Cuando cerró tras ellos la puerta de la iglesia, para quedarse a solas con el dulce olor de las velas y las flores, Mandy se revolvió de tal manera, que logró liberarse del agarre del hombre, quedando de pie enfrente suyo, atrapada en la enigmática mirada masculina.
Su respiración, aún era acelerada por todo lo ocurrido afuera.
¿cómo podía estar tan tranquilo ahí de pie, y no morirse de vergüenza por lo que acababa de hacerle?
Volvía a sentirse débil de piernas y húmeda entre ellas.
Ya estaba perdida, sabía que si se dejaba tocar por él, la volvería loca de deseo.
Y es lo que quería, porque no quería ser una más de sus mujeres. Aunque le doliera, tenía que decirle adiós, aun sabiendo que estaba enamorada de él.
-Ya oíste a mi padre –Se cruzó de brazos para hablarle con cierta indiferencia-. No quiere que se profane el altar.
-Y no pienso hacerlo –Señalizó con tono seguro-. Ése altar, solo lo tocaremos para casarnos.
- ¡Pero acaso te oyes las idioteces que dices! –Vociferó histérica, mientras con gestos nerviosos se recogía y soltaba el cabello, en una coleta.
-De modo, que es idiota, el querer casarse hoy en día –Cuestionó Alex, yendo apoyarse en uno de los bancos largos de madera, para que se sentaran los feligreses-. Creo que deberías visitar un psicólogo.
-Le dijo el loco a la cuerda –Ironizó Mandy, con gran sarcasmo-. ¿Qué hacemos aquí, Alex? –Preguntó alzando sus brazos al aire, para dejarlos caer al momento inerte en cada lado de su cuerpo, con cierto aburrimiento.
-Acabo de darte tu primer orgasmo –Soltó con sonrisa torcida-. Y me preguntas, qué quiero.
-Ya escuchaste a mí padre –Marcó con el ceño fruncido.
-Me harías el favor, de dejar de pensar en él –Pidió, cruzando sus brazos.
-Es imposible no hacerlo, cuando creo que me estas pidiendo que te devuelva el favor de ahí fuera –Hizo una mueca de fastidio-. Y el pobre hombre, nos ha pedido respeto en su lugar de trabajo que...
- ¡Ya vale! –Soltó riéndose.
-Eso, es lo que quiero yo –Comunicó con frustración.
- ¿De verdad quieres eso? –Achicó su mirada, sin moverse del lugar.
-Me estas poniendo mi vida patas arriba, todo lo que había conseguido con mi familia, respecto a mi forma de vivir con sus ideales. Por no decir también mis nervios...
-Y tu apetito sexual –puntualizó con ironía-, creo, que también te lo he puesto patas arriba.
- ¡Ha! –Soltó con un gruñido ella, con los puños cerrados-. ¡Qué puñetas quieres de mí, Alex! –Escupió con enfado, mirando al atractivo hombre con cierto reproche.
-Que te entregues a mí, como quiero hacer yo contigo –Soltó directo-. Es mucho el tiempo...
-Sexo –Lo interrumpió con voz abatida, consiguiendo, que quién se exasperara aquella vez, fuera él, al ser interrumpido.
-No estoy hablando del sexo –Bramó enderezando su largo y fornido cuerpo, para dar un paso hacia ella y detener sus pies de inmediato, al ver como ella, se erizaba como una gata salvaje-. Ya te he demostrado tres veces ésta noche, que, si lo quiero, te tengo disfrutando de placer...
-Gilipollas –Alzó su dedo corazón de cada mano.
-Deja de lado tu tozudez y acepta la realidad, pequeña –Sonrió ladeando los labios, para mordérselos, causando un vuelco en el apetito sexual de ella, sin que se diera cuenta él-. Te puedo hacer mía, cuando quiera. Siempre ha sido así –Se alzó de hombros-. Pero yo quiero más.
-Qué ocurre Alex –Soltó con sorna-. De repente, se te han caído las alas oscuras, por ser pillado por mí padre... Ya no eres ése ángel caído.
-No –Sonrió divertido-. Ha ocurrido lo que yo me temía, una vez sucumbiera a ti –EL confesó con un sexy guiño de ojos-. Nunca tendría suficiente de ti.
Va Bomm... Bomm...
Retumbó más lento el corazón de ella. Por todo lo que estaba confesando él. Pero la sangre, que bombeaba su corazón, todavía chisporroteaba por el enfado.
Todo era muy rápido. Difícil de creer aún para ella. Justo en un momento de su vida, que, en secreto, había decidido luchar contra el amor protector y maravilloso de su familia, para darle un sentido a todo.
Y ahora, él.
El hombre que le había hecho vivir por unos años, una dulce e inocente fantasía amorosa, en su cabeza. Le ponía patas arriba todo.
La dejaba, en una encrucijada difícil.
Vivir, su fantasía con el riesgo de lanzarse a esa relación sin una base seria, y que esa pasión fogosa, solo fueran dos días.
Oh, tratar de conocer mundo, gente, hobbies e ilusiones nuevas.
Era como estar en lo alto de una montaña en la noche, contemplando un horizonte lejano de luces desconocidas, envuelta en esa brisa nocturna de verano. Para mirar tras tu espalda, y no temerle a ésa frondosidad oscura de los árboles, porque conocías sus secretos, movimientos y sonidos.
¿Qué escena cogía?
- ¿Y si no es así? –Estrechó su mirada Mandy-. ¿Y si existe un final? –Decidió exponer su miedo-. Y si el resultado de ése final, es vivir con las amargas cenizas de una corta pasión... -suspiró sin dejar de mirarlo en todo momento-. ¿Qué me dices ante eso, Alex?
- ¿Y si cuando vuelva a casa ésta noche, se me pincha una rueda, y me salgo de la carretera matándome? –Contraatacó con cierta hostilidad, ante el miedo de la joven.
Mandy, lo miró con gran recelo, al comprender que no iban a llegar a ningún acuerdo.
¿Acuerdo?
Frunció el ceño, por la estupidez de palabra, que se le había venido a la cabeza.
¿quería que lo escogiera a él? Pues que dijera las palabras mágicas. Porque aún no se las había oído… Entonces, puede que, si se lanzaría a un lago con el vestido de novia, esperando a que él la sacara de allí.
Pero ahora, más le valía ni tan siquiera meter el dedo meñique en un simple charco, hasta que no se destapara la verdad.
-Si ocurriera eso, ésta noche –Habló con voz triste-. Existiría dolor por tu amistad…
- ¿Amistad, Mandy? –alzó una ceja, mientras su tono, había sido de completo desacuerdo.
-Ya sabes lo que quiero decir –soltó enfurruñada.
-Lo que creo saber, es que no sabes nada de lo que, de verdad, quieres decir –Escupió tan campante, cruzándose de brazos.
- Y eso, ¿qué significa? –Frunció el ceño, sin cambiar su humor.
-Que estarás esperando, a que sea yo, quien dé el primer paso –soltó con calma y tono seguro, sonriendo al ver la pequeña disimulada tensión de espada en ella-. ¿Qué ocurriría, si te dijera que te quiero?
¡Bata Bum!
Saltó su corazón, metiéndose uno de sus batacazos imaginarios, por la sorpresa de que hubiera dicho aquellas palabras, en aquel preciso momento.
¿Acaso, le leía la mente?
No, no podía ser cierto, que Alex estuviera hablando en serio.
Aquellas, no le pegaban al sexy y soltero veterinario. Quien, siempre presumía de diversas mujeres guapas, colgadas de su brazo.
Tenía que parar ya aquella tonta locura.
-Te diría, que en el cuento de pinocho crece la nariz, no tu pajarito –sonrió con burla-, si lo que buscas, es un aumento de… -Alzó sus cejas, mirando por un segundo a su bragueta.
Alex, sonrió por un momento.
-Mandy, Mandy –Aspiró con exageración-. ¿A qué tienes miedo, para evadir la respuesta?
***
-Cariño –Soltó con tono exasperante Eleonor-, como no pares de taladrar la puerta de vicaría. Te juro que te estampo la segunda cafetera, haciéndola también añicos, pero en tu cabeza.
- ¿Acaso tú no te hayas un pelín nerviosa, por saber qué diantres está ocurriendo allí dentro? –Expuso alzando una ceja con cierto recelo.
-Por supuesto –Sentenció, alzando su taza de café y dando un corto sorbo-. Pero no pienso inmiscuirme –Lo retó con la mirada-. Ya sabes el cambio que ha dado Mandy, en éstos últimos meses y creo, que tú tienes la culpa.
- ¡Ni hablar! –Protestó Patrick-. La tiene el mendrugo del veterinario, por no prestarle anteriormente caso a ella.
-Y vosotros –Intervino Steve-. No paráis de ponerle lo bonito del matrimonio a ella y los demás –Expuso alzando los brazos al aire con frustración-. Eso, la estresó demasiado al ver que no conseguía citas de chicos –Soltó una carcajada-. ¡Y no me extraña, se pensaban que era prometerse en matrimonio seguro, nada más llevarla al cine!
-Lo ves –Le señaló enfurruñada Eleanor.
-Los dos, querida –Se rio con burla-. No solo yo, tengo la culpa.
-Pues yo también tengo curiosidad –Intervino Donovan, resoplando con exageración a causa de su impaciencia.
-No muevas ni un solo pelo –Lo amenazó Patrick, con el dedo índice.
-Vamos padre –le guiñó un ojo picarón el vaquero-, de verdad, que no sientes curiosidad, por saber si están avanzando o simplemente profanando su altar.
- ¡Donovan! –Lo riñó consternada y algo divertida, Silvia.
-Tiene razón -Soltó el clérigo, alzándose de su silla y mirando con desafío a su mujer-. Lo siento, pero no aguanto más éste suspense.
-Voy contigo -soltó animado Donovan, abandonando su silla de un salto.
-Ni te tengo miedo, ni evado nada –Decidió resolver aquello ya, para poder escapar algún lugar aquella noche, y no caer en la tentación-. Ya te lo dije Alex. Tienes siete días para convencerme –Se alzó de hombros-. Sabes de mis sentimientos y yo, ahora sé de los tuyos. Pero quiero verlo y sentirlo, poder saber que si me arriesgo, es porque vale realmente la pena -Habló con gran sentimiento, mostrándole al hombre, que no estaba bromeando para evadir todo.
Alex, se quedó por un instante serio, observando detenidamente la respiración tranquila de la joven. Gran indicativo, de no ocultarle nada. Solo quería ir segura. Y después de todo, no la culpaba, pues él había liado todo aquello.
Él, si no hubiese huido y hubiese sido más valiente y sereno, tal vez, hubiese visto lo que había visto y decidido aquel día.
Antes, no tendría que haber luchado apenas. Ahora, se enfrentaba a una gran batalla. La razón. Algo, que muchas veces lograba vencer a los impulsos del corazón.
Pues siete días que tenía, para ser él y demostrarle, que lo que ella buscaba, era aquello que él pedía.
-Veo que hablas en serio –Aceptó al final con sonrisa tierna-. Pero te advierto, que serán siete días con sus veinte cuatro horas. Así lo has dicho tú –Se alzó de hombros con sonrisa torcida-. Pero yo digo, que tendré mi total libertad en movimientos.
-De acuerdo –No pudo evitar de aceptar, con una sonrisa tonta también.
-Pues no hay nada más que decir –Dijo con tono suave y cierto brillo de comprensión en la mirada.
-Adiós, Alex –Se despidió entregándole una sonrisa sincera y emprendiendo la marcha hacia la puerta.
-Querrás decir, hasta pronto, tesoro –Le guiñó un ojo divertido, viendo como ella sin perder la risa, hacia un gesto afirmativo con la cabeza, justo cuando iba abrir la puerta de la vicaría.
Pero se detuvo, al ver que era abierta por un Donovan curioso, seguido de un tímido Patrick. Quienes frenaron y abrieron los ojos de golpe, al verla junto a la puerta marchando y tranquila.
-Me da que es una separación –Soltó Patrick, intentando hallar si su hija iba con el corazón roto y necesitaría de un abrazo.
-Alex, idiota… -Gruñó por lo bajo Donovan, observando como la chica le daba un beso en la mejilla al hombre mayor y salía de allí-. ¿Y bien? –Se giró hacía el veterinario.
-Tengo siete días –Se alzó de hombros divertido.
-Joder, no fastidies –Soltó molesto el vaquero.
-Te lo dije –Rio Patrick.
Gracias por un nuevo capi cielo y a ver si Mandy acepta de una vez, rayos
ResponderEliminarSOY YOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO NATAAAAAAAAAAAAAAAA