– ¡Marcos! –escuchó la voz de Beth, salir entre la multitud–
¿cómo estás? –preguntó, dirigiendo una fugaz mirada y sonrisa a Mía– ¿Y Rose?
– ¿Sabías que no es amable interrogar a los invitados, y más
cuando aún no te presentan? –Marcos dijo con una gran sonrisa y besándole la
mejilla.
– ¡Ay mi sobrino! –rió Beth y esperó que la presentara– ¡Mía! ¿De
dónde saliste?
– ¡Elizabeth! –gritó Marcos regañándola– hoy no es el momento,
venimos de la casa de mis padres –pidió.
– ¡Oh, conociste a Stefano! –dijo Beth con una sonrisa– no dejes
que te intimide, es un buen hombre solo algo…
– Lo sé –cortó Mía intentando sonar tranquila– ya ha pasado.
– Es lo mejor –aprobó
Beth– olvidarlo y divertirte. Es una fiesta, después de todo. ¡Vamos, que he
dejado solo a Lucian!