Después
de lanzarle una última mirada cargada de rabia al panel de botones de aquel
maldito trasto, rebufó y se giró para sacar su móvil del bolsillo derecho de su
pantalón y mirar, si tenía mínimamente algo de cobertura en aquella caja de
metal.
¡Sí,
dos rayas!
Apreció
con un brillo esperanzador en su mirada, antes de desbloquearlo y comenzar a
darle al contacto de su amiga para intentar comunicarse con ella. Notando en
todo momento, como era observado por el otro ocupante.
Pero
no pudo intentar captar nada más, dado que su fiel amiga descolgó el teléfono
con un volumen tan alto, que estaba seguro que en aquel lugar no tendría que
poner uno con detenimiento la oreja, para entender la conversación.
-¡Se
puede saber en dónde demonios te has metido! –Ladró su amiga con malas pulgas
al principio, después ya salía a relucir su tierno corazón-. ¿Estás bien, no te
habrá pasado nada? ¡Has visto las fotos que te envié! –Dijo lo último con gran
regocijo en su voz.
Ángel,
no pudo evitar sonreír con el atropello de la charla.
-Decidí
venir por primera vez en el maldito metro –Masculló entre dientes, sabiendo que
la culpa de aquella acción la tenía ella por indicarle que así tal vez podía
conocer a alguien, en vez de ir siempre en su flamante deportivo-.Y éste, a
causa de la tormenta se quedó averiado en medio de un maldito túnel
completamente a oscuras –Siguió ladrando con tono hilarante-. Y me llevé un
bolsazo de una mujer, porque dijo que yo le metí un pellizco en su trasero –
Masculló aún con incredulidad-. Solo se detuvo, cuando le solté que era gay y
veía difícil el querer tocarle su trasero –Escupió aquello, mirando de forma
disimulada al hombre que había encerrado con él, para poder ver su reacción.
Pero su expresión era la misma. Todo calma-. Y ahora, me hallo encerrado en el
maldito ascensor de tu edificio con una persona más. Así que avisa al de
seguridad o mantenimiento, para que nos saquen de aquí cuanto antes.
-Madre
mía, pero como coges el metro en un día como hoy –Le riñó sin poder aguantarse
la joven la risa-. Está claro que hoy no es tú día de suerte –Suspiró apenada-.
Y yo que quería presentarte a alguien…
-Meredith
–La interrumpió con tono desesperado-. ¡Que busques al de mantenimiento!-Ladró
con cansancio.
-¡Uy
sí! –Rió nerviosa-. Voy… -Y le colgó.
-Esta
como una cabra –Siseó por lo bajo, apoyando su espalda en una de las paredes y
quedando así, a la izquierda de la otra persona-. Ahora veremos si salimos
rápido de aquí –Comentó en voz alta y mirándolo.
-Estoy
acostumbrado –Sonrió con la comisura de sus labios-. Sin embargo, veo que has
tenido un día movidito –Indicó con un tono amigable.
Ángel
rió abiertamente, mostrando así otro lado atractivo para el hombre.
-Movidito
es quedarse corto –Admitió con cierta burla.
-Si
todo va como siempre, estaremos aquí como media hora –comenzó hablar con tono
suave-, y veo que estas empapado. ¿Quieres que te deje ésta camisa que llevo de
más? –Indicó tocando la prenda con una de sus grandes manos.
¿Debía
buscar doble sentido ante aquella amabilidad?
¡Por
dios, iba tan desesperado en tener alguien con él, que creía ver interés en
todo gesto amable!
Que
cierto era aquello, que el dinero no te daba la felicidad. Solo comodidad y
libertad. Tenía treinta y cinco años y lo que más quería, era algo difícil de
conseguir con dinero. Sí que era posible, pero no era al cien por cien.
Solo
quería empezar una nueva etapa de su vida de calma y tranquilidad, junto a
alguien. Poder dar todo su cariño como recibir también. Pero al parecer, el siglo
veintiuno no era mucho de relaciones estables.
Podía
contar con una mano, sus amigos que vivían felices con su pareja. Los demás,
solo querían salir hasta altas horas de la noche y beber hasta el culo.
Eso,
lo había cumplido en su juventud.
Ahora
el cuerpo y el corazón, le pedían mucho más. Necesitaba cubrir un enorme
espacio vacío en su corazón. Pero por el momento, no se encontraba nadie que
compaginara con él y que quisiera lo mismo.
Pero
aquel hombre que estaba encerrado con él, le atraía.
Lo
admitía. Desde que había entrado, había sido consciente de su perfume, su
sonrisa de pillín y de sus ojos azules. Pero había más… Sentía como si
conectaran. Se sentía bien con él, sin siquiera haberse presentado aún.
Pero
ya no era un jovenzuelo en una discoteca de ambiente, que iba a la caza. Ahora
era un adulto, con una imagen de seriedad que transmitir por su negocio y
familia. De modo, que nada de ir directo averiguar si quería conocerlo mejor.
Es
lo que tenía ser adulto y responsable. Que la mitad de las cosas, tenías que
reprimirlas de no hacerlas.
-Muchas
gracias, pero en verdad no me molesta mucho –Le agradeció empleando un tono
dulce y zalamero-. Suelo ser muy caluroso. En invierno, puede decirse que se me
puede emplear como manta para las frías noches.
No
puso cara de espanto, habiendo escuchado anteriormente su condición sexual.
Simplemente sonrió y se encogió de hombros.
-Como
gustes –Cambió el peso de su cuerpo de pierna-, suerte tienes. Yo sin embargo,
me quejo mucho del frío. Siempre va bien tener ese calor en la cama.
¿Volvía
a pensar en doble sentido?
Por
dios, era la primera vez que se sentía algo frustrado en no poder averiguar por
donde iba la charla de un hombre.
Iba
a tener que ir poco a poco…
-¿Trabajas
aquí? –Preguntó sin demostrar demasiado interés.
-Sí
–Soltó sin más-. Sin embargo a ti no te he visto nunca por aquí y eso, que cada día pasa gente nueva.
-No,
no trabajo aquí –Respondió picado consigo, al ver que el chico no era de dar
muchos detalles a la ligera-. Vine hacerle un favor a una amiga. La que llamé
por teléfono…
-Meredith,
sí –Asintió sin mostrar ningún signo diferente. Todo seguía en calma.
-¿La
conoces? –Volvió a preguntar con cierto interés.
-Aquí
nos conocemos todos –Volvió a responder sin dar nuevamente muchos detalles. Sí,
era un chico duro de pelar.
Bien,
iría por otro lado. Además, quería saber si saltaban chispas con su contacto…
-Perdona
mi falta de educación –Dio un paso hacia él alargando su mano derecha-, me
llamo Ángel.
Ahí
te he pillado majo, no tienes más obligación que darme esa información
privilegiada y tocarme. Pensó victorioso y animado.
***
Tal
vez, sí que tenía a Cupido aquel día rondando también para él y no solo
acaparado con Hada.
Tenía
que felicitar a Meredith por tener a un amigo así y pensar en él. Era, si no se
equivocaba, su alma gemela. Y por lo que observaba, tan vivaracho como él. Pero
no iba a dejarle todo el merito de macho alfa.
Además, no quería que fuera todo
rápido. Antes, quería saborear su impaciencia.
Pero
tenía que observar que era listo, estaba buscando como fuera un contacto y lo
había conseguido.
Así
que con media sonrisa divertida, alargó su mano un tanto impaciente también,
por ver si había hormigueo de seguridad, calor, deseo…
-Mucho
gusto, mi nombre es Ralph.
Si
no fuera, porque en aquel momento les hablaron por el altavoz del dichoso
ascensor. Todo aquello de que quería alargar un poco él sobre la atracción que
había en el aire, lo habría mandado al garete, agarrando al hombre por las
solapas de su americana y atrapado sus labios en un beso robado.
Pero
el pitido y la voz estridente que sonó al otro lado, provocaron que los dos
dieran un salto y se separaran varios pasos de distancia.
La
música, el baile, las mariposas de las que todo el mundo hablaba al conocer tu amor,
tu alma gemela… Habían estado presentes en aquel simple roce de manos.
Era
tal la sensación de calidez, confianza y deseo que había sentido, que se le
habían quitado las ganas de jugar un poco con él, para no desaprovechar ni un
minuto más de su solitaria vida.
Solo
esperaba, que su amiga Meredith no estuviera equivocada y éste simpático
guaperas, no buscara solo un plan temporal de diversión.
-Ya
se halla el técnico operando con el mecanismo –Informó aquella molesta voz-. Denle
unos pocos segundos y se pondrá en marcha al recibidor nuevamente.
-De
acuerdo –Habló Ralph, observando por el rabillo del ojo al hombre quien al
parecer aún se hallaba algo perturbado, por la corriente que estaba seguro también
había notado con su leve contacto.
Entonces,
notaron una pequeña sacudida y el elevador, comenzó a descender hacía el
recibidor del edificio.
Todo
iba acabar. Estaba seguro que si no le daba alguna señal, éste no daría ningún
paso.
Así,
que cuando vio el cero en el panel electrónico, sin pensárselo lo agarró con una
mano tras su nuca para arrimarlo a él, y sin que se lo esperara le mordió de
forma suave y sensual el labio inferior. Después, al separarse le susurró en el
oído que acompañara a su amiga Meredith a tomar una copa como siempre, si estaba
interesado en conocerlo.
Y
con una nueva sonrisa y el ánimo por las nubes, salió corriendo del ascensor en
dirección a la calle.
Jajaj me ha gustado, mira niña que es la primer historia así que leo y no dejo de sentirme un poco rara....las cosas queme haces hacer!
ResponderEliminarVaya atmósfera en esa empresa que andan todos de robabesos
Besos cielo!! y ya sabes ESCRIBE ESCRIBE ESCRIBE
Escribo Escribo Escribo
Eliminarjejeje
Pues si para ti es difícil leerlo, imagínate el escribirlo carajo jajajajja
Y eso que tenía que ser un cuento corto, pero nada... seguro que lelgo a las cincuenta hojas. Maldita sea, por qué narices no se escribir cosas cortas!!!!!!