Nos
volvimos a ver un par de días después, había intentado contactarla pero no había
logrado localizarla hasta que finalmente respondió mis llamadas y me invitó para
que viera en lo que había estado ocupada.
En
una de las zonas más abandonadas de la ciudad, el municipio había cedido unas
paredes de viejos edificios así que un grupo de muralistas se estaba dedicando
a plasmar su arte y cambiarle el rostro a las viejas fachadas, Tess estaba
participando también.
Cuando
la vi apenas la reconocí, llevaba una camisa vieja, un enterito de jean, el
pelo azul oculto debajo de un pañuelo y demasiadas manchas de pintura encima. Cuando
me vio, corrió hacia mí, con su sonrisa radiante y sus ojos chispeantes de
entusiasmo.
-Llegaste…-
me recibió entusiasmada y luego me recorrió con sus ojos verdes deteniéndose en
mi nueva camiseta de marca- Y demasiado bien vestido.
-No
me diste muchos detalles… - me defendí.
-Tendré
que conseguirte algo, espera un momento.
-Oye,
Tess, ¿Quieres que pinte?
-Por
supuesto – dijo y salió corriendo a buscarme un atuendo más adecuado. Regresó
al rato con otra camisa a cuadros, muy parecida a la que ella llevaba.
Me
la puse encima y casi inmediatamente estuve sosteniendo un pincel y siguiendo
las órdenes de Tess junto al sector de
pared que ella estaba decorando. Aunque sus órdenes, básicamente eran que
pintara lo que quisiera. Estaba acostumbrado a seguir ordenes exactas, así que
ante tanta libertad de cohibía, eso la divertía mucho.
-Veamos
– dijo situándose atrás mío y tomó mi mano para guiarme- sólo haz esto, en
serio Samuel Mac, si lo arruinas no hay problema.
A
pesar de eso yo fruncí el ceño incómodo y preocupado, pasó un rato hasta que
pude relajarme y dejarme llevar, Tess había hecho los dibujos así que sólo restaba
pintarlos.
Ayudé
tanto como pude, aunque seguía sintiéndome un inútil, el arte no era lo mío.
Pero me recompensaba poderla ayudar a
colorear los lugares altos donde ella no llegaba.
Estuvimos
toda la tarde allí, había mucha gente , distintos grupos encargados de alguna parte de aquel gran
lienzo para artistas, cada tanto alguno venía a saludar y mirar nuestro
trabajo. Nuestro, aquello me hizo feliz, que fuera algo de los dos. Yo tenía
cierta obsesión por dejar huellas, a Tess era lo que menos le importaba.
Sentados
en el suelo observábamos la obra, recién a la distancia podía notar su belleza,
pensé que las pinturas se parecían a la vida, sólo mirándolas desde lejos
podíamos ver el cuadro completo, los detalles que antes no habíamos notado.
Pequeños detalles que lo cambiaban todo.
Pájaros,
árboles, manos, miradas, constelaciones, un sinnúmero de maravillas se
entrelazaban en la obra de Tess en perfecta armonía, todo se vinculaba y se
convertía en otra cosa.
Plumaje
convirtiéndose en dedos que tocaban una estrella, todo era prolongación y al
mismo tiempo fugacidad.
-Es
precioso- dije maravillado.
-¿Qué
harás el domingo? – preguntó Tess algo incómoda y me dio ternura que no supiera
manejar los cumplidos.
-¿Tienes
algún plan?
-Ir
de picnic…- me respondió sorprendiéndome. Aquello era algo demasiado común como
para ella, seguramente tenía algo más en mente.
-Sí,
un picnic. Luego te diré la dirección. Tú te encargas de la comida .Y trae tu
camioneta – eso me hizo sospechar.
-¿Por
qué? A ti no te gusta.
-Porque
quizás la necesitemos para escapar – respondió y me guiñó un ojo.
El
domingo pasé a buscarla, llevaba puesto un vestido azul algo antiguo que sin
embargo le iba perfecto.
-Es
bonito – dije al abrirle la puerta para que subiera.
-Era
de mi madre…- respondió escuetamente. Ella no solía mencionarla y no supe cómo
reaccionar.
-¿Dónde
vamos? – pregunté intrigado.
-Cuando
lleguemos lo sabrás...es la regla básica.
-Graciosa.
-Impaciente.
El
destino era el barrio más exclusivo de
la ciudad, la zona donde estaban las mansiones de la gente rica.
-¿Aquí?
– le pregunté extrañado y ella sólo me dio algunas indicaciones hasta que me
pidió que me detuviera. No había nadie circulando, de hecho se veía bastante
deshabitado, me imaginé que aquella gente vivía tras los murallones que
protegían sus propiedades sin tener mucho contacto con el exterior.
Tess
bajó y me hizo señas de que la siguiera. Tomé la canasta con comida que había
preparado y fui tras ella.
Avanzamos
un par de cuadras, y luego doblamos
hasta llegar a la parte posterior de una propiedad, había un muro denso de
ligustrina que no dejaba ver hacia dentro, ella caminó observándolo
cuidadosamente, y tras encontrar una hendidura, entró.
Alcancé
a ver desaparecer el ruedo de su falda entre el verde intenso, y maldiciendo en
voz baja fui tras ella, en mi primera irrupción en propiedad ajena.
Terminé
con varios raspones al cruzar y una vez
del otro lado, volví a sentir que había viajado al país detrás del espejo
siguiendo a mi moderna Alicia. Ella
estaba parada y sonriendo en medio del jardín, casi un parque, más increíble
que hubiera visto.
-Bienvenido
a mi jardín secreto – me dijo.
-Tess…
¿de quién es esta casa? – pregunté preocupado.
-Aguafiestas…
-Tess…
-No
te preocupes, sus dueños están de viaje por Europa, no hay nadie que nos
descubra. Además la casa está bastante apartada, no pienso entrar a robarles la
vajilla de plata. Sólo robaré un rato su jardín, es una pena que nadie
contemple esta belleza ¿No crees? Relájate- Suspiré, aquel lugar y ella
ejercieron su embrujo. Arboles de todo tipo, césped verde brillante y flores ,que
ni siquiera conocía, nos rodeaban. Era un pequeño edén aunque para disfrutarlo
estuviésemos al borde del delito.
-
¿Cómo descubriste este lugar? ¿Conoces a los dueños?
- Una vez acompañé a una amiga fotógrafa que
vino a hacer unas fotos para una revista de decoración, la ayudé como asistente
y uno de los lugares que fotografió fue este. Conocí a los dueños en esa
ocasión, son una pareja mayor, les hice miles de preguntas sobre el lugar y
como los enorgullece mucho, me contaron muchas cosas, por ejemplo que cuando
viajaban en verano un jardinero veía una vez por semana a cuidarlo.
Un
tiempo después andaba deambulando por la zona y encontré la pequeña hendidura, la tentación fue mucha
así que entré. Y volví a hacerlo cada tanto. Antes de que hagas preguntas
obvias, nunca me atraparon. Así que saca la comida de esa canasta, que me ha
dado hambre.
-
De acuerdo…- accedí aún temeroso de que nos descubrieran y tuviéramos que salir
huyendo. Pero se sabe que el hombre siempre fue débil cuando se trataba del
paraíso. Tuve el agrado de sorprenderla cuando saqué el mantel que le había
sacado a mi madre y lo extendí sobre el
césped.
-Así
no ensuciarás tu vestido , debe ser valioso para ti – dije y su mirada se suavizó, era diferente a otras
veces.
-Gracias
– respondió. Saqué los sándwich que había hecho, por primera vez en mi vida, y
me senté frente a ella.
-¿Se
parecía a ti? – me animé a preguntar.
-¿Mi
madre? No tenía cabello azul, creo que ese color no es hereditario – bromeó
ella y yo sabía que era porque le costaba hablar de eso.
-¿Y
en lo demás?
-No,
no nos parecemos, aunque creo que sí físicamente, me sorprendí cuando este vestido
me quedaba. Fue impactante tener la edad como para usarlo y que me quede como a
ella, cuando hace tantos años que no está. Pero mi madre no entraba en jardines
ajenos, ni hacía las cosas que hago yo. En eso soy diferente a los dos, desde
siempre...- dijo con cierto tono de tristeza como si aquella sensación de no
encajar con las expectativas le pesara.
-
Eres única…- le dije suavemente intentando transmitirle cuanto valoraba su
forma de ser.
-
Esa era su flor favorita – dijo señalando unas flores blancas.
-¿Cómo
se llaman? – pregunté y ella se giró a mirarme.
-
Son jazmines. Samuel “Mac” ¿no sabes los nombres de las flores? – preguntó
juguetonamente.
-Tess,
¿tengo apariencia de saber algo de flores? Salvo las rosas, no las reconozco.
-Ven
– dijo poniéndose de pie- Voy a
compartir mi sabiduría contigo. -Caminamos un rato por el jardín y ella
me explicó de las flores que había allí.
-¿Cuál
es tu favorita? – pregunté.
-
¿Por qué? ¿Irás a comprarme un ramo?
-Quizás…-
dije algo sonrojado porque esa había sido mi intención al preguntar.
-Las
violetas, son flores pequeñas, que crecen al ras del suelo, no las venden en la
florería y no hay aquí tampoco.
-
¿Por qué te gustan? – pregunté curioso porque había imaginado algo más
llamativo.Ella acababa de enseñarme flores coloridas y exóticas que había en
ese jardín y con las que la asociaba mentalmente.
-Son
flores pequeñas, casi tímidas, de color intenso y un dulce perfume, pero muchas
veces pasan desapercibidas. Me gusta andar y encontrarlas de repente en algún
rincón, me hace sentir como si hubiera descubierto un tesoro. Por eso son mis
preferidas. - dijo y yo, que apenas si alguna vez había regalado flores a mi
madre en su cumpleaños, me imaginé plantando violetas en algún lugar para que
mi chica de cabello azul fuera feliz al descubrirlas.
Estaba
cambiando en tantas formas que ni
siquiera era consciente del cambio, y muchas veces me pregunté si a ella le
pasaba lo mismo. Si lo la afectaba como ella a mí.
Pasamos
toda la parte en nuestro paraíso prestado, disfrutamos el lugar, la comida y de
la compañía mutua. Nos quedamos allí hasta el atardecer. Tess había recostado su cabeza sobre mis piernas
y, una vez más, observamos aquella trasmutación del cielo. Y el cambio fue
maravilloso, ver como el follaje de los árboles pasaba por diferentes tonos,
ver como algunas flores se cerraban y otras permanecían abiertas.
-Una
noche, un amanecer y un atardecer…- enumeró ella.
-¿Qué?
– pregunté distraído.
-Hemos
presenciado juntos todos esos
momentos…un ciclo entero…- musitó mientras observábamos el ocaso.
Su padre estaba de viaje, así que me quedé esa
noche con ella.
Antes
que amaneciera me escabullí para ir a buscar el desayuno, ya que su idea de
hacerlo era mezclar cereales con leche o comer lo que hubiera en la heladera.
Pasé por la cafetería de Sara a buscar pasteles de mora, la mujer se alegró de
verme y me guiñó un ojo con complicidad cuando dije que eran para Tess.
Cuando
mi chica despertó, se encontró con la mesa preparada y sonrió ampliamente ante
el aroma de los pasteles.
Llevaba
puesta una vieja camiseta, el cabello revuelto y cara de dormida. Se veía hermosa.
-Nada
mal…-dijo dándome una palmadita en la espalda,
me recordó a mi entrenador y me hizo gracia.
-Cuando
guste – dije haciendo una parodia de reverencia, luego nos sentamos a
desayunar.
Al
irme era media mañana, el cielo de verano era intensamente azul pero aún se
podía ver la luna. Aquella superposición llamó mi atención, supongo que de no
haber conocido a Tess no me habría fijado en algo así , pero ahora no podía
dejar de notar cosas pequeñas a mi alrededor que me sorprendían.
La
luna pertenecía a la noche, pero verla allí deslucida como un fantasma,
conviviendo con el cielo azul me causó gran impacto. Día y noche parecían
convivir a pesar de ser opuestos, observarlo me generó una extraña sensación,
algo similar a la nostalgia.
En
la semana no tuve tiempo de verla, apenas si hablamos por teléfono un par de
veces ya que tuve que preparar unos papeles para la universidad indispensables
para resolver mi alojamiento y debí viajar para entregarlos.
La
extrañé cada segundo, quería mostrarle aquellos lugares, escuchar su opinión o
que ella obrara su magia y corriera los velos para que yo viera al mundo
transfigurarse bajo su mirada. Nada de eso sucedió y ese tiempo lejos estuve
lleno de ansiedad y añoranza.
Al
regresar no pude localizar a Tess, pero recibí una llamada de su padre para
decirme que estaba internada. Mi chica de pelo azul había tomado demasiadas
pastillas para dormir por lo que la habían sometido a un lavaje de estómago y
la tenían en observación, él quería hablar conmigo. Yo sólo quería que fuera un
mal sueño.
Después
de una larga charla, él aceptó que lo acompañara a hablar con el médico que la atendía.
-¿Estás
seguro? No es fácil estar al lado de una persona enferma – me dijo el padre y
recordé que una de las cosas que lo había distanciado de Tess era que ella
resentía que no hubiera estado junto a su madre tanto como lo necesitaba.
Quizás él no había podido, no había sido suficientemente fuerte para hacerlo.
Yo, por otra parte, me negaba a pensar en Tess como en alguien enfermo. Tanto
su padre como el médico creían que la intoxicación no había sido un accidente y que ella estaba pasando por una
depresión profunda, para mí, era como alguien demasiado sensible al sol. Lo
miraba de frente y se alimentaba de la luz, pero al mismo tiempo resultaba
herida por ella.
Pasaron
un par de días hasta que me permitieron verla, estaba pálida y se la veía
débil.
-Hola…-
le dije tratando de sonreír aunque no podía controlar a impresión que me daba
verla así.
-Hola…-
musitó ella suavemente. Quería que me dijera que había sido un accidente, la
idea de un posible intento de suicidio iba mucho más allá de mi comprensión, y
no podía asociarlo a la criatura llena de vida que amaba. Quería decir y
preguntar tantas cosas, pero no podía.
Finalmente
me senté junto a la cama y la pregunta salió antes de darme cuenta.
-¿Qué
sucedió?
-Quería
dormir, sólo estaba muy cansada.- respondió y su tono de voz me alarmó sobre
todo la forma en que había dicho cansada, podía notar que no se refería a un
esfuerzo físico, recordé cuando había dicho que a veces el mundo le resultaba
agobiante y por eso dibujaba. Y recordé que quería irse tan lejos como pudiera,
ir a Marte. Dejar el mundo.
-¿Cansada? No entiendo – dije frunciendo el ceño y ella
suspiró como si también explicar fuera demasiado agotador.
-Mac,
imagina que es un partido. Tú sabes que estás preparado para jugar el primer
tiempo, tienes la energía y la fuerza para hacerlo fantásticamente, pero sabes
que eso es todo. Sabes, con certeza absoluta que no podrás jugar el segundo
tiempo de la misma manera, y mucho menos si hay una extensión. No estás preparado para eso, nunca lo estuviste y nunca lo estarás.
-Es
una explicación absurda.
-No
sé cómo explicártelo.
-¡¿Tomaste
esas pastillas y no sabes explicar por qué?! – le grité enfadado.
-Sólo
estaba cansada y tenía miedo.
-¿Miedo
de qué?
-De
que no tenga sentido.
-¿Qué
cosa?
-
¡Todo, que todo sea inútil y no tenga sentido!
-¿Y
yo? ¿No pensaste en mí?¿O tu padre? – pregunté desesperado.
-No
tiene que ver contigo, ni con él…ni con nada más, sólo conmigo, con lo que me pasa
dentro. Sólo que a veces, el mundo me pesa demasiado – susurró y la recordé
llorando mientras veía la trasmisión en la televisión.
-¿No
te importo?- insistí aunque sabía que presionarla era malo.
-No
estabas en mis planes…-dijo suavemente y eso me enfadó más. Me fui de la
habitación sin despedirme.
Estaba
enojado con ella y no la entendía, no del todo. Y estaba enojado conmigo, si le
hubiera tenido miedo a los truenos podría haberla protegido, pero Tess amaba
las tormentas. Sus temores eran algo que yo desconocía completamente, eran monstruos
invisibles que no podía ver ni ahuyentar, me sentía impotente y aterrado.
Señor! Esta historia me tiene enganchada y desde hace unos capítulos me decía a mi misma q Tess tenía algo oculto y tenía razón. Ella que tanto ama la vida y sus detalles no puede ir por ese camino. Espero que haya próximamente un cambio. No quiero que le pase nada a Tess y me deje solito a Mac.
ResponderEliminarNata, me dejas anonadada con esta historia. Vaya cambio de rumbo jijiji. Quiero mas. Muchos besitos
Realmente fue un cambio impactante en la historia, pero me encanta... cuantas cosas pude ocultar alguien que aparentemente nada le afecta???? sigue Nata. me encanta esta historia.
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