Fue a mediados de primavera, Byul había pasado
por la cocina a buscar algo de comida cuando escuchó los llantos, le preguntó a
una de las mujeres con las que tenía confianza qué sucedía.
-Es la muchacha nueva, llegó
hace dos días, no ha parado de luchar y llorar. La dueña está furiosa con ella, ya le dijo que
su noche de iniciación sería pasado mañana, sólo tiene catorce años.-comentó
apenada.
-¡No puede ser! ¡Debemos hacer
algo!- se quejó.
- Eso es lo que sucede aquí,
esa niña fue vendida a este lugar para pagar deudas de su familia, sabes que no
hay nada que pueda hacerse. No todas tienen a alguien que las salve- dijo con
amargura recordándole que ella había escapado de aquello sólo por la
intervención de Janeul.
-Lo sé, pero es injusto.-
protestó dolida. Necesitaba hacer algo, recordaba el miedo que ella había
sentido, la forma en que había pensado en morir antes que ser entregada a un
desconocido.
Debía encontrar una forma de
salvar a aquella niña, entonces recordó el oro que le había dado el príncipe .
Había dicho que quizás sirviera para salvar una vida, y ahora estaba agradecida
por tener esa opción.
Fue a su habitación y luego
fue a negociar con la regenta la
salvación de una muchacha.
Una hora después, Byul tenía a
la niña en su habitación , había sido una pelea ardua el ganar su confianza y
convencerla de que estaba a salvo, de que nadie le haría nada. De pronto, se sentía muy vieja, apenas
le llevaba cinco años a la jovencita, pero ahora era consciente de lo mucho que
había madurado con todo lo sucedido.
Habló con ella, la calmó como
si fuera un pequeño animalito herido, la alimentó y la cobijó en su cama,
prometiéndole que estaría a salvo.
Esa misma noche , Janeul llegó
a visitarla y la muchacha se levantó asustada
y a la defensiva.
-¿Quién es? – preguntó él y la
chica empezó a gritar.
-Sal fuera y te explico- le
dijo empujándolo hacia la puerta- Cálmate, no te hará daño – le dijo a la niña
y salieron.
- Usé tu oro para comprar su
libertad – le dijo a Janeul cuando estuvieron afuera y le explicó lo sucedido.
- Lo siento, Byul.- se
disculpó comprendiendo lo doloroso que había sido para ella revivir todo lo
sucedido
-Cámbialo, cuando seas rey ,
cambia este sucio mundo donde la vida de alguien puede ser comprada y vendida
con tanta facilidad – le dijo ella con los ojos llorosos y él la abrazó un
momento.
-Vamos, digámosle que estará a
salvo – propuso el príncipe y entraron juntos a calmar a la jovencita. Les
costó , pero finalmente lograron convencerla de que estaba a salvo y que se
durmiera.
Janeul buscó unos almohadones
y se acomodó en un rincón para dormir, era tarde para marcharse y no quería
dejarlas solas. Byul se acomodó a su
lado.
-¿Dormirás aquí? – le preguntó
al príncipe.
-Bueno, nuestra cama está
ocupada , así que no me queda más remedio. Tú ve a dormir a su lado.
-No, quiero quedarme aquí –
dijo ella tomándolo de la mano y apoyando su cabeza en su hombro.-¿Le buscarás
un buen lugar, verdad?
-Sí, hablaré con Jun mañana y
él vendrá a buscarla. Ella estará bien, Byul.No puedo ayudarte a ti, pero la
ayudaré a ella.- dijo sintiendo que nada
de lo que hiciera bastaría para atenuar tanta injusticia.
No podía evitar preguntarse si
sería capaz de mantener los ojos abiertos antes el dolor de la gente de su
pueblo o si algún día estaría tan ciego como lo estaba su padre. Si no era
capaz ni de proteger a la mujer que amaba, ¿cómo iba a cuidar de todas las
vidas que estarían bajo su cuidado?
Temía al futuro, porque le
asustaba la clase de hombre en la que podía convertirse.
La niña se despertó asustada en mitad de la madrugada,
miró a su alrededor mientras recordaba donde estaba, de pronto su mirada se
topó con la pareja que estaba dormida
contra una pared, apenas iluminados por un haz de luz de una lámpara cercana,
uno apoyado en el otro. Eran una cortesana y un príncipe, y extrañamente, la
niña sintió que había una conexión tan profunda entre esas dos personas que los
hacía pertenecerse.
Luego, más calmada al pensar
en las promesas que le habían hecho, se durmió nuevamente.
Dos días después, llegó Jun,
con órdenes del príncipe, a buscar a la niña.
Byul los acompañó hasta el
umbral y allí las dos se abrazaron.
-Te escribiré- prometió la
niña.
-No lo hagas, Dina, sólo vete
de este lugar y olvida que estuviste aquí. Olvídame incluso a mi – dijo
Byul con intensidad. Era tan evidente
que ella desearía hacer lo mismo que Jun sintió pena, había seguido a su joven
señor durante muchos años, así que conocía a la joven desde niña, y era triste
verla atrapada en aquella situación, más cuando ella no demostraba su angustia
frente a Janeul.
-Yo nunca te olvidaré, no
podría – dijo Dina volviendo a abrazarla antes de subir al caballo.
- La cuidaré – dijo Jun y Byul
asintió con la cabeza, luego se marcharon .
La joven se quedó parada allí
durante un tiempo, midiendo la distancia que la separaba del mundo exterior,
pensando en que sólo era dar un paso y salir, parecía tan simple, pero era
imposible.
Dio la media vuelta y entró.
Al día siguiente, otra
sorpresa llamó a su puerta.
Era extraño que llamaran a la puerta de sus habitaciones, al abrir se
encontró al joven embajador acompañado por una de las cortesanas más bonitas
del lugar, probablemente quien lo había recibido en sus visitas. Era extraño
ver a un hombre que no fuera Janeul allí, así que en un primer momento se
alarmó y él pareció percibirlo.
-Me disculpo por importunarla,
pero vi una de sus pinturas en la habitación y me dijeron que la había hecho
usted, así que pedí verla para preguntarle si era posible que hiciera una
semejante para mí, le pagaría por ello –explicó él rápidamente.
-Lo siento, pero no hago pinturas para vender – respondió
dubitativa.
-Por favor, de verdad me gustó
mucho, quisiera que lo reconsiderara. Me gustaría llevarme la pintura a mi país cuando regrese, tener algo que me
recuerde a esta tierra. Puede elegir qué pintar- dijo él
-De verdad le gustó, Byul .
Piénsalo, podrías empezar a vender tus pinturas- intervino la muchacha que lo
había acompañado. No lo había pensado antes, pero parecía una buena idea,
pensar que había algo que ella pudiera hacer para ganar su propio dinero,
incluso estando allí, sonaba bien
-Está bien- aceptó ella y el
hombre sonrió muy levemente.
-¿Tres días es suficiente como
plazo?
-Sí, en tres días tendré su
pintura.
-¿Y el precio?
-Jamás antes vendí una
pintura, así que cuando la vea me dirá cuánto le parece que vale y yo veré si
estoy de acuerdo o no.
-Me parece justo, vendré en
tres días, entonces. Gracias por aceptar – dijo y le hizo una leve reverencia
antes de retirarse.
Byul se sintió entusiasmada
con aquel proyecto y se dedicó a pintar con entusiasmo.
Janeul llegó de visita a la
tarde siguiente y obviamente había escuchado sobre la visita del embajador pues
fue lo primero que preguntó al llegar.
-¿Qué quería ese hombre? ¿Y
por qué no llevas puesto tu anillo?
-Quería una pintura – explicó ella
pacientemente – y me quito el anillo cuando pinto, no me gustaría que se
arruinase.
-¿Una pintura? ¿Y aceptaste?
-Si entras en lugar de seguir
allí interrogándome podrás verla, estoy trabajando en ella. Y sí acepté, de
hecho me parece buena idea poder vender lo que pinto, podría ganar mi propio
dinero en lugar de aceptar tu oro.
-¡Dices que aceptar mi oro te
parece mal pero no aceptar el dinero de ese hombre!
-Es una pintura Janeul, no me
hagas sentir como si me estuviera vendiendo a mí misma.
-¿No lo ves o no quieres
verlo? Ese hombre está interesado en ti, y esta fue su manera de acercarse. La
pintura es sólo una excusa. No debiste aceptar.
-¡No acepté acostarme con él
,Janeul, sólo hacer una pintura!
-¿Estás segura de que él lo
entendió así? Deberías ser más cuidadosa.
-Cierto, lo olvidaba pero ha
sido muy certero al recordarme quién soy
y dónde estoy, Su Alteza- le reprochó.
-Esto no nos llevará a ningún
lado, será mejor que me marche hoy – le dijo y se fue dejándola enfadada y
triste.
La joven imaginó que no lo
vería por un largo tiempo, y de hecho se sentía demasiado herida para recibirlo,
que el mundo la juzgara ya no le importaba tanto, pero sí que él lo hiciera.
Janeul era todo lo que tenía y si él la
despreciaba perdería el coraje.
Sin embargo, a la noche
siguiente, el príncipe volvió.
-Me disculpo- dijo brevemente
cuando ella abrió las puertas.
-Entra – lo invitó notando que
él permanecía afuera, casi esperando su permiso.
-No quise herirte , Byul.
-Pero lo hiciste.
-Lo siento, me dejé llevar. No
me gusta que alguien te ronde.
-Janeul…
-Me pongo celoso, siempre fue
así, ahora más. Cuando me hablabas del día que te casaras y sabiendo que yo no
podría hacer nada porque no podía pedirte casamiento ni impedir que tus padres
te casaran, sentía que moriría. Parece ser que no he cambiado mucho en ese
aspecto. Mi ataque no estaba dirigido a ti, sí a él, y también a mí mismo.
¿Harías una pintura para mí? Por favor.
-No creo que pueda pagar el
precio, Su Alteza- dijo intentando sonar enojada aunque ya lo había perdonado.
-Lo sé. Siempre he sabido que
nada en mí sería suficiente para merecerte, Byul, pero aún así...- dijo y fue
interrumpido por un beso de ella.
-Te diré el precio luego- le
dijo y eso bastó para que Janeul la
levantara y la llevara hasta la cama.
Cuando él despertó, estaba
solo, aún no había amanecido, se levantó y buscó a la joven. Ella estaba
pintando, llevaba apenas una bata y el cabello atado con descuido, se le acercó
y la abrazó por la espalda.
-¿Esa es la pintura? –
preguntó suavemente.
-No, ésta es tu pintura- dijo
ella y entonces el príncipe prestó atención a la imagen. Era el estanque de
flores de lotos del templo.
-Es muy bello – dijo
conmovido.
-Janeul, no vuelvas a irte
como lo hiciste ayer. Porque yo no puedo seguirte, no puedo ir a ti, sólo
esperarte. Ese es el precio.- explicó sin mirarlo y él sintió que le dolía el
corazón porque nunca alcanzaba a entenderla plenamente hasta que ya estaba
hecho el daño. Nunca había pensando antes en que ella estaba limitada a
esperarlo.
-De acuerdo, y algún día
podrás ir donde quieras y yo seré quien te espere- le susurró.
El día que ella debía entregar
la pintura, el príncipe decidió instalarse allí.
-No es necesario –protestó
Byul.
-Quiero estar aquí, contigo –
dijo inocentemente.
-¡Janeul! Ambos sabemos que no
es por eso, sólo voy a darle su pintura.
-Entonces no molesto estando
aquí, ¿verdad?
-Sí, no necesito guardián. No
soy una niña, tendré veinte años pronto.
-Tendrás veinte dentro de
medio año, sin importar todo lo que haya sucedido, sigues siendo una niña
ingenua y voy a quedarme, puedo quedarme aquí, en el jardín, en el árbol, pero
voy a quedarme, Byul- sentenció y la
joven tuvo un atisbo del príncipe que ella desconocía.
Cuando el embajador golpeó a
sus puertas y ella salió a recibirlo, Janeul apareció a sus espaldas y lo
invitó a entrar.
-Su Alteza…- musitó
sorprendido, era obvio que no esperaba encontrarlo allí.
-Pase, por favor – dijo él
haciéndole señal de que ingresara en las habitaciones. Byul sacudió la cabeza
imperceptiblemente y el príncipe sonrió
como un perfecto anfitrión.
-Pase, su pintura ya está
terminada – dijo Byul y el hombre ingresó.
La joven le indicó que se
sentara y fue a buscar la pintura mientras Janeul se acercó a servir el té.
-¿Le gustaría beber té? –
invitó y hubo algo en las miradas de
ambos que desmentía tanta cortesía.
-Muchas gracias, creo que
jamás un príncipe me ha servido té.
-Digamos que no lo hago como
príncipe, sino como el dueño de casa, es de buenos modales atender al invitado,
más si mi mujer está ocupada, ¿verdad?- preguntó mientras servía el té y el
otro asintió, su respuesta quedó trunca porque Byul regresó al saloncito
cargando la pintura. Era obvio que también a ella le extrañaba ver a Janeul en
aquel rol, pero no dijo nada.
Desplegó la pintura, era un
paisaje bellísimo que abarcaba parte del
bosque y un riachuelo con la ciudad a lo lejos. Había algo vibrante en aquella pintura que cautivaba.
-Es hermosa, tiene usted un
gran talento- dijo el embajador.
-Gracias- dijo ella
escuetamente .Luego el hombre mencionó cuanto estaba dispuesto a pagar por ella
, era una suma alta.
-¿Le parece bien?
-Creo que es mucho – dijo
ella.
-No lo es – dijeron a un
tiempo el hombre y Janeul y eso la hizo sonreír.
- Entonces me parece un buen
precio- aceptó. El embajador le pagó, prometió que volvería por otra pintura
alguna vez y se despidió. La última imagen que vio fue a Byul
en el umbral y a Janeul abrazándola posesivamente por la cintura.
-¿Ya estás feliz? – preguntó
ella volviéndose hacia el príncipe.
-Sí, mucho. ¿Y tú? La verdad
es que pagó bien por tu pintura, podrías hacerte rica a este ritmo.
-¿Debería rever el precio que
te cobré a ti, Su Alteza?
-No, ya cerramos el trato.
-Espera aquí un momento- dijo
ella y se retiró, volvió con un pincel
cargado en pintura.-Dame el brazo –
pidió.
-¿Qué haces? – preguntó él curioso
pero extendió el brazo. Byul levantó la manga y escribió “propiedad de Byul”
- ¿Y esto?
-Es lo mismo que tú acabas de
hacer conmigo, ¿verdad? – preguntó elevando una ceja y él la atrajo hacia sí
con el brazo que tenía libre.
-Supongo. Pero no era
necesario. Todos saben que soy tuyo, la gente de aquí, me llama Su Alteza, pero
escuchosus risitas divertidas al verme tan enamorado. Jun lo sabe, mis guardias
lo saben, ese maldito embajador lo sabe, mi padre lo sabe…- dijo él y de pronto
ambos recordaron que el rey lo sabía tan bien que los había condenado.
-No está demás asegurarse-
dijo ella tratando de aliviar el clima.
-¿Ves? Ya estás pensando como
yo- le dijo antes de besarla.
Así ,uno a otro , se
sucedieron los días.
Byul pintando y esperando.
Janeul llegando y partiendo.
Días en los que se dormían en
brazos del otro.
Días en que conversaban por
horas.
Días en los que él se sentaba
en el jardín a estudiar sobre leyes del
reino, sobre historia o sobre pensadores de la antigüedad y ella lo acompañaba
como sagaz interlocutora, mezclados con días en los que llegaba demasiado
cansado y sólo se quedaba dormido.
Así de lento y así de prisa
pasó el primer año.
Aquel día, el príncipe llegó
de visita, pero no vio a Byul en sus habitaciones, sí en cambio había cantidad
de dibujos que había estado bosquejando, eran imágenes de los festivales del
verano , incluso había imágenes que los retrataban a ellos de jóvenes o a sus
padres. Había tanta nostalgia que se sintió inquieto, salió a buscarla y la vio
trepada al árbol, mirando hacia el exterior. Pensó que debería hablar con ella
y advertirle que no subiera allí cuando estaba sola, pero estaba más preocupado por el hecho de que ni
siquiera notara su llegada. Se preguntó si todo el amor que le daba bastaba
para compensar su libertad perdida. Se preguntó si en caso de que sus papeles
fueran invertidos, para él sería suficiente. Y temió que ella enfermara de
tristeza.
Finalmente no la llamó y se
retiró a esperarla en el jardín.
Byul esbozó una sonrisa cuando
lo vio y él evitó mencionar los dibujos o que la había visto en el árbol.
Aquella tarde hizo lo posible por entretenerla, por mimarla y por hacer que su
pequeño mundo de dos la confortara.
Luego, durante un par de semanas, no apareció.
La tarde del festival de verano, la regenta y un grupo de muchachas llegaron a
visitar a Byul, iban ataviadas con sus mejores vestidos y grandes sombreros con
velo. Aquella era una ocasión especial pues las cortesanas solían salir a
disfrutar de las actividades diurnas de la celebración como todas las personas
del pueblo.
-¿Qué hacen aquí? – preguntó
sorprendida cuando invadieron sus habitaciones.
-Vinimos a buscarte, rápido ,
muchacha, cambia de ropa con Yini.
-¿Qué? Yo no puedo salir de
aquí.
-Hoy, sí. Si te vistes como
una de nosotras , y si Yini se queda aquí ocupando tu lugar nadie se percatará.
Además es lo que ordenó tu príncipe, y no tengo valor para desobedecerlo – le
dijo la mujer sorprendiéndola.
-¿Janeul?
-Sí, ¿acaso conoces a otro? Parece
que tiene todo planeado, nosotras sólo debemos sacarte de aquí.
-Pero…- dijo asustada.
-Rápido muchacha, será
sospechoso que nos demoremos mucho. Date prisa y quítate la ropa de una vez.-
la urgió y antes de que tuviera tiempo de pensarlo, un par de las mujeres
comenzó a desvestirla y cambiarle la ropa por algo similar a lo que usaban
ellas. Finalmente la cubrieron con un sombrero y salieron ,llevándola en el
centro, escudada entre el llamativo grupo.
Cuando atravesaron el umbral
de la entrada a la Casa de Cortesanas, Byul sintió que su corazón se detenía,
estaba asustada pero al mismo tiempo estaba muy emocionada de poder volver a
pisar el exterior. Subieron a una carreta que la llevó a la ciudad, bajaron
en las afueras y caminaron hacia la
calle principal donde se desarrollaban la mayoría de las actividades.
Las mujeres reían y saludaban
a los hombres que las silbaban o se acercaban a ellas. La joven caminaba con
cautela y con la mirada baja, se sentía
intranquila.
-Mi señora, ¿le gustaría
pasear conmigo?- dijo un hombre joven desconocido que se le acercó y ella se
sobresaltó.
-No, gracias – musitó
retrocediendo.
-Por favor, acompáñeme…o el príncipe me cortará la cabeza- dijo y se
acercó para pasarle un papel doblado. Ella tomó la nota , reconoció
inmediatamente la escritura de Janeul. “Demos un paseo, ve con él y sigue mis
pasos” decía. y ella aún dudosa aceptó seguir al hombre, nadie se extrañaría de
una cortesana paseando con algún joven.
-Confíe en mí, soy hermano
menor de Jun.- le dijo para tranquilizarla y ella finalmente levantó la mirada.
El muchacho le sonrió levemente y ella pudo apreciar el parecido familiar.
-Se parecen…- susurró.
-Gracias. Aunque debo
informarle que lamentablemente dará el paseo conmigo, sin embargo el recorrido
lo trazó alguien más. Alguien que va un poco más adelante – le dijo señalando
con la cabeza y entonces ella miró hacia adelante. A varios metros pudo
distinguir una pequeña comitiva, allí iba Janeul con Jun y un par de hombres
más que lo custodiaban. Él se detuvo un momento frente a un puesto y al inclinarse a ver algo, desvió la mirada y
por un segundo sus ojos se cruzaron.
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