jueves, 17 de septiembre de 2020

Conociéndote 28°- Nata

 

5 años después, una pandemia y mil cosas más...la continuación de esta historia. No sé si alguien siga por aquí, pero lo debía

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Helena había hecho una lista de cosas que podrían gustarle a Ben, pero nada parecía convencerla. De verdad quería algo especial, algo que contuviera lo que él significaba en su vida, lo mucho que había cambiado su vida. Ben había sido un puente hacia una mejor versión de sí misma, él le había permitido dejar atrás el pasado y encaminarse hacia el futuro. Un futuro que, por primera vez en mucho tiempo, la entusiasmaba.

Sin embargo estaba segura que no había algo que pudiera envolverse en papel y transmitiera ese mensaje

Pensó que justamente ese sería un buen regalo, decirle a él lo que sentía, incluso compró una tarjeta y empezó a escribirla, pero luego la rompió y la descartó. Ella no era esa clase de chicas, las frases escritas sonaban absolutamente cursis, y estaba segura que moriría de vergüenza si Ben lo leía delante suyo.

También pensó en cocinarle algo, pero eso sonaba mucho más absurdo.
Se sentía totalmente frustrada, hasta que finalmente encontró algo.  Era un objeto y se podía envolver como cualquier regalo, pero también tenía un significado especial de lo que él era para ella y lo que ella deseaba ser para él.

Ben también estaba entusiasmado, por primera vez, esperaba la visita de helena y su familia. Su cumpleaños siempre lo ponía ansioso, sacaba a flote sus miedos, sus inseguridades, le recordaba quien era, o mejor dicho quién no era.

Y todo eso que estaba latente en él  salió la superficie cuando su padre volvió de viaje.

Habían terminado de cenar y su madre le comentó sobre los planes de Ben para el cumpleaños.

-Lo siento, Ben, pero organicé una cena con Douglas y su familia ese día. Deberás postergar tu reunión.

-No – dijo él escuetamente.

-Podemos reunirnos con ellos la semana que viene.  Tengo negocios que resolver con Douglas y solo estará este fin de semana en la ciudad así que iremos a cenar con ellos.

-Es mi cumpleaños- dijo él irritado.

-Lo sé, se me pasó, Benedict. Lo festejaremos luego.

-Claro, no es tan importante, ¿verdad? No lo olvidarías si yo fuera tu hijo.

-¿Qué dices?- preguntó su padre y Ben estalló como nunca ante solo había hecho.

-¡ESO NO SOY TU HIJO! ¡NO DE VERDAD! Por eso no te importa ni mi cumpleaños ni lo que yo quiera

-Ben- intentó intervenir su madre.

-¡¿Qué rayos pasa contigo?! – preguntó su padre de pie enfrentándolo, pero lo que Ben había estado escondiendo en sí mismo, se había desatado como una tormenta.

-Como si te importara – respondió y se marchó de la casa dando un portazo.

-¡Benedict!- lo llamó su madre pero no la escuchó.

-Déjalo, está siendo un malcriado ¿Cómo se suponía que adivinaría que  tenía algo previsto para su cumpleaños? Nunca antes le ha importado.

-De eso se trata, nunca antes le importó, hasta ahora – respondió su esposa preocupada.

Pasaron las horas y Ben no regresó.

 

Helena se despertó con la llamada de teléfono, somnolienta tomó el  celular y vio que era la madrugada.

-Hola – contestó medio dormida

-¿Helena?- preguntó una voz que no reconoció.

-Sí, ¿quién habla?

-Soy la madre de Ben, ¿está él contigo? – cuestionó la mujer y su voz sonaba angustiada. Lena  se despejó inmediatamente.

-No, no está conmigo ¿Qué sucedió? – preguntó alarmada y la madre le contó lo sucedido.

-Además no llevó su teléfono, no sé dónde buscarlo. Sé que él regresará cuando se calme, pero no sé qué hacer. Mi marido está dando vueltas en el auto buscándolo, pero no lo hemos encontrado aún- confesó.

-Lo buscaré también. Y les avisaré si se algo- dijo levantándose.

-Gracias, Helena.

Lena se levantó deprisa, la verdad era que si él ni siquiera tenía teléfono , no sabía ni dónde empezar a buscarlo, pero Ben estaba mal, era todo lo que le importaba.

El ruido que hizo al  vestirse y buscar sus cosas despertó a su hermano.

-¿Dónde vas? – le preguntó al verla en el comedor.

-Ben tuvo una pelea con sus padres y se fue de la casa, no saben dónde está. Voy a buscarlo.

-Helena es la madrugada, ¿dónde vas a ir?

-Te busqué muchas veces de madrugada – respondió ella, no había querido sonar así de dura, pero estaba preocupada por su delegado.

-Es verdad. Al menos deja que te acompañe.

-No, iré sola.-respondió, sentía que Ben no necesitaba a extraños, pero sí a ella.

-De acuerdo, pero espera –dijo y regresó unos minutos después- Abrígate, toma dinero, anda en taxi que es muy tarde. Y lleva esto porque dudo que  tu chico haya salido abrigado en su primera fuga – agregó extendiéndole un abrigo que era de él.

-Gracias, hermano.

-Cuídate, y llámame si me necesitas o si lo encuentras. Esperaré despierto.

Cuando salió a la calle el aire frío le dio de lleno y terminó de despertarla. Tenía que encontrar a Ben, pero  no tenía idea de dónde podía estar. La escuela estaba cerrada así que su refugio para tocar el piano estaba descartado, intentaba buscar alguna pista, recordar los lugares que habían visitado, pero no sabía por dónde empezar.

-¿Dónde estás?- preguntó en voz alta, pero la noche era puro silencio.

 

Helena dio vueltas por diferentes lugares, las cercanías de la escuela,  de la casa de Ben e incluso la costa del mar donde iban a  gritar cuando el mundo pesaba, pero no lo encontró.

-¡BEN!- gritó frustrada al mar  y entonces se le ocurrió algo. Tomó el taxi y le dio la dirección, esperando que su pálpito fuera acertado. En el camino comenzó una llovizna suave.

Casi al llegar, distinguió la silueta del chico que buscaba.

-Me quedo aquí- le dijo al taxista y bajó deprisa.

Benedict estaba en aquella esquina, frente a la tienda que atendía su madre biológica, estaba cerrada pero Ben la contemplaba como si lo que viera estuviese más allá del alcance de los demás. La lluvia comenzaba a empaparlo.

-¡Ben! ¡Ben!- gritó Lena acercándose y él se giró a mirarla.

-No sé quién soy, Helena – dijo él y ella sintió el dolor, estaba en su mirada, en su voz, en la postura de su cuerpo. Era el dolor de muchos años, era una pregunta que lo atormentaba, era una sombra que quizás lo acompañaría siempre.

-Eres alguien que ama tocar el piano, aunque se resista – empezó a enumerar ella mientras se acercaba –  Eres un tramposo, Benedict Cole, aunque todos crean que eres bastante decente, yo sé que eres un tramposo cuando te conviene. Eres inteligente, demasiado para mi propio bien,  y buena persona. Te encantan las cosas dulces – dijo llegando al fin a él y envolviéndolo en el abrigo de su hermano- Y eres  el chico que amo – agregó y lo abrazó. Ben se sujetó a ella como si fuera su salvación.

-Lena- musitó apoyándose en ella, y aunque Helena era más baja se las arregló para cobijarlo en sus brazos.

-Agradezco que hayas nacido Ben, y si algún día quieres cruzar esta calle, yo tomaré tu mano y lo haremos juntos. Ahora vamos a casa, te están esperando – dijo ella y Ben levantó la cabeza para mirarla.

-No soy un tramposo.

-Lo eres, pero te amo- contraatacó ella y Ben la besó. Y después de ese beso, volvió a besarla hasta que se quedaron sin aliento. Luego, Benedict, ya más dueño de sí  se apartó.

-Consigamos un taxi, te estás empapando y si seguimos aquí creo que no te dejaré ir y Marco va a golpearme – dijo sosteniendo aún su cara.

-Vamos- dijo ella y fueron a buscar un taxi, afortunadamente circulaban  bastantes por la lluvia y  no demoraron mucho en conseguir uno, aún así estaban mojados y con frío.

Iban sentados tan pegados como podían, y Ben le sostenía la mano con fuerza, como si fuera a volverse a perder si la soltaba.

-Lamento haberte hecho buscarme de madrugada, me había prometido que no te haría pasar por algo así- susurró él, pensando en que la había expuesto cuando se había prometido cuidarla.

-Que no se repita.

-No  lo volveré a hacer.

-Y Ben, si piensas huir de tu casa , al menos lleva teléfono y abrigo. Eres tan mal adolescente fugado como yo ladrona- le dijo y lo hizo sonreír.

Cuando llegaron al edificio, ella se ofreció a acompañarlo “solo hasta la puerta”, así que Benedict le pidió al taxista que la esperara para llevarla de regreso a su casa.

-¿Estás nervioso?- preguntó ella mientras subían hasta el piso de la familia. Y él asintió. Durante el trayecto en taxi, ella le había avisado a la madre que lo había encontrado e iban en camino.

-Sí- admitió él.

-Solo dejan que sepan lo que te pasa, deja que te conozcan, es difícil pero vale la pena. Tú me enseñaste eso – lo alentó ella. Ben asintió con la cabeza.

Lena le sostuvo la mano hasta que llegaron a la casa, antes que pudieran entrar la madre abrió la puerta y lo abrazó.

-¡Ben! ¿Estás bien?

-Sí- respondió escuetamente.

-Sano y salvo- agregó Helena  desde atrás.

-Gracias, Lena, gracias por traerlo.

-Vuelvo a casa- dijo ella antes que alguien la detuviera. Ben le dirigió una mirada de puro terror, pero ella sonrió –Hasta mañana –agregó y se fue.

La madre lo hizo entrar.

-Estás empapado, será mejor que  te des una ducha caliente antes que te enfermes. Te prepararé algo caliente.

-Mamá

-Ve a darte un baño y cambiarte, Ben. Luego hablamos- le dijo ella y él obedeció. Un rato después cuando  se estaba vistiendo, escuchó llegar a su padre.

“¿Ya volvió? ¿Está bien?” le llegó la voz apagada de su padre, no alcanzó a escuchar la respuesta de su madre. Le costaba encontrar el valor para salir, tras el estallido de emociones se sentía cansado, frágil y un poco estúpido. Había sido mucho más fácil que volver , eso lo hizo reflexionar en que quizás así había sido con su madre. Y también en  helena, en lo valiente que había tenido que ser para desandar el camino por el que se había perdido, para volver a ser ella misma. Su chica mala era muy valiente, él debía serlo también. Suspiró, y salió a enfrentar a sus padres.

-¿Estás bien? – preguntó el señor Cole al verlo y él hizo un gesto afirmativo. El hombre se acercó y lo abrazó- Ya es muy tarde, será mejor que durmamos y hablemos mañana.

-Yo, lo siento- musitó Benedict.

-También yo, Ben. Ya cancelé esa maldita cena y  festejaremos tu cumpleaños como quieras. Ahora ve a dormir.

Estaba agotado, y  también sus padres estaban cansados por la preocupación y por buscarlo. Un día más no haría diferencia y les permitiría tener más claras las ideas.

-De acuerdo- respondió y fue a acostarse. Su madre pasó a verlo y lo arropó como un niño. Un poco después su padre también se asomó a su habitación.

-Ben, ¿duermes?

-No todavía

-¿Estás en esa etapa de adolescente rebelde?

-No lo creo- musitó él.

-Bien, porque creo que no sabría manejarlo. Pero, Ben…

-¿Sí?

-Si es así, aunque espero que irte de casa no se te haga costumbre, igual vamos a amarte. Siempre vamos a amarte, hijo- dijo el hombre y Benedict solo respondió un “Mmm” porque las palabras y las lágrimas  se le mezclaron dentro.

 

 

 

 


1 comentario:

  1. Hola, claro que estoy por aca, talvez me paso mas a lo lejos, pero no las olvido. que gusto leerte de nuevo. espero que tu y las demas chicas esten bien. mucho animo en esta epoca pandemil....cariños

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