Miró la hora,
comprendiendo que ya no era momento de salir para acercarse al rancho vecino y
hablar con ella. Eran las diez y media de la noche, y se encontraba moralmente
destrozado. Había sido una tarde muy dura. Todo habían sido gritos, hasta que
la pobre Francesca había caído rendida, después de que le dieran un valium. La
pobre se hallaba durmiendo en una de las habitaciones y el pequeño Tim con
ella, para que no se asustara si se despertaba en medio de la noche en un lugar
desconocido.
Y por tenerlos a ellos
dos allí, que no se acababa la botella de whisky que tenía delante de sí. Pero
ahora, en aquel instante es lo que le iría bien. Emborracharse, para poder
quitarse de la cabeza la voz de Janna cuando le pidió en un gemido que no
abandonara a su amiga.
Ahora, su sufrimiento era
aún más mayor. Pues la chica sabía que aquel matrimonio no era de verdad. Que
no se hallaba enamorado de su amiga. Pero gracias a dios, Francesca no le había
dicho nada a ella de los sentimientos que le carcomían desde hacía muchos años.
Aún tendría que luchar más, al estar junto a ella en un lugar a solas. Porque
ella sabría, que si se dejaba llevar por el deseo, no estaba engañando a su
esposa. Solo tendría que procurar no quedarse con ella a solas.
Aunque su amiga no lo
quisiera, sabía que no había más remedio. Era el único de por allí, que podía
ayudarla. Logrando hacer dudar a Sandra de que no fuera todo una treta, al
conocerse ellos dos desde jóvenes. Con otra persona, ella diría que aquello era
un engaño. Y aún así, ya habrían problemas siendo él quien se casara, pero
tenía dinero y fuerza para afrontar aquella arpía. A parte de conocer bien a
Francesca. Y sí, era mejor estar
sereno si al día siguiente llegaba su amigo Robin.
Éste llegaba al rancho para poder redactar los papeles necesarios para el
enlace, y porque estaba preocupado por él al enterarse de que se casaba con la
amiga en común de sus infancias. Habían muchas cosas que arreglar, como la
separación de vienes que había pedido ella, indicándole que sino, no habría tal
enlace… Al menos, le daría ese punto de tranquilidad a ella. Con el ánimo por
los suelos, puso el tapón a la botella de licor para levantarse y guardarla en
el mini bar. Después, se acercó a la puerta para apagar la luz y dirigirse al
salón a ver la televisión un rato. Necesitaba de algo, que lograra distraerle
la mente por un rato hasta caer dormido.
***
-¿Dónde vas a estas
horas? –Preguntó Adam, apareciendo junto a ella justo cuando se acercaba al
recibidor de la casa-. Pensé que querías ver la televisión un rato conmigo
antes de subir a dormir.
-Me apetece salir a dar
una vuelta, si no te importa –Señaló con cierta duda por si le rogaba que se
quedara-. Hace una noche muy agradable.
-Claro cielo –La miró por
un momento fijamente a los ojos-. Pero si me necesitas para lo que sea, no
dudes en venir a buscarme. Quiero que sepas, que siempre me tendrás ahí sea
cuando sea.
-Gracias papá… -Parpadeó
para evitar el vuelco de sus lágrimas-. Yo… Me voy… No creo que tarde mucho –Se
acercó para depositar un ligero beso en su frente y salir de allí caminando
bajo las estrellas.
Caminó por un rato, hasta
llegar nuevamente a los establos. Recordando la noche anterior, sus labios
rozar los suyos mientras su cuerpo era envuelto por el calor del hombre con una
fresca fragancia. Por un momento, los dos habían estado en sintonía
compartiendo una magia cálida. Fueron unos instantes en donde creyó que todo
iba a ir bien. Como si estuviera verdaderamente en casa, dentro de aquel
círculo masculino que eran sus brazos… Pero fue solo eso, solo un instante.
Después, aquella sensación se vio destruida por no decir machacada a mil y un
pedazos. No lo comprendía, y menos aún cuando anunció su enlace con Francesca.
Hasta aquella tarde, cuando en el camino se topó con ella. Todo era un
sacrificio… En donde ella no tenía ninguna cabida. Era imposible que se hiciera ilusiones como le decía Thelma. Y
tampoco lo veía bien. No tenía porque poner en peligro la felicidad del
pequeño, porque tal vez Paul se sintiera
atraído por ella. Una cosa que había aprendido, era a no correr mucho. Y por
una simple atracción que sintiera temporal hacia ella, no tenía que
interponerse en la vida de Francesca.
¿Sería muy cobarde
sacarse la carrera en otro lugar? Si se marchaba lejos de allí, podría evitar
verlos a los dos. Pero no podía hacer aquello. Estaba su padre, a quien ya
había tenido lejos durante mucho tiempo y precisamente, se habían peleado el
otro día por ello. No le quedaba más remedio que quedarse y afrontar aquel
dolor.
***
Su amigo Robin llegó a
las nueve de la mañana al rancho, con una maleta más grande de las que
acostumbraba a llevar en sus cortos viajes. Se encontraba en el porche
delantero, sentado en un escalón fumándose un cigarro tranquilamente mientras
esperaba a que él aparcara el coche en su plaza. Venía de hablar con su
capataz. Se acercó a él con una enorme sonrisa, para darle un fuerte abrazo en
cuanto lo tuvo enfrente.
-¿Por qué no me llamaste
al llegar al aeropuerto? –Le reprendió Paul-. Y sabes que puedes fumar dentro
de la casa.
-Vine en taxi, para alquilar
aquí un coche. Eh venido para más de dos días –Le guiñó un ojo-. Decidí que era
momento de tomarme unas vacaciones en mi vida.
-¡Perfecto! –Le dio una
palmada en la espalda-. Vamos dentro, seguro que Francesca ya está despierta
–Dijo animado, sin ver el brillo oscuro que aparecía en la mirada del atractivo
abogado.
-¿Ya vive aquí? –Inquirió
alzando una ceja con muchas preguntas.
-No –Respondió Paul
entrando en el recibidor y dejando a un lado la maleta de su amigo-. Ayer tuvimos un pequeño contratiempo… -Hizo
una mueca-. Luego te contaré todo –Calló al entrar en la cocina, en donde
efectivamente se hallaban Louise y Francesca tomando un desayuno-. ¡Buenos días
mirad quien ha llegado!
-¡Robin! –Exclamó la
mujer mayor poniéndose en pie y yendo abrazar con gran efusividad al hombre que
no veía desde hacia varios años. Mientras que tras ellos, Francesca se ponía en
pie algo nerviosa por la presencia de su antiguo amigo allí-. Que alegría
verte, que guapo… -Se separó para mirar a todos con una enorme sonrisa-.
¿Francesca, no das un abrazo a tu viejo amigo? –Dijo la mujer al verla allí
parada y un tanto seria.
-Sí –Se sonrojó un poco,
antes de caminar en dirección a él con paso dudoso.
-Cuanto tiempo Francesca
–Saludó el hombre inclinándose para depositar un beso en su mejilla.
-Sí –Respondió nuevamente
escueta y sin sonreír como Louise, desviando la mirada hacia otro lado después
del beso-. Será mejor que vaya a ver a Tim. Es la hora en que suele
despertarse…
Aquella vez, Paul si pudo
apreciar el comportamiento de su amiga ante el recién llegado. Frunció por un
momento el ceño, al no comprender cual había sido el motivo del distanciamiento
entre ellos desde hacia tanto tiempo. Pero antes de la boda esperaba poder
averiguarlo. Tenía allí a Robin, y no pensaba dejarlo tranquilo hasta que le
dijera el motivo del porque no se llevaban bien.
-¿Quieres descansar un
poco después del vuelo? –Preguntó a su amigo, sabiendo que el pobre había
viajado desde Londres por motivos de trabajo.
-No, tranquilo –Sonrió-.
Pude descansar en el avión –Suspiró-. Creo que deberíamos empezar con todo el
jaleo de los papeles… -Lo miró fijamente con seriedad-. Necesito saber
exactamente todo, para poder comprender que tipo de papeles debo redactar… Y
como no, quiero saber como es que os casáis… -Sonrió con sequedad-. Solo hay
dos días para tan esperado día.
-Cierto –Resopló un poco
Paul-. Louise, te importaría traernos un pequeño tentempié al despacho. Y
procura que no nos moleste nadie, a no ser que sea de suma importancia.
-Eso está hecho –Sonrió
al mujer mayor-. Ir para allí, que enseguida os llevo un buen desayuno.
Al parecer, ni el tiempo
quería que luciera sol en aquella fecha. Suspiró con gran pesar al mirar por la
mañana temprano por la ventana. Eran las seis de la mañana y desde la noche que
no paraba de llover. ¿Serían las lágrimas de su corazón por lo que iba hacer?
En seis horas, sería un hombre casado. Separado del posible amor de su vida.
Pero era su destino el salvarla. Y es lo que iba hacer, a pesar de que no
hubiera nadie contento con ello. Ni siquiera Robin. Aún recordaba lo
sorprendido que se había mostrado al enterarse del motivo de la boda. Queriendo
ir hablar con Francesca, pero ésta no estaba nunca por allí para atenderle. Era
obvio que no quería verlo. Y eso lo tenía muy frustrado. El no poder saber aún
el motivo de aquella enemistad que separa aquellos dos. Esperaba que todo
aquello no fuera un desastre. Que al menos sacara algo bueno de aquel enlace…
Suponía que ella
asistiría a la boda, Adam era el testigo. Y no creía que le hiciera ninguna
gracia el que ella se negara asistir. Y si hacía aquello, es cuando tendría que
darle explicaciones a su padre. Y no creía que le gustara hacer aquello. Que doloroso iba a resultarle decir aquellas
palabras ante el juez, teniendo la mirada de la joven tras su espalda. Miró el
reloj de la mesilla de noche, viendo que el tiempo se le antojaba muy lento
para lo que él realmente deseaba que pasara todo aquella pesadilla. Mejor
bajaría un rato a su despacho, puede que se le pasara más rápido la mañana
hasta el momento llegado.
La puerta de la limusina
se abrió, dando paso a su padre que se sentó a su lado cogiéndole con fuerza de
la mano, al tiempo que soltaba éste un profundo suspiro y le comenzaba hablar
sin apartar la mirada de la ventana.
-Si quieres, no hace
falta que me acompañes… -Soltó en tono cariñoso-. Lo comprendo perfectamente y
puedo excusarte con algún malestar –Se giró a mirarla, consiguiendo que se le
encogiera el corazón al hallar a la joven con la vista fija al frente, pero sin
poder evitar derrochar lágrimas por lo que iba
a presenciar aquel día.
-¿Por qué no iba a ir?
–Intentó sonreír un poco encogiéndose de hombros y girándose a él mientras se
restregaba las mejillas con el dorso de su mano de forma elegante, para no
estropear mucho el maquillaje-. Es la boda de Paul…
-Tesoro… -Le agarró el
rostro-. Con solo mirarte a los ojos, eh sabido desde un principio de tus
sentimientos hacia él. Reflejas el mismo brillo que tenía tu madre para mí. Se
lo doloroso que te va a resultar el día de hoy. Y si puedo evitar que sufras no
dejándote ir…
-Que más da… -Se
alzó de hombros al tiempo que volvían a
caer lágrimas por sus mejillas-. Tal vez, viéndolo en primera fila consiga que
mi corazón lo odie y así no sufra más nunca.
-Eso si que no lo digas
mi niña –Le puso la mano bajo la barbilla para que lo volviera a mirar-. Sabes
que Paul no se merece una cosa como esa. No se si tengo la culpa yo de tus
sentimientos hacia él, al estar siempre bromeando con vuestra unión…
-No digas tonterías, papá
–Logró arrancarle una sonrisa a su hija con aquel comentario.
-No pongo ninguna pega en
la diferencia de edad –Sonrió-. Siempre eh creído que el amor verdadero no se
mide por esa barrera.
-Gracias papá –Volvió a
sonreír.
-Pero creo que Paul,
ahora más que nunca se merece tu amistad y todo el apoyo que puedas ofrecerle
–Suspiró con gran pesar-. Sabes el porque de esta boda pequeña.
-Sí –Aceptó con la mirada
baja-. Es solo que mi enfado no viene por ello. Es más bien por su actitud conmigo,
o por la falta de ella en estos días antes de la boda… Pero te doy las gracias
por tus palabras papá… -Lo rodeó con los brazos-. Te quiero mucho, eres el
mejor padre que puede tener ninguna chica.
-Y yo a ti pequeña mía
–Apretó más el abrazo, al tiempo que cerraba los ojos y pensaba en su amada
esposa-. Y tú madre también aunque no esté aquí con nosotros.
-Lo se –Volvió a ponerse
en su lugar, para buscar en su bolso un pequeño espejo y poder observar los
estragos que había sufrido el maquillaje con tanto llanto.
-Tranquila –sonrió Adam-,
sigues igual de… ¡OH! –Exclamó al notar aquel fuerte golpe en el lateral del
coche, que los arrojó a los dos en brazos del otro contra la otra puerta.
-¡Papá! –Exclamó Janna,
cuando volvieron a notar otra fuerte sacudida contra el vehículo.
-¡Janna! –Masculló
asustado, justo cuando el conductor de la limusina bajaba el panel central que
separaba el compartimiento.
-¡Señor, hay una
furgoneta que nos está embistiendo con la idea de sacarnos de la carretera!
–Indicó nervioso eh intentando controlar el vehículo.
-¡Mierda! –Exclamó
horrorizado de que estuviera ocurriendo aquello-. Haz cuanto puedas Mac, por
favor… -Rezó en súplica muy nervioso sin dejar de abrazar a su hija con fuerza.
-Será mejor que se
abrochen los cin…. –Pudieron observar con horror como el chofer dejaba de
hablar al ser alcanzado en la cabeza por un disparo.
-¡Mac! ¡No! –Exclamó
aterrorizado Adam, viendo como el coche se desplazaba sin control alguno hacía
el terraplén de la derecha.
-¡No! –Exclamó Janna
atemorizada-. ¡Papá! –Lo miró un instante antes de que cayeran a gran velocidad
y con descontrol por aquel terreno escarpado, obligando al coche a dar alguna
vuelta de campana.
-¡Janna! –Intentó
agarrarla, pero el vehículo no paraba de girar.
Si intentaba abrir los
ojos, los cerraba veloz por el dolor al darse un golpe en alguna extremidad de
su cuerpo, cada vez que era lanzada hacia un lado diferente de la cabina. ¿Qué
ocurría? ¿Por qué no conseguía ver nada con claridad? ¿Dónde estaba su padre?
Al fin, todo se detuvo de dar vueltas y pudo abrir los ojos. Veía todo un poco
borroso y tenía unas náuseas enormes a parte de sentir dolor por todo su
cuerpo. Pasados unos segundos, ya lograba enfocar un poco mejor por su ojo
izquierdo. Por el otro, había algo que le molestaba. Se llevó los dedos allí y
cuando se frotó en la zona, solo halló
sangre en sus dedos. Tenía que haberse hecho algún corte en aquella zona… Miró
a su derecha y vio a su padre con los ojos cerrados. Su corazón se detuvo ante
aquella imagen.
-No… -Susurró-. No… Papá…
-Lo llamó acercándose a él y alzándolo con cuidado-. Papá… -Lo llamaba con el
miedo en la voz.
-¡OH! –Se quejó el hombre
con voz débil.
-¡Papá! –Se agachó a él,
llamándolo con el corazón bombeándole de esperanza al ver que respiraba-.
¿Puedes moverte?
-Creo que sí… -Respondió
entrecortado, mientras cogía aire. Era obvio que estaba herido.
-Hay que salir… -Lloró-.
Ya has visto lo que le ha ocurrido a Mac… -Dijo sin atreverse a mirar a la
parte delantera del vehículo.
-Sí pequeña –Gimió
intentando incorporarse-. Seguro que vienen a buscarnos. Hay que apresurarse
–volvió a coger aire-. ¿Puedes ayudarme a levantarme?
-Sí, espera… -Lo agarró
de los hombros, para levantarle medio cuerpo pero el ruido de la puerta de
detrás de ella al abrirse la interrumpió de seguir. Completamente asustada se
giró a mirar allí directamente, para hallar a un hombre con un pasamontañas que
le apuntaba con una pistola.
-Tranquilo –Habló el
desconocido con alguien más-. La chica se encuentra bien. Sal del coche
preciosa…
-No –Respondió veloz
sujetándose con más fuerza al cuerpo de su padre.
-¡Dejarla tranquila!
–Logró hablar Adam tosiendo un poco.
-Cierra el pico viejo…
-Soltó sulfurado el hombre.
En aquel momento, la otra
puerta era abierta a base de tirones fuertes. Era obvio, que tenía que estar
destrozada con tanta vuelta que habían dado pendiente abajo. Pero aquel
individuo tenía fuerza suficiente para romperla
a cuajo si así lo quería. Tenía mucho miedo. ¿Qué es lo qué querían?
-Ven aquí preciosa –Dijo
el gigante de detrás, introduciendo medio cuerpo y agarrándola por la cintura para arrastrarla fuera de
aquel amasijo de hierros.
-¡No! ¡Suéltame! ¡Papá!
–Pataleaba por no dejarse separar de su padre. Pero todo esfuerzo fue inútil.
El individuo la sacó a rastras y la cogió con fuerza una vez que la tenía
afuera-. ¡Papá!... –Sollozó asustada-. ¿Qué es lo qué queréis?
-Ahora solo a ti… -Sonrió
el otro hombre asomándose por encima de la limusina destrozada-. Tu padre no ha
salido bien parado –Sonrió con las comisuras-. Pero tú sola, vales lo mismo que
con él –Se alzó de hombros-. Así que acabaremos con su agonía rápido.
-¿Qué? –Trató de
comprender.
-Dile adiós… -Rió el
individuo que estaba junto a su padre-. Las heridas que tienen no pintan nada
bien. ¿No lo viste?
-Janna… -Sollozó su padre
desde el interior comprendiendo todo-.
Te quiero mucho pequeña… -Dijo con la voz rota.
-¡No, no!... ¡Papá!...
–Pero el ruido del disparo pudo ahogar el grito desgarrador que soltó ante lo
que hizo aquel horrible hombre-. ¡Papá!... No… -Sollozó dejando su cuerpo
muerto y cayendo al suelo de rodillas, al ser soltada por el asaltante que la
sujetaba-. ¿Qué habéis hecho? –Susurró medio en shock, al ver desde allí el
cuerpo sin vida de su padre-. ¿Qué habéis hecho?... Papá… -Siguió susurrando y
alargando su brazo para intentar acercarse a él.
-Cogedla –Ordenó un
tercer hombre con voz dura-. Hay que salir de aquí, antes de que venga alguien.
Ha habido algunos testigos en la carretera.
- Vamos linda –Volvió
agarrarla el asaltante por el brazo.
-¡Suéltame hijo de puta!
–Dio un tirón a su brazo con mucha rabia.
-No me compliques las
cosa –Amenazó con voz grabe, volviendo a sujetarla con más fuerza y tirando de
ella hacia él.
-¡He dicho que no me
toques, asesino! –Habló con los dientes apretados, mientras forcejeaba con el
hombre.
-¡Maldita niña! –Gruñó al
tiempo que le daba la vuelta y le soltaba un fuerte bofetón enviándola al
suelo-. ¿Aprendes las órdenes ya? –Preguntó con tono divertido.
-¡Ah! –Chilló rabiosa levantándose
del suelo y embistiendo contra él, dándole puñetazos por el pecho sin lograr
nada mientras escuchaba como se reía por sus inútiles esfuerzos. Aquello la
encendió aún más, provocando que levantara su rodilla y le propinara un golpe
fuerte en sus partes.
-¡OH, zorra! –Soltó
rabioso y con falta de aire llevándose las manos al lugar golpeado.
-¡Eres idiota! –Reprendió
el más grande, apareciendo allí y agarrándola sin ninguna delicadeza por su
larga melena-. ¡Es una maldita niña!
-¡Ah! –Gimió de dolor y
rabia. Era imposible huir. Sus ojos volvieron a desprender un torrente de
lágrimas. Se la llevaron separándola de su padre… Estaba muerto… Ya no tenía a
nadie a su lado… ¿Y qué importaba aquello? De seguro que tampoco salía de
aquella. Nadie podía ayudarla, ya era tarde. La vida para ella había tocado fin
como a su padre-. Paul… -Susurró su nombre, tras verlo en su retina para
intentar tener un pensamiento cálido en aquel momento.
-¡Cállate! –Ordenó el
primer individuo, acercándose a ella y propinándole un puñetazo en la boca del
estomago provocando que todo se tornara oscuro.
c6c
-¿No han llegado aún?
–Preguntó Paul, saliendo del edificio del juzgado con cara de preocupación.
-Tranquilo –Soltó un
tanto apenada Louise-. Aún faltan veinte minutos… Tú testigo no te fallará.
Sabes como es Adam con la puntualidad.
-Lo se –Agachó sus
hombros mientras miraba a la calle con ojos vacíos, y escuchaba el suspiro de
la mujer mayor-. No digas nada Louise, ahora sí que no digas nada… -Le imploró
en un susurro al no estar allí cerca Francesca.
-Que quieres que diga –Se
alzó de hombros-. Eres un magnifico hombre por lo que vas hacer. Pero estas
destrozando tu vida… Tenía ganas de verte casar, pero no así…
-Tal vez sea un bien para
mí –Le reprochó con dureza-. ¿Quién sabe lo que puede ocurrir? Sabes que la
vida da muchas vueltas –Dijo en tono suave, intentando convencerse así mismo.
-Sí, ya se… Pero yo creo
que… -Tuvo que callar al aparecer Francesca allí afuera, con cara de pocos
amigos y seguida por Robin quien aún estaba más serio-. Hola… -Saludó poniendo
una sonrisa en su rostro. La mujer no tenía culpa ninguna, y tampoco se merecía
que la trataran mal… Era una buena madre, sufridora como muchas otras-. Aquí
estamos, esperando al testigo principal.
-Aún quedan quince
minutos –Sonrió Francesca con cierta timidez por todo lo que estaba por
ocurrir.
-Eso le dije al nervioso
Paul –Dijo utilizando un poco de humor para suavizar el ambiente tenso que
flotaba desde hacía varios días entre aquellos tres-. Pero es raro que Adam
llegue con el tiempo justo –Señaló Louise-. ¿Por qué no lo llamas al móvil?
-Sí, tienes razón… -Soltó
exasperado Paul, buscando el aparato en el bolsillo de su traje, pero la
aparición de un coche por la esquina a toda velocidad y resultando ser el de
Thelma que frenaba de forma brusca delante del edificio de los juzgados, lo
detuvo de hacer la llamada.
-Mira, aquí llega nuestra
Thelma –Dijo Louise esperanzada-. Obvio que venían un poco… -Calló al ver como
salía la mujer del coche con los ojos fuera de órbita y totalmente histérica-.
¿Thelma? –Susurró poniéndose nerviosa al ver que algo no iba bien y más, cuando
la mujer se derrumbó a medio camino de ellos dejándose caer de rodillas en el
suelo y rompiendo en grandes sollozos. ¡Dios mío Thelma! –Emprendieron a correr
todos hacía ella.
-¡Mi niña!... ¡Mi niña!
–Repetía lo mismo en un fuerte llanto a todos ellos cuando se le acercaron y
trataron de ponerla en pie-. Mi niña, no… Mi niña no…
La llevaron a las
escaleras, sentándola y dándole aire para que respirara. Todos llevaban el
miedo en el cuerpo ante el estado de nervios que presentaba el ama de llaves. ¿Qué
demonios había ocurrido? ¿Janna estaría bien? ¿Acaso había hecho alguna
tontería por lo que él iba hacer? Todas aquellas preguntas pasaban por la mente
de todos, no gustándoles nada lo que Thelma tuviera que decirles.
-¿Thelma, qué ha
ocurrido? –Preguntó sujetándola con fuerza por los hombros al ver que la mujer
solo hacía que balancearse y susurrar lo mismo todo el rato, con la mirada perdida
en un punto de las escaleras-. ¡Mí niña! –Volvió a sollozar con gran dolor.
Justo en aquel momento,
llegaba también con gran apresuramiento y las sirenas puestas el coche patrulla
de la ciudad, frenando al subirse encima de la acera detrás del coche del ama
de llaves. Era Hanck, el jefe de policía de allí y se acercaba a ellos con la
expresión también dolorosa. Con gran
furia se incorporó y se acercó al hombre, para sujetarlo por las solapas de su
uniforme y gritarle en la cara pidiéndole una explicación.
-¡Maldita sea Hanck, qué
demonios ha ocurrido! –Le exigió como un demonio apenas poniendo su rostro a
dos centímetros del hombre-. ¡Dímelo!
-¡Paul! –Se acercó Robin,
sujetándolo de los brazos para calmarlo y que soltara al pobre policía.
-Lo siento mucho Paul…
-Comenzó hablar Hanck.
-¡Adam! ¡Janna, mi
pequeña niña!... –Interrumpió Thelma en un gemido ahogado.
-¡Escúpelo! –Vociferó en
un bramido y dando un paso adelante con el puño cerrado.
-Han sacado la limusina
de la carretera aposta… -Empezó a explicar-. A Mac y Adam, los han matado de un
disparo en la cabeza… -Suspiró con gran lamento.
-¡OH! –Gimieron
horrorizados todos ante aquella fría noticia.
-Janna, no está por
ningún lado… Hay marcas de otro vehículo… Creemos que todo se ha tratado de un
secuestro pero que no les ha salido como ellos querían… -Explicó con calma y
seguridad en la voz.
-No… -Susurró Paul-. ¡No!
–Exclamó seguidamente furioso-. ¡No es cierto, dime que no es cierto!
-Hemos dado el aviso y
las carreteras están cerradas…
-¡Mierda! –Lágrimas
inundaron los ojos de Paul ante aquel fuerte golpe que le acababa de dar la
vida.
-Me han enviado a
buscarte y a detener a Thelma, que salió de la escena del crimen como loca…
Temíamos que tuviera un accidente –Miró tras todos, para hallar a la mujer
mayor abrazada por su amiga en un fuerte llanto-. Deberíais llevarla a casa,
aunque mejor todos deberíais de estar allí. Es donde irán los federales, siendo
tú el socio principal de Adam… Suponemos que los secuestradores se pondrán en contacto
contigo. Sabemos que Janna no tiene a nadie más ¿Verdad?
-No –Negó con la cabeza-.
Ahora, ya no tiene a nadie más…
Aquello tenía que ser una
pesadilla… A causa de los nervios de tener que casarse y saber que perdía a
Janna, que soñaba aquello. No se creía que de verdad tuviera al viejo Hanck
dándole aquella noticia. La vida, no podía estar dándole otro golpe más… Adam
no se merecía desaparecer de aquella manera, aún tenía mucho que vivir. Y Janna… Su querida Janna… Aquello iba a cambiarle la vida para
siempre a su pequeña. Ninguna persona
se merecía pasar por aquel horror. ¿Qué sería de ella ahora que no
estaba su padre? ¿Pero la iba ha volver a ver? ¡Qué estaba diciendo! Claro que
iba ha volverla a ver y aquella vez, estaría él a su lado para que nadie
pudiera volver hacerle daño.
-Paul –Habló Hanck,
interrumpiendo sus pensamientos-. Paul, tenemos que ir rápido a tu casa y
montar todo lo necesario en estos casos…
-Sí… -Sus ojos
estaban fríos y con lágrimas-. Vámonos… -Pero se detuvo de golpe y se giró a
mirar a Francesca.
-No –Respondió limpiándose
ella las lágrimas-. No te preocupes por mí… Janna te necesita más que yo… Solo
tu puedes devolvérnosla…
-Pero Tim –Nombró
al chico con gran confusión en su cabeza, sabiendo que aquel era básicamente el
último día que ella tenía para poder solventar sus problemas.
-Sabes que no estaba
de acuerdo con este sacrificio -Se
restregó el dorso de la mano una vez más por sus mejillas-. Es problema mío… ya
has hecho mucho, créeme… Y te estoy muy agradecida por ello –Se acercó y lo
besó en la mejilla-. Pero si no te marchas ahora mismo con Hanck, puede que
nunca más la volvamos a ver… Ella, sí necesita de ti como tú de ella –Le susurró
con cariño.
-Pero Sandra y…
-Empezó con furia, siendo interrumpido por la dura voz de Robin.
-No te preocupes –Le
puso un brazo alrededor de la cintura de Francesca, provocando que ésta diera
un pequeño respingo por aquel gesto inesperado y se sonrojara un poco-. Tú vete
a casa, que de seguida iremos nosotros con lo de Francesca solucionado –Le sonrió-.
Se como hay que solucionar éste pequeño contratiempo y ella –Miró un momento a
la bella mujer-, estará de acuerdo conmigo.
-¿Sí? –Preguntó Paul
algo esperanzado.
-Vete –Le afirmó
Francesca apresurada y con gesto nervioso.
-Vamos Thelma –Se
acercó a la mujer mayor-. Te necesito a mí lado, además te irá bien descansar
un poco. ¿Verdad Louise?
-¿Te importa que
me quede con Louise? –Pidió Robin-. Me va hacer falta…
-Claro –Sonrió un
poco la mujer mayor-. Thelma cariño, de seguida estaré contigo. Tú vete ahora
con Paul… Verás como todo se arregla –Dijo con cariño limpiándole las lágrimas
a su amiga, quien aún seguía con la mirada perdida.
-Louise… -Susurró
mirándola por un segundo-. Mi niña… -Pronunció mientras era conducida por Paul
y Hanck al coche patrulla.
Poco a poco, con
todo el cuerpo entumecido abrió los ojos y miró con terror a su alrededor. Se
hallaba sola en una especie de desván. Todo estaba sucio de polvo y con grandes
manchas de humedad. A ella, la habían dejado tirada encima de unas viejas
mantas. Se miró las ropas y vio con gran alivio que no había sido desvestida.
Al menos, por el momento podía respirar un poco más tranquila al ver que no la habían
tocado mientras se hallaba inconsciente. Se puso en pie, ignorando los pinchazos
de su cuerpo. Puede que estuviera sola, porque no escuchaba ningún ruido. Se
acercó con sigilo a la puerta que tenía enfrente, y agarrando el pomo con una
mano, lo giró con cuidado para no hacer ruido, pero no sucedió nada. Estaba
encerrada bajo llave. Con nuevas lágrimas en sus ojos, agarró el pomo con sus
dos manos y empezó a forcejear con fuerza. Pero era inútil, estaba claro que no
iba a poder salir.
-¡Malditos!
¡Abridme! –Gritó furiosa a la puerta, al tiempo que la aporreaba con sus
manos-. ¡Abridme!
Pero no vino
nadie a mandarla a callar. Por el momento, iba a tener que esperar para
averiguar que es lo que iba a ocurrir con su vida… Completamente destrozada, se
dejó caer en el suelo apoyando su espalda en la puerta. Quería estar alerta de
cualquier ruido que escuchara fuera de aquella habitación. Y estando cerca de
la puerta, podía escuchar tal vez algo que la ayudara.
Ya llevaba en su
casa una hora atacado de los nervios. No paraba de entrar y salir gente. Y aún
no sabían nada de ella ni de los secuestradores. Sin ganas de ver ninguna cara más,
que lo mirara con lástima se había encerrado en su despacho. Ahora, tenía
enfrente de él una botella de Dimpley… Pero no pensaba abrirla. Aquello no le
iba a solucionar nada, y tenía que estar bien despierto por lo que pudiera
ocurrir.
Unos golpes
discretos en la puerta, lo sacaron de sus pensamientos. Se trataba de Louise.
-¿Cómo esta
Thelma? –Le preguntó con profundo dolor, por lo que estaba viviendo la mujer
mayor.
-El doctor ha
conseguido pincharle un tranquilizante. Ahora, que ha cerrado los ojos –Se sentó
en una silla enfrente de él.
-Adam no se
merecía esto… Espero que averigüen algo de esos cerdos…
-¿Pero por qué
han hecho una cosa así? –Empezó a llorar su ama de llaves-. ¿Y la pobre Janna
como estará? Pual, tengo mucho miedo por ella…
-Y yo Louise –Sus
ojos mostraron lágrimas-. Jamás pensé que pudiera sucedernos una cosa así. Y
aquí estoy sentado sin saber que hacer para recuperarla.
-Paul, tú no
tienes ninguna culpa de lo que ha ocurrido… -Señaló veloz-. ¿Y qué quieres
hacer? Solo podemos esperar y ayudar a la policía. Éste no es tu trabajo hijo mío…
-¡Pero me estoy
volviendo loco aquí quieto! –Vociferó, al tiempo que se ponía en pie y hacia ademán
de salir de su despacho, siendo interrumpido por la aparición de Robin y
Francesca.
-¿Dónde crees que
vas? –Inquirió con tono serio su amigo-. Por el momento, las primeras horas son
así…
-Pero…
-Haz caso a Robin
–Habló Francesca-. ¿Cómo estás Louise? ¿Y Thelma? –Se acercó a la mujer mayor.
-Thelma, dormida
por un tranquilizante. Yo, me voy a preparar una tila. ¿Alguien quiere algo?
-Yo no –Respondió
Paul veloz, sentándose en el sillón completamente frustrado.
-Yo te acompaño –Sonrió
Francesca, mientras le pasaba un brazo por encima de los hombros a la mujer-.
¿Quieres algo Robin?
-Un café largo,
por favor –Le pidió con amabilidad y un brillo de triunfo en la mirada.
Una vez que las
dos mujeres desaparecieron del despacho, Paul se giró a su amigo.
-Perdóname, no te
eh preguntado por el problema de Francesca.
-Te dije que lo
solucionaría –Le sonrió un poco.
-¿Has conseguido
hacer algo? –Preguntó nervioso.
-No –Se alzó de
hombros-. Simplemente ocupé tu lugar en los juzgados –Confesó sorprendiendo por
completo a su amigo quien se volvió a poner en pie.
-¡Cómo! –Exclamó sorprendido-.
¿Te has casado con ella? –Preguntó incrédulo.
-Sí – Respondió escueto.
-¿Acaso te
volviste loco? –Se levantó el sillón-. ¿Sabes todo lo que implica ese
compromiso?
-Tranquilo Paul –Suspiró-.
Estoy muy satisfecho con mi decisión. Ella también es mi amiga… Ha llegado el
momento de que enterráramos nuestra hacha de guerra, y tenía que ser así…
-¡OH! –No supo
que decir-. ¿Qué fue? –Preguntó esperanzado pero solo obtuvo una sonrisa de su
amigo.
-Ya te lo contaré
en su debido momento –Sonrió-. Solo me alegro por que tú no cometieras ese gran
error. Conmigo, es lo adecuado con el tiempo… Tú ahora, solo debes concentrarte
en Janna. Sabes que una vez que la encontremos, no habrá acabado todo…
-Sí –Suspiro con
pesar.- Es cuando la lucha comenzará al saber que le habrán hecho.
-Voy un momento
afuera con los federales por si me entero de algo –Le habló con tranquilidad.-
Tú espérame aquí que ahora vengo…
OHHHHHHHHHHHHHHHH..te luciste niña, en serio muy bien esa veta dramática tuya, me ha tenido con el pelo de punta todo el tiempo...ayyyy pobrecitos míos!!
ResponderEliminarPero qué buenos capis y si no subes más ya...espera que te busco.....
No quedé muy convencida Nata!!! Me hubiera gustado que fuera más.. Pero no se, solo me salió eso buuuuuu...
EliminarHasta la semana que viene no subiré más. Besos guapa!!!
Nooo!!! Por que??!!! Pobresita Janna, que trauma ya decia yo que venia algo malo, no tardes en subir el otro capitulo, no creo poder dormir esta noche por la angustia.
ResponderEliminarEn serio les gustó???? Mira que tengo mucha mucha duda... grrrrrr
EliminarGracias por seguir leyendo!!!!!
Besitos