lunes, 11 de junio de 2012

Inocencia Robada cp 5 y 6


Miró la hora, comprendiendo que ya no era momento de salir para acercarse al rancho vecino y hablar con ella. Eran las diez y media de la noche, y se encontraba moralmente destrozado. Había sido una tarde muy dura. Todo habían sido gritos, hasta que la pobre Francesca había caído rendida, después de que le dieran un valium. La pobre se hallaba durmiendo en una de las habitaciones y el pequeño Tim con ella, para que no se asustara si se despertaba en medio de la noche en un lugar desconocido.

Y por tenerlos a ellos dos allí, que no se acababa la botella de whisky que tenía delante de sí. Pero ahora, en aquel instante es lo que le iría bien. Emborracharse, para poder quitarse de la cabeza la voz de Janna cuando le pidió en un gemido que no abandonara a su amiga.


Ahora, su sufrimiento era aún más mayor. Pues la chica sabía que aquel matrimonio no era de verdad. Que no se hallaba enamorado de su amiga. Pero gracias a dios, Francesca no le había dicho nada a ella de los sentimientos que le carcomían desde hacía muchos años. Aún tendría que luchar más, al estar junto a ella en un lugar a solas. Porque ella sabría, que si se dejaba llevar por el deseo, no estaba engañando a su esposa. Solo tendría que procurar no quedarse con ella a solas.

Aunque su amiga no lo quisiera, sabía que no había más remedio. Era el único de por allí, que podía ayudarla. Logrando hacer dudar a Sandra de que no fuera todo una treta, al conocerse ellos dos desde jóvenes. Con otra persona, ella diría que aquello era un engaño. Y aún así, ya habrían problemas siendo él quien se casara, pero tenía dinero y fuerza para afrontar aquella arpía. A parte de conocer bien a Francesca. Y sí, era mejor estar sereno si al día siguiente llegaba su amigo Robin. 

Éste llegaba al rancho para poder redactar los papeles necesarios para el enlace, y porque estaba preocupado por él al enterarse de que se casaba con la amiga en común de sus infancias. Habían muchas cosas que arreglar, como la separación de vienes que había pedido ella, indicándole que sino, no habría tal enlace… Al menos, le daría ese punto de tranquilidad a ella. Con el ánimo por los suelos, puso el tapón a la botella de licor para levantarse y guardarla en el mini bar. Después, se acercó a la puerta para apagar la luz y dirigirse al salón a ver la televisión un rato. Necesitaba de algo, que lograra distraerle la mente por un rato hasta caer dormido.
                                                
                                                                     ***

-¿Dónde vas a estas horas? –Preguntó Adam, apareciendo junto a ella justo cuando se acercaba al recibidor de la casa-. Pensé que querías ver la televisión un rato conmigo antes de subir a dormir.

-Me apetece salir a dar una vuelta, si no te importa –Señaló con cierta duda por si le rogaba que se quedara-. Hace una noche muy agradable.

-Claro cielo –La miró por un momento fijamente a los ojos-. Pero si me necesitas para lo que sea, no dudes en venir a buscarme. Quiero que sepas, que siempre me tendrás ahí sea cuando sea.

-Gracias papá… -Parpadeó para evitar el vuelco de sus lágrimas-. Yo… Me voy… No creo que tarde mucho –Se acercó para depositar un ligero beso en su frente y salir de allí caminando bajo las estrellas.

Caminó por un rato, hasta llegar nuevamente a los establos. Recordando la noche anterior, sus labios rozar los suyos mientras su cuerpo era envuelto por el calor del hombre con una fresca fragancia. Por un momento, los dos habían estado en sintonía compartiendo una magia cálida. Fueron unos instantes en donde creyó que todo iba a ir bien. Como si estuviera verdaderamente en casa, dentro de aquel círculo masculino que eran sus brazos… Pero fue solo eso, solo un instante. Después, aquella sensación se vio destruida por no decir machacada a mil y un pedazos. No lo comprendía, y menos aún cuando anunció su enlace con Francesca. Hasta aquella tarde, cuando en el camino se topó con ella. Todo era un sacrificio… En donde ella no tenía ninguna cabida. Era imposible que se  hiciera ilusiones como le decía Thelma. Y tampoco lo veía bien. No tenía porque poner en peligro la felicidad del pequeño, porque tal vez  Paul se sintiera atraído por ella. Una cosa que había aprendido, era a no correr mucho. Y por una simple atracción que sintiera temporal hacia ella, no tenía que interponerse en la vida de Francesca.

¿Sería muy cobarde sacarse la carrera en otro lugar? Si se marchaba lejos de allí, podría evitar verlos a los dos. Pero no podía hacer aquello. Estaba su padre, a quien ya había tenido lejos durante mucho tiempo y precisamente, se habían peleado el otro día por ello. No le quedaba más remedio que quedarse y afrontar aquel dolor.
               
                                                         ***

Su amigo Robin llegó a las nueve de la mañana al rancho, con una maleta más grande de las que acostumbraba a llevar en sus cortos viajes. Se encontraba en el porche delantero, sentado en un escalón fumándose un cigarro tranquilamente mientras esperaba a que él aparcara el coche en su plaza. Venía de hablar con su capataz. Se acercó a él con una enorme sonrisa, para darle un fuerte abrazo en cuanto lo tuvo enfrente.

-¿Por qué no me llamaste al llegar al aeropuerto? –Le reprendió Paul-. Y sabes que puedes fumar dentro de la casa.

-Vine en taxi, para alquilar aquí un coche. Eh venido para más de dos días –Le guiñó un ojo-. Decidí que era momento de tomarme unas vacaciones en mi vida.

-¡Perfecto! –Le dio una palmada en la espalda-. Vamos dentro, seguro que Francesca ya está despierta –Dijo animado, sin ver el brillo oscuro que aparecía en la mirada del atractivo abogado.

-¿Ya vive aquí? –Inquirió alzando una ceja con muchas preguntas.

-No –Respondió Paul entrando en el recibidor y dejando a un lado la maleta de su amigo-.  Ayer tuvimos un pequeño contratiempo… -Hizo una mueca-. Luego te contaré todo –Calló al entrar en la cocina, en donde efectivamente se hallaban Louise y Francesca tomando un desayuno-. ¡Buenos días mirad quien ha llegado!

-¡Robin! –Exclamó la mujer mayor poniéndose en pie y yendo abrazar con gran efusividad al hombre que no veía desde hacia varios años. Mientras que tras ellos, Francesca se ponía en pie algo nerviosa por la presencia de su antiguo amigo allí-. Que alegría verte, que guapo… -Se separó para mirar a todos con una enorme sonrisa-. ¿Francesca, no das un abrazo a tu viejo amigo? –Dijo la mujer al verla allí parada y un tanto seria.

-Sí –Se sonrojó un poco, antes de caminar en dirección a él con paso dudoso.

-Cuanto tiempo Francesca –Saludó el hombre inclinándose para depositar un beso en su mejilla.

-Sí –Respondió nuevamente escueta y sin sonreír como Louise, desviando la mirada hacia otro lado después del beso-. Será mejor que vaya a ver a Tim. Es la hora en que suele despertarse…

Aquella vez, Paul si pudo apreciar el comportamiento de su amiga ante el recién llegado. Frunció por un momento el ceño, al no comprender cual había sido el motivo del distanciamiento entre ellos desde hacia tanto tiempo. Pero antes de la boda esperaba poder averiguarlo. Tenía allí a Robin, y no pensaba dejarlo tranquilo hasta que le dijera el motivo del porque no se llevaban bien.

-¿Quieres descansar un poco después del vuelo? –Preguntó a su amigo, sabiendo que el pobre había viajado desde Londres por motivos de trabajo.

-No, tranquilo –Sonrió-. Pude descansar en el avión –Suspiró-. Creo que deberíamos empezar con todo el jaleo de los papeles… -Lo miró fijamente con seriedad-. Necesito saber exactamente todo, para poder comprender que tipo de papeles debo redactar… Y como no, quiero saber como es que os casáis… -Sonrió con sequedad-. Solo hay dos días para tan esperado día.

-Cierto –Resopló un poco Paul-. Louise, te importaría traernos un pequeño tentempié al despacho. Y procura que no nos moleste nadie, a no ser que sea de suma importancia.

-Eso está hecho –Sonrió al mujer mayor-. Ir para allí, que enseguida os llevo un buen desayuno.

Al parecer, ni el tiempo quería que luciera sol en aquella fecha. Suspiró con gran pesar al mirar por la mañana temprano por la ventana. Eran las seis de la mañana y desde la noche que no paraba de llover. ¿Serían las lágrimas de su corazón por lo que iba hacer? En seis horas, sería un hombre casado. Separado del posible amor de su vida. Pero era su destino el salvarla. Y es lo que iba hacer, a pesar de que no hubiera nadie contento con ello. Ni siquiera Robin. Aún recordaba lo sorprendido que se había mostrado al enterarse del motivo de la boda. Queriendo ir hablar con Francesca, pero ésta no estaba nunca por allí para atenderle. Era obvio que no quería verlo. Y eso lo tenía muy frustrado. El no poder saber aún el motivo de aquella enemistad que separa aquellos dos. Esperaba que todo aquello no fuera un desastre. Que al menos sacara algo bueno de aquel enlace…

Suponía que ella asistiría a la boda, Adam era el testigo. Y no creía que le hiciera ninguna gracia el que ella se negara asistir. Y si hacía aquello, es cuando tendría que darle explicaciones a su padre. Y no creía que le gustara hacer aquello.  Que doloroso iba a resultarle decir aquellas palabras ante el juez, teniendo la mirada de la joven tras su espalda. Miró el reloj de la mesilla de noche, viendo que el tiempo se le antojaba muy lento para lo que él realmente deseaba que pasara todo aquella pesadilla. Mejor bajaría un rato a su despacho, puede que se le pasara más rápido la mañana hasta el momento llegado.

La puerta de la limusina se abrió, dando paso a su padre que se sentó a su lado cogiéndole con fuerza de la mano, al tiempo que soltaba éste un profundo suspiro y le comenzaba hablar sin apartar la mirada de la ventana.

-Si quieres, no hace falta que me acompañes… -Soltó en tono cariñoso-. Lo comprendo perfectamente y puedo excusarte con algún malestar –Se giró a mirarla, consiguiendo que se le encogiera el corazón al hallar a la joven con la vista fija al frente, pero sin poder evitar derrochar lágrimas por lo que iba  a presenciar aquel día.

-¿Por qué no iba a ir? –Intentó sonreír un poco encogiéndose de hombros y girándose a él mientras se restregaba las mejillas con el dorso de su mano de forma elegante, para no estropear mucho el maquillaje-. Es la boda de Paul…

-Tesoro… -Le agarró el rostro-. Con solo mirarte a los ojos, eh sabido desde un principio de tus sentimientos hacia él. Reflejas el mismo brillo que tenía tu madre para mí. Se lo doloroso que te va a resultar el día de hoy. Y si puedo evitar que sufras no dejándote ir…

-Que más da… -Se alzó  de hombros al tiempo que volvían a caer lágrimas por sus mejillas-. Tal vez, viéndolo en primera fila consiga que mi corazón lo odie y así no sufra más nunca.

-Eso si que no lo digas mi niña –Le puso la mano bajo la barbilla para que lo volviera a mirar-. Sabes que Paul no se merece una cosa como esa. No se si tengo la culpa yo de tus sentimientos hacia él, al estar siempre bromeando con vuestra unión…

-No digas tonterías, papá –Logró arrancarle una sonrisa a su hija con aquel comentario.

-No pongo ninguna pega en la diferencia de edad –Sonrió-. Siempre eh creído que el amor verdadero no se mide por esa barrera.

-Gracias papá –Volvió a sonreír.

-Pero creo que Paul, ahora más que nunca se merece tu amistad y todo el apoyo que puedas ofrecerle –Suspiró con gran pesar-. Sabes el porque de esta boda pequeña.

-Sí –Aceptó con la mirada baja-. Es solo que mi enfado no viene por ello. Es más bien por su actitud conmigo, o por la falta de ella en estos días antes de la boda… Pero te doy las gracias por tus palabras papá… -Lo rodeó con los brazos-. Te quiero mucho, eres el mejor padre que puede tener ninguna chica.

-Y yo a ti pequeña mía –Apretó más el abrazo, al tiempo que cerraba los ojos y pensaba en su amada esposa-. Y tú madre también aunque no esté aquí con nosotros.

-Lo se –Volvió a ponerse en su lugar, para buscar en su bolso un pequeño espejo y poder observar los estragos que había sufrido el maquillaje con tanto llanto.

-Tranquila –sonrió Adam-, sigues igual de… ¡OH! –Exclamó al notar aquel fuerte golpe en el lateral del coche, que los arrojó a los dos en brazos del otro contra la otra puerta.

-¡Papá! –Exclamó Janna, cuando volvieron a notar otra fuerte sacudida contra el vehículo.

-¡Janna! –Masculló asustado, justo cuando el conductor de la limusina bajaba el panel central que separaba el compartimiento.

-¡Señor, hay una furgoneta que nos está embistiendo con la idea de sacarnos de la carretera! –Indicó nervioso eh intentando controlar el vehículo.

-¡Mierda! –Exclamó horrorizado de que estuviera ocurriendo aquello-. Haz cuanto puedas Mac, por favor… -Rezó en súplica muy nervioso sin dejar de abrazar a su hija con fuerza.

-Será mejor que se abrochen los cin…. –Pudieron observar con horror como el chofer dejaba de hablar al ser alcanzado en la cabeza por un disparo.

-¡Mac! ¡No! –Exclamó aterrorizado Adam, viendo como el coche se desplazaba sin control alguno hacía el terraplén de la derecha.

-¡No! –Exclamó Janna atemorizada-. ¡Papá! –Lo miró un instante antes de que cayeran a gran velocidad y con descontrol por aquel terreno escarpado, obligando al coche a dar alguna vuelta de campana.

-¡Janna! –Intentó agarrarla, pero el vehículo no paraba de girar.

Si intentaba abrir los ojos, los cerraba veloz por el dolor al darse un golpe en alguna extremidad de su cuerpo, cada vez que era lanzada hacia un lado diferente de la cabina. ¿Qué ocurría? ¿Por qué no conseguía ver nada con claridad? ¿Dónde estaba su padre? Al fin, todo se detuvo de dar vueltas y pudo abrir los ojos. Veía todo un poco borroso y tenía unas náuseas enormes a parte de sentir dolor por todo su cuerpo. Pasados unos segundos, ya lograba enfocar un poco mejor por su ojo izquierdo. Por el otro, había algo que le molestaba. Se llevó los dedos allí y cuando se frotó en la zona,  solo halló sangre en sus dedos. Tenía que haberse hecho algún corte en aquella zona… Miró a su derecha y vio a su padre con los ojos cerrados. Su corazón se detuvo ante aquella imagen.

-No… -Susurró-. No… Papá… -Lo llamó acercándose a él y alzándolo con cuidado-. Papá… -Lo llamaba con el miedo en la voz.

-¡OH! –Se quejó el hombre con voz débil.

-¡Papá! –Se agachó a él, llamándolo con el corazón bombeándole de esperanza al ver que respiraba-. ¿Puedes moverte?

-Creo que sí… -Respondió entrecortado, mientras cogía aire. Era obvio que estaba herido.

-Hay que salir… -Lloró-. Ya has visto lo que le ha ocurrido a Mac… -Dijo sin atreverse a mirar a la parte delantera del vehículo.

-Sí pequeña –Gimió intentando incorporarse-. Seguro que vienen a buscarnos. Hay que apresurarse –volvió a coger aire-. ¿Puedes ayudarme a levantarme?

-Sí, espera… -Lo agarró de los hombros, para levantarle medio cuerpo pero el ruido de la puerta de detrás de ella al abrirse la interrumpió de seguir. Completamente asustada se giró a mirar allí directamente, para hallar a un hombre con un pasamontañas que le apuntaba con una pistola.

-Tranquilo –Habló el desconocido con alguien más-. La chica se encuentra bien. Sal del coche preciosa…

-No –Respondió veloz sujetándose con más fuerza al cuerpo de su padre.

-¡Dejarla tranquila! –Logró hablar Adam tosiendo un poco.

-Cierra el pico viejo… -Soltó sulfurado el hombre.

En aquel momento, la otra puerta era abierta a base de tirones fuertes. Era obvio, que tenía que estar destrozada con tanta vuelta que habían dado pendiente abajo. Pero aquel individuo tenía fuerza suficiente para romperla  a cuajo si así lo quería. Tenía mucho miedo. ¿Qué es lo qué querían?

-Ven aquí preciosa –Dijo el gigante de detrás, introduciendo medio cuerpo y agarrándola  por la cintura para arrastrarla fuera de aquel amasijo de hierros.

-¡No! ¡Suéltame! ¡Papá! –Pataleaba por no dejarse separar de su padre. Pero todo esfuerzo fue inútil. El individuo la sacó a rastras y la cogió con fuerza una vez que la tenía afuera-. ¡Papá!... –Sollozó asustada-. ¿Qué es lo qué queréis?

-Ahora solo a ti… -Sonrió el otro hombre asomándose por encima de la limusina destrozada-. Tu padre no ha salido bien parado –Sonrió con las comisuras-. Pero tú sola, vales lo mismo que con él –Se alzó de hombros-. Así que acabaremos con su agonía rápido.

-¿Qué? –Trató de comprender.

-Dile adiós… -Rió el individuo que estaba junto a su padre-. Las heridas que tienen no pintan nada bien. ¿No lo viste?

-Janna… -Sollozó su padre desde el interior  comprendiendo todo-. Te quiero mucho pequeña… -Dijo con la voz rota.

-¡No, no!... ¡Papá!... –Pero el ruido del disparo pudo ahogar el grito desgarrador que soltó ante lo que hizo aquel horrible hombre-. ¡Papá!... No… -Sollozó dejando su cuerpo muerto y cayendo al suelo de rodillas, al ser soltada por el asaltante que la sujetaba-. ¿Qué habéis hecho? –Susurró medio en shock, al ver desde allí el cuerpo sin vida de su padre-. ¿Qué habéis hecho?... Papá… -Siguió susurrando y alargando su brazo para intentar acercarse a él.

-Cogedla –Ordenó un tercer hombre con voz dura-. Hay que salir de aquí, antes de que venga alguien. Ha habido algunos testigos en la carretera.

- Vamos linda –Volvió agarrarla el asaltante por el brazo.

-¡Suéltame hijo de puta! –Dio un tirón a su brazo con mucha rabia.

-No me compliques las cosa –Amenazó con voz grabe, volviendo a sujetarla con más fuerza y tirando de ella hacia él.

-¡He dicho que no me toques, asesino! –Habló con los dientes apretados, mientras forcejeaba con el hombre.

-¡Maldita niña! –Gruñó al tiempo que le daba la vuelta y le soltaba un fuerte bofetón enviándola al suelo-. ¿Aprendes las órdenes ya? –Preguntó con tono divertido.

-¡Ah! –Chilló rabiosa levantándose del suelo y embistiendo contra él, dándole puñetazos por el pecho sin lograr nada mientras escuchaba como se reía por sus inútiles esfuerzos. Aquello la encendió aún más, provocando que levantara su rodilla y le propinara un golpe fuerte en sus partes.

-¡OH, zorra! –Soltó rabioso y con falta de aire llevándose las manos al lugar golpeado.

-¡Eres idiota! –Reprendió el más grande, apareciendo allí y agarrándola sin ninguna delicadeza por su larga melena-. ¡Es una maldita niña!

-¡Ah! –Gimió de dolor y rabia. Era imposible huir. Sus ojos volvieron a desprender un torrente de lágrimas. Se la llevaron separándola de su padre… Estaba muerto… Ya no tenía a nadie a su lado… ¿Y qué importaba aquello? De seguro que tampoco salía de aquella. Nadie podía ayudarla, ya era tarde. La vida para ella había tocado fin como a su padre-. Paul… -Susurró su nombre, tras verlo en su retina para intentar tener un pensamiento cálido en aquel momento.

-¡Cállate! –Ordenó el primer individuo, acercándose a ella y propinándole un puñetazo en la boca del estomago provocando que todo se tornara oscuro.




           c6c

-¿No han llegado aún? –Preguntó Paul, saliendo del edificio del juzgado con cara de preocupación.

-Tranquilo –Soltó un tanto apenada Louise-. Aún faltan veinte minutos… Tú testigo no te fallará. Sabes como es Adam con la puntualidad.

-Lo se –Agachó sus hombros mientras miraba a la calle con ojos vacíos, y escuchaba el suspiro de la mujer mayor-. No digas nada Louise, ahora sí que no digas nada… -Le imploró en un susurro al no estar allí cerca Francesca.

-Que quieres que diga –Se alzó de hombros-. Eres un magnifico hombre por lo que vas hacer. Pero estas destrozando tu vida… Tenía ganas de verte casar, pero no así…

-Tal vez sea un bien para mí –Le reprochó con dureza-. ¿Quién sabe lo que puede ocurrir? Sabes que la vida da muchas vueltas –Dijo en tono suave, intentando convencerse así mismo.

-Sí, ya se… Pero yo creo que… -Tuvo que callar al aparecer Francesca allí afuera, con cara de pocos amigos y seguida por Robin quien aún estaba más serio-. Hola… -Saludó poniendo una sonrisa en su rostro. La mujer no tenía culpa ninguna, y tampoco se merecía que la trataran mal… Era una buena madre, sufridora como muchas otras-. Aquí estamos, esperando al testigo principal.

-Aún quedan quince minutos –Sonrió Francesca con cierta timidez por todo lo que estaba por ocurrir.

-Eso le dije al nervioso Paul –Dijo utilizando un poco de humor para suavizar el ambiente tenso que flotaba desde hacía varios días entre aquellos tres-. Pero es raro que Adam llegue con el tiempo justo –Señaló Louise-. ¿Por qué no lo llamas al móvil?

-Sí, tienes razón… -Soltó exasperado Paul, buscando el aparato en el bolsillo de su traje, pero la aparición de un coche por la esquina a toda velocidad y resultando ser el de Thelma que frenaba de forma brusca delante del edificio de los juzgados, lo detuvo de hacer la llamada.

-Mira, aquí llega nuestra Thelma –Dijo Louise esperanzada-. Obvio que venían un poco… -Calló al ver como salía la mujer del coche con los ojos fuera de órbita y totalmente histérica-. ¿Thelma? –Susurró poniéndose nerviosa al ver que algo no iba bien y más, cuando la mujer se derrumbó a medio camino de ellos dejándose caer de rodillas en el suelo y rompiendo en grandes sollozos. ¡Dios mío Thelma! –Emprendieron a correr todos hacía ella.

-¡Mi niña!... ¡Mi niña! –Repetía lo mismo en un fuerte llanto a todos ellos cuando se le acercaron y trataron de ponerla en pie-. Mi niña, no… Mi niña no…

La llevaron a las escaleras, sentándola y dándole aire para que respirara. Todos llevaban el miedo en el cuerpo ante el estado de nervios que presentaba el ama de llaves. ¿Qué demonios había ocurrido? ¿Janna estaría bien? ¿Acaso había hecho alguna tontería por lo que él iba hacer? Todas aquellas preguntas pasaban por la mente de todos, no gustándoles nada lo que Thelma tuviera que decirles.

-¿Thelma, qué ha ocurrido? –Preguntó sujetándola con fuerza por los hombros al ver que la mujer solo hacía que balancearse y susurrar lo mismo todo el rato, con la mirada perdida en un punto de las escaleras-. ¡Mí niña! –Volvió a sollozar con gran dolor.

Justo en aquel momento, llegaba también con gran apresuramiento y las sirenas puestas el coche patrulla de la ciudad, frenando al subirse encima de la acera detrás del coche del ama de llaves. Era Hanck, el jefe de policía de allí y se acercaba a ellos con la expresión también dolorosa.  Con gran furia se incorporó y se acercó al hombre, para sujetarlo por las solapas de su uniforme y gritarle en la cara pidiéndole una explicación.

-¡Maldita sea Hanck, qué demonios ha ocurrido! –Le exigió como un demonio apenas poniendo su rostro a dos centímetros del hombre-. ¡Dímelo!

-¡Paul! –Se acercó Robin, sujetándolo de los brazos para calmarlo y que soltara al pobre policía.

-Lo siento mucho Paul… -Comenzó hablar Hanck.

-¡Adam! ¡Janna, mi pequeña niña!... –Interrumpió Thelma en un gemido ahogado.

-¡Escúpelo! –Vociferó en un bramido y dando un paso adelante con el puño cerrado.

-Han sacado la limusina de la carretera aposta… -Empezó a explicar-. A Mac y Adam, los han matado de un disparo en la cabeza… -Suspiró con gran lamento.

-¡OH! –Gimieron horrorizados todos ante aquella fría noticia.

-Janna, no está por ningún lado… Hay marcas de otro vehículo… Creemos que todo se ha tratado de un secuestro pero que no les ha salido como ellos querían… -Explicó con calma y seguridad en la voz.

-No… -Susurró Paul-. ¡No! –Exclamó seguidamente furioso-. ¡No es cierto, dime que no es cierto!

-Hemos dado el aviso y las carreteras están cerradas…

-¡Mierda! –Lágrimas inundaron los ojos de Paul ante aquel fuerte golpe que le acababa de dar la vida.

-Me han enviado a buscarte y a detener a Thelma, que salió de la escena del crimen como loca… Temíamos que tuviera un accidente –Miró tras todos, para hallar a la mujer mayor abrazada por su amiga en un fuerte llanto-. Deberíais llevarla a casa, aunque mejor todos deberíais de estar allí. Es donde irán los federales, siendo tú el socio principal de Adam… Suponemos que los secuestradores se pondrán en contacto contigo. Sabemos que Janna no tiene a nadie más ¿Verdad?

-No –Negó con la cabeza-. Ahora, ya no tiene a nadie más…

Aquello tenía que ser una pesadilla… A causa de los nervios de tener que casarse y saber que perdía a Janna, que soñaba aquello. No se creía que de verdad tuviera al viejo Hanck dándole aquella noticia. La vida, no podía estar dándole otro golpe más… Adam no se merecía desaparecer de aquella manera, aún tenía mucho que vivir. Y Janna…  Su querida Janna… Aquello iba a cambiarle la vida para siempre a su pequeña. Ninguna persona se merecía pasar por aquel horror. ¿Qué sería de ella ahora que no estaba su padre? ¿Pero la iba ha volver a ver? ¡Qué estaba diciendo! Claro que iba ha volverla a ver y aquella vez, estaría él a su lado para que nadie pudiera volver hacerle daño.

-Paul –Habló Hanck, interrumpiendo sus pensamientos-. Paul, tenemos que ir rápido a tu casa y montar todo lo necesario en estos casos…

-Sí… -Sus ojos estaban fríos y con lágrimas-. Vámonos… -Pero se detuvo de golpe y se giró a mirar a Francesca.

-No –Respondió limpiándose ella las lágrimas-. No te preocupes por mí… Janna te necesita más que yo… Solo tu puedes devolvérnosla…

-Pero Tim –Nombró al chico con gran confusión en su cabeza, sabiendo que aquel era básicamente el último día que ella tenía para poder solventar sus problemas.

-Sabes que no estaba de acuerdo con este sacrificio  -Se restregó el dorso de la mano una vez más por sus mejillas-. Es problema mío… ya has hecho mucho, créeme… Y te estoy muy agradecida por ello –Se acercó y lo besó en la mejilla-. Pero si no te marchas ahora mismo con Hanck, puede que nunca más la volvamos a ver… Ella, sí necesita de ti como tú de ella –Le susurró con cariño.

-Pero Sandra y… -Empezó con furia, siendo interrumpido por la dura voz de Robin.

-No te preocupes –Le puso un brazo alrededor de la cintura de Francesca, provocando que ésta diera un pequeño respingo por aquel gesto inesperado y se sonrojara un poco-. Tú vete a casa, que de seguida iremos nosotros con lo de Francesca solucionado –Le sonrió-. Se como hay que solucionar éste pequeño contratiempo y ella –Miró un momento a la bella mujer-, estará de acuerdo conmigo.

-¿Sí? –Preguntó Paul algo esperanzado.

-Vete –Le afirmó Francesca apresurada y con gesto nervioso.

-Vamos Thelma –Se acercó a la mujer mayor-. Te necesito a mí lado, además te irá bien descansar un poco. ¿Verdad Louise?

-¿Te importa que me quede con Louise? –Pidió Robin-. Me va hacer falta…

-Claro –Sonrió un poco la mujer mayor-. Thelma cariño, de seguida estaré contigo. Tú vete ahora con Paul… Verás como todo se arregla –Dijo con cariño limpiándole las lágrimas a su amiga, quien aún seguía con la mirada perdida.

-Louise… -Susurró mirándola por un segundo-. Mi niña… -Pronunció mientras era conducida por Paul y Hanck al coche patrulla.

Poco a poco, con todo el cuerpo entumecido abrió los ojos y miró con terror a su alrededor. Se hallaba sola en una especie de desván. Todo estaba sucio de polvo y con grandes manchas de humedad. A ella, la habían dejado tirada encima de unas viejas mantas. Se miró las ropas y vio con gran alivio que no había sido desvestida. Al menos, por el momento podía respirar un poco más tranquila al ver que no la habían tocado mientras se hallaba inconsciente. Se puso en pie, ignorando los pinchazos de su cuerpo. Puede que estuviera sola, porque no escuchaba ningún ruido. Se acercó con sigilo a la puerta que tenía enfrente, y agarrando el pomo con una mano, lo giró con cuidado para no hacer ruido, pero no sucedió nada. Estaba encerrada bajo llave. Con nuevas lágrimas en sus ojos, agarró el pomo con sus dos manos y empezó a forcejear con fuerza. Pero era inútil, estaba claro que no iba a poder salir.

-¡Malditos! ¡Abridme! –Gritó furiosa a la puerta, al tiempo que la aporreaba con sus manos-. ¡Abridme!

Pero no vino nadie a mandarla a callar. Por el momento, iba a tener que esperar para averiguar que es lo que iba a ocurrir con su vida… Completamente destrozada, se dejó caer en el suelo apoyando su espalda en la puerta. Quería estar alerta de cualquier ruido que escuchara fuera de aquella habitación. Y estando cerca de la puerta, podía escuchar tal vez algo que la ayudara.


Ya llevaba en su casa una hora atacado de los nervios. No paraba de entrar y salir gente. Y aún no sabían nada de ella ni de los secuestradores. Sin ganas de ver ninguna cara más, que lo mirara con lástima se había encerrado en su despacho. Ahora, tenía enfrente de él una botella de Dimpley… Pero no pensaba abrirla. Aquello no le iba a solucionar nada, y tenía que estar bien despierto por lo que pudiera ocurrir.

Unos golpes discretos en la puerta, lo sacaron de sus pensamientos. Se trataba de Louise.

-¿Cómo esta Thelma? –Le preguntó con profundo dolor, por lo que estaba viviendo la mujer mayor.

-El doctor ha conseguido pincharle un tranquilizante. Ahora, que ha cerrado los ojos –Se sentó en una silla enfrente de él.

-Adam no se merecía esto… Espero que averigüen algo de esos cerdos…

-¿Pero por qué han hecho una cosa así? –Empezó a llorar su ama de llaves-. ¿Y la pobre Janna como estará? Pual, tengo mucho miedo por ella…

-Y yo Louise –Sus ojos mostraron lágrimas-. Jamás pensé que pudiera sucedernos una cosa así. Y aquí estoy sentado sin saber que hacer para recuperarla.

-Paul, tú no tienes ninguna culpa de lo que ha ocurrido… -Señaló veloz-. ¿Y qué quieres hacer? Solo podemos esperar y ayudar a la policía. Éste no es tu trabajo hijo mío…

-¡Pero me estoy volviendo loco aquí quieto! –Vociferó, al tiempo que se ponía en pie y hacia ademán de salir de su despacho, siendo interrumpido por la aparición de Robin y Francesca.

-¿Dónde crees que vas? –Inquirió con tono serio su amigo-. Por el momento, las primeras horas son así…

-Pero…

-Haz caso a Robin –Habló Francesca-. ¿Cómo estás Louise? ¿Y Thelma? –Se acercó a la mujer mayor.

-Thelma, dormida por un tranquilizante. Yo, me voy a preparar una tila. ¿Alguien quiere algo?

-Yo no –Respondió Paul veloz, sentándose en el sillón completamente frustrado.

-Yo te acompaño –Sonrió Francesca, mientras le pasaba un brazo por encima de los hombros a la mujer-. ¿Quieres algo Robin?

-Un café largo, por favor –Le pidió con amabilidad y un brillo de triunfo en la mirada.

Una vez que las dos mujeres desaparecieron del despacho, Paul se giró a su amigo.

-Perdóname, no te eh preguntado por el problema de Francesca.

-Te dije que lo solucionaría –Le sonrió un poco.

-¿Has conseguido hacer algo? –Preguntó nervioso.

-No –Se alzó de hombros-. Simplemente ocupé tu lugar en los juzgados –Confesó sorprendiendo por completo a su amigo quien se volvió a poner en pie.

-¡Cómo! –Exclamó sorprendido-. ¿Te has casado con ella? –Preguntó incrédulo.

-Sí – Respondió escueto.

-¿Acaso te volviste loco? –Se levantó el sillón-. ¿Sabes todo lo que implica ese compromiso?

-Tranquilo Paul –Suspiró-. Estoy muy satisfecho con mi decisión. Ella también es mi amiga… Ha llegado el momento de que enterráramos nuestra hacha de guerra, y tenía que ser así…

-¡OH! –No supo que decir-. ¿Qué fue? –Preguntó esperanzado pero solo obtuvo una sonrisa de su amigo.

-Ya te lo contaré en su debido momento –Sonrió-. Solo me alegro por que tú no cometieras ese gran error. Conmigo, es lo adecuado con el tiempo… Tú ahora, solo debes concentrarte en Janna. Sabes que una vez que la encontremos, no habrá acabado todo…

-Sí –Suspiro con pesar.- Es cuando la lucha comenzará al saber que le habrán hecho.

-Voy un momento afuera con los federales por si me entero de algo –Le habló con tranquilidad.- Tú espérame aquí que ahora vengo… 

4 comentarios:

  1. OHHHHHHHHHHHHHHHH..te luciste niña, en serio muy bien esa veta dramática tuya, me ha tenido con el pelo de punta todo el tiempo...ayyyy pobrecitos míos!!
    Pero qué buenos capis y si no subes más ya...espera que te busco.....

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No quedé muy convencida Nata!!! Me hubiera gustado que fuera más.. Pero no se, solo me salió eso buuuuuu...

      Hasta la semana que viene no subiré más. Besos guapa!!!

      Eliminar
  2. Nooo!!! Por que??!!! Pobresita Janna, que trauma ya decia yo que venia algo malo, no tardes en subir el otro capitulo, no creo poder dormir esta noche por la angustia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En serio les gustó???? Mira que tengo mucha mucha duda... grrrrrr
      Gracias por seguir leyendo!!!!!

      Besitos

      Eliminar

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...