sábado, 9 de febrero de 2019

Amor en Alaska 9


Rachel  dedicó su tarde a hacer compras, fue más divertido de lo que esperaba elegir platos, vasos y utensilios de cocina, ropa de cama, un par de mantas coloridas y abrigadas y todo lo que necesitaba para su nueva casa. Incluso compró un par de plantas de interior, ideales para el clima de Alaska.
Sólo hubo un momento en que algo no se sintió bien, mientras hacía compras se cruzó con una joven parejita que hacían compras juntos, algo en su interior anheló aquello , ese momento compartido, esa intimidad de dos personas que planifican una vida juntos ¿Cómo se sentiría? Los observó un momento y luego se sacudió aquel anhelo, y volvió a concentrarse en el momento, en su primera vez comprando cosas para una casa propia, sin pensar en si era del gusto de los demás o si serviría para su familia.

Al llegar, acomodó lo que había comprado y se preparó algo para comer. Cuando terminó se acomodó en el suelo , sobre una mullida alfombra que había adquirido y se puso a escribir  listas, listas de las cosas que en verdad le gustaban, de sus habilidades, de sus sueños. Necesitaba pensar seriamente y para ello necesitaba sincerarse consigo misma, recordar quién era y qué quería para sí misma.
Aquella noche tuvo un sueño que la hizo despertar llorando, soñó con su madre, hacía años que no soñaba con ella. Sin embargo, a pesar de la tristeza sintió que era un mensaje, quizás de su inconsciente, quizás de su madre para decirle que estaba en el camino correcto.
Se levantó y tras un baño energizante y un buen desayuno, salió a dar un paseo, al encontrarse con Kenai y su perro ,no se sorprendió.
-Buenos días – la saludó él.
-Buenos días.
-¿Vienes con nosotros?, es nuestro paseo matinal, para juntar fuerzas para arrancar el día- la invitó Kenai, y ella asintió.
-Suena bien, eso de juntar fuerzas- comentó Rachel
-¿Cómo ha ido todo con la mudanza?
-Bien, hoy llamaré a Evan para avisarle donde me he mudado.
- Es buena idea, tienen que hablar en algún momento, aunque tómate el tiempo que necesites, ve despacio para sentirte mejor.
-Gracias, pero no es algo tan grave, quiero decir…- musitó sin saber cómo explicarse, a veces sentía que había exagerado, era adulta, debería  haber podido manejar aquello.
- Creo hay grandes duelos y problemas, perder a alguien, un divorcio, hechos graves e importantes que  hacen que los demás entiendan que uno pasa un mal momento y por ello respetan, y hasta acompañan, nuestro dolor. Pero también hay otros dolores, que quizás para los demás puedan parecer  no tan importantes pero nos lastiman igual, y lastima más que las personas que nos rodean no entiendan que estamos sufriendo. Eso es lo que estás pasando, Rachel, la actitud de ellos te lastimó, no es algo trivial – dijo Kenai y Rachel se sintió profundamente conmovida, lo conocía desde hace años, era alguien que apreciaba porque era amigo de Evan y una buena persona, pero ahora Kenai era otro Kenai. Era un hombre que la sorprendía y también la asustaba un poco. Era un momento de su vida en que apenas  sabía qué hacer con ella misma, aquel muchacho, mejor dicho aquel hombre la inquietaba demasiado con sus ojos profundamente azules, sus  palabras exactas y aquella actitud madura y calma. Pero no podía olvidar que no era cualquier persona, era el amigo de Evan, el niño que ella había visto crecer. 
-No todos piensan igual que tú, creo que ni yo misma, pero gracias por entenderme. Has crecido bien, tus padres han de estar orgulloso de ti.- dijo muy seria y Kenai sonrió con pena.
-Supongo que sí, pero créeme que no crecí pensando en enorgullecer a mis  padres, precisamente – dijo enigmáticamente. En ese momento sonó el teléfono de Kenai y ella creyó escucharlo maldecir en un susurro. Atendió y se puso a hablar de trabajo.- Lo siento, debo irme, nos vemos luego- le dijo apartando un momento el aparato para despedirse y ella asintió.
Rachel volvió a su casa y decidió que era el momento de hablar con su hermano, no podía seguir retrasándolo.
-Hola, Evan – lo saludó.
-Hola, Rach.—contestó él y aunque fuera a través del teléfono, Rachel percibió que su hermano estaba siendo precavido, casi como si contuviera la respiración. Así que aprovechó el momento y habló ella, le contó donde  se estaba hospedando y le dijo que pasaría por la casa familiar a buscar algunas cosas. Ninguno de los dos mencionó el trabajo. Hablaron un rato y luego Evan  titubeante mencionó el tema más espinoso- Papá quiere hablar contigo, dice que no respondes sus llamadas.
-Yo no quiero hablar con él, aún. Y tengo bloqueado su número. – contestó con acritud. El dolor seguía allí, instalado en su interior.
-De acuerdo, se lo diré. Raqui…
-¿Sí?
-Sigo siendo tu hermano, quiero decir si necesitas algo, estoy aquí.
-Gracias – dijo ella con un nudo en la garganta, no había esperado aquello.
-Nos vemos.- saludó Evan y luego cortaron.
Ella se sintió mucho mejor después de tener aquella conversación con su hermano, había esperado que fuera peor. Había dado un pequeño paso, debía seguir así, poco a  poco, buscando aquello que la hiciera feliz.
Un par de días después, Rachel volvió a  toparse con su lado falible, con la sensación de frustración cuando su camioneta no arrancó. Revisó el motor, probó distintos trucos, pero nada le resultó. Así que tuvo que llamar al servicio mecánico, pero mientras tanto estaría sin movilidad.
-¡Diablos! – maldijo en voz alta mientras le daba una patada  a la puerta.
- Juro que si llaman de Defensa de camionetas indefensas, testimoniaré a tu favor, seguro que ella fue la culpable – dijo alguien a su lado y Rachel sintió que enrojecía de vergüenza al reconocer la voz. Era ella quien lo consideraba a él un niño, pero era Kenai quien siempre la atrapaba haciendo niñerías.
-Agradeceré tu testimonio en la corte. Y sí, ella es la culpable, dejó de funcionar cuando la necesitaba.
-Si necesitas ir a la  ciudad, te llevo, voy para allá.- se ofreció.
-De acuerdo.
-Y luego puedo traerte si necesitas cargar algo.
- Está bien, con que me lleves alcanza.
-De acuerdo, ahora paso a buscarte – dijo él y se encaminó hacia su casa. Rachel  sacó el abrigo y su bolso y lo esperó.
Charlaron   un poco mientras iban camino a la ciudad.
-¿Encontraste algo que te interese hacer? – preguntó Kenai casualmente.
-Creo que algo relacionado con turismo, antes trabajábamos con eso, luego el negocio creció demasiado y papá decidió  dejar de lado el emprendimiento, sólo seguimos trabajando con los hidroaviones. Pero a mí me gusta  lo del turismo, aunque aún no estoy segura, son solo ideas.
-Elige algo que te haga feliz, eso es lo importante.- le dijo con sencillez y ella pensó que jamás se había detenido a pensar en si la hacía feliz hasta ahora. Sólo era su deber, su responsabilidad, lo que tenía que hacer. Él lo hacía sonar tan evidente.
-¿Eres feliz con lo que haces?- le preguntó curiosa.
-Sí, amo lo que hago. Me gusta diseñar los barcos, trabajar en ellos y verlos navegar. Debe ser demasiada sangre de navegante en mis venas.
- Ojalá pudiera estar tan segura sobre lo que me gusta o algo en lo que soy buena.
- Eres buena en muchas cosas, no podrías haber llevado adelante el negocio y cuidado de tu familia si no lo fueras, pero ahora tienes que encontrar algo que te haga feliz. Y si te tomas un tiempo para meditarlo con calma y pensando en lo que en verdad necesitas, lo encontrarás.
-Suena fácil…
-Pero es complicado, lo sé. Por eso no debes apresurarte.
-Esa es la parte complicada, siento que si no utilizo el tiempo en algún productivo algo va mal.
-¿No estás urgida con el dinero, verdad?
-No, tengo eso controlado.
-Lo imaginé, así que si no necesitas ponerte a trabajar ya mismo, puedes permitirte pensarlo con tranquilidad, no es tiempo perdido, es tiempo invertido en ti. Y tampoco hay nada exterior que te urja, o al menos nada que debería importarte- le dijo él y ella se dio cuenta de que aunque aquello era verdad, se sentía incómoda. Del algún modo las estructuras sociales  y culturales pesaban demasiado, no podía permitirse ser una mujer adulta ociosa y a la deriva, casi tendría cuarenta años. Y sin embargo  no había nada que la presionara, salvo ella misma. Quizás debía seguir el consejo de Kenai.
-Quizás pueda- casi susurró ella.
-Lo harás bien – respondió él y como acaban de ingresar a la calle principal de la ciudad le preguntó dónde quería ir- ¿Dónde te dejo?
- En cualquier lugar está bien. ¿Dónde ibas tú?
- A la cuadra siguiente, voy a comprar comida para Nieve. Y luego algunos otros trámites, incluyendo una visita a tu hermano.
-Entonces me bajaré allí, no está muy lejos de donde voy.
-¿Segura? Si me dices dónde vas, puedo dejarte allí.
-Caminaré un poco, tengo que hacer algunas compras. No  tengo ningún lugar en mente.
-De acuerdo- asintió  sin indagar más. Y buscó donde estacionar.
-Gracias por traerme, y por todo – dijo ella antes de  descender de la camioneta. Kenai estuvo a punto de decirle que lo llamara cuando quisiera regresar a casa, pero no lo hizo. No era momento para invadirla, y también tenía la esperanza de que alguna vez ella tomase la iniciativa y lo buscara.

Rachel caminó un rato mirando vidrieras hasta que llegó a donde quería ir, había salido a comprar unas sales para baño, sólo que parecía algo muy trivial para decirle a Kenai.
Entró a la tienda y , era un lugar  preciosamente decorado, estaba lleno de aromas agradables y  colores pasteles, se veía tan femenino que ella se sentía algo descolocada allí.
-¿Necesita ayuda? – preguntó la vendedora.
- Buscaba unas sales de baño.
- Puede encontrarlas por allí – dijo amablemente y Rachel se dirigió donde le indicaron. Eligió unas sales con aroma a lavanda y luego siguió mirando los distintos productos, encontró unas cremas corporales con aroma a gardenias y se tentó. El aroma era exquisito y la hacía pensar en calidez y exuberancia, estaba distraída con aquella ensoñación cuando una joven entró y se acercó a la vendedora. Parecían ser amigas. No quiso escuchar, pero la recién llegada hablaba lo suficientemente fuerte como para ser escuchada.
-¿Adivina a quién vi mientras venía para aquí? – preguntó entusiasmada.
-No lo sé, pero por lo visto vas a contarme.
-A Kenai Hayden – dijo la muchacha y los oídos de Rachel se concentraron más en las voces- Es tan atractivo- agregó con un suspiro.
-Ver a ese hombre es una gran manera de empezar el día.- comentó risueña la vendedora.
-¿Verdad que sí? Está buenísimo. ¿Sabes si tiene novia?
-No que yo sepa, lo veo solo o incluso cuando está con sus amigos en alguna salida, nunca lo he visto acercarse a nadie.
-Entonces tengo oportunidad, qué tal si salimos el fin de semana a tomar algo. Tú podrás ver a Evan y como siempre andan juntos, yo podré ver a Kenai e intentar acercarme-  dijo la joven, con la mención de su hermano, la vendedora carraspeó, parecía saber quién era ella e intentaba callar a su amiga. Rachel pensó que era hora de irse, se sentía incómoda escuchando. Y muchos pensamientos acudían a su mente, por un lado la hacía consciente  de que Kenai era un gran partido entre las jóvenes del pueblo, y era natural que así fuera. Pero también se sentía molesta por aquella charla, y no porque mencionaran a Evan.
-Llevo esto – dijo acercándose para que le cobraran y la joven empleada le sonrió aunque levemente sonrojada. Parecía una chica agradable, ojalá Evan se pusiera serio con alguien así, aunque, no la terminaba de convencer de tener a la amiga, una atractiva veinteañera rubia y  atractiva, rondando a Kenai. De hecho, la idea la enojaba. Era absurdo.
Pagó y se marchó.
Caminó un poco más y aunque había planeado comprar algo de ropa nueva, no se sentía de humor.
Finalmente se dirigió a la cafetería de Anke. Su pensamiento más lujurioso se refería a comprar un pastel de chocolate, ir a casa, darse un baño relajante, hidratarse con aquella crema de gardenias, y luego acurrucarse en el sofá a ver una película y comer pastel. Sonaba perfecto.
-Buenos días- saludó al entrar y se asomó a la vitrina donde estaban los dulces.
-Hola, querida. ¿Algo que te tiente?- la saludó Anke.
- Ése parece perfecto- señaló uno decorado con virutas de chocolate y crema.
-¿Alguna novedad? ¿Entraste a esa página de citas que te mencioné? – preguntó la mujer mientras sacaba el pastel y lo envolvía.
-Sí – admitió Rachel tímidamente
-¿Y?
-Contacté con alguien, es  posible que nos veamos la semana que viene en una cita – contó ella sin dar mucho detalle. Se sentía bastante avergonzada, pero había pensado que era una buena posibilidad para conocer a alguien y  había encontrado un candidato que parecía “adecuado”. Quería darse la oportunidad de conocer a un hombre, y era una página seria, con gente soltera, ya que la tecnología ofrecía nuevas maneras de conocer personas, podía aprovecharla.
-Dos cafés para llevar – dijo alguien a su lado y tanto ella como Anke se giraron sorprendidas al escuchar a Kenai.
- Ya te los preparo - dijo la mujer mientras le alcanzaba su pastel a Rachel.
-Hola de nuevo, ¿hiciste tus compras?
-Sí. ¿Y tú? – preguntó ella curiosa, la intrigaba saber para quién era el otro café que él había pedido.
-También terminé con las compras, ahora le llevaré el desayuno a Evan. Pasé a verlo y creo que necesita una dosis de café.
-¿Tan mal está?
-No te preocupes, está bien. Sólo que tiene que ajustar aún el tema de horarios y prioridades, tendrá que eliminar las salidas nocturnas entre semana ahora que está a cargo de la tienda.
-Debe estar enfadado conmigo.- comentó apenada. Aún se sentía incómoda por haberse escapado de todo.
-No lo está, no te preocupes.
-Aquí está el café. ¿Algo para comer? – preguntó la dueña del café interrumpiendo.
- Así está bien, tampoco quiero malcriarlo – dijo él guiñando un ojo.-Nos vemos luego –saludó y se marchó.
-Es un encanto-  aseveró Anke y Rachel asintió con un leve e involuntario movimiento de cabeza. Mientras lo veía marchar se preguntó cuánto habría escuchado de su conversación con la alemana. Esperaba que él no hubiese escuchado nada sobre lo de la página de citas.

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