Bajó las escaleras con el corazón acelerado, por el juego que representaba la huida silenciosa de Mandy. Sonriendo de forma sensual, al percatarse de la inocencia de la joven, al no comprender, que aquel juego de cacería avivaba su deseo por ella.
Y no, no era por la pastilla.
Mostrando una sonrisa ensanchada, al llegar a la puerta y ver, que nadie había reparado en su presencia, le hizo respirar con más anhelo.
De modo, que apresuró su paso sin dejar de ser sigiloso, para llegar al lateral de la vivienda y ver a Mandy, todavía a dos metros de altura.
Aspiró para calmar su sed de la joven, comprobando que ésta, al igual que él, también se había cambiado la muda... Bueno, en su caso, se la había puesto, pues lo habían tenido en calzoncillos prácticamente todo el día.
Cierto, aún tenía que vengarse de Elisabeth...
Pensó, achicando por un segundo su mirada. Respirando con profundidad, dio los seis pasos que lo separaban de la joven, hasta posicionarse justamente debajo de ella, para alzar su rostro a ella.
Y al momento, sus labios reflejaron una sonrisa lobuna, para después ser acariciados por su lengua, ante lo que veían sus ojos.
-Ésa ropa interior deportiva, te hace un trasero muy apetecible -Soltó sin más, empleando un tono de voz neutro, para no llamar la atención de nadie más, siendo suficiente para que la joven Mandy, supiera de su presencia.
Primero, vio como detenía su descenso y su espalda se tensaba de forma ligera. Observando segundos después, como su cuerpo se contorsionaba un poco a causa de que su melena le tapaba la visión, por llevarla suelta y tras poder apartarla, sus miradas chocaban.
La de ella furibunda, la de él, divertida.
-Ni lo intentes –Le advirtió al ver que hacía movimiento de subir por la cuerda-. Sería tontería, dado que cuando llegarás arriba, yo subiría a por ti –Señaló alzando sus brazos al aire-. Baja –Soltó tajante con voz ronca.
-Lárgate –Escupió ella, con movimiento negativo de cabeza.
-Ni por asomo, preciosa –Rió Alex, haciendo gesto con los dedos, para que continuara con el descenso.
-Pues pienso quedarme aquí –Señaló enfurruñada como una cría.
-No me imaginaba que fueras tan cobarde –Indicó con burla.
-Di mejor, mujer precavida –Replicó, empezando a notar cierto cansancio en sus brazos.
-Baja –Volvió hablar tajante-. Es tontería, retrasar lo inevitable. En el momento, que me aceptaste como premio, tiraste ésa precaución por la ventanilla del coche, Mandy.
-Vete al cuerno –Gruñó, deslizándose un poco más hacia abajo, para empezar a propinarle patadas al hombre.
-Si tu padre te escuchara –Replicó, echando su cabeza para atrás, mientras con sus manos, trataba de sostenerle las piernas a la joven.
-Es el siguiente de mí lista –Gruñó con esfuerzo, por intentar esquivar su agarre.
-Ríndete –Soltó con fuerte resoplo por la tonta pelea, logrando colocarse entre las piernas de la chica.
-Te tengo, idiota –Soltó eufórica, al tenerle la cabeza apresada entre sus muslos.
-No, pelirroja –Sonrió antes de elevar sus manos masculinas a los glúteos de ella y con su boca, morder por un segundo con suavidad el clítoris de la chica, a través de la ropa interior. Notando como recibía, una descarga de placer de forma inmediata-. Quien te tiene, soy yo –soltó con voz ronca, mientras sus manos movían de forma veloz los dedos, para deslizar su ropa interior hacia abajo, dando otro bocado en sus labios, pudiendo notar como daba la joven un nuevo respingo en el lugar-. Veamos, si también eres pelirroja aquí abajo –Señaló con voz sensual, antes de deslizar en un segundo, las braguitas por las piernas blancas de ella y guardárselas en el bolsillo trasero de su pantalón vaquero.
-Vete a la mierda –Gimió Mandy, justo antes de que Alex, se posicionara de forma más cómoda y aquella vez, empleara su lengua-. ¡OH! –Gimió fuerte, mientras sus ojos se cerraban para absorber mejor aquella nueva sensación, mientras notaba como sus piernas se volvían gelatina alrededor del cuello de él.
Joder, pensó con la respiración cada vez más acelerada. Tenía a Álex, metido entre sus piernas lamiéndole a plena consciencia, fuera de la casa de sus padres. Aquello era, surrealista... Y ella, solo estaba por alargar sus manos y agarrarse mejor a su espeso cabello... AH, no... Que ya llevaba rato agarrada...
-Sí –Gimió, cuando notó el calor de su lengua, acariciando la entrada de su sexo. Produciéndole una ansiedad, de que el hombre continuara más adentro. Era un anhelo, que jamás había sentido, pero que le gustaba.
-Déjame apoyarte aquí –Susurró él, mientras notaba como daba unos pasos con ella en sus hombros sin soltarse aún de la cuerda, para sentir al segundo la frescura en su trasero. Obvio, que se hallaba acomodada contra uno de los grandes ventanales de la planta baja-. Ahora, solo déjate llevar pequeña –Le pidió con voz ronca, antes de volver a darle caricias en su sexo sin pausa alguna.
-Pero... -Fue a protestar, pero él no le dejó.
-Schhh -La miró con ojos traviesos-. Solo quiero que disfrutes ahora.
Dentro de la casa, ajenos a lo que ocurría en un lateral del exterior…
-Bien, aquí lo tenemos todo solucionado –Comentó Donovan, en cuanto entró Patrick en la cocina, tras haber ido un momento al baño-. Margaret nos hace de testigo y nosotros, se lo hacemos a ella –Soltó con un profundo suspiro complacido.
El hombre mayor, refunfuñó por lo bajo, mientras retiraba atrás su silla y tomaba asiento, sujetando ya en mano un café.
-Donovan –Empezó hablar con cierto pesar en la voz-. No ves que…
- ¡Ibas a casarnos en mi casa! –Protestó veloz-. Y por culpa de la idiotez del veterinario y de tu hija, me veo metido en una espera idiota.
-Muchacho –Volvió a resoplar-. De verdad que no puedes esperarte dos semanas y luego te caso todas las veces que quieras –Soltó algo exasperado.
-Es que solo me quiero casar una –Lo fulminó con la mirada-. Y tenía hora, para ésta noche.
-Pues no haberte ocupado como hiciste –Achicó los ojos divertido el hombre.
-Eso, no hubiera ocurrido –Se giró a mirar al acompañante de Margaret-. Si ciertas personas no fueran olvidando por ahí sus herramientas de trabajo.
-Donovan –Soltó Silvia avergonzada, al haberle confesado al hombre, que habían tenido que romperlas-. Deja ya el asunto –Se giró al párroco-. Bien, cuántas bodas va a oficiar ésta noche –Sonrió con dulzura.
-Querido –Interrumpió Eleanor, la mujer del párroco-. Creo que es mejor, vayamos todos a la sala azul. Al menos estaremos más cómodos y frescos con el aire –Señaló, volviendo a coger la bandeja donde iban la cafetera y la jarrita de leche-. Sígueme Margaret, así podré mostrarte los cuadros que te comenté aquella vez.
-Oh, que bien –Sonrió su madre, agarrando del brazo a su policía y emprendiendo la marcha sonriente tras la mujer, quien resultaba ser, además, amiga de su madre del grupo de costura.
Donovan, iba de los últimos por el pasillo, junto a Patrick. Cuando vio como todos se detenían un momento delante de una puerta, donde Eleanor, indicaba con la cabeza que alguien abriera al tener las manos ocupadas. De modo, que antes que nadie se adelantó él mismo.
-Ya voy yo –Avisó, dando los dos últimos pasos y agarrando la puerta del pasamanos para abrirla con un giro y empujón hacía adentro, acompañándola él también al interior de la habitación, que hasta que no se detuvo a mirarlos, que no escuchó los gemidos de espanto.
- ¡Virgen santa maria! –Gimió Eleanor con los ojos como platos, dejando caer lo que portaba en sus manos al suelo.
- ¡Ahí va! –Rio Silvia, posando veloz la mirada en él.
Mientras que Patrick, daba los pasos pertinentes al interior y miraba donde hacían todos, para hacer un movimiento negativo de cabeza. Al toparse en la cristalera frontal, el culo de su hija contra ella, a casi dos metros del suelo, mientras se hallaba ajena a toda la gente que había ahora allí.
-Desde cuándo para convencer a uno de matrimonio, se hace hablándole a los labios inferiores –Cuestionó el hombre mayor, antes de volver a salir por el marco de la puerta.
- ¿Qué haces? –Preguntó Silvia, al ver como su vaquero con sonrisa divertida se acercaba hacia la cristalera.
-Avisarles –Se encogió de hombros-. Total, el hombre ahora mismo les cortará el rollo –Golpeó dos veces el cristal, sin obtener atención alguna-. Bien Eleanor, que le parece oficiar entonces la boda de su hija ésta noche –Preguntó Donovan, riendo aún y volviendo a golpear con más ímpetu el cristal.
- ¿Mi hija casarse? –Soltó con gran sarcasmo, mientras se agachaba con Margaret y trataba de recoger el estropicio de la bandeja-. No creo tener esa suerte –Miró nuevamente un momento hacia la cristalera, donde la pera seguía feliz ajena a todo lo que ocurría en el interior-. Pero, antes me gustaría poder saber quién es el conquistador que ha llegado a ésa base –Se giró a mirarlos a todos-. ¿Lo conocéis por casualidad?
-Mi primo Alex, el veterinario –Señaló Donovan con un guiño de ojos.
- ¡OH! –Se alzó sorprendida-. Entonces, sí que no hay boda –rompió a reír la mujer del párroco-. Como obtenga lo que quiere de él, después de tanto tiempo perseguirlo, como me dijo ella una vez –Los señaló con el dedo índice-. Haceros a la idea, que marchará de aquí lejos a trabajar.
-Entonces, mejor los detengo antes de que… -Indicaba Donovan, agarrando el pomo de la ventana y abriendo, justo cuando escucharon a la joven emitir fuertes gemidos.
- ¡OH, Sí! ¡Alex! –Exclamaba Mandy, cuando llegaba al orgasmo, ajena a sus espectadores-. ¡Madre mía! Yo… -Hablaba con voz satisfecha u con falta de aliento, acariciando con sus manos el cabello del hombre, quien ahora la miraba con gran hambre y sonrisa felina.
-Pon los pies en el suelo –Decía Alex, mientras se retiraba de entre sus muslos y la ayudaba a descender.
- ¡Pero tan difícil, es que hagáis las
cosas de forma adecuada! –Vociferó Patrick, apareciendo en aquel preciso
momento.
- ¡Papá! –Exclamó Mandy
alarmada, ante la aparición de su padre, justo cuando se hallaba bajándose el
vestido.
- ¡Ni, papá ni ostias! –Los
miró con enfado-. ¿Qué puñetas os pasa a la juventud de hoy en día, que no sabéis
mantener las cosas bajo unas cuatro paredes con más intimidad? –Los miró
enfurruñados, viendo en sus expresiones como se hallaban aún en su mundo de
deseo-. ¿Y ahora, me dirás que no hay boda? –Se dirigió a ella con hastío.
-Pues no –Se cruzó de
brazos-. ¿Me estabas espiando? –Preguntó altanera, observando como por un
momento éste los miraba sorprendido y luego rompía en una fuerte carcajada.
-Cariño, acabamos de ver
todos, tu culo aplastado contra los ventanales –Se chivó, con cierta sonrisa y
un movimiento de cabeza hacia la ventana abierta y sujeta por Donovan.
- ¡OH! –Gimió avergonzada
Mandy al comprender lo que había ocurrido. Pues vio tras Donovan a su madre y
varias personas más-. Dios, necesito salir de aquí ya –Gemía avergonzada.
-Tranquila –La calmaba
Alex, acariciándole la espalda, mientras fulminaba con la mirada a un Donovan
sonriente-. Se trata solo de Silvia y su madre. No hay nadie más –Le susurró
cerca del oído-. Tenemos que hablar, pequeña.
- ¡No! –Alzó su mirada
cargada de furia-. No hay nada que hablar –Avisó, emprendiendo la marcha lejos
de aquellos dos hombres.
-Después de lo ocurrido
tú no te vas –Soltó amenazante Alex-. Tenemos que acabar y así va a ser –Miró a
su alrededor, para achicar los ojos y girarse al párroco-. Podemos utilizar la
iglesia…
- ¡No! –Protestó Donovan.
-Sí –Respondió Patrick
con cierto brillo divertido-. Id a solucionar lo vuestro, pero nada de profanar
el altar por dios –Los amenazó, mientras le daba las llaves al joven muchacho. Quien se agachaba al suelo y cogía ne brazos a la joven.
-¡Bájame imbécil!-Vociferaba mientra sera secuestrada a la vicaria.
-Lo hizo aposta –Soltó Donovan
enfurruñado, desde el interior de la ventana.
- ¿No querías que
oficiara tres bodas hoy? –Le guiñó un ojo divertido-. Pues chitón y a esperar.
-A éste paso –Se cruzó de
brazos con resignación-. Nos tocará en el amanecer.
AY SANTO CIELO!!!! Qué situación !!! Me has hecho reír y espero que se casen antes que termine teniendo sexo delante de todo el pueblo....Besos cielo, gracias pro el capi
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