el príncipe volvió.
-Me disculpo- dijo brevemente cuando ella abrió las puertas.
-Entra – lo invitó notando que él permanecía afuera, casi esperando su permiso.
-No quise herirte , Byul.
-Pero lo hiciste.
-Lo siento, me dejé llevar. No me gusta que alguien te ronde.
-Janeul…
-Me pongo celoso, siempre fue así, ahora más. Cuando me hablabas del día que te casaras y sabiendo que yo no podría hacer nada porque no podía pedirte casamiento ni impedir que tus padres te casaran, sentía que moriría. Parece ser que no he cambiado mucho en ese aspecto. Mi ataque no estaba dirigido a ti, sí a él, y también a mí mismo. ¿Harías una pintura para mí? Por favor.
-No creo que pueda pagar el precio, Su Alteza- dijo intentando sonar enojada aunque ya lo había perdonado.
-Lo sé. Siempre he sabido que nada en mí sería suficiente para merecerte, Byul, pero aún así...- dijo y fue interrumpido por un beso de ella.
-Te diré el precio luego- le dijo  y eso bastó para que Janeul la levantara y la llevara hasta la cama.
Cuando él despertó, estaba solo, aún no había amanecido, se levantó y buscó a la joven. Ella estaba pintando, llevaba apenas una bata y el cabello atado con descuido, se le acercó y la abrazó por la espalda.
-¿Esa es la pintura? – preguntó suavemente.
-No, ésta es tu pintura- dijo ella y entonces el príncipe prestó atención a la imagen. Era el estanque de flores de lotos del templo.
-Es muy bello – dijo conmovido.
-Janeul, no vuelvas a irte como lo hiciste ayer. Porque yo no puedo seguirte, no puedo ir a ti, sólo esperarte. Ese es el precio.- explicó sin mirarlo y él sintió que le dolía el corazón porque nunca alcanzaba a entenderla plenamente hasta que ya estaba hecho el daño. Nunca había pensando antes en que ella estaba limitada a esperarlo.
-De acuerdo, y algún día podrás ir donde quieras y yo seré quien te espere- le susurró.

El día que ella debía entregar la pintura, el príncipe decidió instalarse allí.
-No es necesario –protestó Byul.
-Quiero estar aquí, contigo – dijo inocentemente.
-¡Janeul! Ambos sabemos que no es por eso, sólo voy a darle su pintura.
-Entonces no molesto estando aquí, ¿verdad?
-Sí, no necesito guardián. No soy una niña, tendré veinte años pronto.
-Tendrás veinte dentro de medio año, sin importar todo lo que haya sucedido, sigues siendo una niña ingenua y voy a quedarme, puedo quedarme aquí, en el jardín, en el árbol, pero voy a quedarme, Byul-  sentenció y la joven tuvo un atisbo del príncipe que ella desconocía.
Cuando el embajador golpeó a sus puertas y ella salió a recibirlo, Janeul apareció a sus espaldas y lo invitó a entrar.
-Su Alteza…- musitó sorprendido, era obvio que no esperaba encontrarlo allí.
-Pase, por favor – dijo él haciéndole señal de que ingresara en las habitaciones. Byul sacudió la cabeza imperceptiblemente y el príncipe sonrió  como un perfecto anfitrión.
-Pase, su pintura ya está terminada – dijo Byul y el hombre ingresó.
La joven le indicó que se sentara y fue a buscar la pintura mientras Janeul se acercó a servir el té.
-¿Le gustaría beber té? – invitó y  hubo algo en las miradas de ambos  que desmentía tanta cortesía.
-Muchas gracias, creo que jamás un príncipe me ha servido té.
-Digamos que no lo hago como príncipe, sino como el dueño de casa, es de buenos modales atender al invitado, más si mi mujer está ocupada, ¿verdad?- preguntó mientras servía el té y el otro asintió, su respuesta quedó trunca porque Byul regresó al saloncito cargando la pintura. Era obvio que también a ella le extrañaba ver a Janeul en aquel rol, pero no dijo nada.
Desplegó la pintura, era un paisaje bellísimo  que abarcaba parte del bosque y un riachuelo con la ciudad a lo lejos. Había algo vibrante  en aquella pintura que cautivaba.
-Es hermosa, tiene usted un gran talento- dijo el embajador.
-Gracias- dijo ella escuetamente .Luego el hombre mencionó cuanto estaba dispuesto a pagar por ella , era una suma alta.
-¿Le parece bien?
-Creo que es mucho – dijo ella.
-No lo es – dijeron a un tiempo el hombre y Janeul y eso la hizo sonreír.
- Entonces me parece un buen precio- aceptó. El embajador le pagó, prometió que volvería por otra pintura alguna vez y se despidió. La última imagen que vio  fue a Byul  en el umbral y a Janeul abrazándola posesivamente por la cintura.
-¿Ya estás feliz? – preguntó ella volviéndose hacia el príncipe.
-Sí, mucho. ¿Y tú? La verdad es que pagó bien por tu pintura, podrías hacerte rica a este ritmo.
-¿Debería rever el precio que te cobré a ti, Su Alteza?
-No, ya cerramos el trato.
-Espera aquí un momento- dijo ella y se retiró,  volvió con un pincel cargado en pintura.-Dame el  brazo – pidió.
-¿Qué haces? – preguntó él curioso pero extendió el brazo. Byul levantó la manga y escribió “propiedad de Byul”
- ¿Y esto?
-Es lo mismo que tú acabas de hacer conmigo, ¿verdad? – preguntó elevando una ceja y él la atrajo hacia sí con el brazo que tenía libre.
-Supongo. Pero no era necesario. Todos saben que soy tuyo, la gente de aquí, me llama Su Alteza, pero escuchosus risitas divertidas al verme tan enamorado. Jun lo sabe, mis guardias lo saben, ese maldito embajador lo sabe, mi padre lo sabe…- dijo él y de pronto ambos recordaron que el rey lo sabía tan bien que los había condenado.
-No está demás asegurarse- dijo ella tratando de aliviar el clima.
-¿Ves? Ya estás pensando como yo- le dijo antes de besarla.
Así ,uno a otro , se sucedieron los días.
Byul pintando y esperando.
Janeul llegando y partiendo.
Días en los que se dormían en brazos del otro.
Días en que conversaban por horas.
Días en los que él se sentaba en el jardín a estudiar sobre leyes  del reino, sobre historia o sobre pensadores de la antigüedad y ella lo acompañaba como sagaz interlocutora, mezclados con días en los que llegaba demasiado cansado y sólo se quedaba dormido.
Así de lento y así de prisa pasó el primer año.
Aquel día, el príncipe llegó de visita, pero no vio a Byul en sus habitaciones, sí en cambio había cantidad de dibujos que había estado bosquejando, eran imágenes de los festivales del verano , incluso había imágenes que los retrataban a ellos de jóvenes o a sus padres. Había tanta nostalgia que se sintió inquieto, salió a buscarla y la vio trepada al árbol, mirando hacia el exterior. Pensó que debería hablar con ella y advertirle que no subiera allí cuando estaba sola, pero  estaba más preocupado por el hecho de que ni siquiera notara su llegada. Se preguntó si todo el amor que le daba bastaba para compensar su libertad perdida. Se preguntó si en caso de que sus papeles fueran invertidos, para él sería suficiente. Y temió que ella enfermara de tristeza.
Finalmente no la llamó y se retiró a esperarla en el jardín.
Byul esbozó una sonrisa cuando lo vio y él evitó mencionar los dibujos o que la había visto en el árbol. Aquella tarde hizo lo posible por entretenerla, por mimarla y por hacer que su pequeño mundo de dos la confortara.
Luego, durante  un par de semanas, no apareció.
 La tarde del festival de verano,  la regenta y un grupo de muchachas llegaron a visitar a Byul, iban ataviadas con sus mejores vestidos y grandes sombreros con velo. Aquella era una ocasión especial pues las cortesanas solían salir a disfrutar de las actividades diurnas de la celebración como todas las personas del pueblo.
-¿Qué hacen aquí? – preguntó sorprendida cuando invadieron sus habitaciones.
-Vinimos a buscarte, rápido , muchacha, cambia de ropa con  Yini.
-¿Qué? Yo no puedo salir de aquí.
-Hoy, sí. Si te vistes como una de nosotras , y si Yini se queda aquí ocupando tu lugar nadie se percatará. Además es lo que ordenó tu príncipe, y no tengo valor para desobedecerlo – le dijo la mujer sorprendiéndola.
-¿Janeul?
-Sí, ¿acaso conoces a otro? Parece que tiene todo planeado, nosotras sólo debemos sacarte de aquí.
-Pero…- dijo asustada.
-Rápido muchacha, será sospechoso que nos demoremos mucho. Date prisa y quítate la ropa de una vez.- la urgió y antes de que tuviera tiempo de pensarlo, un par de las mujeres comenzó a desvestirla y cambiarle la ropa por algo similar a lo que usaban ellas. Finalmente la cubrieron con un sombrero y salieron ,llevándola en el centro, escudada entre el llamativo grupo.
Cuando atravesaron el umbral de la entrada a la Casa de Cortesanas, Byul sintió que su corazón se detenía, estaba asustada pero al mismo tiempo estaba muy emocionada de poder volver a pisar el exterior. Subieron a una carreta que la llevó a la ciudad, bajaron en  las afueras y caminaron hacia la calle principal donde se desarrollaban la mayoría de las actividades.
Las mujeres reían y saludaban a los hombres que las silbaban o se acercaban a ellas. La joven caminaba con cautela y  con la mirada baja, se sentía intranquila.
-Mi señora, ¿le gustaría pasear conmigo?- dijo un hombre joven desconocido que se le acercó y ella se sobresaltó.
-No, gracias – musitó retrocediendo.
-Por favor, acompáñeme…o  el príncipe me cortará la cabeza- dijo y se acercó para pasarle un papel doblado. Ella tomó la nota , reconoció inmediatamente la escritura de Janeul. “Demos un paseo, ve con él y sigue mis pasos” decía. y ella aún dudosa aceptó seguir al hombre, nadie se extrañaría de una cortesana paseando con algún joven.
-Confíe en mí, soy hermano menor de Jun.- le dijo para tranquilizarla y ella finalmente levantó la mirada. El muchacho le sonrió levemente y ella pudo apreciar el parecido familiar.
-Se parecen…- susurró.
-Gracias. Aunque debo informarle que lamentablemente dará el paseo conmigo, sin embargo el recorrido lo trazó alguien más. Alguien que va un poco más adelante – le dijo señalando con la cabeza y entonces ella miró hacia adelante. A varios metros pudo distinguir una pequeña comitiva, allí iba Janeul con Jun y un par de hombres más que lo custodiaban. Él se detuvo un momento frente a un puesto y  al inclinarse a ver algo, desvió la mirada y por un segundo sus ojos se cruzaron.

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