jueves, 4 de mayo de 2017

La mujer del rey 12°




Aquella noche, Janeul había llegado muy cansado y se había quedado dormido mientras ella había ido por comida a la cocina. Al llegar y verlo durmiendo lo había tapado con las mantas y le había acariciado levemente el cabello. Se lo veía agotado.
Byul había aprovechado para escribir cartas, no tenía a quien escribirlas, pues la única persona que tenía en el mundo estaba allí, junto a ella; pero las mujeres de aquel lugar sí tenían a quien escribir y ella se encargaba de eso. Muchas no sabían escribir y a lo largo de los años, ella se había hecho cargo de redactar las cartas para aquellas que no podían hacerlo y que no habían querido  aprender, había enseñado a muchas otras.
Así que aprovechaba el silencio de la noche  y la serenidad de tener a su lado a su amado para escribir, cartas para padres que vivían lejos,  las cartas de una madre a su hijo para que no la olvidase, y las cartas de amor de una jovencita que se había enamorado de uno de sus clientes que le correspondía. Byul había pensado en advertirle a la muchacha que eso no terminaría bien, pero quién era ella para decir algo cuando el príncipe heredero  dormía en su cama.
Escribió durante unas horas, y luego se acurrucó junto a Janeul, adormilándose cobijada en aquella sensación particular de felicidad que había logrado permitirse con los años.

A la mañana, luego de desayunar juntos, se instalaron en el jardín a tocar música,  en realidad, Janeul hacía gala de sus habilidades para tocar los instrumentos y Byul trataba de demostrarle lo mucho que había mejorado entre pullas y risas.
Disfrutaban el momento cuando Jun apareció y saludó al príncipe desde la distancia. Era obvio que lo necesitaba. Él se apartó de Byul y fue hasta  su fiel servidor, hablaron en voz baja y luego Janeul regresó para decir que debía irse.
-De acuerdo.- asintió ella  pensando que cada vez era menos el tiempo que pasaban juntos. No quería preguntar, pero era obvio que él ya no contaba con la misma libertad para estar con ella. La besó ligeramente y se marchó.
Viéndolo irse, ella imaginó que un día sería la última vez.
Un año y medio después hubo un nuevo giro cuando el padre de Janeul murió repentinamente y él fue coronado como el nuevo rey.
Era extraño como a veces  uno imagina lo que sucedería ante un evento, pero cuando realmente sucede es imposible predecir lo que  dicho suceso implica o las consecuencias que desencadenará.
Byul estuvo al margen de todo, y no recibió noticias de Janeul, se fue enterando datos de los funerales y de la coronación por  las pocas amistades que había hecho allí quienes, asombradas por el cambio de estatus del príncipe, venían a contarle lo que habían oído en las calles o de bocas de sus clientes. Así ella pudo ir reuniendo información sobre lo que sucedía.
Las ceremonias duraron cerca de un mes, las calles se llenaron de congoja por el rey fallecido, de alegría por el nuevo rey y su reina ; y después de incertidumbre por lo que depararía para las personas el nuevo reinado.
Un rey joven, que ascendía repentinamente, significaba también un tiempo en que el poder debería estabilizarse, en que las distintas facciones políticas intentarían hacer valer sus posiciones , en que habría  luchas palaciegas por  ganar influencias. Y la gente que vivía lejos de palacio, temía cómo los afectaría en su vida diaria.
Byul esperó, se había vuelto buena en eso.
Y casi dos meses después de la muerte del rey, el nuevo monarca, apareció. Llegó una tarde embozado en una capa que cubría las ropas reales.
Ella suspiró aliviada al verlo llegar, Janeul llegó rápidamente a su lado y la abrazó.
-Vámonos de aquí – dijo y ella lo miró asustada.
-Janeul, entremos  - le pidió y logró arrastrarlo adentro.
-Busca lo que sea importante y vámonos, te sacaré de aquí.
-¿A dónde iremos? – preguntó ella.
-A palacio, conmigo. Es una jaula un poco más grande, pero  estaremos juntos.- dijo ansioso.
-¿Como tu concubina? – preguntó ella y él se derrumbó sobre una silla.
-Como mi mujer – respondió firmemente pero su mirada reflejaba las mismas inquietudes que sentía ella.  Aunque  ninguno  lo dijera, no podían hacer eso, porque significaría que Byul debería enfrentar a la reina, y la verdad, que compartían a Janeul,  sería ya innegable. Sin mencionar que ella se vería expuesta y humillada, no sería una experiencia agradable y ni siquiera él, con su nuevo rol, podría protegerla.
-Sabes que no puedo ir contigo, me quedaré aquí.
-Ahora eres libre, puedes salir. Buscaremos una casa para ti, un lugar…
- ¿Y qué se supone que haga ahí? ¿Qué siga esperando? Ahora eres  el rey, tienes otras responsabilidades,  y yo estaría sola en un lugar desconocido. Conozco este lugar, es mi hogar en cierta forma, como dijiste ahora soy libre, podré salir y eso bastará, pero no me iré. Además ,¿lo has pensado? ¿Qué dirán si me das un lugar para vivir y me visitas? Nadie dirá nada si sigues viniendo aquí como hasta ahora.
-¡No puedes quedarte aquí!
-Sabes que es la mejor opción.
-¡Byul!
- Solo te debilitarías, y es un momento importante. Eres el rey ahora, tienes tanto para hacer…- dijo ella suavemente, al verlo con aquella ropa había cobrado consciencia de la dimensión de lo  que estaba sucediendo. Janeul era el rey del país, el destino de miles estaba en sus manos ahora.
-¡Soy el rey, maldita sea, y no puedo sacarte de aquí! No digas que te quedarás, por favor.
-No hay  otro lugar para mí a tu lado.
-¡Maldito, mil veces maldito!- gritó con furia y aunque se lo decía a su padre que había muerto tras ponerle una nueva cadena, también se lo decía a sí mismo. Había pensado que el día que fuera rey  todo cambiaría, pero realmente no era así, había demasiado en juego y  todo lo que había argumentado Byul era cierto. Sólo podía garantizarle la libertad para moverse a su antojo o para irse lejos de él si era lo que quería, no había nada que pudiera hacer para estar juntos, más que  las opciones que ella había mencionado. Podía ser su concubina en palacio y salir herida de una forma u otra, o podía seguir siendo la cortesana que él visitaba. Podía también forzarla a salir de allí, pero  la arrancaría del único lugar conocido que tenía, era absurdo, pero cierto. No podía ser su esposa, ni su reina, ni nada más. Y se odiaba por eso.
La impotencia lo estaba ahogando. Después de gritar salió turbado por la ira.
-¡Janeul! – lo llamó ella angustiada y salió tras él. Creyó que se había marchado, pero Janeul se había detenido junto a la entrada.
Se volvió y la miró.
-Prometí que no iría donde no pudieras seguirme- dijo él apesadumbrado tras su arrebato.
-Gracias por cumplir  esa promesa – dijo ella acercándose.
-No puedo hacer nada-  musitó y Byul se abrazó a él.
Se quedaron allí abrazos un momento como si esa fuera la única forma de mantenerse en pie.
-Podemos hacer esto…- dijo Byul después de un momento y lo tomó de la mano para atravesar juntos la entrada. Caminaron juntos hacia el exterior,  sólo un par de metros fuera. Al menos ahora era libre.
- Mañana le diré al hermano de Jun que venga , así puede acompañarte donde quieras ir.
-¿No puedo salir sola?
-Sí, pero preferiría que no.- dijo él y no quiso explicarle que siempre tenía miedo que alguien la dañara por su culpa, porque  había sido demasiado evidente  en lo que sentía.- Y Byul..
-¿Sí?
-Tampoco vayas muy lejos, donde no pueda encontrarte.- dijo él y ella se giro para mirarlo, y le sonrió.
-¿Acaso hay algún lugar donde no puedas encontrarme? – preguntó risueña para diluir el tono grave con que él había pronunciado aquellas palabras- Tengo ganas de correr ahora, hasta aquel árbol, pero no voy a soltarte- le dijo y agarrándose de la mano fuertemente , aprovechando que no había gente alrededor más que los guardias de Janeul, corrieron hasta llegar al árbol señalado por Byul.
Luego caminaron de regreso y se despidieron, él no podía quedarse mucho más. Había mucho más que ambos querían decirse, pero callaron pues las palabras no servirían de nada.
A la mañana siguiente, Byul se despertó temprano y ansiosa, era libre para salir de allí. Era muy temprano, pero el hermano de Jun, Kang, ya había llegado para ser su escolta.
A aquella hora, la gente de la cocina solía ir al mercado a hacer las compras, y ella decidió que esa sería su primera salida, era algo cotidiano y sin embargo durante años no había podido hacerlo.
-¿No quiere ir a algún otro lugar?- preguntó  Kang.
-No, quiero ir con ellos, ya les pregunté si podía acompañarlos y dijeron que sí- explicó entusiasmada. Así que un rato después, ella y su custodio se montaron en la carreta que llevaba a la gente de la casa al mercado.
Si muchos años antes le hubiesen dicho que extrañaría el ruido de un mercado, el bullicio de la gente regateando  o  incluso los malos modales de algunos vendedores, Byul no lo hubiese creído posible. Pero así era, había añorado todo lo relacionado con la normalidad, se había acostumbrado a su vida silenciosa en sus habitaciones, pero había extrañado la vida verdadera. Había añorado ver a la gente ir y venir, las voces,  y sobre todo ser parte del mundo.
Extrañaba muchas otras cosas y quería visitar lugares que eran significativos para ella, pero había necesitado ir allí primero para recordar lo que era la vida en el exterior.
Los sonidos, el color, el trajinar de la gente, los aromas, le devolvían algo del pasado y de sí misma. De la que había sido antes de la tragedia, de la muchacha feliz y llena de sueños. Hacía un tiempo que se había conformado con su vida y con la felicidad que podía obtener de sus momentos con Janeul , o de pequeños instantes como ayudar a alguna de las mujeres da la casa de cortesanas, pintar cuadros o aprender algo nuevo.  El casamiento de Janeul y su entronización le habían hecho pesar el corazón, ahora, volvía a sentirse ligera y con esperanzas.
A lo largo de los siguientes días deambuló a sus anchas. Seguida por su guardaespaldas  recorrió  lugares de su pasado como la posada de sus padres, el río, el templo de los cipreses, y también  recorrió caminos nuevos descubriendo como había cambiado la ciudad en aquellos años. Y tuvo la precaución de mantenerse alejada de las cercanías del palacio.
 Durante la siguiente  visita de Janeul , le habló entusiasmada de sus salidas, estaba contenta de poder hablar sobre el mundo exterior. Y él, como siempre, se mostró interesado en escucharla, sobre todo porque ahora a quien le resultaba difícil vagar libremente entre la gente, era a él.
De hecho le pidió que lo mantuviera informado de las impresiones de la gente sobre su reinado.

-Hay mucho por hacer, pero si escuchas algo sobre lo que están descontentos o sus necesidades, quiero que me lo cuentes- le pidió y ella asintió encantada- Creo que lo primero que debo hacer será hacer algo respecto a las casas de cortesanas…- dijo él y ella se puso seria.
-¿Qué estás pensando hacer?
- Cerrarlas.
-No puedes hacer eso, Janeul. No es tan simple.
-Pero, las mujeres…
-Algunas han venido por su voluntad, algunas viven mejor aquí que en otros sitios. He escuchado sus historias, la pobreza o su situación familiar las obligaría a prostituirse y aquí se sienten seguras, en todo este tiempo, entendí que no es fácil juzgar. No puedes dejarlas en la calle, hay otras cosas que cambiar primero.- le explicó y él la miró largamente.
-A veces se me hace muy difícil seguir tus pensamientos. Cuando creo que haré algo que te  hará feliz, es todo lo contrario.
-Es sólo que es mucho más complicado de lo que creía. Tienes que evitar que vendan jóvenes contra su voluntad, que las fuercen a entrar aquí, impedir que una vida se use como pago de una deuda…- dijo ella emocionada y él quiso poder hacerlo, eso y mucho más. Crear un mundo mejor para que nadie sufriera lo que ella había sufrido, un mundo seguro como debió ser para la Byul niña. Y tal como ella había dicho tendría que trabajar para evitar que la pobreza y la injusticia dejara a las mujeres sin más opción. No se trataba de cerrar las casas, sino de buscar una solución más profunda.
Miró a la joven que amaba, y sintió que ella había crecido mucho en aquellos años, pero no sólo en edad sino en su capacidad para ver a las personas de verdad, considerando sus historias y circunstancias. Había madurado mucho y aunque se sintió orgulloso, también le dolió. Cada vez que buscaba el origen de todo, terminaba en lo mismo, si él hubiese hablado a tiempo en lugar de mentir sobre su identidad o si se hubiese alejado tras salvarla de caer al río, quizás Byul podría haber mantenido más tiempo una visión amable del mundo, en lugar de probar lo doloroso que era.
Byul disfrutaba mucho de sus salidas, sin embargo poco a poco  tampoco le fue tan fácil , pues  habían empezado reconocerla y en algunos de sus paseos podía escuchar las murmuraciones a su espalda que hablaban de que era la mujer del rey, la cortesana que era su amante desde hacía muchos años. Incluso algunas personas le habían hecho reverencia como si temieran ofenderla y acarrearse alguna desgracia.
También en la casa de cortesanas la trataban distinto, las mujeres a quienes tanto le había costado acercarse habían vuelto a  poner distancia, y había mucho más clientes de la nobleza que llegaban hasta allí, hombres que si la cruzaban casualmente la miraban con curiosidad y anhelo.
La regenta llegó hasta sus habitaciones para hablar con ella.
-¿Tomarías un té conmigo?- le dijo y la joven asintió.
La mujer la invitó a sus propias habitaciones y preparó el té, Byul pensó que su relación con aquella mujer era, quizás, la más extraña de todas. Alguna vez había sido su verdugo y muchas otras veces, actuaba como su anfitriona y consejera.
Le sirvió el té con elegancia y casi pudo imaginar lo que había sido cuando más joven, aún era hermosa. Byul no conocía su historia, y quizás nunca la sabría, pero por un instante sintió algún tipo de conexión.
-Sólo quería aconsejarte que seas prudente, porque creo que no sabes lo influyente que te has vuelto y lo peligroso que puede ser – dijo la mujer apenas se sentó y ella la miró sorprendida.
-Yo no tengo poder ni influencia alguna.
-Ahora eres la mujer del rey, sé que para ustedes es una historia de amor y que ambos olvidan quienes son cuando están juntos, lo he presenciado durante años. Pero no es así para los demás, y los demás saben que eres importante para él, y eso significa que tienes influencia. Eres la mujer que visita desde hace años, eso significa algo, ¿verdad? En estos días muchos hombres poderosos, nobles y comerciantes me han pedido verte, obviamente que ninguno se atrevería a tocarte, pero quieren desesperadamente una audiencia contigo, quieren hacerte llegar sus reclamos y pedidos para que se los transmitas al rey.
-Yo no…
-Lo sé, y por eso me he negado, además de que  conozco muy bien a tu hombre y me mataría sin dudarlo si dejo que alguien se te acerque. Pero también hay una reina en palacio, y dudo que ignore tu existencia, así como todos están interesándose en ti, ella también lo hará , tarde o temprano, y puede ser muy peligroso.
Y además deberías recordar que la influencia que tienes es cierta,  ya no posees el corazón de un hombre cualquiera sino el del rey, y eso exigirá un precio.- dijo la mujer y Byul no supo que contestar, ya que aquella conversación  la hacía ver que no había comprendido realmente cuánto había cambiado todo.
Mientras descansaba en brazos de Janeul,  observando sus largas y oscuras pestañas y su respirar relajado, no pudo dejar de pensar en lo que le había dicho la regenta.
Sentía que ella era un punto débil para él, el anterior rey  lo había manipulado amenazándolo con ella, con su seguridad. Ahora, era el monarca, pero aún no tenía poder suficiente, se preguntó si tendría enemigos que quisieran usarla como arma contra él. Le preocupaba que alguna imprudencia de su parte, algún paso mal dado, lo dañase.
-¿En qué piensas?- preguntó él abriendo los ojos.
-En ti- susurró y eso lo hizo esbozar una sonrisa.
-Me gusta eso, pero será mejor que duermas- le dijo somnoliento y la atrajo hacia sí. Byul se acurrucó contra él, con la extraña sensación de que estaba viviendo un momento que pronto, muy pronto, sería un recuerdo de un tiempo perdido.
Ella decidió seguir el consejo que le habían dado y fue prudente, a pesar de su libertad para ir y venir, cuidó bien sus pasos y evitó llamar la atención en sus salidas.
Trató también de ser moderada en sus discusiones con Janeul sobre los cambios que eran necesarios, pues sabía que él estaba dando todo de sí para ser un buen rey para su pueblo. Y sobre todo  intentó  reconfortarlo cuando lo veía agobiado.
Intentó también que el amor fuera más importante, que pequeños momentos compensaran la poca frecuencia con que se veían.
Intentó creer en que no era necesario un final, ni bueno ni malo para lo que tenían, sino que vivir el instante era la única opción.
Lo intentó con todo su ser durante un año y medio, hasta que cumplió veinticinco años.
Llevaban un mes sin verse y cuando se encontraron, Janeul supo que algo sucedía. Byul se veía distinta, ni siquiera pudo besarla, pues pudo sentir que no sería bienvenido.
-¿Qué sucede? – preguntó.
- Hablemos – dijo ella.
-Lamento no haber podido venir antes…- dijo apenas entraron, imaginando que eso la había enfadado.
-Janeul, dijiste que la única forma en que no regresarías a mi lado  era si yo te lo pedía. Eso estoy haciendo , te lo pido, ya no vuelvas.- dijo sorprendiéndolo.
-Byul, dime qué es lo que te enfadó o entristeció y lo arreglaré - pidió incrédulo.
-No es algo que puedas arreglar, llevo mucho tiempo sintiéndome así, me di cuenta que ya no puedo vivir de esta manera.
-Byul…
- Esperar siempre, vivir a medias, me he cansado de eso. Ya no me hace feliz, si nos separamos, si dejo de ser tu mujer quizás pueda tener una oportunidad de ser feliz, ¿verdad? – dijo ella y él sintió que el mundo se derrumbaba, no podía creer lo que estaba escuchando. No podía estar apartándolo de su lado.
-Nos amamos- dijo como única  defensa, pues no entendía lo que estaba sucediendo.
- Son momentos tan breves que no sé si son realidad o parte de un sueño, eres el rey y esa es tu prioridad, vives en palacio con una reina que siempre es una sombra entre nosotros. ¿Seguiremos haciendo esto mismo en diez años, en veinte? Yo quiero una oportunidad de tener una vida normal, aunque me ames, no puedes darme eso , y no quiero terminar odiándote un día. Separémonos, puedo irme lejos, quizás encontrar a alguien, tener una familia propia. Quiero intentarlo, Janeul. Quiero intentar ser feliz de esa manera.
-¿Sin mí?
-¿Podemos ser felices juntos?- le preguntó ella a su vez.
-Creí que lo éramos.
-Por favor, no vuelvas a mí- pidió y aunque le doliera, él supo que ella lo decía en serio.
-¿Estás segura? ¿Sabes lo que significa?
-¿Qué ya no seré la mujer del rey?
-Sí, aunque te moleste, ese título servía como protección. Si creen que te rechacé, haber sido mi mujer se volverá un estigma.
-Iré lejos, donde no importe.
-¿Byul, estás segura?
- Amarte me lastima, siempre me ha causado dolor y ya no lo resisto – le dijo ella y eso selló su destino, aquella frase contenía tanta verdad que era algo contra lo que Janeul no podía luchar.
-Lo preguntaré por última vez, ¿de verdad quieres que esta sea la última vez que nos veamos? ¿De verdad ya no debo volver?
-Sí – dijo mirándolo decidida y Janeul bajó la cabeza.
-Entonces, te libero.- dijo y se marchó sin mirar atrás.
Quince días después, Byul dejó la casa de cortesanas junto al embajador extranjero que años atrás había comprado su pintura.
Y durante diez años, ella y el rey, no habían vuelto a verse. Ni cuando ella había vivido en el extranjero, ni cuando había regresado cinco años atrás para hacerse cargo de la casa de cortesanas.
Diez años sin verse, hasta aquella noche.
Hasta que él había vuelto a ir a ella.

2 comentarios:

  1. Guau.. quede en shock con el ultimo párrafo, todo estaba tan bien, nunca imagine como llegaron a esa separación, espero con ansias saber más porqué ella decidió alejarse.

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    Respuestas
    1. Gracias Yocelyn me alegar que la estés leyendo y ver tu comentario. Pronto pronto subo lo que sigue. Besos

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