viernes, 19 de junio de 2015

Besos Robados 3

Después de lanzarle una última mirada cargada de rabia al panel de botones de aquel maldito trasto, rebufó y se giró para sacar su móvil del bolsillo derecho de su pantalón y mirar, si tenía mínimamente algo de cobertura en aquella caja de metal.

¡Sí, dos rayas!

Apreció con un brillo esperanzador en su mirada, antes de desbloquearlo y comenzar a darle al contacto de su amiga para intentar comunicarse con ella. Notando en todo momento, como era observado por el otro ocupante.


Pero no pudo intentar captar nada más, dado que su fiel amiga descolgó el teléfono con un volumen tan alto, que estaba seguro que en aquel lugar no tendría que poner uno con detenimiento la oreja, para entender la conversación.

-¡Se puede saber en dónde demonios te has metido! –Ladró su amiga con malas pulgas al principio, después ya salía a relucir su tierno corazón-. ¿Estás bien, no te habrá pasado nada? ¡Has visto las fotos que te envié! –Dijo lo último con gran regocijo en su voz.

Ángel, no pudo evitar sonreír con el atropello de la charla.

-Decidí venir por primera vez en el maldito metro –Masculló entre dientes, sabiendo que la culpa de aquella acción la tenía ella por indicarle que así tal vez podía conocer a alguien, en vez de ir siempre en su flamante deportivo-.Y éste, a causa de la tormenta se quedó averiado en medio de un maldito túnel completamente a oscuras –Siguió ladrando con tono hilarante-. Y me llevé un bolsazo de una mujer, porque dijo que yo le metí un pellizco en su trasero – Masculló aún con incredulidad-. Solo se detuvo, cuando le solté que era gay y veía difícil el querer tocarle su trasero –Escupió aquello, mirando de forma disimulada al hombre que había encerrado con él, para poder ver su reacción. Pero su expresión era la misma. Todo calma-. Y ahora, me hallo encerrado en el maldito ascensor de tu edificio con una persona más. Así que avisa al de seguridad o mantenimiento, para que nos saquen de aquí cuanto antes.

-Madre mía, pero como coges el metro en un día como hoy –Le riñó sin poder aguantarse la joven la risa-. Está claro que hoy no es tú día de suerte –Suspiró apenada-. Y yo que quería presentarte a alguien…

-Meredith –La interrumpió con tono desesperado-. ¡Que busques al de mantenimiento!-Ladró con cansancio.

-¡Uy sí! –Rió nerviosa-. Voy… -Y le colgó.

-Esta como una cabra –Siseó por lo bajo, apoyando su espalda en una de las paredes y quedando así, a la izquierda de la otra persona-. Ahora veremos si salimos rápido de aquí –Comentó en voz alta y mirándolo.

-Estoy acostumbrado –Sonrió con la comisura de sus labios-. Sin embargo, veo que has tenido un día movidito –Indicó con un tono amigable.

Ángel rió abiertamente, mostrando así otro lado atractivo para el hombre.

-Movidito es quedarse corto –Admitió con cierta burla.  

-Si todo va como siempre, estaremos aquí como media hora –comenzó hablar con tono suave-, y veo que estas empapado. ¿Quieres que te deje ésta camisa que llevo de más? –Indicó tocando la prenda con una de sus grandes manos.

¿Debía buscar doble sentido ante aquella amabilidad?

¡Por dios, iba tan desesperado en tener alguien con él, que creía ver interés en todo gesto amable!

Que cierto era aquello, que el dinero no te daba la felicidad. Solo comodidad y libertad. Tenía treinta y cinco años y lo que más quería, era algo difícil de conseguir con dinero. Sí que era posible, pero no era al cien por cien.

Solo quería empezar una nueva etapa de su vida de calma y tranquilidad, junto a alguien. Poder dar todo su cariño como recibir también. Pero al parecer, el siglo veintiuno no era mucho de relaciones estables.

Podía contar con una mano, sus amigos que vivían felices con su pareja. Los demás, solo querían salir hasta altas horas de la noche y beber hasta el culo.

Eso, lo había cumplido en su juventud.

Ahora el cuerpo y el corazón, le pedían mucho más. Necesitaba cubrir un enorme espacio vacío en su corazón. Pero por el momento, no se encontraba nadie que compaginara con él y que quisiera lo mismo.

Pero aquel hombre que estaba encerrado con él, le atraía.

Lo admitía. Desde que había entrado, había sido consciente de su perfume, su sonrisa de pillín y de sus ojos azules. Pero había más… Sentía como si conectaran. Se sentía bien con él, sin siquiera haberse presentado aún.

Pero ya no era un jovenzuelo en una discoteca de ambiente, que iba a la caza. Ahora era un adulto, con una imagen de seriedad que transmitir por su negocio y familia. De modo, que nada de ir directo averiguar si quería conocerlo mejor.

Es lo que tenía ser adulto y responsable. Que la mitad de las cosas, tenías que reprimirlas de no hacerlas.

-Muchas gracias, pero en verdad no me molesta mucho –Le agradeció empleando un tono dulce y zalamero-. Suelo ser muy caluroso. En invierno, puede decirse que se me puede emplear como manta para las frías noches.

No puso cara de espanto, habiendo escuchado anteriormente su condición sexual. Simplemente sonrió y se encogió de hombros.

-Como gustes –Cambió el peso de su cuerpo de pierna-, suerte tienes. Yo sin embargo, me quejo mucho del frío. Siempre va bien tener ese calor en la cama.

¿Volvía a pensar en doble sentido?

Por dios, era la primera vez que se sentía algo frustrado en no poder averiguar por donde iba la charla de un hombre.

Iba a tener que ir poco a poco…

-¿Trabajas aquí? –Preguntó sin demostrar demasiado interés.

-Sí –Soltó sin más-. Sin embargo a ti no te he visto nunca por aquí  y eso, que cada día pasa gente nueva.

-No, no trabajo aquí –Respondió picado consigo, al ver que el chico no era de dar muchos detalles a la ligera-. Vine hacerle un favor a una amiga. La que llamé por teléfono…

-Meredith, sí –Asintió sin mostrar ningún signo diferente. Todo seguía en calma.

-¿La conoces? –Volvió a preguntar con cierto interés.

-Aquí nos conocemos todos –Volvió a responder sin dar nuevamente muchos detalles. Sí, era un chico duro de pelar.

Bien, iría por otro lado. Además, quería saber si saltaban chispas con su contacto…

-Perdona mi falta de educación –Dio un paso hacia él alargando su mano derecha-, me llamo Ángel.

Ahí te he pillado majo, no tienes más obligación que darme esa información privilegiada y tocarme. Pensó victorioso y animado.

   ***

Tal vez, sí que tenía a Cupido aquel día rondando también para él y no solo acaparado con Hada.

Tenía que felicitar a Meredith por tener a un amigo así y pensar en él. Era, si no se equivocaba, su alma gemela. Y por lo que observaba, tan vivaracho como él. Pero no iba a dejarle todo el merito de macho alfa. 
Además, no quería que fuera todo rápido. Antes, quería saborear su impaciencia.

Pero tenía que observar que era listo, estaba buscando como fuera un contacto y lo había conseguido.

Así que con media sonrisa divertida, alargó su mano un tanto impaciente también, por ver si había hormigueo de seguridad, calor, deseo…

-Mucho gusto, mi nombre es Ralph.

Si no fuera, porque en aquel momento les hablaron por el altavoz del dichoso ascensor. Todo aquello de que quería alargar un poco él sobre la atracción que había en el aire, lo habría mandado al garete, agarrando al hombre por las solapas de su americana y atrapado sus labios en un beso robado.

Pero el pitido y la voz estridente que sonó al otro lado, provocaron que los dos dieran un salto y se separaran varios pasos de distancia.

La música, el baile, las mariposas de las que todo el mundo hablaba al conocer tu amor, tu alma gemela… Habían estado presentes en aquel simple roce de manos.

Era tal la sensación de calidez, confianza y deseo que había sentido, que se le habían quitado las ganas de jugar un poco con él, para no desaprovechar ni un minuto más de su solitaria vida.

Solo esperaba, que su amiga Meredith no estuviera equivocada y éste simpático guaperas, no buscara solo un plan temporal de diversión.

-Ya se halla el técnico operando con el mecanismo –Informó aquella molesta voz-. Denle unos pocos segundos y se pondrá en marcha al recibidor nuevamente.

-De acuerdo –Habló Ralph, observando por el rabillo del ojo al hombre quien al parecer aún se hallaba algo perturbado, por la corriente que estaba seguro también había notado con su leve contacto.

Entonces, notaron una pequeña sacudida y el elevador, comenzó a descender hacía el recibidor del edificio.
Todo iba acabar. Estaba seguro que si no le daba alguna señal, éste no daría ningún paso.

Así, que cuando vio el cero en el panel electrónico, sin pensárselo lo agarró con una mano tras su nuca para arrimarlo a él, y sin que se lo esperara le mordió de forma suave y sensual el labio inferior. Después, al separarse le susurró en el oído que acompañara a su amiga Meredith a tomar una copa como siempre, si estaba interesado en conocerlo.


Y con una nueva sonrisa y el ánimo por las nubes, salió corriendo del ascensor en dirección a la calle. 

2 comentarios:

  1. Jajaj me ha gustado, mira niña que es la primer historia así que leo y no dejo de sentirme un poco rara....las cosas queme haces hacer!

    Vaya atmósfera en esa empresa que andan todos de robabesos

    Besos cielo!! y ya sabes ESCRIBE ESCRIBE ESCRIBE

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    Respuestas
    1. Escribo Escribo Escribo

      jejeje

      Pues si para ti es difícil leerlo, imagínate el escribirlo carajo jajajajja

      Y eso que tenía que ser un cuento corto, pero nada... seguro que lelgo a las cincuenta hojas. Maldita sea, por qué narices no se escribir cosas cortas!!!!!!

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