jueves, 14 de septiembre de 2017

Embaucando A Mí Princesa 1 (Segunda Parte Deberes De Princesa)


Sentada al lado de su padre, con miles de mariposas revoloteando por su estómago, mientras se dirigían al encuentro de Kénan, en los juzgados de la ciudad. Pudo observar, como las calles de su ciudad, casi estaban solitarias.
Aquello, hacía que aún su corazón retumbara más fuerte en su pecho, al saber, que todos o casi todos, estaban también allí.

Pero ya no tenía miedo, se sentía henchida de felicidad y no tenía que temer por su corazón roto. Kénan quería estar con ella, la amaba.
Todo iba a ir bien. Él, estaba con ella y ella, con él.
 -Ahora –le sorprendió su padre, agarrándole la mano con fuerza-, ya si estaré tranquilo –Le sonrió con gran cariño.
- ¿Tan confiado estás de ésa tranquilidad? –Preguntó no pudiendo evitar sonreírle feliz.
- ¿Qué quieres decir? –Frunció el ceño extrañado.
-Recuerdas mi película favorita, ésa que tantas veces has soportado sentándote a mi lado, cuando me hallabas en el salón en altas horas de la madrugada, cuando yo lloraba en silencio, por no vivir aún un amor así –Señaló soltando un profundo suspiro.
-Te refieres a Orgullo y Prejuicio –Alzó sus cejas.
-Acuérdate como es la escena final, que siempre te arranca una divertida sonrisa -Dijo divertida.
-Oh, vaya –Rio divertido-. Me queda Harmonie, para poder estar tranquilo.
-Cierto, sé que ella te necesita también –Se le llenaron los ojos de lágrimas-. Suerte, que tiene un padre como tú.
-Te quiero –Confesó cuando la limusina se detenía de forma suave, delante de la enorme plaza donde estaban los juzgados.
-Y yo a ti –Lo abrazó con fuerza, justo cuando alguien les abría la puerta con cierto ímpetu. 

Kénan, no pudo evitar de sonreír, cuando sus dos cuñadas, dándoles igual que los periódicos, revistas y televisión, pudieran hacerse eco de lo que iba a ocurrir verdaderamente allí dentro, se lanzaron con todas sus ganas en hacerle imposible de llegar al vehículo.
Pero todo, se quedó en caras enfurruñadas al no conseguirlo.
-Siempre la tendrás contigo –Habló Kénan, al toparse con el rey y su futura esposa, fundidos en fuerte y emotivo abrazo-. No te la voy a quitar, solo espero que aceptes tener otro hijo más con ésta unión. Prometo ayudar en controlar a las pequeñas –Sonrió burlón.
- ¡Eh! –Protestó Enora, algo confundida como también su melliza.
Jacqueline y su padre, detuvieron su abrazo al escuchar allí al hombre, cuando se suponía que debía esperar dentro. Lo miraron, se miraron y rompieron en carcajadas por la última parte de su conversación.
-Pensé que tenías más paciencia –Soltó burlón el monarca, saliendo del vehículo.
-Creo que ya he mostrado que así es –Le guiñó un ojo a su amada esposa, quien lo observaba encandilada aún sentada en la limusina. 
- ¡Llevas el vestido! –Soltó Enora sorprendida, mirando alternativamente a todos.
- ¿Qué ocurre aquí? –Apareció algo alterada Emanuelle-. Kénan, deberías volver dentro... ¡OH! –Exclamó al ver a su hija radiante con su principal vestimenta para la cita de allí-. Sé que está pasando algo y no me estoy enterando –Soltó enfurruñada.
Y ante aquello, Kenan, soltó una carcajada fuerte por la incertidumbre de todos.
-Y no sabes lo que disfruto de ello, querida suegra –Le soltó divertido y en broma, consiguiendo que ésta soltara un resoplido y achicara la mirada.
-Querido hijo mío –Le sonrió mostrando toda dentadura, al percatarse del acercamiento de un amigo periodista-, recuerda como las gasto.
-Por mí –habló el periodista, sorprendiendo al resto por no haberse enterado de su acercamiento-, ningún problema, en que se lo refresques Emmanuelle,  para tener una buena captura de algo interesante –Confesó con sonrisa torcida y alzando la cámara de fotos, que portaba colgada del cuello.
-Los periodistas deben ir tras la cuerda roja, Gerard –Masculló Harmonie, con cierta mirada hostigadora hacia el hombre treintañero, moreno con ojos verdes y tan alto como Kénan, quien se giró a verla con cierta burla por su ataque verbal.
-Suerte por tus padres, que me valoran como a uno más de su círculo de amistades –Le indicó con un guiño de ojos-. Todo lo contrario, a lo que ocurriría bajo tu mando.
-Todo se verá –Soltó alzando su barbilla-. Sé que llegará un día, en que los traiciones por algo realmente suculento –Señaló con tono despectivo, cruzando sus brazos por encima de la cintura. 
-Creo, que ya podría haberlo hecho hace un tiempo –Señaló con mirada acusadora, mientras alzaba una ceja inquisitiva, gesto de compartir algún secreto con la joven princesa.
Harmonie, deslizó sus brazos a los costados con los puños cerrados, mientras entrecerraba su mirada al máximo, por el enfado hacia el periodista. Tratando de aspirar y calmarse, pues no era momento y lugar, de formar un espectáculo... Pero la sonrisa de éste con cierta prepotencia, pudo con ella.
-Imbécil –Siseó, sin apartar su mirada y dando un par de pasos, hasta posicionarse justo enfrente de él.
-Quieta que te veo –Masculló Gerard, sin reparo alguno-. Y contigo, no tengo reparos en castigarte, niña.
- ¡Niña! -Abrió los ojos de forma desmesurada.
-Alto, alto –Intervino Kenan, dejando caer el peso de sus manos, en los hombros de su cuñada-. Te recuerdo que es una boda, donde habrá miles de fotografías –Rio por lo bajo-. Y no creo, que quieras ser retratada para la posteridad, con un ojo morado.
-Puedo con éste imbécil –Masculló intentando deshacerse del agarre decidido de Kenan.
 -Lo sé –Dijo con cariño, para dirigir su mirada, hacia su suegra-. Que os parece, si empezamos agilizar esto –Le guiñó un ojo-. Y vais entrando al lugar.
Entonces, fue el turno de Emmanuelle, de romper en fuertes carcajadas, para la curiosidad de todo el mundo.
-Qué te parece, si también te lo aplicas a ti mismo –Soltó algo exasperada con los brazos en jarra-. El novio...
-Marido –La interrumpió él con burla, viendo como la mujer volteaba los ojos al cielo con fastidio.
-La recoge dentro –Marcó cortante-. No fuera...
-Aguafiestas –Rio divertido Kenan, mientras soltaba un suspiro y le daba una última mirada a su amada Jacqueline-. No tardes, preciosa –Y acto seguido, se pasó un brazo de Harmonie por debajo del suyo-. Me acompañas a mi lugar, dejé a mi madre abandonada dentro sin saber nada de esto –Señaló, consiguiendo arrancarle una sonrisa a su preciosa cuñada.



El piano, que habían llevado expresamente para aquel día, hacía sonar sus teclas de forma preciosa, a medida que su hermana iba acercándose a la mesa donde la esperaba Kenan, junto al juez de paz.
Jacqueline, irradiaba felicidad por todos sus poros.
Aquello, causó que una lágrima resbalara de sus ojos, no pudiendo evitar, el sentirse emocionada por ella.
Pero la persona, que le tapó por un segundo la visión de su padre y Jacqui, hizo que en su semblante apareciera por un segundo, una mirada fría como el hielo.
Gerard Garnier, el increíble periodista de treinta y un años, que le había robado hacía un tiempo el corazón, a pesar de verla como una niña, según sus palabras.
Suspiró con pesar, para retener las ganas de romper en un fuerte llanto, entre la felicidad de Jacqui y la desgracia, de ella.
Por el momento, sabía que iba a ser así por un buen tiempo. Pues, aunque quisiera odiarlo, su corazón saltaba en dirección contraria a sus deseos.
No quería hacerle caso, en que dos de tres, con suerte en el amor, ya era mucho mérito en aquellos tiempos, perteneciendo a la casa real.
Énora, desde un primer momento, había tocado la felicidad con el amor. Mientras que Jacqui, había tenido que sufrir por ella.
De modo, que a ella qué le quedaba.
Tablas. Ni uno ni lo otro, con Gerard. Estaba más que obvio.
Pero no era momento de llorar por un amor no correspondido. Era momento de sonreír por Jacqueline y Kenan. Quienes estaban reafirmando sus votos, ante todos con mucho amor.
Se les veía tan bien juntos.


¡Por fin!
Una hora después, de ver como su hermana repetía sus votos. Que podía alejarse de todo aquel barullo, hallando un banco de piedra solitario, al haberse ido a una zona muy apartada del parque perteneciente a los juzgados, con un pequeño lago.
La gente, se hallaba comiendo de las simpáticas carpas que habían montado con un maravilloso y exquisito picnic, bajo la exquisita música que tocaba una banda local.
Necesitaba alejarse por un rato, estar a solas, para poder calmar así el llanto de su corazón. Sin que nadie se parara a saludarla y comentar lo bello que había quedado todo, teniendo que mostrar una sonrisa no del todo sincera, al tiempo que escuchaba a más de un familiar, dejar caer que la siguiente sería Énora, a qué esperaba en buscar una pareja.
¿Qué diantres se pensaba la gente? ¿Qué los novios se adquirían por catálogo? Pensó con un gruñido y molesta, comprendiendo lo pesadas que habían llegado a ser con su hermana mayor.
Y lo más doloroso, es que cada vez que se lo decían, sin poder detener a su corazón, sus ojos daban un volteo a todo el jardín, buscando a Gerard. Suspirando por ver aquel hombre tan atractivo, pasar de ella mientras les daba sonrisas a todo aquel, que quería salir en las fotos.
Necesitaba desahogarse. Quería llorar un poco. Y que mejor, que hacerlo allí en aquel banco perdida en la vegetación, del pequeño lago.
Pero con lo que no contó, fue con recibir compañía, al minuto de sentarse. Causando que tuviera que limpiarse de forma apresurada sus lágrimas, para que no hubiera chismorreo en su entorno. 

-Hola preciosa –Sonrió de forma idiota, Mike, uno de los accionistas jóvenes, de la empresa que le había tocado dirigir a su hermana Jacqui-. Mucho ruido por la parte de atrás, verdad.
-Sí –Respondió con un amago de sonrisa, observando con desagrado como tomaba asiento junto a ella, muy cerca, sin pedir permiso alguno.
Hombres. Pensó exasperada para dentro. Todos se creían ser dioses súper poderosos. Mejor se quedaba en silencio por un rato, y posiblemente se daba por aludido, de que quería estar a solas.
Pero el pobre era idiota. Muy atractivo, pero idiota bajo su punto de vista. Que soltando un suspiro exagerado, le había sonreído y se veía, que algo más buscaba.
-Mira Harmonie –se pasó la lengua por los labios en gesto nervioso-. No es que nos conozcamos personalmente del todo –Alzó su brazo derecho, para posicionar su mano encima de la rodilla izquierda de ella, sin fijarse en cómo le fruncía el ceño-. Pero las pocas veces que nos hemos topado, siempre me has llamado la atención. Creo que no estaría mal de tratar el conocernos un poco –Ahora, su cuerpo estaba mucho más cerca del de ella, prácticamente encima, obligándola a echar su espalda hacía atrás en el banco de piedra-. Me parece no equivocarme, en que cuando se han cruzado nuestras miradas, hemos tenido cierta chispa de conexión…
-Mike –Alargó su brazo derecho, para ponerlo contra el pecho de él y tratar de empujarlo. Pero en aquella postura, no podía decirse que tuviera mucho punto de apoyo, para mostrar cierta fuerza-. Me parece que te estás confundiendo conmigo.
-Déjame besarte una sola vez –Le pidió con la mirada puesta en su rostro sonrojado-Déjame mostrarte que tengo razón, respecto a nosotros dos.
-No, Mike -Le ordenó tajante, observando como la mirada del hombre se tornaba fría.
-Espero que aceptes su negativa –Los sorprendió, la aparición sigilosa de Gerard, quien miraba a los dos con mirada de desagrado-. Ahora Mike –Ordenó tajante con gran éxito.
Al instante, el hombre se apartó de encima suyo, para soltar un avergonzado carraspeo.
-Discúlpame Harmonie –Volvió a carraspear-. No fui muy correcto contigo, espero no me lo tengas muy en cuenta, para días venideros.
Aún avergonzada, por haber sido captada en aquella situación por Gerard, solo pudo dar un asentimiento de cabeza sin mirar al chico, mientras se despedía incómodo y se alejaba a grandes zancadas. 
-No debes ser tan confiada –Soltó con tono recriminatorio-. Si no hubiese sido yo, el que apareciera por aquí, ten en cuenta que le habrían sacado gran provecho a la situación que te buscaste –Siguió escupiendo en tono de riña.
- ¡Perdona! –Se sorprendió de aquella bronca, levantándose del banco-. Yo no me busqué nada, solo estaba aquí –Alzó sus manos al aire, abarcando el lugar solitario, con cierto nerviosismo por todo lo que sus nervios estaban viviendo.
-No puedes estar sola –Soltó con voz dura-. ¿Cuándo vas a comprender quién eres? –Dijo con cierto punto de amargura-. ¿Dónde dejaste a tú guardaespaldas?
En vez de responder, solo se encogió de hombros, agachando su mirada al suelo, con el comienzo de sus lágrimas.
-No debería resultarte tan indiferente –Rebufó con enfado, para dar los pasos necesarios y poder así, sentarse él en el banco de piedra.
- ¡Ale! –Se giró a retarlo con la barbilla alzada de forma impertinente-. Ya tienes tú exclusiva de hoy.
Gerard, resopló una vez más de forma exageradamente exasperada, para posicionarse en pie y enfrentarla con enfado.
-Cuando vas aceptar, que nunca haré nada que os pueda perjudicar –alzó sus manos al aire, para dejarlas caer vencido a sus costado-. Sabes, que siempre os he protegido ante mis compañeros de profesión. Sabes, que también te he protegido y hoy, lo acabo de volver hacer.
- ¡Pero yo no quiero eso! –Explotó con lágrimas y gran rabia, con puños cerrados también a cada costado de su cuerpo.
Por unos segundos, se miraron a los ojos directamente sin decirse nada.
-Es lo único que puedo darte –Dijo con cierto abatimiento-. Será mejor que vuelva a la fiesta. Tranquila, diré algún guardaespaldas que te hallas aquí.
Rota por las lágrimas, Harmonie le dio la espalda volviendo a sentarse en el banco, mientras notaba como él se alejaba de allí.
No había nada que hacer. Su corazón iba a seguir roto, sin posibilidad alguna de reajustar sus trozos desquebrajados.
Esperó unos segundos, para calmarse y transcurridos ésos segundos que fueron minutos, soltó un profundo suspiro para levantarse del banco y emprender, el camino en busca de algún familiar o amigo. Cuando al pasar por al lado de un montón de arbustos altos, escuchó la voz de su padre algo preocupada.
Sabiendo que no estaba bien, se agachó tras unos arbustos más cercanos a su padre, para poder distinguir la voz del propio guardaespaldas de su padre, Marc.
-Dime, Marc -Demandaba nervioso su padre-. Son ciertas mis sospechas.
-Sí, alteza -Confesó el guardaespaldas con voz grave-. El periodista sensacionalista, Gerard Garnier, tiene en su poder fotografías de Jacqueline y Kenan, de cuando se acostaron y de la anterior noche, al ir Jacqui en bsuca de él a su casa...
- ¡OH! -Se tapó Harmonie la boca con una mano, sorprendida por que su enemigo número uno, pudiera romper la felicidad de su hermana.
- ¡Y tiene la desfachatez, de presentarse aquí en la boda y hacer fotos tranquilamente -Gruñó su padre-! Saludarme de forma cordial... - El hombre, apenas podía contener su enfado y decepción.
-Creemos, que las debe tener en su barco -Confesó Marc-. Pues sabemos, que le gusta participar en la regata de cada año, que da comienzo mañana...
-Pues, deberíais tratar de mirar de recuperarlas -Masculló entre dientes el hombre.
-Nos es difícil -Carraspeó un poco-. Estamos esperando, la llegada de una compañera nuestra. Queremos que se haga pasar por una amiguita -Dijo con cierto deje-. Pero tardará un par de horas.
-Puede que sea tarde para entonces -Soltó con lamento su padre.
-No si yo puedo evitarlo -Susurró Harmonie, alejándose de ellos a medio arrastras, con el vestido ceremonial, con un único objetivo. Poder darle un bofetón en sus narices al idiota de su enemigo... Pudiendo así, por fin darle a su corazón, la razón del porque no debía amarlo.

2 comentarios:

  1. Hola, por mail me entere que estabas subiendo esta historia a Wattpad, y aunque me gusta esa pagina me gusta mas leerlas por aca, me alegro que tambien la subieras al Blog, gracias y a seguir esperando mas capitulos, nadie debe conformarse con ser la que no quedara feliz con un amor real.

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  2. Oh qué alegría, lo siento, no me di cuenta antes...he estado doistraida pero me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!! Gracias Mediana!!!
    Obvio soy yo NATA

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