viernes, 25 de septiembre de 2015

Pétalos de Cerezo 6°



Al despertar, el primer pensamiento de Anna era que aquel día era el último en esa ciudad, la mañana posterior tomarían un tren  que los llevaría a cada uno por caminos separados. Ella llevaría a su abuela a su destino final y Takeshi Izumi volvería a su hogar y sus responsabilidades. Suspiró desalentada.
Después de asearse y vestirse, tomó el diario de su abuela y releyó algunos párrafos. Fue casi un golpe físico descubrir cuán reflejada  se sentía ahora con aquellas palabras.

“Cuando cierro los ojos, puedo estar allí, los recuerdos me envuelven. Vuelve el olor de las flores, del aire, vuelvo a caminar por esas calles, vuelvo a verte a ti”.


Anna sintió un estremecimiento porque sintió que cuando regresara, una parte de ella se quedaría en Japón para siempre. Se llevaría los recuerdos, pero también dejaría  algo detrás.
Y también sintió miedo, ya que Takeshi Izumi  fue lo primero que apareció en su mente, y miedo porque tendría que dejarlo atrás.
Era sólo alguien que se había cruzado en su camino, no podía dejar que tuviera una mayor trascendencia, aunque en su interior sabía que ya era tarde.
Le provocó cierto alivio descubrir que él no estaba cuando fue a desayunar, le había dejado una nota diciendo que saldría a hacer unos trámites y que regresaría al mediodía.
Agradeció tener un tiempo más para sí misma, y para procesar los sentimientos confusos que se arremolinaban en su interior.
Al alojamiento llegaron un par de ingleses a hospedarse unos días, eran ingenieros que trabajaban en los ferrocarriles, y al saber que había una joven inglesa en el lugar, se acercaron a Anna. Encontrar un compatriota cuando se estaba tan lejos del propio país era todo un evento, así que los jóvenes se pusieron a charlar y hablar de sus experiencias.
También Anna estaba entusiasmada, sobre todo porque podía escuchar sus historias e impresiones sobre aquel país que tanto la sorprendía.
Uno de los muchachos era del mismo lugar que ella, así que si bien no se conocían, sí habían escuchado hablar de sus respectivas familias.
-No creo que me expulsen de la familia porque he venido por trabajo, pero mi madre me manda cartas horriblemente extensas dándome consejos y donde dice lo mucho que llorar  y reza por mí que vivo en esta tierra pagana y salvaje – dijo uno de los muchachos y eso la hizo reír.
Fue en ese momento cuando Takeshi regresó.
Fue bastante hosco cuando le presentó a los ingleses, parecía casi enojado.
Ella lo invitó a unirse a ellos para el almuerzo pero el joven japonés dijo que ya había comido fuera, así que declinó la invitación. Alegó estar cansado y se retiró a su habitación.
En la tarde cuando volvieron a verse, era el hombre parco que había conocido al principio, respondía con monosílabos y  cuando ella le propuso salir a dar un paseo, respondió que lo del día anterior había sido suficiente.
La joven se sintió herida y rechazada, pero  no pensaba hacer ninguna clase de reclamo. Hubiera querido aprovechar juntos aquel  día, pero ya que no era posible aceptó la invitación de uno de los jóvenes ingleses a visitar uno de los templos locales.
El paseo fue ameno y pudieron compartir las impresiones de dos extranjeros. En el templo los dos se sintieron atraídos por la arquitectura y los rituales religiosos, el joven hablaba algo básico de japonés, así que incluso pudieron comprar unos talismanes que vendían allí.
Sin embargo, Anna no disfrutaba plenamente, añoraba la presencia de Takeshi. De ser él quien la acompañara hubiera sido muy diferente y lo hubiera acosado con preguntas Seguramente, él habría respondido con sus extensas explicaciones casi eruditas.
Sabía que a él no le gustaban los extranjeros, sin embargo que regresara a aquella fría actitud le molestaba, más aún cuando el día anterior había sido tan maravilloso y revelador.
Al llegar, él estaba en el jardín y apenas hizo un gesto de cabeza como modo de saludo.
Ella respondió con la misma indiferencia.
-Dijo que él se apellidaba Izumi, ¿verdad? – preguntó su acompañante.
-Sí, así es.
-Me pregunto si será algo de la famosa familia Izumi de Furukawa.
-¿Famosa familia? – preguntó con curiosidad.
- Son una antigua familia japonesa muy influyente y rica, digamos que son parte de la nobleza local. – Explicó y Anna supo que sin dudas era la familia de Takeshi. Eso explicaba muchas cosas sobre él.
-La verdad no lo sé – respondió, no tenía ganas de compartir con extraños sus especulaciones sobre Takeshi.
La hora de la cena no fue mucho mejor, se sentaron juntos a comer pero cuando los ingleses se les unieron, la atmósfera cambió.
-Maneja muy bien los palillos – la elogió uno de ellos.
-Gracias, el Señor Izumi fue quien me enseñó – dijo ella tratando de involucrarlo en la charla, pero él permaneció con la mirada baja, concentrado en su comida.
-Ha hecho un buen trabajo, sin dudas, yo tardé mucho en  aprender. Durante mucho tiempo cargué los cubiertos en mi equipaje. Mi madre se espantaría de mi forma actual de comer, seguramente me expulsaría de sus cenas.
-Es parte de viajar a lugares exóticos, estoy seguro que le pasa lo mismo a ustedes con nuestros cubiertos, ¿verdad? – preguntó el otro joven dirigiéndose a Takeshi
- No tengo intención de cenar en un salón inglés, así que no es algo que me preocupe- respondió ásperamente el joven japonés.
-Yo estoy segura que podría  desenvolverse bien en cualquier lugar – dijo Anna tratando de aligerar el tenso clima que había surgido.
-No soy un animalito bien entrenado, Señorita Seymour – dijo él de pronto y se puso de pie – Buenas noches, que disfruten la cena- saludó y se retiró.
Anna no comprendía qué estaba pasando. Se disculpó con sus acompañantes y fue tras Takeshi para pedirle explicaciones. Ella no había hecho nada que mereciera aquella contestación, ni aquel trato.
-¿Qué hace aquí? – preguntó él cuando ella llegó hasta su habitación y sin mucho preámbulo entró.
- Quiero una disculpa – dijo ella y él la miró sorprendido.
-¿Una disculpa?
-Se ha comportado groseramente. Y no sólo con ellos sino conmigo. Creí que éramos amigos.
-No somos amigos, Gaijin.
-Deje de llamarme así, odio cuando lo hace.
-Pero es lo que es, una extranjera, los dos lo habíamos olvidado,  pero la presencia de sus amigos ingleses me lo recordó.
-Ellos no son mis amigos, ¡cielos!  ¿Tanto le costaba ser un poco más educado y tolerante?
-No tengo por qué estar allí viéndola coquetear con ellos, ¿verdad?
-¿Coquetear?  – preguntó sorprendida. No había coqueteado con nadie, sólo había sido amable
- Bueno no sé cómo llame usted a ese comportamiento, pero era toda risas, y apenas acababa de conocerlos, sin mencionar que se fue de paseo con uno de ellos.
-Me fui de paseo porque no quiso venir conmigo, se ha comportado terriblemente desde esta mañana y no entiendo por qué.
-¿Qué quiere de mí, Gaijin?
-Que sea amable. Y me acusa injustamente como si fuera una zorra que mueve su cola ante cualquier hombre que pasa.  Después de lo bien que pasamos el día de ayer, creí que éramos amigos, creí que nosotros…- dijo ella y levantó su mirada hacia él.
Con un par de pasos, Takeshi llegó hasta ella y la sujetó por los hombros.
-¿Qué esperaba? ¿Esto? – preguntó y la besó. Fue un beso brusco y se lo notaba enfadado. Anna, asustada, lo empujó alejándolo de ella.
-¿Qué pasa con usted? – lo increpó enfadada. Aquel hombre le resultaba un completo desconocido.
-¡¿No es lo que buscaba?! ¿Una aventura amorosa con un japonés como su abuela? ¿Algo emocionante que recordar cuando regrese a su lugar en Inglaterra? ¿Divertirse un poco  para luego casarse con un hombre como esos con los que ha pasado el día?
-¿Cómo mi abuela? Ella amaba a Akira, ¡se amaban! ¿Entiende qué es eso?
-Por eso se casó con otro mientras él se quedó solo, esperándola toda la vida. Nunca le hablo de él, ¿verdad?- continúo sin piedad.
- Ellos se amaban, lo guardó en su corazón hasta su último día. Ellos no eran un japonés y una inglesa, eran un hombre y una mujer que se amaban. ¡¿Cómo puede tergiversar todo y convertirlo en algo tan retorcido?! ¡Lo odio!- le gritó con los ojos llorosos y se marchó de allí.
Aún sentía los labios hinchados por el brusco beso, pero lo que más le dolían eran aquellas palabras crueles y pensar que todo el tiempo que habían compartido había sido reducido a algo sucio.
No podía comprender cómo todo había salido tan mal. Se refugió en un rincón del jardín y lloró desconsoladamente.
Takeshi dio un golpe contra la viga de madera. Ni siquiera sintió el dolor en la mano, pues lo que le dolía  era haber perdido el control de aquella manera.
Celos, eso era lo que había sentido al verla con aquellos hombres. Por primera vez en su vida había sentido celos y lo habían convertido en un completo idiota.
Los sentimientos que habían aflorado la noche anterior, las cicatrices del pasado y aquellas emociones desconocidas lo habían sumergido en un caos que no había sabido controlar. Y él sabía controlarse muy bien.
Había sido cruel con ella, estaba seguro que no podría olvidar su cuerpo tembloroso y su mirada dolida. Y tampoco lo labios que aún podía sentir  en su propia boca.
Era un gran embrollo y tenía que arreglarlo. No podía dejar que fuera Anna quien pagara sus equivocaciones. Trató de calmarse un rato y salió a buscarla.
La encontró en el jardín, se acercó despacio para no asustarla, pero aún así ella se levantó apenas notó su presencia. El rastro de las lágrimas aún marcaba su rostro. La joven empezó a alejarse.
-Anna…- la llamó y eso la hizo detenerse, era la primera vez que la llamaba por su nombre.
-Sinceramente no quiero verlo, no ahora – dijo mirándolo estoicamente
-Mi padre era inglés- expuso él y Anna se lo quedó mirando sorprendida. Takeshi se le acercó lentamente – Me disculpo por lo que pasó, si me escuchas, voy a contarte mi historia…- ofreció hablándole informalmente como si quisiera derribar cualquier barrera entre ellos.
Había ansiado que él le hablara de sí mismo, pero jamás había imaginado aquel giro de  los acontecimientos. Sin embargo, quería escuchar, quería saber y quería comprenderlo. Quizás si lo comprendía, podría perdonarlo y ya no sentiría la angustia que le había provocado su enfrentamiento.
Asintió levemente con la cabeza.
-Sentémonos, es una larga historia – dijo él y se dirigió a la plataforma de madera. En silencio, Anna se sentó a su lado guardando cierta distancia.
-Mi madre se llamaba Hikari, era la única hija mujer de la familia Izumi.  Ser hija de esa familia significaba ser algo parecido a una princesa y había sido educada como tal, era hermosa e inteligente. Su nombre significa luz y eso era, la luz que alumbraba su casa. Entonces, cuando tenía diecisiete años, conoció a William Laurent. Era un joven inglés de buena familia – contó y su voz se tiñó de sarcasmo- trabajaba para una empresa naviera que a su vez tenía negocios con mi abuelo. Fue natural que frecuentara la casa, y fue recibido con cortesía. Nadie imaginó lo que sucedía hasta que se fugó con mi madre.
-¡¿Se fugaron?! – preguntó ella incapaz de seguir guardando silencio.
-Sí y mi madre dejó una carta explicando que se amaban y que no la buscaran, había decidido abandonar a su familia por el hombre que amaba. Por supuesto que mi abuelo no le hizo caso, la buscó hasta encontrarlos. Ella estaba embarazada.
-¡Oh!
-Vivían en Tokio en un lugar pequeño y precario sin ninguno de los lujos a los que ella estaba acostumbrada. Al fugarse con la hija de Izumi , el había sido despedido de la compañía, así que trabajaba en el puerto como estibador.
-Tu abuelo, ¿los perdonó?
- Mi madre había sido deshonrada así que deseaba matar al joven inglés, pero ella le rogó que no lo hiciera. Juró que se amaban, le pidió que los dejara ser felices. Mi abuelo pensaba que de haberla amado jamás la hubiera tratado así, ni siquiera se habían casado ni él le había comunicado a su familia su nueva situación. No había sido criada para ser tratada así, había dañado el honor de toda la familia. Finalmente mi abuelo decidió expulsarla de la familia, ella había tomado su decisión, así que la dejó ir.
-¿Abandonó a su hija? – preguntó con tristeza Anna.
-Ella los abandonó primero…
-¿Se casaron?
-No, poco antes que yo naciera, él enfermó de neumonía y murió. Tenía veinticinco años.- dijo sin expresar emoción alguna. Anna sintió mucha pena por aquella muerte tan prematura.
-¿Tu madre regresó a su casa?
-Aunque hubiera querido no podía hacerlo. Mis abuelos habían dejado en claro que sólo tenían un hijo, mi tío Eita, el heredero de la casa Izumi. Ella no podía volver. Estaba sola y con un niño  nacido fuera del matrimonio y mestizo.  Además había crecido siendo sobreprotegida, no había mucho que pudiera hacer por sí misma.
-¿Qué sucedió?
-Tuvo que arreglárselas para salir adelante y empezar a trabajar, primero como bordadora , luego trabajó en un restaurante y en todo lo que podía. No fue fácil para ella ni para mí. Cuando fui lo suficientemente mayor para entender sufría por no tener un padre…
-Pero no fue su intención dejarlos, él murió…
-No hubo tiempo para saber qué tan cierto era su amor, yo lo odiaba, así como odiaba que los demás me llamaran sangre impura y otros insultos semejantes – explicó y Anna lanzó una exclamación de angustia. Pensar en un pequeño Takeshi siendo atacado y maltratado le resultaba doloroso.
-También me dolía ver a mi madre trabajar hasta el agotamiento, era una criatura dulce y bella, pero en poco años perdió su juventud .Se la veía agotada y desmejorada. Era poco lo que podía hacer por ella siendo un niño, la ayudaba tanto como podía, también trabajaba ayudando en la cocina del restaurante o haciendo mandados. Cuando tenía siete años, una tragedia sobrevino a la familia Izumi e irónicamente significó un beneficio para nosotros.
Mi tío Eita murió en un accidente y la familia se quedó sin heredero directo. Mi abuelo vino a buscarnos, después de todo yo llevaba su sangre, estaba complacido de que tuviera más rasgos orientales que occidentales. Eso le ayudaba a no pensar en mi origen. Habló con mi madre durante mucho tiempo, recuerdo que esperé afuera, no entendía muy bien lo que sucedía pero mi madre me explicó que nos mudaríamos.
Ese mismo día nos pusimos en marcha.
-¿Entonces?
-Entonces nuestra vida cambió, yo pasé a ser el heredero de la familia Izumi y empezaron a entrenarme como tal. Pero mi madre se convirtió en una sombra, era cierto que ya no tenía que trabajar ni esforzarse por sobrevivir día a día, pero  la relación con su familia estaba rota para siempre. Tampoco podía escapar a las miradas sancionadoras ni a que los familiares mayores le recordaran constantemente su pecado. Tampoco podía estar presente cuando había invitados o en las festividades.
- ¡Qué crueles!
- Eran las tradiciones, Gaijin. – dijo y esta vez el apelativo  fue dicho con suavidad, casi como apelativo cariñoso. Hizo una pausa para observarla y luego continuó- Yo, por otra parte, estaba decidido a ignorar mi parte inglesa y hacer que estuvieran orgullosos de mí. Creí que de esa forma lograría que respetaran a mi madre, pero con mi desprecio hacia mi padre la hacía sufrir. Pero no podía evitarlo. Quería ser un japonés puro, quería ser el nieto que mi abuelo deseaba, quería ser fuerte y dejar atrás todo lo que habíamos sufrido.
-Lo lograste, ¿verdad?
- Sí, pero ella no pudo verlo. También enfermó y murió cuando yo tenía doce años.
-Takeshi…-musitó y casi sin darse cuenta apoyó brevemente su mano sobre la de él.
-Fue la única vez que vi llorar a mi abuelo, supe que él la amaba y que se arrepentía del trato que le había dado. Pero ya era tarde. Lo único que pudo hacer fue cuidar de mí y asegurarse que nadie jamás volviera a mencionar algo sobre mi origen ni a criticar a mi madre. Desde ese día, el pasado quedó sellado. Yo era Takeshi Izumi, el futuro cabeza de familia y eso era la única verdad.
-No para ti. No olvidaste nada.
-No. Esa verdad está dentro de mí, en mi sangre. Soy alguien que no pertenece del todo a ningún lugar y que siempre tiene la inseguridad de  que alguien se lo recuerde. Me has dicho  que soy serio y aburrido, tal vez es cierto,  me he esforzado mucho para ser lo que esperaban de mí, para no defraudar las expectativas de la familia. Durante todos estos años me he comportado correctamente evitando que pudiera generarse cualquier rumor. Y el rechazo que sentía por mi padre se convirtió en un rechazo hacia los ingleses en general. Aún sabiendo que era un rechazo hacia mi propio linaje.
Pido perdón por lo que dije antes, pero en verdad creo que nada bueno puede salir de un amor entre dos personas tan diferentes. Mi madre, William Laurent, yo…tu abuela y Akira Tanaka…tantas vidas perjudicadas con la excusa del amor.
-¿Nosotros…? – dijo ella sin saber muy bien qué preguntar.
-Nosotros, quizás hubiera sido mejor no conocernos.
-No es verdad. Ahora puedo entender.
-No, Gaijin, no entiendes. Mi reacción contigo esta noche fue imperdonable, pero sentí celos  al verte con esos hombres y no pude controlarme…- confesó y Anna lo miró asombrada por aquellas palabras. No había esperado que él fuera tan directo ni tampoco que fueran celos la causa de lo que había pasado entre ellos.
- Si fueron celos…entonces…
-No puede ser. Esto que está pasando entre nosotros, no puede seguir creciendo, no puedo dejar que pase. También lo sabes. Tú y yo tenemos caminos y lugares diferentes. No quise lastimarte ni quiero hacerlo en el futuro. Mañana tomaremos ese tren y volveremos a ser los de siempre – dijo él.
-No puede decretarse qué sentir, Takeshi.
-Te conté mi historia para que entendieras. No voy a volver a perder el control.- sentenció.
-Ahora entiendo …- susurró ella quedamente. Y era verdad, entendía el comportamiento de él, entendía su desprecio hacia los extranjeros, entendía sus contradicciones. Pero ahora  también sabía que había otro Takeshi además del circunspecto heredero de la familia Izumi, lo había visto reír y bromear, era amable y encantador, había cuidado de ella incontables veces.
Y ahora también sabía que él sentía algo por ella, que no era la única que estaba experimentando  aquellos confusos sentimientos. Tampoco ella quería que saliera lastimado, a través de su relato había aprendido sobre sus heridas y miedos. Aún así no podía hacer caso omiso a lo que él había confesado sentir.
-Te pido que me perdones, una vez más, y que puedas descansar.- dijo y comenzó a alejarse.
Anna lo sujetó del brazo.
-Takeshi…espera…- lo llamó suplicante. Él no se giró pero le habló quedamente.
-Su nombre es Yukiko Saitō, mi prometida,  y para mi abuelo fue una tarea difícil que sus padres aceptaran el casamiento conmigo. Su familia tiene una tradición similar a la nuestra, y aunque no se hable de ello, mi origen sigue siendo un secreto a voces. Sin embargo, nuestra influencia pesó más y aceptaron. La boda será a comienzos del verano, todos están esperándola ansiosos…- explicó y ella supo que estaba diciendo aquello tanto para evitar que ella dijera algo irrevocable  como para detenerse a sí mismo. También ella pensó en Thomas y en sus padres. Lo soltó.
-Buenas noches , Takeshi – dijo con la voz estrangulada y se alejó.
La joven llegó a la habitación y se dejó caer en el suelo, no tenía fuerzas para tenerse en pie.
 Recordó las palabras de Madame Fleury y cobraron un nuevo significado, ahora sabía cuán ciertas eran.
Si alguien le preguntara qué sentía por Takeshi Izumi, habría contestado si dudar que lo amaba. Ahora estaba segura. Y dolía.

4 comentarios:

  1. No había comentado antes, pero esta historia me parece bella!!
    ambos se debaten entre el deber y lo que sienten, esperando por el siguiente capitulo jeje

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ohh no! como es que cada vez que comento aparece por dos jajaja

      Eliminar
    2. ohh no! como es que cada vez que comento aparece por dos jajaja

      Eliminar
  2. No había comentado antes, pero esta historia me parece bella!!
    ambos se debaten entre el deber y lo que sienten, esperando por el siguiente capitulo jeje

    ResponderEliminar

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...