sábado, 14 de marzo de 2015

Estrella ardiente 3°



-Te invito a desayunar…- propuso ella.
-¿Qué?
-Tú invitaste el helado, hoy invito el desayuno. Conozco el lugar perfecto.
-¿A esta hora? ¿Dónde?
-Sólo sigue al Conejo, Alicia… - tarareó  ella y se adelantó dando pequeños saltos. Luego me llamó con la mano y yo la seguí, a cualquier país que ella quisiera llevarme.
El misterioso lugar era una pequeña y antigua cafetería, era temprano para que estuviera abierto, pero Tess entró por una puerta secundaria que sólo percibí cuando ella la atravesó, fui tras ella. Una mujer mayor estaba metiendo unas bandejas en el horno, Tess le dio un beso y la mujer le devolvió un cálido abrazo.
-¿Quién es él?
-Un amigo, lo invité a desayunar.
-No se parece a tus otros amigos.
-Lo sé- respondió  y las dos me miraron como si hubiesen olvidado que yo podía escucharlas. La mujer rió.

-Vaya, busquen una mesa y ya les llevo el desayuno.
-Gracias – respondió ella y me tomó de la mano para tirar de mí hacia el salón de la cafetería donde ocupamos una mesa junto a la ventana. Nos sentamos y antes que yo empezara con las preguntas, ella me contó.
-Se llama Sara y la conocí el verano pasado cuando trabajé aquí medio tiempo, también trabajé un tiempo en invierno, ahora somos amigas.
-Ya veo – respondí entendiendo porque no la había visto en los lugares de moda. Había estado refugiada en este lugar que ahora estaba invadido de un tentador olor a café y pasteles.
-Aquí tienen, tu favorito – dijo la dueña del lugar dejando dos porciones de pastel y unas espumosas tazas de cappuccino delante nuestro.
-Tarta de moras…- señalo Tess antes de darle un buen mordisco a la suya, por su expresión debía ser deliciosa.
-No pensé que tuvieras una favorita, creí que te gustaba probar cosas diferentes.
-Pero cuando uno prueba, suele encontrar algo que es mejor que todo lo demás. Y esta tarta lo es, pruébala.
En verdad, la tarta era muy rica, más aún por estar recién hecha. Era una mañana de verano, como tantas otras y sin embargo, se sentía muy diferente.
Y entre bocadillos de tarta de moras, y sorbos del café, hablamos de todo un poco y  Tess suspendió su regla sobre las preguntas, aunque las respuestas seguían siendo inesperadas.
Le hablé de mis planes para la Universidad, iba a estudiar Ingeniería.
-¿No seguirás con el básquet? – preguntó justo cuando Sara nos sirvió una segunda porción de tarta ganándose una mirada agradecida de la chica de pelo azul.  Y también mía, en aquella época mi segunda cosa favorita en el mundo era la comida.
-No – respondí luego de darle un mordisco a la tarta. Me costaba responder eso, me costaba pensar que mis días como capitán del equipo habían llegado a su fin.
-¿En serio? ¿Si tuvieras la posibilidad de jugar como profesional también lo dejarías?
-Lo cierto es que no soy tan bueno. Puedo ser un buen jugador para nuestro equipo, pero no al nivel de grandes ligas, además…
-¿La rodilla? – preguntó ella y asentí. Lo cierto era que había tenido un par de lesiones, era joven, mucho, pero en una carrera de deportista profesional eso era una desventaja. Ir a la Universidad también implicaba que el básquet se volvería sólo un pasatiempo.
-Sí, no resistirá tanta exigencia, así que el estudio será mi prioridad ¿Y tú?¿Qué vas a hacer? ¿Irás a la Universidad a estudiar arte o algo así?
-No, iré a Marte- respondió y fruncí el ceño.
-Preguntaba en serio.
-Y yo respondía en serio, mis planes son ir a Marte.¿ Se te ocurre algún otro lugar mejor para alguien de cabello azul?
-¿Serás astronauta o algo así?
-No, sólo iré a Marte.
-¿Por qué Marte? Podría ser Júpiter, Saturno… – pregunté siguiéndole el juego y ella se inclinó hacia a mí como si fuera a revelarme un secreto.
-Tiene mejor publicidad turística. Ya sabes, libros, películas…toda una infancia siendo bombardeada con eso, me hace pensar que Marte es una buena opción.- sentenció muy seria y bebió un gran trago de su cappuccino. Dejé de insistir, no encontraría una respuesta adecuada, no adecuada a mis estándares al menos.
Terminamos de desayunar y Tess dijo que se quedaría a ayudar a Sara, ofrecí quedarme también, pero no aceptó. Yo aún debía volver a buscar mi camioneta, así que nos despedimos Al llegar a la puerta  me detuve,
-El viernes, hay una fiesta en la playa, en casa de  Martin. Nos vemos allí – dije con seguridad aunque sabía que ella iría solamente si se le antojaba.
-Suena bien, deberías ir – dijo la dueña de la cafetería acercándose a Tess.
-Mmmm quizás deba hacerlo – dijo ella mirándome fijamente y le sonreí antes de salir.
Era el último verano antes de que mi vida tomara otro rumbo, debiera haber deseado que aquellos días pasaran lento, pero esa vez estaba ansioso, quería que el tiempo corriera para volver a verla.
Los días previos a la fiesta circulé por la ciudad buscándola inconscientemente, pero ninguna chica de cabello azul se cruzó en mi camino.
El malhumor y la inquietud fueron constantes hasta la llegada del viernes. 
Nunca me había esmerado tanto en arreglarme como aquella vez, me cambié  muchas veces de ropa, hasta mi madre se sorprendió de aquel repentino interés por mi apariencia. Era alto y con el cuerpo trabajado de un joven deportista así que usualmente no le daba tanta importancia a lo que me ponía, y además era muy seguro de mí mismo. Pero era distinto, quería dejar buena impresión en una chica que decía que iría a Marte, no tenía ni idea de cómo resultarle atractivo y era lo que más deseaba. Había visto a algunos de los chicos que andaban con ella y yo no encajaba en aquel estilo, lo que podía ser una ventaja o una desventaja, mi forma de verlo variaba con el correr de las horas.
La fiesta era un éxito y  el lugar estaba lleno, saludé a mis amigos brevemente y luego empecé a adentrarme en  la muchedumbre humana para buscar a Tess, sin embargo no la veía por ningún lado. En cambio me topé con algunas chicas de las que tuve que deshacerme amablemente, a veces el pasado, aunque uno tuviera dieciocho años estorbaba.
 Recorrí el lugar y no la encontré. Pregunté a un par de personas, pero no la habían visto.
Estaba desilusionad, aunque en el fondo esperaba que ella no fuera , lo peor era que no tenía excusa para buscarla, si ella había elegido no ir significaba que no tenía ningún interés en mí.
Tomé una botella de cerveza y salí a caminar por la playa. Había  gente bailando en el exterior y algunos bastante borrachos se estaban dando una zambullida de medianoche.
Nada de eso me atraía así que seguí caminando buscando algo de tranquilidad, de pronto vi una fogata brillar a lo lejos, me dirigí hacia allí.
Creí estar viendo algún tipo de espejismo cuando descubrí que junto a la fogata había una persona, y era Tess.
Se giró a verme y con el reflejo del fuego pareció envuelta en una luz rojiza, por un segundo pensé que estábamos en el planeta rojo que ella deseaba visitar.
-¿Estabas aquí? – pregunté tontamente y me fui a sentar a su lado.
-Sí, había mucho ruido allí dentro y las estrellas se ven mejor desde acá.- dijo mirando hacia el cielo nocturno. Entonces fui consciente de otra cosa, se la veía solitaria.
-Te estuve buscando…- comenté sin saber bien que decir, era la primera vez que percibía aquella aura de soledad que la rodeaba y no sabía muy bien qué decir.
-No estabas buscando en el lugar adecuado. Yo esperaba aquí…- me dijo  y rodeó sus piernas con los brazos. Llevaba pantalones cortos y una blusa de hilo plateado, de una textura casi etérea. Le tendí  la cerveza que bebía casi automáticamente porque de pronto me sentía muy nervioso.
Tess bebió un trago largo y me a devolvió. Luego se paró.
-¿Quieres bailar? – me preguntó y yo asentí´.
-De acuerdo, vamos – dije encaminándome de regreso a la fiesta.
-No allí, aquí…- dijo ella.
-¿Aquí? – pregunté sorprendido, la música era un eco muy leve que casi no se distinguía.
-Aquí, bajo las estrellas, con la música del mar…- susurró invitante. En otro momento me hubiera parecido ridículo, pero  ella hacía que no lo fuera, convertía lo extraordinario en algo natural. Decidido fui hasta ella, hasta la chica de pelo azul que esperaba parada descalza en la arena, la tomé por la cintura, ella puso una mano en mi hombro y extendió la otra, yo sonreí .No  existía otra opción en medio de ese paisaje, con el compás de las olas, bailamos un vals, o algo muy parecido a eso.
Y al finalizar, la levanté en brazos y la hice dar vueltas hasta que los dos caímos a la arena riendo. Nos quedamos allí acostados, viendo el cielo.
-Vamos…- dijo ella poniéndose de pie.
-¿Dónde?
-Regresemos a la fiesta…
-¿Estás segura?  -  Cuestioné, yo no quería volver a aquel lugar ruidoso, quería quedarnos allí, solos los dos.
-Conozco un buen lugar – comentó y una vez más volví a ser Alicia siguiendo a su usual guía a donde quisiera ir.
Un rato después estaba riendo, estábamos en la fiesta y al mismo tiempo no, el lugar de Tess era el tejado, habíamos trepado hasta allí. Podíamos escuchar la música, las voces, pero teníamos un lugar propio, aislado. Fue entonces cuando descubrí su gusto por los lugares altos. Aquel verano, gracias a esa preferencia, conocería muchos de los lugares de la ciudad desde donde podía verse el mundo sin que este nos viera.
Mi resistencia a volver a la fiesta se había convertido en una grata sensación porque estábamos entre los demás, pero al mismo tiempo no,  teníamos un espacio propio en el tejado, un pequeño micro universo de los dos lo que lo hacía muy especial .No podía dejar de sentir que ella estaba había ido a la fiesta para estar conmigo. Eso me hacía feliz.
Escuchamos la música y hablamos  de temas al azar, luego Tess volvió a observar el cielo nocturno.
-¿Sabes los nombres de las estrellas? – me preguntó y yo señalé algunas de las constelaciones que conocía. Era uno de esos momentos en que los chicos lamentamos no haber estudiado o aprendido algo para impresionar a la chica que nos interesa, me hubiera gustado dar una clase magistral, pero apenas si conocía algunas.
Ella mencionó el nombre de otras y me las señaló.
Luego se volvió a mirarme, con aquellos ojos verdes que cada vez me cautivaban más.
-¿Qué harás si atrapas una estrella? – me preguntó con curiosidad.
-¿Qué? – dije confundido ante aquella pregunta
-Si atrapas una estrella…aunque supongo que no hay mucho que hacer, ¿verdad? Si es una bola de gases y tratas de atraparla desaparecerá, y si es fuego vas a quemarte. ¿Qué harías si atraparas una estrella? – volvió a preguntarme después de hacer aquel razonamiento como si llevara mucho tiempo pensándolo.
No estaba seguro de a dónde quería llegar, pero para mí la estrella de la que hablaba era de sí misma, no imaginaba a alguien más brillante, más parecida a una estrella que la propia Tess.
Me dio miedo. Esa pregunta me asustó. Pensé muy bien que responder porque sentí que lo que dijera sería crucial.
Le di mi respuesta y supe que le había gustado. Esa noche fue el comienzo, y como todo comienzo era una incertidumbre, uno nunca sabe a dónde nos guía el azaroso encuentro con una persona. A veces podemos ver con claridad cuando todo comienza, se graba en nuestras memorias ese momento, pero no sabemos cómo terminará.









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