Mía paseaba por el parque principal de la pequeña ciudad,
recordando las caminatas que daba con Marcos, al segundo día de cada una de sus
llegadas. Era su rutina, según él le decía bromeando y ella ya se estaba
acostumbrando a los recuerdos del tiempo juntos. Sus recuerdos. ¿Por qué era
tan difícil aceptar que hizo lo correcto? Eso había creído y tenía toda la
certeza que había sido así.
Pero el tiempo pasado le había hecho dudar sobre su decisión.
Renunciar a Marcos para que los dos fueran felices. O eso había pensado
mientras le escribía la carta que le había enviado, la cual no había
contestado, tal como esperaba. Ni siquiera había tenido una noticia de él. En absoluto.
Y no podía negar que estaba decepcionada, profundamente.