miércoles, 8 de abril de 2015

Estrella ardiente 6°



Los días posteriores anduvo un poco ausente, aún cuando estaba conmigo. Salíamos,  reíamos por tonterías, pero su risa no llegaba a su mirada.
-Mañana vamos al cine –la invité imaginando que aquello podría animarla, seguro se opondría a una cita tan tradicional y buscaría algo más interesante. Sin embargo aceptó, aunque pidió escoger la película. Estuve de acuerdo porque aquello parecía haberle devuelto su chispa, algo brillaba nuevamente en sus increíbles ojos verdes.

El día de la cita, me llamó para indicarme el lugar , la hora y pedirme que no llevara mi camioneta. Tess tenía una relación conflictiva con mi amado vehículo, ella que prefería vagabundear sin rumbo miraba con desagrado a mi mole metálica.
Cuando llegué a las ocho de la tarde al lugar establecido, Tess estaba esperándome en la puerta del cine y su sonrisa era amplia e incluía sus ojos, yo miré el lugar, leí la información sobre la función y agité la cabeza.
Era una función de tres películas de Audrey Hepburn.
A mí ,como a cualquiera de los chicos de mi edad,  me gustaban las películas modernas, con efectos especiales, esas que eran grandes éxitos de taquilla, si se trataba de una cita, mejor si era algo de terror para abrazar a la chica, o haciendo una gran concesión algo romanticón, que luego terminaba siendo para mi propio provecho.
Pero mi chica de pelo azul, siempre lograba llevarme a terrenos desconocidos. Esta vez era ver una ronda de tres películas viejas, de una actriz muy famosa pero que yo jamás había visto en mi vida.  Seis horas aburridas en el cine. Suspiré.
-Así que si eras clásica en algo – dije mirándola afligido. Lamentablemente lo único clásico en ella era su gusto por las películas antiguas.
-Vamos, Mac…va a gustarte. Haré que te guste. Ella es mi favorita – dijo y me arrastró al interior del cine.
Las películas  eran Desayuno en Tiffany, Vacaciones en Roma y Sabrina.
Luego de ver las dos primeras, entendí porque a ella le gustaba aquella actriz y esas películas, tanto Holly Golightly como la Princesa que quería vivir por una vez en su vida, se parecían mucho a Tess. Ambas eran deslumbrantes, como si estuvieran ansiosas por vivir y al mismo tiempo tenían cierta fragilidad, aquella combinación las hacía irresistibles. Un hombre podía dejase arrastrar por ellas, al tiempo que quería protegerlas aún sabiendo que terminaría con el corazón roto por amarlas.
También la pequeña Sabrina era una mujer que quería ver el mundo….pero no pude terminar de ver su historia, Tess interrumpió la función cuando se sentó sobre mi falda para besarme.
-Oye…- la reté algo avergonzado, pero lo cierto era que casi estábamos solos, apenas si había unas diez personas más, y sinceramente a nadie le importaba dos adolescentes besándose en los asientos del fondo. Pero yo me sentía algo intimidado, sobre todo por la forma en que reaccionaba ante ella.
-Vámonos…- susurró.
-Aún no termina la función.
-Sé cómo termina, tiene un final feliz. Eso es lo bueno de estas películas – me dijo ella y tomó mi mano para arrastrarme hacia afuera. La seguí sin resistirme.
Era medianoche y llovía, aún así la temperatura era agradable. Me refugié debajo el saliente del cine esperando que pasara, Tess se soltó de mi mano y fue hacia la calle.
-Está lloviendo, vas a mojarte – dije casi estúpidamente.
-Lo sé, tengo sed de lluvia – respondió y salió corriendo.
La mayoría de las chicas que conocía hubieran corrido a buscar refugio, Tess corrió hacia la lluvia y con los brazos abiertos de par en par empezó a dar vueltas en mitad de la calle empapándose completamente.
Me resigné a terminar mojado también y fui hacia ella, estaba riendo, como si de verdad calmara su sed.
 Una sed de la que yo no sabía nada.
No había nadie en las calles, nos besamos de nuevo y luego corrimos mientras la ciudad estaba transfigurada por la lluvia y la noche.
Llegamos hasta su casa, ella abrió la puerta y yo la besé para despedirme, pero Tess me jaló hacia dentro.
- Tess…- susurré como advertencia.
-  Estamos solos, mi padre está de viaje – me tentó y aunque intenté retirarme, no pude.
Esa noche fuimos los dos quienes ardimos como estrellas en medio de la pasión y el deseo, en medio de un amor adolescente que arrasaba con la misma fuerza que la naturaleza.
De esa primera vez que hicimos el amor recuerdo el aroma a lluvia, la ropa empapada que caía pesada al piso mientras nos desvestíamos, su piel fría por el agua, los mechones azules húmedos entre mis dedos.
Sentir que la tenía y que se me escapaba como las gotas de agua que se sentían repiquetear contra la ventana de su habitación.

Tess me observaba atentamente mientras la tenía envuelta en mis brazos.
-¿Qué ves con tanta atención? – le pregunté curioso.
- Sólo pensaba cómo te verás cuando seas mayor, si tendrás barba  o serás calvo,  esas cosas…- dijo como si mirara esos instantes que solo ella veía y capturaba en sus dibujos. También yo intenté imaginarla, aquel cabello azul vuelto blanco por los años, arrugas alrededor de sus ojos verdes, la lentitud en aquel cuerpo flexible, pero no pude. Nada de eso pegaba con la muchacha que acababa de amar.
-Quiero que vengas a casa a conocer a mis padres.- dije de pronto y la sentí tensarse.
-No,  gracias.
-Preferiría que te conocieran, si nos ven en la calle o les cuentan quiero presentarte yo y no que se entere de otra forma.
-Oye, Mac, yo no hago eso…Visitas de novia, responder preguntas, representar un rol.
-Yo conocí a tu padre y respondí sus preguntas.
-Eso es porque tú querías un título y porque además tenías las respuestas correctas para sus preguntas. Yo no las tengo. No puedo contestar sobre mis planes para el futuro o esas cosas que tus padres querrán saber sobre tu novia…
-No será así…-dije y era mentira, sabía que mis padres, sobre todo mi madre le haría miles de preguntas, más si era la primera chica que llevaba a casa. Pero me sentía algo decepcionado de que Tess no quisiera ni intentarlo, para mí, nuestra relación se había vuelto seria.
-No soy la chica que caminará contigo frente al altar y hará tus desayunos- dijo Tess intentando apartarse, aquella declaración me angustió. La abracé fuerte de nuevo.
-¿Entonces? – pregunté.
-Soy tu ahora, Mac, puro presente…- susurró y la besé

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