Diez años sin verse, hasta
aquella noche.
Hasta que él había vuelto a ir
a ella.
Y ahora estaban allí, juntos,
de nuevo.
Janeul la había mirado en detenimiento desde su llegada y mientras le servía el té, la última vez que la
había visto aún había rastros de niña en ella, ya no. Era una mujer plena y muy
hermosa. Y le dolía haberse perdido esos diez años de cambios.
Al principio cuando ella le
había pedido que no volviera, había creído que pasarían un par de días hasta
volver a verla, que encontraría un modo de solucionar todo, pero no había sido
así, había pasado una década.
Byul actuaba con elegancia y
mesura, como si su presencia allí no la
afectara, se preguntó si también era una máscara como en su caso.
Estaba allí ,en apariencia
tranquilo, mientras su interior era un remolino de emociones.
-¿Qué has venido a buscar, Janeul? – preguntó ella como
única muestra de ansiedad, como si ya no resistiera aquella charada en la que fingían
ser dos extraños.
-Vine por un té, y por ti – respondió él mirándola
intensamente. Y ella devolvió la mirada con una expresión indescifrable.
-Ya ha tomado su té, Majestad, y si lo que busca es una
mujer, seguramente habrá alguien…- dijo y él la interrumpió de prisa, antes que
dijera algo de lo que ambos se arrepentirían.
-No vine a buscar a una mujer, vine a buscar a mi mujer –
respondió manteniendo el control dificilmente.
-Yo no lo soy desde hace muchos años, ya no llevo tu
anillo – declaró mostrándole la mano donde antes había estado el anillo de
plata.
-Te lo quitas cuando pintas – respondió él.
-¿Qué?
-Estabas pintando cuando llegué - dijo y señaló con un
leve gesto hacia la pintura de pájaros que estaba inconclusa- siempre te lo
quitas cuando pintas para que no le suceda nada.- comentó y algo en la reacción
de ella le hizo pensar que había acertado. O eso deseó creer.
-No lo llevo desde hace años, ni siquiera sé qué fue de
él- rebatió Byul pero no parecía ser
cierto- De verdad no sé qué te trae aquí, después de tanto tiempo…
-Sí, ha pasado mucho tiempo, demasiado, más de lo que creí, y vine por ti, ya te lo
dije- la interrumpió y continuó antes
que las palabras se le perdieran- Hace cinco años que la reina falleció,
también hay un príncipe heredero al trono, así que ya nadie presionará porque
vuelva a casarme, de hecho nadie puede presionarme ya. He tardado diez años en
asegurarme que así sea. Ahora puedes vivir conmigo, no podré darte el título de
reina pero serás mi concubina, la única mujer en palacio. Ahora podemos estar
juntos para siempre – finalizó.
-¿Porque ella está muerta? – preguntó Byul y sus palabras
sonaron demasiados crueles, como si su posibilidad de ser felices tuviese que
estar construida sobre el sufrimiento de otros.
-No, podemos estar
juntos porque ahora tengo poder para protegerte. Porque ningún ministro se
opondrá a mí, porque he combatido con los generales en la frontera y los
ejércitos me obedecen, porque el país es próspero y el pueblo está contento con
su rey. Porque acabo de firmar un tratado comercial que nos garantiza
estabilidad durante años. Porque no debo
temer que al amarte te lleve a la muerte.
-¿Y crees que eso bastará para que dejen que una
cortesana sea tu concubina?
-No estoy hablando de una cortesana, estoy hablando de
ti, no es lo mismo.
-Sí lo es- discutió ella.
-No, eres Byul y eso siempre
fue la diferencia. Ahora podemos estar juntos, confía en mí.
-Ya es tarde, Janeul. O quizás
siempre lo fue.
-¿Por qué regresaste? –
preguntó él.
-¿Qué?
- ¿Por qué volviste a este
lugar? ¿No fue para esperarme?
-Volví porque la regenta me lo
pidió en su lecho de muerte, que cuidara de la gente de aquí.
-Pudiste encargarte de otro
modo, no era necesario que regresaras a quedarte si no lo deseabas- objetó.
- Janeul, no busques señales
ocultas donde no las hay.
-He aprendido que nada es tan
simple como parece. Este lugar por ejemplo, no es que haya frecuentado muchas
casa de cortesanas, de hecho sólo ésta y
esta única habitación, pero sé que aquí
se da refugio a mujeres que no tienen dónde ir, mujeres con hijos,
huérfanas, antiguas cortesanas, mujeres enfermas. No suena como una casa de
cortesanas.
-Ya has tenido tu té, y ya he
rechazado tu propuesta. No sé qué se apoderó de ti esta noche para venir hasta
aquí, pero ya puedes irte.
-Esta
noche… tampoco yo lo sé, he estado a punto de recorrer este camino los últimos
diez años, pero siempre había algo que debía lograr antes para poder hacerlo.
Hoy supe que ya no podría esperar otro día.
- Demoraste mucho tiempo. Lo
nuestro terminó el día que te pedí que no volvieras.
-Y yo te pedí que no te fueras
lejos, los dos incumplimos nuestra palabra.- dijo poniéndose de pie y
acercándose a ella.
-Vete , Janeul – casi susurró
ella, insegura al verlo acercarse.
-No.
-¿Qué harás, darme una orden real para que haga tu voluntad? –
preguntó tratando de herirlo, pero él sonrió.
-¿Y si lo hago? Eres mi
súbdito después de todo.- dijo acercándose más a ella.
-Janeul…- protestó sin saber
si él lo decía en serio o no.
-Ven a mí – dijo y antes de
que Byul reaccionara la acercó a sí tomándola por la cintura y la besó.
Sorprendida, intentó
apartarse, pero Janeul no la dejó. La sostuvo con fuerza.
-Byul…- susurró con los labios
pegados a los suyos y volvió a besarla,
lenta , profundamente , seduciéndola ,hasta que ella respondió.
Y mientras la besaba sus manos comenzaron
a vagar por el cuerpo femenino como si
fuera un viajero recorriendo antiguos caminos, sus dedos acariciaban y
recordaban aquellas formas, y también despertaban el deseo de ambos. La
atracción seguía allí, como si la pasión hubiese sido una brasa que esperaba un
leve toque para volver a arder.
Una de sus manos acunó la
mejilla de ella para besarla con comodidad, y la otra llegó hasta la cadera
femenina y la sujetó para pegarla a él, para sentir cada centímetro de ellos
juntos, cuerpo contra cuerpo.
La sintió jadear y cuando Byul
puso su mano en su nuca y la enredó en su cabello, aferrándose a él, sintió que
era la señal de aceptación. Sin soltarla, sin dejar de besarse, se encaminó
hacia la cama mientras iban desprendiéndose de la ropa en el camino. Ninguno
dijo nada, porque las palabras volverían a separarlos, ahora eran sus cuerpos
los que se comunicaban, y lo hacían sin mentirse porque hablaban de anhelo, de
necesidad, de años de desearse.
Janeul la recorrió con besos y
caricias , Byul hizo lo mismo, como queriendo
aprender los cambios que había en
aquel cuerpo familiar y a la vez extraño. Las palabras fueron reemplazadas por
sus respiraciones agitadas, sólo pronunciaban sus nombres como un sortilegio. Se
amaron como hambrientos. Byul gimió al sentirlo dentro y lo abrazó con las
piernas y con sus entrañas para acercarlo más, parecía que toda la cercanía era
insuficiente. Janeul sólo se perdió en el momento de pasión, porque la había
necesitado mucho, con desesperación, porque sentía que estaba en el centro del
huracán donde, contradictoriamente, podía encontrar la paz.
Cuando el placer remitió como
suaves oleadas, cuando sus cuerpos se relajaron después del éxtasis, Janeul la
besó con suavidad y se separó de ella con cuidado.
-Te amo – susurró él porque
eran las únicas palabras adecuadas, pero parecieron surtir el efecto contrario
al deseado. En lugar de acercarla, sintió
que Byul se replegaba. Había esperado que le respondiera de alguna
forma, pero ella se levantó de la cama, alejándose de él. Caminó suyo en su
espléndida desnudez hasta ir por una bata para cubrirse.
-Ya no me pides que cierre los
ojos – musitó Janeul casi inconscientemente mientras la observaba.
-Ya no soy una niña, ni es la
primera vez que me acuesto con un hombre- dijo ella girando la cabeza para
mirarlo.
-Supongo que es verdad – dijo él acomodándose contra el
respaldo de la cama. De pronto se sentía
muy cansado, pero no en un sentido físico, sino emocionalmente. Sentía que aún
después de lo sucedido, ella lo estaba alejando, sus actitudes, sus palabras,
todo estaba destinado a apartarlo.
-Ahora sí, ya tuviste el té y a mí. Ya puedes irte – dijo
y él se levantó y recogió su ropa para vestirse.
-Deja de ser tan terca, Byul. Tu cuerpo no mentía, te
conozco, ven conmigo.
-¿Cómo era ella? – preguntó de repente y él suspiró. No
iba a rendirse tan fácilmente, iba a hacerle pagar esos diez años.
-Era una buena mujer, tampoco pudo elegir demasiado. En
los años de su enfermedad llegamos a ser algo parecido a amigos. Pero nunca la
amé, llevo una vida amándote solamente a ti. No seas tan cobarde, quizás ésta
sea nuestra última oportunidad.
-Ha pasado demasiado, tanto tiempo, tantas murallas. Es
como si hubiera un inmenso abismo entre nosotros Janeul, quizás nunca lo
entiendas, pero no puedo ir contigo. Créeme.
-Entonces , ¿te quedarás aquí y yo no debo volver? ¿Deberé
enterarme de tu muerte por algún mensajero sin siquiera poder despedirme? ¿O tú
te enterarás de la mía y asistirás con el resto del pueblo a despedirme, como
si fuera un extraño?
-No hables así- dijo inquieta.
-Es lo que estás eligiendo, sé que hemos pasado por
mucho, sé que has sufrido, pero ya no debe ser así. Llevo toda la vida tratando
de encontrar una salida para nosotros…
-Y nunca ha
existido una.
-Pero tampoco pudimos separarnos, no realmente. Y esta
vez sí hay un camino.
-No puedo ir a palacio.
-¡Maldición Byul, cuánto tiempo más vamos a perder! Es
hora de que vengas a mí, podemos ser
felices.
-No…- respondió con decisión.
-¿Tampoco quieres ser una madre para tu hijo? Ya es hora–
declaró él y la vio palidecer, se acercó de prisa para sostenerla. Ella lo miró
aterrada.
-¿Cómo? ¿Desde cuándo lo sabes? – preguntó temblando.
-¿Que el príncipe
es tu hijo y no de la reina? – Preguntó él con la mirada cargada de dolor- Lo
sé desde el principio, Byul, desde el primer día que lo sostuve en mis brazos.
Byul lo miró con los ojos llenos de lágrimas y recordó su
mayor sacrificio y su mayor amor.
Oh por Dios!!! Eso no me lo esperaba.. El siguiente capítulo xfa!!!! (no es presión solo es q esta interesante jijiji)
ResponderEliminar