Rachel se había hospedado en el pequeño hotel junto
al lago hasta resolver qué haría. Tenía dinero ahorrado, así que podía tomarse
su tiempo para pensar. Quería conseguir una casa, algo pequeño y acogedor,
luego vería qué haría en lo laboral. Había dormido, aunque poco, y al despertar
se había dado un largo baño con sales relajantes y burbujas, se había envuelto
en una bata mullida y ahora observaba el
lago por la ventana. Había algunas personas navegando en las embarcaciones de
Kenai, se detuvo a observar cómo se deslizaban en el agua, había algo
tranquilizador en el navegar de aquellos pequeños barcos, era el mismo tipo de
sensación que transmitía su creador. Sacudió la cabeza, no sabía por qué había
pensado en el amigo de su hermano en ese momento. Quizás porque se había
mostrado amable con ella y había notado
que algo no andaba bien, a diferencia de su propia familia. Aún estaba muy
dolida, incluso había apagado el teléfono, no quería oír sobre ellos.
Nunca había pedido nada a cambio, de hecho los había amado y cuidado porque los amaba,
no le importaba el reconocimiento, pero hubiera deseado que se preocuparan por
ella en la misma medida. Al escuchar a su padre y a Evan justificarse con
argumentos absurdos, su pelea con Michael o el hecho de que Adam llevara meses sin comunicarse la
habían hecho sentir muy sola, parecía ser que ellos no la conocían, que ni
siquiera eran capaces de darse cuenta cuando estaba pasando un momento duro.
Sin lugar a dudas ella tenía mucha de la culpa, siempre se había hecho cargo de
todo, se había mostrado fuerte y ni siquiera se había detenido a pensar en sí
misma, hasta ahora, hasta ahora que parecía que todo se le había venido encima
de golpe.
Quizás ella nunca se había expresado lo suficiente, había guardado todo para sí misma, pero había
creído que aún así la entenderían. ¿Era mucho pedir que lo hicieran?
Se regañó a sí misma, no debía pensar más en ellos. Se vistió, fue a
comer un desayuno bastante tardío y luego a dar un paseo. Al regresar a la
habitación se entretuvo revisando el tour turístico que había preparado, estuvo
un rato trabajando en eso para ocupar su mente y luego salió de su habitación para almorzar.
El hotel tenía un pequeño comedor, aunque el menú no era variado se
notaba la dedicación en cada plato, así que ella decidió comer allí, no tenía
ganas de volver al centro de la ciudad, quería un poco de calma. Iba a buscar
un lugar donde sentarse cuando un hombre
le salió al paso.
-Hola- dijo Kenai casualmente.
-¿Tú, qué haces aquí?
-Vine a ver cómo iban mis embarcaciones y decidí quedarme a almorzar-
respondió sin confesar que había ido a
ver cómo estaba ella.
- Ya veo.
-¿Almorzamos juntos? – preguntó y ella suspiró, no podía negarse, sería
muy obvio.
- De acuerdo – acepto y se ubicaron junto a una ventana. Hicieron el
pedido y mientras esperaban que les trajeran la comida, Rachel pensó que lo
mejor era dejar las cosas en claro.
-¿Sabes que me fui, verdad?
-Sí, me lo contó Evan.
-¿Cómo…?- inició la pregunta
queriendo saber cómo iba todo en la tienda., pero se interrumpió, no era asunto
de ella. Ya no.
-Está todo bien, es decir, Evan y la tienda van a sobrevivir, no debes
preocuparte por eso ahora- dijo Kenai y ella se sorprendió nuevamente de la
capacidad que tenía para interpretarla.
-¿Lo sabías?
-¿Qué?
-Lo de mi padre y su novia. Eres su amigo.
-No lo sabía, acabo de enterarme. Sé
muchas cosas de Evan, pero supongo que esto era algo muy personal, sólo de la
familia- dijo Kenai y se dio cuenta tarde que había puesto el dedo en la llaga.
- No toda la familia – contestó Rachel pero en cierta forma se sentía
aliviada de que Kenai no lo hubiese sabido, de que no fuera parte de aquel plan
familiar de ocultarle la verdad fingiendo que era por su propio bien.
El hombre no pudo responder, porque los interrumpieron para servirles su
comida pero también porque no encontraba nada adecuado que la alentara.
-Fue un error de ellos, no tuyo- le dijo finalmente y ella le dedicó una
leve sonrisa.
-Gracias. Y dime, ¿cómo está tu sobrino? – preguntó para cambiar de tema,
a había conmovido que él la librara de responsabilidad, porque ni siquiera ella
podía hacerlo. Aún sentía que el proceder de su familia tenía que ver con algún
error de ella.
- Va adaptándose de a poco, no es fácil la separación de sus padres, pero
una vez que descubra que todos están mejor así y que son más felices, podrá
aceptarlo. A veces tratamos de sostener una situación más allá de lo que
deberíamos porque pensamos que es lo mejor y tratamos de evitar lastimar a los
demás, pero sólo cuando nos animamos a salir de eso, descubrimos que nos espera
algo mucho mejor y que debimos haber tomado esa decisión mucho antes. – dijo él
y Rachel tuvo la sensación de que esas palabras estaban dirigidas a ella.
-¿Tienes algo planeado? – preguntó él y ella lo miró tratando de
descifrar a qué se refería exactamente. Eligió responder sobre su situación
actual
- Descansar un poco aquí un par de días, luego buscar una casa y no mucho
más, aún. Ah, mantenerme lejos del negocio familiar y de mi familia. – finalizó
y se preguntó si él intentaría defender a Evan.
-Me parece buena idea. Si necesitas ayuda para algo, llámame.
-Gracias, pero estoy segura que podré sola.
-No se trata de que puedas Rachel, sino de que a veces no es necesario
que hagas todo sola.- dijo él mirándola fijamente y ella bajó los ojos para
concentrarse en su comida porque tanto las palabras como la mirada azul intensa
de Kenai, la habían turbado.
Cuando terminaron de comer, él se adelantó y pagó la cuenta.
-Kenai.- empezó a protestar.
-Pago yo esta vez, como celebración.
-¿Celebración?
- Sí, Rachel Thomasson va a pensar en ella por una vez, esa decisión
merece ser celebrada - dijo con una sonrisa y calló el hecho de que él esperaba
ser parte de los cambios que se avecinaban.
-Ojalá mi hermano se pareciese más a ti – dijo ella y al hombre le cambió
la expresión. Luego se despidieron y
cuando Rachel volvió a su habitación se puso a buscar avisos sobre alquileres y
también entró a una página de solas y
solos que le había sugerido Anke. Necesitaba darse una oportunidad y encontrar
a alguien , porque reaccionaba a las pequeñas atenciones de Kenai como si estuviera sedienta. Llevaba demasiado
tiempo sola.
Al tercer día, Rachel se animó a
prender su teléfono. Tenía llamadas perdidas de su padre, y una de Eva.,
pero ni siquiera tantas como era de esperar.
Y mientras sostenía el celular,
empezó a sonar.
-Hola…- atendió.
-Tu hermano es un idiota, ¿dónde estás? – preguntó el Sr. Robertson y
ella sonrió ante las bruscas maneras del hombre.
- Digamos que de vacaciones, Sr. Robertson, ¿qué sucedió?
-Confundieron mis pedidos…
-De acuerdo, por ser usted, veré que puedo hacer. – prometió ella
- Esa gente no sabe qué hacer sin ti- dijo el hombre y cortó. Rachel
esbozó una sonrisa, al menos alguien reconocía su trabajo, no llamó a Evan sino
a uno de los empleados para ver cómo solucionar lo del Sr. Robertson.
A la tarde decidió visitar al hombre para explicarle personalmente lo que
había logrado resolver sobre su pedido.
Siempre se habían llevado bien porque a pesar de su carácter hosco, o
quizás por eso, siempre habían congeniado.
El hombre la recibió y le sirvió una taza humeante de chocolate. Ella le
explicó qué había acordado con uno de los empleados, Alan, para que arreglara
el error en su pedido y que se encargara de atenderlo cuando volviera a ir.
-Gracias por solucionarlo, Rachel. Ahora dime qué pasó contigo- preguntó
seriamente y ella se sintió inmensamente reconfortada de que aquel anciano
realmente se preocupara. Le contó brevemente lo que había sucedido mientras
daba sorbos a su chocolate.
-¿Cree que estuve muy infantil al irme?- preguntó cuando terminó de
contarle.
-Creo que hiciste lo correcto, muchacha. ¿Y qué harás ahora?
-Necesito conseguir una casa y me
tomaré un tiempo para pensar qué quiero hacer realmente.
-¿Una casa?
-Sí, estoy buscando alquileres, si sabe de algo.
-De hecho tengo una casa perfecta para ti- dijo el hombre
sorprendiéndola.
-¿Una casa?
-La de mi hijo, sabes que este año él estará en Europa, así que su casa
está desocupada, me dijo que la alquilara si quisiera pero no había nadie que
me pareciera confiable. Pero es perfecta para ti, y no está lejos, de hecho
está demasiado cerca de mi casa, Thomas quiso independencia pero estar cerca,
está a unos diez minutos. Y está amoblada, ¿qué te parece?
-¿En serio, señor Robertson? Me parece perfecto- dijo emocionada.
-Entonces termina tu chocolate y te llevaré a verla.
La casa era perfecta, pequeña
pero con todas las comodidades, la
vista también era preciosa y estaba suficientemente alejada de todo como para
permitirle tranquilidad. Los muebles eran clásicos de madera, elegantes y
sobrios, Thomas Robertson tenía buen gusto.
-¿Y? – preguntó el hombre ansioso mientras ella exploraba el lugar.
-Me encanta.
-Es tuya entonces.
-Pero aún no hablamos del dinero del alquiler, ni las condiciones.
-Dime cuanto puedes pagar y eso será, no necesitamos el dinero, muchacha.
Y te conozco lo suficiente para no necesitar un contrato, tu palabra me basta.
Siempre has sido responsable y seria, eres la jovencita más confiable que
conozco. Es una pena que mi hijo ya tenga una prometida o haría lo posible por
tenerte de nuera.
-Gracias – dijo ella conmovida, se sentía tan vulnerable que los sinceros
elogios de aquel hombre eran un bálsamo- sinceramente, muchas gracias.
-Vamos, mañana puedes traer tus cosas y mudarte.
-Sí, antes que me acostumbre al hotel- comentó ella sonriendo.
-La única desventaja es que la casa está bastante apartada, pero
cualquier cosa me tienes cerca a mí, también el joven Hayden tiene su casa
cerca, así que si necesitas algo no estarás sola.- dijo el hombre y Rachel cayó en la cuenta de
que la casa de Kenai estaba a unos trescientos metros de allí. No supo que
responder, porque no estaba segura si esa cercanía era algo bueno o malo, así
que sólo asintió.
Al día siguiente, mientras se mudaba, fue descubierta por Nieve y su
dueño.
-Creí que el señor Robertson nunca alquilaría esta casa, ahora veo que
sólo esperaba a la inquilina adecuada – dijo Kenai a sus espaldas mientras ella
cargaba una caja con víveres -¿Te ayudo? – preguntó mientras el perro saltaba a
su alrededor.
-No está bien.- contestó pero al maniobrar para evitar los efusivos
saludos de Nieve se tambaleó. Kenai llegó hasta ella y tomó la caja al tiempo
que ponía otra mano en su cintura para estabilizarla.
-Deja que ayude, debo cumplir mi palabra – dijo soltándola.
-¿Tu palabra?
-El señor Robertson me dijo que te
mudarías y me pidió que te ayudase- explicó.
-¿Entonces no estabas aquí de casualidad? – preguntó ella mientras se
apresuraba a abrir la puerta, ya que imaginaba que era inútil decirle que
dejara la caja y que no necesitaba ayuda.
-No exactamente - respondió y
evitó decir que la mayoría de sus encuentros no eran casuales, que de hecho
este era el más casual de todos ya que se debía a la intervención del
nuevo arrendador de Rachel.
- Pasa, por favor- lo invitó ella y le indicó donde dejar la caja
mientras se inclinaba a hacerle unas caricias al perro que la había seguido al
interior.
- Se ve bien. Me refiero a la casa- evaluó Kenai.
-Sí, tuve suerte. Es un buen lugar. Gracias por la ayuda.
-No es nada ¿Necesitas algo más?
-No. Lamento no poder invitarte ni un café, pero aún estoy organizando
todo. Iré a comprar vajilla, ropa de
cama y todo eso más tarde.
-No te preocupes, la próxima vez me invitas café. Si no hay nada en que
pueda ayudar, te dejaré para que sigas
acomodándote, pero ya sabes, cualquier cosa, soy tu vecino ahora.
-Lo tendré en cuenta.
-Vamos Nieve- llamó al perro y se despidió. Ella estaba más cerca de lo
que hubiera esperado, no quería tentar demasiado a su suerte.
Cuando Kenai se marchó, Rachel se puso a organizar los víveres que había
comprado y a hacer una lista de lo que necesitaba para su nueva casa. Se dio
cuenta que no le había advertido a él sobre que no le contara a Evan, pues
quería hacerlo ella misma, y también descubrió que sabía que Kenai no diría
nada y que ella confiaba en él.
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