viernes, 8 de febrero de 2019

Amor en Alaska 8


 Rachel  se había hospedado en el pequeño hotel junto al lago hasta resolver qué haría. Tenía dinero ahorrado, así que podía tomarse su tiempo para pensar. Quería conseguir una casa, algo pequeño y acogedor, luego vería qué haría en lo laboral. Había dormido, aunque poco, y al despertar se había dado un largo baño con sales relajantes y burbujas, se había envuelto en una bata mullida y ahora observaba  el lago por la ventana. Había algunas personas navegando en las embarcaciones de Kenai, se detuvo a observar cómo se deslizaban en el agua, había algo tranquilizador en el navegar de aquellos pequeños barcos, era el mismo tipo de sensación que transmitía su creador. Sacudió la cabeza, no sabía por qué había pensado en el amigo de su hermano en ese momento. Quizás porque se había mostrado amable con ella y  había notado que algo no andaba bien, a diferencia de su propia familia. Aún estaba muy dolida, incluso había apagado el teléfono, no quería oír sobre ellos.
Nunca había pedido nada a cambio, de hecho  los había amado y cuidado porque los amaba, no le importaba el reconocimiento, pero hubiera deseado que se preocuparan por ella en la misma medida. Al escuchar a su padre y a Evan justificarse con argumentos absurdos, su pelea con Michael o el hecho  de que Adam llevara meses sin comunicarse la habían hecho sentir muy sola, parecía ser que ellos no la conocían, que ni siquiera eran capaces de darse cuenta cuando estaba pasando un momento duro. Sin lugar a dudas ella tenía mucha de la culpa, siempre se había hecho cargo de todo, se había mostrado fuerte y ni siquiera se había detenido a pensar en sí misma, hasta ahora, hasta ahora que parecía que todo se le había venido encima de golpe.
Quizás ella nunca se había expresado lo suficiente,  había guardado todo para sí misma, pero había creído que aún así la entenderían. ¿Era mucho pedir que lo hicieran?
Se regañó a sí misma, no debía pensar más en ellos. Se vistió, fue a comer un desayuno bastante tardío y luego a dar un paseo. Al regresar a la habitación se entretuvo revisando el tour turístico que había preparado, estuvo un rato trabajando en eso para ocupar su mente y luego salió  de su habitación para almorzar.
El hotel tenía un pequeño comedor, aunque el menú no era variado se notaba la dedicación en cada plato, así que ella decidió comer allí, no tenía ganas de volver al centro de la ciudad, quería un poco de calma. Iba a buscar un lugar donde sentarse cuando  un hombre le salió al paso.
-Hola- dijo Kenai casualmente.
-¿Tú, qué haces aquí?
-Vine a ver cómo iban mis embarcaciones y decidí quedarme a almorzar- respondió sin confesar que  había ido a ver cómo estaba ella.
- Ya veo.
-¿Almorzamos juntos? – preguntó y ella suspiró, no podía negarse, sería muy obvio.
- De acuerdo – acepto y se ubicaron junto a una ventana. Hicieron el pedido y mientras esperaban que les trajeran la comida, Rachel pensó que lo mejor era dejar las cosas en claro.
-¿Sabes que me fui, verdad?
-Sí, me lo contó Evan.
-¿Cómo…?-  inició la pregunta queriendo saber cómo iba todo en la tienda., pero se interrumpió, no era asunto de ella. Ya no.
-Está todo bien, es decir, Evan y la tienda van a sobrevivir, no debes preocuparte por eso ahora- dijo Kenai y ella se sorprendió nuevamente de la capacidad que tenía para interpretarla.
-¿Lo sabías?
-¿Qué?
-Lo de mi padre y su novia. Eres su amigo.
-No lo sabía,  acabo de enterarme. Sé muchas cosas de Evan, pero supongo que esto era algo muy personal, sólo de la familia- dijo Kenai y se dio cuenta tarde que había puesto el dedo en la llaga.
- No toda la familia – contestó Rachel pero en cierta forma se sentía aliviada de que Kenai no lo hubiese sabido, de que no fuera parte de aquel plan familiar de ocultarle la verdad fingiendo que era por su propio bien.
El hombre no pudo responder, porque los interrumpieron para servirles su comida pero también porque no encontraba nada adecuado que la alentara.
-Fue un error de ellos, no tuyo- le dijo finalmente y ella le dedicó una leve sonrisa.
-Gracias. Y dime, ¿cómo está tu sobrino? – preguntó para cambiar de tema, a había conmovido que él la librara de responsabilidad, porque ni siquiera ella podía hacerlo. Aún sentía que el proceder de su familia tenía que ver con algún error de ella.
- Va adaptándose de a poco, no es fácil la separación de sus padres, pero una vez que descubra que todos están mejor así y que son más felices, podrá aceptarlo. A veces tratamos de sostener una situación más allá de lo que deberíamos porque pensamos que es lo mejor y tratamos de evitar lastimar a los demás, pero sólo cuando nos animamos a salir de eso, descubrimos que nos espera algo mucho mejor y que debimos haber tomado esa decisión mucho antes. – dijo él y Rachel tuvo la sensación de que esas palabras estaban dirigidas a ella.
-¿Tienes algo planeado? – preguntó él y ella lo miró tratando de descifrar a qué se refería exactamente. Eligió responder sobre su situación actual
- Descansar un poco aquí un par de días, luego buscar una casa y no mucho más, aún. Ah, mantenerme lejos del negocio familiar y de mi familia. – finalizó y se preguntó si él intentaría defender a Evan.
-Me parece buena idea. Si necesitas ayuda para algo, llámame.
-Gracias, pero estoy segura que podré sola.
-No se trata de que puedas Rachel, sino de que a veces no es necesario que hagas todo sola.- dijo él mirándola fijamente y ella bajó los ojos para concentrarse en su comida porque tanto las palabras como la mirada azul intensa de Kenai, la habían turbado.
Cuando terminaron de comer, él se adelantó y pagó la cuenta.
-Kenai.- empezó a protestar.
-Pago yo esta vez, como celebración.
-¿Celebración?
- Sí, Rachel Thomasson va a pensar en ella por una vez, esa decisión merece ser celebrada - dijo con una sonrisa y calló el hecho de que él esperaba ser parte de los cambios que se avecinaban.
-Ojalá mi hermano se pareciese más a ti – dijo ella y al hombre le cambió la expresión. Luego se despidieron  y cuando Rachel volvió a su habitación se puso a buscar avisos sobre alquileres y también entró a una página de  solas y solos que le había sugerido Anke. Necesitaba darse una oportunidad y encontrar a alguien , porque reaccionaba a las pequeñas atenciones de Kenai  como si estuviera sedienta. Llevaba demasiado tiempo sola.


Al tercer día, Rachel se animó a  prender su teléfono. Tenía llamadas perdidas de su padre, y una de Eva., pero ni siquiera tantas como era de esperar.  Y mientras sostenía  el celular, empezó a sonar.
-Hola…- atendió.
-Tu hermano es un idiota, ¿dónde estás? – preguntó el Sr. Robertson y ella sonrió ante las bruscas maneras del hombre.
- Digamos que de vacaciones, Sr. Robertson, ¿qué sucedió?
-Confundieron mis pedidos…
-De acuerdo, por ser usted, veré que puedo hacer. – prometió ella
- Esa gente no sabe qué hacer sin ti- dijo el hombre y cortó. Rachel esbozó una sonrisa, al menos alguien reconocía su trabajo, no llamó a Evan sino a uno de los empleados para ver cómo solucionar lo del Sr. Robertson.
A la tarde decidió visitar al hombre para explicarle personalmente lo que había logrado resolver sobre su pedido.
Siempre se habían llevado bien porque a pesar de su carácter hosco, o quizás por eso, siempre habían congeniado.
El hombre la recibió y le sirvió una taza humeante de chocolate. Ella le explicó qué había acordado con uno de los empleados, Alan, para que arreglara el error en su pedido y que se encargara de atenderlo cuando volviera a ir.
-Gracias por solucionarlo, Rachel. Ahora dime qué pasó contigo- preguntó seriamente y ella se sintió inmensamente reconfortada de que aquel anciano realmente se preocupara. Le contó brevemente lo que había sucedido mientras daba sorbos a su chocolate.
-¿Cree que estuve muy infantil al irme?- preguntó cuando terminó de contarle.
-Creo que hiciste lo correcto, muchacha. ¿Y qué harás ahora?
-Necesito conseguir una casa  y me tomaré un tiempo para pensar qué quiero hacer realmente.
-¿Una casa?
-Sí, estoy buscando alquileres, si sabe de algo.
-De hecho tengo una casa perfecta para ti- dijo el hombre sorprendiéndola.
-¿Una casa?
-La de mi hijo, sabes que este año él estará en Europa, así que su casa está desocupada, me dijo que la alquilara si quisiera pero no había nadie que me pareciera confiable. Pero es perfecta para ti, y no está lejos, de hecho está demasiado cerca de mi casa, Thomas quiso independencia pero estar cerca, está a unos diez minutos. Y está amoblada, ¿qué te parece?
-¿En serio, señor Robertson? Me parece perfecto- dijo emocionada.
-Entonces termina tu chocolate y te llevaré a verla.
La casa era perfecta,  pequeña pero   con todas las comodidades, la vista también era preciosa y estaba suficientemente alejada de todo como para permitirle tranquilidad. Los muebles eran clásicos de madera, elegantes y sobrios, Thomas Robertson tenía buen gusto.
-¿Y? – preguntó el hombre ansioso mientras ella exploraba el lugar.
-Me encanta.
-Es tuya entonces.
-Pero aún no hablamos del dinero del alquiler, ni las condiciones.
-Dime cuanto puedes pagar y eso será, no necesitamos el dinero, muchacha. Y te conozco lo suficiente para no necesitar un contrato, tu palabra me basta. Siempre has sido responsable y seria, eres la jovencita más confiable que conozco. Es una pena que mi hijo ya tenga una prometida o haría lo posible por tenerte de nuera.
-Gracias – dijo ella conmovida, se sentía tan vulnerable que los sinceros elogios de aquel hombre eran un bálsamo- sinceramente, muchas gracias.
-Vamos, mañana puedes traer tus cosas y mudarte.
-Sí, antes que me acostumbre al hotel- comentó ella sonriendo.
-La única desventaja es que la casa está bastante apartada, pero cualquier cosa me tienes cerca a mí, también el joven Hayden tiene su casa cerca, así que si necesitas algo no estarás sola.-  dijo el hombre y Rachel cayó en la cuenta de que la casa de Kenai estaba a unos trescientos metros de allí. No supo que responder, porque no estaba segura si esa cercanía era algo bueno o malo, así que sólo asintió.
Al día siguiente, mientras se mudaba, fue descubierta por Nieve y su dueño.
-Creí que el señor Robertson nunca alquilaría esta casa, ahora veo que sólo esperaba a la inquilina adecuada – dijo Kenai a sus espaldas mientras ella cargaba una caja con víveres -¿Te ayudo? – preguntó mientras el perro saltaba a su alrededor.
-No está bien.- contestó pero al maniobrar para evitar los efusivos saludos de Nieve se tambaleó. Kenai llegó hasta ella y tomó la caja al tiempo que ponía otra mano en su cintura para estabilizarla.
-Deja que ayude, debo cumplir mi palabra – dijo soltándola.
-¿Tu palabra?
-El  señor Robertson me dijo que te mudarías y me pidió que te ayudase- explicó.
-¿Entonces no estabas aquí de casualidad? – preguntó ella mientras se apresuraba a abrir la puerta, ya que imaginaba que era inútil decirle que dejara la caja y que no necesitaba ayuda.
-No exactamente -  respondió y evitó decir que la mayoría de sus encuentros no eran casuales, que de hecho este era el más casual de todos ya que se debía a la intervención del nuevo  arrendador de Rachel.
- Pasa, por favor- lo invitó ella y le indicó donde dejar la caja mientras se inclinaba a hacerle unas caricias al perro que la había seguido al interior.
- Se ve bien. Me refiero a la casa- evaluó Kenai.
-Sí, tuve suerte. Es un buen lugar. Gracias por la ayuda.
-No es nada ¿Necesitas algo más?
-No. Lamento no poder invitarte ni un café, pero aún estoy organizando todo.  Iré a comprar vajilla, ropa de cama y todo eso más tarde.
-No te preocupes, la próxima vez me invitas café. Si no hay nada en que pueda ayudar, te dejaré para que sigas  acomodándote, pero ya sabes, cualquier cosa, soy tu vecino ahora.
-Lo tendré en cuenta.
-Vamos Nieve- llamó al perro y se despidió. Ella estaba más cerca de lo que hubiera esperado, no quería tentar demasiado a su suerte.
Cuando Kenai se marchó, Rachel se puso a organizar los víveres que había comprado y a hacer una lista de lo que necesitaba para su nueva casa. Se dio cuenta que no le había advertido a él sobre que no le contara a Evan, pues quería hacerlo ella misma, y también descubrió que sabía que Kenai no diría nada y que ella confiaba en él.

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