Seis años antes; en el edificio XIV…
Se encontraba en un
enorme despacho, con veinte personas más esperando al gran jefe que hiciera su aparición.
Estaba un poco
nerviosa. No conocía a nadie de allí, por que solo llevaba dos días en la
ciudad. Su empresa de marketing de Nueva York, había decidido trasladarla a Londres
para hacer las próximas campañas navideñas de Mujeres De Hoy, nueva revista famosa en todo el mundo.
Ni siquiera,
le habían dado tiempo de averiguar el nombre del dueño. Y toda aquella gente allí reunida, no
creía que quisieran hablar con ella y hasta seguro que se reían de su simple pregunta.
Bueno, al menos había llegado bien allí.
Porque jamás había visto tanto bullicio por las calles.
Londres... Allí en aquella ciudad tan grande, se
encontraba su hermanastro Thom.
Le gustaría tanto el poder verlo otra vez. Lo
reconocía, amaba a Thom desde que tenía quince años. Bueno, a esa edad fue
cuando comprendió sus sentimientos
hacia él. Antes cuando era más pequeñita, había sido su héroe. Siempre se habían llevado
bien. Pero llegó un día, que de pronto su actitud hacia ella cambió convirtiéndose
en un hombre brusco y desapareciendo de casa, para labrarse un mundo después
de haber terminado la carrera.
Y desde hacía
unos siete años, que solo lo veía para el día de navidad. Y como si no lo
viera, porque apenas le dirigía la palabra...
En aquel momento,
sus pensamientos fueron interrumpidos por la apertura de la puerta, que se
abrió dando paso a dos personas. No pudo verles bien el rostro, por que se encontraba
en el fondo de todo, detrás de la gente y sentada en un cómodo sofá.
Fue
verdaderamente increíble el ver como toda la gente allí reunida, se había
callado rápidamente, e incluso habían enderezado los hombros. Aquello parecía
el ejército... Sonrió para sí. ¿Quién tenía tanto poder?
Fue en ese preciso
instante, que el hombre que tenía delante suyo se moviera de lugar,
consiguiendo que quedara
completamente destapada a la vista de quien se sentase en el enorme escritorio
que había enfrente de ella, en el otro lado de la habitación.
Pues bien, hubo
quien se sentó y clavó su mirada en ella con gran fijación. Consiguiendo que se
quedara paralizada al momento, tras reconocer
rápidamente quien era el dueño de Mujeres
De Hoy.
Vaya, parecía que el destino le había
escuchado hacía un momento. Quien tenía delante, era ni más ni menos que Thom.
Que al reconocerla
había puesto los ojos como platos, para seguidamente fruncir el ceño y mirarla con cara de
pocos amigos.
Genial, era el Thom idiota de siempre. Pero eso sí, seguía
igual de guapo. Lo único que había
notado diferente en él. Eran las canas que le empezaban a salir en las sienes
dándole un toque todavía más seductor. Y sus ojos, que hacían muchos años
tenían cierto brillo lleno de vida, aún seguían arrastrando con aquella
tristeza desde hacía siete años.
¿Y ahora qué? La
verdad no tenía ni idea de qué hacer. Porque seguro que no quedaría bien, si se
levantaba y lo
saludaba llamándole hermanito, como solía hacer siempre de pequeña. No, aquello
no. Por que de seguro
que la gente de allí pensaba mal...
Entonces. Marcos
pareció recuperar su actitud e ignorándola como había hecho en los últimos años,
empezó a soltar la
charla sobre la campaña navideña…
Se había quedado de
piedra.
Primero había pensado que era una visión, pero enseguida comprobó que
no. Estaba enfadado, por que no entendía que
es lo que hacía ella en Londres. Y menos en una reunión de su revista. Todo parecía irónico.
Él, que había
salido de Texas para alejarse de ella y resulta, que en un lugar tan grande como aquella ciudad, tenía que encontrársela y
seguramente que iba a trabajar para él. ¿Pero en qué? Realmente, no sabía nada
de su vida. Siempre había sido lo mejor…
Realmente estaba
preciosa. La verdad es que siempre lo había sido, con aquel cabello tan largo y
aquella mirada tan dulce,
y sus labios tan plenos... ¡Basta! No podía seguir pensando de aquella manera
con Helen, era su hermanastra
y de seguro que su padre no lo consentía. Tenía que averiguar qué estaba
haciendo allí.
Y media hora
después, la reunión llegó a su fin.
Todos empezaban a recoger sus cosas y
marcharse de allí, mientras que otros hacían preguntas a Thom y a su ayudante. Sería
mejor que se marchara de allí cuanto antes, aunque tuviera ganas de cruzar
unas palabras con él. Pero sabía que aquello era una tontería.
Así que cogió su
bolso y salió por la
puerta con paso apresurado, sin despedirse de nadie. Ya que todos se
encontraban centrados en la charla, incluso apostaba que Thom no había echado cuenta en ella. Ciertamente
no le gustaba Londres, por lo poco que había visto, la gente iba mucho a la
suya, no se preocupaban por nada por los que estaban a su alrededor.
Estaba a punto de entrar
en el ascensor, cuando un hombre con traje de vigilante la detuvo por el brazo y le pidió que lo acompañara un momento. ¿No
lo entendía, ella no había robado nada?
-¿Disculpe, me
puede decir qué ocurre? -Preguntó con gran confusión. Recibiendo como única
respuesta, una sonrisa del guarda mientras le habría una puerta de madera y le
pedía que esperase unos segundos allí dentro.
Aquella puerta te
conducía a un gran despacho, adornado con estilo modernista. Pero la seriedad
que reinaba en toda la estancia, supo que aquel despacho era de Thom. Estaba sorprendida,
por que por lo visto sí que había prestado atención en ella. Pero claro estaba,
todavía no podían sonar
campanas de alegría porque no sabía qué es lo que quería de ella.
Fue en aquel
preciso momento, que la puerta se abrió y dio paso al objeto de sus
pensamientos. Quedándose un momento allí parado,
observándola con ojos de tigre sin decir nada. Ciertamente, se estaba poniendo
nerviosa.
-Hola Thom -Logró decir con voz
neutra.
-¿Qué estás
haciendo en Londres? –Preguntó, no…Mejor ordenó con gran seriedad, mientras se
acercaba a su escritorio y se sentaba en el sillón, dando una imagen todavía de
más poder.
Nada. Ni siquiera la había saludado,
pensó Helen bien frustrada. ¿Pero quién se creía qué era? Ella, ya era mayor para ir a donde le diera la gana. No
entendía qué es lo que había hecho mal, para que la tratase con aquella frialdad.
Pues bien si él se
comportaba así con ella, pues ella también lo trataría por igual. Bueno eso
intentaría...
-Pues ya lo ves.
Estoy trabajando –Le contestó con cierta rudeza.
-¿Lo sabe papá?
Aquello sí que la
enfureció. Pero quien se creía que era ella, una especie de monstruo acaso.
-Pues claro que lo
sabe -Soltó en un gruñido-. ¿Pero se puede saber por quién me tomas?
-Por una cría, que
no está hecha para la gran ciudad -Farfulló con chulería y mirada dura-. Tú
tendrías que estar en Texas con papá, viviendo tranquila en el rancho. A ti no te hace falta
el tener que ganarte la vida, para poder comer...
-¡Eres un! .... -Aquel
hombre era idiota. Pero acaso no la había llamado cría. Y encima, le había
dicho que ella estaría bien
en casita comportándose como una niña de papá... ¡Oh, en aquel momento lo
cogería por el cuello y...!
-¿Dime Helen, qué
soy? -La provocó, con mirada burlona.
-Un imbécil, eso es
lo que eres ahora -Dio unos pasos valientes, hasta llegar a detenerse a escasos
centímetros del escritorio.
-Vaya -Se burló él-.
¿Has tenido que pensar mucho para llegar a esa conclusión?
Lo mejor era
marcharse de allí, porque aquella conversación como las siete en el día de
navidad, nunca conducían a
nada.
-Hipócrita -Gruñó,
dándose media vuelta y dirigiéndose a la puerta-. Me voy. Ya nos veremos en
éste mes para la campaña y si no, pues hasta el día de navidad.
-¿Te crees muy
graciosa, verdad? -Dijo levantándose del sillón-. Tú no te marchas, hasta que
no me digas el motivo de
tú presencia aquí y en que sección vas a trabajar para mi revista en ésta
campaña.
Helen se detuvo un momento con la puerta entre abierta, para girarse y
mirarlo con cierto brillo de rabia en los ojos.
-Por qué no llamas
a papá y se lo preguntas a él. ¿No es con quien has mantenido más
conversaciones en estos últimos siete años? -Dicho esto, salió de allí con una
sonrisa de triunfo en los labios y dando un fuerte portazo para su disfrute.
Nada más escuchar aquel portazo, Thom
dio una patada al sillón bien cabreado. Se lo tenía bien merecido el que le
hubiese contestado de aquella manera. Y la
culpa la tenía él. Por estar enamorado de ella... Si es que la vida era cruel
la mayoría de las veces. Lo mejor sería que se calmase un poco, y llamase a su
padre para preguntarle varias cosas sobre su encantadora hermanita Helen.
Estaba tan
absorta, haciendo las fotografías a las modelos vestidas de papá Noel con
estilo provocativo. Que no se dio cuenta, que había entrado alguien en la sala provocando
un enorme silencio, haciendo que solo se escuchase a ella dando órdenes a las
modelos con cierta voz entusiasta. Pero rápidamente se dio cuenta, cuando gritó
la palabra descanso y todas las modelos en vez de dispersarse para cambiarse, se
quedaban quietas y mirando con coquetería a un punto determinado.
¿Quién podía ser? Nadie más que Thom, porque
su hermanastro era un hombre verdaderamente atractivo. Y la verdad le encantaría fotografiar su cuerpo al
desnudo... ¡Dios, que hacía pensando en aquello! ¡No estaba bien! Aquellos
pensamientos provocaron que sus mejillas adquirieran un delicado tono rosa.
-Buenas tardes, Helen -Se exaltó un poco… ¡Mentira, se exaltó bastante!
Porque no se esperaba que Thom acudiera a ella.
-Lo mismo te digo, Thom -Lo saludó con gran frialdad en la voz,
empezando a preparar su equipo para la siguiente sesión.
-¿Ya has terminado
de hacer tus fotos? –Preguntó con cierta curiosidad.
-No -Contestó sin
levantar la mirada de su cámara de fotografiar.
-¿Entonces, por
qué recoges tu equipo? -Volvió a preguntar, con cierta impaciencia.
-No es evidente -Dijo
en una réplica de tono-. Lo estoy recogiendo, para utilizar otra parte de mi
equipo. ¿Satisfecho?
-Solo espero que
sepas lo que estás haciendo –Ordenó con seriedad.
-¿Me estas amenazando?
-Preguntó indignada.
-No. Solo te estoy
advirtiendo...
-Acaso no es lo
mismo -Protestó.
-Será mejor que
sigas con tu trabajo -dicho esto, se marchó del estudio haciendo que volviese a
reinar la tranquilidad.
Pero Helen no
estaba tranquila, más bien estaba indignada por el comportamiento de él. ¿A qué
había venido ahora el hablar más de tres palabras con ella? Tampoco tenía por qué
comerse la cabeza ahora, ya que por las conversaciones que habían mantenido era
como si hubiesen cruzado un par de palabras de educación, como el día de navidad.
-¿Te ocurre alguna
cosa con Thom? –Le preguntó una chica, que es había escuchado la conversación.
-¿Perdona?
-Qué si te está
molestando –Soltó con gran con sinceridad.
-No, no es nada de
eso pero gracias por preocuparte -Parecía una chica simpática.
-De nada, me llamo
Susan y soy su ayudante, o secretaria personal, como quieras calificarlo -se
presentó.
-¿Eres la mano
derecha de Thom? -Se sorprendió porque había escuchado muchas veces como Thom hablaba con su
padre sobre un Sus. Su ayudante, siempre decía que era una maravilla pero lo que no
sabía es que era una mujer... ¿Tendrían alguna relación ellos dos? ¿Aquello
significaba que su amor ya no iba a poder ser correspondido? ... - Él siempre
ha hablado muy bien de ti, con mi padre.
Aquello extrañó un
poco a la joven.
-¿Con tu padre? -Preguntó
extrañada-. ¿Qué es alguien qué...?.
-Soy la hermanastra
de Thom -La interrumpió, haciendo que Susan
abriera los ojos como platos.
-¡Tú eres Helen!
-Exclamó con alegría.
Se sorprendió un
poco al averiguar que Thom había hablado de ella con Susan. Aquello era un
tanto extraño.
-Sí. Soy Helen -Sonrió con timidez.
-Me alegro mucho de
conocerte –Sonó con gran sinceridad-. Pero Thom no me dijo nada de que ibas a
venir, y menos ser nuestra fotógrafa para la campaña...
-Tranquila -su
expresión se tornó un tanto triste-. El no sabía que venía hasta ayer.
-Pero me lo podía haber dicho ésta mañana, cuando me
ha visto.
-No debes
preocuparte por ello –Susan, se dio cuenta del cambio de expresión que sufrió
el rostro de la chica-.
Es normal éste comportamiento en él hacia mí -Mostró una débil sonrisa-. Bueno,
si me permites tengo que acabar unas fotografías.
-Sí, claro -Sonrió-. Bueno, espero que quedemos un día de estos para
salir a comer. -Genial, todavía no
conozco a nadie -Se alegró.
-Pues eso tiene que
solucionarse pronto -Le dio un beso en la mejilla-. Me marcho y así trabajas
tranquila, no te canses.
-Lo mismo digo -Se
despidió para volver a ocuparse en su equipo, ya que las modelos habían
terminado de cambiarse.
-Puedes pasar Sus-dijo
Thom, sin levantar la mirada del ordenador. Pero sabía que era ella, porque
había reconocido su caminar y además nadie más que ella se atrevía a entrar en
su despacho sin llamar antes a la puerta.
-Creo que el que tu hermana se encuentre
en esta ciudad y encima trabaje para nosotros, es una cosa lo suficiente importante compara que me lo hubieses
dicho esta mañana cuando me viste, verdad...
-De primera es mi
hermanastra y de segundo, no creo que te incumba -Soltó en un gruñido, porque
no se esperaba que fuera
a encararle una cosa como aquella.
-Ella no se merece que la trates tan mal. Solo porque la...
-¡Cállate! -Exclamó
alzando la voz a un gran nivel y mirándola con furia-. Nunca tendría que
haberte contado lo que
ocurría.
-Y no me lo contaste
-Soltó una risa irónica-. Te encontré en las escaleras de mi casa,
completamente borracho
ésta última navidad. ¿Te acuerdas?
-Escúchame bien, no quiero escuchar su nombre ni que me menciones
cualquier cosa referente a ella. ¿Me has oído?
-¿SÍ? Pues lo veo
muy difícil, jefe... –Lo soltó con cierto retintín-. Te recuerdo que trabaja
para nosotros y encima, te aviso que me ha caído genial. Es más, pienso llevármela por ahí -Sonrió con gran malicia,
porque sabía lo que Thom concluiría con aquello conociéndola como la conocía a
ella.
-¡Ni se te ocurra! Como Helen conozca... -Se levantó del sillón dando
un fuerte puñetazo en el escritorio.
-¡Que ni se me
ocurra qué!... -Lo encaró sin ningún miedo-. Es una mujer y puede conocer a
tantos hombres como quiera, porque tú no puedes controlarla. Y te aguantas, sino
declárale tu amor...
-¡Estoy hasta el mismísimo cuerno de ti! ¡Sal de aquí y déjame en paz
por hoy! –Le chilló señalándole la
puerta.
-Como quieras -lo
miró desafiante-, me voy a comer con ella y la pondré al corriente de la
ciudad. Porque resulta que no conoce a nadie y no ha visitado nada... -le reprochó-.
¡Ser cruel!
Susan salió del despacho dando un portazo y dejando el ambiente de
allí bastante cargado.
Estaba que se
tiraba de los pelos. Susan ya sabía que su hermana estaba allí y de seguro que
no tardaba mucho en idear
algún plan para ella y como no, él también estaría incluido. Suspiró
profundamente. ¡Dios! ¿Por qué estaba ella allí? ¿Y porqué diantre tenía que ser tan hermosa? Y
encima, era su hermanastra. Bien cabreado, tiró todos los papeles que había
encima del escritorio en un simple manotazo.
Cerca de las dos. Helen
empezaba a recoger su equipo fotográfico. Había sido una mañana muy movida y agotadora, porque
era muy difícil de soportar a las modelos con sus tontos comportamientos.
Suspiró
profundamente. En cuanto acabase de recoger, iría a buscar un lugar para comer,
porque la verdad tanto
trabajo le hacía tener hambre.
Se encontraba en
la entrada del edificio, para ir en busca de un restaurante cuando alguien gritó su nombre. -¡Helen!
Era Susan, que se
dirigía a ella con paso ligero y una gran sonrisa en el rostro. Se alegró mucho
de volver a verla.
-Hola -dijo con
sonrisa suave.
-¿Qué has comido
ya? -preguntó.
-No, ha eso iba.
-Genial, pues te
vienes conmigo que te llevaré a un lugar que se come de maravilla.
-¿Segura? No lo harás por que...
-¿Por Thom? -Acabó
ella-. No, ni loca. Lo hago porque me caes bien y veo que no conoces todavía
nada de aquí.
-Entonces acepto encantada -Aceptó con una enorme sonrisa en el
rostro.
El restaurante era un lugar muy
acogedor. Les dieron una mesa junto a unos ventanales, que daban a la otra parte del edificio en donde se veía un
precioso jardín. Después de que el joven camarero les cogiera el pedido, fue Susan quien empezó hablar.
-¿Te ha ido bien el
día? -Preguntó para romper el silencio.
-Sí. Un poco
cansada, pero he conseguido lo que quería.
-Fantástico, tengo
ganas de ver tus fotos.
-Mañana podrás
hacerlo -Le aseguró.
-¿Las vas a
revelar en el estudio? -Preguntó con curiosidad.
-Sí. Porque
todavía no me han mandado mi equipo al completo de Londres.
-¿Hechas de menos
el no estar allí?
-Un poco, allí
tengo a mis amistades...
-¿Novio? -Preguntó
con sonrisa maliciosa.
-No -se rió-. No
tengo tanta suerte.
-Lo mismo digo -Afirmó,
después de dar un trago al agua.
-Pero a quien echo
en falta es a mi padre -dijo con tristeza-. Hace más de seis meses que no lo
veo... Y a mi madre, que
lleva cinco años muerta.
-Lo sé -Afirmó-. Yo
perdí a mi madre y también noto como un gran vacío en mí... Supongo que con el tiempo irá
disminuyendo.
-No lo sé. Pero es la vida... -Fueron interrumpidas por el camarero
que les traía la comida.
-Pero ahora para
las fiestas como siempre ha sido, volveré a Texas para estar junto a mi padre
-Sonó con cierta añoranza
y amargura.
-¿Y Thom? -Preguntó
intencionadamente, viendo como el cuerpo de la joven se ponía en tensión.
-¿Qué pasa con él?
-Preguntó con voz nerviosa.
-Es del único del
que no has hablado. ¿Qué es lo que ocurre?
-Nada -Contestó
enérgicamente.
-No me lo creo,
conozco a Thom desde hace mucho y siempre nos contamos todo...
-¿Entonces si te lo cuenta todo, qué quieres saber?... -Empezó a decir
nerviosa.
-Pero algo ha ocurrido… Y sabes, que es el que tú estés aquí.
-¡Mira yo lo quiero mucho y jamás le he hecho nada para que adoptara
la actitud que tiene ahora conmigo!
-Has dicho que lo quieres. ¿Y qué tipo
de amor es el que sientes por él? Y no me mires con mala cara, dado que no es de tu sangre sois completamente
como dos desconocidos.
Helen se calló un
momento, para luego mostrar una débil sonrisa.
-Lo amo -Confesó con
un hilo de voz-. Pero él no debe saberlo.
-¿Porqué?
-Por que estoy
segura de que sui desprecio hacia mí sería mucho más mayor. Y mi padre se
sentiría horrorizado, porque somos hermanos... Además, yo soy una cría para él.
Y es imposible de que él llegue a sentir alguna cosa por mí...
-Confirmado, lo amas… -Sentenció con un brillo extraño en los ojos.
-Sí. Desde que era
pequeña. Jamás he salido con ningún chico, porque siempre lo he amado a él...
-Un par de lágrimas
aparecieron en sus ojos, pero pronto fueron secadas.
-Pero por qué no hablas con él y averiguas el por qué de ese
comportamiento contigo -La instó.
-No. conozco el
carácter de Thom y créeme, prefiero que todo siga así. Allá él con su
comportamiento.
-Como tú quieras,
pero sigo pensando que lo mejor que puedes hacer es hablar con él -volvió a
sugerir.
-Gracias por el
consejo, pero todavía no lo veo muy seguro.
-Está bien -Aceptó
un poco resignada, queriendo decirle que Thom la amaba.
-¿El qué está bien?
-preguntó de repente una voz masculina, haciendo que las dos mujeres se sobresaltaran.
Allí se encontraba Thom, mirándolas
detenidamente. Pero a quien más tiempo miró fue a Helen, la cual se puso un
tanto nerviosa. No lo habían visto llegar, por que se encontraban enfrascadas
en la conversación. ¿Lo habría escuchado
todo? Esperaba que no.
-¡Thom! –Exclamó Susan-. No nos des más sustos como esos...
-No os habría
asustado si no hubierais estado tan metidas en la conversación -miró un momento
más a Helen-. ¿Por cierto, de
qué hablabais?
-De mis amores -Concluyó
Susan rápidamente.
-¿Seguro? -insistió
él. No muy seguro de la respuesta.
-Sí -dijo con
firmeza-. ¿Qué haces aquí?
-Te estaba buscando, porque tenemos una
reunión urgente y tu móvil se encuentra estropeado y como siempre vienes aquí...
-No tendría que haberte dicho que venía aquí.
-Mala suerte -Concluyó
el hombre cortante.
-Así, que no puedo
quedarme para terminar de comer…
-No, luego te
invito yo. Pero ahora nos tenemos que marchar.
-¿Y Helen?
La expresión de Thom
se puso dura.
-¿Qué pasa con
ella? -Soltó éste con cierta sequedad en sus palabras.
-OH, no -Saltó la
joven-. Por mí no os preocupéis.
-Pero eres nueva
aquí y...
-Ya es grande Susan
-Concluyó él, tirando de ella para sacarla de allí.
A Helen, se le
acabaron las ganas de comer. Después de tener aquel encuentro con él. ¡Dios!
Había estado loca,
el aceptar que la mandaran a Londres.
Thom iba dos pasos
por delante de ella, con mucha prisa y cara de pocos amigos. Le era igual si lo
había cabreado. Porque ahora que había hablado con Helen, sabía que las cosas
podían solucionarse. Pero lo veía difícil, porque ninguno de los dos
hermanos se prestaría para soltar palabra el primero.
-¿Por qué? -Preguntó
enfadada y dando los pasos más largos para ponerse a su altura.
Thom seguía
callado, pero con la mandíbula apretada por la rabia.
-Te has portado de una manera muy fea
con ella... ¿Y dices que la amas? -Soltó las últimas palabras con desprecio.
-¡Cállate! -Chilló de pronto, parándose en medio de la acera.
-¡No quiero! -lo enfrentó-. Es que no ves que le estás haciendo daño.
-Susan, déjame en
paz en éste asunto -Pidió en tono impaciente, para luego volver a caminar
dirección a las oficinas.
Eran las nueve y
media de la noche, cuando Helen seguía todavía en el trabajo. Encerrada en el
estudio fotográfico,
revelando las fotos. Estaba enfadada, por el comportamiento que había tenido Thom
con ella en el restaurante. Por lo visto le encantaba discriminarla delante de
la gente, desde que había llegado a Londres no paraba de hacerlo. Bueno lo mejor era
dejar de pensar en tonterías y empezar ha recoger un poco las cosas, que ya era
tarde y seguro que no
quedaba nadie en el edificio.
A las diez pasadas
de la noche, se dirigía a la salida. En donde allí había un guarda de seguridad,
sentado detrás de
los mostradores.
-Buenas noches -lo saludó.
-Buenas noches,
señorita y abríguese que está lloviendo y hace mucho frío-. ¿Quiere que le llame un taxi?
-Gracias, pero no
hace falta -Dijo abriendo la puerta y saliendo a la calle, para permanecer un
momento bajo el porche y comprobar
que llovía con bastante fluidez. No había nadie por la calle, le gustaba
aquella paz. Porque menudo día más completito que había tenido. Encima que no tenía coche, tenía que llover cuando
aún no se había comprado un miserable paraguas por que el suyo estaba en Texas. Se ciñó el abrigo
más al cuerpo y poniéndose los guantes empezó a caminar en dirección a la
parada del autobús. Pero se
asustó cuando notó como un coche se detenía a su lado y se escuchaba de
repente, la voz de Thom llamarla.
-¡Helen!
Se extrañó mucho.
Lo más normal hubiera sido que pasara de largo, pero no que se parara por ella.
Con un poco de indecisión,
se acercó a la ventanilla.
-¿Qué quieres? –Intentó que su voz sonara muy segura.
-Sube al coche,
que te llevo yo -No le pidió con un por favor, ni con una sonrisa. Más bien fue
una orden en tono frío y con tono agobiado por ello. Como si fuese una
obligación suya.
-No gracias -cogió
valentía y contestó con el mismo tono frío-. Cerca tengo una parada del bus.
-Y de aquí a que
llegues, estarás calada hasta los huesos, así que sube -volvió a ordenar.
-Ya te he dado mi
respuesta -Seguía con su testarudez.
-No me vengas con
chiquilladas -gruñó-. Solo quiero llevarte a casa, para que no te mojes y te
pongas enferma...
-¿Tanta amabilidad
conmigo? -Soltó con retintín. Viendo como Thom se ponía todavía más serio.
-¿Tú misma, te
llevo a casa sí o no? ¿Helen? -Preguntó en tono exasperante.
No sabía qué
hacer, aquel gesto en él era muy raro. Y además, tampoco estaba de humor para tener
que soportar de camino
a su casa reproches de él. Aunque su instinto le indicaba que no subiera al
coche, ella no le hizo ningún caso. Abrió la puerta y se sentó en el lujoso
BMW. Pero allí fue en donde se dio cuenta de su enorme error, al estar en un
espacio tan reducido con Thom. ¡Madre mía! Ahora olía perfectamente su olor, de seguro que
no lo conseguía olvidar en toda la noche…
-Bien hecho –Soltó lleno de orgullo, por haber ganado en aquella
pequeña batalla.
-Solo me he
subido, porque no quiero resfriarme para estas fechas de navidad -Contestó
mofándose, como para
demostrarle que no era él quien llevaba el control en aquel momento.
Pero ante aquella respuesta. Thom solo se limitó a sonreír por lo bajo
y emprender el camino. No
hablaron para nada. Solo escuchaban la música de Enya de fondo. Que aunque se
supusiera que era una música para relajarse,
dentro del coche la tensión no paraba de crecer por momentos.
Por fin llegaron a
su casa. Cuando Thom detuvo el coche enfrente de la puerta, Helen se dio mucha
prisa en desabrocharse el cinturón de seguridad y hiendo abrir la puerta para
desaparecer de allí lo más pronto que sus piernas le permitieran, pero la orden
del hombre hizo que se detuviera.
-No tan rápido -Ordenó urgente.
-Mira, si vas a
empezar a insultarme… La verdad Thom, no tengo ganas de quedarme quieta
escuchando como lo haces –Soltó
muy enfadada.
-Solo quiero saber
una cosa –Habló soltando un suspiro, un tanto molesto por las palabras de ella.
Pero sabía, que él tenía la culpa de que pensara aquello.
-¿Y? -preguntó
levantando las cejas en señal de impaciencia.
-¿Bajaras estas
navidades?
-Claro -contestó
automáticamente-. Tengo muchas ganas de ver a papá... ¿Es que bajaras con
compañía y no quieres que
esté presente? -Comentó con cierto reproche.
-¿Porqué eres así? –Le soltó exasperado.
-Soy así. Por cómo
me tratas desde hace unos siete años Thom
-Sin decir nada más, abrió la puerta del coche y entró corriendo en la casa. No encendió las
luces. Prefirió quedarse refugiada en la oscuridad y ver como Thom seguía allí
con el coche. Parecía
como si estuviera debatiéndose consigo mismo. ¿Por qué? Tal vez por si tenía
que bajarse y acabar la tonta pregunta que había hecho.
Pero aquellos no eran los pensamientos
de Thom. Distaban de muy lejos de ser aquellos. Sí. Estaba teniendo una lucha consigo mismo, pero no era de
una tontería. Era de sí bajar y besarla, para después confesarle su amor. Sabía que aquella era una completa locura,
de manera que miró por última vez a la casa y se extrañó de no ver las luces encendidas. Puede que no ocurriese
nada, pero era mucho mejor asegurarse.
Soltó las cortinas, nada más ver que Thom
salía del coche y caminaba dirección a su casa. ¿Qué es lo que quería de ella? El timbre sonó, pero no hizo
gesto de ir abrir la puerta. Se había quedado bloqueada. Pero reaccionó al fin, después de escuchar su voz...
-¡Helen! ¿Estás bien, no te ocurre nada?
¡Dios! Ahora lo
comprendía. Al no encender ninguna luz. Él pensaba que le había podido ocurrir
cualquier cosa. Rápidamente fue abrirle.
-¿Dime? -preguntó un poco azorada.
-OH. Nada -Se quedó un momento
mirándola-. Como no vi que encendieras ninguna, luz... ¿Te ocurre algo? -Toda aquella galantería, hacía
tiempo que la echaba de menos. Aquel, era el Thom que ella amaba. Los mejores
tiempos de su vida, se le pasaron con rapidez
por la mente.
-No tranquilo -Sonrió
con nostalgia-. Es solo que a veces me gusta estar a oscuras...
-Como en tu cuarto
oscuro de fotografía –Señaló él.
-Sí -no sabía qué
hacer o decir. Hacia tanto tiempo, que había perdido a su amado Thom.
-Bien, entonces me voy -bajó los
escalones-. Buenas noches… -Y se alejó
con paso tranquilo y sin mirar en ningún
momento hacia atrás.
Por unos momentos,
es como si hubiese tenido a su Thom de siempre. Estaba segura, que había sido
un lapso por el agotamiento... Cansada, se fue a la cocina a prepararse la cena
para ir acostarse luego.
-¡Son excelentes! -Exclamó Susan, nada más coger las fotos.
Eran las diez de la mañana y se encontraba en el
despacho de Thom, con Susan y éste examinando su trabajo del día anterior. Él no decía nada, solo miraba las fotos en
silencio, que Susan le iba dando. De
seguro que no le gustaban, solo por llevarle la contraria como hacia siempre.
Pensó Helen. Pero era tonta, porque
no sabía ver la admiración que guardaban sus ojos.
-¿Y bien? No piensas decir nada.
-¿Y qué quieres que
diga? -Le respondió. Entonces, miró a Helen un momento con seriedad, para luego
mostrar una débil sonrisa-. Estoy
asombrado. No tengo palabras para describirlo -Helen no se creía lo que sus
oídos estaban escuchando-. As impactado en ellas exactamente lo que yo quería y
eso que no te comenté nada especial -le
volvió a sonreír, consiguiendo sacarle el aire de los pulmones. ¡Dios! Qué
guapo que era...
-No me extraña que
haya adivinado lo que quieras, está claro que te conoce perfectamente dado que
habéis vivido...
-Susan, quieres callarte y empezar a moverte con lo de las fotos.
Todo se había ido
al garete. En cuanto Susan dijo aquellas palabras, la expresión de él se tornó nuevamente fría al
instante, volviendo a convertirse en el Thom de estos últimos siete años. Mejor
sería que se marchase ya del
despacho, porque allí ya no pintaba nada. Ahora tenía que llamar a Nueva york,
para comunicarles que su trabajo había finalizado
bien y antes de tiempo. Y que no la esperasen hasta pasadas las fiestas, por
que se cogía sus vacaciones que hacía
tiempo que se las debían.
- ... Sí. Claro –Susan
se quedó también parada por el cambio tan brusco que había sufrido el humor de Thom-. Hasta luego Helen
-Se despidió con una sonrisa de disculpa.
Durante unos
segundos, ninguno de los dos dijo nada. Sabían que si comentaban cualquier cosa
referente al tema, el
ambiente explotaría en una guerra de palabras e insultos. Y Helen, no quería aquello.
Ya estaba un poco cansada
de ser tan mal tratada.
-Bueno, yo me
marcho -dijo un poco nerviosa y levantándose con cuidado del sillón-. Espero
que os vaya bien ésta campaña
de navidad y...
-¿Adonde te vas? -la cortó de repente y mirándola con ojos inquisidores.
-¿Cuando?
-preguntó sin entender bien, porque no sabía si se refería en aquel preciso
momento o más adelante.
-Pues ahora y en estos próximos días -dijo con cierta impaciencia.
-Ahora a mi casa
alquilada, para empezar hacer las maletas y dentro de dos días marcharme a casa
para pasar las navidades
junto con papá -soltó con rapidez-. ¿Por qué ocurre algo?
-No, solo quería
saber en dónde podía tenerte localizada -dijo sin dar importancia a sus
palabras, pero Helen
sí que se las dio. Él no era nadie, para andar vigilándola.
¿Localizada? -dijo
un poco enfurruñada.
-No pienses nada
raro, es solo que a lo mejor te llamo para que me realices otro trabajo. -Ah -no sabía
que decir.
-¿Ya -estas
tranquila?
-Sí -Aseguró con la
misma frialdad-. Pero tendrás que llamar a Nueva York y hablar con ellos, porque puede que tenga más
encargos y tengo que mirar si es de mi agrado...
-Entiendo -se le
veía pensativo-. Bueno, pues muchas gracias por todo -Empezó a levantarse para estrecharle la
mano como hacía con todo el mundo, pero cuando estuvo enfrente de ella se quedó
en blanco. No sabía
qué hacer o qué decir...
-Que pases buenas
fiestas -dijo ella al fin. Rompiendo la tensión del momento. Pero estaba segura
que no era una tensión de
incomodidad, sino más bien algo extraño que no sabía definir del todo bien -.
Adiós Thom -lo miró un momento para ver que hacia él, pero solo vio una tímida
sonrisa en sus labios, aquello ya era algo.
-Adiós Helen.
En cuanto la puerta se cerró. Thom
relajó por fin la espalda. Que estúpido que había sido, se reprimió así mismo. Había estado
muy cerca de tener un roce esperado con ella, y aquello era imposible si no
quería volverse loco. Iba a echar de menos el tenerla en su
edificio... Sí. Habían sido unos días maravillosos para sus ojos, aunque muy dolorosos- para su
corazón.- Soltó un suspiro y pensó en las navidades. Ella volvería a estar allí
y serían unos días en donde podía aprovechar para estar a solas con ella sin que nadie los
molestase. Aunque pensándolo bien, para ir y no hablar apenas con ella por su
testarudez no valía la pena ir. No sabía qué hacer, por suerte quedaba una
semana para decidirlo con
total calma.
2.-
Nada más entrar en
las tierras de su padre todas las preocupaciones de Helen se esfumaron, siendo
remplazadas por una sensación de bien estar en todo su cuerpo. Le encantaba aquel lugar. Allí había tenido una
infancia muy feliz llena de buenos recuerdos, y le gustaría mucho el vivir allí
en un futuro no muy lejano. Pero estando Thom, aquello era imposible.
No sabía que
ocurriría, pero era como si de pronto se avergonzara de ella. Y era raro, porque
lo más normal hubiera sido que de pequeño rechazara la idea de tener una
hermanastra y no ahora que era un hombre adulto. Pero la culpa la tenía ella, lo sabía. Mira que
enamorarse de él. Habiendo un montón de hombres, que iban detrás de ella. Pero
nada, lo amaba con locura desde pequeña y aunque la tratase como la peste...
Mucho antes de
llegar a la casa, detuvo el coche junto al camino y se bajó de él. No sin antes
coger el ramo de flores que llevaba en el asiento del copiloto. Hacía mucho frío, además de un molesto aire. Pero le
era igual, porque caminó durante unos diez minutos adentrándose en el terreno
que daba a la parte izquierda del coche, para encontrarse un pequeño cementerio
familiar.
Allí se detuvo ante la tumba de su madre y dejando
el ramo encima de la cruz de granito, se sentó en el suelo y empezó a llorar
profundamente.
Cuanto la echaba de menos. Fue una gran mujer, que la cogió en su
seno como si la hubiese parido ella. Añoraba cuando la rodeaba con sus brazos y
le contaba un cuento antes de irse a dormir. Sus besos, en cuanto llegaba del
colegio, sus historias de cuando ella era pequeña mientras salían a montar a
caballo. Luego, cuando creció la ayudó en todos los problemas que surgían en la
pubertad. A más de ser una magnífica madre, fue una maravillosa amiga. Ahora, no había nadie para acompañarla a comprar
ropa o hablar sobre cosas de mujeres. Con aquello no quería decir que su padre
no la quisiera, al revés era igual que su madre. Pero en los problemas de
mujer, él nunca había sabido cómo actuar...
Jared se encontraba
en su despacho peleándose con la impresora, cuando una llamada discreta a la
puerta seguida de la entrada de un joven vaquero, le sacó de sus refunfuños.
Era Jack, un joven de veintiocho años, que lo venía ayudar cuando no estaba
ocupado con su negocio de criadero de caballos o con su despacho de abogacía.
-¿Dime Jack, ocurre
algo?
-Sí –sonrió con
cariño-. Tu hija ha vuelto, como siempre está...
-En el cementerio
-concluyó el hombre mayor-. Muchas gracias, dile a Rosa que ponga un plato más
para cenar.
-Muy bien...
-aceptó la orden y salió de allí, sin hacer ruido alguno.
Jared se acercó a
la chimenea, de en donde cogió una fotografía.
En ella salían las dos mujeres
de su vida, su esposa Margot y su hija Helen. Fue tomada, cuando Helen cumplió
los dieciséis años. En aquella foto, radiaba una sonrisa que desde la muerte de
su esposa no había vuelto a ver. Incluso sus dos hijos habían dejado de
mantener aquella magnífica relación, de la que tanto se enorgullecía junto con
su esposa. Él también la añoraba, cada día lo hacía pero se lo guardaba para
sí.
Acarició el rostro de su esposa, con el dedo pulgar antes de volver a
dejarla en su puesto. Soltó un gran suspiro y salió al porche en donde vio
acercarse el coche de su hija. La había echado mucho de menos, desde que se fue
a trabajar a Nueva york, apenas paraba por Texas.
Antes de que se
lanzara sobre él, para darle un fuerte abrazo. Pudo apreciar, como sus ojos
estaban rojizos por las lágrimas. La abrazó con fuerza, mientras depositaba con
mucho amor un beso en su frente.
-¿Hola mi niña,
vienes de hablar con tu madre? -preguntó con sonrisa tierna.
-Sí -levantó la
mirada hacia el hombre mayor.
-Ha sido Jack quien
me ha avisado, se encontraba en la colina cuando vio que tu coche se detenía a
un lado del camino.
-Ah -se sorprendió,
por que se llevaba muy bien con él y Zack, pero éste último vivía fuera…Pero
era raro, que él no estuviera allí -. ¿Dónde se encuentra?
-Se ha marchado a
su casa, tenía cosas muy urgentes.
-Entiendo -sonó un
poco resignada.
-Compréndelo, le
han llamado por algo pero me ha dicho que té de un beso de su parte.
-Bien -sonrió-,
pero y si entramos, aquí fuera hace un poco de frío.
-Perdona cariño,
olvidaba que eras un poco friolera -le pasó un brazo por el hombro y la condujo
a la sala de estar, en donde se sentaron enfrente de la chimenea.
-¿Y bien, cómo ha
ido todo con tu hermano Thom?
-Como siempre
-contestó desinteresadamente-. ¿Y tú no tienes cosas que contarme? -quiso
cambiar de tema.
-Quien, yo… -sonrió
con ironía-. Hija a mi edad y aquí, no tengo muchas cosas que contar. Pero tú
sí. Ya que has estado en Londres.
-Es verdad. No sé si me gusta mucho aquello, porque apenas
he visto algo.
-Thom te ha tenido
trabajando como una esclava -se quejó.
-No -lo defendió-.
Es solo que me di prisa en acabar el trabajo.
-¿Qué te diste
prisa? No lo entiendo... -estaba confundido.
-Tenía muchas ganas
de venir aquí, para estar contigo.
-Tú eres tonta -la
riñó burlonamente-. Mira que hay hombres sueltos por ahí y montones de lugares
preciosos que visitar, antes que venir a pasar las navidades con un viejo como
yo.
-Papá, ningún
hombre te llega a la suela del zapato -empezó a decir en tono divertido-.
Ojalá, se parecieran a ti que eres todo un galán.
-En mis tiempos sí
que lo era -rió-. No me costó nada conseguir a tu testaruda madre, que no
paraba de decirme que era muy joven para mí... ¡Dios! Qué tiempos aquellos.
Bueno... -dio una palmada en la pierna de su hija-. Así que Thom y tú, seguís
con la misma tontería...
-Papá -empezó a
quejarse.
-¿Qué? -protestó-.
Estoy seguro que tu madre no lo permitiría para nada. Ella os habría abierto
los ojos demostrándoos, que el estar peleados no sirve para nada. Pero yo, no
soy tan duro como ella en esas cuestiones... -empezó a deprimirse.
-¡Ei! -le sacudió
por los hombros con suavidad-. Lo que ocurre entre nosotros, es algo que se
acabará solucionando. Es solo que tienes que dejar pasar el tiempo y que...
-¡Y que basta de
hablar de tonterías! -se levantó-. Ahora ha cenar y luego a dormir, que debes
encontrarte muy agotada para estar manteniendo una conversación.
Se quedó un poco
sorprendida, por aquel cambio tan repentino.
-Sí. Tienes razón -bostezó-. Un poco cansada,
puede que lo esté.
Mucho más tarde, se
encontraba en su dormitorio.
Como había crecido y habían ocurrido muchas cosas,
decidió hacer un poco de cambios en su dormitorio para no tener viejos recuerdos
que la mantuvieran siempre deprimida cada vez que entrase para dormir. Así, que
dejó simplemente un par de peluches y libros, guardando lo demás en cajas
dentro del armario. Dándose cuenta que lo que había guardado, pertenecía a
regalos que le había hecho Thom. Solo quedaba una cosa, una fotografía que
había tenido siempre en su mesilla de noche, en donde estaban retratados ella y
Thom, un año antes de que él se marchara y volviera con su nueva personalidad.
¿Cómo iba a decirle
a su padre, que estaba enamorada de su hermanastro?. De seguro que no lo
aceptaba. Pero su madre lo sabía, porque hubo una vez que le hizo un comentario
sobre él y con la respuesta que le dio y la sonrisa que brillaba en sus ojos,
lo supo. Y por lo que vio, no le molestó para nada. Pero estaba muy segura de
que no le había comentado nada a Jared. Porque éste se enfadaría..
. Dejó la
fotografía en su sitio decidiendo no guardarla por el momento, y casi dormida
se desvistió y se puso el pijama para ir a dormir.
A las ocho de la
mañana, Helen ya había desayunado y se dirigía a los establos, en donde se
encontraba Jack dando de comer a los caballos.
-¡Hola! -saludó
cuando estuvo justamente detrás de él, y éste no se hubo enterado de su
presencia.
A lo primero se
quedó completamente quieto por la sorpresa. Pero enseguida apareció una sonrisa
y dándose la vuelta, cogió a la chica por la cintura levantándola del suelo.
-¡Helen! -ésta no
se esperaba aquel gesto por parte del hombre, así que se rió a carcajadas ante
la sorpresa.
-¡Jack! .Basta ya,
que me voy a marear -se rió. El hombre dio un par de vueltas más, y luego la
depositó en el suelo.
-Vaya, ya era hora
de que te dejaras ver chiquitina -dijo dándole un tirón en el pelo.
-Lo sé. Es que he
ido a Londres, para hacer un trabajillo...
-Me lo comentó
Jared, cuando fui a Londres por una reunión y no respondiste a mis llamadas.
-Vaya lo siento, me
hubiera gustado mucho el estar contigo allí -lo sintió-. ¿Te van bien los
negocios?
-Demasiado bien
diría yo -se calló un momento para mirarla-. ¿Qué te ocurre Helen? Cada vez, sé
té ve más triste.
-Lo de siempre...
-soltó un suspiro.
-Vamos a dar un
paseo a caballo y me lo cuentas -vio la duda en el rostro de la joven-. Sabes
perfectamente que si vienes conmigo, tu padre no se preocupa.
-De acuerdo, voy a
preparar a Pacú.
-Bien, así me gusta
que te entretengas.
Un rato después, se
encontraban montando a un trote ligero por las grandes y preciosas tierras de
su padre.
-¿Y bien? -preguntó
al fin. Rompiendo el silencio.
-El trabajo que fui
hacer a Londres, fue para Thom... -Jack estuvo callado por unos momentos,
asumiendo las palabras de Helen.
-Por lo que veo.
Todavía lo amas verdad -afirmó con seriedad.
-Sí -bajó la
mirada.
-¿Y cómo ha sido su
comportamiento, al encontrarte tu allí?
-En un principio
tan raro conmigo, como en estos siete años... Pero hubo momentos en que estuve
con el Thom que yo conozco, pero en otros su mirada era nueva, una que nunca
había visto y que me ponía nerviosa...
-¿Os habéis
peleado?
-Bueno, algún que
otro enfado puede pero se pasaba rápido.
-¿Está con alguna
mujer? -preguntó con gran curiosidad.
-Que yo sepa no.
¿Por qué?
-No, por nada
-sonrió-. Simple curiosidad.
-Ah -miró un
momento a un pájaro que pasó por encima de sus cabezas-. Puede que no venga
para estas navidades...
-¿Té molesta? -la
miró.
-Me molesta, porque
en lo que va de año que mi padre no lo ha visto. De seguro, que solo han
hablado como mucho una vez al mes por teléfono.
-Yo creo, que se
preocupa al llamarlo cada mes -lo defendió Jack.
-¡Jack! -se quejó-.
Pero si yo lo llamo una vez por semana.
-Pero mujer -se
rió-. Siempre es muy diferente la relación entre un padre y una hija, a la de
un padre y un hijo.
-Eso son tonterías,
que os creáis vosotros los hombres.
Jack se rió a
carcajadas, con aquel comentario inocente de la joven.
-Sabes -dijo
mirándola con cariño-. Me alegra él haberte conocido, porque siempre has dado
alegría a mi vida. Eres la hermana que siempre quise tener, pero que nunca me
dieron. Hasta que vine a vivir al rancho de al lado.
-Gracias y tú
también me has dado alegría en mi vida -confesó ella.
-Vine en el momento
exacto, un año antes de que ocurriera todo -dijo-. Pude llegar a conocer a Thom
y su encantadora hermana que tanto adora.
-Adoraba -rectificó
ella-. Te has equivocado al utilizar el verbo presente, cuando tendrías que
haber utilizado el verbo del pasado -dijo con ironía y un poco de tristeza.
-Estoy seguro de
que todo es una tontería -la animó.
-Me es igual. Creo
que es mucho mejor para mí, el que nos hayamos separado.
-No digas eso -la
riñó.
-¿Por qué no?
-encogió los hombros-. Al fin y al cabo, mi sueño es imposible. Soy una idiota
por enamorarme de mi hermanastro, mira que hay hombres...
-Helen-intentó
callarla.
-Estabas tú y Zack,
cuando vinisteis a vivir aquí. Sois unos hombres también igual de atractivos,
encantadores, divertidos y listos como Thom... Pero no, tuve que fijarme en él.
-Si el destino
quiere que sea así, por alguna cosa será. -Para mí, creo que el destino me ha
reservado una vida triste.
-Venga ya. Helen
-la animó-. Es solo que tú vas más deprisa que todo. Yo creo que serás muy
feliz, como lo has sido hasta ahora.
-Jack, solo he sido
feliz hasta hace siete años atrás. Ahora, toda yo no lo soy porque siento un
gran vacío en mí.
-Pero porque tú
quieres... -le dijo-. Por que de seguro que si tú y Thom, hablarais muchas
cosas se arreglarían.
-Solo se arreglaría
una parte de mi corazón.
-En éste vida, es
muy difícil tenerlo todo -afirmó-. Bueno, creo que va siendo hora de que
volvamos, ¿no crees?
-Sí, mi padre estará
muy preocupado aunque sepa que estoy contigo.
-Es muy difícil
para él -dijo pensativo-. Al menos te deja coger el caballo.
-Sí. Pero no quiere
ver como lo hago para nada.
-Fue muy duro
cuando Margot se cayó del caballo y murió por ello.
-Sí -sus ojos se
empañaron de lágrimas-. Venga, mejor que volvamos que ya llevo demasiado rato
fuera y hace frío -Emprendieron la vuelta, con un trote un poco más ligero.
Pero procurando aflojarlo a la altura de la casa.
Durante el camino de vuelta.
Helen estuvo muy pensativa. Ya habían pasado cerca de diez años, desde la
muerte de su madre. Los recuerdos de aquel día le volvieron nuevamente a la
cabeza… Un día, decidieron ir ella y Thom haber como trabajaba su madre. Era
una gran pintora, que realizaba temas de la naturaleza. Aquel día. Ésta se
encontraba cerca del lago, de manera que cogieron el caballo y fueron a su
encuentro. Pero antes de llegar, hallaron a la mujer sin vida bajo el cuerpo
del caballo, que había metido la pata en un agujero y se la había roto, cayendo
así de costado sobre el cuerpo de la mujer.
Fue un golpe fuerte
para los dos, el encontrársela así. Y desde entonces, que no podía montar a
caballo sola...
Después de cepillar
al caballo y darle de comer, entró en la casa encontrándose a su padre en el despacho
trabajando con el ordenador.
-Hola -dijo con una
sonrisa.
-¡Cariño! -dejó de
pronto lo que estaba haciendo-. ¿Qué has ido a montar? -preguntó preocupado.
-Sí. Pero ha venido
conmigo Jack -lo tranquilizó un poco.
-Perfecto -se
calmó-. Ya sabes que no me gusta nada, el que montes sola.
-Sí. Papá.
-¿Y dónde está
ahora él?
-¿Jack? Se ha ido a
mírate las vallas. que están cerca del río.
-Hay que ver éste
hombre, lo mucho que se preocupa por todos nosotros.
-Sí, es todo un
encanto -confesó-. Bueno, me voy a la biblioteca a leer un poco.
-Como quieras -dijo
volviendo a mirar la pantalla del ordenador-, Ah. La semana que viene no estaré
aquí porque tengo que ir a Detroit, para mirar unas cosas sobre el ganado.
-Muy bien. Pero...
-Llegaré dos días
antes de navidad -sonrió.
-Entonces no hay nada que discutir.
-Nada, tu solo
dedícate a descansar.
Cuatro días
después, se encontraba completamente relajada en casa.
En esos días que había
estado sin su padre, había estado montando a caballo cada mañana, leyendo,
escuchando música, haciendo fotos por los alrededores y además, el contar con
la fabulosa compañía de Jack. Que la había llevado a cenar, unas noches a
restaurantes y otras a su casa. Era una excelente compañía, porque siempre le
estaba haciendo reír. Acabó de
ducharse y como no, bajó a los establos a montar a Pacú. Miró por los
alrededores pero no vio la presencia de Jack. Tampoco le dijo el día anterior
si iba a montar con ella. Hacía mucho aire, pero el cielo se veía despejado de
nubes, de manera que no le dio mucha importancia…
Sabía que nunca se
lo perdonaría pero necesitaba verla, hablar con ella... Durante siete años, lo
había conseguido. La veía y podía mantenerse apartado, pero ahora le era
completamente imposible... Ya no salía mucho por ahí con mujeres y cada vez le
iba pareciendo más atractiva, la idea de tener una familia. Llevaba unos meses
estudiando algunas de las mujeres con las que había salido, para crear una
familia con ella. Pero el resultado era negativo, siempre acababa comparándolas
con Helen y era entonces, cuando desistía.
¿Qué iba hacer?
Alzó por un momento la vista al cielo, descubriendo unos nubarrones grandes y
feos, aquello no pintaba bien. Por lo visto, se acercaba una buena tormenta. Aparcó el coche en la plaza de parking dispuesta y
entró en la casa utilizando su llave. Aquello no le gustaba nada, en la casa
reinaba un completo silencio. Era raro que no estuvieran ni su padre ni Helen.
Se acercó al estudio y llamó al móvil de su padre.
-Sí...
-Papá, soy Thom
-¿Thomas? ¿Qué
haces llamando desde casa? -preguntó extrañado.
-Tú qué crees
-sonrió-. Pues he venido a pasar las navidades. Pero resulta que llego a casa y
no hay nadie para recibirme.
-Bueno, yo me
encuentro en Detroit por trabajo… Volveré para el veintitrés, pero Helen si
tiene que estar ahí. Lo que pasa, es que seguramente se habrá ido a montar a
caballo con Jack. Desde que llegó Helen, que no paran de verse.
-Muy bien papá -por
un momento sintió celos, pero sabía que Jack no intentaría nada. Bueno eso
esperaba-. Nos veremos cuando vuelvas y ten cuidado.
Jack colgó el
teléfono sin querer informar a su padre del tiempo que se avecinaba, y que
Helen estaba sin aparecer. Aquello no le gustaba nada. Estaba seguro, de que si
Jack estuviera con ella ya habrían vuelto. Un poco nervioso, cogió nuevamente el teléfono y
marcó el número del móvil de su amigo. Momentos después, se escuchaba la voz
del hombre.
-¿Jack?
-¿Sí? ¿Thom?
-preguntó extrañado.
-¿En dónde estás
Jack?
-Pues mi avión
acaba de aterrizar hace cinco minutos en Londres. Tengo una reunión urgente.
¿Por qué? ¿Ocurre alguna cosa? ¿Es Jared o Helen?
-Es Helen, no se
encuentra en casa y pensé que estaría contigo...
-No. Tal vez esté
montando a caballo…
-¡Mierda! -gruñó.
-¿Qué hay de malo?
-preguntó.
-No. tranquilo no
es nada -mintió-. Luego te llamo.
-Vale.
Fue a su dormitorio
en donde cogió un buen abrigo y bajó corriendo en dirección a los establos. El
tiempo estaba empeorando y el caballo de Helen no estaba allí. Con gran rapidez
montó a Manchas y salió en su búsqueda. Había muchos sitios en los que buscar.
Pero su instinto le decía que se dirigiese hacia el lago. Sabía que a Helen le
gustaba mucho ir para allí.
¡Dios! ¿Y ahora qué
iba hacer? Había visto a un perrito con el cuerpo medio atrapado en un agujero
en el suelo. Que tonta, mira que no pensar en que al exponer su peso en el
terreno de alrededor del agujero, provocaría que se derrumbara. ¡Y encima no
había cogido su móvil! ... Por suerte Pacú se había quedado allí, en vez de
salir corriendo. Sonrió con ironía. Ahora se encontraba sentada en el fondo del
agujero de un metro y medio aproximadamente. Podría salir, porque era de alto
como ella, pero el colmo es que se había hecho daño en un pie... Por suerte no
estaba sola. Miró al cachorro cazador, que se encontraba cobijado encima de sus
rodillas.
Bueno, ahora solo había que rezar por que pasara
alguien por allí. Ya llevaba unas dos horas… ¿Pero quién? Aquello era propiedad
de su padre... Solo esperaba que fuera pronto, ya que empezaba a llover.
A medida que se iba
acercando, iba distinguiendo un gran punto negro. Era el caballo de Helen.
Estaba solo, nadie lo montaba y era cosa rara, porque con el agua que caía no
creía que ésta se quedase allí contemplando el paisaje que la rodeaba. Algo
debía haber ocurrido.
-¡Pero qué...!
-exclamó Thom al ver a Helen en aquella situación.
¡Por fin!. Alguien
la había visto. Levantó la vista y se llevó una gran sorpresa al encontrarse
allí Thom, completamente empapado.
-¡Thom! -estaba
sorprendida, no sabía si era una visión-. ¿Qué eres tú?
-¡Pues claro que
soy yo! -masculló mientras bajaba al agujero.
-¿Y qué estás
haciendo aquí? -preguntó tontamente.
-¿Y tú qué crees?
-dijo en tono enfadado, una vez que se encontró a su lado-. Se puede saber por
qué has salido en un día como éste. Es cosa de locos.
-A lo primero solo
hacia viento, y el cielo estaba completamente despejado -replicó ante su riña.
-Será mejor que
deje de preguntar -dijo con voz cansina-. Además de estar calada y con un
cachorro en tus brazos, hay algo más que no sepa...
-Sí -sonrió de
forma tímida-. Creo que me he torcido el tobillo.
En cuanto dijo
aquello, Thom se fijó en sus pies y efectivamente se encontró que el izquierdo
estaba muy inflado. Sin decir nada, sacó al cachorro de sus brazos provocando
que se despertase y llorase un poco, cuando lo hubo dejado fuera del agujero
con aquel aire tan frío. Después se agachó y ayudó a la joven a que se agarrara
a su cuello con los brazos y cintura con las piernas. Una vez que estuvo bien agarrada, Thom se levantó y
apoyó sus grandes y fuertes manos a la fangosa pared, que los tenía cobijados
del fuerte aire. Con un poco de esfuerzo, salió de allí con Helen sujeta a su
espalda.
La dejó sentada en
el suelo y rápidamente el cachorro empezó a lamerla con gran alegría, y a
corretear por las piernas de Thom. Dándole las gracias, por haberle sacado de
allí.
-Creo que tienes un
nuevo amigo —Dijo Helen, con sonrisa torcida.
-Ya lo veo. Se ve
simpática -sonrió también-. Bueno, creo que es mejor que vayamos en un mismo
caballo.
-Qué... -empezó a
protestar.
-Ataré a Pacú al
mío, y así no se desviará. Y francamente, no estoy para escuchar ningún tipo de
queja, créeme -dijo con voz sensual y provocativa.
Estaba con los
nervios de punta y apenas sentía el dolor del pie. Pero aquello era porque se
encontraba sentada en el caballo de Thom y delante de él. Con el cachorro en
sus manos. Thom le pasaba los brazos por la cintura, para coger las bridas.
¡Pero bueno, acaso es que no veía que le ocurría...! Su espalda estaba apoyada
en su pecho, sus caderas se habían moldeado perfectamente a las de él y con el
movimiento del caballo, mejor era no hablar. Por no decir, el que sus manos le
fueran rozando de tanto en tanto sus senos. ¡Dios, quería llegar cuanto antes a
casa!
No si en vez de darse
una ducha caliente, la que le convenía era una con agua fría. Maldita sea.
Entre el suave tacto de sus senos, el perfume que desprendía su cuello y el que
sus caderas estuvieran encajadas contra una parte muy delicada de su anatomía,
le estaban volviendo loco. Y mira, que el tiempo no acompañaba para nada. Pues
no. Él tenía que ser lo bastante duro, como para que aquello no le molestara.
Después de dejar a
los caballos en el establo. Thom cogió a Helen en brazos y la condujo a la
casa, dejándola encima de una silla del dormitorio de ella. No abrió para nada
la boca en ningún momento. Tampoco se atrevía hacerlo. Se encontraba
completamente perturbada por estar en brazos de él. Su mirada se dirigía mucho
a su magnífico cuello, que le enviaba señales de que lo acariciara con sus
labios. Pero estaba completamente segura de que si lo hacía. Thom no le
volviera hablar nunca más, no sin antes dejarla por los suelos por su locura.
Una vez sentada.
Thom entró al cuarto de baño rápidamente y empezó a soltar agua en la bañera.
Para luego volver al dormitorio, coger su móvil y llamar al doctor.
-Creo que no hace
falta el que llamaras al doctor -protestó, en cuanto el hombre hubo colgado.
-Sin embargo yo
opino todo lo contrario -dijo mostrándole una sonrisa torcida-. ¿Te duele
mucho?
-Un poco —mintió. Porque
la hinchazón no había bajado y el dolor en vez de disminuir había aumentado un
poco.
-Bueno, pues será
mejor asegurarse -concluyó acercándose a ella, hasta ponerse delante y hacer
que se le volvieran alterar las terminales nerviosas a la joven -. El médico
tardara más o menos tres cuartos de hora, así que nos da tiempo a ducharnos.
Estamos los dos calados hasta los huesos y para evitar resfriarnos, nos damos
una ducha o un baño bien caliente.
-Vale -se empezó a
levantar para dirigirse al cuarto de baño y meterse en la bañera.
-¿Ah dónde vas?
-preguntó Thom inquisitivo.
-A bañarme
-contestó un tanto confusa por la pregunta.
-Tendrás que
desvestirte antes...
-A eso iba al
cuarto de baño —contestó.
-Y no crees que te
hace falta reconocer que tu sola no puedes desvestirte.
-Thom por favor...
–Bufó, porque no le gustaba sentirse como una niña pequeña.
-¿Segura que puedes
llegar tu sola a la bañera?
-Por supuesto, solo
tengo un pie dolorido no-minusvalía.
-Está bien -dijo no
muy seguro-. Entonces te dejo tranquila, así yo me voy a darme también una
ducha. Y estaré listo, para cuando venga el doctor.
-Sigo insistiendo
que ha sido una tontería él... -Un poco
tarde para replicar. Thom cerró la puerta dejándola allí sola mirando el vacío.
¿Y ahora qué? Por lo menos iba a
estar unos cuatro días a solas con él. Hasta que viniera su padre. No sabía cómo
iba a transcurrir todo, pero esperaba que fuera como por el momento, ya que no
habían tenido ninguna discusión...
Lo que su cuerpo
necesitaba de verdad en aquellos momentos era una ducha de agua fría, porque
estaba que ardía de deseo. Todavía tenía en sus fosas nasales el olor a Thom,
de cuando la había cogido en brazos para traerla de los establos hasta su
dormitorio. Fue maravilloso el rato que duró. Encontrándose sujeta por aquellos
brazos tan fuertes y protegida contra su pecho fueron unas sensaciones que...
Se le ponía el bello de los brazos de punta al recordar tales sensaciones.
Tenía que ser maravilloso el ser la mujer de Thom, vivir y despertar con él
todos los días.
Iba a quitarse el
empapado jersey, cuando de repente unos golpes en la puerta la hicieron
detenerse. Tenía que ser Thom, no había nadie más. ¿Pero qué quería? ¿Habría
llegado el médico sin darles tiempo a ducharse? Imposible, no había escuchado
ningún coche ni había sonado el timbre.
-Adelante -dijo con
voz segura.
La puerta se abrió
y apareció Thom con la ropa cambiada y bien peinado... Y desprendiendo su
colonia, que le nublaba la mente de deseo...
-¡Pero todavía
sigues así! -dijo perplejo.
-AH... -no sabía
que decir. ¿Pero cuanto rato había estado pensando en él?-. Eres muy rápido…
-Rápido… -repitió-.
Pero si hace por lo menos unos veinte minutos que te dejé aquí. Seguro que la
bañera se encuentra llena hasta arriba... ¿Pero qué has estado haciendo en todo
este rato?
Pensando en lo
mucho que te quiero y en lo maravilloso que seria vivir contigo, como tu fiel
amante y esposa. Pensó en silencio.
-AH... Bueno yo...
Thom resopló y
entró en el baño para parar el agua. Luego salió y se detuvo enfrente de ella.
-Bueno, por un
palmo que se sale el agua -sonrió, mientras agarró el jersey de ella por el
bajo y tiró de él hacia arriba-. Vas a coger una pulmonía, como no te quites
esto y te metas en la bañera...
Thom le estaba
quitando la ropa... Pero que... suerte que debajo del jersey llevaba una
camiseta interior. Pero aun así no sabía qué hacer, se encontraba demasiado
perturbada como para reaccionar. En cambio a Thom se le veía normal, no
mostraba ningún signo extraño. De pronto, empezó a darle suaves empujones hasta
conseguir que cayera sentada en
el borde de la cama. ¿Y ahora? Toda ella era un flan por lo que estaba
ocurriendo. El hombre se agachó y le quitó las botas, para poder dirigir sus
expertas manos a la cinturilla del pantalón. Aquello ya era demasiado...
-Thom...
-Ni una palabra —la
cortó con voz cortante-. Mejor que te ayude, porque sino aras esperar al doctor
una eternidad... -Sonrió-. Y no tengas vergüenza, soy mayorcito y he visto a
muchas mujeres desnudas.
¡Y qué! Ella
deseaba que si la tenía que ver desnuda, que fuera en otro tipo de situación
conducido por la pasión. Y no por aquella forma tan fría y con tantas prisas...
¡Dios! Pero que
estaba haciendo. El que hubiese visto un montón de mujeres desnudas, no era lo
mismo que ver el cuerpo de tu amada. Y más si era tan bello y suave como en
aquel caso. Esperaba tener las suficientes fuerzas, como para no lanzarse sobre
ella.
Tomó aire
profundamente, en cuanto Thom puso sus manos en la cintura y empezó a deslizar
la tela hacia abajo. No quería mirarlo. Para ella aquello era una cosa muy
especial y posiblemente para él, era indiferente. Así que quería mantener la
ilusión de que para él, también era especial. Por eso no se atrevía a mirarlo y
descubrir en el rostro el simple afecto de un hermano…
No se atrevía a
levantar la mirada, porque si lo hacía, caía la posibilidad de que descubriera
la fuerte batalla que estaba teniendo. Y quien sabe que es lo que ocurriría...
Tenía la respiración más acelerada de lo normal. Y estaba haciendo grandes
esfuerzos por controlarla. Pero era cosa imposible con la tarea que estaba
llevando a cabo. Si con solo la idea
del tener que desnudarla, ya se ponía nervioso. Era raro que no le diera un
ataque de nervios, en cuanto le hubo quitado los pantalones. A medida que los
iba bajando, iba descubriendo unas preciosas piernas que más de uno se volvería
loco por acariciar. Como le estaba ocurriendo a él.
Soltó un profundo
suspiro, y se levantó del suelo para poder quitarle la camiseta interior,
cuando fue salvado por el timbre de la entrada. Dio gracias a dios.
-Ha llegado el
doctor -dijo con voz neutra y mirando por un momento a la joven a los ojos.
-Sí... -estaba
completamente ruborizada-. Será mejor que acudas abrirle. Yo ya puedo por mí
misma de acabar de desvestirme y entrar en la bañera.
-¿Segura? -estaba
loco por salir de allí. No aguantaba ni un minuto más, de no poder acogerla en
sus brazos y hacerle el amor.
-Sí. Anda, corre
abrirle —lo echó de allí, consiguiendo quedarse sola y poder tranquilizarse.
¡Pero qué es lo que
estaba ocurriendo allí! Estaba completamente segura de que era imposible que
Thom, estuviese igual de acalorado como lo estaba ella. Es solo que lo había
notado un tanto diferente, antes de que saliera del dormitorio. Dejando todo
aquello a un lado, se quitó el resto de ropa y cojeando un poco se dirigió a
darse un corto baño.
-¡Doctor Domínguez!
-lo saludó con alegría.
-¡Thom! -dijo
sorprendido el viejo hombre, de encontrarse con aquella grata sorpresa-.
¿Vienes por navidades o para quedarte? -preguntó sonriente, mientras entraba y
se quitaba el abrigo.
-Por navidades,
como todos los años.
-Pero éste año,
vienes pronto -señaló con tranquilidad, mientras iban a la salita-. ¿Y bien qué
es lo que ocurre? ¿Es Jared?
-No -lo
tranquilizó-. Mi padre se encuentra en viaje de negocios. Así, que quien queda
es Helen...
-Vaya, también está
aquí mi preciosa niña. ¿Y qué le ocurre?
-Se ha caído,
cuando daba un paseo con el caballo y...
-¡Santo dios! -se
exaltó el doctor, recordando la amarga historia de Margot-. ¿ Y qué le ocurre,
es grave?
-Tranquilo doctor
-dijo con calma, mientras le daba un whisky -. No se ha caído del caballo, si
no que se cayó en un agujero al ir a rescatar a un cachorro, y aparte de haberse
empapado creo que se ha lastimado un pie. Hace un rato que lo tenía bastante
hinchado...
-¡UF! -soltó un
profundo suspiro-. Por un momento creí...
-Ahora debe de
haber acabado de bañarse.
-Sí, sí... -le hizo
señas con la mano, mientras le daba un trago a la bebida-. Anda, ves a
comprobar si ya está lista para que pueda subir a verla.
Llamó dos veces a
la puerta, pero no escuchó nada. Así que un poco preocupado optó por entrar…
Mal hecho. Tenía que haber llamado una tercera vez... enfrente de él, se encontraba
Helen con el cabello recién seco y completamente desnuda. Bueno, hay que decir
que llevaba la toalla en la mano... Los dos estaban clavados en el suelo, sin
saber que decir.
Ahora sí que ya no
podría dormir por las noches, ya que le vendría cada dos por tres la imagen de
aquel cuerpo tan bello. Quería apartar la mirada o salir de allí, pero no podía
se sentía hipnotizado. Por fin, Helen recuperó su cordura y se cubrió con la
toalla, en un estado completamente de vergüenza.
-Perdona... -se
disculpó-. Llamé pero no me escuchaste.
-Ya veo... Estaba
con el secador —señaló al cuarto de baño con timidez-. ¿Es el doctor?
-Sí. Quiere saber
si estas lista para poder ver tu pie.
-Sí. Me pongo el chándal y que suba.
-Bien —aceptó
saliendo de allí.
Se sentó un momento
en la cama, para tranquilizarse. Ahora sí que no sabía qué hacer... Como tenía
que comportarse en cuanto se encontrara cara a cara con él. Estaba muy
avergonzada. Thom la había visto completamente desnuda y en vez de salir de
allí, se había quedado parado mirándola, hasta que se hubo tapado con la
toalla. ¿Qué habría pensado? Nada. Él mismo, había sido quien le había
informado de haber visto a cientos de mujeres desnudas. No lo dudaba…
3.-
-Bueno ya esta
-dijo el doctor apareciendo en el salón, en donde se encontraba Thom
esperando-. No se lo ha roto, pero sí que tiene una contusión por el golpe. Que
procure descansar un par de días con el pie en alto y ya está, más unos
antiinflamatorios y la tendrás corriendo nuevamente por aquí -dijo el hombre
muy sonriente.
-Bien -contestó
levantándose del sillón -. ¿Quieres que te sirva alguna cosa?
-No, déjalo
-sonrió, mientras caminaba al recibidor seguido por Thom-. Dale recuerdos a tu
padre y si surge cualquier cosa, no dudéis en llamarme a casa ¿Vale?
-Estate tranquilo
-lo acompañó a las escaleras-. Que pases buenas fiestas si no nos vemos
-sonrió.
-Igualmente hijo -
se despidió con la mano antes de entrar en el coche y alejarse de allí con
tranquilidad.
¿Bueno y ahora qué?
Se preguntó el hombre en cuanto hubo cerrado la puerta de la casa y se hubo
quedado a solas en el silencioso vestíbulo. Tenía que subir arriba para
comprobar si Helen necesitaba alguna cosa. Al volver a pensar en ella, le vino
nuevamente a la mente el encuentro que habían tenido cuando subió la última
vez. Una sonrisa atractiva apareció en su rostro al recordar tal belleza...
Pero se riñó, por que no podía tener tales pensamientos con ella. Fue entonces,
cuando sus pensamientos fueron interrumpidos por el pequeño ladrido que
procedía de la cocina. Vaya, el pequeño cachorro había despertado por fin desde
que lo hubo dejado allí con una manta pequeña, antes de darse él una ducha. Nada más entrar en la cocina el pequeño diablillo se
le tiró entre las piernas para que le prestara atención. Seguramente el
pobrecillo tenía hambre. Sonriendo se agachó para acogerlo en brazos y subir
con él al dormitorio de Helen.
Escuchó como Thom
paraba enfrente de su dormitorio y llamaba a la puerta, antes de entrar con una
preciosidad entre sus brazos. Aquello hizo que a Helen, se le olvidara por el
momento el bochornoso encuentro y apareciera en su rostro una gran sonrisa.
-¡OH! -dijo extendiendo los brazos hacia el hombre-. Pero si es mi pequeñín...
Anda tráemelo conmigo, por favor.
-Aquí lo tienes -se
acercó a la cama y le entregó al cachorro-. Me parece que tiene hambre -dijo
con una sonrisa al ver como el cachorro había reconocido a Helen, lamiéndole la
cara y moviendo la cola como un desesperado.
-Seguro que sí
-dijo riendo al ver la alegría del cachorro-, ¿Haber pequeñín cuantos días as
estado sin comer? -preguntó en tono cariñoso.
-¿Qué le doy de
comer? -preguntó el hombre-. Un poco de leche...
-Sí. Pero no sé si
tenemos algún biberón por aquí...
-Puede que sí.
Recuerdo que a papá le gustaba alimentar alguna vez a los terneros pequeños...
Veré si guarda alguno en la cocina.
-Vale, yo bajaré
ahora al salón...
-¿Para qué?
-preguntó Thom extrañado.
-No pienso estarme
todo el día encerrada en mi dormitorio, el doctor te habrá dicho que no tengo
el pie roto...
-Muy cierto
-contraatacó-. Pero si que me dijo que tenías que hacer reposo.
-Pero si puedo
caminar bien -replicó-. Venga Thom, sabes perfectamente que no haré nada para
lastimarme más el pie -lo miró a los ojos-. Te prometo que descansaré, pero no
aquí encerrada las veinticuatro horas del día -señaló levantando los brazos
para abarcar el gran dormitorio.
El hombre la
observó un momento, mientras meditaba su petición, para sonreír seguidamente
aceptando la propuesta.
-Muy bien
-seguidamente levantó un dedo apuntándola-. Pero como vea que no lo cumples,
prepárate para recibir un castigo.
-Tampoco eres mi
padre para poder castigarme -protestó con cierta ironía en la voz.
-Helen, Helen...
—sonrió maliciosamente-. Mejor no hablar de ese punto, porque acabaremos muy
mal.
-Qué... -protestó
un poco exasperada-. Lo único que intento señalar, es que yo ya soy mayorcita
para que tengas que venir tú a reñirme.
-Sí claro, tan
mayorcita eres que saliste a montar a caballo en un día de fuerte lluvia, —dijo
en burla.
-Siempre echando
todo en cara -refunfuñó-. No me extraña que te llamen ogro -dijo a media voz.
-Y a ti no te gusta
que te llamen niña, pues entonces compórtate como una persona adulta -dijo con
una gran sonrisa-. Y lo de ogro —dijo empezando a dirigirse a la puerta-. Solo
lo soy para los que necesitan que lo sea.
-Thom, eres...
-empezó a decir enfadada por lo que le había dicho sobre su comportamiento.
-¿Qué Helen? -preguntó el hombre divertido,
con la mano sobre el pomo de la puerta.
-Nada es igual...
-mejor era callarse-. Porque no bajas a prepararle el biberón, enseguida iré
yo.
-Cobarde... -dijo
riendo antes de salir y cerrar la puerta. Consiguiendo que Helen se enfadara y
le tirara a la puerta un cojín de la cama.
Diez minutos
después…
-¡Vaya si que
estaba hambriento! —dijo sorprendido Thom, al ver como Helen le daba el biberón
al cachorro y este lo aceptaba encantado, sin dar ningún respiro al tomárselo.
-Sí -miró al
pequeño con encanto-. Seguro que llevaba más de un día perdido.
-Eso me recuerda
que habrá que ir al pueblo a ver si alguien lo reclama -dijo serio, mirando la
reacción que tendría la joven tras decir aquello.
No dijo nada. Solo
se limitó aceptar con un movimiento de cabeza, sin apartar la mirada del
pequeñín. Pero estaba seguro que su mirada se había tomado triste, porque Helen
le había cogido mucho cariño. Y quien no... Pensó Thom. Era imposible que uno
no se volviera tierno con aquella cosa peluda. Solo esperaba que nadie lo
reclamara...
-Bueno si necesitas
cualquier cosa, estaré en la cocina.
-¿Y eso? -preguntó.
-Voy a preparar la
comida —dijo-. ¿Es que no tienes hambre?
-Sí un poco. ¿Pero
tú sabes defenderte en la cocina? -preguntó con cierta burla.
-Muy graciosa Helen
-sonrió-. Pero resulta que sé preparar la mejor ensalada y la mejor tortilla de
champiñones que nadie -respondió dirigiéndose a la cocina, sin querer
presenciar la carcajada que soltó la joven.
-Ya lo veo. Todo un
chef del futuro -se regocijó-. Me muero de ganas por comer.
-Ya vale -se escuchó desde el fondo-. Si
sigues así, no probaras ni un solo bocado.
-¡Que cruz! -chilló
en tono divertido para que la oyese.
Thom, entró en la
cocina con una sonrisa en el rostro y silbando. Al decidir venir unos días
antes para pasar las navidades, pensó que los días se le harían insoportables,
que no podría aguantar el estar junto a ella y comportarse de forma normal.
Pero se había equivocado. Sabía que no le haría nada bien a su corazón el estar
allí, pero lo necesitaba. Habían sido muchos los años que se había torturado,
pero tenía que estar junto a ella, verla sonreír, escuchar su voz,
observarla... Volver a sentirse parte de ella, como lo habían estado siete años
atrás.
Helen estaba enfadada con él, por su forma de
tratarla en los últimos años. Se lo merecía. Pero su bondad podía más que su
enfado. Ella lo quería. Siempre lo había querido. Pero lo malo, era que aquel
amor era muy diferente al que él sentía por ella. Ella lo miraba como a un
hermano mayor y él la miraba como a una bella mujer, dulce, delicada... Estaba
claro que en la vida no se podía tenerlo todo. Y sabía, que en algún momento
tendría que volver a ponerse duro de carácter sino quería volverse loco. Porque
tarde o temprano llegaría el día en el que ella conocería a un hombre...
Soltó un profundo
suspiro, intentando quitarse aquel doloroso pensamiento de la cabeza y se
dispuso a preparar la comida.
Tres días después,
el pie ya no le dolía tanto y podía caminar bien. No largas caminatas, porque
se le cansaba y entonces le molestaba un poco, pero si moverse por el rancho
con tranquilidad.
A lo primero dado
el trato que habían tenido en aquellos años y el encuentro raro del dormitorio,
había habido un poco de tensión en el ambiente. Pero luego se evaporó. No es
que volviera a ser como en los viejos tiempos, pero era mucho mejor que en los
últimos encuentros.
Le encantaba encontrarse en compañía de Thom. Quería aprovechar hasta el máximo. Nunca lo volvería a ver tan relajado, estando ella cerca. Unos golpes discretos en la puerta la distrajeron de sus pensamientos.
-¿Helen? -se
escuchó la voz del hombre, que había estado hacía unos instantes en sus
pensamientos. -Sí. Pasa - dijo acomodándose en la cama y cubriéndose bien el
cuerpo con la sabana.
Thom entró con una
sonrisa en la mirada. Éste se encontraba ya vestido, pero no con la ropa
habitual de estar por allí, sino con uno de sus trajes de Armani. Algo
ocurría...
-¿Ocurre algo?
-preguntó preocupada.
-Mmm..., sí bueno
-empezó acercándose a la cama, para pararse enfrente de ella con las manos
apoyadas enjarras-. Me temo que voy a estar toda la mañana fuera y no sé sí la
tarde...
-OH. Vaya... -dijo
con desilusión.
-Hay un cliente que
quiere enseñarme unas cosas y resulta que ha venido expresamente aquí para
ello, es algo relacionado con sus tierras. Así que me temo que hoy te quedaras
sola... -la miró fijamente.
-De acuerdo, ya
veré que puedo hacer para no aburrirme -dijo con una sonrisa.
-¿Segura?-preguntó
preocupado-. Si quieres le digo que no y...
-¡Thom! Por favor…
-se rió-. Ya soy mayor y sé cuidarme...Y no me vengas con tonterías -le
recriminó enseguida, en cuanto vio que el hombre iba a responder ante aquello.
-Está bien
—resopló-. Procuraré estar para la hora de comer.
-Como quieras, pero
no te preocupes por mí. Estaré bien...
-Vale, pues me
marcho ya... -se la quedó mirando fijamente a los ojos. Estaba en un gran
dilema. Porque lo que tenía muchas ganas de hacer en aquel momento, era
acercarse hasta ella para acogerla en sus brazos y besarla hasta dejarla sin aliento.
Pero claro, sonrió. Aquello era cosa de locos, pero estaba tan bella allí en la
cama, con el cabello alborotado y las mejillas sonrojadas... -. Hasta luego.
-Hasta luego y ten
cuidado -Ya está. Por fin podía respirar con normalidad. Se había puesto tan
nerviosa en cuanto vio que Thom entraba en el dormitorio, encontrándose ella en
la cama con un camisón... Y luego, es como si hubiese mantenido las ganas de
hacer algo, pero se había contenido... Sonrió con cierta ironía. Sí claro, a
Thom le habían dado deseos de lanzarse sobre ella para besarla
apasionadamente... Y los burros volaban. Con aquella tonta idea, se apartó las
sabanas y salió en dirección al lavabo para ducharse y prepararse para pasar un
buen día. Aunque claro, no estaría su querido Thom para ello. No habría nadie
que observara sus movimientos detenidamente... Lo iba a echar de menos.
Se encontraba en la
cocina preparando la comida, cuando vio que un coche se acercaba por el camino
levantando gran polvo. Una sonrisa apareció en su rostro al pensar que Thom
había cumplido su palabra y llegaba a la hora de comer, pero a medida que el
vehículo se iba aproximando a la casa veía que aquel no era Thom, toda sonrisa
desapareció dando paso a la duda ya que no conocía aquel coche. Este llegó a la
casa, deteniéndose con un pequeño frenazo. El coche brillaba con el sol de
invierno, tenía que ser nuevo... Fue entonces cuando la puerta del conductor se
abrió y dio paso a un hombre. ¡Jack!. Vaya que sorpresa, pensó volviendo
aparecerle de nuevo la sonrisa en el rostro. Dejó la comida y salió lo más
rápido, que le permitió su pierna a la entrada para poder recibirlo.
-¡Jack! -gritó antes de lanzarse a los brazos del hombre, que la recibió
con muy buen gusto-. Que alegría el que ya estés aquí.
-Ya lo veo ya -sonrió el hombre tras depositar un suave beso en sus
labios, como siempre hacían cuando se veían-. ¿Ocurre algo para tan buen
recibimiento?
-Sí. Que estoy sola y aburrida —sonrió mientras entraban en la casa.
-¿Y Thom? -preguntó con las cejas entrecerradas-. Creí que estaba aquí...
-Sí bueno, pero ha tenido que salir por un asunto de negocios —comentó
mientras le entregaba una cerveza fresca, y intentando no darle demasiada
desesperación a sus palabras.
-Veo que todos te abandonamos por lo mismo -sonrió mientras le daba un
trago a la botella-. ¿Y bien qué te ocurre? Y no me digas que nada porque he
visto que cojeabas un poco y Thom, me
llamó con un tono un tanto desesperado por qué no estabas en casa...
-OH, nada -sonrió mientras se sentaba en una silla-. Me caí en un agujero
por rescatar a un perrito y me hice daño en el pie. Pero ya está curado...
-Casi curado -mostró una sonrisa atractiva-. Te he visto cojear.
-Sí vale, pero puedo moverme bastante bien… No necesito a nadie -se
defendió como de costumbre.
-¿Y cómo se ha tomado esa respuesta Thom? -preguntó divertido.
-Bien.
-¿De veras? -preguntó asombrado.
-Sí. Bueno han ocurrido ciertas cosas por aquí -dijo un poco nerviosa,
sin querer comentarle el incidente del dormitorio-. Por el momento nos llevamos
bien, no hay ninguna riña.
-Bien -dijo antes de darle otro trago a la bebida.
-¿Bien? -dijo asombrada-. Eso es todo lo que piensas decir... -se levantó
de la silla y se acercó a la encimera para seguir con la comida-. Sabes lo que
siento por él y los problemas que he tenido, y no me dices nada más.
-Helen, ya eres mayor -tiró la botella vacía al cubo de la basura-. Y yo
no soy nadie para meterme en vuestros problemas...
-No estoy de acuerdo -lo interrumpió enseguida.
-Sí, es verdad -volvió afirmar con más seguridad en la voz-. Yo no puedo
hacer nada respecto a ese asunto y lo sabes muy bien.
Helen, se lo quedó mirando por un momento en completo silencio. Algo le
había ocurrido durante el viaje que había hecho a Londres. Se lo veía mucho más
serio de lo normal.
-¿Y bien?, -inquirió poniéndose seria.
-¿Y bien qué?-repitió sin comprender la repentina actitud de la joven.
-Es obvio que algo te ha ocurrido en este viaje y no me lo niegues, sabes
perfectamente que te conozco -se acercó hasta él, parándose enfrente y
mirándolo a los ojos con los brazos en jarra-. Estoy esperando una respuesta y
no te dejaré en paz, hasta que no me la des.
Jack sonrió abiertamente.
-Lo siento, pero no pienso comentarte nada de mi viaje a Londres
-respondió empezando alejarse al salón, para encender el televisor. Llevándose
una grata sorpresa, al encontrarse en el sofá al pequeño cachorro que dormitaba
en completa paz-. Cállate si no quieres despertar a tu nueva adquisición
-sonrió entre dientes, mientras se acercaba para inspeccionar al nuevo
habitante de la familia-. ¿Tiene nombre?
-Todavía no -dijo acercándose para mirar por un momento con amor al
cachorro, y seguir seguidamente acosando al hombre-. Pero no me cambies de
tema, quieres…
-Hay Helen -soltó un suspiro-. Ya te lo contaré a su debido tiempo, vale…
-La miró a los ojos en una súplica.
Helen, se calló por un momento mientras meditaba.
-De acuerdo -aceptó no muy convencida-. Me voy a la cocina a terminar de
preparar la comida, tú quédate aquí relajándote y cuidándome al pequeño...
-¡En! -dijo de pronto el hombre incorporándose y levantándole la barbilla
a la joven para que lo mirase a los ojos-. No estás enfadada conmigo, verdad.
-Claro que no, tonto -sonrió mirándolo a los ojos-. Es solo que no quiero
perderte como amigo...
-Sabes que eso nunca ocurrirá -le susurró con cariño.
-Lo sé, pero...
-Ningún pero -la acalló poniéndole un dedo en los labios para que no
siguiera diciendo nada-. Sabes que te quiero mucho...
-Y yo también Jack -susurró ya más tranquila.
-Entonces no debo preocuparme por nada verdad -la chica asintió levemente
con la cabeza-. Bien esa es mi chica —sonrió depositando un beso en sus
labios-. Y ahora a la cocina...
-Vaya que escena tan tierna... -los interrumpió la voz de Jared.
-¡Papá!
-¡Jared! -dijeron los dos jóvenes al unísono, al no esperarse que el
hombre llegara en aquel momento sorprendiéndolos de aquella forma.
-Hola chicos -sonrió divertido-. Seguid, no quiero molestaros con lo
vuestro... Yo ya me marcho a la cocina para...
-Un momento papá -lo detuvo Helen poniéndose seria-. Sabes perfectamente
que lo que has visto no significa nada...
-Claro, claro -sonrió mirando a Jack divertido-. Yo no he visto nada...
-¡Papá! -dijo con energía la joven, empezando a desesperarse un poco-. No
me vengas con tonterías, entre Jack y yo, lo único que hay es amistad.
-AH, vale así es como lo llamáis hoy en día -siguió mirando al muchacho,
con una sonrisa divertida en la mirada.
-¡No! -gritó eufórica.
-Helen -empezó a decir Jack con voz tranquila-. No sigas, tu padre te
está gastando una pequeña broma...
-¡Qué! -miró expectante a los dos hombres, para lanzar una mirada
chispeante al hombre mayor y salir de allí-. Cualquier día de estos me vais a
matar... Estoy en la cocina, poniendo veneno en la comida.
-¡Guay! A mí ponme doble ración -siguió bromeando el hombre mayor-. Me
encanta ver como se me enfada, su madre era igual.
-Jared, Jared…-empezó a decir el hombre joven-. Desde luego estas
majareta...
-Ha, estoy más cuerdo que...
-Era broma... -sonrió divertido-. ¿Y bien como te ha ido el viaje?
-OH, bien -empezó a encaminarse al sofá, pero cuando se encontró con una
pequeña bola de pelo se detuvo de golpe-. ¡Pero bueno qué es esto? -dijo
bastante sorprendido.
-Eso pequeño -sonrió-, es el motivo por el que tu hija cojea...
-¡Que mi hija cojea...!. -repitió sorprendido-. ¿Qué...?
-Por lo visto lo rescató de un agujero, pero con la consecuencia de
lastimarse un pie -sonrió para tranquilizar al hombre-. Tranquilo se encuentra
perfectamente, no has visto que se enfada como siempre...
-Vaya, eso es lo que piensas de mí -los pilló Helen, entrando nuevamente
en el salón.
-EH... no mujer, sabes que es broma… —dijo en tono embarazoso.
-No sé -lo miró divertida.
-¿Hija te encuentras bien? -los interrumpió el hombre mayor.
-Sí papá, no es nada solo un golpe -lo tranquilizó.
-¿Y quién te ayudó? -preguntó con curiosidad.
-Thom...
-Por eso de su llamada -empezó a comprender el hombre-. ¿Y se puede saber
en donde se encuentra en estos momentos tu hermano?
-En la ciudad con un cliente -respondió escuetamente.
-Como no, quien diría que no es mi hijo... -sonrió el hombre-. Bueno si
no os importa, yo me voy a dar una ducha y a tumbarme un poco...
-¿No vas a comer? -preguntó preocupada.
-Sí. Pero un poco más tarde -se acercó y le acarició una mejilla-. Estoy
un poco cansado del viaje, comprendes verdad...
-Está bien -aceptó un tanto preocupada-. Sube que ya te llamare yo más
tarde.
-Bien -se giró hacia Jack-. Bueno chico, ya nos veremos más tarde.
-Como no, Jared -aceptó cordialmente.
Eran cerca de las doce de la noche, cuando Helen escuchaba como se
acercaba un coche. No podía ser nadie más que Thom. Estaba un poco enfadada, ya
que le había dejado la cena preparada en la cocina y lo estaba esperando desde
las nueve sentada en el sofá del salón, con un libro en las manos. Entendía que
él no tenía ninguna culpa, solo hacia su trabajo... Pero le molestaba, que no
hubiese cumplido su promesa. Suspiró. Se estaba comportando como una cría, pero
es que lo había echado en falta.
Le extrañó el que todavía hubiese luz en la casa. Seguramente se había
quedado dormida, mientras veía el televisor. Pero al ir a dejar el coche en la
parte trasera de la casa, se llevó una gran sorpresa al encontrarse el coche de
su padre. Entonces el que estaba levantado era él... Estaba un poco molesto, porque
no había podido pasar el día con Helen. Su cliente no había tenido otra cosa
que hacer que traerse a su hija y como no, había tenido que llevársela a cenar.
Y no es que hubiese sido una velada muy agradable… Dejó el abrigo en el armario
del vestíbulo y se dirigió al salón, para hablar con su padre.
-¡Hola papá! -dijo nada más abrir la puerta-. ¿Cómo te ha ido?....
-No, papá se encuentra durmiendo -lo interrumpió con voz dura-. Pero como
sigas con el mismo tono, de seguro que acaba por despertarse.
-OH, Helen -mostró una tímida sonrisa. Estaba claro se había enfadado con
él-. Pido disculpas...
-¿Por qué? Por hablar tan fuerte -dijo escéptica-. OH, no te preocupes no
creo que lo hayas desvelado.
Vaya estaba bastante más que enfadada, pensó Thom. Si supiera en realidad
que se había pasado el día entero pensando en ella, en su sonrisa, en sus ojos,
en su hermoso cabello y en cómo le hubiera gustado besarla...
-Helen, sabes perfectamente por que pido disculpas -le dijo mostrándole
una de sus atractivas sonrisas.
-¿AH sí? -cerró el libro y lo miró con seriedad a la cara-. ¿Y porqué,
Thom?
-Por favor, no hagas que me enfade yo -le advirtió-. Sabes de sobras, que
no me gusta nada que adopte ese carácter conmigo...
-Y si es una mujer todavía menos -lo retó.
-Creo que será mejor que me vaya a dormir -la miró con burla-. Por
cierto, que eso es lo que tendrías que haber hecho hace horas- dijo aquello,
sabiendo que la provocaba.
-¡No soy ninguna niña! -dijo con energía en la voz y levantándose del
sofá, para aproximarse hasta él.
-¿En serio? -dijo divertido.
-Sí, soy toda una mujer -lo miró con recelo-. Son muchos los hombres que
querrían estar en este momento conmigo...
-Secretos de cama -sonrió-. Es eso lo que me vas a contar...
-¡OH, venga ya! Eres imposible y lo sabes.
-Ven aquí, pequeña tonta -la cogió del brazo y tiró de ella, hasta
tenerla rodeada con sus fuertes brazos. Helen no supo cómo reaccionar a lo
primero, estaba demasiado sorprendida. Thom la estaba abrazando con cariño...
-. Haber pequeña, te pido disculpas por lo de hoy. Resulta que tuve que llevar
a cenar a la hija de mi cliente, que por cierto vaya cena más aburrida...
-sonrió mientras la cogía por el mentón con delicadeza y le hacía mirarlo a los
ojos-. Perdóname, siento mucho el que te hayas aburrido.
-OH, no. Tranquilo no me he aburrido ya que también, estuvo aquí Jack y
bueno, me entretuvo bastante.
-Jack, no —dijo casi en un murmuro-. Vaya, pues qué bien que estuviese él
aquí... -se podía decir que estaba prácticamente dominado por los celos, pero
era una tontería ya que Jack no iba tras Helen. Eso esperaba... -. Pues ahora
que sé que no te aburriste, podré dormir plácidamente sin ningún remordimiento.
-Estás un poco raro -observó la joven.
-Puede que sea por el agotamiento, ha sido un día bastante duro –declaró,
llevándose una mano al cuello para darse un pequeño masaje.
-Pues vete a la cama, porque eso es lo que voy hacer yo -empezó a caminar
a la puerta.
-Veo que ya caminas muy bien -observó el hombre.
-Sí —sonrió apoyándose en el marco de la puerta-. Ya mismo volveré a
correr.
-¡Dios, que peligro entonces! —dijo cómicamente el hombre, llevándose una
mano al rostro.
-Muy gracioso, Thom -sonrió-. Pero cuando quieras, te propongo una
carrera y veremos quién gana.
-Dalo por hecho -aceptó el hombre divertido-. ¿Qué habrá de premio?
-No tiene por qué haber un premio -protestó.
-Bueno, ya pensaré en algo apropiado se le acercó-. Y ahora nos vamos a
la cama.
Se detuvieron en la primera habitación, que era la de ella. Helen estaba
muy nerviosa, que ocurriría ahora...
-Buenas noches, Helen -susurró el hombre, mientras la miraba fijamente a
los ojos. Para acercar su rostro al de ella y darle un casto beso en la frente.
Ya está. Tanto alboroto en sus nervios, para que simplemente le diera un
beso en la frente. Pensó mientras se metía en la cama. Sí, Thom la había besado
pero no en los labios, si no en su frente, y no apasionadamente más bien
fraternalmente. Tenía que alejarse de él. Sus pensamientos cada vez se volvían
más apasionados hacia él. Y no estaba bien. Tenía miedo de que en algún momento
se le escapara algo. Además, su padre estaba allí bajo el mismo techo. Que
diría ante sus... Mejor no pensar en ello.
Thom se encontraba en la cocina a la mañana siguiente, tomándose con
tranquilidad una taza de café. Su padre había ido a la iglesia y Helen seguía
todavía durmiendo. Eran solo las siete de la mañana. Unos golpes en la puerta
de la cocina y entró Jack bien alegre.
-Buenos días, ¿Se encuentra Jared?
-Buenos días y no, no se encuentra aquí si no en la iglesia.
-¿Jared en la iglesia? -preguntó extrañado el joven.
-Sí -respondió divertido, ya que a él también le sorprendió el bajar por
la mañana y que su padre le anunciara que se iba a escuchar la misa-. ¿Cómo te
funciona el negocio? -preguntó cambiando de tema.
-OH, muy bien -se acercó y se sirvió una taza de café-. No puedo
quejarme, todo va en popa. Y veo que a ti tampoco te va mal -sonrió
abiertamente.
-Cierto, en ese aspecto la vida me sonríe.
-¿Solo en ese aspecto?
-Sí -dio un sorbo a su taza-. No lo tengo todo, por ejemplo me doy cuenta
que necesito a una mujer a mi lado y el tener unos hijos a los que cuidar...
-Huy, huy amigo… -lo miró burlón-. Te ha llegado la hora en tu reloj
biológico.
-Qué... -dijo confuso.
-Que te has vuelto un abuelo. Ya quieres tener una sola mujer a tu lado,
y que esta te aporte hijos y mucha felicidad.
-No hay nada de malo en ello.
-Hombre no... Es solo que tan pronto...
-Jack, que ya no soy ningún crío para irme por ahí a coger grandes
borracheras y...
-Aquello sí que era divertido -recordó.
-No sé. Me lo pensaría bastante, el tener que volver hacerlo si fuera
unos años más joven.
-Pues si que estas decidido a cambiar -sonrió-. Esa mujer te ha dado bien
fuerte... -lo miró con un brillo diferente a los ojos.
-Sí, esa mujer me ha hecho darme cuenta de muchas cosas que hice mal hace
muchos años...
-¿Y quién es? -preguntó con curiosidad.
-Ya te la presentare en su momento.
Jack se calló un momento, dándole un sorbo a su taza de forma muy
pensativa. Aquello último que había dicho, significaba que Thom no hablaba de
Helen. ¡Maldita sea! Y él que estaba tan seguro de que el hombre amaba aquella
muchacha.
-¿Y tú Jack? -preguntó con gran calma Thom.
-¿Y yo qué?
-¿Pues que si no tienes alguna mujer que te vuelva loco?
-Sí que la tengo, pero no me hace todavía la idea de querer casarme con
ella, porque la acabo de conocer en este último viaje a Londres. Es una
preciosidad, que no para de darme calabazas -sonrió tras este último
comentario-. Pero estoy seguro de que conseguiré hacerme con ella.
-Vaya y dices que no piensas casarte con ella, pues bien que estas
loquito por pillarla...
-Sí, es verdad -confesó al fin, sonriendo abiertamente con el hombre-. Me
vuelve loco. Pero te juro que esa mujer acabara siendo mi esposa...
-Así me gusta, hay que defender lo nuestro -dijo mientras se levantaba-.
Bueno, yo me voy a encerrarme un rato en mi despacho.
-Bien, yo iré a despertar a la dormilona de allí arriba.
-Como quieras, pero ojo que muerde -se rió. Estaba tranquilo, Jack no iba
tras ella, así que podía ir por el terreno con absoluta tranquilidad. Aquello,
era una situación que necesitaba ir muy poco a poco.
El pequeño cachorro por lo visto se había despertado y le había dado por
jugar con la planta de sus pies, haciéndole suaves cosquillas. Con suma
delicadeza, movió los pies de forma que el pequeño cachorro se detuviera. Al
parecer funcionó, pero solo durante unos instantes ya que al pequeño pareció
gustarle el librarse una batalla con sus pies. Pero por muy divertido que le
pareciera, tenía que detenerlo porque le estaba haciendo cosquillas y porque le
estaba molestando su placentero sueño. Volvió hacer un amago con los pies, pero
no resultó ya que volvió a sentir el mismo ataque. Aquello ya era raro. Ladeó
un poco la cabeza y abrió un ojo, descubriendo a un lado la imagen del pequeño
durmiendo plácidamente. Contuvo por un momento la respiración. Así que tenía
visita en su dormitorio. Tenía que ser cosa de Thom, pero le parecía extraño
viniendo de él, ya que no entraba en su dormitorio sin antes llamar a la
puerta. De manera que solo quedaba un impresentable, Jack.
Incorporó medio cuerpo rápidamente, sorprendiendo al hombre inclinado a
los pies de la cama con una gran sonrisa en el rostro.
-¡Buenos días! -dijo Helen, intentando propinarle una patada desde la
cama.
-¡Buenos días, dormilona! -se incorporó esquivándole el golpe-. Son las
siete de la mañana y ya deberías de haber desayunado...
-Piérdete -sonrió tirándole un cojín-. Aquí sé está muy bien hasta las
ocho.
-Va mujer, no me seas gandula -se reclinó y cogió a la joven por los
pies, empezando a tirar de ella fuera de la cama.
-¡Jack!¡Para, por favor! -empezó a gritar, mientras reía e intentaba
soltarse.
-Es hora de levantarse -seguía tirando hacia él.
-Si sigues molestándome así -lo amenazó riendo-. ¡No me levantaré!
-Aquellas últimas palabras, hicieron que el pequeño cachorro que se había
despertado empezara a ladrar a compás de los gritos de la mujer.
-Schh... -intentó acallarlo el hombre-. Si te callas renacuajo, te daré
una buena recompensa -pero no, el pequeño prefirió seguir ladrando.
-¡Jack, suéltame! -siguió gritando.
-¡Pero bueno qué ocurre aquí! -interrumpió de repente la dura voz de
Thom.
-¡Thom! -sonrió Helen de ver ayuda-. Es Jack que no me deja, se está
comportando como un bruto.
Thom, miró detenidamente la escena que estaba ocurriendo ante sus ojos.
Jack tenía cogida a Helen por los pies, y estaba tirando de ella fuera de la
cama. Por lo visto su querida hermanastra no quería levantarse de la cama, una
sonrisa apareció en su rostro.
-Yo lo único que hago es ayudarla a que se levante de la cama -miró al
hombre con expresión divertida y sin soltar a la joven-. Por lo visto, hoy esta
muchachita está muy perezosa y dice que todavía es muy temprano para sacar el
trasero de la cama.
-¡Thom! -volvió a gritar con desesperación al ver que no la soltaba-.
Dile que me suelte.
-Así que hoy estamos perezosos -comentó Thom acercándose un momento a la
cama, y mirando a la joven muy sonriente.
Helen se calló rápidamente y miró al hombre detenidamente. No, no podía
ser que Thom se ajuntara con Jack, para molestarla de aquella manera a primera
hora de la mañana. Aquello era una pesadilla.
-Pues es hora de levantarse -dijo sin más y volvió sobre sus pies.
Dejando a Helen con Jack, que no tenía ganas de soltarla.
-Ahora me levantare -suplicó al final-. Pero por favor, porque no sigues
el ejemplo de Thom y sales de mi dormitorio, dejándome así cambiarme con
tranquilidad.
Entonces, por el rabillo del ojo vio como su hermanastro volvía al
dormitorio con algo en sus manos y una gran sonrisa maliciosa en su rostro. No
le dio tiempo a ver que lo que llevaba en sus manos era una jarra de agua
fresca, dispuesta para ser volcada sobre su cabeza. Y eso fue lo que ocurrió.
Thom le volcó la jarra y salió de allí corriendo junto con Jack, riéndose a
carcajada.
Imposible. No se podía creer lo que acababa de ocurrir. Pero a qué había
venido aquello, con gran enfado apartó la ropa de la cama y se metió en el cuarto
de baño dispuesta a darse una ducha y en pensar en una dulce venganza.
Tres cuarto de hora después, bajó a la cocina en donde sol halló a Rosa
preparando la comida del día.
-Buenos días Rosa -saludó mientras se acercaba a la nevera y cogía una
manzana.
-Buenos días niña -la miró por encima del hombro-. No me digas, que eso
es todo lo que vas a desayunar.
-Tranquila -sonrió-. También un buen vaso de café.
-Y piensas, que me voy a quedar tan tranquila con un desayuno tan pobre
-empezó a regañar la mujer mayor-. No me extraña que estés tan delgada.
-Puedo marcharme ya Rosa… -pidió divertida la joven, dejando un vaso en
la pica y dándole un mordisco a la pieza de fruta.
-Y encima te lo tomas a broma, si es que...
-Si es que nada -la acalló cariñosamente acercándose a ella y dándole un
beso-. Es solo que hoy me eh levantado desganada.
-Bueno, pero a la hora de comer no dejaras nada en el plato -la riñó.
-Puedes estar segura -sonrió-. Por cierto, ¿sabes por dónde andan Thom y
Jack?.
-Sí, han ido con la furgoneta a mirar las vallas del lado oeste del
terreno -se acercó a la nevera y sacó verduras-. Bueno, eso es lo que han dicho
a tu padre en cuanto este llegó de misa y se encerró en su despacho.
-Gracias -dijo saliendo al encuentro de su padre.
Llamó a la puerta y entró en el despacho encontrándose a su padre mirando
unos informes de pie al lado del archivador.
-OH, hola preciosa -sonrió alegremente-. ¿Ya te has caído de la cama?
-Ya veo -se le acercó para besarlo-. Thom y Jack te han dicho algo.
Su padre la miró extrañado.
-¿Es que tenían que comentarme alguna cosa?
-No, nada -lo miró-. ¿Así que no te me han nombrado?
-Bueno, dijeron que se iban a mirar las vallas más lejanas y que iban los
dos solos, porque tú estabas muy perezosa hoy.
-Así que eso es lo que te han contado -dijo con un poco de rabia.
-Sí -la miró preocupado-. ¿Hija es que deberían de haberme contado otra
cosa?
-OH, nada importante -sonrió-. Solo que tu hijo me ha tirado una jarra de
agua fría en la cama, para que me despertara.
-¡Qué! —el hombre no sabía como aguantarse la risa.
-Sí claro, ríete -lo miró enfadada-. Pero a mí no me ha hecho ninguna
gracia... Veras cuando pille a Thom.
-¡Eh! Ya sabes que no quiero peleas en esta casa -la advirtió el hombre.
-No es ninguna pelea, papá -se defendió la joven-. Es solo una pequeña
venganza, como cuando éramos pequeños.
-Eso es lo que me preocupa -sonrió el hombre-. Que ya no sois pequeños, y
vuestras venganzas pueden ser más peligrosas.
-Creí que lo eran más al ser uno un crío...
-Cierto, pero ahora sabéis más cosas que cuando erais pequeños.
-Bueno, tú no te preocupes -lo tranquilizó-. Por cierto, me voy al pueblo
a llevar a mi pequeño cachorro al veterinario.
-Me parece muy bien, así te enteraras si es de alguien.
-Que espero que nadie lo reclame -dijo dándole un beso y saliendo de
allí.
Cerca de las dos de la tarde, la hora habitual en que solían comer en
aquella casa. Helen, aparcaba el coche en la parte trasera de la casa. Estaba
un poco impaciente por ver la cara de Thom, algo tenía que hacerle por el
remojón de aquella mañana. No sabía el que, pero algo había cambiado en Thom y
aquel cambio afectaba la relación que tenían ellos dos. Tampoco sabía que rumbo
iban a tomar las cosas, solo esperaba y deseaba que aquel cambio fuera para
bien.
Subió a su cuarto, para dejar al cachorro en su cesta y lavarse las manos
en el cuarto de baño. Cuando entró en el comedor se encontró a los dos hombres
de la casa, hablando sobre el estado de las vallas del terreno del lado oeste.
En cuanto la vieron, dejaron de hablar y la saludaron. Helen se acercó a su
padre y le dio un beso en la mejilla, para levantar la cabeza seguidamente y
brindarle a Thom una mirada dura. Pero el hombre ni se inmutó. Se quedó allí,
aguantándole la mirada con cierta recreación en el rostro. Estaba nerviosa. No
sabía cómo reaccionar ante tanto cambio. Así que por los nervios y por la rabia
que la dominaba, le sacó la lengua a su hermanastro consiguiendo que este
soltara una sonora carcajada mientras iba a sentarse en su sitio.
-Y bien hija -interrumpió su padre-. ¿Alguien reclama al cachorro?
-No -respondió sonriente de alegrarse por el cambio de situación-. No
sabía que había un nuevo veterinario en el pueblo.
-AH, sí -respondió meditabundo-. Se llama Rafa, si mal no recuerdo es un
joven muy amable... -Sí -sonrió con timidez-. Me ha invitado para cenar...
Thom, levantó la mirada con rapidez de su plato y miró a la joven en el
rostro con desesperación esperando su respuesta.
-Vaya -respondió su padre asombrado-. Y que le has respondido, a mí me
parece un chico muy simpático y agradable...
-Papá... -lo riñó soltando un gruñido.
-Qué...-contraatacó el hombre expectante.
-Que no empieces con tus manías en buscarme un hombre.
-Pero si no he dicho nada...-empezó a quejarse.
-Es igual, de todas maneras le he dicho que no- dijo dando un sorbo a su
copa de agua, sin ver el suspiro de alivio que soltó Thom-. Pero si no te
molesta, lo he invitado a la cena de navidad que damos todos los años.
-No tiene ningún compromiso en venir mañana que es navidad -dijo
reflexivo.
-No, su familia vive en España.
-Vaya, veo que sabes muchas cosas de él y eso que lo acabas de conocer
hoy mismo -dijo Thom con cierto reproche.
-Bueno me invitó a tomar un café y estuvimos charlando -lo miró con
recelo-. Es muy simpático y fíjate, es de tu edad.
-¿Qué se supone que quieres decir con eso? -preguntó arqueando una ceja.
-Que al menos no me trata como una niña, como sueles hacer últimamente tu
-soltó con voz cortante.
-Eso es porque el pobre hombre no te conoce del todo, si no, ya verás
como es de mi misma opinión.
-Algunas veces eres detestable -le soltó bruscamente la joven.
-Chicos estamos cenando y ya sabéis que no quiero peleas en mi casa -los
riñó el hombre mayor, que miraba atentamente la escena que se estaba
desarrollando ante sus ojos.
-Pues tranquilo papá -dijo la joven con orgullo levantándose de la
silla-. No veras ninguna discusión más, porque me voy a mi dormitorio. Se me
han quitado las ganas de comer.
-Hija no seas así -señaló el hombre con cierta aflicción en la voz,
viendo como la joven salía del comedor-, ¡Por qué tenéis que pelearos! -dijo
enfadado mirando a su hijo, una vez que Helen hubo salido del comedor-. Y deja
de tratarla como una niña pequeña, ya es toda una mujer.
-Lo sé -dijo sombrío-, Y eso es lo que me preocupa -apartó la silla y se
levantó-. Si no te importa, voy a montar a caballo, se me han quitado las ganas
de comer.
-Lo que deberías de hacer -lo riñó-, es subir a su dormitorio y
disculparte con ella.
-Lo haría —confesó francamente-, pero las cosas no son tan sencillas como
parecen.
Dicho esto, salió en dirección a los establos enfadado consigo mismo. Lo
que había sucedido aquella mañana en el dormitorio no era nada, solo un abroma
con bastante mala uva como solían gastarse cuando eran pequeños. Pero su mal
carácter en muchos momentos no era bueno si quería proponerse alguna cosa con
Helen. Pero la culpa de todo la tenían sus celos. En cuanto hubo escuchado el
nombre de un hombre que fuera menor de cuarenta y no fuera Jack, la alarma
había saltado y más si este la había invitado a un café nada más conocerse y
encima, pensaba en venir a la cena de navidad del día siguiente.
Tenía que andarse con cuidado con aquel individuo. Helen era una mujer
bella y joven, que hacía que un hombre se volviera más de dos veces a mirarla.
Esperaba conocerlo al día siguiente y averiguar cómo era, por que algunas veces
ella era un poco inocente y no sabía reconocer a los libertinos.
Quién sabe, tal vez ya había llegado el día en que la iba a perder para
siempre. ¡Pero no! Si era así, tenía que hacer todo lo posible por impedirlo.
La amaba demasiado, como para perderla sin antes haber hecho algo.
4.-
Tras las cortinas
de la ventana de su dormitorio, miraba como los coches iban llegando con sus
ocupantes bien elegantes para celebrar la noche de navidad, una tradición que
su padre seguía manteniendo aunque su madre ya no estuviera. Era ella a quien
le encantaba montar la decoración, preparar el menú, enviar las invitaciones a
la gente del pueblo, y hacer que se lo pasaran bien.
Aquella era siempre
una noche un poco dura para su padre. Todo el mundo le preguntaba cómo se
encontraba, consiguiendo así avivar sus recuerdos... Esperaba que aquella noche
fuera un poco diferente a las anteriores noches de los siete años atrás. Pero
lo veía un poco difícil, porque exactamente el día anterior ya había discutido
con Thom. Y en todo el día con los últimos preparativos, no lo había visto para
nada.
Estaba un poco
asustada, porque no sabía cómo iba a ser su reacción ante él. Si no recordaba
mal, la última vez que lo vio con el esmoquin puesto le faltó aire en los
pulmones por lo arrebatador que estaba. Y sabía perfectamente que aunque
estuviera enfadada con él, ya no era tan fuerte como lo era antiguamente para
protegerse. Porque desde que había trabajado para él, sus defensas se habían
venido abajo y habían ocurrido ciertas cosas, que hacían que lo mirara de forma
distinta. Y era por eso, que estaba asustada.
¿Y si Thom lo veía
todo en sus ojos? ¿Y si se daba cuenta que estaba locamente enamorada de él?...
No quería abrir la
puerta de su dormitorio y bajar abajo, pero tenía que hacerlo. Había invitados
que atender y estaba segura, de que si no bajaba su madre se sentiría
defraudada con ella. Además, tenía que aparecer por que estaría Rafa, el nuevo
veterinario del pueblo y era ella quien lo había invitado. Fue entonces cuando
le vino a la cabeza, que años atrás Thom siempre aparecía del brazo con una
rubia modelo verdaderamente guapísima, pero algunas veces un poco tonta. Aquella
noche sabría si Thom tenía nuevamente una amante o una novia escondida. Sería
algo duro de soportar durante toda la velada, pero tenía que ser fuerte como
siempre le decía su madre.
Eran cerca de las
diez de la noche y ya habían llegado bastantes invitados, todavía faltaba mucha
gente pero estaba segura de que su padre estaría empezando a preocuparse de que
no estuviera allí para recibirlos. Pero cada vez que dirigía su mirada hacia la
puerta, sus piernas empezaban a temblar.
¡Basta ya! Parecía
una niña. Soltando un profundo suspiro, reunió el suficiente valor como para
acercarse a la puerta, abrirla con decisión y bajar las escaleras con la cabeza
bien erguida.
Pero no estaba
preparada para encontrarse tan pronto con la directa mirada de Thom, quien se encontraba
a mitad de las escaleras. Este se detuvo de pronto y la miró de arriba abajo,
para seguidamente esbozar una débil sonrisa...
Estaba realmente
preciosa con aquel vestido verde de satén sin mangas y su cabello esparcido con
delicadeza por encima de sus hombros. A quien iba a engañar, estaba celoso porque
sabía que todos los hombres solteros que habría allí aquella noche, no podrían
apartar la mirada de su querida hermanastra.
-No tengo palabras
para describir... -empezó a decir, pero Helen lo cortó velozmente. –Thom no quiero escuchar nada que...
-Solo quiero
decirte que estas radiante -la miró con pesadez. Por lo visto todavía seguía
resentida con él-. Y pedirte disculpas, Helen...
-Por favor... -lo
calló con una súplica en la mirada-. Es solo que todo esto es muy confuso para
mí.
-Ya veo -la miró a los ojos con un poco de
tristeza-. Bueno será mejor...
-Thom entiéndeme
-dijo sujetándolo por el brazo, pero al darse cuenta de aquel gesto apartó la
mano rápidamente-. Es que es un cambio muy radical. Han sido siete años y ahora
así como la nada... No te entiendo y yo necesito una explicación,
-Lo siento no puedo
darte ninguna explicación -respondió contundentemente y dando media vuelta
empezó a bajar las escaleras-. Bajas... -se giró y la miró con intensidad-.
Creo que es lo más adecuado, ya que nuestro padre nos está mirando.
-Sí -intentó
responder con un tono indiferente, después de lo que le había dicho
consiguiendo descorazonarla por entero.
Con gran orgullo,
bajó los pocos escalones que la separaban de Thom para asir su brazo y empezar
la larga noche. Porque estaba segura de que lo iba a ser y de que algo iba a
ocurrir con él. Últimamente había algo extraño entre ellos dos.
La cena transcurrió
sin ningún problema, si se miraba a ojos de cualquiera que no fuese de la
familia. Jared se encontraba sentado presidiendo la gran mesa. Todo estaba
exquisito y la gente se lo estaba pasando muy bien. Pero desde su silla podía
observar como la actitud de sus hijos era diferente. Desde la discusión del
otro día que no se habían vuelto hablar. Habían intentado simularlo en lo alto
de las escaleras, pero todo había sido una actuación falsa por parte de ellos.
Lo sabía perfectamente porque eran sus hijos y los conocía. Por una parte el
comportamiento que tenían en aquel momento, distaba de ser el inapropiable que
habían tenido en las anteriores cenas de los últimos siete años. Sabía que algo
ocurría entre ellos. Desde un principio no se habían peleado como siempre, y
Thom no la había ignorado para nada. Al revés, parecía que se preocupaba de
ella pero hacía mal en señalar que la veía como una niña. Porque Helen se había
convertido en una preciosa mujer independiente, que tenía control sobre su vida
y eso le gustaba a él. Pero no parecía hacerle mucha gracia a su hijo...
Estaba que mordía
de celos. Tenía sentado enfrente de él a Helen en compañía de Rafa, el nuevo
veterinario del pueblo. No es que fuera mal hombre, pero no le gustaba nada el
que pusiera el brazo alrededor de la silla de Helen en gesto posesivo. Sabía que
su hermana lo había cautivado sin ella quererlo, y que si no intervenía este
iría a por todas en conquistarla. Y al parecer ella se encontraba muy a gusto
con él, ya que no paraba de reírle a todos los comentarios que hacía e
interesarse por su vida. No señor, no le gustaba nada de lo que estaba
ocurriendo ante sus ojos.
-Thom querido...
-lo llamó la sensual rubia que tenia sentada a su lado, y que no paraba de
molestarlo todo el rato-. ¿Has escuchado lo que te he dicho?
-Perdona querida
-le sonrió amablemente-. Pero por un momento tenía la mente en otro lugar...
-Siempre pensando
en los negocios -rió quedamente la rubia-. En vez de pensar en mi, empiezo a
ponerme un poco celosa -dijo melosamente, y acogiéndose por un momento a su
brazo.
Thom miró un momento
a su hermana, descubriendo una mirada reprobadora de esta que le era dirigida a
él. ¿Por qué? No creía que se sintiera celosa como se sentía él de su
acompañante. Seguramente era porque no encontraba simpática a Julia, la rubia
modelo que desde que había entrado por la puerta se le había enganchado al
brazo sin soltarlo para nada en toda la velada. Y porque ella la describiría
como típica modelo tonta, que solía llevar él siempre a las cenas familiares.
Cerca de las doce
de la noche acabaron de cenar y todos los invitados fueron conducidos al salón
para empezar el baile. Eran cerca de ciento cincuenta personas, por lo tanto
iba a ser una noche muy animada. Helen se encontraba junto a su padre, que
estaba en la entrada del salón mientras les iba preguntando a los invitados que
qué les había parecido la cena.
-¿Té estas
divirtiendo hija? -preguntó su padre con tono inquisidor.
Helen sonrió para
sí. Sabía que en toda la velada su padre no le había quitado la vista de
encima, porque tenía un acompañante. Y si mal no recordaba era la primera vez
que tenía uno en una cena familiar, que no fuera Jack. Aquello la divertía, el
pobre estaba deseando que se animara con Rafa. Era cierto que Rafa era un
hombre muy atractivo y listo, agradable, buen compañero... Pero lo que su padre
no sabía era que no era Thom. Pensó soltando un suspiro.
Thom... Había
tenido la mala suerte de que le había tocado tenerlo enfrente en toda la cena,
y tener que aguantar a su tonta acompañante. Que como no, era una mujer
impresionante en cuerpo, pero en mente no creía que fuera más lista que un niño
de diez años. Ahora sabía que su hermano tenía a una mujer en su vida, no creía
que se tratara de una relación en serio sino más bien de cama que otra cosa...
Pero ahora sabía certeramente que toda idea que se había concebido en su cabeza
de una posible oportunidad con él. Era imposible...
-Papá -lo recriminó
con una tierna sonrisa en los labios-. No empieces con tus tonterías... -Qué
-protestó este haciéndose el loco.
-Sabes
perfectamente que invite a Rafa porque era nuevo en el pueblo y porque me
pareció simpático, pero no quiero que pienses nada más. No creo que haya
ninguna posibilidad entre nosotros dos. Solo lo veo como un buen hombre y
punto...
-Sí claro, lo que tú
me digas -acabó por aceptar-. Pero es que ni siquiera le das ninguna
oportunidad...
-¿Y por qué tengo
que darle una oportunidad? -lo miró de forma desafiante.
-Hija no te enfades
-la miró con disculpa-. Es solo que todavía no te he visto hablar de ningún
hombre que no sea con el adjetivo de solo amigo por delante. Sé que todavía
eres joven, pero...
-No me enfado papá,
es solo que no creo que en mi vida haya un amor como en el que hubo en tu vida
con mamá —declaró en tono decidido.
-Hija por qué dices
eso -se giró su padre horrorizado por las palabras de la joven.
-Por que en mi vida
el único amor que voy a recibir es el de mi familia y amigos... -dijo ahogando
un sollozo, bajo la atenta mirada del preocupado hombre-. Sí, conozco el amor
-soltó con ironía-, pero mi amor no puede ser correspondido papá.
-Por qué dices eso
hija -le puso una mano en el hombro.
-Porque es
enteramente imposible que el hombre que amo, me pueda corresponder -le confesó
con gran dolor en las palabras.
-Pero...
-Es igual, no creo
que sea el mejor momento para hablar de ello -lo miró con una débil sonrisa,
hay invitados que atender y se supone que tiene que ser una noche de diversión
y no de tristeza.
-En estos momentos
me importa más mi hija que todos los invitados que hay en este maldito salón,
si lo que hay es un corazón roto y más si es el de mi pequeña -susurró con gran
cariño en la voz.
-Gracias papá, pero
saldré un momento afuera y me calmaré pronto -lo acalló poniéndole una mano en
la boca, al ver que el hombre iba a replicar ante su sugerencia-. Créeme, es lo
mejor si no todo el mundo empezaría hablar del por qué nos hemos retirado del
baile.
Llevaba cerca de
diez minutos afuera en el patio, cuando notó una presencia detrás de él que le
echaba encima de los hombros una chaqueta. Se dio la vuelta sorprendida para
encontrarse con la mirada preocupada de Rafa. ¡Dios que idiota que había sido!
Se había olvidado de él, dejándolo solo ante tantos invitados...
-Perdona yo...
-empezó a disculparse pero el hombre la detuvo.
-No hace falta que
te disculpes -sonrió sinceramente-. Es obvio que estas preocupada por algo...
Vi como hablabas con tu padre.
-OH -lo miró enfada
consigo misma, porque todo aquello hubiera ocurrido en aquel momento-. Pero
igualmente quiero hacerlo, eres mi invitado y no me he comportado debidamente
como anfitriona...
-¿Es así como ves,
verdad? -preguntó apacible.
-¿Qué? -soltó
sorprendida la joven y levantando la mirada rápidamente a la del hombre.
-Que solo me ves
como a otro hombre más del pueblo... -dijo apoyando sus brazos en los hombros de
la joven-. Solo quiero saberlo. Verás quiero que sepas que me has gustado mucho
desde el primer momento en que te conocí, pero creo haber notado esta noche que
no sentimos lo mismo...
-Así es -dijo a
media voz y bajando la mirada-. Perdóname si desde el primer momento al
invitarte te hice que pensaras otra cosa, pero no era mi intención -confesó
sinceramente-. Y quiero que sepas que me gustas mucho pero como amigo, y que no
hay ninguna posibilidad yo...
-Tú estás
interesada en otro hombre... -con el dedo índice le levantó la mirada hacia
él-. No tienes por qué preocuparte, nos acabamos de conocer no es que llevemos
mucho tiempo viéndonos así que no hay de qué preocuparse. Sé que me pierdo la
oportunidad de estar con una maravillosa mujer, pero que se le va hacer...
-sonrió quedamente-. Y no te preocupes, no es que no te vaya a dirigir la
palabra ahora. Me encantará tener amistad contigo.
-Gracias... -dijo
tímidamente.
-Gracias de nada
-sonrió amablemente-. Y ahora qué te parece si entramos dentro y me invitas a
bailar, te recuerdo que tienes ciertas obligaciones conmigo—bromeó el hombre
consiguiendo que la joven sonriera al fin. Thom se encontraba en un rincón del
gran salón observando toda la escena. No se había perdido ningún detalle de la
agradable reunión que había tenido lugar en el patio de la casa. De qué
demonios habrían estado hablando aquellos dos. que no se hubieran podido decir
allí dentro de la casa. Estaba que soltaba humo por las orejas. Y encima ahora,
se encontraban en medio de la pista bailando bien alegres. Dios tenía ganas de
acercarse al hombre y propinarle un puñetazo en todos sus morros. Quien se
creía que era para arrimarse tanto a Helen... No. no podía estar ocurriendo al
fin y ante sus ojos. No era posible que ya la hubiese perdido. Pero si solo
conocía aquel individuo de un día, y sabía que Liliana era una mujer que...
¿Qué qué? Todo era posible que se hubiese enamorado de él a primera vista. No
fue así como sucedió con sus padres y con él, en cuanto un día llegó de viaje y
se encontró con que su hermana pequeña ya no era tan pequeña, consiguiendo
cautivarlo para siempre.
-¿Bailamos querido?
-de repente Julia se le acercó, sacándolo de sus pensamientos. -Claro -aceptó
con tal de poder acercarse a su hermanastra.
Helen se puso un
poco tensa en cuanto vio a Thom acercarse a ella con Julia entre sus brazos.
Pero enseguida retiró la mirada, no quería que este viera que lo observaba.
-¿Ocurre algo?
-preguntó Rafa, girándose en dirección a donde ella había mirado y volviendo la
mirada enseguida a ella.
-No, nada —mintió
un poco nerviosa.
-Mientes -la miró
fijamente a los ojos-. Hace un momento estabas relajada en mis brazos y de
pronto he notado como todo tu cuerpo se ponía en tensión.
-¿De veras? —dijo
nerviosa-. Pues vaya, no me había dado cuenta...
-Helen... -dijo con
pesadez-. No soy tonto, sé perfectamente porque te has puesto así. Se trata de
tu hermanastro...
-¿De Thom? -intentó
disimular-. ¿No entiendo, que ocurre con mi hermano?
-Dirás con tu
hermanastro —señaló con énfasis las palabras-. ¿Es él? Durante la cena,
estuvisteis el uno delante del otro. Y bueno algunas veces le mirabas a él y a
su acompañante como si quisieras matarlos... Y de él también digo lo mismo.
-¿Qué? -dijo
incrédula y parando de golpe de bailar. Pero Rafa volvió a acogerla por la
cintura y siguió bailando con ella.
-¿Es de él de quien
estas enamorada verdad? Y no me mientas, mirándote a los ojos obtengo tu
respuesta...
-Sí... -confesó al
fin sin rodeos con una débil sonrisa en los labios-. Perdóname, pero seguro que
piensas que es algo repugnante...
-¿Y por qué tendría
que pensar eso? -Bueno él es mí...
-Mirándolo
correctamente, es tu hermanastro -la miró fijamente-. No sois de la misma
sangre así que sois como dos desconocidos, y no hay nada de malo en que
tuvieseis una relación...
-OH, pero eso es
imposible -saltó rápidamente Helen-. No tengo la gran suerte de que mi amor sea
correspondido sabes,... -Rafa observó como el cuerpo de la joven empezaba a
temblar levemente en producto a las lágrimas que se le iban agolpando en los
ojos.
-Será mejor que
vayamos a un sitio más tranquilo... -rápidamente paró de bailar y cogiendo a la
mujer por el codo se la llevó al interior de la casa.
Thom paró por un
momento de bailar, al ver como su hermana se retiraba del salón con Rafa detrás
de ella. Tenía la intención de seguirlos, pero Julia se agarró más a su cuello
y le pidió que no se detuviera. No podía hacerlo, que explicación le iba a dar
a la mujer. Que quería saber a dónde iba su hermana con aquel hombre, y
entonces se ponía la soga al cuello...
Pero desde entonces
que no podía apartar la mirada de la puerta del salón, por si volvían aparecer.
A lo mejor, Helen solo le iba a enseñar en donde estaba el aseo...
Helen lo condujo a
la biblioteca, en donde Rafa cerró la puerta con la llave para que nadie
pudiera molestarlos. Allí la joven se sentó en el sofá que estaba enfrente la
chimenea encendida, mientras el hombre se acercaba al mini bar y le servía una
bebida.
-Toma aquí tienes y
no me la rechaces -le entregó sentándose a su lado-. Te sentirá bien.
Helen aceptó el
vaso dándole un pequeño trago al líquido Rosado que contenía. Después se quedó
observando las llamas de la chimenea, sin querer decir nada. Estaba preocupada,
o mejor dicho estaba aterrada. Si Rafa que era un desconocido hasta aquel día,
había averiguado sus sentimientos hacia Thom. Entonces no había ninguna duda,
de que Thom ya los supiera también. Tenía que marcharse bien lejos de allí.
-¿En que estas
pensando? -preguntó Rafa con voz calmada.
-En que debo
marcharme de aquí -dijo muy convencida-. Debo volver a Nueva york, en donde
Thom...
-¿Marcharte? ¿Por
qué? -preguntó el hombre extrañado.
-Rafa por el amor
de dios —lo miró con desdén-. Si tu que me acabas de conocer as averiguado mis
sentimientos hacia Thom, eso significa que el también lo puede adivinar en
cualquier momento.
-Quien sabe, puede
que no sé de cuenta —la animó-. Yo soy muy observador... -Él no tiene ni un
pelo de tonto, créeme.
-Helen cálmate -le
puso un brazo alrededor de los hombros, para transmitirle un poco de calma-. Es
muy diferente como te observa tu hermano a cono te observa un hombre
cualquiera... -ésta lo miró un poco confundida-. Es decir nuestro interés por
ti, es muy diferente al interés de tu hermanastro. Es cierto que no sois
hermanos de sangre y por lo tanto podéis estar juntos como pareja. Pero según
lo que tú me has dicho él no está interesado en ti, verdad...
-Sí, es cierto -se
levantó del sofá acercándose al calor del fuego-. Además ya has visto que tiene
compañera y qué tipo de compañera busca...
-Sí -concluyó con
una sonrisa-. Y después de estas fechas no creo que os volváis a ver.
-Es cierto, él
vuelve a Londres y yo a Nueva York. Pero y si llama a mi agencia reclamando
nuevamente mis servicios…
-Supongo que tú
eres libre de acción -se levantó acercándose a ella-. Una manera es que te
llenes la agenda hasta que te sea imposible hacerle un hueco a nadie.
-Tienes razón -dijo
después de haber meditado un rato-. Total, seguro que se marcha para fin de
año...
-Así me gusta que
te animes.
-Gracias -lo miró
complacida por su apoyo.
-No tienes por qué
dármelas.
-Intentaré venir
más de visita por aquí...
-Como quieras, pero
tienes él deber de presentarme a las solteras guapas del pueblo -comentó en
broma, consiguiendo que Helen rompiera en carcajadas.
-Dalo por hecho.
-Una cosa, antes de
volver ahí fuera... -dijo poniéndose de repente serio.
-Mmm, hay que
volver ahí fuera... -protestó.
-Sí, si quieres que
tu padre no nos obligue a casarnos por avernos encerrado en la biblioteca
-volvió a sonreír-. ¿No crees posible la mínima idea de hablar de tus
sentimientos con Thom?
-¡No! —se indignó
enseguida.
-Tranquila, solo
era una pequeña sugerencia.
-Ni loca. Jack,
también me lo sugirió y le dije que no...
-¿Jack? AH, tu
amigo.
-Sí, él...
-También opina lo
mismo que yo, por lo que veo...
-Por lo que yo veo
-pronunció con cierto desdén-. Los dos estáis igual de tarumba.
-De acuerdo, veo
que el tema por ti ya está zanjado.
-Así es -concluyó
con orgullo.
-Bien ese caso,
creo que será mejor que salgamos fuera a reunimos con los demás invitados,
antes de que empiecen a notar nuestra ausencia.
Veinte minutos
después, Thom observaba con los nervios de punta como su hermana y Rafa,
entraban en el salón. No creía que le fuese llevado al aseo. Ni que le hubiese mostrado
la casa... Por sus miradas, se les veía como mucho más unidos. Estaba por ir y
exigirle una explicación. Pero se detuvo al ver como Jack se acercaba a la
pareja.
-¿Hola preciosa, me
concedes un baile?
-Claro -se giró un
momento a Rafa-. ¿Te molesta?
-No, tranquila
-sonrió-. Yo iré a sacar a una preciosa morenaza que he visto por ahí...
-Vaya, me parece
que este es el único momento de la velada en el que os habéis separado -comentó
con malicia.
-No es lo que
parece, Jack.
-¿No? Pues quién lo
diría. ¿Y además, en donde habéis estado en todo este rato? -preguntó con
curiosidad.
-La verdad no sé si
debiese decírtelo -lo miró con recelo-. Todavía no te he perdonado el que
permitieras que Thom me echara aquella jarra de agua...
-¡UPS! -se sonrojó
por un momento el hombre-. Es verdad, se me había olvidado el asunto por
completo.
-Jack... -Lo miró
fijamente-. Rafa, sabe mis sentimientos hacia Thom.
Jack estuvo durante
unos segundos callado, meditando lo que le había dicho ella.
-Si vas a ir por
ahí informándole a todo el mundo tus sentimientos hacia tu hermano, encuentro
que es más práctico que se lo digas a él primero -le reprochó con enfado.
-¡No, tonto! Él lo
ha averiguado, yo no le eh dicho nada...
-AH, vaya perdóname
—se disculpó enseguida.
-Y cuando me lo
dijo me puse nerviosa y estaba a punto de ponerme a llorar, así que él...
-Te sacó fuera,
para que te calmaras -acabó la frase por ella.
-Sí...
Durante unos
segundos no comentaron nada. Solo se limitaron a bailar abrazados, y pensar
cada uno en sus cosas.
-¿Te encuentras
mejor ahora? -preguntó preocupado.
-Sí, un poco mejor.
Pero en aquel momento me entraron ganas de subir a mi dormitorio, hacer las
maletas y salir por la puerta de atrás... -declaró con tono suave-. Pero Rafa
me hizo razonar.
-Helen... —la
abrazó más-. No puedes seguir así, no creo que sea nada bueno para ti. -Por
favor Jack —le imploró sin querer mirarlo a los ojos-. No me digas nada que...
-¡Hola pareja de tortolitos! -los interrumpió de repente la voz de Thom.
-¡Thom! -sonrió Jack
de forma alegre. En cambio Helen lo miró
tan solo unos instantes, para desviar enseguida la mirada.
-No es por nada,
pero me gustaría bailar un baile con mi hermana antes de que la velada tocara
su fin.
-Cla... Claro
-aceptó un tanto incomodo el hombre.
-¿Pero no se
enfadará tu querida Julia? —intervino Helen, con un poco de arrogancia en la
voz.
-No creo, por que
se iba a enfadar de que bailase con mi hermana... —dicho esto la cogió de la
cintura y se la arrimó a su cuerpo, consiguiendo que la joven temblara de deseo
y terror.
Thom era un
bailarín excelente. Y en que no era excelente Thom, pensó con reproche.
¡Dios! Apenas se
acordaba de cómo respirar. Sus cuerpos estaban tan juntos, que no creía que el
aire pudiera pasar entre ellos. Era tan agradable el calor corporal que
transmitía el cuerpo del hombre. Estaba segura de que Thom la observaba
atentamente, pero no quería confirmarlo levantando la mirada de sus hombros y
que le leyera en sus ojos sus sentimientos hacia él. Además, se sentía muy confusa.
¿AH que había venido el que Thom quisiera bailar con ella? Seguramente se
sentía mal, porque estaban peleados por la discusión del otro día. ¡Pero y qué!
No habían estado así durante nueve años. Y verdad que no había sentido entonces
ningún remordimiento... ¿Entonces a que venía todo aquello?
-Vaya, vaya...
-soltó con ironía, haciendo que Helen
levantara la mirada en alerta-. ¿Quién lo iba a decir? -Por lo que veo.
No me has sacado por el simple placer de hacerlo -escupió con enfado. -Quien
sabe... —soltó mostrando una leve y enigmática sonrisa.
-¿Qué es lo que
vienes a refregarme por la cara? —le recriminó con un poco de dolor en la voz,
pero intentando disimularlo con mirada dura.
-Helen, Helen...
-sonrió con expresión seductora-. La verdad es que no sabes nada de mí... Y eso
que hace siete años nos conocíamos perfectamente.
-Que estas
intentando decirme, Thom -preguntó con el corazón en un puño.
-Nada, querida
Helen... -depositó un cálido beso en su frente y apoyando la barbilla en su
cabeza siguió bailando. Pero ella no estaba dispuesta a dejarlo de aquella
manera.
-Sabes
perfectamente que tú tienes la culpa de todo.
Nada. Thom solo soltó una carcajada y siguió bailando,
sin hacer caso a su provocación.
-¿Por qué me haces
esto, Thom? —apuntó con gran tristeza.
-Ni yo mismo lo
sé... -suspiró profundamente-. Pero créeme, nunca fue mi intención hacerte
daño...
-No, no logro...
entender nada... -tartamudeo a causa de los nervios.
-Y mejor que siga
así, cariño -siseo en voz baja y dulce.
-Ni lo sueñes -le
contestó en tono un poco frenético-. Han sido siete años Thom. Siete años en los que yo...
-Por favor,
perdóname -La interrumpió consiguiendo que la joven levantara la vista a
él-. Y por lo que más quieras no me mires con esos ojos, si no yo... Creo
que es mejor que dejemos de hablar y bailar. No sé que me ocurrió para que
tuviera el impulso de contártelo todo...
-¡No! -le cortó con
firmeza-. No pares de bailar, ni de hablar, si no yo si que haré algo...
-Lo siento Helen
-le acarició el cabello con dedos delicados-. Pero no puedo contarte nada, si
no, lo único que conseguiría es haceros más daño a ti y a papá...
-Thom...
-Créeme —le sonrió
con ternura-. Mañana por la mañana puede que me vuelva a Londres, será lo
mejor...
-Thom... -volvió a
repetir su nombre con lágrimas en los ojos-. No te marches así, por lo que más
quieras.
-Tengo que hacerlo,
preciosa -la música cesó y con ello también el bailar-. Ahora es mejor que
olvides todo lo que te he dicho, y que vuelvas con Rafa... Es un buen hombre y
tiene suerte de haberte conocido -pronunció con gran dolor las últimas
palabras.
-Qué -dijo llena de
confusión-. No. no... Thom. Rafa es solamente un amigo para mí...
-Tú solo haz caso a
lo que te he dicho quieres -empezó alejarse hacia el interior de la casa, dejándola
allí en un rincón de la pista de baile completamente sola y más confundida de
lo que ya estaba en un principio. ¿Pero que le había querido decir Thom? Porque
tenía la sensación de que él estaba sufriendo igual que ella.
-Helen... —la llamó
Jack, con gran preocupación.
-Jack... -lo miró
con lágrimas en los ojos-. Yo... Thom...
-Helen, cariño
cálmate un poco —se acercó a ella y rodeándola por los hombros se la llevó de
forma discreta fuera del salón atestado de gente. Pero cuando pasaban por
delante de la cocina, esta se soltó de sus brazos y entró corriendo en ella,
para salir a la parte trasera de la casa en donde vio como Thom se alejaba de
su vida en su coche.
-¡No! -gritó con
desesperación, justo cuando Jack la alcanzaba presenciando la dolorosa escena.
-Helen mi
pequeña... -la agarró con fuerza temiendo que esta saliese corriendo tras el
vehículo-. Por favor no llores...
-No dejes que se
marche Jack -le suplicó sollozando-. Eh sido una idiota por no confesárselo,
ahora lo he perdido para siempre por que se aleja de mí...
-Helen...
-Me dijo que era
mejor que se alejara de mí y papá... Pero yo no quiero que se aleje Jack, me es
igual si no me ama, pero yo a él sí...
-Helen, por favor.
¿Qué ha ocurrido mientras bailabais?
-No lo sé —le miró
un momento con confusión, para volver a dirigir la vista en donde hacia unos
instantes se veía el coche de Thom, ahora solo podía apreciarse la oscuridad de
la noche-. Él intentó decirme algo, pero no se atrevió. Era sobre su
comportamiento conmigo durante todos estos siete años... Jack fue tan raro
todo...
Vaya, Thom había
intentado contarle toda la verdad. Ya era hora, pero maldito fuera porque en el
último momento se había echado atrás.
-¿Y que fue
exactamente lo que te dijo?
-Nada, no sé...
Estoy muy confusa ahora...
-Bueno, yo solo te
digo que no debes preocuparte mucho...
-Tú sabes algo
-inquirió salvajemente.
-Quien... Yo -se
puso nervioso-. ¿Qué iba a saber yo?
-Sois hombres y
amigos de toda la vida-concluyó de forma rápida.
Helen pudo observar
apuro en el rostro del hombre, en cuanto le hubo presentado aquella acusación.
Pero este tuvo suerte, ya que Rafa se acercaba a ellos con cara de
preocupación.
-¿Va todo bien? Eh
visto con quien bailabas y...
-Sí, va todo bien
-contestó agradecida por su atención hacia ella-. Gracias por preocuparte.
-No hay de qué.
Pero verás, acabo de recibir una llamada de los Hender Son. Su yegua está
teniendo problemas en el parto y debo acudir urgentemente...
-OH, vaya -dijeron
Helen y Jack a la vez.
-Sí. Podríais
decirme más o menos, por donde queda el rancho.
-Si quieres te
acompaño -se ofreció Jack con rapidez.
-OH, como quieras
-agradeció Rafa.
-Cobarde —lo acusó
Helen
-¿Qué?... -preguntó
Rafa.
-Escapa todo lo que
quieras, pero quedan más días por delante...
-¿No tenemos prisa?
-apresuró con burla Jack.
-Sí, es verdad -se
acercó a Helen-. Siento mucho el tener que marcharme. ¿Seguro que estas bien?
-volvió a preguntar.
-Sí, tranquilo
-sonrió con lágrimas-. Ya nos veremos así que márchate ya, tienes una urgencia.
Helen esperó a que
los dos hombres desaparecieran de la vista, como había hecho Thom. Dio media
vuelta y miró a la casa. Esperaba que la fiesta acabase pronto, pues no tenía
ganas de sonreír, solo quería llorar.
Ahora sí,
definitivamente había perdido a Thom. Este se alejaba de la vida de su padre y
de ella, por no querer hacerles daño. ¿Pero a qué daño se refería? ¿Qué es lo
que había intentado decirle mientras bailaban? Había visto tanto sufrimiento en
su mirada, pero este había intentado disimularlo con su típico carácter de
despreocupado con ella. ¿Qué iba hacer ahora...?.
Con la cabeza hecha
un lío, entró en el salón en donde su padre se encontraba esperándola
preocupado.
-¿Hija estas bien?
-se acercó a ella-. ¿Qué es lo que te ha dicho tu hermano? ¿Y en donde se
encuentra ahora?
-Mmm, si papá
estate tranquilo todo va bien -intentó simular una bonita sonrisa-. Y tu hijo
se ha ido, no se ha donde pero creo que tardáremos en volver a verlo, o solo
seré yo quien tarde en volver a verlo...
-¿Pero hija, que me
estás diciendo no entiendo nada? -la retuvo su padre con mirada suplicante-.
¿Por qué desde que falta tu madre, en todas las fiestas de navidad ocurre algo
entre tu hermano y tú?
-Papá... -sus ojos
se iban agolpando de tristes lágrimas.
-Hija creo que ya
es el momento de que tenga una respuesta... -demostró una conciliatoria
sonrisa.
-Créeme -susurró
entre jadeos por las lágrimas-. Si yo supiera lo que ocurriera de verdad te lo
contaría, pero es que ni siquiera yo misma lo sé papá -sin poder aguantar más
el dolor que sentía en su corazón, se dirigió al piso de arriba para encerrarse
en su dormitorio y escapar de cualquiera-. Disculpa a los invitados de mi
parte, diles que no me encuentro demasiado bien esta noche.
-Como quieras
hija... -respondió con mirada ausente.
Suerte que los
invitados ya iban a empezar a marcharse, así podría subir a intentar hablar con
su hija. ¿Qué es lo que le ocurría a sus hijos? ¿Creyeron entonces mal cuando
adoptaron a Helen, que Thom la había aceptado al igual que ella a él? No lo creía,
había visto como estos dos a medida que habían crecido su amor por el otro
siempre había ido aumentando y...
5.-
Eran las cinco de
la mañana y se encontraba escondida entre las sombras de la cocina, sentada en
aquel taburete desde hacía
varias horas, mirando como amanecía de forma tímida. Solo había hecho que darle
vueltas a su cabeza...
No conseguía comprender que es lo que había querido decirle Thom. Y también
había pensado en su padre… Que había subido cerca de la una y media de la madrugada a su
dormitorio, para ver como estaba. Pero no se había dignado a responderle ni
abrirle la puerta para calmarlo un poco... No tenía ánimos para ver a nadie. Lo
único que quería era ver
a Thom y abrazarse con fuerza a él, para no dejarle escapar. Tenía que hacer
algo... Él dijo que a lo mejor se volvía a Londres, pues bien suponía que tendría que
empezar a buscarle por allí.
Decidida subió a su
dormitorio y empezó a preparar las maletas, pero cuando ya había sacado toda su
ropa del armario y empezaba
a doblarla, se paró a pensar en que no estaba bien lo que hacía. No podía
desaparecer de aquella manera, consiguiendo con ello preocupar todavía más a su
padre de lo que ya estaba. Así que respirando profundamente siguió preparando
su maleta, pero decidió que esperaría a que su padre se levantara y entonces le
anunciaría su decisión de partir antes de lo previsto...
-¿Pero por qué?
-preguntó su padre sentado en su sillón.
-Yo... Todavía no
me atrevo a explicártelo, antes tengo que averiguar una cosa papá -confesó con
la cabeza baja. No quería
ver la expresión que tenía su padre en aquel momento, y ablandarse contándole
todo...
-Muy bien como
quieras -aceptó con mirada escrutadora-. Pero sé que todo esto tiene que ver
con tu hermano
Helen levantó la
mirada preocupada y clavó los ojos en los de su padre. ¿Acaso se había dado
cuenta de lo que
le ocurría? Si era así, parecía que no quería inmiscuirse en sus problemas,
sabiendo que eso es lo que ella querría. Sonriendo agradecida se acercó a su padre y
lo abrazó tiernamente, para luego dirigirse al aeropuerto.
Estaba muy
nervioso. Eran cerca de las once de la noche e iba en dirección a casa de su
padre. Allí estaría Helen. Estaba hecho un lío, desde que desapareció de la fiesta que
había estado conduciendo sin rumbo alguno. Eran muchas las veces que había
decidido volver y confesarle sus sentimientos, pero en el último momento se
echaba atrás. De seguro
que su hermana se horrorizaba con aquella confesión y a su padre le daba un
infarto y le obligaba alejarse de sus vidas. Odiaba su vida. La gente decía que era un
hombre muy afortunado porque lo tenía todo, dinero, prestigio, mujeres... Pero no
era cierto, sin amor era un hombre desgraciado. Desde que reconoció aquellos
sentimientos que hizo todo cuanto estuvo a su alcance para poder evitarlo, pero
era una batalla perdida contra su corazón...
Fue aparcar en la
parte trasera de la casa y ya le extrañó el que no estuviera el coche de Helen.
En su lugar había un coche todo terreno nuevo. Decidió entrar por la puerta
trasera de la casa que daba a la cocina, y una vez que estuvo dentro se
sorprendió de que todo estuviera a oscuras. Solo conseguía escuchar un murmullo
de voces que provenían
del despacho de su padre, pero las voces eran masculinas, ninguna pertenecía a
ella. Se acercó allí con paso tranquilo y cuando iba a llamar a la puerta para anunciar su
presencia, se detuvo de repente al escuchar a su padre mencionarlo.
-Thom... -pronunció
el hombre su nombre con gran desdén-. ¿Quién sabe en donde se encuentra en
estos momentos mi hijo?
-Seguramente que
en dirección a Londres…
Aquella segunda voz
masculina pertenecía a Jack, reconoció con sorpresa Thom. ¿Pero de que estaban
hablando los dos hombres?
-Jack, lo único que quiero
saber es que ocurre entre mis hijos...
-Jared, yo... -empezó a decir
incomodo.
-No te inventes
excusas, se perfectamente que mi hijo está enamorado de Helen... -Thom abrió
los ojos por la sorpresa. No
podía creerse que su padre hubiese averiguado todo, y por lo que podía observar
no había sido Jack
quien se lo había contado-. ¡Dios qué horror! Te puedes imaginar...
Ya está. Había
escuchado todo cuanto tenía que escuchar de su padre. Con las esperanzas
completamente pisoteadas,
salió fuera de la casa y volvió a montar en su coche para alejarse de allí lo
más rápido posible. Si mal no recordaba era la primera vez que lloraba desde la muerte de su madre.
Con aquellas palabras, su padre acababa de destruir su vida... Y ya sabía que
es lo que tenía que hacer, alejarse lo máximo posible de sus vidas. Estaba
seguro que si su padre
veía que no lo llamaba, sería un hombre listo y adivinaría cual sería el motivo
de aquello. Miró por una última vez a la casa por el retrovisor, despidiéndose de aquel
hermoso paisaje, de su padre y de su amada, que seguro que se encontraba
encerrada en su dormitorio, triste por su culpa.
-¿.Ocurre algo Jack? preguntó Jared preocupado, al
ver como el joven lo acallaba con un gesto y salía fuera del estudio para
buscar algo.
-Un momento... -dijo saliendo en dirección a la
entrada de la casa, justo para ver a tiempo como un coche se alejaba de allí a
una velocidad increíble. Conocía aquel coche, y el dueño era Thom.
-¿Y bien? -volvió a preguntar el hombre mayor en
cuanto el joven hubo vuelto al estudio sumido en sus pensamientos.
-Era Thom.
-¡Thom! -dijo ahogadamente-. ¿Pero por que se ha
marchado? No lo comprendo...
-Me parece que nos ha escuchado hablar...
-Pero...
-Lo que no ha escuchado ha sido a ti acabar tu frase
-pronunció con tranquilidad-. Thom, se piensa que tu estas horrorizado ante la
idea de que esté enamorado de Helen.
-¡Qué! -exclamó horrorizado-. Pero... ¿Y ahora qué?
-Lo mejor, es que no entrometernos en sus vidas.
-¿Estás seguro?
-Sí, ellos ya son lo bastante mayores como para
solucionar sus problemas.
-¿.Quieres decir? -siguió insistiendo nada
convencido.
-Jared, estate tranquilo. Si vemos que la cosa no se
soluciona, entonces si tomaremos cartas en el asunto.
-De acuerdo -aceptó soltando un profundo suspiro.
Bien por fin había llegado a Londres. Había sido un
viaje largo en el coche, pero lo importante es que había llegado. Ahora se
buscaría un hotel cerca de las oficinas de Thom. Lo malo, es que no sabía la
dirección de su hermano y no se había atrevido a pedírsela a su padre. Así que
tendría que buscarla en la guía, o tener que esperarse dos días que la gente
volviese a trabajar.
El tiempo allí estaba igual de triste que ella.
Hacía mucho frío y caía una pequeña cortina de agua. Así que aunque pareciese
mentira, no había mucha gente por las calles. Todo el mundo estaba en sus
casas, junto a sus seres queridos. ¡Dios! Se sentía fatal, era el primer año
que dejaba su padre solo en el día de navidad. Pero es que ella no podía más,
quería a Thom e iba a decírselo... Le era igual, lo que este le tuviera que
decir ante aquella confesión. Pero habían sido muchos los años, que se lo había
tenido guardado para ella y ya no podía más, necesitaba quitarse aquel doloroso
peso de encima.
Encerrada entre aquellas cuatro paredes del hotel se
sentía completamente agobiada, sabiendo que Thom se encontraba en la ciudad y
ella estaba allí quieta, mirando por la ventana con las manos en los bolsillos
sin hacer nada por localizarlo. Así que cogió su abrigo y salió con paso
decidido por la puerta en un intento vago lleno de fantasía por encontrar a Thom.
A las diez de la noche sin saber qué hacer y con el
corazón destrozado. Thom pasaba por delante de sus oficinas. En su casa no
quería quedarse porque solo hacía que mirar el teléfono, con la gran tentación
de llamarla y hablar con ella. Así que pensó que si iba un rato a la oficina y
se ponía a trabajar, tal vez consiguiese despejarse un poco la cabeza.
En el portal del edificio le saludó el guarda de
seguridad, pero Thom le prestó poca atención por que por lo visto aquel joven era nuevo. Seguramente se
encontraba sustituyendo a Josh, el hombre mayor que llevaba allí desde que él formó aquella empresa. Seguramente Josh
estaba acompañado perfectamente con su mujer, sus hijos y nietos, pasando una típica noche de navidad. Una
noche que él hacía tiempo que no celebraba de aquella manera con su familia. Pero había que decirlo, él era quien
tenía la culpa de que aquello fuese así. Él había sido el hombre testarudo, que se había prohibido ver a su hermana
en su compañía, durante más de diez o quince minutos. Bien que igualmente a pesar de su actitud con la chica, ella
había ido insistiendo cada año en intentar entablar con él una conversación y demostrar a su padre que no ocurría
nada, pero no lo conseguía por que la ignoraba nada más entrar en la casa. Sin embargo aquellas navidades habían
sido diferentes, él se había soltado un poco a su testarudez y había podido pasar un par de días magníficos con ella.
Cierto, que igualmente entre ellos había existido una sensación rara tal vez conducida por culpa de su carácter, no creía
que fuera por otra cosa. Pero como siempre lo había vuelto a estropear. Sus
celos habían conseguido dominarlo y no había podido resistir la tentación de
soltarle algunas cosas, que bien sabía él que no eran ciertas. Helen ya no era
ninguna jovencita, se había convertido en una hermosa mujer que sabía
defenderse bastante bien en la vida sin tener que pedir ayuda a nadie.
Salió del ascensor en su planta para adentrarse en
una gran calma y oscuridad. Qué gran diferencia, en aquel momento no se
escuchaba sonar constantemente el teléfono, el ruido de las impresoras, la
gente ir de un lado para otro, los faxes... Pero ya estaba acostumbrado, por
que como dueño de todo aquello no era la primera vez que se quedaba hasta las
tantas de la noche para acabar algunos trabajos.
Soltando un profundo suspiro entró en su despacho y
con movimientos mecánicos, empezó a despojarse del abrigo, la bufanda y la
corbata. Luego se acercó al pequeño mueble bar y se sirvió de un buen whisky,
para bebérselo sentado en su cómodo sillón y relajarse un poco después del
agotador viaje. ¿Qué es lo que estaría haciendo en aquel momento Helen?
Seguramente pensando en que es lo que le había querido decir él en el baile...
Todavía no lo asumía el haber escuchado aquellas
palabras de su padre, pero era bien cierto que él ya sabía de antemano que su
padre no consentiría aquello. Que fue por él, por el que se marchó a Londres alejándose de su hermana y no volver a verla
en tanto tiempo. Fue por él, por el que empezó hacerse daño a sí mismo
engañándose durante tantos años que solo era un capricho y no-amor lo que
sentía. Fue por él, por el que cambió su carácter alegre al de hombre duro de
los negocios... Esa era la verdad, fue por no hacer daño a su padre que cambió
todos sus sueños de tener su propio rancho al lado del de su padre, y quedarse
a vivir allí en Texas.
Se refregó con las manos los cansados ojos,
intentando despejarse un poco de la amargura que invadía su cabeza. ¿Qué iba
hacer ahora?...
Susan salía del restaurante chino con su hermana y
el marido de esta. Se dirigía a su casa para sentarse ante la chimenea con un
buen libro y relajarse por completo, antes de tener que volver a la ajetreada
vida de la revista. No tenía muchas ganas de ir con ellos a una discoteca y
pasarse la noche bailando…
Se detuvieron
delante del coche de su cuñado para despedirse. Todo fue muy rápido ya que
hacía mucho frío y estaba lloviznando. Envidiaba a su hermana tres años mayor
que ella, felizmente casada desde cuatro años con un magnífico hombre. ¿Por qué
no tenía esa misma suerte?
Empezó a dirigirse a su coche que lo tenía aparcado
dos calles más arriba con paso ligero, no quería mojarse mucho y coger un
resfriado. De seguro que Thom la mataba si se ponía enferma. Cruzó la calle y
cuando pasaba por delante de un pequeño café bar, le pareció ver sentada en una
de las mesas que tocaban al cristal a Helen, la hermana de Thom. Aquello era
imposible, ella estaba en Texas en donde también estaba él... Pero algo le hizo
retroceder sus pasos y acercarse nuevamente al bar. Sorprendida comprobó que
tenía razón, aquella mujer era Helen. Lo que no llegaba a comprender era que es
lo que estaba haciendo en Londres, en una fecha como aquella.
Se acercó sin hacer ruido y observando a la joven.
Ésta estaba con la mirada fija en un punto, sin prestar atención al café
humeante que tenía delante. Susan vio tristeza en sus ojos, y soltando un
profundo suspiro supo que la culpa de que aquella joven estuviera así y tan
lejos de su casa, era por culpa de su egocéntrico jefe Thom. ¿Qué es lo que
habría hecho aquel hombre?
-Hola, ¿puedo sentarme? -preguntó casi en un
susurró, haciendo que Helen levantara la mirada y se sorprendiera de que ella
estuviera allí.
-¡Susan! -exclamó con voz ronca y sonriendo
tímidamente-, claro siéntate...
-¿Te
encuentras bien? -preguntó al escuchar aquel tono tan ronco.
-Sí, solo me duele un poco la cabeza. ¿Pero qué
haces tu por aquí? respondió despreocupada ante la pregunta de la mujer.
-Acabo de cenar con mi hermana y cuñado, en el chino
que hay más abajo...- respondió todavía preocupada-. ¿Seguro que estas bien?
-Sí, estate tranquila...
-Tienes la cara muy colorada y tu voz es muy ronca
-dijo después de haberla observado detenidamente-. Además, tu cabello... Es como
si te lo hubieras lavado y no lo hubieras secado adecuadamente, se ve como
muy... -No pudo más, se inclinó hacía ella y le posó su fría mano en la
frente comprobando que la mujer estaba ardiendo-. ¡Dios, tu estas enferma! Has
estado deambulando por las calles con este mal tiempo... Eres estúpida...
-¡Eh! -se defendió Helen apartándole la mano de un
gesto firme-. No te preocupes estoy bien, es solo un pequeño resfriado.
-¡Ha! -protestó con
cierto desdén-.Intenta otra cosa bonita, pero a mi no me engañas... Algo te ha
ocurrido y de seguro que tu
querido hermano tiene la culpa de todo. Si no, dime porque demonios estas aquí
en vez de en tu casa
con tu familia.
Helen bajó la
mirada a la taza de café y cogiendo profundamente aire para no llorar, empezó a
contarle todo a la mujer.
-Entiendo, tu
hermano es un hombre estúpido -dijo enfadada, mientras se levantaba de la
mesa-. A saberse en donde se encuentra este... Mira lo mejor es que te vengas a
mi casa, allí te prepararé una buena sopa de pollo y te acuestas...
-OH, no... -empezó a protestar la chica.
-No quiero ninguna queja —la riñó-. No ves que no puedes quedarte
sola.
-Pero si es solo un simple resfriado.
-Eso lo dirá el
doctor -confirmó mientras ayudaba a que se pusiera el abrigo-. Pero creo que vas
a pasarte las siguientes dos semanas en la cama, por culpa de tu tonto paseo.
-No puedo, tengo que encontrar
a Thom -protestó con voz débil y temblorosa.
-Lo que tienes que
hacer ahora es preocuparte por ti, no puedes buscarle en este estado. Entiéndelo,
cuando te recuperes
podrás seguir buscándole y te prometo que yo te ayudaré.
-De acuerdo
-aceptó con voz cansina, mientras salían del café bar y se dirigían al coche de
Susan.
Susan se encontraba
en el dormitorio de invitados vigilando a Helen. La pobre chica había pasado
una noche muy mala con
mucha fiebre y lo que todavía le quedaba, según le había informado el doctor.
Al parecer tuvo que pasar otro resfriado no hacía mucho y sin curarse bien de
él, así que este otro le estaba dando bastante en cara.
Estaba un poco
cansada, se había pasado toda la noche a su lado poniéndole paños húmedos para
ayudar a bajarle la fiebre, con la ayuda también de los antibióticos. Y llevaba
toda la mañana intentando localizar a Thom al número de su móvil, pero no obtenía
ninguna respuesta. Y tampoco sabía el número de la casa de su padre en Texas, así que no sabía qué
hacer... Al día siguiente todo el mundo volvía al trabajo y de seguro que Thom también.
Así que este tenía que encontrarse en la ciudad, lo que no entendía era porque
no respondía a sus llamadas.
El ruido de un
pitido insistente que se le metía en la cabeza como si le estuvieran dando con
un palo, hizo que
se despertase con un gruñido de dolor. ¡Dios! Era la última vez que tomaría
tanto whisky. Si no recordaba mal, la última vez que se hubo
emborrachado fue en una fiesta de la universidad, y había olvidado lo mal que
se pasaba al día siguiente.
Con ojos nublados por el sueño miró a su alrededor comprobando que se hallaba
en la oficina, entonces empezó a recordar el motivo del por qué se hallaba allí, y el
siguiente gruñido que profirió fue de desconsolación por su asquerosa vida.
Se refregó los
ojos con gran fuerza para ver si despertaba de aquella pesadilla. Pero no,
después de volver abrirlos vio que seguía en su oficina de Londres. Aquello no
podía estar sucediéndole, se auto compadeció a sí mismo. Fue entonces cuando vio
que la luz de su teléfono móvil parpadeaba, por lo visto alguien había
intentado comunicarse con él.
A lo mejor había sido Helen, pensó con desesperación mientras alargaba el brazo
y comprobaba el número. No, no había sido Helen si no Susan. ¿Qué es lo que
querría? Conociendo bien aquella mujer, sabía que no se tomaría la molestia de
llamarlo en un día de fiesta si no era por algo importante, así que marcó su
número y se acercó el aparato
al oído con gran tristeza.
-¿Sí? -se escuchó
la voz de la mujer al otro lado de la línea.
-Soy yo, Thom -confirmó simulando un
tono firme, ya que no quería delatarse ante su compañera y preocuparla.
-¡Thom! —Exclamó
sorprendida la mujer-. ¿En dónde demonios te habías metido? -preguntó en tono enfadado.
-Es una larga
historia, ya te la contaré en otro momento pero ahora dime para que me has
llamado. ¿Ocurre algo?
-Sí. Helen se
encuentra en mi casa, metida en la cama con mucha fiebre...
En cuanto Thom escuchó aquellas palabras, su cuerpo
reaccionó más rápido que su mente. Colgó la llamada y salió corriendo al
ascensor, para bajar al parking, coger su coche y correr a casa de Susan. Media
hora después, detenía el coche enfrente de su casa. Allí fue cuando se detuvo
un momento a pensar. ¿Qué hacia Helen en Londres? Estaba claro, había ido allí
en busca de una respuesta ante su marcha inesperada. Él estaba preparado para
informarle del motivo, pero estaría ella preparada para recibir la respuesta...
De eso es de lo que tenía miedo. No quería causarle todavía más daño del que ya
había hecho.
Cogiendo aire en sus pulmones, bajó del coche y se
acercó a la casa llamando al timbre. Unos segundos después Susan le abría la
puerta, con cara de pocos amigos. Le pidió el abrigo y luego lo condujo al
salón. Por lo que pudo comprobar. Susan sabía algo de lo ocurrido en su casa y
antes de conducirlo a Helen, quería reprenderle.
-¿Y bien? -inquirió con los brazos en jarra-. ¿Qué
demonios le has hecho esta vez? Es que no tienes corazón...
-Susan... —intentó defenderse.
-Y no me digas ninguna tontería, quiero la verdad.
Si no, no dejaré que subas a verla -lo amenazó con enfado.
Thom la miró un momento en silencio y después de
pasarse las manos por el cabello, en gesto nervioso empezó hablar.
-En la fiesta, iba a pedirle disculpas por todo lo
que ha ocurrido en estos años y confesarle mis sentimientos... -se calló unos
segundos, en los que se acercó a la chimenea encendida para observar las
flameantes llamas-. Así que cuando estábamos bailando, empecé a pedirle
disculpas por mi comportamiento y cuando ella me pidió el motivo, no pude
decírselo... Me di cuenta que si le confesaba mis sentimientos, podía hacerle
daño a ella y a mi padre —se dio la vuelta y miró con pesar a la mujer-. Date
cuenta Susan, de seguro que si le digo que estoy enamorado de ella se asustaría
y se alejaría de mí. Además, escuché como mi padre hablaba con Jack, por lo
visto él se dio cuenta de todo y escuché como le decía que no lo permitiría por
nada del mundo, así que no me quedaba más remedio que alejarme de sus vidas.
Durante unos minutos, Thom se quedó callado mientras
Susan se acercaba a él y le pasaba un brazo por los hombros.
-Y ahora me entero de que se encuentra aquí, y
encima enferma en la cama... -bramó en un suspiró-. ¿Qué puedo hacer? Tengo
miedo de que si la veo, se lo voy confesar todo y es entonces cuando veré como
ella...
-Schh, tranquilo -susurró Susan-. Quién sabe, a lo mejor
estas dentro de un error...
-Qué -dijo el hombre después de soltar una falsa
carcajada-. De verdad crees, que mi problema se puede solucionar en un cerrar y
abrir de ojos. Entonces es que tu estas más majareta que yo, por haberme
enamorado de mi hermanastra.
-Thom, yo no puedo explicarte nada -le confirmó con
seriedad-. Pero creo que es mejor que en cuanto tu hermana se recupere, hables
con ella. Cuéntale todo...
-Eso ya lo veremos, en cuanto llegue el momento
-dijo aludiendo la sugerencia de la mujer-. Pero qué te parece si me conduces
al dormitorio, me gustaría verla y quedarme un rato con ella.
-Está bien -acabó por aceptar-. Esta noche la ha
pasado muy mal, ahora la fiebre a remitido bastante. Solo hay que esperar que
la noche la pase tranquila y no como la de ayer.
-Gracias -señaló el hombre cuando iban subiendo las
escaleras.
-No tienes por qué dármelas -le indicó-. Solo espero,
que no le causes más dolor a la chica volviéndote a marchar sin decirle nada.
Pero Thom se calló ante aquellas palabras, porque
sabía que no podía prometer nada en aquel momento. Todo se vería sobre la
marcha.
En la penumbra de la habitación, Thom se acercó a la
cama y halló a la preciosa mujer de su vida dormida. Estaba muy pálida, pero
aún así resaltaba su belleza. Dios, cuanto la amaba. Con timidez se acercó a la
silla que había en un lado, se sentó y entonces se atrevió a acogerle la mano
con gran delicadeza. No quería despertarla con algún gesto brusco. Luego se
quedó observándola detenidamente, sin decir ni una sola palabra. Sin enterarse
siquiera de que Susan abandonaba la habitación, para dejarle cierta intimidad.
Una hora después. Susan entraba en el dormitorio
llevando consigo una bandeja. Desde el sillón le vino el delicioso olor a
comida. La verdad es que tenía hambre. Y el cuerpo le empezaba a doler un poco,
después de haberse quedado casi una hora sentado en aquel sillón observando
detenidamente a Helen. En todo ese rato, había tenido mucho que pensar. Y
después de todo, había llegado a la conclusión de confesarle todo en cuanto
esta se recuperara de aquel resfriado.
-Hora de comer -anunció Susan en un susurro, para no
despertar a la joven que todavía yacía en el lecho durmiendo.
-Muchas gracias, Susan -susurró agradecido-. Siento
mucho que te estemos molestando de esta manera, y eh pensado que lo mejor sería
llevarme a Helen a mi casa en cuanto esta se recupere un poco...
-OH, no me seas tonto -le riñó con enfado-. Sabes
perfectamente que no molestáis para nada...
-Gracias -sonrió-. Pero aún así, creo que es lo
mejor dado la situación.
-¿Seguro? ¿Y si ella no quiere marcharse contigo?
-indicó con duda.
-Ya lo veremos en cuanto llegue el momento -aseguró
con firmeza.
-Veo que sigues siendo el mismo mandón de siempre
-achacó con sonrisa divertida la mujer.
Thom sonrió ante aquella indicación de su amiga,
para luego coger la bandeja y comer un poco. Había tomado una buena decisión,
en cuanto ella se recuperara un poco se la llevaría a su casa. La iba a tener a
su lado y cuidarla con cariño. En ningún momento llamaría a su padre para
informarle de lo ocurrido, era un resfriado lo que tenía su hermana. Nada grave
para llamar a su padre y que la apartara de su lado, en cuanto este se enterara
de que se encontraba en Londres.
6.-
El susurro de
personas hablando en su alrededor, fue lo que la
despertó.
Pero por más que intentaba abrir los párpados, no lo conseguía.
Es como si tuviera unas diminutas pesas en ellos, que le impidiera abrir los
ojos. Se estaba poniendo un poco nerviosa. Se sentía rara, todas las partes de
su cuerpo le pesaban demasiado para poder hacer algún movimiento por sí misma.
No lo entendía.
Al fin, después de tanto esfuerzo consiguió abrir levemente sus
ojos, pero se encontró totalmente desorientada... Aquella habitación no era ni
la de su casa, ni la del hotel que había pagado en Londres.
¿En dónde se encontraba? Levantó un poco la
cabeza y pudo ver el cuerpo de una mujer enfrente de ella,
pero estaba de espaldas...
Soltó un suspiro, aquello no tenía pinta de ser un
hospital. Iba a llamar la atención de aquella señora, y fue cuando se
dio cuenta de que la garganta le dolía mucho. Era como si tuviera unas agujas
atravesadas en ella, aparte de tener mucha sed.
Por fin, alguien vio los problemas que tenía y se le acercó.
Era Susan, la secretaria
personal de Thom. ¿Pero no lograba comprender?... ¡OH, vaya! Ahora lo recordaba todo.
Se encontraba en Londres, en la casa de Susan. Ella insistió en llevarla allí, porque no la
veía nada bien cuando se la encontró en aquel bar.
Y tenía razón, después de
que llegaran allí, ya no recordaba nada más.
Solo sabía que estaba en aquella ciudad tan grande por Thom. Quería encontrarlo
y allí, era el único sitio que sabía que él frecuentaba.
Volvió abrir los
ojos y se encontró a Susan a su lado,
mirándola con sonrisa amable. Pero no estaba sola, se encontraba acompañada por
un hombre mayor, que llevaba colgado del cuello un estetoscopio. Suponía que sería el doctor. Solo esperaba no haberle causado
muchas molestias a la mujer.
-¿Hola preciosa -susurró con
dulzura-, como te encuentras?
-Como si un camión me hubiese
atropellado... -logró articular con la garganta seca.
-¿Quieres un poco de agua? -le
ofreció.
Helen asintió con la cabeza, para ver como Susan desaparecía enseguida del dormitorio, dejándola
sola con el doctor. Se
le veía un hombre amable...
-Bien señorita
-sonrió, mientras se acercaba más a ella-. Si me permite le haré un pequeño
chequeo, y así veremos
cómo se encuentra realmente, ¿Qué le parece?
-Bien -respondió
con voz débil.
Justo cuando el
doctor acababa de hacerle la revisión, la puerta del dormitorio se abrió dando
paso a Susan con un vaso de agua en sus
manos y acompañada por Thom. Se quedó de
piedra. Allí estaba él, vestido con unos téjanos y jersey
mirándola fijamente, con una cálida
sonrisa en su rostro. Era tan guapo...
Seguro que había
sido Susan, quien le había informado de
su presencia en la ciudad. Gracias a ella, no tendría que volverse loca
buscándolo. Pero un poco asustada sí que estaba. No sabía cuál iba a ser su
reacción a su confesión,
seguro que se reía a carcajadas y la llamaba niña...
No era eso, lo que ya pensaba él que era ella. Pensó con ironía.
Susan se acercó a ella con una gran
sonrisa y llevándole el vaso de agua.
-Mira a quien te
traigo de visita -le guiñó el ojo con gran picardía, sin que el hombre pudiera
ver aquel gesto-. Aquí tienes
para que te refresques la garganta. Bueno os dejo un momento a solas mientras
acompaño al doctor a la
puerta, pero antes que me diga como estas y que medicamento debo administrarte.
-Bueno, ha cogido
un buen resfriado -comenzó a decir el hombre mayor, mirando a Helen-. Pero como veo que lo peor lo ha pasado
esta noche, no hay nada de qué preocuparse. Que guarde un poco de cama durante
esta semana, que no
salga a la calle y que se tome esas pastillas después de cada
comida. Si sigue esos pasos, en una semana ya tendrá todas sus fuerzas
recuperadas y volverá a ser la misma persona de siempre.
-Muy bien, me
encargaré de que cumpla sus ordenes -dijo entonces Thom,
consiguiendo que Helen levantara la vista a él, con
ojos tímidos.
-Perfecto, en ese
caso señorita —se dirigió a Susan-. Me encantaría
que me acompañara a la salida.
-Por su puesto, Jorge -aceptó encantada Susan, saliendo de allí y dejándolos
completamente solos mirándose fijamente el
uno al otro.
El aire que había
allí estaba cargado de electricidad, pensó Helen
con los hombros encogidos esperando la bronca del hombre.
-¿Cómo te
encuentras, pequeña? -preguntó con delicadeza y acercándose hasta ella.
Se quedó un poco
sorprendida cuando escuchó las palabras con las que Thom se
dirigió a ella. Así era como la llamaba antiguamente, cuando las cosas entre
ellos iban bien. Las lágrimas afloraron a sus cansados ojos, pero parpadeó para
que el hombre no lo notara. Si no pensaría que además de cría era tonta...
-Bien respondió apenas en un
susurro.
-¿Porqué?
-preguntó sin más, con decisión en la voz.
Helen sabía perfectamente a que se refería. Ella ya no
pintaba nada en aquella ciudad. Ya terminó su trabajo. Y no creía que la
hubiesen mandado a otro, en unas fechas tan señaladas. Y sabiendo aún más él
con gran certeza, que
aquellos días eran sagrados para estar con su padre en el rancho. ¿Qué le
estaría pasando por su cabeza? ¿Qué había ido allí
para conseguir una respuesta a lo que había ocurrido en el baile? Sí, pero lo que él no sabía es que había mucho más... ¿Y bien
qué iba hacer? Se lo soltaba allí y sin más,
o esperaba un poco. Mejor esperaba un poco, decidió en el último
momento al notar como su corazón estaba a punto de salirse de su pecho, por
culpa de los nervios.
-Yo... -levantó la vista de la sabana, para fijarla en la dura mirada del hombre.
-Si has venido
para sacarme una respuesta a mi repentina huida de la noche del baile -no la
dejó responder-, que
sepas que te las daré en su debido momento. Pero que sepas que estoy muy
enfadado, por tu tonto viaje... ¿Y si Susan
no hubiera pasado por allí?
-Por favor -se molestó ella. Ya volvía a tratarla como una
cría-. No me hubiera ocurrido nada. Tenía una habitación en un hotel y
habría pedido un taxi.
-Pero en el hotel
nadie sabría de tu estado -la miró con mirada furibunda, pasándose una mano por
el cabello en gesto
nervioso.
Aquello era bueno,
pensó Helen. Al menos sabía que él seguía
preocupándose por ella, como había ocurrido siempre en vez de ignorarla de la misma
forma que lo había hecho en esos siete años.
Tenía que
admitirlo, Thom tenía razón. Si hubiese estado
en el hotel, puede que no hubiese sido capaz de coger y levantar el auricular,
para informarles de su estado y que acudiera el doctor... Sintió un poco de remordimientos.
-Perdona, mi
comportamiento ha sido...
-Es igual, ahora ya
no sirve que te disculpes -¿Porqué tenía que ser tan duro con ella?-. Lo hecho,
hecho está. Solo quiero
que sepas, que más tarde te trasladaré a mi casa. Allí podrás descansar y así
acabar de recuperarte... Y no me repliques, no estás en condiciones de ello -la volvió a reñir,
en cuanto vio que ella iba abrir la boca ante su sugerencia-. Susan tiene cosas que hacer y no es normal que estés aquí
en su casa, cuando puedes estar tranquilamente en la mía.
¡Perfecto!. Thom acababa de decirle sin ningún preámbulo, que ella era un estorbo
allí. Estaba claro, que las cosas no iban a ser tan fáciles como había pensado desde un
principio.
Era precioso.
Acababa de llegar a la casa de Thom, en donde iba a
estar hasta que se encontrara bien. Nunca había visto en dónde vivía él, solo
su padre cuando una vez viajó allí y se hospedó en su casa. Y como no. Thom tenía que vivir en un lujoso ático... Jamás había visto un ático que
tuviera un jardín tan grande como aquel, lo más normal era una pequeña terraza,
pero no una tan inmensa como aquella. Y lo que era la casa, estaba decorada con
muy buen gusto. Los
muebles no eran tan modernos como lo era su despacho, sino más bien todo era
rústico estilo a los
ranchos de Texas. Estaba impresionada... El blanco de las paredes y cortinas,
contrastaba perfectamente con el color cerezo de los muebles dándole un toque de más
luminosidad al piso. Y todo estaba inmaculado,
seguro que tenía contratada a
una mujer de la limpieza, para mantener todo tan pulcro.
El carraspeo que
hizo Thom con educación, fue lo que la devolvió a la realidad recordándole que no estaba sola. Por un
momento se había olvidado de que iba a estar completamente sola en el terreno
de él. Solo rezaba por que Thom volviera a ser el
mismo de siempre con ella, y no el despiadado hombre que había sido
últimamente.
-Tu casa es
preciosa -le sonrió con gran admiración en los ojos-, me recuerda mucho a
Texas...
-Sí bueno -se sintió un poco incómodo al tenerla
allí con él-, sabes perfectamente que nunca me ha gustado mucho lo moderno.
-Pues quién lo
diría viendo tu despacho.
-No fui yo quien
lo decoró, si no la empresa decoradora que trabaja para nosotros -explicó-.
Bueno, dejémonos de
tonterías y deja que te acompañe al dormitorio de invitados, allí es donde vas
a dormir...
Con las maletas
que habían ido a recoger al hotel antes de dirigirse allí, Thom la condujo por un pasillo largo lleno de cuadros de paisajes. Se quedó
clavada, con la mirada fija en aquellas bellas pinturas... Eran de su madre. Sus ojos se
empañaron de lágrimas, la echaba mucho de menos.
Thom se giró notando que Helen se había
detenido, y se sorprendió un poco al verla
allí quieta con
la mirada perdida y
llena de lágrimas, por culpa de aquellos cuadros. ¡Pero que idiota! No se acordó que aquello puede que afectase un
poco a la mujer...
Dejó las dos maletas en el
suelo y se acercó a ella pasándole un brazo por encima de los hombros.
-¿Te encuentras bien?
-preguntó con calidez.
-Sí, es solo que me
no me esperaba encontrarme con esto...-levantó su débil brazo, para rozar con extremada
delicadeza el cuadro con sus largos y finos dedos-. ¿Desde cuándo que los
tienes?
-Pues desde que
empecé a ganar el suficiente dinero por mi cuenta, y pude localizar a los
dueños y hacerles una
generosa oferta...
-Pero eso es mucho dinero y son
más de treinta cuadros -Lo miró con
expresión de asombro. Thom demostró una
pequeña sonrisa ante la sorpresa de la joven.
-Lo sé, pero yo
solo poseo once de esos cuarenta y seis cuadros... -dijo soltando un profundo
suspiro, ante el
recuerdo de su madre pintándolos con tanta dedicación y amor-. Los restantes fueron imposibles de conseguir. Los actuales dueños no
querían desprenderse de ellos...
-¿Papá lo sabe?
-preguntó con curiosidad.
-Sí -le contestó con ternura, mientras pasaba una mano por la suavidad de su
cabello-. Yo le regalé el que tiene en su despacho, sé que era el favorito de
mamá...
-El que se encontraba en el
museo de España -afirmó Helen. -El mismo...
-¿No entiendo el por qué lo dio al museo, siendo el favorito de ella?
-giró su rostro hacia él y sonrojándose de pronto, al reparar en lo
cerca que habían quedado sus ojos y labios de los de él. No sabía qué hacer,
estaba un poco nerviosa
porque de seguro que Thom había advertido
su sonrojo... Ahora sí que ya empezaría adivinar todo.
-Porque era muy
amiga del dueño del museo y le prometió que se lo regalaría cuando en una
visita a casa, este lo descubrió... -dijo
él un poco ausente sin poder dejar de mirar los suaves labios de la mujer.
Se quedó prendado.
A pesar de las ojeras que tenía por el resfriado, estaba preciosa. Y le
encantaba cuando se
sonrojaba, le deba una expresión tan encantadora a su rostro... Y desde una
postura tan cerca, podía ver la suave línea de sus labios, que
seguro que sabían a dulzura... Eso es lo que era ella, toda dulzura. Y aunque
sabía que se arrepentiría
para siempre, él quería probarla aunque solo fuera por una sola vez y guardarse
aquel manjar hasta el fin de sus días.
Con gran delicadeza
abarcó el rostro de la joven con sus grandes manos, para acercar sus labios a
los de ella. No sin observar detenidamente la sorpresa reflejada en los ojos de
ella...
¡Qué!... No, no
podía ser. Por favor que alguien la despertara de aquel agradable sueño. No se
creía que Thom fuese a besarla. En aquellos
pocos segundos que transcurrieron antes de que Thom
pusiera en contacto sus labios con los de ella, no apartó para nada la mirada de la de él. En
donde vio reflejado un gran deseo... No quería olvidar por nada del mundo
aquello, quería recordar hasta el más mínimo detalle.
Lo sabía, pensó
completamente relajado Thom en cuanto sus
labios rozaron los de ella. Aquello era el manjar de los manjares... Cuantos
años había estado pensando en aquel momento, y por fin había llegado. Y por
nada del mundo lo iba a
estropear... Así que con gran sed de los labios de la muchacha, bajó sus manos
hasta abarcar la cintura
de esta y apretar su cuerpo al de él para profundizar con más pasión.
Una gran explosión
de felicidad estalló en el corazón de Helen,
cuando Thom la estrechó entre sus fuertes
brazos y la besó con gran pasión. Jamás había pensado que
aquel día llegaría. Y nada en la vida la había preparado para sentir aquel
fuerte remolino de sensaciones en la boca del estómago. De acuerdo que habían
habido chicos que la
habían besado, pero lo único que había sentido fue repulsión al notar sus
labios fríos contra los de ella. Pero los de Thom
eran suaves y cálidos, además de hambrientos... Sonrió para sí. A cada segundo
que pasaba sentía como
sus piernas se iban debilitando... Dios, no quería despertar nunca de aquella
magnífica sensación. Con un poco de timidez, levantó sus brazos hasta posarlos
alrededor del cuello del hombre. Consiguiendo con aquel gesto que este emitiera un
gruñido y empezara a deslizar sus manos con deliciosas caricias por su esbelta
espalda.
No sabía cuánto
rato llevaban besándose como dos desesperados. Pero lo que sí sabía, es que no
quería parar. Estaba en una nube de felicidad... Thom
empezó a empujarla suavemente hacia uno de los dormitorios sin dejar de besarla.
No pensaba detenerlo, porque llevaba soñando con aquel momento casi toda su
vida.
Sus caricias le
estaban volviendo loca. Tenía unas ganas inmensas de sentir su piel contra la
suya, así que empezó
a tirar del borde del jersey para arriba hasta conseguir que el hombre separase
por unas milésimas de segundo sus labios, así poder sacarle el jersey por la cabeza. Pero se llevó
una desilusión, ya que debajo de aquel llevaba una camiseta interior
blanca impidiéndole sentir el calor de su pecho. Iba a seguir el mismo proceso
con aquella prenda, pero Thom volvió a capturar sus labios
con gran ansia mientras seguía empujándola hacia atrás. Momentos después, sus
piernas toparon con algo y enseguida supo que se encontraba en el dormitorio de
él. Thom lanzó un leve gemido para después darle
un último suave empujón para que cayera encima del cómodo lecho.
Su pasión aumentó.
Sabía que iban hacer el amor, pero no tenía miedo. Sabía perfectamente que Thom no le haría daño, que él era un gran amante y que haría que su primera
vez fuese maravillosa. Sus labios seguían devorando los suyos, mientras que sus
expertas manos se deslizaban por su cuerpo desabrochándole la camisa de algodón que le
había prestado Susan. Una vez que todos los botones
fueron soltados y sus senos quedaron expuestos, porque no le gustaba mucho
llevar sujetador y Susan hacia una talla
más pequeña que ella, así que no pudo dejarle unos, fueron acariciados por
sus manos produciéndole unas sensaciones que jamás había pensado que su cuerpo pudiera
experimentar.
Apenas podía
respirar con tantas emociones que estaba viviendo... Necesitaba sentir el calor
de su piel, así que
volvió a tirar de la prenda hacia arriba y por fin el magnífico pecho masculino
quedó al aire libre. Quería admirarlo durante un momento, pero Thom
no la dejó por que bajó su rostro hacia sus senos para besárselos de una forma que hizo que
lanzara un gran gemido... ¡Dios había sido ella quien había lanzado aquella
exclamación! Lo único
que sabía es que aquel hombre la estaba volviendo loca...
Fue entonces cuando
el sonido de un teléfono móvil empezó a sonar. Aquello fue lo que hizo volver a
la realidad a Thom y que saltara con gran rapidez de la cama, para alcanzar el aparato
que se encontraba en el bolsillo del jersey que estaba en el suelo. Mientras la
miraba enfadado...
-Sí -respondió con voz entre
cortada.
-Thom,
soy Jack...
-Dime respondió con
el corazón en un puño, mientras seguía con la mirada fija en la mujer que tenía
en su cama.
-Solo quería
avisarte que Helen no está aquí, que salió
diciendo que tenía que solucionar algo contigo... Y bueno tu padre se encuentra un
poco preocupado...
-No te preocupes
ella se encuentra aquí conmigo, está bien... —No apartaba la mirada de la mujer
que lo miraba con gran
timidez, mientras se cubría su desnudez-. Dile a mi padre que seguramente
mañana ya sale hacia allí... -le respondió con enfado, viendo como Helen se incorporaba en el lecho y lo miraba confundida.
-Thom tengo que comentarte una cosa muy importante sobre tu padre...
-No hace falta, ya
sé todo lo que tengo que saber sobre mi padre... -lo cortó rápidamente Thom, para seguidamente
colgarle.
¡Mierda!. Cómo
había sido tan estúpido... Se regañó así mismo. Pero no podía hacer nada, amaba
aquella mujer... Pero tenía que respetar las decisiones de su padre. Así
levantó la mirada para encontrarse con la agradable belleza de Helen. Esta lo miraba con el ceño fruncido.
-¿Cómo que mañana
estaré en Texas? -inquirió un poco indignada.
-Helen... -dijo su nombre en un suspiro y mirándola con
tristeza-. Lo siento mucho, te pido disculpas... No tendría que haber ocurrido
nada de esto.
-¡Qué! -exclamó con
sorpresa.
-Es que no lo entiendes mujer
—dijo levantando un poco la voz-, esto que estaba ocurriendo entre nosotros es
imposible.
-¿Porqué? -inquirió
levantándose de la cama y cruzándose de brazos.
-¡Maldita sea Helen, somos hermanos! -dijo fuera de control y con los
ojos inundados de angustia.
-Hermanastros... -lo corrigió
la mujer.
-Es igual. Nuestro padre no lo
vería bien... A decir verdad, él no lo ve bien según pude
escuchar detrás de la puerta —soltó con ironía.
-¿Qué estás
diciendo?
-Que será mejor que te marches,
y cuanto antes mejor... -aquellas últimas palabras las pronunció con un nudo en la voz. Él
no quería que se fuera de su lado, pero las cosas tenían que ser así.
-Thom... -dijo en un hilo de voz.
-Helen
por favor, no me hagas las cosas difíciles... -declaró con voz neutra, mientras
se ponía el jersey nuevamente.
-Thom yo te quiero... -logró confesar con timidez.
-No, tú no me quieres
-dijo con frialdad-. Lo que ocurre es que estas confundiendo el deseo con el
amor, eso es todo...
-¡No!... -gritó enfadada la
chica entre un mar de lágrimas.
-Hazme caso, yo... -intentó
hablarle.
-Vete a la mierda. Thom -le contestó en un gruñido-. Tú que sabrás de mis
sentimientos...
-Helen...
Tienes que olvidarte de esto...
¡No!. Gritó para
sí la chica. Por fin que había conseguido lo que siempre había deseado, lo
estaba perdiendo por
culpa de la testarudez de un hombre mayor. Pero era un hombre mayor al que
respetaba y al que le debía muchas cosas... Ahora lo comprendía todo. El por qué del
comportamiento de su hermano durante todo aquel tiempo, y de sus palabras en el
baile... La amaba y estaba segura de ello. Pero él no quería hacerles daño a su padre y a ella. ¿Por qué la vida era tan
cruel?...
-Helen -susurró con ternura y preocupación.
-¡Déjame en paz!
-exclamó empujándolo y saliendo de allí apresurada, cogiendo las llaves del
coche que vio en la entrada sin pensárselo dos veces.
-¡Helen! —la llamó Thom
hiendo tras ella, pero demasiado tarde las puertas del ascensor se cerraron en sus narices.
Entonces el teléfono móvil
volvió a sonar.
-Si -contestó con rudeza,
mientras bajaba por las escaleras para detener a la chica.
-Thom,
soy yo otra vez...
-Mira ahora....
-No me cuelgues por favor, es
muy importante...
-No, lo mío es importante -lo
interrumpió-. Tengo que detener a Helen, hemos discutido y
se ha marchado con
las llaves de mi coche...
-Thom tu padre y yo sabemos lo que sientes....-soltó en un profundo
suspiro.
-Lo sé, os escuché la noche del baile... -dijo con
voz entre cortada al estar bajando por las escaleras a toda velocidad.
-Sí, pero lo que no sabes es que no escuchaste del
todo lo que tu padre dijo.... -aquello hizo que Thom se detuviera y se apoyara
por un momento para coger aire contra la Iría pared, mientras escuchaba a su
amigo-. Thom estas confundido, a tu padre le alegraría que tu y Helen
estuvieras juntos de verdad. Sabe perfectamente que los dos estáis
enamorados... No lo entiendes, me dijo que muchas veces él y Margot soñaban con
esa idea pero claro está aquello era muy difícil de que pudiera ocurrir, pero
lo vio todo claro la noche del baile.
-Qué demonios me estas contando.... —No se lo podía
creer. Deberás se había marchado antes de que su padre acabara de hablar.
Entonces aquello significaba que podía estar para siempre con Helen, pensó
mientras una gran sonrisa aparecía en su rostro.
-Lo que oyes -se oyó una risa-. Será mejor que
atrapes a Helen antes de que se te escape con el coche...
-¡Mierda! -exclamó de pronto Thom acordándose de
ello-. Lo siento tengo que colgarte -dijo entre risas y emprendiendo
rápidamente escaleras abajo.
¡Por fin!. Llegó al garaje, pero tuvo mala suerte porque
justo en aquel momento Helen salía a toda velocidad de allí en su coche...
-¡Helen, espera! -gritó alzando los brazos en el
aire para que lo viera, pero fue inútil.
Pero la cosa no iba acabar allí, pensó con una gran
sonrisa. Entró corriendo en el garaje para acercarse a una parte oscura en
donde había algo tapado con una gran tela. Tiró de ella, para descubrir una
moto de carreras...
Helen apretaba el acelerador, para ir devorando con
más rapidez los kilómetros y así alejarse de allí lo más rápido posible. Suerte
que Thom vivía casi en las afueras de la ciudad y llegó pronto a la carretera,
además al ser de noche no había apenas tráfico. Estaba con el corazón
destrozado... Cuando por fin después de toda una vida conseguía descubrir que
su amor era correspondido, tenía que abandonarlo si no quería destrozar el
corazón de otra persona... Una ráfaga de luces hizo que interrumpiera sus
pensamientos y se fijara en el retrovisor. Detrás de ella iba una moto a toda
velocidad. Sería algún machista que no soportaba que una mujer fuera a más
velocidad que él. La moto volvió hacerle luces, consiguiendo ponerla un poco
nerviosa. Sería mejor que aflojara un poco y así el hombre la adelantara
dejándola tranquila. Al ir aflojando un poco la velocidad, observó como la moto
se disponía adelantarla pero se sorprendió al ver que se ponía a su altura. Con
un poco de miedo observó al loco motorista, para ver como este se levantaba la
visera... ¡Thom! Pero cómo diantre... ¿Desde cuándo tenía Thom una moto? Vio
como este le hacía señas para que se detuviera, pero estaba tan enfadada que no
le hizo caso y lo ignoró por completo apretando nuevamente el acelerador a
fondo.
Thom soltó una maldición al ver como Helen volvía a
poner aquella velocidad tan peligrosa. Sabía que conducía perfectamente ya que
él mismo le había enseñado, pero la carretera era peligrosa... Se bajó la
visera y apretó el acelerador de la moto al máximo para adelantarla en un abrir
y cerrar de ojos.
Helen observó como Thom la adelantaba con la moto,
para detenerse en medio de la carretera bastante mucho más adelante. Su primera
reacción fue de soltar el acelerador y disminuir bastante la velocidad como
para apretador poco a poco el freno. Pero el coche iba comiendo la carretera y
se iba acercando cada vez más a Thom, que se había bajado de la moto. Al final,
paró casi a un metro de él y soltó un profundo suspiro al no haber ocurrido
nada... Pero enseguida le vino el enfado, acaso estaba loco es que quería que
lo hubiese matado. Bien molesta se apeó del vehículo.
-¡Tú! -lo señaló con rabia, mientras se paraba
delante de él-. Es que estás loco...
-Sí -sonrió el hombre-, loco de amor... -Y acto
seguido tiró de ella para besarla con enorme pasión.
Helen no supo reaccionar ante la sorpresa, solo se
limitó a lanzar un pequeño gemido de protesta que pronto fue acallado por la
pasión del hombre, consiguiendo que lo rodease con sus brazos. Después de un
rato. Thom separó su boca de la ella y la miró muy sonriente....
-Que sea la última vez que conduces de esta manera,
me has oído.... -la riñó.
-¿Esto es todo lo que me tenías que decir?
-No, resulta que tengo el permiso de nuestro padre
para convertirte en una mujer honrada... -vio como la mujer abría la boca por
la sorpresa.
-¿En serio? -dijo incrédula.
-Totalmente —dijo estrechándola más fuerte entre sus
brazos-. ¿Y bien qué me dices, aceptas la oferta?
Helen se puso a llorar de felicidad. No podía
creérselo, Thom acababa de pedirle que pasara el resto de su vida junto a él.
Estaba a punto de desmayarse de felicidad....
-Acepto —dijo llorando de felicidad.
-Gracias mi chiquitina -dijo emocionado Thom-.
Prometo recompensarte durante el resto de nuestras vida, lo mal que te lo hecho
pasar durante todos estos siete años.
-Te tomo la palabra -sonrió feliz-, serás mi esclavo
por las noches durante más de cincuenta años... ¿Qué te parece?
-Que sabes cómo volver loco a un viejo hombre como yo.... -dijo en
carcajadas, mientras volvía a besarla.
FIN
bella historia la que se ocultaba detrás de esta pareja
ResponderEliminarMe ha encantado. ¡¡Quiero mas!!!
ResponderEliminarGracias EJ
Muchas gracias Saya, pero es otra que aún se halla también sin corregir. De ésta serie, la única que voy subiendo corregida es la de Becaria Pueblerina.
ResponderEliminarEspero sigas leyendo la serie.
Thais thais...
ResponderEliminarCuando tu me des más de nathan. entonces hablaremos jejejejje
Jajaja como siempre, muy buena!!!
ResponderEliminarGracias por compartir!!!
Lu