Odiaba el olor de aquella habitación, odiaba los antisépticos. Pensó con los nervios alterados, mientras observaba como su profesora, Tamara, hablaba con la enfermera. Y odiaba, el hecho de verse expuesta aún más a Eric, si éste venía allí.
-Realmente, empiezo a encontrarme algo mejor –Protestó Yola, empleando cierto tono de súplica y no quedándose tumbada en la camilla como le habían indicado en un principio.
Tamara, se giró a verla.
-Cierto, que empiezas a tener más color en tus mejillas –La escudriñó atentamente-. Pero es que te vi tan alterada, tan desencajada...
Su profesora se acercó a ella, para apoyar una mano en su hombro y hablarle con cierta comprensión.
-Yola, no me estarás ocultando nada, ¿verdad? –La miró al rostro.
Frunció el ceño, al tiempo que sus pulsaciones se aceleraban porque supiera algo de su chupetón y Eric.
-No comprendo –Soltó con voz temblorosa.
Tamara, aspiró con fuerza al tiempo que le dejaba ver una sonrisa comprensiva.
-Como te pusiste nerviosa, ante la mención de tú madre –Allí, no le quedó más remedio que voltear los ojos al techo, pensando para sí misma, que no conocía a su madre y si averiguaba lo ocurrido en el cambio de actitud de Eric con ella, aún se volvería más pesada con todo aquello y sería un infierno verla animada-. Y luego en el baño estabas de aquella manera, y me sueltas que odias el vomitar...
Reinó el silencio, al quedarse su profesora callada, mientras la miraba fijamente como esperando algo de ella. ¿Pero el qué? Pensó, odiando más el lío que se estaba formando por culpa de Eric, juraba clavarle la puñetera ballesta del dibujo.
Y lo llevaba claro, si esperaba verla en su casa en la noche. No pensaba pisar su casa, hasta que no se aseguraba que se le quitara ésa actitud rara que tenía con ella.
No sabía cómo actuar, cuando era cariñoso. ¿Un segundo, eso era ser cariñoso o se le estaba insinuando? ¡Joder, ahora a quién le preguntaba eso, sin que se rieran de ella! Pensaba, frunciendo el ceño, sin darse cuenta como su profesora aún la miraba atentamente con preocupación.
-Yola, tesoro... -Alzó una mano, para acariciarle el cabello con suavidad y sacarla así de sus cavilaciones-. No tienes que tener miedo, estás en una edad que es normal experimentar y habéis llegado todos del verano, donde se conocen ésos amores maravillosos...
Aquella perorata, hizo que la mirara aún más confusa, sin comprender a qué puñetas intentaba llegar su profesora.
-Todo tiene solución, pero no hay que dejar pasar el tiempo en pensar qué hacer, es tú vida y tú cuerpo...
Allí, ya abrió los ojos de forma desmesurada... Sería posible que estuviera pensando...
- ¿Te hallas embarazada, pequeña? – Soltó la bomba al fin, dejando los rodeos de lado, pero justo cuando daban dos golpes a la puerta y por ella, asomaba la cabeza de Eric, escuchando también la pregunta de su profesora.
- ¡No! –Soltó incrédula, casi en un grito, además de abochornada, por todo lo que estaba pasando.
Eric, cerró la puerta con suavidad y suma curiosidad.
- ¿Qué ocurre? –Preguntó con tono neutro, mirándola por un segundo, para centrar su atención en su profesora.
¡Menudo imbécil! Pensaba para ella, sin apartar la mirada de él, imaginándose como le daba la santa paliza con la ballesta.
Y tan dedicada estaba en decapitarle la cabeza, para no ver más aquella sonrisa que la descolocaba, que no se dio cuenta como le estaban hablando.
-Yola –Volvió a llamarla por segunda vez Eric, acercándose a ella y apoyando las manos en la camilla, a cada lado de sus piernas.
Quedando de aquella manera ella, como la única observadora de la actitud socarrona del chico. El muy imbécil, se estaba aguantando las ganas de romper en carcajadas.
¿No habría por algún armario una aguja grande y gorda, para clavársela en su cuerpo? Pensaba, al tiempo que le aguantaba la mirada mientras contenía su rabia y observaba, como éste alzaba la comisura de sus labios, sabiendo del esfuerzo de ella, por no tirarse a su cuello.
- ¿Nos estás ocultando un posible embarazo? –Soltó con voz pausada-. No quiero que estés asustada, pero el protocolo del colegio, nos obliga a ciertas cosas en casos así con menores de edad –Soltó con tono diplomático en su papel de tutor.
Yola, estrujó sus puños, dándose cuenta que éste había captado muy bien el gesto.
-No estoy embarazada –Siseó entre dientes-. Solo me sentó mal el desayuno, no soy muy habituada al café –Expuso, reclinándose hacia un lado, para observar a su profesora.
-Pero la alarma ya ha sido saltada –Habló Eric, mirándola para guiñarle un ojo divertido, a escondidas de las dos mujeres que estaban allí.
- ¿Qué? –Frunció el ceño, mirando por un segundo a todos los adultos.
-Vas a tener que realizarte aquí, una prueba de embarazo –Expuso Tamara, con cierto tono nervioso de voz.
- Oh, vamos –Soltó exasperada mostrándoles su completa frustración-. No estoy embarazada, soy virgen –Soltó ya harta de todo, dándole igual exponer su intimidad-. No tengo novio –alzó un dedo pulgar, para después alzar el índice mirando a los tres-, ni siquiera se besar –Habló nerviosa, no queriendo mirar al chico.
Tamara y la enfermera, rieron ante su explosión de sinceridad.
-Pero tenemos que asegurarnos –Dijo Eric, logrando que lo fulminara con la mirada. Impresionada, por como el imbécil aguantaba el talante y no rompía en carcajadas.
-No –Soltó tajante.
-Chicas –Se giró su vecino a las dos mujeres con tono calmado y de súplica-, nos permitís unos minutos que hable con ella.
-Claro –Aceptó Tamara de inmediato-. Iré a vigilar mi clase.
-Y yo a desayunar –Soltó la enfermera, abriéndole la puerta a su profesora y volviéndola a cerrar, en menos que cantaba un gallo.
Y el silencio reinó por un segundo, hasta que Eric, rompió en fuertes carcajadas.
- Pero pequeño demonio rojo, ¿cómo lo haces para meterte en éstos berenjenales?
Alzó sus ojos en una línea fina, donde mostraba que estaba a punto de parecerse a una anaconda, al sentir los fuertes impulsos de agarrarlo del cuello y apretar y apretar…
-A mí, jamás –Alzó su dedo índice con cierto ímpetu-, me han pasado éstos berenjenales como tú dices –Su boca ladraba con fuerza-. Hasta que me vine a vivir aquí y apareciste en mí vida.
-Cierto –Le guiñó un ojo sin perder su diversión de siempre-, también me has puesto patas arriba la vida.
Aquello, la descolocó por un segundo. No se esperaba aquella respuesta.
-Mira –Alzó sus manos al aire, dejando claro que estaba harta -. Me vuelvo a mi clase, ya tuve bastante, han sido unos días un poco raritos.
Eric chascó la lengua, denotando fastidio.
-No puedes hacerlo aún –Soltó, esperando ver como se giraba a mirarlo con el ceño fruncido. Empezaba adorar aquella arruga de su frente-. Debes hacerte la prueba de embarazo.
Yola, aspiró con fuerza, antes de rascarse una ceja.
- ¡Que es imposible que esté embarazada y lo sabes! –Bramó con enfado.
-Pero tengo que mostrar la prueba –Rio.
-Pues mea tú en ella –Se alzó de hombros, volviendo agarrar el pomo de la puerta.
-Vamos pequeño demonio –Le guiñó un ojo riendo-, no te apetece tener, nuestra primera prueba de embarazo negativa juntos.
En respuesta a ésa señalización confusa que le había dicho, solo supo darle como respuesta a su dedo corazón y largarse de allí, con ganas de buscar a su amiga Carlota y desquiciarse con ella.
Escuchando como dentro de enfermería, se quedaba su vecino partiéndose de la risa.
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