5 años después, una pandemia y mil cosas más...la continuación de esta historia. No sé si alguien siga por aquí, pero lo debía
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Helena había
hecho una lista de cosas que podrían gustarle a Ben, pero nada parecía
convencerla. De verdad quería algo especial, algo que contuviera lo que él
significaba en su vida, lo mucho que había cambiado su vida. Ben había sido un
puente hacia una mejor versión de sí misma, él le había permitido dejar atrás
el pasado y encaminarse hacia el futuro. Un futuro que, por primera vez en
mucho tiempo, la entusiasmaba.
Sin embargo
estaba segura que no había algo que pudiera envolverse en papel y transmitiera
ese mensaje
Pensó que justamente ese sería un buen regalo, decirle a él lo que sentía, incluso compró una tarjeta y empezó a escribirla, pero luego la rompió y la descartó. Ella no era esa clase de chicas, las frases escritas sonaban absolutamente cursis, y estaba segura que moriría de vergüenza si Ben lo leía delante suyo.
También pensó en
cocinarle algo, pero eso sonaba mucho más absurdo.
Se sentía totalmente frustrada, hasta que finalmente encontró algo. Era un objeto y se podía envolver como
cualquier regalo, pero también tenía un significado especial de lo que él era
para ella y lo que ella deseaba ser para él.
Ben también
estaba entusiasmado, por primera vez, esperaba la visita de helena y su
familia. Su cumpleaños siempre lo ponía ansioso, sacaba a flote sus miedos, sus
inseguridades, le recordaba quien era, o mejor dicho quién no era.
Y todo eso que
estaba latente en él salió la superficie
cuando su padre volvió de viaje.
Habían terminado
de cenar y su madre le comentó sobre los planes de Ben para el cumpleaños.
-Lo siento, Ben,
pero organicé una cena con Douglas y su familia ese día. Deberás postergar tu
reunión.
-No – dijo él
escuetamente.
-Podemos
reunirnos con ellos la semana que viene.
Tengo negocios que resolver con Douglas y solo estará este fin de semana
en la ciudad así que iremos a cenar con ellos.
-Es mi cumpleaños-
dijo él irritado.
-Lo sé, se me
pasó, Benedict. Lo festejaremos luego.
-Claro, no es
tan importante, ¿verdad? No lo olvidarías si yo fuera tu hijo.
-¿Qué dices?-
preguntó su padre y Ben estalló como nunca ante solo había hecho.
-¡ESO NO SOY TU
HIJO! ¡NO DE VERDAD! Por eso no te importa ni mi cumpleaños ni lo que yo quiera
-Ben- intentó
intervenir su madre.
-¡¿Qué rayos
pasa contigo?! – preguntó su padre de pie enfrentándolo, pero lo que Ben había
estado escondiendo en sí mismo, se había desatado como una tormenta.
-Como si te
importara – respondió y se marchó de la casa dando un portazo.
-¡Benedict!- lo
llamó su madre pero no la escuchó.
-Déjalo, está siendo
un malcriado ¿Cómo se suponía que adivinaría que tenía algo previsto para su cumpleaños? Nunca
antes le ha importado.
-De eso se
trata, nunca antes le importó, hasta ahora – respondió su esposa preocupada.
Pasaron las
horas y Ben no regresó.
Helena se
despertó con la llamada de teléfono, somnolienta tomó el celular y vio que era la madrugada.
-Hola – contestó
medio dormida
-¿Helena?-
preguntó una voz que no reconoció.
-Sí, ¿quién
habla?
-Soy la madre de
Ben, ¿está él contigo? – cuestionó la mujer y su voz sonaba angustiada.
Lena se despejó inmediatamente.
-No, no está
conmigo ¿Qué sucedió? – preguntó alarmada y la madre le contó lo sucedido.
-Además no llevó
su teléfono, no sé dónde buscarlo. Sé que él regresará cuando se calme, pero no
sé qué hacer. Mi marido está dando vueltas en el auto buscándolo, pero no lo
hemos encontrado aún- confesó.
-Lo buscaré
también. Y les avisaré si se algo- dijo levantándose.
-Gracias,
Helena.
Lena se levantó
deprisa, la verdad era que si él ni siquiera tenía teléfono , no sabía ni dónde
empezar a buscarlo, pero Ben estaba mal, era todo lo que le importaba.
El ruido que
hizo al vestirse y buscar sus cosas
despertó a su hermano.
-¿Dónde vas? –
le preguntó al verla en el comedor.
-Ben tuvo una
pelea con sus padres y se fue de la casa, no saben dónde está. Voy a buscarlo.
-Helena es la
madrugada, ¿dónde vas a ir?
-Te busqué
muchas veces de madrugada – respondió ella, no había querido sonar así de dura,
pero estaba preocupada por su delegado.
-Es verdad. Al
menos deja que te acompañe.
-No, iré
sola.-respondió, sentía que Ben no necesitaba a extraños, pero sí a ella.
-De acuerdo,
pero espera –dijo y regresó unos minutos después- Abrígate, toma dinero, anda
en taxi que es muy tarde. Y lleva esto porque dudo que tu chico haya salido abrigado en su primera
fuga – agregó extendiéndole un abrigo que era de él.
-Gracias,
hermano.
-Cuídate, y
llámame si me necesitas o si lo encuentras. Esperaré despierto.
Cuando salió a
la calle el aire frío le dio de lleno y terminó de despertarla. Tenía que
encontrar a Ben, pero no tenía idea de
dónde podía estar. La escuela estaba cerrada así que su refugio para tocar el
piano estaba descartado, intentaba buscar alguna pista, recordar los lugares
que habían visitado, pero no sabía por dónde empezar.
-¿Dónde estás?-
preguntó en voz alta, pero la noche era puro silencio.
Helena dio
vueltas por diferentes lugares, las cercanías de la escuela, de la casa de Ben e incluso la costa del mar
donde iban a gritar cuando el mundo
pesaba, pero no lo encontró.
-¡BEN!- gritó
frustrada al mar y entonces se le
ocurrió algo. Tomó el taxi y le dio la dirección, esperando que su pálpito
fuera acertado. En el camino comenzó una llovizna suave.
Casi al llegar,
distinguió la silueta del chico que buscaba.
-Me quedo aquí-
le dijo al taxista y bajó deprisa.
Benedict estaba
en aquella esquina, frente a la tienda que atendía su madre biológica, estaba
cerrada pero Ben la contemplaba como si lo que viera estuviese más allá del
alcance de los demás. La lluvia comenzaba a empaparlo.
-¡Ben! ¡Ben!-
gritó Lena acercándose y él se giró a mirarla.
-No sé quién
soy, Helena – dijo él y ella sintió el dolor, estaba en su mirada, en su voz,
en la postura de su cuerpo. Era el dolor de muchos años, era una pregunta que
lo atormentaba, era una sombra que quizás lo acompañaría siempre.
-Eres alguien
que ama tocar el piano, aunque se resista – empezó a enumerar ella mientras se
acercaba – Eres un tramposo, Benedict
Cole, aunque todos crean que eres bastante decente, yo sé que eres un tramposo
cuando te conviene. Eres inteligente, demasiado para mi propio bien, y buena persona. Te encantan las cosas dulces
– dijo llegando al fin a él y envolviéndolo en el abrigo de su hermano- Y
eres el chico que amo – agregó y lo
abrazó. Ben se sujetó a ella como si fuera su salvación.
-Lena- musitó apoyándose
en ella, y aunque Helena era más baja se las arregló para cobijarlo en sus
brazos.
-Agradezco que
hayas nacido Ben, y si algún día quieres cruzar esta calle, yo tomaré tu mano y
lo haremos juntos. Ahora vamos a casa, te están esperando – dijo ella y Ben
levantó la cabeza para mirarla.
-No soy un
tramposo.
-Lo eres, pero
te amo- contraatacó ella y Ben la besó. Y después de ese beso, volvió a besarla
hasta que se quedaron sin aliento. Luego, Benedict, ya más dueño de sí se apartó.
-Consigamos un taxi,
te estás empapando y si seguimos aquí creo que no te dejaré ir y Marco va a
golpearme – dijo sosteniendo aún su cara.
-Vamos- dijo
ella y fueron a buscar un taxi, afortunadamente circulaban bastantes por la lluvia y no demoraron mucho en conseguir uno, aún así
estaban mojados y con frío.
Iban sentados
tan pegados como podían, y Ben le sostenía la mano con fuerza, como si fuera a
volverse a perder si la soltaba.
-Lamento haberte
hecho buscarme de madrugada, me había prometido que no te haría pasar por algo
así- susurró él, pensando en que la había expuesto cuando se había prometido
cuidarla.
-Que no se
repita.
-No lo volveré a hacer.
-Y Ben, si
piensas huir de tu casa , al menos lleva teléfono y abrigo. Eres tan mal
adolescente fugado como yo ladrona- le dijo y lo hizo sonreír.
Cuando llegaron
al edificio, ella se ofreció a acompañarlo “solo hasta la puerta”, así que
Benedict le pidió al taxista que la esperara para llevarla de regreso a su
casa.
-¿Estás
nervioso?- preguntó ella mientras subían hasta el piso de la familia. Y él
asintió. Durante el trayecto en taxi, ella le había avisado a la madre que lo
había encontrado e iban en camino.
-Sí- admitió él.
-Solo dejan que
sepan lo que te pasa, deja que te conozcan, es difícil pero vale la pena. Tú me
enseñaste eso – lo alentó ella. Ben asintió con la cabeza.
Lena le sostuvo
la mano hasta que llegaron a la casa, antes que pudieran entrar la madre abrió
la puerta y lo abrazó.
-¡Ben! ¿Estás
bien?
-Sí- respondió
escuetamente.
-Sano y salvo-
agregó Helena desde atrás.
-Gracias, Lena,
gracias por traerlo.
-Vuelvo a casa-
dijo ella antes que alguien la detuviera. Ben le dirigió una mirada de puro
terror, pero ella sonrió –Hasta mañana –agregó y se fue.
La madre lo hizo
entrar.
-Estás empapado,
será mejor que te des una ducha caliente
antes que te enfermes. Te prepararé algo caliente.
-Mamá
-Ve a darte un
baño y cambiarte, Ben. Luego hablamos- le dijo ella y él obedeció. Un rato
después cuando se estaba vistiendo,
escuchó llegar a su padre.
“¿Ya volvió?
¿Está bien?” le llegó la voz apagada de su padre, no alcanzó a escuchar la
respuesta de su madre. Le costaba encontrar el valor para salir, tras el
estallido de emociones se sentía cansado, frágil y un poco estúpido. Había sido
mucho más fácil que volver , eso lo hizo reflexionar en que quizás así había
sido con su madre. Y también en helena,
en lo valiente que había tenido que ser para desandar el camino por el que se
había perdido, para volver a ser ella misma. Su chica mala era muy valiente, él
debía serlo también. Suspiró, y salió a enfrentar a sus padres.
-¿Estás bien? –
preguntó el señor Cole al verlo y él hizo un gesto afirmativo. El hombre se
acercó y lo abrazó- Ya es muy tarde, será mejor que durmamos y hablemos mañana.
-Yo, lo siento-
musitó Benedict.
-También yo,
Ben. Ya cancelé esa maldita cena y
festejaremos tu cumpleaños como quieras. Ahora ve a dormir.
Estaba agotado,
y también sus padres estaban cansados
por la preocupación y por buscarlo. Un día más no haría diferencia y les
permitiría tener más claras las ideas.
-De acuerdo-
respondió y fue a acostarse. Su madre pasó a verlo y lo arropó como un niño. Un
poco después su padre también se asomó a su habitación.
-Ben, ¿duermes?
-No todavía
-¿Estás en esa
etapa de adolescente rebelde?
-No lo creo- musitó
él.
-Bien, porque
creo que no sabría manejarlo. Pero, Ben…
-¿Sí?
-Si es así,
aunque espero que irte de casa no se te haga costumbre, igual vamos a amarte.
Siempre vamos a amarte, hijo- dijo el hombre y Benedict solo respondió un “Mmm”
porque las palabras y las lágrimas se le
mezclaron dentro.
Hola, claro que estoy por aca, talvez me paso mas a lo lejos, pero no las olvido. que gusto leerte de nuevo. espero que tu y las demas chicas esten bien. mucho animo en esta epoca pandemil....cariños
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