Todos rieron por el mohín que se dibujó en el rostro de André
ante las palabras de Aurora. Le tomó de la cintura, haciendo que ella saltara
lejos de él, riendo.
– André no tiene remedio –suspiró Danaé mirándolo fijamente– es
un niño.
– ¿No lo son todos los hombres, querida prima? –soltó Aurora con
calma.
– Quizás… –la mirada de Danaé se fijó en Alex, quien le sostuvo
la mano– algunos crecen más rápido que otros –esta vez, miró hacia Marcos.
– Y algunos no crecen en absoluto –rió Marcos mirando hacia
André– es la verdad, solo tú podrías dejar que alguien como Alessandra…
– ¡Alessandra! –repitió Lucian con curiosidad– ¿quién es Alessandra?
– La novia de André –contestó Alex, automáticamente.
– No es mi… –empezó furioso André.
– Era su novia –señaló Christopher y todos lo miraron– o no
estaría tan molesto.
– ¿Y si solo fue una pelea sin sentido? –intervino Mía, para
sorpresa de todos– por eso ella no estaría aquí.
– ¡No es mi novia! –gritó André pero todos rieron– y eso no es
de su incumbencia de cualquier manera. Dejen de hablar de mi vida privada.
– ¡Ahora quiere vida privada! –se burló Beth– antes presumías de
cada conquista que hacías, aun cuando no nos interesaba saberlo –terminó
censuradora.
– No lo atormenten –Marcos intervino con voz neutra– seguramente
es difícil para él.
– ¡No es difícil, nada! Están equivocados, todos –André contestó
y se alejó, enfadado.
– ¿Ustedes también creen que…? –Daila comentó y todos le
dirigieron una mirada de advertencia– lo lamento.
– No, ya te acostumbrarás a la sutileza –le tranquilizó Aurora
pero Daila se ofendió.
– ¿Por qué eres así, Aurora? –Christopher soltó en tono
engañosamente suave y alcanzó a Daila, que salía al patio.
– ¿Qué está sucediendo? –Alex los miró con curiosidad– ¿Has
peleado con Christopher? –preguntó a Aurora y ella hizo un gesto de “no es
importante”.
– Es curioso… –susurró Danaé e intercambió una mirada de
entendimiento con Marcos.
– ¿Qué ha sido eso? –preguntó Mía bajo hacia Marcos– ¿qué pasó?
– ¿Sobre qué? –Marcos giró hacia ella.
– La mirada que intercambiaste con Danaé… ¿Qué vieron?
– Eres perspicaz –soltó aprobador Marcos– cada vez me gustas más
y más.
– ¿Solo te gusto? –Mía sonrió, su primera sonrisa genuina de la
noche y Marcos se alegró de que ella estuviera mucho más cómoda.
– Me encantas, fascinas, gustas… y todo lo que puedas añadirle a
eso.
– Creo que has sido bastante claro –Mía le tomó la mano con
fuerza– gracias, Marcos. Realmente, gracias. Te amo.
– Nunca podré acostumbrarme –dijo él y la apartó, para poder
besarla por un tiempo.
La cena transcurrió con relativa calma. El brindis fue realizado
por Stefano, quien dio un corto discurso sobre la nueva pareja y Marcos y Mía
se levantaron para anunciar oficialmente su compromiso.
Lo verdaderamente llamativo fue la ausencia de Rose, que no se
encontraba por ningún lado, pero nadie se atrevía a preguntar el por qué.
– Gracias por esta maravillosa cena –Mía sonrió hacia Mandy y
Stefano– es un honor formar parte de su familia y tienen un hijo perfecto.
Marcos puso en blanco los ojos mientras Mandy besaba la mejilla
de Mía y Stefano, sorprendentemente, también lo hizo. Mía le tomó de la mano
mientras se despedían de los demás y se dirigieron al hotel en que se hospedaba
Mía.
– Tu familia es encantadora –comentó Mía con entusiasmo– pensé
que serían fríos y lejanos… pero son bastante agradables y, eso sí, muy bien
parecidos.
– Es de familia –soltó con orgullo y ella asintió– ¿te parece
que soy guapo?
– Extremadamente –confirmó con una sonrisa divertida– ¿qué ha
pasado con Rose?
– No lo sé –en él se marcaron unas finas líneas de preocupación,
que Mía había notado a lo largo de la velada– quisiera saber…
– Lo sé, pero todo estará bien o tus padres te lo habrían dicho.
– Sí –asintió con tono lejano– ¿por qué pensabas que mi familia
era fría? –su rostro reflejó curiosidad– ¿en qué sentido?
– No te ofendas –empezó Mía y él hizo un mohín– que no te
ofendas, pedí –rió ella y él inspiró hondo– bien, es que las familias que
tienen cierta posición económica, generalmente no llevan la relación que
ustedes.
– Eso es cierto, pero técnicamente no todos somos familia… –se
burló Marcos.
– Familia o no, se comportan como tal. ¿Por qué la unidad? Me
gusta ese sentimiento que parece unirlos a todos, aun cuando tu padre…
– Mi padre es complicado –Marcos se encogió de hombros– siempre
ha sido bastante reservado con respecto a la familia.
– ¿De verdad? Bueno, se nota en parte…
– Sí, pero ha mejorado bastante ¿no te parece? Desde la última
vez que lo viste…
– Sí, eso es cierto –concedió Mía– estoy agotada, Marcos.
– Lo sé amor. Ha sido una noche larga –sonrió él con cansancio–
te acompañaré hasta tu habitación e iré a mi departamento, necesito llamar a
casa.
– Todo estará bien –Mía le puso una mano sobre el brazo y él
asintió– tu hermana está bien, seguramente algo la detuvo.
– Será mejor que sea algo de vida o muerte… –murmuró Marcos, le
dio un beso y se alejó por el pasillo.
Mía cerró la puerta y suspiró. Una prueba más pasada y ella solo
se sentía feliz por el hombre que tenía a su lado. Su Marcos.
Marcos empezó a conducir de regreso a la casa de sus padres pero
a mitad del camino se arrepintió. Retomó la ruta y siguió hasta el departamento
de Rose. Ella tenía que escucharlo, después que se asegurara de que estuviera
todo en orden.
¡Era su hermana gemela! ¿Por qué no iba a su cena de compromiso?
Algo iba mal con Rose, pero él no tenía la menor idea de qué
podía ser. Cuando la llamó, no le
contestó. Al tocar el timbre, tampoco
obtuvo respuesta.
– Rose, estoy abajo de tu departamento –habló de inmediato,
cuando después de varios intentos, contestó– ábreme, ahora.
– ¡Marcos! ¿qué haces aquí? ¿Y la cena de compromiso?
– ¡Ah! Si recordaste, entonces… ¿dónde rayos estabas?
– ¿Podemos dejarlo para otro día? Ahora mismo, no.
– Rose… ¿qué está pasando?
– Ahora, no –dijo con firmeza y él no reconocía a su risueña
gemela.
– ¿Algo anda mal? –inquirió preocupado.
– No, pero necesito que… –Rose suspiró– solo no es un buen
momento, hermanito.
– ¿Cuándo te detuvo a ti esa razón? ¡Rose!
– Marcos, ahora no –siseó con furia y eso lo sorprendió.
– Está bien, pero tendrás que tener una buena explicación para
no haber asistido.
– La daré en su momento –Rose se despidió– gracias, Marcos –y
colgó.
¿Ahora qué le sucedía? ¿Rose, misteriosa? Era Rose quien estaba
pendiente de todo, quien no se perdía una noticia y no podía guardar un
secreto. Seguro jamás lo hizo en su vida y ahora… ¿quería dejar algo para más
tarde?
No solo era sospechoso, era totalmente improbable. Pero él no
acostumbraba a entrometerse en la vida de los demás. Esperaría la explicación de
Rose, mientras tanto, tenía que irse a descansar o se quedaría dormido en el
umbral de la puerta de su hermanita y eso no era la mejor de las opciones.
Reprimió un bostezo y condujo hasta su departamento. Nada más llegar, se quedó
dormido.
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