El día del festival estaba inusualmente frío o quizás fuera esa nueva
percepción que tenía del clima, porque Rachel se abrigó extra y protestó
mentalmente sobre el tardío cambio de estaciones. Incluso pensó en no ir, pero
era un evento para toda la ciudad y sentía mucha curiosidad por las
embarcaciones de Kenai, ¿las habría terminado a tiempo? ¿Navegarían como él lo
había imaginado?
Incluso había cerrado la tienda porque no habría muchos clientes ya que
todos irían al espectáculo, y sus empleados también deseaban asistir. Era exigente,
pero no una tirana, así que había decretado día libre. Evan se había marchado
temprano para ir a ayudar a su amigo con los preparativos, ella se había
encargado de terminar algunos pendientes, luego se había abrigado bien y había
caminado hasta el lugar del festival.
Era la tarde, la idea era aprovechar las últimas horas de luz para el
espectáculo de las embarcaciones y luego habría un show de fuegos artificiales.
Se había reunido una gran cantidad de personas entre turistas y locales,
todos amontonados en la costa.
Usualmente se habría quedado lejos, pero esta vez tenía mucha curiosidad así
que se abrió camino entre la gente para encontrar un buen lugar .Se había
ubicado frente a la costa aunque un poco
apretujada para su gusto, aún así se olvidó del gentío apenas comenzó el espectáculo, eran cientos de embarcaciones
de distintos estilos navegando, había algunos de remo y otros a vela, se
escuchaba música que parecía aunarse a aquel silencioso navegar, había algo
casi sagrado en aquel desfile de embarcaciones. Fijó la vista atentamente hasta
descubrir las que había diseñado Kenai, no sólo flotaban sino que se movían con
elegancia y ligereza, había creído que él las navegaría, pero no era así.
También distinguió otras embarcaciones diseñadas por él, había visto los
bocetos en su taller, eran con velas y recordaban el estilo de los barcos
vikingos, ciertamente parecía que el amor por la navegación fluía en sus venas
desde sus dos líneas de antepasados.
El espectáculo náutico atrajo la atención de todos los presentes, tanto
que el tiempo pasó y recién fueron conscientes de la puesta de sol cuando las
embarcaciones se iluminaron. El público exclamó sorprendido, y también Rachel
que se dejó llevar por la belleza.
-¡Ohhh! – exclamó admirada.
-Se ve bien, ¿verdad? – preguntó alguien a su lado y aunque identificó la
voz, se giró sobresaltada. Era Kenai, que estaba casi pegado a su lado. O ella
había estado demasiado absorta o él era muy sigiloso, quizás ambas.
-Flotaron…- comentó ella tontamente
-Sí, e incluso navegaron muy bien – dijo Kenai sonriendo.
-Felicitaciones- le dijo ella torpemente. Debido a la gran cantidad de
gente estaban demasiado cerca, y con el cuello levemente levantado para
hablarle estaba siendo muy consciente de la altura de él, de sus anchos hombros
que bloqueaban a las demás personas e
incluso como con su presencia junto a ella la estaba protegiendo de ser
aplastada.
De pronto no sabía que decir, y
por lo visto tampoco Kenai, porque sólo la estaba observando en silencio. Rachel
agradeció cuando empezó el show de fuegos artificiales y el ruido y los estallidos de luces los
hicieron romper el contacto visual y concentrarse en el cielo.
Cuando el último fuego artificial
se esfumó la gente empezó a movilizarse y de pronto Rachel se vio empujada
contra el joven.
-Lo siento – dijo ella, pero él la puso delante suyo y la rodeó con sus
brazos.
-¿Qué haces?
-Sacarte de aquí sin que te aplasten.
-Yo…
-Lo sé, eres una fuerte mujer de Alaska, puedes con todo …
-Sé cuidarme sola y no soy diminuta como para que me aplasten.
-Yo soy más alto – respondió él sin soltarla y avanzando entre la gente.
Su voz tenía un leve deje de orgullo masculino, Rachel nunca sabría lo mucho
que él había deseado ser tan alto como ella, o más, para algún día protegerla
como lo estaba haciendo.
-¿Eso que tiene que ver?
-Puedo ver mejor el camino entre la gente, saldremos rápido de aquí.
-Pero…
- Sólo por esta vez, Rachel. Sólo confía un momento y déjate llevar – le
indicó y aunque ella estaba a punto de seguir discutiendo, desistió. Era cierto
que había demasiada gente desconcentrándose y ser guiada así era mucho más
cómodo, no necesitaba estar alerta. Lograron salir hasta la parte central de la
playa donde ya estaba despejado, Rachel se apartó rápidamente de Kenai y justo
coincidió con la llegada de Evan que los
saludaba levantando las manos. Se acercó rápidamente a ellos.
- ¿Dónde te metiste? – le preguntó a Kenai- Te busqué por todos lados. Rachel,
¿también viniste? – agregó.
-Sí, vine – dijo ella mirando a los dos. ¿Por qué si estaba con Evan,
había aparecido solo? Como si él adivinara el fluir de sus pensamientos,
respondió a su hermano.
-Me fui para buscar un mejor lugar para ver el espectáculo.
-Pudiste avisarme – protestó Evan.
-Estabas bastante entretenido – contestó su amigo con un vago gesto, lo
que le hizo pensar a Rachel que su hermano estaba acompañado por su novia de
turno.
-¿Qué tal si vamos a tomar algo? – invitó el joven Thomasson.
- De acuerdo- aceptó Kenai.
-Yo vuelvo a casa, pásenla bien –
se despidió ella
-Rachel…- la llamó el joven, pero ella sólo se giró y saludó con la mano.
Kenai supo que estando allí Evan no tenía más opción que dejarla marcharse, de
estar solos podría haberla llevado a casa o buscar una forma para pasar más tiempos
juntos, pero no era posible en aquella situación. Si su amigo interfería, sólo
causaría problemas.
-¿Vamos? –insistió su amigo.
-Vamos – dijo Kenai pero al pasar por su lado le dio un leve golpe en la
cabeza. Se había esforzado mucho para encontrar a Rachel entre el gentío, y su
amigo lo había estropeado todo.
-¿Y eso?
-Lo mereces, créeme. – respondió y el otro sonrió sin comprender.
Rachel caminó despacio arrebujándose en su abrigo, aún había mucha gente
circulando, se escuchaba el bullicio y la algarabía de las charlas, pasaban niños
correteando y parejas abrazadas. Recordó la cercanía de Kenai momentos antes, y
algo, muy parecido al anhelo, se le enroscó adentro.
Se dijo a sí misma que estaba
volviéndose loca, que hacía demasiado tiempo que no tenía una relación y que
quizás fuera hora de buscar a alguien, un hombre que no fuera el amigo de su
hermano, al que conocía desde niño.
Durante un par de días luego del espectáculo de las embarcaciones, Rachel
había tenido un insistente dolor en el abdomen, lo había ignorado, pero ya al
tercer día había acudido al médico.
Los primeros resultados no habían sido nada alentadores, parecía haber
problemas con su útero, aún faltaban otros exámenes pero eso la hizo sentirse
inquieta, hasta su cuerpo daba señales de los cambios. Extrañamente nunca había
pensado en tener hijos, había estado demasiado ocupada estando a cargo de su
propia familia, pero de pronto , ante la posibilidad de que algo estuviera mal
se sentía angustiada. Le habría gustado tener niños, criar su propia familia,
sentía que podría ser una buena madre, aunque era posible que ese día no
llegara.
Fue una semana en la que se
mantuvo más ocupada que de costumbre. Incluso
aceptó preparar un pequeño tour turístico a pedido de uno de sus proveedores
canadienses que quería llevar a su familia a recorrer Sitka. Ella siempre se
había sentido atraída hacia el turismo, aunque sólo organizaba tours ocasionalmente, se entusiasmaba cuando se trataba de mostrar los atractivos de su
ciudad, y dado que el insomnio la dejaba
dormir muy poco, era una actividad bienvenida para alejarse de los pensamientos
molestos. Y en sus horas libres, recorría lugares para incluir en el paseo.
Salía de reservar las habitaciones en un pequeño hotel boutique junto a un lago
cuando volvió a toparse con Kenai.
-Rachel – la saludó llamando su
atención.
-Hola, Kenai .
-¿Qué haces aquí? ¿Algún pedido?
-No, estoy preparando un tour. ¿Y tú?
- Me encargaron algunas embarcaciones para el lago.
-Ya veo. Nos vemos luego, debo ir a abrir la tienda.
- Te ves cansada, ¿todo está bien? – preguntó y ella se extrañó de que notará lo que los
demás no habían notado, ni Evan había dicho nada.
-Sí, todo bien. Sólo mucho trabajo – contestó, si había alguien con quien
no quería compartir sus preocupaciones sobre su salud ni discutir el estado de
su útero, era ese hombre. Se despidió de prisa y se marchó.
Kenai se quedó observándola, algo le sucedía y le hubiera encantado poder
saber qué era y así ayudarla, pero Rachel no era de las que contaba
livianamente sus preocupaciones. Y eso lo hacía mucho más preocupante, siempre
trataba de resolver todo sola. Siguió pensando en ella incluso al día siguiente,
cuando rechazó un encargo de Marcus Wellington, el primer novio de Rachel.
Habían pasado casi veinte años, Wellington estaba casado y hasta donde
sabía no tenía contacto alguno con Rachel, pero él seguía odiándolo. No la
había merecido nunca, y de sólo recordar que había tenido que presenciar que él
la besara, le volvía a hacer hervir la sangre.
Era un sentimiento infantil, pero era un resabio de los tiempos en que
Marcus había tenido edad para ser el novio de la mujer que él sólo podía
adorar desde lejos pues era poco más que un niño.
Ahora todo era diferente, o quizás no tanto, porque aún debía probarle a
Rachel que era un hombre hecho y derecho, uno que la podía hacer feliz.
Rachel seguía dedicada plenamente
a su trabajo, cuando llegaron los resultados médicos se sintió levemente más
aliviada. No era algo grave, pero tampoco era muy alentador, no sólo ella
estaba sufriendo el peso de los años, sino que también su sistema reproductivo.
El médico le había mencionado que más allá de algunos desordenes hormonales que
la estaban afectando, también le sería difícil quedar embarazada. Quizás antes
esa noticia no le hubiese importado mucho, pero ahora le impactaba, le dolía,
era como si la vida le dijese que siguiera renunciando.
Era una mujer fuerte, siempre lo había sido y odiaba estar sumergiéndose
en pensamientos tan negativos, pero por primera vez en muchos años, se había
sentido obligada a detenerse y analizar su vida. Y si no quería arrepentirse,
probablemente necesitaba hacer algunos cambios, aunque no sabía por dónde
comenzar.
Decidió que un buen inicio sería tomar un descanso e ir a la cafetería de
Anke , sentarse un rato
tranquila y comer algo delicioso. Anke era una mujer alemana que había
llegado a Sitka siendo niña, se había
quedado allí y había instalado una preciosa cafetería llena de delicias y
con toda la calidez de su propietaria.
Cuando tenía tiempo le gustaba pasar por allí, sentarse tranquila a
saborear algo y charlar un rato con la alemana si no había mucha gente
alrededor, la conocía desde niña y siempre se sentía contenida y un poco más
animada tras una buena charla con ella.
Sin embargo sus planes se vieron interrumpidos porque apenas entró y se
acomodó en una mesa junto a la ventana, su atención fue captada por alguien
más. Allí estaba Kenai con un niño pequeño, Rachel demoró unos segundos en
recordar que era el sobrino, el hijo de su hermana menor. Estaba ayudando al
niño con su comida, se lo veía concentrado y atento a las necesidades del
pequeño. Y mientras lo observaba, él se giró a verla.
Sin saber por qué se puso nerviosa, Kenai sonrió, le dijo algo a su
sobrino y se puso de pie. Rachel tuvo ganas de irse, pero el hombre llegó
pronto hasta su lado para saludarla.
-Hola, Rachel.
-Hola, es tu sobrino , ¿verdad? – preguntó ella a pesar de lo obvio.
-Sí, hoy nos tocó pasar el día juntos. Me hubiera gustado invitarte a
unirte a nosotros, pero Anori se pone un
poco inquieto.
- Es lógico, soy una extraña para él.
-En realidad tiene que ver con que mi hermana acaba de divorciarse y aún
es difícil para él.
-Ohh, no lo sabía- dijo ella.
- No te preocupes, bueno, nos vemos luego, me voy antes que vuelque el
chocolate encima o algo por el estilo – comentó y volvió con el niño.
Había bastantes clientes así que Rachel sólo intercambió breves palabras
con Anke cuando le sirvió una humeante taza de chocolate caliente con una
generosa porción de pastel con crema.
Y luego mientras comía, Rach se descubrió a sí misma prestando excesiva
atención a Kenai y su sobrino. Se los
veía muy bien juntos, se notaba el cariño y aquella forma de cuidar al niño le
mostraba una nueva faceta de él. Además se lo veía maduro y responsable, era
bastante diferente de su hermano Evan, aunque en realidad siempre lo había
sido, desde joven había sido bastante serio.
También descubrió que parecía
llevarse muy bien con los niños, y eso extrañamente la hizo angustiar. Seguramente él sería un gran padre, y ella
acababa de descubrir que difícilmente podría tener hijos. De pronto la comida
le supo amarga y se le hizo difícil tragar el bocado que masticaba.
Ni siquiera sabía por qué había hecho aquella relación entre los dos
hechos, ni por qué la había entristecido.
Finalmente, sin terminar de comer, pagó y se marchó.
Hola. Hace tiempo no hablo por acá. Pero visito seguido el Blog. Me encanta esta historia. Los personajes más ese clima frío que me encanta. Espero que todas estén bien. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias Yocelyn! Me alegra que te esté gustando y que sigas aquí acompañándonos. Nosotras bien solo que con poco tiempo y cosas varias que nos han pasado y nos pasan...besos miles!
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