Otro encantador día en Alaska , se dijo a sí misma mientras se ponía un
chaleco sobre la ropa que ya tenía puesta, tantas prendas limitaban su
movimiento pero había una ventisca que era mejor evitar. Parece que para eso
también estaba haciéndose vieja, estaba empezando a sentir frío , una mujer de
Alaska con frío, eso era inconcebible.
Aunque quizás lo más inconcebible fuese su costumbre de salir a caminar
en la mañana, pero necesitaba despejarse, no estaban siendo días fáciles. Y
cuando , Evan había llegado de madrugada , apenas sobrio, debió contenerse para
no descargar su frustración con él.
Así que con frío o sin frío, necesitaba
el ejercicio físico para despejar su mente.
Además a aquella hora había mucha tranquilidad y silencio , al menos fue
así hasta que unos ladridos resonaron
son fuerza. Se detuvo y un precioso
siberian husky llegó hasta ella y se puso a juguetear a su alrededor.
-Hola, bonito…- dijo acuclillándose frente al animal. Le encantaban los
perros pero nunca había podido tener uno, pues ya tenía demasiado trabajo
cuidando a su familia y ocupándose del trabajo.
-Le agradas- dijo una voz masculina y cuando ella levantó la mirada se
encontró a Kenai, que desde aquella posición se veía mucho más alto.
-¿Es tuyo?
-Sí, se llama Nieve.
-Sí, se llama Nieve.
-¿Nieve? – preguntó poniéndose de pie y esbozando una sonrisa- No parece
ser un nombre adecuado.
-Bueno, tengo algunos problemas con los nombres. Hubo una época en que detesté el mío.
-¿Por qué?
-Digamos que no sonaba tan mal hasta que Disney nombró igual a un
personaje de sus películas.- explicó y al recordar ella que hablaba del pequeño
niño - oso de Brother Bear se rió.
-Pero era muy lindo.- acotó después para disculparse por reír.
-También yo, pero no es el caso- dijo él
-¿Saliste a pasearlo?
-Sí, solemos salir a caminar temprano.
-No los crucé antes – mencionó ella.
-Tal vez sólo nos desencontramos – musitó , callando que acababa de
cambiar el horario del paseo del perro
con la esperanza de encontrarla.
-Quizás- dijo ella mientras Nieve
intentaba jugar con ella.
-¿Caminas con nosotros? Le gustas, y si no me equivoco a ti también te
gusta – dijo él y aunque hablaban del perro se sintió nerviosa. Estaba por negarse,
pero se sentía tonta y cuando Nieve empezó a ladrar juguetonamente como si
también la invitara, olvidó sus reservas.
-De acuerdo- aceptó y metió sus manos en los bolsillos.
-¿Tienes frío?- preguntó Kenai.
-Soy una mujer de Alaska- respondió quitándole importancia. Él estuvo
tentado a decirle que eso no significaba que tenía que ser invulnerable al frío
o ser siempre fuerte, pero se contuvo. Tenía que ir despacio con ella. Que
accediera a acompañarlo un rato ya era mucho.
Caminaron un trecho y Kenai se las arregló para tener una charla amena
sin meterse en terreno peligroso, ni siquiera se animó a mencionar su encuentro
anterior.
Poco a poco Rachel fue perdiendo sus reservas y se permitió relajarse y disfrutar de la compañía de aquel hombre y su perro.
-¿Regresamos? – preguntó él y ella asintió.
Caminaron hasta la camioneta de él y Rachel se agachó para despedirse de
Nieve.Kenai pensó que era el momento de redoblar su apuesta.
-¿Quieres tomar un café? Hace mucho frío.- ofreció él.
-No, gracias, regresaré a casa.
-Te llevo y de paso tomamos el café.
-No tengo tiempo para ir a una cafetería.
-Sube entonces – dijo abriendo la puerta de su camioneta. Rachel cedió
pues tenía frío, habían caminado bastante y no le resultaba muy tentador volver a pie hasta su casa.
Apenas se acomodó en el asiento del acompañante, Kenai sacó un termo y
una taza térmica y le sirvió café.
Ella lo miró sorprendida.
-¿Esta era tu idea?
Sí, ¿aceptas mi invitación? – Preguntó extendiéndole la taza- Y ni se te
ocurra decir lo de mujer de Alaska porque en este instante tus labios están
casi azules y eres una mujer que necesita calor- dijo él y ella recibió la taza
con un leve sonrojo. Aquella mención a que necesitaba calor había sido casual y
referida al café, pero su mente le había jugado una mala pasada y de pronto
había imaginado algo mucho más sensual.
-¿Cuánto tiempo tiene? - preguntó
señalando al perro que estaba en el asiento trasero, necesitaba despejarse y
volver a un territorio familiar, recordar que aquel era Kenai, el amigo de su
hermano, el muchacho que conocía desde siempre.
-¿Nieve? Tiene un año ya.
-No sabía que tenías un perro- comentó.
-Hay mucho que no sabes de mí – dijo él y
sonrió sensualmente, luego arrancó la camioneta y Rachel tuvo la
sensación de haber caído en una trampa. Apenas hablaron en el camino, al llegar a su casa, Rachel le dio
las gracias por el café y por el viaje, luego se apresuró en bajar.
Kenai quería ofrecerse a llevarla al trabajo o algo, pero era un hombre con un objetivo y por lo tanto
iba a ser prudente.
Aquel había sido un comienzo del día muy inusual para Rachel, encontrarse
con Kenai y su perro la había inquietado, quizás porque había sido como esos
hallazgos inesperados pero que dan una inesperada felicidad. No quería pensar
más, tenía un largo día por delante, se dio un baño caliente para quitarse el
frío y se preparó para el trabajo.
Mientras se vestía pensó que necesitaba renovar su guardarropa, sus prendas eran todas
cómodas y aptas para el trabajo. No había nada lindo , de hecho hacía mucho que
no se preocupaba por tener ropa bonita o por arreglarse, ya ni recordaba desde cuándo
En algún punto de su vida, se había olvidado de la Rachel mujer, y nunca
le había molestado, hasta ahora. Quizás era algún tipo de crisis previa a los
cuarenta o algo relacionado con las hormonas, hubiera deseado tener una mujer
cercana con quien hablarlo, pero no había nadie. No tenía a su madre, y las
pocas amigas que tenía parecían estar felices con sus maridos e hijos.
-Pronto llegará el verano – se dijo a sí misma en voz alta, casi como si
eso fuera a cambiar algo, pero que el frío la estuviera afectándola tanto era
molesto, empezaba a pensar que también había afectad o su cerebro. Por primera
vez en mucho tiempo añoraba un poco de calidez.
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