jueves, 19 de marzo de 2015

Comportamiento Incomprendido


Seis años antes; en el edificio XIV…

Se encontraba en un enorme despacho, con veinte personas más esperando al gran jefe    que hiciera su aparición.

 Estaba un poco nerviosa. No conocía a nadie de allí, por que solo llevaba dos días en la ciudad. Su empresa de marketing de Nueva York, había decidido trasladarla a Londres para hacer las próximas campañas navideñas de Mujeres De Hoy, nueva revista famosa en todo el mundo.

 Ni siquiera, le habían dado tiempo de averiguar el nombre del dueño. Y toda aquella gente allí reunida, no creía que quisieran hablar con ella y hasta seguro que se reían de su simple pregunta.
 Bueno, al menos había llegado bien allí. Porque jamás había visto tanto bullicio por las calles. 
Londres... Allí en aquella ciudad tan grande, se encontraba su hermanastro Thom.
 Le gustaría tanto el poder verlo otra vez. Lo reconocía, amaba a Thom desde que tenía quince años. Bueno, a esa edad fue cuando comprendió sus sentimientos hacia él. Antes cuando era más pequeñita,  había sido su héroe. Siempre se habían llevado bien. Pero llegó un día, que de pronto su actitud hacia ella cambió convirtiéndose en  un hombre brusco y desapareciendo de casa, para labrarse un mundo después de haber terminado la carrera. 
Y desde hacía unos siete años, que solo lo veía para el día de navidad. Y como si no lo viera, porque apenas le dirigía la palabra...

En aquel momento, sus pensamientos fueron interrumpidos por la apertura de la puerta, que se abrió dando paso a dos personas. No pudo verles bien el rostro, por que se encontraba en el fondo de todo, detrás de la gente y sentada en un cómodo sofá. 
Fue verdaderamente increíble el ver como toda la gente allí reunida, se había callado rápidamente, e incluso habían enderezado los hombros. Aquello parecía el ejército... Sonrió para sí. ¿Quién tenía tanto poder?

Fue en ese preciso instante, que el hombre que tenía delante suyo se moviera de lugar, consiguiendo que quedara completamente destapada a la vista de quien se sentase en el enorme escritorio que había enfrente de ella, en el otro lado de la habitación.
Pues bien, hubo quien se sentó y clavó su mirada en ella con gran fijación. Consiguiendo que se quedara paralizada al momento, tras reconocer rápidamente quien era el dueño de Mujeres De Hoy.
 Vaya, parecía que el destino le había escuchado hacía un momento. Quien tenía delante, era ni más ni menos que Thom. Que al reconocerla había puesto los ojos como platos, para seguidamente fruncir el ceño y mirarla con cara de pocos amigos.
Genial, era el Thom idiota de siempre. Pero eso sí, seguía igual de guapo. Lo único que  había notado diferente en él. Eran las canas que le empezaban a salir en las sienes dándole un toque todavía más seductor. Y sus ojos, que hacían muchos años tenían cierto brillo lleno de vida, aún seguían arrastrando con aquella tristeza desde hacía siete años.
¿Y ahora qué? La verdad no tenía ni idea de qué hacer. Porque seguro que no quedaría bien, si se levantaba y lo saludaba llamándole hermanito, como solía hacer siempre de pequeña. No, aquello no. Por que de seguro que la gente de allí pensaba mal...
Entonces. Marcos pareció recuperar su actitud e ignorándola como había hecho en los últimos años, empezó a soltar la charla sobre la campaña navideña…
Se había quedado de piedra.
 Primero había pensado que era una visión, pero enseguida comprobó que no. Estaba enfadado, por que no entendía que es lo que hacía ella en Londres. Y menos en una reunión de su revista. Todo parecía irónico.
 Él, que había salido de Texas para alejarse de ella y resulta, que en un lugar tan grande como aquella ciudad, tenía que encontrársela y seguramente que iba a trabajar para él. ¿Pero en qué? Realmente, no sabía nada de su vida. Siempre había sido lo mejor…
Realmente estaba preciosa. La verdad es que siempre lo había sido, con aquel cabello tan largo y aquella mirada tan dulce, y sus labios tan plenos... ¡Basta! No podía seguir pensando de aquella manera con Helen, era su hermanastra y de seguro que su padre no lo consentía. Tenía que averiguar qué estaba haciendo allí.



Y media hora después, la reunión llegó a su fin. 

Todos empezaban a recoger sus cosas y marcharse de allí, mientras que otros hacían preguntas a Thom y a su ayudante. Sería mejor que se marchara de allí cuanto antes, aunque tuviera ganas de cruzar unas palabras con él. Pero sabía que aquello era una tontería.

 Así que cogió su bolso y salió por la puerta con paso apresurado, sin despedirse de nadie. Ya que todos se encontraban centrados en la charla, incluso apostaba que Thom no había echado cuenta en ella. Ciertamente no le gustaba Londres, por lo poco que había visto, la gente iba mucho a la suya, no se preocupaban por nada por los que estaban a  su alrededor.

Estaba a punto de entrar en el ascensor, cuando un hombre con traje de vigilante la detuvo por el  brazo y le pidió que lo acompañara un momento. ¿No lo entendía, ella no había robado nada?

-¿Disculpe, me puede decir qué ocurre? -Preguntó con gran confusión. Recibiendo como única respuesta, una sonrisa del guarda mientras le habría una puerta de madera y le pedía que esperase unos segundos allí dentro.

Aquella puerta te conducía a un gran despacho, adornado con estilo modernista. Pero la seriedad que reinaba en toda la estancia, supo que aquel despacho era de Thom. Estaba sorprendida, por que por lo visto sí que había prestado atención en ella. Pero claro estaba, todavía no podían sonar campanas de alegría porque no sabía qué es lo que quería de ella.
Fue en aquel preciso momento, que la puerta se abrió y dio paso al objeto de sus pensamientos. Quedándose  un momento allí parado, observándola con ojos de tigre sin decir nada. Ciertamente, se estaba poniendo nerviosa.

-Hola Thom  -Logró decir con voz neutra.
-¿Qué estás haciendo en Londres? –Preguntó, no…Mejor ordenó con gran seriedad, mientras se acercaba a su escritorio y se sentaba en el sillón, dando una imagen todavía de más poder.

 Nada. Ni siquiera la había saludado, pensó Helen bien frustrada. ¿Pero quién se creía qué era? Ella, ya era mayor para ir a donde le diera la gana. No entendía qué es lo que había hecho mal, para que la tratase con aquella frialdad.

Pues bien si él se comportaba así con ella, pues ella también lo trataría por igual. Bueno eso intentaría...

-Pues ya lo ves. Estoy trabajando –Le contestó con cierta rudeza.
-¿Lo sabe papá?

Aquello sí que la enfureció. Pero quien se creía que era ella, una especie de monstruo acaso.

-Pues claro que lo sabe -Soltó en un gruñido-. ¿Pero se puede saber por quién me tomas?
-Por una cría, que no está hecha para la gran ciudad -Farfulló con chulería y mirada dura-. Tú tendrías que estar en Texas con papá, viviendo tranquila en el rancho. A ti no te hace falta el tener que ganarte la vida, para poder comer...
-¡Eres un! .... -Aquel hombre era idiota. Pero acaso no la había llamado cría. Y encima, le había dicho que ella estaría bien en casita comportándose como una niña de papá... ¡Oh, en aquel momento lo cogería por el cuello y...!
-¿Dime Helen, qué soy? -La provocó, con mirada burlona.
-Un imbécil, eso es lo que eres ahora -Dio unos pasos valientes, hasta llegar a detenerse a escasos centímetros del escritorio.
-Vaya -Se burló él-. ¿Has tenido que pensar mucho para llegar a esa conclusión?

Lo mejor era marcharse de allí, porque aquella conversación como las siete en el día de navidad, nunca conducían a nada.


-Hipócrita -Gruñó, dándose media vuelta y dirigiéndose a la puerta-. Me voy. Ya nos veremos en éste mes para la campaña y si no, pues hasta el día de navidad.
-¿Te crees muy graciosa, verdad? -Dijo levantándose del sillón-. Tú no te marchas, hasta que no me digas el motivo de tú presencia aquí y en que sección vas a trabajar para mi revista en ésta campaña.

Helen se detuvo un momento con la puerta entre abierta, para girarse y mirarlo con cierto brillo de rabia en los ojos.

-Por qué no llamas a papá y se lo preguntas a él. ¿No es con quien has mantenido más conversaciones en estos últimos siete años? -Dicho esto, salió de allí con una sonrisa de triunfo en los labios y dando un fuerte portazo para su disfrute.
Nada más escuchar aquel portazo, Thom dio una patada al sillón bien cabreado. Se lo tenía bien merecido el que le hubiese contestado de aquella manera. Y la culpa la tenía él. Por estar enamorado de ella... Si es que la vida era cruel la mayoría de las veces. Lo mejor sería que se calmase un poco, y llamase a su padre para preguntarle varias cosas sobre su encantadora hermanita Helen.

Estaba tan absorta, haciendo las fotografías a las modelos vestidas de papá Noel con estilo provocativo. Que no se dio cuenta, que había entrado alguien en la sala provocando un enorme silencio, haciendo que solo se escuchase a ella dando órdenes a las modelos con cierta voz entusiasta. Pero rápidamente se dio cuenta, cuando gritó la palabra descanso y todas las modelos en vez de dispersarse para cambiarse, se quedaban quietas y mirando con coquetería a un punto determinado.
 ¿Quién podía ser? Nadie más que Thom, porque su hermanastro era un hombre verdaderamente atractivo. Y la verdad le encantaría fotografiar su cuerpo al desnudo... ¡Dios, que hacía pensando en aquello! ¡No estaba bien! Aquellos pensamientos provocaron que sus mejillas adquirieran un delicado tono rosa.

-Buenas tardes, Helen -Se exaltó un poco… ¡Mentira, se exaltó bastante! Porque no se esperaba que Thom acudiera a ella.
-Lo mismo te digo, Thom -Lo saludó con gran frialdad en la voz, empezando a preparar su equipo para la siguiente sesión.
-¿Ya has terminado de hacer tus fotos? –Preguntó con cierta curiosidad.
-No -Contestó sin levantar la mirada de su cámara de fotografiar.
-¿Entonces, por qué recoges tu equipo? -Volvió a preguntar, con cierta impaciencia.
-No es evidente -Dijo en una réplica de tono-. Lo estoy recogiendo, para utilizar otra parte de mi equipo. ¿Satisfecho?
-Solo espero que sepas lo que estás haciendo –Ordenó con seriedad.
-¿Me estas amenazando? -Preguntó indignada.
-No. Solo te estoy advirtiendo...
-Acaso no es lo mismo -Protestó.
-Será mejor que sigas con tu trabajo -dicho esto, se marchó del estudio haciendo que volviese a reinar la tranquilidad.

Pero Helen no estaba tranquila, más bien estaba indignada por el comportamiento de él. ¿A qué había venido ahora el hablar más de tres palabras con ella? Tampoco tenía por qué comerse la cabeza ahora, ya que por las conversaciones que habían mantenido era como si hubiesen cruzado un par de palabras de educación, como el día de navidad.

-¿Te ocurre alguna cosa con Thom? –Le preguntó una chica, que es había escuchado la conversación.
-¿Perdona?
-Qué si te está molestando –Soltó con gran con sinceridad.
-No, no es nada de eso pero gracias por preocuparte -Parecía una chica simpática.
-De nada, me llamo Susan y soy su ayudante, o secretaria personal, como quieras calificarlo -se presentó.
-¿Eres la mano derecha de Thom? -Se sorprendió porque había escuchado muchas veces como Thom hablaba con su padre sobre un Sus. Su ayudante, siempre decía que era una maravilla pero lo que no sabía es que era una mujer... ¿Tendrían alguna relación ellos dos? ¿Aquello significaba que su amor ya no iba a poder ser correspondido? ... - Él siempre ha hablado muy bien de ti, con mi padre.
Aquello extrañó un poco a la joven.
-¿Con tu padre? -Preguntó extrañada-. ¿Qué es alguien qué...?.
-Soy la hermanastra de Thom  -La interrumpió, haciendo que Susan abriera los ojos como platos.
-¡Tú eres Helen! -Exclamó con alegría.
Se sorprendió un poco al averiguar que Thom había hablado de ella con Susan. Aquello era un tanto extraño.
-Sí. Soy Helen -Sonrió con timidez.
-Me alegro mucho de conocerte –Sonó con gran sinceridad-. Pero Thom no me dijo nada de que ibas a venir, y menos ser nuestra fotógrafa para la campaña...
-Tranquila -su expresión se tornó un tanto triste-. El no sabía que venía hasta ayer.
 -Pero me lo podía haber dicho ésta mañana, cuando me ha visto.
-No debes preocuparte por ello –Susan, se dio cuenta del cambio de expresión que sufrió el rostro de la chica-. Es normal éste comportamiento en él hacia mí -Mostró una débil sonrisa-. Bueno, si me permites tengo que acabar unas fotografías.
-Sí, claro -Sonrió-. Bueno, espero que quedemos un día de estos para salir a comer.    -Genial, todavía no conozco a nadie -Se alegró.
-Pues eso tiene que solucionarse pronto -Le dio un beso en la mejilla-. Me marcho y así trabajas tranquila, no te canses.
-Lo mismo digo -Se despidió para volver a ocuparse en su equipo, ya que las modelos habían terminado de cambiarse.

-Puedes pasar Sus-dijo Thom, sin levantar la mirada del ordenador. Pero sabía que era ella, porque había reconocido su caminar y además nadie más que ella se atrevía a entrar en su despacho sin llamar antes a la puerta.
-Creo que el que tu hermana se encuentre en esta ciudad y encima trabaje para nosotros, es una cosa lo suficiente importante compara que me lo hubieses dicho esta mañana cuando me viste, verdad...

-De primera es mi hermanastra y de segundo, no creo que te incumba -Soltó en un gruñido, porque no se esperaba que fuera a encararle una cosa como aquella.
-Ella no se merece que la trates tan mal. Solo porque la...
-¡Cállate! -Exclamó alzando la voz a un gran nivel y mirándola con furia-. Nunca tendría que haberte contado lo que ocurría.
-Y no me lo contaste -Soltó una risa irónica-. Te encontré en las escaleras de mi casa, completamente borracho ésta última navidad. ¿Te acuerdas?
-Escúchame bien, no quiero escuchar su nombre ni que me menciones cualquier cosa referente a ella. ¿Me has oído?
-¿SÍ? Pues lo veo muy difícil, jefe... –Lo soltó con cierto retintín-. Te recuerdo que trabaja para nosotros y encima, te aviso que me ha caído genial. Es más,  pienso llevármela por ahí -Sonrió con gran malicia, porque sabía lo que Thom concluiría con aquello conociéndola como la conocía a ella.
-¡Ni se te ocurra! Como Helen conozca... -Se levantó del sillón dando un fuerte puñetazo en el escritorio.
-¡Que ni se me ocurra qué!... -Lo encaró sin ningún miedo-. Es una mujer y puede conocer a tantos hombres como quiera, porque tú no puedes controlarla. Y te aguantas, sino declárale tu amor...
-¡Estoy hasta el mismísimo cuerno de ti! ¡Sal de aquí y déjame en paz por hoy! –Le chilló señalándole  la puerta.
-Como quieras -lo miró desafiante-, me voy a comer con ella y la pondré al corriente de la ciudad. Porque resulta que no conoce a nadie y no ha visitado nada... -le reprochó-. ¡Ser cruel!
Susan salió del despacho dando un portazo y dejando el ambiente de allí bastante cargado.
Estaba que se tiraba de los pelos. Susan ya sabía que su hermana estaba allí y de seguro que no tardaba mucho en idear algún plan para ella y como no, él también estaría incluido. Suspiró profundamente. ¡Dios! ¿Por qué estaba ella allí? ¿Y porqué diantre tenía que ser tan hermosa? Y encima, era su hermanastra. Bien cabreado, tiró todos los papeles que había encima del escritorio en un simple manotazo.
Cerca de las dos. Helen empezaba a recoger su equipo fotográfico. Había sido una mañana muy movida y agotadora, porque era muy difícil de soportar a las modelos con sus tontos comportamientos.
Suspiró profundamente. En cuanto acabase de recoger, iría a buscar un lugar para comer, porque la verdad tanto trabajo le hacía tener hambre.
Se encontraba en la entrada del edificio, para ir en busca de un restaurante  cuando alguien gritó su nombre. -¡Helen!
Era Susan, que se dirigía a ella con paso ligero y una gran sonrisa en el rostro. Se alegró mucho de volver a verla.
-Hola -dijo con sonrisa suave.
-¿Qué has comido ya? -preguntó.
-No, ha eso iba.
-Genial, pues te vienes conmigo que te llevaré a un lugar que se come de maravilla.

-¿Segura? No lo harás por que...
-¿Por Thom? -Acabó ella-. No, ni loca. Lo hago porque me caes bien y veo que no conoces todavía nada de aquí.
-Entonces acepto encantada -Aceptó con una enorme sonrisa en el rostro.
El restaurante era un lugar muy acogedor. Les dieron una mesa junto a unos ventanales, que daban a la otra parte del edificio en donde se veía un precioso jardín. Después de que el joven camarero les cogiera el pedido, fue Susan quien empezó hablar.
-¿Te ha ido bien el día? -Preguntó para romper el silencio.
-Sí. Un poco cansada, pero he conseguido lo que quería.
-Fantástico, tengo ganas de ver tus fotos.
-Mañana podrás hacerlo -Le aseguró.
-¿Las vas a revelar en el estudio? -Preguntó con curiosidad.
-Sí. Porque todavía no me han mandado mi equipo al completo de Londres.
-¿Hechas de menos el no estar allí?
-Un poco, allí tengo a mis amistades...
-¿Novio? -Preguntó con sonrisa maliciosa.
-No -se rió-. No tengo tanta suerte.
-Lo mismo digo -Afirmó, después de dar un trago al agua.
-Pero a quien echo en falta es a mi padre -dijo con tristeza-. Hace más de seis meses que no lo veo... Y a mi madre, que lleva cinco años muerta.
-Lo sé -Afirmó-. Yo perdí a mi madre y también noto como un gran vacío en mí... Supongo que con el tiempo irá disminuyendo.
-No lo sé. Pero es la vida... -Fueron interrumpidas por el camarero que les traía la comida.
-Pero ahora para las fiestas como siempre ha sido, volveré a Texas para estar junto a mi padre -Sonó con cierta añoranza y amargura.
-¿Y Thom? -Preguntó intencionadamente, viendo como el cuerpo de la joven se ponía en tensión.
-¿Qué pasa con él? -Preguntó con voz nerviosa.
-Es del único del que no has hablado. ¿Qué es lo que ocurre?
-Nada -Contestó enérgicamente.
-No me lo creo, conozco a Thom desde hace mucho y siempre nos contamos todo...

-¿Entonces si te lo cuenta todo, qué quieres saber?... -Empezó a decir nerviosa.

-Pero algo ha ocurrido… Y sabes, que es el que tú estés aquí.
-¡Mira yo lo quiero mucho y jamás le he hecho nada para que adoptara la actitud que tiene ahora conmigo!
-Has dicho que lo quieres. ¿Y qué tipo de amor es el que sientes por él? Y no me mires con mala cara, dado que no es de tu sangre sois completamente como dos desconocidos.

Helen se calló un momento, para luego mostrar una débil sonrisa.

-Lo amo -Confesó con un hilo de voz-. Pero él no debe saberlo.
-¿Porqué?
-Por que estoy segura de que sui desprecio hacia mí sería mucho más mayor. Y mi padre se sentiría horrorizado, porque somos hermanos... Además, yo soy una cría para él. Y es imposible de que él llegue a sentir alguna cosa por mí...
-Confirmado, lo amas… -Sentenció con un brillo extraño en los ojos.
-Sí. Desde que era pequeña. Jamás he salido con ningún chico, porque siempre lo he amado a él... -Un par de lágrimas aparecieron en sus ojos, pero pronto fueron secadas.
-Pero por qué no hablas con él y averiguas el por qué de ese comportamiento contigo -La instó.
-No. conozco el carácter de Thom y créeme, prefiero que todo siga así. Allá él con su comportamiento.
-Como tú quieras, pero sigo pensando que lo mejor que puedes hacer es hablar con él -volvió a sugerir.
-Gracias por el consejo, pero todavía no lo veo muy seguro.
-Está bien -Aceptó un poco resignada, queriendo decirle que Thom la amaba.
-¿El qué está bien? -preguntó de repente una voz masculina, haciendo que las dos mujeres se sobresaltaran.
Allí se encontraba Thom, mirándolas detenidamente. Pero a quien más tiempo miró fue a Helen, la cual se puso un tanto nerviosa. No lo habían visto llegar, por que se encontraban enfrascadas en la conversación. ¿Lo habría escuchado todo? Esperaba que no.
-¡Thom! –Exclamó Susan-. No nos des más sustos como esos...
-No os habría asustado si no hubierais estado tan metidas en la conversación -miró un momento más a Helen-. ¿Por cierto, de qué hablabais?
-De mis amores -Concluyó Susan rápidamente.
-¿Seguro? -insistió él. No muy seguro de la respuesta.
-Sí -dijo con firmeza-. ¿Qué haces aquí?
-Te estaba buscando, porque tenemos una reunión urgente y tu móvil se encuentra estropeado y como siempre vienes aquí...
-No tendría que haberte dicho que venía aquí.
-Mala suerte -Concluyó el hombre cortante.
-Así, que no puedo quedarme para terminar de comer…
-No, luego te invito yo. Pero ahora nos tenemos que marchar.
-¿Y Helen?

La expresión de Thom se puso dura.

-¿Qué pasa con ella? -Soltó éste con cierta sequedad en sus palabras.
-OH, no -Saltó la joven-. Por mí no os preocupéis.
-Pero eres nueva aquí y...
-Ya es grande Susan -Concluyó él, tirando de ella para sacarla de allí.

A Helen, se le acabaron las ganas de comer. Después de tener aquel encuentro con él. ¡Dios! Había estado loca, el aceptar que la mandaran a Londres.

Thom iba dos pasos por delante de ella, con mucha prisa y cara de pocos amigos. Le era igual si lo había cabreado. Porque ahora que había hablado con Helen, sabía que las cosas podían solucionarse. Pero lo veía difícil, porque ninguno de los dos hermanos se prestaría para soltar palabra el primero.

-¿Por qué? -Preguntó enfadada y dando los pasos más largos para ponerse a su altura.

Thom seguía callado, pero con la mandíbula apretada por la rabia.

-Te has portado de una manera muy fea con ella... ¿Y dices que la amas? -Soltó las últimas palabras con desprecio.
-¡Cállate! -Chilló de pronto, parándose en medio de la acera.
-¡No quiero! -lo enfrentó-. Es que no ves que le estás haciendo daño.
-Susan, déjame en paz en éste asunto -Pidió en tono impaciente, para luego volver a caminar dirección a las oficinas.

Eran las nueve y media de la noche, cuando Helen seguía todavía en el trabajo. Encerrada en el estudio fotográfico, revelando las fotos. Estaba enfadada, por el comportamiento que había tenido Thom con ella en el restaurante. Por lo visto le encantaba discriminarla delante de la gente, desde que había llegado a Londres no paraba de hacerlo. Bueno lo mejor era dejar de pensar en tonterías y empezar ha recoger un poco las cosas, que ya era tarde y seguro que no quedaba nadie en el edificio.

A las diez pasadas de la noche, se dirigía a la salida. En donde allí había un guarda de seguridad, sentado detrás de los mostradores.

-Buenas noches -lo saludó.

-Buenas noches, señorita y abríguese que está lloviendo y hace mucho frío-. ¿Quiere que le llame un taxi?

-Gracias, pero no hace falta -Dijo abriendo la puerta y saliendo a la calle, para permanecer un momento bajo el porche y comprobar que llovía con bastante fluidez. No había nadie por la calle, le gustaba aquella paz. Porque menudo día más completito que había tenido. Encima que no tenía coche, tenía que llover cuando aún no se había comprado un miserable paraguas por que el suyo estaba en Texas. Se ciñó el abrigo más al cuerpo y poniéndose los guantes empezó a caminar en dirección a la parada del autobús. Pero se asustó cuando notó como un coche se detenía a su lado y se escuchaba de repente, la voz de Thom llamarla.
-¡Helen!

Se extrañó mucho. Lo más normal hubiera sido que pasara de largo, pero no que se parara por ella. Con un poco de indecisión, se acercó a la ventanilla.

-¿Qué quieres? –Intentó que su voz sonara muy segura.
-Sube al coche, que te llevo yo -No le pidió con un por favor, ni con una sonrisa. Más bien fue una orden en tono frío y con tono agobiado por ello. Como si fuese una obligación suya.
-No gracias -cogió valentía y contestó con el mismo tono frío-. Cerca tengo una parada del bus.
-Y de aquí a que llegues, estarás calada hasta los huesos, así que sube -volvió a ordenar.
-Ya te he dado mi respuesta -Seguía con su testarudez.
-No me vengas con chiquilladas -gruñó-. Solo quiero llevarte a casa, para que no te mojes y te pongas enferma...
-¿Tanta amabilidad conmigo? -Soltó con retintín. Viendo como Thom se ponía todavía más serio.
-¿Tú misma, te llevo a casa sí o no? ¿Helen? -Preguntó en tono exasperante.

No sabía qué hacer, aquel gesto en él era muy raro. Y además, tampoco estaba de humor para tener que soportar de camino a su casa reproches de él. Aunque su instinto le indicaba que no subiera al coche, ella no le hizo ningún caso. Abrió la puerta y se sentó en el lujoso BMW. Pero allí fue en donde se dio cuenta de su enorme error, al estar en un espacio tan reducido con Thom. ¡Madre mía! Ahora olía perfectamente su olor, de seguro que no lo conseguía olvidar en toda la noche…
-Bien hecho –Soltó lleno de orgullo, por haber ganado en aquella pequeña batalla.
-Solo me he subido, porque no quiero resfriarme para estas fechas de navidad -Contestó mofándose, como para demostrarle que no era él quien llevaba el control en aquel momento.

Pero ante aquella respuesta. Thom solo se limitó a sonreír por lo bajo y emprender el camino. No hablaron para nada. Solo escuchaban la música de Enya de fondo. Que aunque se supusiera que era una música para relajarse, dentro del coche la tensión no paraba de crecer por momentos.

Por fin llegaron a su casa. Cuando Thom detuvo el coche enfrente de la puerta, Helen se dio mucha prisa en desabrocharse el cinturón de seguridad y hiendo abrir la puerta para desaparecer de allí lo más pronto que sus piernas le permitieran, pero la orden del hombre hizo que se detuviera.

-No tan rápido -Ordenó urgente.
-Mira, si vas a empezar a insultarme… La verdad Thom, no tengo ganas de quedarme quieta escuchando como lo haces –Soltó muy enfadada.

-Solo quiero saber una cosa –Habló soltando un suspiro, un tanto molesto por las palabras de ella. Pero sabía, que él tenía la culpa de que pensara aquello.
-¿Y? -preguntó levantando las cejas en señal de impaciencia.
-¿Bajaras estas navidades?
-Claro -contestó automáticamente-. Tengo muchas ganas de ver a papá... ¿Es que bajaras con compañía y no quieres que esté presente? -Comentó con cierto reproche.
-¿Porqué eres así? –Le soltó exasperado.
-Soy así. Por cómo me tratas desde hace unos siete años Thom  -Sin decir nada más, abrió la puerta del coche y  entró corriendo en la casa. No encendió las luces. Prefirió quedarse refugiada en la oscuridad y ver como Thom seguía allí con el coche. Parecía como si estuviera debatiéndose consigo mismo. ¿Por qué? Tal vez por si tenía que bajarse y acabar la tonta pregunta que había hecho.

Pero aquellos no eran los pensamientos de Thom. Distaban de muy lejos de ser aquellos. Sí. Estaba teniendo una lucha consigo mismo, pero no era de una tontería. Era de sí bajar y besarla, para después confesarle su amor. Sabía que aquella era una completa locura, de manera que miró por última vez a la casa y se extrañó de no ver las luces encendidas. Puede que no ocurriese nada, pero era mucho mejor asegurarse.

Soltó las cortinas, nada más ver que Thom salía del coche y caminaba dirección a su casa. ¿Qué es lo que quería de ella? El timbre sonó, pero no hizo gesto de ir abrir la puerta. Se había quedado bloqueada. Pero reaccionó al fin, después de escuchar su voz...
-¡Helen! ¿Estás bien, no te ocurre nada?

¡Dios! Ahora lo comprendía. Al no encender ninguna luz. Él pensaba que le había podido ocurrir cualquier cosa. Rápidamente fue abrirle.

-¿Dime? -preguntó un poco azorada.
-OH. Nada -Se quedó un momento mirándola-. Como no vi que encendieras ninguna, luz... ¿Te ocurre algo? -Toda aquella galantería, hacía tiempo que la echaba de menos. Aquel, era el Thom que ella amaba. Los mejores tiempos de su vida, se le pasaron con rapidez por la mente.
-No tranquilo -Sonrió con nostalgia-. Es solo que a veces me gusta estar a oscuras...
-Como en tu cuarto oscuro de fotografía –Señaló él.
-Sí -no sabía qué hacer o decir. Hacia tanto tiempo, que había perdido a su amado Thom.
-Bien, entonces me voy -bajó los escalones-. Buenas noches…  -Y se alejó con paso tranquilo y sin mirar en ningún momento hacia atrás.

Por unos momentos, es como si hubiese tenido a su Thom de siempre. Estaba segura, que había sido un lapso por el agotamiento... Cansada, se fue a la cocina a prepararse la cena para ir acostarse luego.


-¡Son excelentes! -Exclamó Susan, nada más coger las fotos.

Eran las diez de la mañana y se encontraba en el despacho de Thom, con Susan y éste examinando su trabajo del día anterior. Él no decía nada, solo miraba las fotos en silencio, que Susan le iba dando. De seguro que no le gustaban, solo por llevarle la contraria como hacia siempre. Pensó Helen. Pero era tonta, porque no sabía ver la admiración que guardaban sus ojos.

-¿Y bien? No piensas decir nada.
-¿Y qué quieres que diga? -Le respondió. Entonces, miró a Helen un momento con seriedad, para luego mostrar una débil sonrisa-. Estoy asombrado. No tengo palabras para describirlo -Helen no se creía lo que sus oídos estaban escuchando-. As impactado en ellas exactamente lo que yo quería y eso que no te comenté nada especial -le volvió a sonreír, consiguiendo sacarle el aire de los pulmones. ¡Dios! Qué guapo que era...
-No me extraña que haya adivinado lo que quieras, está claro que te conoce perfectamente dado que habéis vivido...
-Susan, quieres callarte y empezar a moverte con lo de las fotos.

Todo se había ido al garete. En cuanto Susan dijo aquellas palabras, la expresión de él se tornó nuevamente fría al instante, volviendo a convertirse en el Thom de estos últimos siete años. Mejor sería que se marchase ya del despacho, porque allí ya no pintaba nada. Ahora tenía que llamar a Nueva york, para comunicarles que su trabajo había finalizado bien y antes de tiempo. Y que no la esperasen hasta pasadas las fiestas, por que se cogía sus vacaciones que hacía tiempo que se las debían.

- ... Sí. Claro –Susan se quedó también parada por el cambio tan brusco que había sufrido el humor de Thom-. Hasta luego Helen -Se despidió con una sonrisa de disculpa.

Durante unos segundos, ninguno de los dos dijo nada. Sabían que si comentaban cualquier cosa referente al tema, el ambiente explotaría en una guerra de palabras e insultos. Y Helen, no quería aquello. Ya estaba un poco cansada de ser tan mal tratada.

-Bueno, yo me marcho -dijo un poco nerviosa y levantándose con cuidado del sillón-. Espero que os vaya bien ésta campaña de navidad y...
-¿Adonde te vas? -la cortó de repente y mirándola con ojos inquisidores.
-¿Cuando? -preguntó sin entender bien, porque no sabía si se refería en aquel preciso momento o más adelante.
-Pues ahora y en estos próximos días -dijo con cierta impaciencia.
-Ahora a mi casa alquilada, para empezar hacer las maletas y dentro de dos días marcharme a casa para pasar las navidades junto con papá -soltó con rapidez-. ¿Por qué ocurre algo?
-No, solo quería saber en dónde podía tenerte localizada -dijo sin dar importancia a sus palabras, pero Helen sí que se las dio. Él no era nadie, para andar vigilándola.

¿Localizada? -dijo un poco enfurruñada.

-No pienses nada raro, es solo que a lo mejor te llamo para que me realices otro trabajo. -Ah -no sabía que decir.
-¿Ya -estas tranquila?

-Sí -Aseguró con la misma frialdad-. Pero tendrás que llamar a Nueva York  y hablar con ellos, porque puede que tenga más encargos y tengo que mirar si es de mi agrado...
-Entiendo -se le veía pensativo-. Bueno, pues muchas gracias por todo -Empezó a levantarse para estrecharle la mano como hacía con todo el mundo, pero cuando estuvo enfrente de ella se quedó en blanco. No sabía qué hacer o qué decir...
-Que pases buenas fiestas -dijo ella al fin. Rompiendo la tensión del momento. Pero estaba segura que no era una tensión de incomodidad, sino más bien algo extraño que no sabía definir del todo bien -. Adiós Thom -lo miró un momento para ver que hacia él, pero solo vio una tímida sonrisa en sus labios, aquello ya era algo.
-Adiós Helen.
En  cuanto la puerta se cerró. Thom relajó por fin la espalda. Que estúpido que había sido, se reprimió así mismo. Había estado muy cerca de tener un roce esperado con ella, y aquello era imposible si no quería volverse loco. Iba a echar de menos el  tenerla en su edificio... Sí. Habían sido unos días maravillosos para sus ojos, aunque muy dolorosos- para su corazón.- Soltó un suspiro y pensó en las navidades. Ella volvería a estar allí y serían unos días en donde podía aprovechar para estar a solas con ella sin que nadie los molestase. Aunque pensándolo bien, para ir y no hablar apenas con ella por su testarudez no valía la pena ir. No sabía qué hacer, por suerte quedaba una semana para decidirlo con total calma.


2.-

Nada más entrar en las tierras de su padre todas las preocupaciones de Helen se esfumaron, siendo remplazadas por una sensación de bien estar en todo su cuerpo. Le encantaba aquel lugar. Allí había tenido una infancia muy feliz llena de buenos recuerdos, y le gustaría mucho el vivir allí en un futuro no muy lejano. Pero estando Thom, aquello era imposible.

 No sabía que ocurriría, pero era como si de pronto se avergonzara de ella. Y era raro, porque lo más normal hubiera sido que de pequeño rechazara la idea de tener una hermanastra y no ahora que era un hombre adulto. Pero la culpa la tenía ella, lo sabía. Mira que enamorarse de él. Habiendo un montón de hombres, que iban detrás de ella. Pero nada, lo amaba con locura desde pequeña y aunque la tratase como la peste...

 Mucho antes de llegar a la casa, detuvo el coche junto al camino y se bajó de él. No sin antes coger el ramo de flores que llevaba en el asiento del copiloto. Hacía mucho frío, además de un molesto aire. Pero le era igual, porque caminó durante unos diez minutos adentrándose en el terreno que daba a la parte izquierda del coche, para encontrarse un pequeño cementerio familiar.
Allí se detuvo ante la tumba de su madre y dejando el ramo encima de la cruz de granito, se sentó en el suelo y empezó a llorar profundamente.
Cuanto la echaba de menos. Fue una gran mujer, que la cogió en su seno como si la hubiese parido ella. Añoraba cuando la rodeaba con sus brazos y le contaba un cuento antes de irse a dormir. Sus besos, en cuanto llegaba del colegio, sus historias de cuando ella era pequeña mientras salían a montar a caballo. Luego, cuando creció la ayudó en todos los problemas que surgían en la pubertad. A más de ser una magnífica madre, fue una maravillosa amiga. Ahora, no había nadie para acompañarla a comprar ropa o hablar sobre cosas de mujeres. Con aquello no quería decir que su padre no la quisiera, al revés era igual que su madre. Pero en los problemas de mujer, él nunca había sabido cómo actuar...

Jared se encontraba en su despacho peleándose con la impresora, cuando una llamada discreta a la puerta seguida de la entrada de un joven vaquero, le sacó de sus refunfuños. Era Jack, un joven de veintiocho años, que lo venía ayudar cuando no estaba ocupado con su negocio de criadero de caballos o con su despacho de abogacía.

-¿Dime Jack, ocurre algo?

-Sí –sonrió con cariño-. Tu hija ha vuelto, como siempre está...

-En el cementerio -concluyó el hombre mayor-. Muchas gracias, dile a Rosa que ponga un plato más para cenar.
-Muy bien... -aceptó la orden y salió de allí, sin hacer ruido alguno.

 Jared se acercó a la chimenea, de en donde cogió una fotografía.
 En ella salían las dos mujeres de su vida, su esposa Margot y su hija Helen. Fue tomada, cuando Helen cumplió los dieciséis años. En aquella foto, radiaba una sonrisa que desde la muerte de su esposa no había vuelto a ver. Incluso sus dos hijos habían dejado de mantener aquella magnífica relación, de la que tanto se enorgullecía junto con su esposa. Él también la añoraba, cada día lo hacía pero se lo guardaba para sí.
 Acarició el rostro de su esposa, con el dedo pulgar antes de volver a dejarla en su puesto. Soltó un gran suspiro y salió al porche en donde vio acercarse el coche de su hija. La había echado mucho de menos, desde que se fue a trabajar a Nueva york, apenas paraba por Texas.

Antes de que se lanzara sobre él, para darle un fuerte abrazo. Pudo apreciar, como sus ojos estaban rojizos por las lágrimas. La abrazó con fuerza, mientras depositaba con mucho amor un beso en su frente.

-¿Hola mi niña, vienes de hablar con tu madre? -preguntó con sonrisa tierna.
-Sí -levantó la mirada hacia el hombre mayor.
-Ha sido Jack quien me ha avisado, se encontraba en la colina cuando vio que tu coche se detenía a un lado del camino.
-Ah -se sorprendió, por que se llevaba muy bien con él y Zack, pero éste último vivía fuera…Pero era raro, que él no estuviera allí -. ¿Dónde se encuentra?
-Se ha marchado a su casa, tenía cosas muy urgentes.
-Entiendo -sonó un poco resignada.
-Compréndelo, le han llamado por algo pero me ha dicho que té de un beso de su parte.
-Bien -sonrió-, pero y si entramos, aquí fuera hace un poco de frío.
-Perdona cariño, olvidaba que eras un poco friolera -le pasó un brazo por el hombro y la condujo a la sala de estar, en donde se sentaron enfrente de la chimenea.
-¿Y bien, cómo ha ido todo con tu hermano Thom?
-Como siempre -contestó desinteresadamente-. ¿Y tú no tienes cosas que contarme? -quiso cambiar de tema.
-Quien, yo… -sonrió con ironía-. Hija a mi edad y aquí, no tengo muchas cosas que contar. Pero tú sí. Ya que has estado en Londres.
-Es verdad. No sé  si me gusta mucho aquello, porque apenas he visto algo.
-Thom te ha tenido trabajando como una esclava -se quejó.
-No -lo defendió-. Es solo que me di prisa en acabar el trabajo.
-¿Qué te diste prisa? No lo entiendo... -estaba confundido.

-Tenía muchas ganas de venir aquí, para estar contigo.
 -Tú eres tonta -la riñó burlonamente-. Mira que hay hombres sueltos por ahí y montones de lugares preciosos que visitar, antes que venir a pasar las navidades con un viejo como yo.
-Papá, ningún hombre te llega a la suela del zapato -empezó a decir en tono divertido-. Ojalá, se parecieran a ti que eres todo un galán.
-En mis tiempos sí que lo era -rió-. No me costó nada conseguir a tu testaruda madre, que no paraba de decirme que era muy joven para mí... ¡Dios! Qué tiempos aquellos. Bueno... -dio una palmada en la pierna de su hija-. Así que Thom y tú, seguís con la misma tontería...
-Papá -empezó a quejarse.
-¿Qué? -protestó-. Estoy seguro que tu madre no lo permitiría para nada. Ella os habría abierto los ojos demostrándoos, que el estar peleados no sirve para nada. Pero yo, no soy tan duro como ella en esas cuestiones... -empezó a deprimirse.
-¡Ei! -le sacudió por los hombros con suavidad-. Lo que ocurre entre nosotros, es algo que se acabará solucionando. Es solo que tienes que dejar pasar el tiempo y que...
-¡Y que basta de hablar de tonterías! -se levantó-. Ahora ha cenar y luego a dormir, que debes encontrarte muy agotada para estar manteniendo una conversación.
Se quedó un poco sorprendida, por aquel cambio tan repentino.
 -Sí. Tienes razón -bostezó-. Un poco cansada, puede que lo esté.

Mucho más tarde, se encontraba en su dormitorio. 
Como había crecido y habían ocurrido muchas cosas, decidió hacer un poco de cambios en su dormitorio para no tener viejos recuerdos que la mantuvieran siempre deprimida cada vez que entrase para dormir. Así, que dejó simplemente un par de peluches y libros, guardando lo demás en cajas dentro del armario. Dándose cuenta que lo que había guardado, pertenecía a regalos que le había hecho Thom. Solo quedaba una cosa, una fotografía que había tenido siempre en su mesilla de noche, en donde estaban retratados ella y Thom, un año antes de que él se marchara y volviera con su nueva personalidad.

¿Cómo iba a decirle a su padre, que estaba enamorada de su hermanastro?. De seguro que no lo aceptaba. Pero su madre lo sabía, porque hubo una vez que le hizo un comentario sobre él y con la respuesta que le dio y la sonrisa que brillaba en sus ojos, lo supo. Y por lo que vio, no le molestó para nada. Pero estaba muy segura de que no le había comentado nada a Jared. Porque éste se enfadaría..

. Dejó la fotografía en su sitio decidiendo no guardarla por el momento, y casi dormida se desvistió y se puso el pijama para ir a dormir.

A las ocho de la mañana, Helen ya había desayunado y se dirigía a los establos, en donde se encontraba Jack dando de comer a los caballos.
-¡Hola! -saludó cuando estuvo justamente detrás de él, y éste no se hubo enterado de su presencia.

A lo primero se quedó completamente quieto por la sorpresa. Pero enseguida apareció una sonrisa y dándose la vuelta, cogió a la chica por la cintura levantándola del suelo.
-¡Helen! -ésta no se esperaba aquel gesto por parte del hombre, así que se rió a carcajadas ante la sorpresa.
-¡Jack! .Basta ya, que me voy a marear -se rió. El hombre dio un par de vueltas más, y luego la depositó en el suelo.
-Vaya, ya era hora de que te dejaras ver chiquitina -dijo dándole un tirón en el pelo.
-Lo sé. Es que he ido a Londres, para hacer un trabajillo...
-Me lo comentó Jared, cuando fui a Londres por una reunión y no respondiste a mis llamadas.
-Vaya lo siento, me hubiera gustado mucho el estar contigo allí -lo sintió-. ¿Te van bien los negocios?
-Demasiado bien diría yo -se calló un momento para mirarla-. ¿Qué te ocurre Helen? Cada vez, sé té ve más triste.
-Lo de siempre... -soltó un suspiro.
-Vamos a dar un paseo a caballo y me lo cuentas -vio la duda en el rostro de la joven-. Sabes perfectamente que si vienes conmigo, tu padre no se preocupa.
-De acuerdo, voy a preparar a Pacú.
-Bien, así me gusta que te entretengas.

Un rato después, se encontraban montando a un trote ligero por las grandes y preciosas tierras de su padre.

-¿Y bien? -preguntó al fin. Rompiendo el silencio.
-El trabajo que fui hacer a Londres, fue para Thom... -Jack estuvo callado por unos momentos, asumiendo las palabras de Helen.
-Por lo que veo. Todavía lo amas verdad -afirmó con seriedad.
-Sí -bajó la mirada.
-¿Y cómo ha sido su comportamiento, al encontrarte tu allí?
-En un principio tan raro conmigo, como en estos siete años... Pero hubo momentos en que estuve con el Thom que yo conozco, pero en otros su mirada era nueva, una que nunca había visto y que me ponía nerviosa...
-¿Os habéis peleado?
-Bueno, algún que otro enfado puede pero se pasaba rápido.
-¿Está con alguna mujer? -preguntó con gran curiosidad.
-Que yo sepa no. ¿Por qué?
-No, por nada -sonrió-. Simple curiosidad.

-Ah -miró un momento a un pájaro que pasó por encima de sus cabezas-. Puede que no venga para estas navidades...
-¿Té molesta? -la miró.
-Me molesta, porque en lo que va de año que mi padre no lo ha visto. De seguro, que solo han hablado como mucho una vez al mes por teléfono.

-Yo creo, que se preocupa al llamarlo cada mes -lo defendió Jack.

-¡Jack! -se quejó-. Pero si yo lo llamo una vez por semana.
-Pero mujer -se rió-. Siempre es muy diferente la relación entre un padre y una hija, a la de un padre y un hijo.
-Eso son tonterías, que os creáis vosotros los hombres.

Jack se rió a carcajadas, con aquel comentario inocente de la joven.

-Sabes -dijo mirándola con cariño-. Me alegra él haberte conocido, porque siempre has dado alegría a mi vida. Eres la hermana que siempre quise tener, pero que nunca me dieron. Hasta que vine a vivir al rancho de al lado.
-Gracias y tú también me has dado alegría en mi vida -confesó ella.
-Vine en el momento exacto, un año antes de que ocurriera todo -dijo-. Pude llegar a conocer a Thom y su encantadora hermana que tanto adora.
-Adoraba -rectificó ella-. Te has equivocado al utilizar el verbo presente, cuando tendrías que haber utilizado el verbo del pasado -dijo con ironía y un poco de tristeza.
-Estoy seguro de que todo es una tontería -la animó.
-Me es igual. Creo que es mucho mejor para mí, el que nos hayamos separado.
-No digas eso -la riñó.
-¿Por qué no? -encogió los hombros-. Al fin y al cabo, mi sueño es imposible. Soy una idiota por enamorarme de mi hermanastro, mira que hay hombres...
-Helen-intentó callarla.
-Estabas tú y Zack, cuando vinisteis a vivir aquí. Sois unos hombres también igual de atractivos, encantadores, divertidos y listos como Thom... Pero no, tuve que fijarme en él.
-Si el destino quiere que sea así, por alguna cosa será. -Para mí, creo que el destino me ha reservado una vida triste.
-Venga ya. Helen -la animó-. Es solo que tú vas más deprisa que todo. Yo creo que serás muy feliz, como lo has sido hasta ahora.
-Jack, solo he sido feliz hasta hace siete años atrás. Ahora, toda yo no lo soy porque siento un gran vacío en mí.
-Pero porque tú quieres... -le dijo-. Por que de seguro que si tú y Thom, hablarais muchas cosas se arreglarían.
-Solo se arreglaría una parte de mi corazón.
-En éste vida, es muy difícil tenerlo todo -afirmó-. Bueno, creo que va siendo hora de que volvamos, ¿no crees?

-Sí, mi padre estará muy preocupado aunque sepa que estoy contigo.
-Es muy difícil para él -dijo pensativo-. Al menos te deja coger el caballo.
-Sí. Pero no quiere ver como lo hago para nada.
-Fue muy duro cuando Margot se cayó del caballo y murió por ello.
-Sí -sus ojos se empañaron de lágrimas-. Venga, mejor que volvamos que ya llevo demasiado rato fuera y hace frío -Emprendieron la vuelta, con un trote un poco más ligero. Pero procurando aflojarlo a la altura de la casa.

Durante el camino de vuelta. Helen estuvo muy pensativa. Ya habían pasado cerca de diez años, desde la muerte de su madre. Los recuerdos de aquel día le volvieron nuevamente a la cabeza… Un día, decidieron ir ella y Thom haber como trabajaba su madre. Era una gran pintora, que realizaba temas de la naturaleza. Aquel día. Ésta se encontraba cerca del lago, de manera que cogieron el caballo y fueron a su encuentro. Pero antes de llegar, hallaron a la mujer sin vida bajo el cuerpo del caballo, que había metido la pata en un agujero y se la había roto, cayendo así de costado sobre el cuerpo de la mujer.

Fue un golpe fuerte para los dos, el encontrársela así. Y desde entonces, que no podía montar a caballo sola...

Después de cepillar al caballo y darle de comer, entró en la casa encontrándose a su padre en el despacho trabajando con el ordenador.
-Hola -dijo con una sonrisa.
-¡Cariño! -dejó de pronto lo que estaba haciendo-. ¿Qué has ido a montar? -preguntó preocupado.
-Sí. Pero ha venido conmigo Jack -lo tranquilizó un poco.
-Perfecto -se calmó-. Ya sabes que no me gusta nada, el que montes sola.
-Sí. Papá.
-¿Y dónde está ahora él?
-¿Jack? Se ha ido a mírate las vallas. que están cerca del río.
-Hay que ver éste hombre, lo mucho que se preocupa por todos nosotros.
-Sí, es todo un encanto -confesó-. Bueno, me voy a la biblioteca a leer un poco.
-Como quieras -dijo volviendo a mirar la pantalla del ordenador-, Ah. La semana que viene no estaré aquí porque tengo que ir a Detroit, para mirar unas cosas sobre el ganado.
-Muy bien. Pero...
 -Llegaré dos días antes de navidad -sonrió.
 -Entonces no hay nada que discutir.
-Nada, tu solo dedícate a descansar.


Cuatro días después, se encontraba completamente relajada en casa. 
En esos días que había estado sin su padre, había estado montando a caballo cada mañana, leyendo, escuchando música, haciendo fotos por los alrededores y además, el contar con la fabulosa compañía de Jack. Que la había llevado a cenar, unas noches a restaurantes y otras a su casa. Era una excelente compañía, porque siempre le estaba haciendo reír. Acabó de ducharse y como no, bajó a los establos a montar a Pacú. Miró por los alrededores pero no vio la presencia de Jack. Tampoco le dijo el día anterior si iba a montar con ella. Hacía mucho aire, pero el cielo se veía despejado de nubes, de manera que no le dio mucha importancia…
 
Sabía que nunca se lo perdonaría pero necesitaba verla, hablar con ella... Durante siete años, lo había conseguido. La veía y podía mantenerse apartado, pero ahora le era completamente imposible... Ya no salía mucho por ahí con mujeres y cada vez le iba pareciendo más atractiva, la idea de tener una familia. Llevaba unos meses estudiando algunas de las mujeres con las que había salido, para crear una familia con ella. Pero el resultado era negativo, siempre acababa comparándolas con Helen y era entonces, cuando desistía.
¿Qué iba hacer? Alzó por un momento la vista al cielo, descubriendo unos nubarrones grandes y feos, aquello no pintaba bien. Por lo visto, se acercaba una buena tormenta. Aparcó el coche en la plaza de parking dispuesta y entró en la casa utilizando su llave. Aquello no le gustaba nada, en la casa reinaba un completo silencio. Era raro que no estuvieran ni su padre ni Helen. Se acercó al estudio y llamó al móvil de su padre.
-Sí...
-Papá, soy Thom
-¿Thomas? ¿Qué haces llamando desde casa? -preguntó extrañado.
-Tú qué crees -sonrió-. Pues he venido a pasar las navidades. Pero resulta que llego a casa y no hay nadie para recibirme.
-Bueno, yo me encuentro en Detroit por trabajo… Volveré para el veintitrés, pero Helen si tiene que estar ahí. Lo que pasa, es que seguramente se habrá ido a montar a caballo con Jack. Desde que llegó Helen, que no paran de verse.
-Muy bien papá -por un momento sintió celos, pero sabía que Jack no intentaría nada. Bueno eso esperaba-. Nos veremos cuando vuelvas y ten cuidado.

Jack colgó el teléfono sin querer informar a su padre del tiempo que se avecinaba, y que Helen estaba sin aparecer. Aquello no le gustaba nada. Estaba seguro, de que si Jack estuviera con ella ya habrían vuelto. Un poco nervioso, cogió nuevamente el teléfono y marcó el número del móvil de su amigo. Momentos después, se escuchaba la voz del hombre.
-¿Jack?
-¿Sí? ¿Thom? -preguntó extrañado.
-¿En dónde estás Jack?
-Pues mi avión acaba de aterrizar hace cinco minutos en Londres. Tengo una reunión urgente. ¿Por qué? ¿Ocurre alguna cosa? ¿Es Jared o Helen?
-Es Helen, no se encuentra en casa y pensé que estaría contigo...
-No. Tal vez esté montando a caballo…
-¡Mierda! -gruñó.
-¿Qué hay de malo? -preguntó.
-No. tranquilo no es nada -mintió-. Luego te llamo.
-Vale.

Fue a su dormitorio en donde cogió un buen abrigo y bajó corriendo en dirección a los establos. El tiempo estaba empeorando y el caballo de Helen no estaba allí. Con gran rapidez montó a Manchas y salió en su búsqueda. Había muchos sitios en los que buscar. Pero su instinto le decía que se dirigiese hacia el lago. Sabía que a Helen le gustaba mucho ir para allí.

 ¡Dios! ¿Y ahora qué iba hacer? Había visto a un perrito con el cuerpo medio atrapado en un agujero en el suelo. Que tonta, mira que no pensar en que al exponer su peso en el terreno de alrededor del agujero, provocaría que se derrumbara. ¡Y encima no había cogido su móvil! ... Por suerte Pacú se había quedado allí, en vez de salir corriendo. Sonrió con ironía. Ahora se encontraba sentada en el fondo del agujero de un metro y medio aproximadamente. Podría salir, porque era de alto como ella, pero el colmo es que se había hecho daño en un pie... Por suerte no estaba sola. Miró al cachorro cazador, que se encontraba cobijado encima de sus rodillas. Bueno, ahora solo había que rezar por que pasara alguien por allí. Ya llevaba unas dos horas… ¿Pero quién? Aquello era propiedad de su padre... Solo esperaba que fuera pronto, ya que empezaba a llover.

A medida que se iba acercando, iba distinguiendo un gran punto negro. Era el caballo de Helen. Estaba solo, nadie lo montaba y era cosa rara, porque con el agua que caía no creía que ésta se quedase allí contemplando el paisaje que la rodeaba. Algo debía haber ocurrido.
-¡Pero qué...! -exclamó Thom al ver a Helen en aquella situación.

¡Por fin!. Alguien la había visto. Levantó la vista y se llevó una gran sorpresa al encontrarse allí Thom, completamente empapado.

-¡Thom! -estaba sorprendida, no sabía si era una visión-. ¿Qué eres tú?
-¡Pues claro que soy yo! -masculló mientras bajaba al agujero.
-¿Y qué estás haciendo aquí? -preguntó tontamente.
-¿Y tú qué crees? -dijo en tono enfadado, una vez que se encontró a su lado-. Se puede saber por qué has salido en un día como éste. Es cosa de locos.
-A lo primero solo hacia viento, y el cielo estaba completamente despejado -replicó ante su riña.
-Será mejor que deje de preguntar -dijo con voz cansina-. Además de estar calada y con un cachorro en tus brazos, hay algo más que no sepa...
-Sí -sonrió de forma tímida-. Creo que me he torcido el tobillo.

En cuanto dijo aquello, Thom se fijó en sus pies y efectivamente se encontró que el izquierdo estaba muy inflado. Sin decir nada, sacó al cachorro de sus brazos provocando que se despertase y llorase un poco, cuando lo hubo dejado fuera del agujero con aquel aire tan frío. Después se agachó y ayudó a la joven a que se agarrara a su cuello con los brazos y cintura con las piernas. Una vez que estuvo bien agarrada, Thom se levantó y apoyó sus grandes y fuertes manos a la fangosa pared, que los tenía cobijados del fuerte aire. Con un poco de esfuerzo, salió de allí con Helen sujeta a su espalda.

La dejó sentada en el suelo y rápidamente el cachorro empezó a lamerla con gran alegría, y a corretear por las piernas de Thom. Dándole las gracias, por haberle sacado de allí.
-Creo que tienes un nuevo amigo —Dijo Helen, con sonrisa torcida.
-Ya lo veo. Se ve simpática -sonrió también-. Bueno, creo que es mejor que vayamos en un mismo caballo.
-Qué... -empezó a protestar.
-Ataré a Pacú al mío, y así no se desviará. Y francamente, no estoy para escuchar ningún tipo de queja, créeme -dijo con voz sensual y provocativa.

Estaba con los nervios de punta y apenas sentía el dolor del pie. Pero aquello era porque se encontraba sentada en el caballo de Thom y delante de él. Con el cachorro en sus manos. Thom le pasaba los brazos por la cintura, para coger las bridas. ¡Pero bueno, acaso es que no veía que le ocurría...! Su espalda estaba apoyada en su pecho, sus caderas se habían moldeado perfectamente a las de él y con el movimiento del caballo, mejor era no hablar. Por no decir, el que sus manos le fueran rozando de tanto en tanto sus senos. ¡Dios, quería llegar cuanto antes a casa!
No si en vez de darse una ducha caliente, la que le convenía era una con agua fría. Maldita sea. Entre el suave tacto de sus senos, el perfume que desprendía su cuello y el que sus caderas estuvieran encajadas contra una parte muy delicada de su anatomía, le estaban volviendo loco. Y mira, que el tiempo no acompañaba para nada. Pues no. Él tenía que ser lo bastante duro, como para que aquello no le molestara.

Después de dejar a los caballos en el establo. Thom cogió a Helen en brazos y la condujo a la casa, dejándola encima de una silla del dormitorio de ella. No abrió para nada la boca en ningún momento. Tampoco se atrevía hacerlo. Se encontraba completamente perturbada por estar en brazos de él. Su mirada se dirigía mucho a su magnífico cuello, que le enviaba señales de que lo acariciara con sus labios. Pero estaba completamente segura de que si lo hacía. Thom no le volviera hablar nunca más, no sin antes dejarla por los suelos por su locura.

Una vez sentada. Thom entró al cuarto de baño rápidamente y empezó a soltar agua en la bañera. Para luego volver al dormitorio, coger su móvil y llamar al doctor.

-Creo que no hace falta el que llamaras al doctor -protestó, en cuanto el hombre hubo colgado.
-Sin embargo yo opino todo lo contrario -dijo mostrándole una sonrisa torcida-. ¿Te duele mucho?
-Un poco —mintió. Porque la hinchazón no había bajado y el dolor en vez de disminuir había aumentado un poco.
-Bueno, pues será mejor asegurarse -concluyó acercándose a ella, hasta ponerse delante y hacer que se le volvieran alterar las terminales nerviosas a la joven -. El médico tardara más o menos tres cuartos de hora, así que nos da tiempo a ducharnos. Estamos los dos calados hasta los huesos y para evitar resfriarnos, nos damos una ducha o un baño bien caliente.
-Vale -se empezó a levantar para dirigirse al cuarto de baño y meterse en la bañera.
-¿Ah dónde vas? -preguntó Thom inquisitivo.
-A bañarme -contestó un tanto confusa por la pregunta.
-Tendrás que desvestirte antes...
-A eso iba al cuarto de baño —contestó.
-Y no crees que te hace falta reconocer que tu sola no puedes desvestirte.
-Thom por favor... –Bufó, porque no le gustaba sentirse como una niña pequeña.
-¿Segura que puedes llegar tu sola a la bañera?
-Por supuesto, solo tengo un pie dolorido no-minusvalía.
-Está bien -dijo no muy seguro-. Entonces te dejo tranquila, así yo me voy a darme también una ducha. Y estaré listo, para cuando venga el doctor.
-Sigo insistiendo que ha sido una tontería él...  -Un poco tarde para replicar. Thom cerró la puerta dejándola allí sola mirando el vacío. ¿Y ahora qué? Por lo menos iba a estar unos cuatro días a solas con él. Hasta que viniera su padre. No sabía cómo iba a transcurrir todo, pero esperaba que fuera como por el momento, ya que no habían tenido ninguna discusión...

Lo que su cuerpo necesitaba de verdad en aquellos momentos era una ducha de agua fría, porque estaba que ardía de deseo. Todavía tenía en sus fosas nasales el olor a Thom, de cuando la había cogido en brazos para traerla de los establos hasta su dormitorio. Fue maravilloso el rato que duró. Encontrándose sujeta por aquellos brazos tan fuertes y protegida contra su pecho fueron unas sensaciones que... Se le ponía el bello de los brazos de punta al recordar tales sensaciones. Tenía que ser maravilloso el ser la mujer de Thom, vivir y despertar con él todos los días.
 Iba a quitarse el empapado jersey, cuando de repente unos golpes en la puerta la hicieron detenerse. Tenía que ser Thom, no había nadie más. ¿Pero qué quería? ¿Habría llegado el médico sin darles tiempo a ducharse? Imposible, no había escuchado ningún coche ni había sonado el timbre.
 -Adelante -dijo con voz segura.
 La puerta se abrió y apareció Thom con la ropa cambiada y bien peinado... Y desprendiendo su colonia, que le nublaba la mente de deseo...
 -¡Pero todavía sigues así! -dijo perplejo.
-AH... -no sabía que decir. ¿Pero cuanto rato había estado pensando en él?-. Eres muy rápido…
-Rápido… -repitió-. Pero si hace por lo menos unos veinte minutos que te dejé aquí. Seguro que la bañera se encuentra llena hasta arriba... ¿Pero qué has estado haciendo en todo este rato?
 Pensando en lo mucho que te quiero y en lo maravilloso que seria vivir contigo, como tu fiel amante y esposa. Pensó en silencio.
 -AH... Bueno yo...
 Thom resopló y entró en el baño para parar el agua. Luego salió y se detuvo enfrente de ella.
 -Bueno, por un palmo que se sale el agua -sonrió, mientras agarró el jersey de ella por el bajo y tiró de él hacia arriba-. Vas a coger una pulmonía, como no te quites esto y te metas en la bañera...

 Thom le estaba quitando la ropa... Pero que... suerte que debajo del jersey llevaba una camiseta interior. Pero aun así no sabía qué hacer, se encontraba demasiado perturbada como para reaccionar. En cambio a Thom se le veía normal, no mostraba ningún signo extraño. De pronto, empezó a darle suaves empujones hasta conseguir que cayera sentada en el borde de la cama. ¿Y ahora? Toda ella era un flan por lo que estaba ocurriendo. El hombre se agachó y le quitó las botas, para poder dirigir sus expertas manos a la cinturilla del pantalón. Aquello ya era demasiado...
-Thom...
-Ni una palabra —la cortó con voz cortante-. Mejor que te ayude, porque sino aras esperar al doctor una eternidad... -Sonrió-. Y no tengas vergüenza, soy mayorcito y he visto a muchas mujeres desnudas.

¡Y qué! Ella deseaba que si la tenía que ver desnuda, que fuera en otro tipo de situación conducido por la pasión. Y no por aquella forma tan fría y con tantas prisas...

¡Dios! Pero que estaba haciendo. El que hubiese visto un montón de mujeres desnudas, no era lo mismo que ver el cuerpo de tu amada. Y más si era tan bello y suave como en aquel caso. Esperaba tener las suficientes fuerzas, como para no lanzarse sobre ella.

Tomó aire profundamente, en cuanto Thom puso sus manos en la cintura y empezó a deslizar la tela hacia abajo. No quería mirarlo. Para ella aquello era una cosa muy especial y posiblemente para él, era indiferente. Así que quería mantener la ilusión de que para él, también era especial. Por eso no se atrevía a mirarlo y descubrir en el rostro el simple afecto de un hermano…

No se atrevía a levantar la mirada, porque si lo hacía, caía la posibilidad de que descubriera la fuerte batalla que estaba teniendo. Y quien sabe que es lo que ocurriría... Tenía la respiración más acelerada de lo normal. Y estaba haciendo grandes esfuerzos por controlarla. Pero era cosa imposible con la tarea que estaba llevando a cabo. Si con solo la idea del tener que desnudarla, ya se ponía nervioso. Era raro que no le diera un ataque de nervios, en cuanto le hubo quitado los pantalones. A medida que los iba bajando, iba descubriendo unas preciosas piernas que más de uno se volvería loco por acariciar. Como le estaba ocurriendo a él.

Soltó un profundo suspiro, y se levantó del suelo para poder quitarle la camiseta interior, cuando fue salvado por el timbre de la entrada. Dio gracias a dios.

-Ha llegado el doctor -dijo con voz neutra y mirando por un momento a la joven a los ojos.
-Sí... -estaba completamente ruborizada-. Será mejor que acudas abrirle. Yo ya puedo por mí misma de acabar de desvestirme y entrar en la bañera.
-¿Segura? -estaba loco por salir de allí. No aguantaba ni un minuto más, de no poder acogerla en sus brazos y hacerle el amor.
-Sí. Anda, corre abrirle —lo echó de allí, consiguiendo quedarse sola y poder tranquilizarse.

 ¡Pero qué es lo que estaba ocurriendo allí! Estaba completamente segura de que era imposible que Thom, estuviese igual de acalorado como lo estaba ella. Es solo que lo había notado un tanto diferente, antes de que saliera del dormitorio. Dejando todo aquello a un lado, se quitó el resto de ropa y cojeando un poco se dirigió a darse un corto baño.

-¡Doctor Domínguez! -lo saludó con alegría.
-¡Thom! -dijo sorprendido el viejo hombre, de encontrarse con aquella grata sorpresa-. ¿Vienes por navidades o para quedarte? -preguntó sonriente, mientras entraba y se quitaba el abrigo.
-Por navidades, como todos los años.
-Pero éste año, vienes pronto -señaló con tranquilidad, mientras iban a la salita-. ¿Y bien qué es lo que ocurre? ¿Es Jared?
-No -lo tranquilizó-. Mi padre se encuentra en viaje de negocios. Así, que quien queda es Helen...
-Vaya, también está aquí mi preciosa niña. ¿Y qué le ocurre?
-Se ha caído, cuando daba un paseo con el caballo y...
-¡Santo dios! -se exaltó el doctor, recordando la amarga historia de Margot-. ¿ Y qué le ocurre, es grave?
-Tranquilo doctor -dijo con calma, mientras le daba un whisky -. No se ha caído del caballo, si no que se cayó en un agujero al ir a rescatar a un cachorro, y aparte de haberse empapado creo que se ha lastimado un pie. Hace un rato que lo tenía bastante hinchado...
-¡UF! -soltó un profundo suspiro-. Por un momento creí...
-Ahora debe de haber acabado de bañarse.
-Sí, sí... -le hizo señas con la mano, mientras le daba un trago a la bebida-. Anda, ves a comprobar si ya está lista para que pueda subir a verla.

Llamó dos veces a la puerta, pero no escuchó nada. Así que un poco preocupado optó por entrar… Mal hecho. Tenía que haber llamado una tercera vez... enfrente de él, se encontraba Helen con el cabello recién seco y completamente desnuda. Bueno, hay que decir que llevaba la toalla en la mano... Los dos estaban clavados en el suelo, sin saber que decir.

Ahora sí que ya no podría dormir por las noches, ya que le vendría cada dos por tres la imagen de aquel cuerpo tan bello. Quería apartar la mirada o salir de allí, pero no podía se sentía hipnotizado. Por fin, Helen recuperó su cordura y se cubrió con la toalla, en un estado completamente de vergüenza.

-Perdona... -se disculpó-. Llamé pero no me escuchaste.
-Ya veo... Estaba con el secador —señaló al cuarto de baño con timidez-. ¿Es el doctor?
-Sí. Quiere saber si estas lista para poder ver tu pie.
 -Sí. Me pongo el chándal y que suba.
-Bien —aceptó saliendo de allí.

Se sentó un momento en la cama, para tranquilizarse. Ahora sí que no sabía qué hacer... Como tenía que comportarse en cuanto se encontrara cara a cara con él. Estaba muy avergonzada. Thom la había visto completamente desnuda y en vez de salir de allí, se había quedado parado mirándola, hasta que se hubo tapado con la toalla. ¿Qué habría pensado? Nada. Él mismo, había sido quien le había informado de haber visto a cientos de mujeres desnudas. No lo dudaba…


3.-

-Bueno ya esta -dijo el doctor apareciendo en el salón, en donde se encontraba Thom esperando-. No se lo ha roto, pero sí que tiene una contusión por el golpe. Que procure descansar un par de días con el pie en alto y ya está, más unos antiinflamatorios y la tendrás corriendo nuevamente por aquí -dijo el hombre muy sonriente.
-Bien -contestó levantándose del sillón -. ¿Quieres que te sirva alguna cosa?
-No, déjalo -sonrió, mientras caminaba al recibidor seguido por Thom-. Dale recuerdos a tu padre y si surge cualquier cosa, no dudéis en llamarme a casa ¿Vale?
-Estate tranquilo -lo acompañó a las escaleras-. Que pases buenas fiestas si no nos vemos -sonrió.
-Igualmente hijo - se despidió con la mano antes de entrar en el coche y alejarse de allí con tranquilidad.

¿Bueno y ahora qué? Se preguntó el hombre en cuanto hubo cerrado la puerta de la casa y se hubo quedado a solas en el silencioso vestíbulo. Tenía que subir arriba para comprobar si Helen necesitaba alguna cosa. Al volver a pensar en ella, le vino nuevamente a la mente el encuentro que habían tenido cuando subió la última vez. Una sonrisa atractiva apareció en su rostro al recordar tal belleza... Pero se riñó, por que no podía tener tales pensamientos con ella. Fue entonces, cuando sus pensamientos fueron interrumpidos por el pequeño ladrido que procedía de la cocina. Vaya, el pequeño cachorro había despertado por fin desde que lo hubo dejado allí con una manta pequeña, antes de darse él una ducha. Nada más entrar en la cocina el pequeño diablillo se le tiró entre las piernas para que le prestara atención. Seguramente el pobrecillo tenía hambre. Sonriendo se agachó para acogerlo en brazos y subir con él al dormitorio de Helen.

Escuchó como Thom paraba enfrente de su dormitorio y llamaba a la puerta, antes de entrar con una preciosidad entre sus brazos. Aquello hizo que a Helen, se le olvidara por el momento el bochornoso encuentro y apareciera en su rostro una gran sonrisa. -¡OH! -dijo extendiendo los brazos hacia el hombre-. Pero si es mi pequeñín... Anda tráemelo conmigo, por favor.
-Aquí lo tienes -se acercó a la cama y le entregó al cachorro-. Me parece que tiene hambre -dijo con una sonrisa al ver como el cachorro había reconocido a Helen, lamiéndole la cara y moviendo la cola como un desesperado.
-Seguro que sí -dijo riendo al ver la alegría del cachorro-, ¿Haber pequeñín cuantos días as estado sin comer? -preguntó en tono cariñoso.
-¿Qué le doy de comer? -preguntó el hombre-. Un poco de leche...
-Sí. Pero no sé si tenemos algún biberón por aquí...
-Puede que sí. Recuerdo que a papá le gustaba alimentar alguna vez a los terneros pequeños... Veré si guarda alguno en la cocina.
-Vale, yo bajaré ahora al salón...
-¿Para qué? -preguntó Thom extrañado.

-No pienso estarme todo el día encerrada en mi dormitorio, el doctor te habrá dicho que no tengo el pie roto...
-Muy cierto -contraatacó-. Pero si que me dijo que tenías que hacer reposo.

-Pero si puedo caminar bien -replicó-. Venga Thom, sabes perfectamente que no haré nada para lastimarme más el pie -lo miró a los ojos-. Te prometo que descansaré, pero no aquí encerrada las veinticuatro horas del día -señaló levantando los brazos para abarcar el gran dormitorio.

El hombre la observó un momento, mientras meditaba su petición, para sonreír seguidamente aceptando la propuesta.

-Muy bien -seguidamente levantó un dedo apuntándola-. Pero como vea que no lo cumples, prepárate para recibir un castigo.
-Tampoco eres mi padre para poder castigarme -protestó con cierta ironía en la voz.
-Helen, Helen... —sonrió maliciosamente-. Mejor no hablar de ese punto, porque acabaremos muy mal.
-Qué... -protestó un poco exasperada-. Lo único que intento señalar, es que yo ya soy mayorcita para que tengas que venir tú a reñirme.
-Sí claro, tan mayorcita eres que saliste a montar a caballo en un día de fuerte lluvia, —dijo en burla.
-Siempre echando todo en cara -refunfuñó-. No me extraña que te llamen ogro -dijo a media voz.
-Y a ti no te gusta que te llamen niña, pues entonces compórtate como una persona adulta -dijo con una gran sonrisa-. Y lo de ogro —dijo empezando a dirigirse a la puerta-. Solo lo soy para los que necesitan que lo sea.
-Thom, eres... -empezó a decir enfadada por lo que le había dicho sobre su comportamiento.
 -¿Qué Helen? -preguntó el hombre divertido, con la mano sobre el pomo de la puerta.
-Nada es igual... -mejor era callarse-. Porque no bajas a prepararle el biberón, enseguida iré yo.
-Cobarde... -dijo riendo antes de salir y cerrar la puerta. Consiguiendo que Helen se enfadara y le tirara a la puerta un cojín de la cama.

Diez minutos después…


-¡Vaya si que estaba hambriento! —dijo sorprendido Thom, al ver como Helen le daba el biberón al cachorro y este lo aceptaba encantado, sin dar ningún respiro al tomárselo.
-Sí -miró al pequeño con encanto-. Seguro que llevaba más de un día perdido.
-Eso me recuerda que habrá que ir al pueblo a ver si alguien lo reclama -dijo serio, mirando la reacción que tendría la joven tras decir aquello.
No dijo nada. Solo se limitó aceptar con un movimiento de cabeza, sin apartar la mirada del pequeñín. Pero estaba seguro que su mirada se había tomado triste, porque Helen le había cogido mucho cariño. Y quien no... Pensó Thom. Era imposible que uno no se volviera tierno con aquella cosa peluda. Solo esperaba que nadie lo reclamara...

-Bueno si necesitas cualquier cosa, estaré en la cocina.
-¿Y eso? -preguntó.
-Voy a preparar la comida —dijo-. ¿Es que no tienes hambre?
-Sí un poco. ¿Pero tú sabes defenderte en la cocina? -preguntó con cierta burla.
-Muy graciosa Helen -sonrió-. Pero resulta que sé preparar la mejor ensalada y la mejor tortilla de champiñones que nadie -respondió dirigiéndose a la cocina, sin querer presenciar la carcajada que soltó la joven.
-Ya lo veo. Todo un chef del futuro -se regocijó-. Me muero de ganas por comer.
 -Ya vale -se escuchó desde el fondo-. Si sigues así, no probaras ni un solo bocado.
-¡Que cruz! -chilló en tono divertido para que la oyese.

Thom, entró en la cocina con una sonrisa en el rostro y silbando. Al decidir venir unos días antes para pasar las navidades, pensó que los días se le harían insoportables, que no podría aguantar el estar junto a ella y comportarse de forma normal. Pero se había equivocado. Sabía que no le haría nada bien a su corazón el estar allí, pero lo necesitaba. Habían sido muchos los años que se había torturado, pero tenía que estar junto a ella, verla sonreír, escuchar su voz, observarla... Volver a sentirse parte de ella, como lo habían estado siete años atrás. Helen estaba enfadada con él, por su forma de tratarla en los últimos años. Se lo merecía. Pero su bondad podía más que su enfado. Ella lo quería. Siempre lo había querido. Pero lo malo, era que aquel amor era muy diferente al que él sentía por ella. Ella lo miraba como a un hermano mayor y él la miraba como a una bella mujer, dulce, delicada... Estaba claro que en la vida no se podía tenerlo todo. Y sabía, que en algún momento tendría que volver a ponerse duro de carácter sino quería volverse loco. Porque tarde o temprano llegaría el día en el que ella conocería a un hombre...
 Soltó un profundo suspiro, intentando quitarse aquel doloroso pensamiento de la cabeza y se dispuso a preparar la comida.


Tres días después, el pie ya no le dolía tanto y podía caminar bien. No largas caminatas, porque se le cansaba y entonces le molestaba un poco, pero si moverse por el rancho con tranquilidad.

A lo primero dado el trato que habían tenido en aquellos años y el encuentro raro del dormitorio, había habido un poco de tensión en el ambiente. Pero luego se evaporó. No es que volviera a ser como en los viejos tiempos, pero era mucho mejor que en los últimos encuentros.

        Le encantaba encontrarse en compañía de Thom. Quería aprovechar hasta el máximo. Nunca lo volvería a ver tan relajado, estando ella cerca. Unos golpes discretos en la puerta la distrajeron de sus pensamientos.

-¿Helen? -se escuchó la voz del hombre, que había estado hacía unos instantes en sus pensamientos. -Sí. Pasa - dijo acomodándose en la cama y cubriéndose bien el cuerpo con la sabana.

Thom entró con una sonrisa en la mirada. Éste se encontraba ya vestido, pero no con la ropa habitual de estar por allí, sino con uno de sus trajes de Armani. Algo ocurría...

-¿Ocurre algo? -preguntó preocupada.
-Mmm..., sí bueno -empezó acercándose a la cama, para pararse enfrente de ella con las manos apoyadas enjarras-. Me temo que voy a estar toda la mañana fuera y no sé sí la tarde...
-OH. Vaya... -dijo con desilusión.
-Hay un cliente que quiere enseñarme unas cosas y resulta que ha venido expresamente aquí para ello, es algo relacionado con sus tierras. Así que me temo que hoy te quedaras sola... -la miró fijamente.
-De acuerdo, ya veré que puedo hacer para no aburrirme -dijo con una sonrisa. 
-¿Segura?-preguntó preocupado-. Si quieres le digo que no y...
-¡Thom! Por favor… -se rió-. Ya soy mayor y sé cuidarme...Y no me vengas con tonterías -le recriminó enseguida, en cuanto vio que el hombre iba a responder ante aquello.
-Está bien —resopló-. Procuraré estar para la hora de comer.
-Como quieras, pero no te preocupes por mí. Estaré bien...
 -Vale, pues me marcho ya... -se la quedó mirando fijamente a los ojos. Estaba en un gran dilema. Porque lo que tenía muchas ganas de hacer en aquel momento, era acercarse hasta ella para acogerla en sus brazos y besarla hasta dejarla sin aliento. Pero claro, sonrió. Aquello era cosa de locos, pero estaba tan bella allí en la cama, con el cabello alborotado y las mejillas sonrojadas... -. Hasta luego.
-Hasta luego y ten cuidado -Ya está. Por fin podía respirar con normalidad. Se había puesto tan nerviosa en cuanto vio que Thom entraba en el dormitorio, encontrándose ella en la cama con un camisón... Y luego, es como si hubiese mantenido las ganas de hacer algo, pero se había contenido... Sonrió con cierta ironía. Sí claro, a Thom le habían dado deseos de lanzarse sobre ella para besarla apasionadamente... Y los burros volaban. Con aquella tonta idea, se apartó las sabanas y salió en dirección al lavabo para ducharse y prepararse para pasar un buen día. Aunque claro, no estaría su querido Thom para ello. No habría nadie que observara sus movimientos detenidamente... Lo iba a echar de menos.

Se encontraba en la cocina preparando la comida, cuando vio que un coche se acercaba por el camino levantando gran polvo. Una sonrisa apareció en su rostro al pensar que Thom había cumplido su palabra y llegaba a la hora de comer, pero a medida que el vehículo se iba aproximando a la casa veía que aquel no era Thom, toda sonrisa desapareció dando paso a la duda ya que no conocía aquel coche. Este llegó a la casa, deteniéndose con un pequeño frenazo. El coche brillaba con el sol de invierno, tenía que ser nuevo... Fue entonces cuando la puerta del conductor se abrió y dio paso a un hombre. ¡Jack!. Vaya que sorpresa, pensó volviendo aparecerle de nuevo la sonrisa en el rostro. Dejó la comida y salió lo más rápido, que le permitió su pierna a la entrada para poder recibirlo.

-¡Jack! -gritó antes de lanzarse a los brazos del hombre, que la recibió con muy buen gusto-. Que alegría el que ya estés aquí.
-Ya lo veo ya -sonrió el hombre tras depositar un suave beso en sus labios, como siempre hacían cuando se veían-. ¿Ocurre algo para tan buen recibimiento?
-Sí. Que estoy sola y aburrida —sonrió mientras entraban en la casa.
-¿Y Thom? -preguntó con las cejas entrecerradas-. Creí que estaba aquí...
-Sí bueno, pero ha tenido que salir por un asunto de negocios —comentó mientras le entregaba una cerveza fresca, y intentando no darle demasiada desesperación a sus palabras.
-Veo que todos te abandonamos por lo mismo -sonrió mientras le daba un trago a la botella-. ¿Y bien qué te ocurre? Y no me digas que nada porque he visto que cojeabas un poco y Thom,  me llamó con un tono un tanto desesperado por qué no estabas en casa...
-OH, nada -sonrió mientras se sentaba en una silla-. Me caí en un agujero por rescatar a un perrito y me hice daño en el pie. Pero ya está curado...
-Casi curado -mostró una sonrisa atractiva-. Te he visto cojear.
-Sí vale, pero puedo moverme bastante bien… No necesito a nadie -se defendió como de costumbre.
-¿Y cómo se ha tomado esa respuesta Thom? -preguntó divertido.
-Bien.
-¿De veras? -preguntó asombrado.
-Sí. Bueno han ocurrido ciertas cosas por aquí -dijo un poco nerviosa, sin querer comentarle el incidente del dormitorio-. Por el momento nos llevamos bien, no hay ninguna riña.
-Bien -dijo antes de darle otro trago a la bebida.
-¿Bien? -dijo asombrada-. Eso es todo lo que piensas decir... -se levantó de la silla y se acercó a la encimera para seguir con la comida-. Sabes lo que siento por él y los problemas que he tenido, y no me dices nada más.
-Helen, ya eres mayor -tiró la botella vacía al cubo de la basura-. Y yo no soy nadie para meterme en vuestros problemas...
-No estoy de acuerdo -lo interrumpió enseguida.
-Sí, es verdad -volvió afirmar con más seguridad en la voz-. Yo no puedo hacer nada respecto a ese asunto y lo sabes muy bien.

Helen, se lo quedó mirando por un momento en completo silencio. Algo le había ocurrido durante el viaje que había hecho a Londres. Se lo veía mucho más serio de lo normal.
-¿Y bien?, -inquirió poniéndose seria.
-¿Y bien qué?-repitió sin comprender la repentina actitud de la joven.

-Es obvio que algo te ha ocurrido en este viaje y no me lo niegues, sabes perfectamente que te conozco -se acercó hasta él, parándose enfrente y mirándolo a los ojos con los brazos en jarra-. Estoy esperando una respuesta y no te dejaré en paz, hasta que no me la des.

Jack sonrió abiertamente.

-Lo siento, pero no pienso comentarte nada de mi viaje a Londres -respondió empezando alejarse al salón, para encender el televisor. Llevándose una grata sorpresa, al encontrarse en el sofá al pequeño cachorro que dormitaba en completa paz-. Cállate si no quieres despertar a tu nueva adquisición -sonrió entre dientes, mientras se acercaba para inspeccionar al nuevo habitante de la familia-. ¿Tiene nombre?
-Todavía no -dijo acercándose para mirar por un momento con amor al cachorro, y seguir seguidamente acosando al hombre-. Pero no me cambies de tema, quieres…
-Hay Helen -soltó un suspiro-. Ya te lo contaré a su debido tiempo, vale… -La miró a los ojos en una súplica.

Helen, se calló por un momento mientras meditaba.

-De acuerdo -aceptó no muy convencida-. Me voy a la cocina a terminar de preparar la comida, tú quédate aquí relajándote y cuidándome al pequeño...
-¡En! -dijo de pronto el hombre incorporándose y levantándole la barbilla a la joven para que lo mirase a los ojos-. No estás enfadada conmigo, verdad.
-Claro que no, tonto -sonrió mirándolo a los ojos-. Es solo que no quiero perderte como amigo...
-Sabes que eso nunca ocurrirá -le susurró con cariño.
-Lo sé, pero...
-Ningún pero -la acalló poniéndole un dedo en los labios para que no siguiera diciendo nada-. Sabes que te quiero mucho...
-Y yo también Jack -susurró ya más tranquila.
-Entonces no debo preocuparme por nada verdad -la chica asintió levemente con la cabeza-. Bien esa es mi chica —sonrió depositando un beso en sus labios-. Y ahora a la cocina...
-Vaya que escena tan tierna... -los interrumpió la voz de Jared.
 -¡Papá!
-¡Jared! -dijeron los dos jóvenes al unísono, al no esperarse que el hombre llegara en aquel momento sorprendiéndolos de aquella forma.
-Hola chicos -sonrió divertido-. Seguid, no quiero molestaros con lo vuestro... Yo ya me marcho a la cocina para...
-Un momento papá -lo detuvo Helen poniéndose seria-. Sabes perfectamente que lo que has visto no significa nada...
-Claro, claro -sonrió mirando a Jack divertido-. Yo no he visto nada...

-¡Papá! -dijo con energía la joven, empezando a desesperarse un poco-. No me vengas con tonterías, entre Jack y yo, lo único que hay es amistad.
-AH, vale así es como lo llamáis hoy en día -siguió mirando al muchacho, con una sonrisa divertida en la mirada.
-¡No! -gritó eufórica.
-Helen -empezó a decir Jack con voz tranquila-. No sigas, tu padre te está gastando una pequeña broma...
-¡Qué! -miró expectante a los dos hombres, para lanzar una mirada chispeante al hombre mayor y salir de allí-. Cualquier día de estos me vais a matar... Estoy en la cocina, poniendo veneno en la comida.
-¡Guay! A mí ponme doble ración -siguió bromeando el hombre mayor-. Me encanta ver como se me enfada, su madre era igual.
-Jared, Jared…-empezó a decir el hombre joven-. Desde luego estas majareta...
-Ha, estoy más cuerdo que...
-Era broma... -sonrió divertido-. ¿Y bien como te ha ido el viaje?
-OH, bien -empezó a encaminarse al sofá, pero cuando se encontró con una pequeña bola de pelo se detuvo de golpe-. ¡Pero bueno qué es esto? -dijo bastante sorprendido.
-Eso pequeño -sonrió-, es el motivo por el que tu hija cojea...
-¡Que mi hija cojea...!. -repitió sorprendido-. ¿Qué...?
-Por lo visto lo rescató de un agujero, pero con la consecuencia de lastimarse un pie -sonrió para tranquilizar al hombre-. Tranquilo se encuentra perfectamente, no has visto que se enfada como siempre...
-Vaya, eso es lo que piensas de mí -los pilló Helen, entrando nuevamente en el salón.
-EH... no mujer, sabes que es broma… —dijo en tono embarazoso.
-No sé -lo miró divertida.
-¿Hija te encuentras bien? -los interrumpió el hombre mayor.
-Sí papá, no es nada solo un golpe -lo tranquilizó.
-¿Y quién te ayudó? -preguntó con curiosidad.
-Thom...

-Por eso de su llamada -empezó a comprender el hombre-. ¿Y se puede saber en donde se encuentra en estos momentos tu hermano?
-En la ciudad con un cliente -respondió escuetamente.
-Como no, quien diría que no es mi hijo... -sonrió el hombre-. Bueno si no os importa, yo me voy a dar una ducha y a tumbarme un poco...

-¿No vas a comer? -preguntó preocupada.
-Sí. Pero un poco más tarde -se acercó y le acarició una mejilla-. Estoy un poco cansado del viaje, comprendes verdad...
-Está bien -aceptó un tanto preocupada-. Sube que ya te llamare yo más tarde.
-Bien -se giró hacia Jack-. Bueno chico, ya nos veremos más tarde.
-Como no, Jared -aceptó cordialmente.

Eran cerca de las doce de la noche, cuando Helen escuchaba como se acercaba un coche. No podía ser nadie más que Thom. Estaba un poco enfadada, ya que le había dejado la cena preparada en la cocina y lo estaba esperando desde las nueve sentada en el sofá del salón, con un libro en las manos. Entendía que él no tenía ninguna culpa, solo hacia su trabajo... Pero le molestaba, que no hubiese cumplido su promesa. Suspiró. Se estaba comportando como una cría, pero es que lo había echado en falta.

Le extrañó el que todavía hubiese luz en la casa. Seguramente se había quedado dormida, mientras veía el televisor. Pero al ir a dejar el coche en la parte trasera de la casa, se llevó una gran sorpresa al encontrarse el coche de su padre. Entonces el que estaba levantado era él... Estaba un poco molesto, porque no había podido pasar el día con Helen. Su cliente no había tenido otra cosa que hacer que traerse a su hija y como no, había tenido que llevársela a cenar. Y no es que hubiese sido una velada muy agradable… Dejó el abrigo en el armario del vestíbulo y se dirigió al salón, para hablar con su padre.

-¡Hola papá! -dijo nada más abrir la puerta-. ¿Cómo te ha ido?....
-No, papá se encuentra durmiendo -lo interrumpió con voz dura-. Pero como sigas con el mismo tono, de seguro que acaba por despertarse.
-OH, Helen -mostró una tímida sonrisa. Estaba claro se había enfadado con él-. Pido disculpas...
-¿Por qué? Por hablar tan fuerte -dijo escéptica-. OH, no te preocupes no creo que lo hayas desvelado.

Vaya estaba bastante más que enfadada, pensó Thom. Si supiera en realidad que se había pasado el día entero pensando en ella, en su sonrisa, en sus ojos, en su hermoso cabello y en cómo le hubiera gustado besarla...

-Helen, sabes perfectamente por que pido disculpas -le dijo mostrándole una de sus atractivas sonrisas.
-¿AH sí? -cerró el libro y lo miró con seriedad a la cara-. ¿Y porqué, Thom?
-Por favor, no hagas que me enfade yo -le advirtió-. Sabes de sobras, que no me gusta nada que adopte ese carácter conmigo...
-Y si es una mujer todavía menos -lo retó.
-Creo que será mejor que me vaya a dormir -la miró con burla-. Por cierto, que eso es lo que tendrías que haber hecho hace horas- dijo aquello, sabiendo que la provocaba.


-¡No soy ninguna niña! -dijo con energía en la voz y levantándose del sofá, para aproximarse hasta él.
-¿En serio? -dijo divertido.
-Sí, soy toda una mujer -lo miró con recelo-. Son muchos los hombres que querrían estar en este momento conmigo...
-Secretos de cama -sonrió-. Es eso lo que me vas a contar...
-¡OH, venga ya! Eres imposible y lo sabes.
-Ven aquí, pequeña tonta -la cogió del brazo y tiró de ella, hasta tenerla rodeada con sus fuertes brazos. Helen no supo cómo reaccionar a lo primero, estaba demasiado sorprendida. Thom la estaba abrazando con cariño... -. Haber pequeña, te pido disculpas por lo de hoy. Resulta que tuve que llevar a cenar a la hija de mi cliente, que por cierto vaya cena más aburrida... -sonrió mientras la cogía por el mentón con delicadeza y le hacía mirarlo a los ojos-. Perdóname, siento mucho el que te hayas aburrido.
-OH, no. Tranquilo no me he aburrido ya que también, estuvo aquí Jack y bueno, me entretuvo bastante.
-Jack, no —dijo casi en un murmuro-. Vaya, pues qué bien que estuviese él aquí... -se podía decir que estaba prácticamente dominado por los celos, pero era una tontería ya que Jack no iba tras Helen. Eso esperaba... -. Pues ahora que sé que no te aburriste, podré dormir plácidamente sin ningún remordimiento.
-Estás un poco raro -observó la joven.
-Puede que sea por el agotamiento, ha sido un día bastante duro –declaró, llevándose una mano al cuello para darse un pequeño masaje.
-Pues vete a la cama, porque eso es lo que voy hacer yo -empezó a caminar a la puerta.
-Veo que ya caminas muy bien -observó el hombre.
-Sí —sonrió apoyándose en el marco de la puerta-. Ya mismo volveré a correr.
-¡Dios, que peligro entonces! —dijo cómicamente el hombre, llevándose una mano al rostro.
-Muy gracioso, Thom -sonrió-. Pero cuando quieras, te propongo una carrera y veremos quién gana.
-Dalo por hecho -aceptó el hombre divertido-. ¿Qué habrá de premio?
-No tiene por qué haber un premio -protestó.
-Bueno, ya pensaré en algo apropiado se le acercó-. Y ahora nos vamos a la cama.

Se detuvieron en la primera habitación, que era la de ella. Helen estaba muy nerviosa, que ocurriría ahora...

-Buenas noches, Helen -susurró el hombre, mientras la miraba fijamente a los ojos. Para acercar su rostro al de ella y darle un casto beso en la frente.

Ya está. Tanto alboroto en sus nervios, para que simplemente le diera un beso en la frente. Pensó mientras se metía en la cama. Sí, Thom la había besado pero no en los labios, si no en su frente, y no apasionadamente más bien fraternalmente. Tenía que alejarse de él. Sus pensamientos cada vez se volvían más apasionados hacia él. Y no estaba bien. Tenía miedo de que en algún momento se le escapara algo. Además, su padre estaba allí bajo el mismo techo. Que diría ante sus... Mejor no pensar en ello.

Thom se encontraba en la cocina a la mañana siguiente, tomándose con tranquilidad una taza de café. Su padre había ido a la iglesia y Helen seguía todavía durmiendo. Eran solo las siete de la mañana. Unos golpes en la puerta de la cocina y entró Jack bien alegre.
-Buenos días, ¿Se encuentra Jared?
-Buenos días y no, no se encuentra aquí si no en la iglesia.
-¿Jared en la iglesia? -preguntó extrañado el joven.
-Sí -respondió divertido, ya que a él también le sorprendió el bajar por la mañana y que su padre le anunciara que se iba a escuchar la misa-. ¿Cómo te funciona el negocio? -preguntó cambiando de tema.
-OH, muy bien -se acercó y se sirvió una taza de café-. No puedo quejarme, todo va en popa. Y veo que a ti tampoco te va mal -sonrió abiertamente.
-Cierto, en ese aspecto la vida me sonríe.
-¿Solo en ese aspecto?
-Sí -dio un sorbo a su taza-. No lo tengo todo, por ejemplo me doy cuenta que necesito a una mujer a mi lado y el tener unos hijos a los que cuidar...
-Huy, huy amigo… -lo miró burlón-. Te ha llegado la hora en tu reloj biológico.
-Qué... -dijo confuso.
-Que te has vuelto un abuelo. Ya quieres tener una sola mujer a tu lado, y que esta te aporte hijos y mucha felicidad.
-No hay nada de malo en ello.
-Hombre no... Es solo que tan pronto...
-Jack, que ya no soy ningún crío para irme por ahí a coger grandes borracheras y...
-Aquello sí que era divertido -recordó.
-No sé. Me lo pensaría bastante, el tener que volver hacerlo si fuera unos años más joven.

-Pues si que estas decidido a cambiar -sonrió-. Esa mujer te ha dado bien fuerte... -lo miró con un brillo diferente a los ojos.
-Sí, esa mujer me ha hecho darme cuenta de muchas cosas que hice mal hace muchos años...
-¿Y quién es? -preguntó con curiosidad.
-Ya te la presentare en su momento.
Jack se calló un momento, dándole un sorbo a su taza de forma muy pensativa. Aquello último que había dicho, significaba que Thom no hablaba de Helen. ¡Maldita sea! Y él que estaba tan seguro de que el hombre amaba aquella muchacha.
-¿Y tú Jack? -preguntó con gran calma Thom.
-¿Y yo qué?
-¿Pues que si no tienes alguna mujer que te vuelva loco?
-Sí que la tengo, pero no me hace todavía la idea de querer casarme con ella, porque la acabo de conocer en este último viaje a Londres. Es una preciosidad, que no para de darme calabazas -sonrió tras este último comentario-. Pero estoy seguro de que conseguiré hacerme con ella.
-Vaya y dices que no piensas casarte con ella, pues bien que estas loquito por pillarla...
-Sí, es verdad -confesó al fin, sonriendo abiertamente con el hombre-. Me vuelve loco. Pero te juro que esa mujer acabara siendo mi esposa...
-Así me gusta, hay que defender lo nuestro -dijo mientras se levantaba-. Bueno, yo me voy a encerrarme un rato en mi despacho.
-Bien, yo iré a despertar a la dormilona de allí arriba.
-Como quieras, pero ojo que muerde -se rió. Estaba tranquilo, Jack no iba tras ella, así que podía ir por el terreno con absoluta tranquilidad. Aquello, era una situación que necesitaba ir muy poco a poco.

El pequeño cachorro por lo visto se había despertado y le había dado por jugar con la planta de sus pies, haciéndole suaves cosquillas. Con suma delicadeza, movió los pies de forma que el pequeño cachorro se detuviera. Al parecer funcionó, pero solo durante unos instantes ya que al pequeño pareció gustarle el librarse una batalla con sus pies. Pero por muy divertido que le pareciera, tenía que detenerlo porque le estaba haciendo cosquillas y porque le estaba molestando su placentero sueño. Volvió hacer un amago con los pies, pero no resultó ya que volvió a sentir el mismo ataque. Aquello ya era raro. Ladeó un poco la cabeza y abrió un ojo, descubriendo a un lado la imagen del pequeño durmiendo plácidamente. Contuvo por un momento la respiración. Así que tenía visita en su dormitorio. Tenía que ser cosa de Thom, pero le parecía extraño viniendo de él, ya que no entraba en su dormitorio sin antes llamar a la puerta. De manera que solo quedaba un impresentable, Jack.

Incorporó medio cuerpo rápidamente, sorprendiendo al hombre inclinado a los pies de la cama con una gran sonrisa en el rostro.

-¡Buenos días! -dijo Helen, intentando propinarle una patada desde la cama.
-¡Buenos días, dormilona! -se incorporó esquivándole el golpe-. Son las siete de la mañana y ya deberías de haber desayunado...
-Piérdete -sonrió tirándole un cojín-. Aquí sé está muy bien hasta las ocho.
-Va mujer, no me seas gandula -se reclinó y cogió a la joven por los pies, empezando a tirar de ella fuera de la cama.

-¡Jack!¡Para, por favor! -empezó a gritar, mientras reía e intentaba soltarse.
-Es hora de levantarse -seguía tirando hacia él.
-Si sigues molestándome así -lo amenazó riendo-. ¡No me levantaré! -Aquellas últimas palabras, hicieron que el pequeño cachorro que se había despertado empezara a ladrar a compás de los gritos de la mujer.
-Schh... -intentó acallarlo el hombre-. Si te callas renacuajo, te daré una buena recompensa -pero no, el pequeño prefirió seguir ladrando.
-¡Jack, suéltame! -siguió gritando.
-¡Pero bueno qué ocurre aquí! -interrumpió de repente la dura voz de Thom.
-¡Thom! -sonrió Helen de ver ayuda-. Es Jack que no me deja, se está comportando como un bruto.

Thom, miró detenidamente la escena que estaba ocurriendo ante sus ojos. Jack tenía cogida a Helen por los pies, y estaba tirando de ella fuera de la cama. Por lo visto su querida hermanastra no quería levantarse de la cama, una sonrisa apareció en su rostro.

-Yo lo único que hago es ayudarla a que se levante de la cama -miró al hombre con expresión divertida y sin soltar a la joven-. Por lo visto, hoy esta muchachita está muy perezosa y dice que todavía es muy temprano para sacar el trasero de la cama.
-¡Thom! -volvió a gritar con desesperación al ver que no la soltaba-. Dile que me suelte.
-Así que hoy estamos perezosos -comentó Thom acercándose un momento a la cama, y mirando a la joven muy sonriente.

Helen se calló rápidamente y miró al hombre detenidamente. No, no podía ser que Thom se ajuntara con Jack, para molestarla de aquella manera a primera hora de la mañana. Aquello era una pesadilla.

-Pues es hora de levantarse -dijo sin más y volvió sobre sus pies. Dejando a Helen con Jack, que no tenía ganas de soltarla.
-Ahora me levantare -suplicó al final-. Pero por favor, porque no sigues el ejemplo de Thom y sales de mi dormitorio, dejándome así cambiarme con tranquilidad.

Entonces, por el rabillo del ojo vio como su hermanastro volvía al dormitorio con algo en sus manos y una gran sonrisa maliciosa en su rostro. No le dio tiempo a ver que lo que llevaba en sus manos era una jarra de agua fresca, dispuesta para ser volcada sobre su cabeza. Y eso fue lo que ocurrió. Thom le volcó la jarra y salió de allí corriendo junto con Jack, riéndose a carcajada.

Imposible. No se podía creer lo que acababa de ocurrir. Pero a qué había venido aquello, con gran enfado apartó la ropa de la cama y se metió en el cuarto de baño dispuesta a darse una ducha y en pensar en una dulce venganza.

Tres cuarto de hora después, bajó a la cocina en donde sol halló a Rosa preparando la comida del día.

-Buenos días Rosa -saludó mientras se acercaba a la nevera y cogía una manzana.
-Buenos días niña -la miró por encima del hombro-. No me digas, que eso es todo lo que vas a desayunar.
-Tranquila -sonrió-. También un buen vaso de café.
-Y piensas, que me voy a quedar tan tranquila con un desayuno tan pobre -empezó a regañar la mujer mayor-. No me extraña que estés tan delgada.
-Puedo marcharme ya Rosa… -pidió divertida la joven, dejando un vaso en la pica y dándole un mordisco a la pieza de fruta.
-Y encima te lo tomas a broma, si es que...
-Si es que nada -la acalló cariñosamente acercándose a ella y dándole un beso-. Es solo que hoy me eh levantado desganada.
-Bueno, pero a la hora de comer no dejaras nada en el plato -la riñó.
-Puedes estar segura -sonrió-. Por cierto, ¿sabes por dónde andan Thom y Jack?.
-Sí, han ido con la furgoneta a mirar las vallas del lado oeste del terreno -se acercó a la nevera y sacó verduras-. Bueno, eso es lo que han dicho a tu padre en cuanto este llegó de misa y se encerró en su despacho.
-Gracias -dijo saliendo al encuentro de su padre.


Llamó a la puerta y entró en el despacho encontrándose a su padre mirando unos informes de pie al lado del archivador.

-OH, hola preciosa -sonrió alegremente-. ¿Ya te has caído de la cama?
-Ya veo -se le acercó para besarlo-. Thom y Jack  te han dicho algo.
Su padre la miró extrañado.
-¿Es que tenían que comentarme alguna cosa?
-No, nada -lo miró-. ¿Así que no te me han nombrado?
-Bueno, dijeron que se iban a mirar las vallas más lejanas y que iban los dos solos, porque tú estabas muy perezosa hoy.
-Así que eso es lo que te han contado -dijo con un poco de rabia.
-Sí -la miró preocupado-. ¿Hija es que deberían de haberme contado otra cosa?
-OH, nada importante -sonrió-. Solo que tu hijo me ha tirado una jarra de agua fría en la cama, para que me despertara.
-¡Qué! —el hombre no sabía como aguantarse la risa.
-Sí claro, ríete -lo miró enfadada-. Pero a mí no me ha hecho ninguna gracia... Veras cuando pille a Thom.
-¡Eh! Ya sabes que no quiero peleas en esta casa -la advirtió el hombre.
-No es ninguna pelea, papá -se defendió la joven-. Es solo una pequeña venganza, como cuando éramos pequeños.
-Eso es lo que me preocupa -sonrió el hombre-. Que ya no sois pequeños, y vuestras venganzas pueden ser más peligrosas.
-Creí que lo eran más al ser uno un crío...
-Cierto, pero ahora sabéis más cosas que cuando erais pequeños.
-Bueno, tú no te preocupes -lo tranquilizó-. Por cierto, me voy al pueblo a llevar a mi pequeño cachorro al veterinario.
-Me parece muy bien, así te enteraras si es de alguien.
-Que espero que nadie lo reclame -dijo dándole un beso y saliendo de allí.
Cerca de las dos de la tarde, la hora habitual en que solían comer en aquella casa. Helen, aparcaba el coche en la parte trasera de la casa. Estaba un poco impaciente por ver la cara de Thom, algo tenía que hacerle por el remojón de aquella mañana. No sabía el que, pero algo había cambiado en Thom y aquel cambio afectaba la relación que tenían ellos dos. Tampoco sabía que rumbo iban a tomar las cosas, solo esperaba y deseaba que aquel cambio fuera para bien.
Subió a su cuarto, para dejar al cachorro en su cesta y lavarse las manos en el cuarto de baño. Cuando entró en el comedor se encontró a los dos hombres de la casa, hablando sobre el estado de las vallas del terreno del lado oeste. En cuanto la vieron, dejaron de hablar y la saludaron. Helen se acercó a su padre y le dio un beso en la mejilla, para levantar la cabeza seguidamente y brindarle a Thom una mirada dura. Pero el hombre ni se inmutó. Se quedó allí, aguantándole la mirada con cierta recreación en el rostro. Estaba nerviosa. No sabía cómo reaccionar ante tanto cambio. Así que por los nervios y por la rabia que la dominaba, le sacó la lengua a su hermanastro consiguiendo que este soltara una sonora carcajada mientras iba a sentarse en su sitio.
-Y bien hija -interrumpió su padre-. ¿Alguien reclama al cachorro?
-No -respondió sonriente de alegrarse por el cambio de situación-. No sabía que había un nuevo veterinario en el pueblo.
-AH, sí -respondió meditabundo-. Se llama Rafa, si mal no recuerdo es un joven muy amable... -Sí -sonrió con timidez-. Me ha invitado para cenar...
Thom, levantó la mirada con rapidez de su plato y miró a la joven en el rostro con desesperación esperando su respuesta.
-Vaya -respondió su padre asombrado-. Y que le has respondido, a mí me parece un chico muy simpático y agradable...
-Papá... -lo riñó soltando un gruñido.
-Qué...-contraatacó el hombre expectante.
-Que no empieces con tus manías en buscarme un hombre.
-Pero si no he dicho nada...-empezó a quejarse.
-Es igual, de todas maneras le he dicho que no- dijo dando un sorbo a su copa de agua, sin ver el suspiro de alivio que soltó Thom-. Pero si no te molesta, lo he invitado a la cena de navidad que damos todos los años.
-No tiene ningún compromiso en venir mañana que es navidad -dijo reflexivo.
 -No, su familia vive en España.
-Vaya, veo que sabes muchas cosas de él y eso que lo acabas de conocer hoy mismo -dijo Thom con cierto reproche.
-Bueno me invitó a tomar un café y estuvimos charlando -lo miró con recelo-. Es muy simpático y fíjate, es de tu edad.
-¿Qué se supone que quieres decir con eso? -preguntó arqueando una ceja.
-Que al menos no me trata como una niña, como sueles hacer últimamente tu -soltó con voz cortante.
-Eso es porque el pobre hombre no te conoce del todo, si no, ya verás como es de mi misma opinión.
-Algunas veces eres detestable -le soltó bruscamente la joven.

-Chicos estamos cenando y ya sabéis que no quiero peleas en mi casa -los riñó el hombre mayor, que miraba atentamente la escena que se estaba desarrollando ante sus ojos.
-Pues tranquilo papá -dijo la joven con orgullo levantándose de la silla-. No veras ninguna discusión más, porque me voy a mi dormitorio. Se me han quitado las ganas de comer.
-Hija no seas así -señaló el hombre con cierta aflicción en la voz, viendo como la joven salía del comedor-, ¡Por qué tenéis que pelearos! -dijo enfadado mirando a su hijo, una vez que Helen hubo salido del comedor-. Y deja de tratarla como una niña pequeña, ya es toda una mujer.
-Lo sé -dijo sombrío-, Y eso es lo que me preocupa -apartó la silla y se levantó-. Si no te importa, voy a montar a caballo, se me han quitado las ganas de comer.
-Lo que deberías de hacer -lo riñó-, es subir a su dormitorio y disculparte con ella.
-Lo haría —confesó francamente-, pero las cosas no son tan sencillas como parecen.
Dicho esto, salió en dirección a los establos enfadado consigo mismo. Lo que había sucedido aquella mañana en el dormitorio no era nada, solo un abroma con bastante mala uva como solían gastarse cuando eran pequeños. Pero su mal carácter en muchos momentos no era bueno si quería proponerse alguna cosa con Helen. Pero la culpa de todo la tenían sus celos. En cuanto hubo escuchado el nombre de un hombre que fuera menor de cuarenta y no fuera Jack, la alarma había saltado y más si este la había invitado a un café nada más conocerse y encima, pensaba en venir a la cena de navidad del día siguiente.
Tenía que andarse con cuidado con aquel individuo. Helen era una mujer bella y joven, que hacía que un hombre se volviera más de dos veces a mirarla. Esperaba conocerlo al día siguiente y averiguar cómo era, por que algunas veces ella era un poco inocente y no sabía reconocer a los libertinos.
Quién sabe, tal vez ya había llegado el día en que la iba a perder para siempre. ¡Pero no! Si era así, tenía que hacer todo lo posible por impedirlo. La amaba demasiado, como para perderla sin antes haber hecho algo.



4.-

Tras las cortinas de la ventana de su dormitorio, miraba como los coches iban llegando con sus ocupantes bien elegantes para celebrar la noche de navidad, una tradición que su padre seguía manteniendo aunque su madre ya no estuviera. Era ella a quien le encantaba montar la decoración, preparar el menú, enviar las invitaciones a la gente del pueblo, y hacer que se lo pasaran bien.
Aquella era siempre una noche un poco dura para su padre. Todo el mundo le preguntaba cómo se encontraba, consiguiendo así avivar sus recuerdos... Esperaba que aquella noche fuera un poco diferente a las anteriores noches de los siete años atrás. Pero lo veía un poco difícil, porque exactamente el día anterior ya había discutido con Thom. Y en todo el día con los últimos preparativos, no lo había visto para nada.
Estaba un poco asustada, porque no sabía cómo iba a ser su reacción ante él. Si no recordaba mal, la última vez que lo vio con el esmoquin puesto le faltó aire en los pulmones por lo arrebatador que estaba. Y sabía perfectamente que aunque estuviera enfadada con él, ya no era tan fuerte como lo era antiguamente para protegerse. Porque desde que había trabajado para él, sus defensas se habían venido abajo y habían ocurrido ciertas cosas, que hacían que lo mirara de forma distinta. Y era por eso, que estaba asustada.
¿Y si Thom lo veía todo en sus ojos? ¿Y si se daba cuenta que estaba locamente enamorada de él?...
No quería abrir la puerta de su dormitorio y bajar abajo, pero tenía que hacerlo. Había invitados que atender y estaba segura, de que si no bajaba su madre se sentiría defraudada con ella. Además, tenía que aparecer por que estaría Rafa, el nuevo veterinario del pueblo y era ella quien lo había invitado. Fue entonces cuando le vino a la cabeza, que años atrás Thom siempre aparecía del brazo con una rubia modelo verdaderamente guapísima, pero algunas veces un poco tonta. Aquella noche sabría si Thom tenía nuevamente una amante o una novia escondida. Sería algo duro de soportar durante toda la velada, pero tenía que ser fuerte como siempre le decía su madre.
Eran cerca de las diez de la noche y ya habían llegado bastantes invitados, todavía faltaba mucha gente pero estaba segura de que su padre estaría empezando a preocuparse de que no estuviera allí para recibirlos. Pero cada vez que dirigía su mirada hacia la puerta, sus piernas empezaban a temblar.
¡Basta ya! Parecía una niña. Soltando un profundo suspiro, reunió el suficiente valor como para acercarse a la puerta, abrirla con decisión y bajar las escaleras con la cabeza bien erguida.
Pero no estaba preparada para encontrarse tan pronto con la directa mirada de Thom, quien se encontraba a mitad de las escaleras. Este se detuvo de pronto y la miró de arriba abajo, para seguidamente esbozar una débil sonrisa...
Estaba realmente preciosa con aquel vestido verde de satén sin mangas y su cabello esparcido con delicadeza por encima de sus hombros. A quien iba a engañar, estaba celoso porque sabía que todos los hombres solteros que habría allí aquella noche, no podrían apartar la mirada de su querida hermanastra.
-No tengo palabras para describir... -empezó a decir, pero Helen lo cortó velozmente. –Thom  no quiero escuchar nada que...
-Solo quiero decirte que estas radiante -la miró con pesadez. Por lo visto todavía seguía resentida con él-. Y pedirte disculpas, Helen...
-Por favor... -lo calló con una súplica en la mirada-. Es solo que todo esto es muy confuso para mí.
 -Ya veo -la miró a los ojos con un poco de tristeza-. Bueno será mejor...
-Thom entiéndeme -dijo sujetándolo por el brazo, pero al darse cuenta de aquel gesto apartó la mano rápidamente-. Es que es un cambio muy radical. Han sido siete años y ahora así como la nada... No te entiendo y yo necesito una explicación,
-Lo siento no puedo darte ninguna explicación -respondió contundentemente y dando media vuelta empezó a bajar las escaleras-. Bajas... -se giró y la miró con intensidad-. Creo que es lo más adecuado, ya que nuestro padre nos está mirando.
-Sí -intentó responder con un tono indiferente, después de lo que le había dicho consiguiendo descorazonarla por entero.
Con gran orgullo, bajó los pocos escalones que la separaban de Thom para asir su brazo y empezar la larga noche. Porque estaba segura de que lo iba a ser y de que algo iba a ocurrir con él. Últimamente había algo extraño entre ellos dos.
La cena transcurrió sin ningún problema, si se miraba a ojos de cualquiera que no fuese de la familia. Jared se encontraba sentado presidiendo la gran mesa. Todo estaba exquisito y la gente se lo estaba pasando muy bien. Pero desde su silla podía observar como la actitud de sus hijos era diferente. Desde la discusión del otro día que no se habían vuelto hablar. Habían intentado simularlo en lo alto de las escaleras, pero todo había sido una actuación falsa por parte de ellos. Lo sabía perfectamente porque eran sus hijos y los conocía. Por una parte el comportamiento que tenían en aquel momento, distaba de ser el inapropiable que habían tenido en las anteriores cenas de los últimos siete años. Sabía que algo ocurría entre ellos. Desde un principio no se habían peleado como siempre, y Thom no la había ignorado para nada. Al revés, parecía que se preocupaba de ella pero hacía mal en señalar que la veía como una niña. Porque Helen se había convertido en una preciosa mujer independiente, que tenía control sobre su vida y eso le gustaba a él. Pero no parecía hacerle mucha gracia a su hijo...
Estaba que mordía de celos. Tenía sentado enfrente de él a Helen en compañía de Rafa, el nuevo veterinario del pueblo. No es que fuera mal hombre, pero no le gustaba nada el que pusiera el brazo alrededor de la silla de Helen en gesto posesivo. Sabía que su hermana lo había cautivado sin ella quererlo, y que si no intervenía este iría a por todas en conquistarla. Y al parecer ella se encontraba muy a gusto con él, ya que no paraba de reírle a todos los comentarios que hacía e interesarse por su vida. No señor, no le gustaba nada de lo que estaba ocurriendo ante sus ojos.
-Thom querido... -lo llamó la sensual rubia que tenia sentada a su lado, y que no paraba de molestarlo todo el rato-. ¿Has escuchado lo que te he dicho?
-Perdona querida -le sonrió amablemente-. Pero por un momento tenía la mente en otro lugar...
-Siempre pensando en los negocios -rió quedamente la rubia-. En vez de pensar en mi, empiezo a ponerme un poco celosa -dijo melosamente, y acogiéndose por un momento a su brazo.



Thom miró un momento a su hermana, descubriendo una mirada reprobadora de esta que le era dirigida a él. ¿Por qué? No creía que se sintiera celosa como se sentía él de su acompañante. Seguramente era porque no encontraba simpática a Julia, la rubia modelo que desde que había entrado por la puerta se le había enganchado al brazo sin soltarlo para nada en toda la velada. Y porque ella la describiría como típica modelo tonta, que solía llevar él siempre a las cenas familiares.
Cerca de las doce de la noche acabaron de cenar y todos los invitados fueron conducidos al salón para empezar el baile. Eran cerca de ciento cincuenta personas, por lo tanto iba a ser una noche muy animada. Helen se encontraba junto a su padre, que estaba en la entrada del salón mientras les iba preguntando a los invitados que qué les había parecido la cena.
-¿Té estas divirtiendo hija? -preguntó su padre con tono inquisidor.
Helen sonrió para sí. Sabía que en toda la velada su padre no le había quitado la vista de encima, porque tenía un acompañante. Y si mal no recordaba era la primera vez que tenía uno en una cena familiar, que no fuera Jack. Aquello la divertía, el pobre estaba deseando que se animara con Rafa. Era cierto que Rafa era un hombre muy atractivo y listo, agradable, buen compañero... Pero lo que su padre no sabía era que no era Thom. Pensó soltando un suspiro.
Thom... Había tenido la mala suerte de que le había tocado tenerlo enfrente en toda la cena, y tener que aguantar a su tonta acompañante. Que como no, era una mujer impresionante en cuerpo, pero en mente no creía que fuera más lista que un niño de diez años. Ahora sabía que su hermano tenía a una mujer en su vida, no creía que se tratara de una relación en serio sino más bien de cama que otra cosa... Pero ahora sabía certeramente que toda idea que se había concebido en su cabeza de una posible oportunidad con él. Era imposible...
-Papá -lo recriminó con una tierna sonrisa en los labios-. No empieces con tus tonterías... -Qué -protestó este haciéndose el loco.
-Sabes perfectamente que invite a Rafa porque era nuevo en el pueblo y porque me pareció simpático, pero no quiero que pienses nada más. No creo que haya ninguna posibilidad entre nosotros dos. Solo lo veo como un buen hombre y punto...
-Sí claro, lo que tú me digas -acabó por aceptar-. Pero es que ni siquiera le das ninguna oportunidad...

-¿Y por qué tengo que darle una oportunidad? -lo miró de forma desafiante.
-Hija no te enfades -la miró con disculpa-. Es solo que todavía no te he visto hablar de ningún hombre que no sea con el adjetivo de solo amigo por delante. Sé que todavía eres joven, pero...
-No me enfado papá, es solo que no creo que en mi vida haya un amor como en el que hubo en tu vida con mamá —declaró en tono decidido.
-Hija por qué dices eso -se giró su padre horrorizado por las palabras de la joven.
-Por que en mi vida el único amor que voy a recibir es el de mi familia y amigos... -dijo ahogando un sollozo, bajo la atenta mirada del preocupado hombre-. Sí, conozco el amor -soltó con ironía-, pero mi amor no puede ser correspondido papá.
-Por qué dices eso hija -le puso una mano en el hombro.
-Porque es enteramente imposible que el hombre que amo, me pueda corresponder -le confesó con gran dolor en las palabras.
-Pero...
-Es igual, no creo que sea el mejor momento para hablar de ello -lo miró con una débil sonrisa, hay invitados que atender y se supone que tiene que ser una noche de diversión y no de tristeza.
-En estos momentos me importa más mi hija que todos los invitados que hay en este maldito salón, si lo que hay es un corazón roto y más si es el de mi pequeña -susurró con gran cariño en la voz.
-Gracias papá, pero saldré un momento afuera y me calmaré pronto -lo acalló poniéndole una mano en la boca, al ver que el hombre iba a replicar ante su sugerencia-. Créeme, es lo mejor si no todo el mundo empezaría hablar del por qué nos hemos retirado del baile.
Llevaba cerca de diez minutos afuera en el patio, cuando notó una presencia detrás de él que le echaba encima de los hombros una chaqueta. Se dio la vuelta sorprendida para encontrarse con la mirada preocupada de Rafa. ¡Dios que idiota que había sido! Se había olvidado de él, dejándolo solo ante tantos invitados...
-Perdona yo... -empezó a disculparse pero el hombre la detuvo.
-No hace falta que te disculpes -sonrió sinceramente-. Es obvio que estas preocupada por algo... Vi como hablabas con tu padre.
-OH -lo miró enfada consigo misma, porque todo aquello hubiera ocurrido en aquel momento-. Pero igualmente quiero hacerlo, eres mi invitado y no me he comportado debidamente como anfitriona...
-¿Es así como ves, verdad? -preguntó apacible.
-¿Qué? -soltó sorprendida la joven y levantando la mirada rápidamente a la del hombre.
-Que solo me ves como a otro hombre más del pueblo... -dijo apoyando sus brazos en los hombros de la joven-. Solo quiero saberlo. Verás quiero que sepas que me has gustado mucho desde el primer momento en que te conocí, pero creo haber notado esta noche que no sentimos lo mismo...
-Así es -dijo a media voz y bajando la mirada-. Perdóname si desde el primer momento al invitarte te hice que pensaras otra cosa, pero no era mi intención -confesó sinceramente-. Y quiero que sepas que me gustas mucho pero como amigo, y que no hay ninguna posibilidad yo...
-Tú estás interesada en otro hombre... -con el dedo índice le levantó la mirada hacia él-. No tienes por qué preocuparte, nos acabamos de conocer no es que llevemos mucho tiempo viéndonos así que no hay de qué preocuparse. Sé que me pierdo la oportunidad de estar con una maravillosa mujer, pero que se le va hacer... -sonrió quedamente-. Y no te preocupes, no es que no te vaya a dirigir la palabra ahora. Me encantará tener amistad contigo.
-Gracias... -dijo tímidamente.

-Gracias de nada -sonrió amablemente-. Y ahora qué te parece si entramos dentro y me invitas a bailar, te recuerdo que tienes ciertas obligaciones conmigo—bromeó el hombre consiguiendo que la joven sonriera al fin. Thom se encontraba en un rincón del gran salón observando toda la escena. No se había perdido ningún detalle de la agradable reunión que había tenido lugar en el patio de la casa. De qué demonios habrían estado hablando aquellos dos. que no se hubieran podido decir allí dentro de la casa. Estaba que soltaba humo por las orejas. Y encima ahora, se encontraban en medio de la pista bailando bien alegres. Dios tenía ganas de acercarse al hombre y propinarle un puñetazo en todos sus morros. Quien se creía que era para arrimarse tanto a Helen... No. no podía estar ocurriendo al fin y ante sus ojos. No era posible que ya la hubiese perdido. Pero si solo conocía aquel individuo de un día, y sabía que Liliana era una mujer que... ¿Qué qué? Todo era posible que se hubiese enamorado de él a primera vista. No fue así como sucedió con sus padres y con él, en cuanto un día llegó de viaje y se encontró con que su hermana pequeña ya no era tan pequeña, consiguiendo cautivarlo para siempre.
-¿Bailamos querido? -de repente Julia se le acercó, sacándolo de sus pensamientos. -Claro -aceptó con tal de poder acercarse a su hermanastra.
Helen se puso un poco tensa en cuanto vio a Thom acercarse a ella con Julia entre sus brazos. Pero enseguida retiró la mirada, no quería que este viera que lo observaba.
-¿Ocurre algo? -preguntó Rafa, girándose en dirección a donde ella había mirado y volviendo la mirada enseguida a ella.
-No, nada —mintió un poco nerviosa.
-Mientes -la miró fijamente a los ojos-. Hace un momento estabas relajada en mis brazos y de pronto he notado como todo tu cuerpo se ponía en tensión.
-¿De veras? —dijo nerviosa-. Pues vaya, no me había dado cuenta...
-Helen... -dijo con pesadez-. No soy tonto, sé perfectamente porque te has puesto así. Se trata de tu hermanastro...
-¿De Thom? -intentó disimular-. ¿No entiendo, que ocurre con mi hermano?
-Dirás con tu hermanastro —señaló con énfasis las palabras-. ¿Es él? Durante la cena, estuvisteis el uno delante del otro. Y bueno algunas veces le mirabas a él y a su acompañante como si quisieras matarlos... Y de él también digo lo mismo.
-¿Qué? -dijo incrédula y parando de golpe de bailar. Pero Rafa volvió a acogerla por la cintura y siguió bailando con ella.
-¿Es de él de quien estas enamorada verdad? Y no me mientas, mirándote a los ojos obtengo tu respuesta...
-Sí... -confesó al fin sin rodeos con una débil sonrisa en los labios-. Perdóname, pero seguro que piensas que es algo repugnante...
-¿Y por qué tendría que pensar eso? -Bueno él es mí...
-Mirándolo correctamente, es tu hermanastro -la miró fijamente-. No sois de la misma sangre así que sois como dos desconocidos, y no hay nada de malo en que tuvieseis una relación...
-OH, pero eso es imposible -saltó rápidamente Helen-. No tengo la gran suerte de que mi amor sea correspondido sabes,... -Rafa observó como el cuerpo de la joven empezaba a temblar levemente en producto a las lágrimas que se le iban agolpando en los ojos.
-Será mejor que vayamos a un sitio más tranquilo... -rápidamente paró de bailar y cogiendo a la mujer por el codo se la llevó al interior de la casa.
Thom paró por un momento de bailar, al ver como su hermana se retiraba del salón con Rafa detrás de ella. Tenía la intención de seguirlos, pero Julia se agarró más a su cuello y le pidió que no se detuviera. No podía hacerlo, que explicación le iba a dar a la mujer. Que quería saber a dónde iba su hermana con aquel hombre, y entonces se ponía la soga al cuello...
Pero desde entonces que no podía apartar la mirada de la puerta del salón, por si volvían aparecer. A lo mejor, Helen solo le iba a enseñar en donde estaba el aseo...

Helen lo condujo a la biblioteca, en donde Rafa cerró la puerta con la llave para que nadie pudiera molestarlos. Allí la joven se sentó en el sofá que estaba enfrente la chimenea encendida, mientras el hombre se acercaba al mini bar y le servía una bebida.
-Toma aquí tienes y no me la rechaces -le entregó sentándose a su lado-. Te sentirá bien.
Helen aceptó el vaso dándole un pequeño trago al líquido Rosado que contenía. Después se quedó observando las llamas de la chimenea, sin querer decir nada. Estaba preocupada, o mejor dicho estaba aterrada. Si Rafa que era un desconocido hasta aquel día, había averiguado sus sentimientos hacia Thom. Entonces no había ninguna duda, de que Thom ya los supiera también. Tenía que marcharse bien lejos de allí.
-¿En que estas pensando? -preguntó Rafa con voz calmada.
-En que debo marcharme de aquí -dijo muy convencida-. Debo volver a Nueva york, en donde Thom...
-¿Marcharte? ¿Por qué? -preguntó el hombre extrañado.
-Rafa por el amor de dios —lo miró con desdén-. Si tu que me acabas de conocer as averiguado mis sentimientos hacia Thom, eso significa que el también lo puede adivinar en cualquier momento.
-Quien sabe, puede que no sé de cuenta —la animó-. Yo soy muy observador... -Él no tiene ni un pelo de tonto, créeme.
-Helen cálmate -le puso un brazo alrededor de los hombros, para transmitirle un poco de calma-. Es muy diferente como te observa tu hermano a cono te observa un hombre cualquiera... -ésta lo miró un poco confundida-. Es decir nuestro interés por ti, es muy diferente al interés de tu hermanastro. Es cierto que no sois hermanos de sangre y por lo tanto podéis estar juntos como pareja. Pero según lo que tú me has dicho él no está interesado en ti, verdad...
-Sí, es cierto -se levantó del sofá acercándose al calor del fuego-. Además ya has visto que tiene compañera y qué tipo de compañera busca...
-Sí -concluyó con una sonrisa-. Y después de estas fechas no creo que os volváis a ver.
-Es cierto, él vuelve a Londres y yo a Nueva York. Pero y si llama a mi agencia reclamando nuevamente mis servicios…
-Supongo que tú eres libre de acción -se levantó acercándose a ella-. Una manera es que te llenes la agenda hasta que te sea imposible hacerle un hueco a nadie.
-Tienes razón -dijo después de haber meditado un rato-. Total, seguro que se marcha para fin de año...
-Así me gusta que te animes.
-Gracias -lo miró complacida por su apoyo.
-No tienes por qué dármelas.
-Intentaré venir más de visita por aquí...
-Como quieras, pero tienes él deber de presentarme a las solteras guapas del pueblo -comentó en broma, consiguiendo que Helen rompiera en carcajadas.
-Dalo por hecho.
-Una cosa, antes de volver ahí fuera... -dijo poniéndose de repente serio.
-Mmm, hay que volver ahí fuera... -protestó.
-Sí, si quieres que tu padre no nos obligue a casarnos por avernos encerrado en la biblioteca -volvió a sonreír-. ¿No crees posible la mínima idea de hablar de tus sentimientos con Thom?
-¡No! —se indignó enseguida.
-Tranquila, solo era una pequeña sugerencia.

-Ni loca. Jack, también me lo sugirió y le dije que no...
-¿Jack? AH, tu amigo.
-Sí, él...
-También opina lo mismo que yo, por lo que veo...
-Por lo que yo veo -pronunció con cierto desdén-. Los dos estáis igual de tarumba.
-De acuerdo, veo que el tema por ti ya está zanjado.
-Así es -concluyó con orgullo.
-Bien ese caso, creo que será mejor que salgamos fuera a reunimos con los demás invitados, antes de que empiecen a notar nuestra ausencia.

Veinte minutos después, Thom observaba con los nervios de punta como su hermana y Rafa, entraban en el salón. No creía que le fuese llevado al aseo. Ni que le hubiese mostrado la casa... Por sus miradas, se les veía como mucho más unidos. Estaba por ir y exigirle una explicación. Pero se detuvo al ver como Jack se acercaba a la pareja.

-¿Hola preciosa, me concedes un baile?
-Claro -se giró un momento a Rafa-. ¿Te molesta?
-No, tranquila -sonrió-. Yo iré a sacar a una preciosa morenaza que he visto por ahí...
-Vaya, me parece que este es el único momento de la velada en el que os habéis separado -comentó con malicia.
-No es lo que parece, Jack.
-¿No? Pues quién lo diría. ¿Y además, en donde habéis estado en todo este rato? -preguntó con curiosidad.
-La verdad no sé si debiese decírtelo -lo miró con recelo-. Todavía no te he perdonado el que permitieras que Thom me echara aquella jarra de agua...
-¡UPS! -se sonrojó por un momento el hombre-. Es verdad, se me había olvidado el asunto por completo.
-Jack... -Lo miró fijamente-. Rafa, sabe mis sentimientos hacia Thom.

Jack estuvo durante unos segundos callado, meditando lo que le había dicho ella.

-Si vas a ir por ahí informándole a todo el mundo tus sentimientos hacia tu hermano, encuentro que es más práctico que se lo digas a él primero -le reprochó con enfado.
-¡No, tonto! Él lo ha averiguado, yo no le eh dicho nada...
-AH, vaya perdóname —se disculpó enseguida.
-Y cuando me lo dijo me puse nerviosa y estaba a punto de ponerme a llorar, así que él...
-Te sacó fuera, para que te calmaras -acabó la frase por ella.
-Sí...

Durante unos segundos no comentaron nada. Solo se limitaron a bailar abrazados, y pensar cada uno en sus cosas.

-¿Te encuentras mejor ahora? -preguntó preocupado.
-Sí, un poco mejor. Pero en aquel momento me entraron ganas de subir a mi dormitorio, hacer las maletas y salir por la puerta de atrás... -declaró con tono suave-. Pero Rafa me hizo razonar.


-Helen... —la abrazó más-. No puedes seguir así, no creo que sea nada bueno para ti. -Por favor Jack —le imploró sin querer mirarlo a los ojos-. No me digas nada que... -¡Hola pareja de tortolitos! -los interrumpió de repente la voz de Thom.
-¡Thom! -sonrió Jack de forma alegre. En cambio Helen  lo miró tan solo unos instantes, para desviar enseguida la mirada.
-No es por nada, pero me gustaría bailar un baile con mi hermana antes de que la velada tocara su fin.
-Cla... Claro -aceptó un tanto incomodo el hombre.
-¿Pero no se enfadará tu querida Julia? —intervino Helen, con un poco de arrogancia en la voz.
-No creo, por que se iba a enfadar de que bailase con mi hermana... —dicho esto la cogió de la cintura y se la arrimó a su cuerpo, consiguiendo que la joven temblara de deseo y terror.


Thom era un bailarín excelente. Y en que no era excelente Thom, pensó con reproche.

¡Dios! Apenas se acordaba de cómo respirar. Sus cuerpos estaban tan juntos, que no creía que el aire pudiera pasar entre ellos. Era tan agradable el calor corporal que transmitía el cuerpo del hombre. Estaba segura de que Thom la observaba atentamente, pero no quería confirmarlo levantando la mirada de sus hombros y que le leyera en sus ojos sus sentimientos hacia él. Además, se sentía muy confusa. ¿AH que había venido el que Thom quisiera bailar con ella? Seguramente se sentía mal, porque estaban peleados por la discusión del otro día. ¡Pero y qué! No habían estado así durante nueve años. Y verdad que no había sentido entonces ningún remordimiento... ¿Entonces a que venía todo aquello?

-Vaya, vaya... -soltó con ironía, haciendo que Helen  levantara la mirada en alerta-. ¿Quién lo iba a decir? -Por lo que veo. No me has sacado por el simple placer de hacerlo -escupió con enfado. -Quien sabe... —soltó mostrando una leve y enigmática sonrisa.
-¿Qué es lo que vienes a refregarme por la cara? —le recriminó con un poco de dolor en la voz, pero intentando disimularlo con mirada dura.
-Helen, Helen... -sonrió con expresión seductora-. La verdad es que no sabes nada de mí... Y eso que hace siete años nos conocíamos perfectamente.
-Que estas intentando decirme, Thom -preguntó con el corazón en un puño.
-Nada, querida Helen... -depositó un cálido beso en su frente y apoyando la barbilla en su cabeza siguió bailando. Pero ella no estaba dispuesta a dejarlo de aquella manera.
-Sabes perfectamente que tú tienes la culpa de todo.

Nada. Thom  solo soltó una carcajada y siguió bailando, sin hacer caso a su provocación.

-¿Por qué me haces esto, Thom? —apuntó con gran tristeza.
-Ni yo mismo lo sé... -suspiró profundamente-. Pero créeme, nunca fue mi intención hacerte daño...
-No, no logro... entender nada... -tartamudeo a causa de los nervios.
-Y mejor que siga así, cariño -siseo en voz baja y dulce.
-Ni lo sueñes -le contestó en tono un poco frenético-. Han sido siete años Thom. Siete  años en los que yo...

-Por favor, perdóname -La interrumpió consiguiendo que la joven levantara la vista a él-. Y por lo que más quieras no me mires con esos ojos, si no yo... Creo que es mejor que dejemos de hablar y bailar. No sé que me ocurrió para que tuviera el impulso de contártelo todo...
-¡No! -le cortó con firmeza-. No pares de bailar, ni de hablar, si no yo si que haré algo...


-Lo siento Helen -le acarició el cabello con dedos delicados-. Pero no puedo contarte nada, si no, lo único que conseguiría es haceros más daño a ti y a papá...
-Thom...
-Créeme —le sonrió con ternura-. Mañana por la mañana puede que me vuelva a Londres, será lo mejor...
-Thom... -volvió a repetir su nombre con lágrimas en los ojos-. No te marches así, por lo que más quieras.
-Tengo que hacerlo, preciosa -la música cesó y con ello también el bailar-. Ahora es mejor que olvides todo lo que te he dicho, y que vuelvas con Rafa... Es un buen hombre y tiene suerte de haberte conocido -pronunció con gran dolor las últimas palabras.
-Qué -dijo llena de confusión-. No. no... Thom. Rafa es solamente un amigo para mí...
-Tú solo haz caso a lo que te he dicho quieres -empezó alejarse hacia el interior de la casa, dejándola allí en un rincón de la pista de baile completamente sola y más confundida de lo que ya estaba en un principio. ¿Pero que le había querido decir Thom? Porque tenía la sensación de que él estaba sufriendo igual que ella.
-Helen... —la llamó Jack, con gran preocupación.
-Jack... -lo miró con lágrimas en los ojos-. Yo... Thom...
-Helen, cariño cálmate un poco —se acercó a ella y rodeándola por los hombros se la llevó de forma discreta fuera del salón atestado de gente. Pero cuando pasaban por delante de la cocina, esta se soltó de sus brazos y entró corriendo en ella, para salir a la parte trasera de la casa en donde vio como Thom se alejaba de su vida en su coche.
-¡No! -gritó con desesperación, justo cuando Jack la alcanzaba presenciando la dolorosa escena.
-Helen mi pequeña... -la agarró con fuerza temiendo que esta saliese corriendo tras el vehículo-. Por favor no llores...
-No dejes que se marche Jack -le suplicó sollozando-. Eh sido una idiota por no confesárselo, ahora lo he perdido para siempre por que se aleja de mí...
-Helen...

-Me dijo que era mejor que se alejara de mí y papá... Pero yo no quiero que se aleje Jack, me es igual si no me ama, pero yo  a él sí...
-Helen, por favor. ¿Qué ha ocurrido mientras bailabais?
-No lo sé —le miró un momento con confusión, para volver a dirigir la vista en donde hacia unos instantes se veía el coche de Thom, ahora solo podía apreciarse la oscuridad de la noche-. Él intentó decirme algo, pero no se atrevió. Era sobre su comportamiento conmigo durante todos estos siete años... Jack fue tan raro todo...

Vaya, Thom había intentado contarle toda la verdad. Ya era hora, pero maldito fuera porque en el último momento se había echado atrás.

-¿Y que fue exactamente lo que te dijo?
-Nada, no sé... Estoy muy confusa ahora...
-Bueno, yo solo te digo que no debes preocuparte mucho...
-Tú sabes algo -inquirió salvajemente.
-Quien... Yo -se puso nervioso-. ¿Qué iba a saber yo?
-Sois hombres y amigos de toda la vida-concluyó de forma rápida.
Helen pudo observar apuro en el rostro del hombre, en cuanto le hubo presentado aquella acusación. Pero este tuvo suerte, ya que Rafa se acercaba a ellos con cara de preocupación.


-¿Va todo bien? Eh visto con quien bailabas y...
-Sí, va todo bien -contestó agradecida por su atención hacia ella-. Gracias por preocuparte.
-No hay de qué. Pero verás, acabo de recibir una llamada de los Hender Son. Su yegua está teniendo problemas en el parto y debo acudir urgentemente...
-OH, vaya -dijeron Helen y Jack  a la vez.
-Sí. Podríais decirme más o menos, por donde queda el rancho.
-Si quieres te acompaño -se ofreció Jack con rapidez.
-OH, como quieras -agradeció Rafa.
-Cobarde —lo acusó Helen
-¿Qué?... -preguntó Rafa.
-Escapa todo lo que quieras, pero quedan más días por delante...
-¿No tenemos prisa? -apresuró con burla Jack.

-Sí, es verdad -se acercó a Helen-. Siento mucho el tener que marcharme. ¿Seguro que estas bien? -volvió a preguntar.
-Sí, tranquilo -sonrió con lágrimas-. Ya nos veremos así que márchate ya, tienes una urgencia.

Helen esperó a que los dos hombres desaparecieran de la vista, como había hecho Thom. Dio media vuelta y miró a la casa. Esperaba que la fiesta acabase pronto, pues no tenía ganas de sonreír, solo quería llorar.

Ahora sí, definitivamente había perdido a Thom. Este se alejaba de la vida de su padre y de ella, por no querer hacerles daño. ¿Pero a qué daño se refería? ¿Qué es lo que había intentado decirle mientras bailaban? Había visto tanto sufrimiento en su mirada, pero este había intentado disimularlo con su típico carácter de despreocupado con ella. ¿Qué iba hacer ahora...?.

Con la cabeza hecha un lío, entró en el salón en donde su padre se encontraba esperándola preocupado.
-¿Hija estas bien? -se acercó a ella-. ¿Qué es lo que te ha dicho tu hermano? ¿Y en donde se encuentra ahora?
-Mmm, si papá estate tranquilo todo va bien -intentó simular una bonita sonrisa-. Y tu hijo se ha ido, no se ha donde pero creo que tardáremos en volver a verlo, o solo seré yo quien tarde en volver a verlo...

-¿Pero hija, que me estás diciendo no entiendo nada? -la retuvo su padre con mirada suplicante-. ¿Por qué desde que falta tu madre, en todas las fiestas de navidad ocurre algo entre tu hermano y tú?
-Papá... -sus ojos se iban agolpando de tristes lágrimas.
-Hija creo que ya es el momento de que tenga una respuesta... -demostró una conciliatoria sonrisa.
-Créeme -susurró entre jadeos por las lágrimas-. Si yo supiera lo que ocurriera de verdad te lo contaría, pero es que ni siquiera yo misma lo sé papá -sin poder aguantar más el dolor que sentía en su corazón, se dirigió al piso de arriba para encerrarse en su dormitorio y escapar de cualquiera-. Disculpa a los invitados de mi parte, diles que no me encuentro demasiado bien esta noche.
-Como quieras hija... -respondió con mirada ausente.
Suerte que los invitados ya iban a empezar a marcharse, así podría subir a intentar hablar con su hija. ¿Qué es lo que le ocurría a sus hijos? ¿Creyeron entonces mal cuando adoptaron a Helen, que Thom la había aceptado al igual que ella a él? No lo creía, había visto como estos dos a medida que habían crecido su amor por el otro siempre había ido aumentando y...


5.-

Eran las cinco de la mañana y se encontraba escondida entre las sombras de la cocina, sentada en aquel taburete desde hacía varias horas, mirando como amanecía de forma tímida. Solo había hecho que darle vueltas a su cabeza... No conseguía comprender que es lo que había querido decirle Thom. Y también había pensado en su padre… Que había subido cerca de la una y media de la madrugada a su dormitorio, para ver como estaba. Pero no se había dignado a responderle ni abrirle la puerta para calmarlo un poco... No tenía ánimos para ver a nadie. Lo único que quería era ver a Thom y abrazarse con fuerza a él, para no dejarle escapar. Tenía que hacer algo... Él dijo que a lo mejor se volvía a Londres, pues bien suponía que tendría que empezar a buscarle por allí.


Decidida subió a su dormitorio y empezó a preparar las maletas, pero cuando ya había sacado toda su ropa del armario y empezaba a doblarla, se paró a pensar en que no estaba bien lo que hacía. No podía desaparecer de aquella manera, consiguiendo con ello preocupar todavía más a su padre de lo que ya estaba. Así que respirando profundamente siguió preparando su maleta, pero decidió que esperaría a que su padre se levantara y entonces le anunciaría su decisión de partir antes de lo previsto...


-¿Pero por qué? -preguntó su padre sentado en su sillón.
-Yo... Todavía no me atrevo a explicártelo, antes tengo que averiguar una cosa papá -confesó con la cabeza baja. No quería ver la expresión que tenía su padre en aquel momento, y ablandarse contándole todo...
-Muy bien como quieras -aceptó con mirada escrutadora-. Pero sé que todo esto tiene que ver con tu hermano


Helen levantó la mirada preocupada y clavó los ojos en los de su padre. ¿Acaso se había dado cuenta de lo que le ocurría? Si era así, parecía que no quería inmiscuirse en sus problemas, sabiendo que eso es lo que ella querría. Sonriendo agradecida se acercó a su padre y lo abrazó tiernamente, para luego dirigirse al aeropuerto.




Estaba muy nervioso. Eran cerca de las once de la noche e iba en dirección a casa de su padre. Allí estaría Helen. Estaba hecho un lío, desde que desapareció de la fiesta que había estado conduciendo sin rumbo alguno. Eran muchas las veces que había decidido volver y confesarle sus sentimientos, pero en el último momento se echaba atrás. De seguro que su hermana se horrorizaba con aquella confesión y a su padre le daba un infarto y le obligaba alejarse de sus vidas. Odiaba su vida. La gente decía que era un hombre muy afortunado porque lo tenía todo, dinero, prestigio, mujeres... Pero no era cierto, sin amor era un hombre desgraciado. Desde que reconoció aquellos sentimientos que hizo todo cuanto estuvo a su alcance para poder evitarlo, pero era una batalla perdida contra su corazón...


Fue aparcar en la parte trasera de la casa y ya le extrañó el que no estuviera el coche de Helen. En su lugar había un coche todo terreno nuevo. Decidió entrar por la puerta trasera de la casa que daba a la cocina, y una vez que estuvo dentro se sorprendió de que todo estuviera a oscuras. Solo conseguía escuchar un murmullo de voces que provenían del despacho de su padre, pero las voces eran masculinas, ninguna pertenecía a ella. Se acercó allí con paso tranquilo y cuando iba a llamar a la puerta para anunciar su presencia, se detuvo de repente al escuchar a su padre mencionarlo.

-Thom... -pronunció el hombre su nombre con gran desdén-. ¿Quién sabe en donde se encuentra en estos momentos mi hijo?

-Seguramente que en dirección a Londres…

Aquella segunda voz masculina pertenecía a Jack, reconoció con sorpresa Thom. ¿Pero de que estaban hablando los dos hombres?

-Jack, lo único que quiero saber es que ocurre entre mis hijos...
-Jared, yo... -empezó a decir incomodo.
-No te inventes excusas, se perfectamente que mi hijo está enamorado de Helen... -Thom abrió los ojos por la sorpresa. No podía creerse que su padre hubiese averiguado todo, y por lo que podía observar no había sido Jack quien se lo había contado-. ¡Dios qué horror! Te puedes imaginar...

Ya está. Había escuchado todo cuanto tenía que escuchar de su padre. Con las esperanzas completamente pisoteadas, salió fuera de la casa y volvió a montar en su coche para alejarse de allí lo más rápido posible. Si mal no recordaba era la primera vez que lloraba desde la muerte de su madre. Con aquellas palabras, su padre acababa de destruir su vida... Y ya sabía que es lo que tenía que hacer, alejarse lo máximo posible de sus vidas. Estaba seguro que si su padre veía que no lo llamaba, sería un hombre listo y adivinaría cual sería el motivo de aquello. Miró por una última vez a la casa por el retrovisor, despidiéndose de aquel hermoso paisaje, de su padre y de su amada, que seguro que se encontraba encerrada en su dormitorio, triste por su culpa.

-¿.Ocurre algo Jack? preguntó Jared preocupado, al ver como el joven lo acallaba con un gesto y salía fuera del estudio para buscar algo.
-Un momento... -dijo saliendo en dirección a la entrada de la casa, justo para ver a tiempo como un coche se alejaba de allí a una velocidad increíble. Conocía aquel coche, y el dueño era Thom.
-¿Y bien? -volvió a preguntar el hombre mayor en cuanto el joven hubo vuelto al estudio sumido en sus pensamientos.
-Era Thom.
-¡Thom! -dijo ahogadamente-. ¿Pero por que se ha marchado? No lo comprendo...
-Me parece que nos ha escuchado hablar...
-Pero...
-Lo que no ha escuchado ha sido a ti acabar tu frase -pronunció con tranquilidad-. Thom, se piensa que tu estas horrorizado ante la idea de que esté enamorado de Helen.
-¡Qué! -exclamó horrorizado-. Pero... ¿Y ahora qué?
-Lo mejor, es que no entrometernos en sus vidas.
-¿Estás seguro?
-Sí, ellos ya son lo bastante mayores como para solucionar sus problemas.
-¿.Quieres decir? -siguió insistiendo nada convencido.
-Jared, estate tranquilo. Si vemos que la cosa no se soluciona, entonces si tomaremos cartas en el asunto.
-De acuerdo -aceptó soltando un profundo suspiro.


Bien por fin había llegado a Londres. Había sido un viaje largo en el coche, pero lo importante es que había llegado. Ahora se buscaría un hotel cerca de las oficinas de Thom. Lo malo, es que no sabía la dirección de su hermano y no se había atrevido a pedírsela a su padre. Así que tendría que buscarla en la guía, o tener que esperarse dos días que la gente volviese a trabajar.
El tiempo allí estaba igual de triste que ella. Hacía mucho frío y caía una pequeña cortina de agua. Así que aunque pareciese mentira, no había mucha gente por las calles. Todo el mundo estaba en sus casas, junto a sus seres queridos. ¡Dios! Se sentía fatal, era el primer año que dejaba su padre solo en el día de navidad. Pero es que ella no podía más, quería a Thom e iba a decírselo... Le era igual, lo que este le tuviera que decir ante aquella confesión. Pero habían sido muchos los años, que se lo había tenido guardado para ella y ya no podía más, necesitaba quitarse aquel doloroso peso de encima.
Encerrada entre aquellas cuatro paredes del hotel se sentía completamente agobiada, sabiendo que Thom se encontraba en la ciudad y ella estaba allí quieta, mirando por la ventana con las manos en los bolsillos sin hacer nada por localizarlo. Así que cogió su abrigo y salió con paso decidido por la puerta en un intento vago lleno de fantasía por encontrar a Thom.


A las diez de la noche sin saber qué hacer y con el corazón destrozado. Thom pasaba por delante de sus oficinas. En su casa no quería quedarse porque solo hacía que mirar el teléfono, con la gran tentación de llamarla y hablar con ella. Así que pensó que si iba un rato a la oficina y se ponía a trabajar, tal vez consiguiese despejarse un poco la cabeza.

En el portal del edificio le saludó el guarda de seguridad, pero Thom le prestó poca atención por que por lo visto aquel joven era nuevo. Seguramente se encontraba sustituyendo a Josh, el hombre mayor que llevaba allí desde que él formó aquella empresa. Seguramente Josh estaba acompañado perfectamente con su mujer, sus hijos y nietos, pasando una típica noche de navidad. Una noche que él hacía tiempo que no celebraba de aquella manera con su familia. Pero había que decirlo, él era quien tenía la culpa de que aquello fuese así. Él había sido el hombre testarudo, que se había prohibido ver a su hermana en su compañía, durante más de diez o quince minutos. Bien que igualmente a pesar de su actitud con la chica, ella había ido insistiendo cada año en intentar entablar con él una conversación y demostrar a su padre que no ocurría nada, pero no lo conseguía por que la ignoraba nada más entrar en la casa. Sin embargo aquellas navidades habían sido diferentes, él se había soltado un poco a su testarudez y había podido pasar un par de días magníficos con ella. Cierto, que igualmente entre ellos había existido una sensación rara tal vez conducida por culpa de su carácter, no creía que fuera por otra cosa. Pero como siempre lo había vuelto a estropear. Sus celos habían conseguido dominarlo y no había podido resistir la tentación de soltarle algunas cosas, que bien sabía él que no eran ciertas. Helen ya no era ninguna jovencita, se había convertido en una hermosa mujer que sabía defenderse bastante bien en la vida sin tener que pedir ayuda a nadie.
Salió del ascensor en su planta para adentrarse en una gran calma y oscuridad. Qué gran diferencia, en aquel momento no se escuchaba sonar constantemente el teléfono, el ruido de las impresoras, la gente ir de un lado para otro, los faxes... Pero ya estaba acostumbrado, por que como dueño de todo aquello no era la primera vez que se quedaba hasta las tantas de la noche para acabar algunos trabajos.
Soltando un profundo suspiro entró en su despacho y con movimientos mecánicos, empezó a despojarse del abrigo, la bufanda y la corbata. Luego se acercó al pequeño mueble bar y se sirvió de un buen whisky, para bebérselo sentado en su cómodo sillón y relajarse un poco después del agotador viaje. ¿Qué es lo que estaría haciendo en aquel momento Helen? Seguramente pensando en que es lo que le había querido decir él en el baile...
Todavía no lo asumía el haber escuchado aquellas palabras de su padre, pero era bien cierto que él ya sabía de antemano que su padre no consentiría aquello. Que fue por él, por el que se marchó a Londres  alejándose de su hermana y no volver a verla en tanto tiempo. Fue por él, por el que empezó hacerse daño a sí mismo engañándose durante tantos años que solo era un capricho y no-amor lo que sentía. Fue por él, por el que cambió su carácter alegre al de hombre duro de los negocios... Esa era la verdad, fue por no hacer daño a su padre que cambió todos sus sueños de tener su propio rancho al lado del de su padre, y quedarse a vivir allí en Texas.
Se refregó con las manos los cansados ojos, intentando despejarse un poco de la amargura que invadía su cabeza. ¿Qué iba hacer ahora?...
Susan salía del restaurante chino con su hermana y el marido de esta. Se dirigía a su casa para sentarse ante la chimenea con un buen libro y relajarse por completo, antes de tener que volver a la ajetreada vida de la revista. No tenía muchas ganas de ir con ellos a una discoteca y pasarse la noche bailando…
 Se detuvieron delante del coche de su cuñado para despedirse. Todo fue muy rápido ya que hacía mucho frío y estaba lloviznando. Envidiaba a su hermana tres años mayor que ella, felizmente casada desde cuatro años con un magnífico hombre. ¿Por qué no tenía esa misma suerte?
Empezó a dirigirse a su coche que lo tenía aparcado dos calles más arriba con paso ligero, no quería mojarse mucho y coger un resfriado. De seguro que Thom la mataba si se ponía enferma. Cruzó la calle y cuando pasaba por delante de un pequeño café bar, le pareció ver sentada en una de las mesas que tocaban al cristal a Helen, la hermana de Thom. Aquello era imposible, ella estaba en Texas en donde también estaba él... Pero algo le hizo retroceder sus pasos y acercarse nuevamente al bar. Sorprendida comprobó que tenía razón, aquella mujer era Helen. Lo que no llegaba a comprender era que es lo que estaba haciendo en Londres, en una fecha como aquella.
Se acercó sin hacer ruido y observando a la joven. Ésta estaba con la mirada fija en un punto, sin prestar atención al café humeante que tenía delante. Susan vio tristeza en sus ojos, y soltando un profundo suspiro supo que la culpa de que aquella joven estuviera así y tan lejos de su casa, era por culpa de su egocéntrico jefe Thom. ¿Qué es lo que habría hecho aquel hombre?

-Hola, ¿puedo sentarme? -preguntó casi en un susurró, haciendo que Helen levantara la mirada y se sorprendiera de que ella estuviera allí.
-¡Susan! -exclamó con voz ronca y sonriendo tímidamente-, claro siéntate...
 -¿Te encuentras bien? -preguntó al escuchar aquel tono tan ronco.
-Sí, solo me duele un poco la cabeza. ¿Pero qué haces tu por aquí? respondió despreocupada ante la pregunta de la mujer.
-Acabo de cenar con mi hermana y cuñado, en el chino que hay más abajo...- respondió todavía preocupada-. ¿Seguro que estas bien?
-Sí, estate tranquila...
-Tienes la cara muy colorada y tu voz es muy ronca -dijo después de haberla observado detenidamente-. Además, tu cabello... Es como si te lo hubieras lavado y no lo hubieras secado adecuadamente, se ve como muy... -No pudo más, se inclinó hacía ella y le posó su fría mano en la frente comprobando que la mujer estaba ardiendo-. ¡Dios, tu estas enferma! Has estado deambulando por las calles con este mal tiempo... Eres estúpida...
-¡Eh! -se defendió Helen apartándole la mano de un gesto firme-. No te preocupes estoy bien, es solo un pequeño resfriado.


-¡Ha! -protestó con cierto desdén-.Intenta otra cosa bonita, pero a mi no me engañas... Algo te ha ocurrido y de seguro que tu querido hermano tiene la culpa de todo. Si no, dime porque demonios estas aquí en vez de en tu casa con tu familia.

Helen bajó la mirada a la taza de café y cogiendo profundamente aire para no llorar, empezó a contarle todo a la mujer.

-Entiendo, tu hermano es un hombre estúpido -dijo enfadada, mientras se levantaba de la mesa-. A saberse en donde se encuentra este... Mira lo mejor es que te vengas a mi casa, allí te prepararé una buena sopa de pollo y te acuestas...

-OH, no... -empezó a protestar la chica.

-No quiero ninguna queja —la riñó-. No ves que no puedes quedarte sola.

-Pero si es solo un simple resfriado.

-Eso lo dirá el doctor -confirmó mientras ayudaba a que se pusiera el abrigo-. Pero creo que vas a pasarte las siguientes dos semanas en la cama, por culpa de tu tonto paseo.

-No puedo, tengo que encontrar a Thom -protestó con voz débil y temblorosa.

-Lo que tienes que hacer ahora es preocuparte por ti, no puedes buscarle en este estado. Entiéndelo, cuando te recuperes podrás seguir buscándole y te prometo que yo te ayudaré.

-De acuerdo -aceptó con voz cansina, mientras salían del café bar y se dirigían al coche de Susan.


Susan se encontraba en el dormitorio de invitados vigilando a Helen. La pobre chica había pasado una noche muy mala con mucha fiebre y lo que todavía le quedaba, según le había informado el doctor. Al parecer tuvo que pasar otro resfriado no hacía mucho y sin curarse bien de él, así que este otro le estaba dando bastante en cara.


Estaba un poco cansada, se había pasado toda la noche a su lado poniéndole paños húmedos para ayudar a bajarle la fiebre, con la ayuda también de los antibióticos. Y llevaba toda la mañana intentando localizar a Thom al número de su móvil, pero no obtenía ninguna respuesta. Y tampoco sabía el número de la casa de su padre en Texas, así que no sabía qué hacer... Al día siguiente todo el mundo volvía al trabajo y de seguro que Thom también. Así que este tenía que encontrarse en la ciudad, lo que no entendía era porque no respondía a sus llamadas.

El ruido de un pitido insistente que se le metía en la cabeza como si le estuvieran dando con un palo, hizo que se despertase con un gruñido de dolor. ¡Dios! Era la última vez que tomaría tanto whisky. Si no recordaba mal, la última vez que se hubo emborrachado fue en una fiesta de la universidad, y había olvidado lo mal que se pasaba al día siguiente. Con ojos nublados por el sueño miró a su alrededor comprobando que se hallaba en la oficina, entonces empezó a recordar el motivo del por qué se hallaba allí, y el siguiente gruñido que profirió fue de desconsolación por su asquerosa vida.

Se refregó los ojos con gran fuerza para ver si despertaba de aquella pesadilla. Pero no, después de volver abrirlos vio que seguía en su oficina de Londres. Aquello no podía estar sucediéndole, se auto compadeció a sí mismo. Fue entonces cuando vio que la luz de su teléfono móvil parpadeaba, por lo visto alguien había intentado comunicarse con él. A lo mejor había sido Helen, pensó con desesperación mientras alargaba el brazo y comprobaba el número. No, no había sido Helen si no Susan. ¿Qué es lo que querría? Conociendo bien aquella mujer, sabía que no se tomaría la molestia de llamarlo en un día de fiesta si no era por algo importante, así que marcó su número y se acercó el aparato al oído con gran tristeza.

-¿Sí? -se escuchó la voz de la mujer al otro lado de la línea.

-Soy yo, Thom -confirmó simulando un tono firme, ya que no quería delatarse ante su compañera y preocuparla.

-¡Thom! —Exclamó sorprendida la mujer-. ¿En dónde demonios te habías metido? -preguntó en tono enfadado.

-Es una larga historia, ya te la contaré en otro momento pero ahora dime para que me has llamado. ¿Ocurre algo?

-Sí. Helen se encuentra en mi casa, metida en la cama con mucha fiebre...


En cuanto Thom escuchó aquellas palabras, su cuerpo reaccionó más rápido que su mente. Colgó la llamada y salió corriendo al ascensor, para bajar al parking, coger su coche y correr a casa de Susan. Media hora después, detenía el coche enfrente de su casa. Allí fue cuando se detuvo un momento a pensar. ¿Qué hacia Helen en Londres? Estaba claro, había ido allí en busca de una respuesta ante su marcha inesperada. Él estaba preparado para informarle del motivo, pero estaría ella preparada para recibir la respuesta... De eso es de lo que tenía miedo. No quería causarle todavía más daño del que ya había hecho.


Cogiendo aire en sus pulmones, bajó del coche y se acercó a la casa llamando al timbre. Unos segundos después Susan le abría la puerta, con cara de pocos amigos. Le pidió el abrigo y luego lo condujo al salón. Por lo que pudo comprobar. Susan sabía algo de lo ocurrido en su casa y antes de conducirlo a Helen, quería reprenderle.


-¿Y bien? -inquirió con los brazos en jarra-. ¿Qué demonios le has hecho esta vez? Es que no tienes corazón...

-Susan... —intentó defenderse.



-Y no me digas ninguna tontería, quiero la verdad. Si no, no dejaré que subas a verla -lo amenazó con enfado.


Thom la miró un momento en silencio y después de pasarse las manos por el cabello, en gesto nervioso empezó hablar.


-En la fiesta, iba a pedirle disculpas por todo lo que ha ocurrido en estos años y confesarle mis sentimientos... -se calló unos segundos, en los que se acercó a la chimenea encendida para observar las flameantes llamas-. Así que cuando estábamos bailando, empecé a pedirle disculpas por mi comportamiento y cuando ella me pidió el motivo, no pude decírselo... Me di cuenta que si le confesaba mis sentimientos, podía hacerle daño a ella y a mi padre —se dio la vuelta y miró con pesar a la mujer-. Date cuenta Susan, de seguro que si le digo que estoy enamorado de ella se asustaría y se alejaría de mí. Además, escuché como mi padre hablaba con Jack, por lo visto él se dio cuenta de todo y escuché como le decía que no lo permitiría por nada del mundo, así que no me quedaba más remedio que alejarme de sus vidas.


Durante unos minutos, Thom se quedó callado mientras Susan se acercaba a él y le pasaba un brazo por los hombros.


-Y ahora me entero de que se encuentra aquí, y encima enferma en la cama... -bramó en un suspiró-. ¿Qué puedo hacer? Tengo miedo de que si la veo, se lo voy confesar todo y es entonces cuando veré como ella...

-Schh, tranquilo -susurró Susan-. Quién sabe, a lo mejor estas dentro de un error...

-Qué -dijo el hombre después de soltar una falsa carcajada-. De verdad crees, que mi problema se puede solucionar en un cerrar y abrir de ojos. Entonces es que tu estas más majareta que yo, por haberme enamorado de mi hermanastra.

-Thom, yo no puedo explicarte nada -le confirmó con seriedad-. Pero creo que es mejor que en cuanto tu hermana se recupere, hables con ella. Cuéntale todo...

-Eso ya lo veremos, en cuanto llegue el momento -dijo aludiendo la sugerencia de la mujer-. Pero qué te parece si me conduces al dormitorio, me gustaría verla y quedarme un rato con ella.

-Está bien -acabó por aceptar-. Esta noche la ha pasado muy mal, ahora la fiebre a remitido bastante. Solo hay que esperar que la noche la pase tranquila y no como la de ayer.

-Gracias -señaló el hombre cuando iban subiendo las escaleras.

-No tienes por qué dármelas -le indicó-. Solo espero, que no le causes más dolor a la chica volviéndote a marchar sin decirle nada.


Pero Thom se calló ante aquellas palabras, porque sabía que no podía prometer nada en aquel momento. Todo se vería sobre la marcha.


En la penumbra de la habitación, Thom se acercó a la cama y halló a la preciosa mujer de su vida dormida. Estaba muy pálida, pero aún así resaltaba su belleza. Dios, cuanto la amaba. Con timidez se acercó a la silla que había en un lado, se sentó y entonces se atrevió a acogerle la mano con gran delicadeza. No quería despertarla con algún gesto brusco. Luego se quedó observándola detenidamente, sin decir ni una sola palabra. Sin enterarse siquiera de que Susan abandonaba la habitación, para dejarle cierta intimidad.



Una hora después. Susan entraba en el dormitorio llevando consigo una bandeja. Desde el sillón le vino el delicioso olor a comida. La verdad es que tenía hambre. Y el cuerpo le empezaba a doler un poco, después de haberse quedado casi una hora sentado en aquel sillón observando detenidamente a Helen. En todo ese rato, había tenido mucho que pensar. Y después de todo, había llegado a la conclusión de confesarle todo en cuanto esta se recuperara de aquel resfriado.


-Hora de comer -anunció Susan en un susurro, para no despertar a la joven que todavía yacía en el lecho durmiendo.

-Muchas gracias, Susan -susurró agradecido-. Siento mucho que te estemos molestando de esta manera, y eh pensado que lo mejor sería llevarme a Helen a mi casa en cuanto esta se recupere un poco...

-OH, no me seas tonto -le riñó con enfado-. Sabes perfectamente que no molestáis para nada...

-Gracias -sonrió-. Pero aún así, creo que es lo mejor dado la situación.

-¿Seguro? ¿Y si ella no quiere marcharse contigo? -indicó con duda.

-Ya lo veremos en cuanto llegue el momento -aseguró con firmeza.

-Veo que sigues siendo el mismo mandón de siempre -achacó con sonrisa divertida la mujer.


Thom sonrió ante aquella indicación de su amiga, para luego coger la bandeja y comer un poco. Había tomado una buena decisión, en cuanto ella se recuperara un poco se la llevaría a su casa. La iba a tener a su lado y cuidarla con cariño. En ningún momento llamaría a su padre para informarle de lo ocurrido, era un resfriado lo que tenía su hermana. Nada grave para llamar a su padre y que la apartara de su lado, en cuanto este se enterara de que se encontraba en Londres.


6.-

El susurro de personas hablando en su alrededor, fue lo que la despertó. 
Pero por más que intentaba abrir los párpados, no lo conseguía. Es como si tuviera unas diminutas pesas en ellos, que le impidiera abrir los ojos. Se estaba poniendo un poco nerviosa. Se sentía rara, todas las partes de su cuerpo le pesaban demasiado para poder hacer algún movimiento por sí misma. No lo entendía.
 Al fin, después de tanto esfuerzo consiguió abrir levemente sus ojos, pero se encontró totalmente desorientada... Aquella habitación no era ni la de su casa, ni la del hotel que había pagado en Londres. ¿En dónde se encontraba? Levantó un poco la cabeza y pudo ver el cuerpo de una mujer enfrente de ella, pero estaba de espaldas...
 Soltó un suspiro, aquello no tenía pinta de ser un hospital. Iba a llamar la atención de aquella señora, y fue cuando se dio cuenta de que la garganta le dolía mucho. Era como si tuviera unas agujas atravesadas en ella, aparte de tener mucha sed.
Por fin, alguien vio los problemas que tenía y se le acercó.
 Era Susan, la secretaria personal de Thom. ¿Pero no lograba comprender?... ¡OH, vaya! Ahora lo recordaba todo. Se encontraba en Londres, en la casa de Susan. Ella insistió en llevarla allí, porque no la veía nada bien cuando se la encontró en aquel bar.
 Y tenía razón, después de que llegaran allí, ya no recordaba nada más. Solo sabía que estaba en aquella ciudad tan grande por Thom. Quería encontrarlo y allí, era el único sitio que sabía que él frecuentaba.
Volvió abrir los ojos y se encontró a Susan a su lado, mirándola con sonrisa amable. Pero no estaba sola, se encontraba acompañada por un hombre mayor, que llevaba colgado del cuello un estetoscopio. Suponía que sería el doctor. Solo esperaba no haberle causado muchas molestias a la mujer.
-¿Hola preciosa -susurró con dulzura-, como te encuentras?
-Como si un camión me hubiese atropellado... -logró articular con la garganta seca.
-¿Quieres un poco de agua? -le ofreció.
Helen asintió con la cabeza, para ver como Susan desaparecía enseguida del dormitorio, dejándola sola con el doctor. Se le veía un hombre amable...
-Bien señorita -sonrió, mientras se acercaba más a ella-. Si me permite le haré un pequeño chequeo, y así veremos cómo se encuentra realmente, ¿Qué le parece?
-Bien -respondió con voz débil.
Justo cuando el doctor acababa de hacerle la revisión, la puerta del dormitorio se abrió dando paso a Susan con un vaso de agua en sus manos y acompañada por Thom. Se quedó de piedra. Allí estaba él, vestido con unos téjanos y jersey mirándola fijamente, con una cálida sonrisa en su rostro. Era tan guapo...
Seguro que había sido Susan, quien le había informado de su presencia en la ciudad. Gracias a ella, no tendría que volverse loca buscándolo. Pero un poco asustada sí que estaba. No sabía cuál iba a ser su reacción a su confesión, seguro que se reía a carcajadas y la llamaba niña... No era eso, lo que ya pensaba él que era ella. Pensó con ironía.
Susan se acercó a ella con una gran sonrisa y llevándole el vaso de agua.
-Mira a quien te traigo de visita -le guiñó el ojo con gran picardía, sin que el hombre pudiera ver aquel gesto-. Aquí tienes para que te refresques la garganta. Bueno os dejo un momento a solas mientras acompaño al doctor a la puerta, pero antes que me diga como estas y que medicamento debo administrarte.
-Bueno, ha cogido un buen resfriado -comenzó a decir el hombre mayor, mirando a Helen-. Pero como veo que lo peor lo ha pasado esta noche, no hay nada de qué preocuparse. Que guarde un poco de cama durante esta semana, que no salga a la calle y que se tome esas pastillas después de cada comida. Si sigue esos pasos, en una semana ya tendrá todas sus fuerzas recuperadas y volverá a ser la misma persona de siempre.
-Muy bien, me encargaré de que cumpla sus ordenes -dijo entonces Thom, consiguiendo que Helen levantara la vista a él, con ojos tímidos.
-Perfecto, en ese caso señorita —se dirigió a Susan-. Me encantaría que me acompañara a la salida.
-Por su puesto, Jorge -aceptó encantada Susan, saliendo de allí y dejándolos completamente solos mirándose fijamente el uno al otro.

El aire que había allí estaba cargado de electricidad, pensó Helen con los hombros encogidos esperando la bronca del hombre.

-¿Cómo te encuentras, pequeña? -preguntó con delicadeza y acercándose hasta ella.

Se quedó un poco sorprendida cuando escuchó las palabras con las que Thom se dirigió a ella. Así era como la llamaba antiguamente, cuando las cosas entre ellos iban bien. Las lágrimas afloraron a sus cansados ojos, pero parpadeó para que el hombre no lo notara. Si no pensaría que además de cría era tonta...

-Bien respondió apenas en un susurro.
-¿Porqué? -preguntó sin más, con decisión en la voz.

Helen sabía perfectamente a que se refería. Ella ya no pintaba nada en aquella ciudad. Ya terminó su trabajo. Y no creía que la hubiesen mandado a otro, en unas fechas tan señaladas. Y sabiendo aún más él con gran certeza, que aquellos días eran sagrados para estar con su padre en el rancho. ¿Qué le estaría pasando por su cabeza? ¿Qué había ido allí para conseguir una respuesta a lo que había ocurrido en el baile? Sí, pero lo que él no sabía es que había mucho más... ¿Y bien qué iba hacer? Se lo soltaba allí y sin más, o esperaba un poco. Mejor esperaba un poco, decidió en el último momento al notar como su corazón estaba a punto de salirse de su pecho, por culpa de los nervios.

-Yo... -levantó  la vista de la sabana, para fijarla en la dura mirada del hombre.
-Si has venido para sacarme una respuesta a mi repentina huida de la noche del baile -no la dejó responder-, que sepas que te las daré en su debido momento. Pero que sepas que estoy muy enfadado, por tu tonto viaje... ¿Y si Susan no hubiera pasado por allí?
-Por favor -se molestó ella. Ya volvía a tratarla como una cría-. No me hubiera ocurrido nada. Tenía una habitación en un hotel y habría pedido un taxi.
-Pero en el hotel nadie sabría de tu estado -la miró con mirada furibunda, pasándose una mano por el cabello en gesto nervioso.

Aquello era bueno, pensó Helen. Al menos sabía que él seguía preocupándose por ella, como había ocurrido siempre en vez de ignorarla de la misma forma que lo había hecho en esos siete años.

Tenía que admitirlo, Thom tenía razón. Si hubiese estado en el hotel, puede que no hubiese sido capaz de coger y levantar el auricular, para informarles de su estado y que acudiera el doctor... Sintió un poco de remordimientos.

-Perdona, mi comportamiento ha sido...
-Es igual, ahora ya no sirve que te disculpes -¿Porqué tenía que ser tan duro con ella?-. Lo hecho, hecho está. Solo quiero que sepas, que más tarde te trasladaré a mi casa. Allí podrás descansar y así acabar de recuperarte... Y no me repliques, no estás en condiciones de ello -la volvió a reñir, en cuanto vio que ella iba abrir la boca ante su sugerencia-. Susan tiene cosas que hacer y no es normal que estés aquí en su casa, cuando puedes estar tranquilamente en la mía.
¡Perfecto!. Thom acababa de decirle sin ningún preámbulo, que ella era un estorbo allí. Estaba claro, que las cosas no iban a ser tan fáciles como había pensado desde un principio.

 Era precioso. Acababa de llegar a la casa de Thom, en donde iba a estar hasta que se encontrara bien. Nunca había visto en dónde vivía él, solo su padre cuando una vez viajó allí y se hospedó en su casa. Y como no. Thom tenía que vivir en un lujoso ático... Jamás había visto un ático que tuviera un jardín tan grande como aquel, lo más normal era una pequeña terraza, pero no una tan inmensa como aquella. Y lo que era la casa, estaba decorada con muy buen gusto. Los muebles no eran tan modernos como lo era su despacho, sino más bien todo era rústico estilo a los ranchos de Texas. Estaba impresionada... El blanco de las paredes y cortinas, contrastaba perfectamente con el color cerezo de los muebles dándole un toque de más luminosidad al piso. Y todo estaba inmaculado, seguro que tenía contratada a una mujer de la limpieza, para mantener todo tan pulcro.

El carraspeo que hizo Thom con educación, fue lo que la devolvió a la realidad recordándole que no estaba sola. Por un momento se había olvidado de que iba a estar completamente sola en el terreno de él. Solo rezaba por que Thom volviera a ser el mismo de siempre con ella, y no el despiadado hombre que había sido últimamente.

-Tu casa es preciosa -le sonrió con gran admiración en los ojos-, me recuerda mucho a Texas...
-Sí bueno -se sintió un poco incómodo al tenerla allí con él-, sabes perfectamente que nunca me ha gustado mucho lo moderno.

-Pues quién lo diría viendo tu despacho.
-No fui yo quien lo decoró, si no la empresa decoradora que trabaja para nosotros -explicó-. Bueno, dejémonos de tonterías y deja que te acompañe al dormitorio de invitados, allí es donde vas a dormir...
Con las maletas que habían ido a recoger al hotel antes de dirigirse allí, Thom la condujo por un pasillo largo lleno de cuadros de paisajes. Se quedó clavada, con la mirada fija en aquellas bellas pinturas... Eran de su madre. Sus ojos se empañaron de lágrimas, la echaba mucho de menos.
Thom se giró notando que Helen se había detenido, y se sorprendió un poco al verla allí quieta con la mirada perdida y llena de lágrimas, por culpa de aquellos cuadros. ¡Pero que idiota! No se acordó que aquello puede que afectase un poco a la mujer...
Dejó las dos maletas en el suelo y se acercó a ella pasándole un brazo por encima de los hombros.
-¿Te encuentras bien? -preguntó con calidez.

-Sí, es solo que me no me esperaba encontrarme con esto...-levantó su débil brazo, para rozar con extremada delicadeza el cuadro con sus largos y finos dedos-. ¿Desde cuándo que los tienes?
-Pues desde que empecé a ganar el suficiente dinero por mi cuenta, y pude localizar a los dueños y hacerles una generosa oferta...
-Pero eso es mucho dinero y son más de treinta cuadros -Lo miró con expresión de asombro. Thom demostró una pequeña sonrisa ante la sorpresa de la joven.
-Lo sé, pero yo solo poseo once de esos cuarenta y seis cuadros... -dijo soltando un profundo suspiro, ante el recuerdo de su madre pintándolos con tanta dedicación y amor-. Los restantes fueron imposibles de conseguir. Los actuales dueños no querían desprenderse de ellos...
-¿Papá lo sabe? -preguntó con curiosidad.
-Sí -le contestó con ternura, mientras pasaba una mano por la suavidad de su cabello-. Yo le regalé el que tiene en su despacho, sé que era el favorito de mamá...
-El que se encontraba en el museo de España -afirmó Helen. -El mismo...
-¿No entiendo el por qué lo dio al museo, siendo el favorito de ella? -giró su rostro hacia él y sonrojándose de pronto, al reparar en lo cerca que habían quedado sus ojos y labios de los de él. No sabía qué hacer, estaba un poco nerviosa porque de seguro que Thom había advertido su sonrojo... Ahora sí que ya empezaría adivinar todo.
-Porque era muy amiga del dueño del museo y le prometió que se lo regalaría cuando en una visita a casa, este lo descubrió... -dijo él un poco ausente sin poder dejar de mirar los suaves labios de la mujer.
Se quedó prendado. A pesar de las ojeras que tenía por el resfriado, estaba preciosa. Y le encantaba cuando se sonrojaba, le deba una expresión tan encantadora a su rostro... Y desde una postura tan cerca, podía ver la suave línea de sus labios, que seguro que sabían a dulzura... Eso es lo que era ella, toda dulzura. Y aunque sabía que se arrepentiría para siempre, él quería probarla aunque solo fuera por una sola vez y guardarse aquel manjar hasta el fin de sus días.
Con gran delicadeza abarcó el rostro de la joven con sus grandes manos, para acercar sus labios a los de ella. No sin observar detenidamente la sorpresa reflejada en los ojos de ella...
¡Qué!... No, no podía ser. Por favor que alguien la despertara de aquel agradable sueño. No se creía que Thom fuese a besarla. En aquellos pocos segundos que transcurrieron antes de que Thom pusiera en contacto sus labios con los de ella, no apartó para nada la mirada de la de él. En donde vio reflejado un gran deseo... No quería olvidar por nada del mundo aquello, quería recordar hasta el más mínimo detalle.
Lo sabía, pensó completamente relajado Thom en cuanto sus labios rozaron los de ella. Aquello era el manjar de los manjares... Cuantos años había estado pensando en aquel momento, y por fin había llegado. Y por nada del mundo lo iba a estropear... Así que con gran sed de los labios de la muchacha, bajó sus manos hasta abarcar la cintura de esta y apretar su cuerpo al de él para profundizar con más pasión.


Una gran explosión de felicidad estalló en el corazón de Helen, cuando Thom la estrechó entre sus fuertes brazos y la besó con gran pasión. Jamás había pensado que aquel día llegaría. Y nada en la vida la había preparado para sentir aquel fuerte remolino de sensaciones en la boca del estómago. De acuerdo que habían habido chicos que la habían besado, pero lo único que había sentido fue repulsión al notar sus labios fríos contra los de ella. Pero los de Thom eran suaves y cálidos, además de hambrientos... Sonrió para sí. A cada segundo que pasaba sentía como sus piernas se iban debilitando... Dios, no quería despertar nunca de aquella magnífica sensación. Con un poco de timidez, levantó sus brazos hasta posarlos alrededor del cuello del hombre. Consiguiendo con aquel gesto que este emitiera un gruñido y empezara a deslizar sus manos con deliciosas caricias por su esbelta espalda.

No sabía cuánto rato llevaban besándose como dos desesperados. Pero lo que sí sabía, es que no quería parar. Estaba en una nube de felicidad... Thom empezó a empujarla suavemente hacia uno de los dormitorios sin dejar de besarla. No pensaba detenerlo, porque llevaba soñando con aquel momento casi toda su vida.
Sus caricias le estaban volviendo loca. Tenía unas ganas inmensas de sentir su piel contra la suya, así que empezó a tirar del borde del jersey para arriba hasta conseguir que el hombre separase por unas milésimas de segundo sus labios, así poder sacarle el jersey por la cabeza. Pero se llevó una desilusión, ya que debajo de aquel llevaba una camiseta interior blanca impidiéndole sentir el calor de su pecho. Iba a seguir el mismo proceso con aquella prenda, pero Thom volvió a capturar sus labios con gran ansia mientras seguía empujándola hacia atrás. Momentos después, sus piernas toparon con algo y enseguida supo que se encontraba en el dormitorio de él. Thom lanzó un leve gemido para después darle un último suave empujón para que cayera encima del cómodo lecho.
Su pasión aumentó. Sabía que iban hacer el amor, pero no tenía miedo. Sabía perfectamente que Thom no le haría daño, que él era un gran amante y que haría que su primera vez fuese maravillosa. Sus labios seguían devorando los suyos, mientras que sus expertas manos se deslizaban por su cuerpo desabrochándole la camisa de algodón que le había prestado Susan. Una vez que todos los botones fueron soltados y sus senos quedaron expuestos, porque no le gustaba mucho llevar sujetador y Susan hacia una talla más pequeña que ella, así que no pudo dejarle unos, fueron acariciados por sus manos produciéndole unas sensaciones que jamás había pensado que su cuerpo pudiera experimentar.
Apenas podía respirar con tantas emociones que estaba viviendo... Necesitaba sentir el calor de su piel, así que volvió a tirar de la prenda hacia arriba y por fin el magnífico pecho masculino quedó al aire libre. Quería admirarlo durante un momento, pero Thom no la dejó por que bajó su rostro hacia sus senos para besárselos de una forma que hizo que lanzara un gran gemido... ¡Dios había sido ella quien había lanzado aquella exclamación! Lo único que sabía es que aquel hombre la estaba volviendo loca...
Fue entonces cuando el sonido de un teléfono móvil empezó a sonar. Aquello fue lo que hizo volver a la realidad a Thom y que saltara con gran rapidez de la cama, para alcanzar el aparato que se encontraba en el bolsillo del jersey que estaba en el suelo. Mientras la miraba enfadado...
-Sí -respondió con voz entre cortada.
-Thom, soy Jack...
-Dime respondió con el corazón en un puño, mientras seguía con la mirada fija en la mujer que tenía en su cama.
-Solo quería avisarte que Helen no está aquí, que salió diciendo que tenía que solucionar algo contigo... Y bueno tu padre se encuentra un poco preocupado...
-No te preocupes ella se encuentra aquí conmigo, está bien... —No apartaba la mirada de la mujer que lo miraba con gran timidez, mientras se cubría su desnudez-. Dile a mi padre que seguramente mañana ya sale hacia allí... -le respondió con enfado, viendo como Helen se incorporaba en el lecho y lo miraba confundida.
-Thom tengo que comentarte una cosa muy importante sobre tu padre...
-No hace falta, ya sé todo lo que tengo que saber sobre mi padre... -lo cortó rápidamente Thom, para seguidamente colgarle.
¡Mierda!. Cómo había sido tan estúpido... Se regañó así mismo. Pero no podía hacer nada, amaba aquella mujer... Pero tenía que respetar las decisiones de su padre. Así levantó la mirada para encontrarse con la agradable belleza de Helen. Esta lo miraba con el ceño fruncido.
-¿Cómo que mañana estaré en Texas? -inquirió un poco indignada.
-Helen... -dijo su nombre en un suspiro y mirándola con tristeza-. Lo siento mucho, te pido disculpas... No tendría que haber ocurrido nada de esto.


-¡Qué! -exclamó con sorpresa.

-Es que no lo entiendes mujer —dijo levantando un poco la voz-, esto que estaba ocurriendo entre nosotros es imposible.
-¿Porqué? -inquirió levantándose de la cama y cruzándose de brazos.
-¡Maldita sea Helen, somos hermanos! -dijo fuera de control y con los ojos inundados de angustia.
-Hermanastros... -lo corrigió la mujer.
-Es igual. Nuestro padre no lo vería bien... A decir verdad, él no lo ve bien según pude escuchar detrás de la puerta —soltó con ironía.
-¿Qué estás diciendo?
-Que será mejor que te marches, y cuanto antes mejor... -aquellas últimas palabras las pronunció con un nudo en la voz. Él no quería que se fuera de su lado, pero las cosas tenían que ser así.
-Thom... -dijo en un hilo de voz.
-Helen por favor, no me hagas las cosas difíciles... -declaró con voz neutra, mientras se ponía el jersey nuevamente.
-Thom yo te quiero... -logró confesar con timidez.
-No, no me quieres -dijo con frialdad-. Lo que ocurre es que estas confundiendo el deseo con el amor, eso es todo...
-¡No!... -gritó enfadada la chica entre un mar de lágrimas.
-Hazme caso, yo... -intentó hablarle.
-Vete a la mierda. Thom -le contestó en un gruñido-. que sabrás de mis sentimientos...
-Helen... Tienes que olvidarte de esto...
¡No!. Gritó para sí la chica. Por fin que había conseguido lo que siempre había deseado, lo estaba perdiendo por culpa de la testarudez de un hombre mayor. Pero era un hombre mayor al que respetaba y al que le debía muchas cosas... Ahora lo comprendía todo. El por qué del comportamiento de su hermano durante todo aquel tiempo, y de sus palabras en el baile... La amaba y estaba segura de ello. Pero él no quería hacerles daño a su padre y a ella. ¿Por qué la vida era tan cruel?...
-Helen -susurró con ternura y preocupación.
-¡Déjame en paz! -exclamó empujándolo y saliendo de allí apresurada, cogiendo las llaves del coche que vio en la entrada sin pensárselo dos veces.
Helen! —la llamó Thom hiendo tras ella, pero demasiado tarde las puertas del ascensor se cerraron en sus narices.
Entonces el teléfono móvil volvió a sonar.
-Si -contestó con rudeza, mientras bajaba por las escaleras para detener a la chica.
-Thom, soy yo otra vez...
-Mira ahora....
-No me cuelgues por favor, es muy importante...
-No, lo mío es importante -lo interrumpió-. Tengo que detener a Helen, hemos discutido y se ha marchado con las llaves de mi coche...
-Thom tu padre y yo sabemos lo que sientes....-soltó en un profundo suspiro.
-Lo sé, os escuché la noche del baile... -dijo con voz entre cortada al estar bajando por las escaleras a toda velocidad.
-Sí, pero lo que no sabes es que no escuchaste del todo lo que tu padre dijo.... -aquello hizo que Thom se detuviera y se apoyara por un momento para coger aire contra la Iría pared, mientras escuchaba a su amigo-. Thom estas confundido, a tu padre le alegraría que tu y Helen estuvieras juntos de verdad. Sabe perfectamente que los dos estáis enamorados... No lo entiendes, me dijo que muchas veces él y Margot soñaban con esa idea pero claro está aquello era muy difícil de que pudiera ocurrir, pero lo vio todo claro la noche del baile.
-Qué demonios me estas contando.... —No se lo podía creer. Deberás se había marchado antes de que su padre acabara de hablar. Entonces aquello significaba que podía estar para siempre con Helen, pensó mientras una gran sonrisa aparecía en su rostro.
-Lo que oyes -se oyó una risa-. Será mejor que atrapes a Helen antes de que se te escape con el coche...
-¡Mierda! -exclamó de pronto Thom acordándose de ello-. Lo siento tengo que colgarte -dijo entre risas y emprendiendo rápidamente escaleras abajo.
¡Por fin!. Llegó al garaje, pero tuvo mala suerte porque justo en aquel momento Helen salía a toda velocidad de allí en su coche...
-¡Helen, espera! -gritó alzando los brazos en el aire para que lo viera, pero fue inútil.
Pero la cosa no iba acabar allí, pensó con una gran sonrisa. Entró corriendo en el garaje para acercarse a una parte oscura en donde había algo tapado con una gran tela. Tiró de ella, para descubrir una moto de carreras...
Helen apretaba el acelerador, para ir devorando con más rapidez los kilómetros y así alejarse de allí lo más rápido posible. Suerte que Thom vivía casi en las afueras de la ciudad y llegó pronto a la carretera, además al ser de noche no había apenas tráfico. Estaba con el corazón destrozado... Cuando por fin después de toda una vida conseguía descubrir que su amor era correspondido, tenía que abandonarlo si no quería destrozar el corazón de otra persona... Una ráfaga de luces hizo que interrumpiera sus pensamientos y se fijara en el retrovisor. Detrás de ella iba una moto a toda velocidad. Sería algún machista que no soportaba que una mujer fuera a más velocidad que él. La moto volvió hacerle luces, consiguiendo ponerla un poco nerviosa. Sería mejor que aflojara un poco y así el hombre la adelantara dejándola tranquila. Al ir aflojando un poco la velocidad, observó como la moto se disponía adelantarla pero se sorprendió al ver que se ponía a su altura. Con un poco de miedo observó al loco motorista, para ver como este se levantaba la visera... ¡Thom! Pero cómo diantre... ¿Desde cuándo tenía Thom una moto? Vio como este le hacía señas para que se detuviera, pero estaba tan enfadada que no le hizo caso y lo ignoró por completo apretando nuevamente el acelerador a fondo.


Thom soltó una maldición al ver como Helen volvía a poner aquella velocidad tan peligrosa. Sabía que conducía perfectamente ya que él mismo le había enseñado, pero la carretera era peligrosa... Se bajó la visera y apretó el acelerador de la moto al máximo para adelantarla en un abrir y cerrar de ojos.

Helen observó como Thom la adelantaba con la moto, para detenerse en medio de la carretera bastante mucho más adelante. Su primera reacción fue de soltar el acelerador y disminuir bastante la velocidad como para apretador poco a poco el freno. Pero el coche iba comiendo la carretera y se iba acercando cada vez más a Thom, que se había bajado de la moto. Al final, paró casi a un metro de él y soltó un profundo suspiro al no haber ocurrido nada... Pero enseguida le vino el enfado, acaso estaba loco es que quería que lo hubiese matado. Bien molesta se apeó del vehículo.
-¡Tú! -lo señaló con rabia, mientras se paraba delante de él-. Es que estás loco...
-Sí -sonrió el hombre-, loco de amor... -Y acto seguido tiró de ella para besarla con enorme pasión.
Helen no supo reaccionar ante la sorpresa, solo se limitó a lanzar un pequeño gemido de protesta que pronto fue acallado por la pasión del hombre, consiguiendo que lo rodease con sus brazos. Después de un rato. Thom separó su boca de la ella y la miró muy sonriente....
-Que sea la última vez que conduces de esta manera, me has oído.... -la riñó.
 -¿Esto es todo lo que me tenías que decir?
-No, resulta que tengo el permiso de nuestro padre para convertirte en una mujer honrada... -vio como la mujer abría la boca por la sorpresa.
-¿En serio? -dijo incrédula.
-Totalmente —dijo estrechándola más fuerte entre sus brazos-. ¿Y bien qué me dices, aceptas la oferta?
Helen se puso a llorar de felicidad. No podía creérselo, Thom acababa de pedirle que pasara el resto de su vida junto a él. Estaba a punto de desmayarse de felicidad....
-Acepto —dijo llorando de felicidad.
-Gracias mi chiquitina -dijo emocionado Thom-. Prometo recompensarte durante el resto de nuestras vida, lo mal que te lo hecho pasar durante todos estos siete años.
-Te tomo la palabra -sonrió feliz-, serás mi esclavo por las noches durante más de cincuenta años... ¿Qué te parece?
-Que sabes cómo volver loco a un viejo hombre como yo.... -dijo en carcajadas, mientras volvía a besarla.

FIN

5 comentarios:

  1. bella historia la que se ocultaba detrás de esta pareja

    ResponderEliminar
  2. Me ha encantado. ¡¡Quiero mas!!!
    Gracias EJ

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias Saya, pero es otra que aún se halla también sin corregir. De ésta serie, la única que voy subiendo corregida es la de Becaria Pueblerina.

    Espero sigas leyendo la serie.

    ResponderEliminar
  4. Thais thais...

    Cuando tu me des más de nathan. entonces hablaremos jejejejje

    ResponderEliminar
  5. Jajaja como siempre, muy buena!!!
    Gracias por compartir!!!

    Lu

    ResponderEliminar

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...