Byul terminó en una pequeña
celda, encerrada allí tuvo la oportunidad de pensar y unir piezas dándole un
nuevo significado a muchas situaciones pasadas. Todos aquellos años había
creído conocer a Janeul mejor que nadie, pero había sido una mentira, él era un
extraño, él era el príncipe heredero.
Había creído que no podía
sentir más dolor, que la muerte de sus padres había terminado de romperla, pero
no era cierto, ahora estaba realmente herida. La única persona que le quedaba
en el mundo, el hombre que significaba todo para ella, su esperanza, sus sueños,
su amor, se habían destrozado en un parpadeo.
Durante dos días estuvo
encerrada allí en completa soledad, sólo le alcanzaban agua, pan y la llevaban
a la letrina cuando era necesario. Al dormir tenía sueños felices, en los que
estaba su familia y vagaba por las calles con Janeul, como cuando eran niños,
cuando despertaba le faltaba el aire y deseaba no haber despertado nunca.
Al tercer día abrieron la
celda y entró el Príncipe Heredero, era el hombre que conocía desde había más
de una década y al mismo tiempo no, sus ropa era diferente, su actitud con los
guardias, lo miró casi como si fuera un desconocido.
-Byul, ¿estás bien? – preguntó
acuclillándose a su lado y cuando estiró una mano hacia ella, la joven
retrocedió. Él hizo un gesto para despedir a los guardias y quedarse a solas
con ella- Byul, lo siento, Byul – repitió.
-Mentiste – dijo ella
simplemente.
-Quise decírtelo muchas veces,
pero no pude. Temía esto, que me miraras así.
-Su Alteza…- musitó ella.
-Byul, no, soy Janeul.-
insistió y vio como ella derramaba lágrimas
– Voy a sacarte de aquí, lo prometo. Saldrás de aquí y serás feliz.
-Ya no… -dijo ella sin saber
si se refería a si le importaba ser liberada o a la posibilidad de ser feliz.
-Lo siento, lo siento mucho
Byul. Debí marcharme ese día en que te conocí, pero no pude….Yo no debí…
-¿No debiste qué? - preguntó.
-No debí enamorarme de ti –
confesó Janeul tomándole la mano. En ese
momento y antes que ella pudiese decir algo, los interrumpieron.
-Su Alteza, debe irse de aquí,
sabe que no debería haber venido – dijo un guardia que parecía tener un alto
rango.
-Te sacaré . Resiste – dijo
Janeul como despedida y le besó la mano.
Un día después, sin
explicaciones, volvió a ser arrastrada a
la casa de cortesanas.
La regenta del lugar la
recibió y escuchó las órdenes del guardia.
-No tiene permitido salir de
aquí – dijo el hombre y la mujer asintió. Luego guió a Byul hasta su
habitación.
-¿Lo sabes ahora? No es tan
fácil escapar de aquí – le dijo a la joven al cerrar la puerta, pero no había
malicia en su voz, sino tristeza
De niña, Byul no había pensado
en las injusticias del mundo o en las diferencias entre las personas, ahora no
podía dejar de reflexionar sobre ello. Un título había abierto una brecha y una cadena de injusticias la había llevado
hasta allí. Ella no había hecho nada
para merecer aquello, pero eso no importaba, ahora entendía que la vida
no se trataba de merecer o no, era lo que era, y , a veces, golpeaba con
crueldad.
Se preguntó si volvería a ver
a Janeul alguna vez, porque más allá de todo aún quería verlo. Era verdad que
le había hecho mucho daño con su mentira, pero también era verdad que aunque no
podía soslayar que era el príncipe heredero, tampoco dejaba de ser Janeul. Y
tampoco dejaba de amarlo.
Seguía siendo alguien que
estaba entrelazado en su propia
historia, seguía siendo el que le había enseñado a leer y a montar a caballo, seguía siendo el que le gustaba
pescar, el que elogiaba sus pinturas, el que la había llevado al templo de
flores de loto, el que había llegado a rescatarla, el que la había besado, el
que había dicho que estaba enamorado de ella. Y príncipe o no, fuera un crimen
que sería castigado por los hombres o por los dioses, ella seguía enamorada de
él.
Aquellos días apenas comió y
apenas durmió, sumida en la completa incertidumbre.
Janeul se había arrodillado
ante el hombre que le había dado la vida, no
tenían una relación muy estrecha, pero antes jamás lo había odiado,
hasta ese momento que rogó por la vida de Byul.
-Libérala, por favor, ella es
inocente.
-Es una traidora y morirá por
eso- había sentenciado el rey.
- Su Majestad…padre…ella no ha
hecho nada.
- Has mentido durante diez
años y las has estado viendo, has corrido detrás de ella y sin pensar en las consecuencias has huido
tras liberarla de un prostíbulo.
-No es así, padre…
-¿Crees que basta ser el
legitimo heredero para acceder al trono? El poder no es algo tan sencillo,
tengo planes para ti, y si algo de lo que ha sucedido se sabe podrías perderlo
todo. Esa mujer es un peligro.
-Déjala libre y jamás la
volveré a ver.
-¿Estás seguro?
-Sí .
-No puedo creer en tu palabra,
ya has demostrado lo débil que eres frente a ella. Morirá.
-¡Padre, si algo le sucede…!
-¡¿Qué morirás también?!
Entonces demostrarás que no vales nada,
si no puedes con esto tampoco podrás con la corona.
-Déjala vivir y haré lo que
quieras.
-Bien, entonces vivirá. Mañana
regresará a esa casa de cortesanas y allí permanecerá de por vida.
-¡Noo! Eso no, te lo ruego,
prometo no verla, haré lo que quieras, pero eso no.
-Si la dejo vivir necesito
garantías, Janeul. Ella estará allí, puedes visitarla si quieres, pero jamás
escaparte o vivir con ella, nadie verá mal que un príncipe visite a una
cortesana, es lo común. Puede ser tu
amante hasta que te canses, pero eso será todo. Piénsalo, piensa tu respuesta,
porque la vida de ella depende de lo que digas.
Y había tomado una decisión,
la única que podía. Y se había jurado en que llegaría un día en que tendría el
poder suficiente para no sentirse acorralado y para que las personas que amaba
no sufrieran por su debilidad.
La mujer entró a la habitación
y Byul pensó que seguramente habría un giro
en su vida, de niña había imaginado al futuro como días brillantes y felices, ahora sabía que
era algo mucho más complicado e impredecible.
-Tienes visitas – dijo la
mujer y ella se paró con firmeza, fuese
lo que fuese iba a mantenerse firme.
La persona que llegó fue Janeul, o mejor dicho, el príncipe, pues
iba ataviado como tal. Se mantuvo a distancia y la miró con timidez, casi con
temor de ser rechazado.
-Perdóname – dijo
sencillamente y titubeante abrió los brazos. Ella no dudó, corrió hacia él y se
dejó abrazar.
-Estás aquí.
-Te he condenado, Byul, por mi
culpa estarás confinada a este lugar, no pude salvarte.- murmuró mientras la
abrazaba y ella sintió el temblor en su voz, la desesperación que lo embargaba.
La joven se separó un poco y lo miró.
-Tú no mataste a mi padre, ni
a mi madre, tú no tienes que ver con los usureros ni con que fuera vendida a
este lugar. Tú no causaste esto- le dijo.
-Yo soy el hijo del hombre que
pudiendo salvarte, eligió condenarte, y
sólo porque eres importante para mí, no por algo que hayas hecho. Mientras
vivas permanecerás encerrada aquí, sin siquiera poder salir afuera. O hasta que
él muera. – dijo con resentimiento.
-Si me quedo aquí, ¿vendrás a
verme?
-Byul…
-Eres la única persona que me
queda, si tú vienes, estaré bien.
-¿No escuchaste nada de lo que
acabo de decir?
-Debiste decirme quien eras antes que me
enamorara de ti.- le dijo y Janeul pensó que aunque ella lo perdonara, él no
podría hacerlo. Quizás si le hubiese dicho la verdad, Byul se hubiese casado
con otro en lugar de esperarlo, quizás ella ahora tendría otra vida, había
tantos quizás que lo hacían culpable.
-Debí hacerlo y debí alejarme.
-¿La otra opción era que
muriera, verdad? – preguntó aunque sabía la respuesta, ahora entendía la gravedad
de lo sucedido, una cortesana se había ido con el Príncipe Heredero. Janeul no
respondió, bajó la mirada- ¿Vendrás?- insistió ella.
-Sí.- dijo él.
-Mientras viva.
-Hasta que tú no quieras
verme.- dijo él.
-Quiero verte siempre- dijo
ella y él la besó.
-Será mejor que me vaya ahora,
volveré pronto.- dijo él y ella lo detuvo.
-Quédate conmigo esta noche-
pidió sonrojándose.
-Byul…
-Si eres tú, estaré bien –
trató de explicarse y él volvió a abrazarla y la besó, y la siguió besando.
Janeul tenía muchos motivos
para detenerse, él más importante era que no la merecía. Y tenía muchos motivos
para hacerla suya, el más importante que la amaba.
Se detuvo un instante.
-Te amo- le dijo.
-Te amo- respondió la joven y
entonces él continúo besándola y acariciándola. Lentamente se quitaron la ropa,
era nuevo e incómodo pues habrían necesitado mucho más tiempo para llegar a
aquella intimidad, pero habían aprendido a aprovechar el momento porque no
sabían lo que les traería el mañana.
-Hermosa, Byul- le susurró
mientras la recostaba en la cama y terminaban de desvestirse.
-Siempre soñé con que me
dijeras que era hermosa, con que me miraras.
-Siempre pensé que eras
hermosa, aún cuando sólo eras mi amiga…- dijo él.
-Me enamoré antes , desde que
me salvaste del caer al río – dijo ella.
-No sé cuando me enamoré, pero
sé cuándo lo supe.
-¿Cuándo? – preguntó ella,
necesitaba hablar para vencer la vergüenza.
-Aquel día que te la pasaste
enojada diciendo que yo no era tu hermano. Supe que te amaba y que agradecía no
ser tu hermano- dijo él y siguió con la lenta seducción. Cuando se cernió sobre
ella, la joven cerró los ojos.
-¿Estás asustada? – preguntó
Janeul deteniéndose.
-Un poco…- admitió y él le
sonrió. Se incorporó y se quitó un anillo de plata y turquesa que llevaba en el
dedo meñique y lo puso en el dedo anular de ella.
-Era de mi madre, y sin
importar lo que los demás digan, ni lo que suceda, esta noche es nuestra noche
de bodas.- dijo Janeul . Byul asintió
con los ojos llenos de lágrimas. La besó con intensidad y volvió a cernirse sobre el cuerpo femenino, ella
tímidamente enredó sus piernas alrededor
de su cintura.
-Soy el primero…y eres la
primera – confesó y la joven lo miró asombrada. Sabía que no sería la mujer que
lo acompañaría hasta el final de los días, pero tampoco había esperado ser la
primera.
-Janeul, siempre Janeul… dijo
tocando su rostro como aceptación final y él la penetró. Con otro beso capturó
el quejido de la joven y se movió lentamente hasta que ella respondió y ambos
olvidaron todo lo que los separaba, porque en ese instante eran uno y nada más
importaba.
En la mañana, él acarició el
cabello de la mujer que dormía en sus brazos.
-Abre los ojos, Byul, sé que
estás despierta.
-No quiero – susurró ella
escondiendo su cara en el hombro de él.
-Tengo que levantarme y volver
a palacio – dijo él con pesar y ella abrió los ojos y se lo quedó mirando. Era
la situación de siempre, separarse, esperarlo hasta volver a verse, y sin
embargo había un mundo de diferencia. La noche que habían pasado juntos había
cambiado todo.
-Bien- dijo ella y se separó
para dejarlo levantarse, luego cerró los ojos con fuerza.
-¿Por qué cierras los ojos
ahora?
-Debes vestirte…- contestó y
aunque Janeul tuvo ganas de reír ante aquel gesto de inocencia de ella, se
contuvo y le dio un beso suave, luego se levantó y se vistió.
-Ya está- dijo -¿Ahora los
cierro yo?
-Sí, por favor – contestó Byul
y la amó más por eso. Cumplió su palabra y cerró los ojos, escuchó los ligeros
pasos de ella, el sonido de las telas y tuvo muchas ganas de no irse jamás.
-Ya puedes ver- le dijo y
Janeul se le acercó y la abrazó.
-Volveré pronto, pero no
salgas de noche de la habitación. Le pediré a Jun que pase mañana por si
necesitas algo…
-Estaré bien, no debes
preocuparte – dijo ella.
-Voy a preocuparme cada día,
cada hora, cada instante, porque te amo.- respondió Janeul.
-Vete ya, o no te dejaré ir-
le dijo ella poniéndose en puntas de pie y besándolo.
-Mi Byul…- dijo él y luego la
tomó de la mano y salieron. Lo acompañó hasta la entrada deteniéndose detrás de
las puertas. Ambos recordaron dolorosamente que ese era el límite, que ella no
podía dar un paso más allá, pero la joven sonrió con valentía y lo saludó
mientras él se alejaba.
Regresó a su habitación y al
entrar vio a la regenta del lugar esperándola.
--Así que tu príncipe tomó
aquello por lo que había pagado- comentó echando un vistazo a la cama revuelta.
-No es así – dijo Byul y tocó
el anillo que llevaba, no iba a dejar que nadie ensuciara lo que había sucedido
entre ellos.
-Ah, ¿amor, verdad? Pero el
amor no basta.- dijo la mujer adivinando los pensamientos de ella.
-A mí sí – dijo la joven.
-Aunque supongo él no sólo
tomó tu virginidad, sino que también te protegió al hacerlo, ahora eres
intocable.
-¿De qué habla? – preguntó
confundida.
-Eres la amante del príncipe,
muchacha, ningún hombre en su sano juicio se atrevería a tocarte. Mientras él
esté a tu lado, estarás protegida, ¿no lo sabías?- preguntó sorprendiéndola,
Byul no lo sabía y se preguntó si más allá del amor que los unía, Janeul había
pensando en eso, en que al hacerle el amor y proclamarla como suya, la pondría
a salvo.- Además ha cambiado tu estatus en este lugar, eres la mujer con más
influencia ahora.
-Yo no…- musitó ella
intentando explicar que no había pensado en nada de eso.
-No tienes idea de lo que estoy diciendo, pero lo entenderás. Creo que
también deberías ver a nuestra herboristera y que te aconseje sobre hierbas e
infusiones que evitan el embarazo, apuesto que tampoco pensaste en eso, en las
consecuencias de acostarte con un hombre. Y como imaginarás, no puedes tener un
hijo de él.- sentenció y Byul sintió que volvía a ser arrojada a la oscura
realidad.
Alguna vez había soñado
con casarse con Janeul, con tener hijos
y ser una familia, luego había renunciado a esos sueños y había decidido amarlo
como pudiera; pero jamás había pensado en todo lo que debía renunciar. No
podría tener hijos con él, un niño ilegitimo sería considerado una amenaza al
trono, probablemente el hijo de una cortesana y un príncipe fuese sacrificado
por el bien de la familia real. Se cubrió la boca para no gritar ante aquel
pensamiento.
La dulzura de la noche de amor
acababa de desvanecerse en la pesadilla. No, el amor no siempre era suficiente.
-Quiero estar sola-pidió y la
mujer se marchó de la habitación. Entonces Byul dio rienda suelta a su tristeza y lloró. Después de tantas pérdidas
el dolor más grande era tener que matar los sueños construidos para futuros que
ya no serían, habría miles de momentos que hubiese deseado compartir con sus
padres, ya no podría; había deseado sostener un hijo del hombre que amaba,
tampoco podría. Ni siquiera podría asistir al próximo festival de verano, ni al
siguiente.
Apretó el anillo con fuerza a
su corazón, mientras decidía que serían las últimas lágrimas que lloraría por
la Byul del pasado.
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