lunes, 2 de octubre de 2017

Noches En El Balcón 37

Salió de la clase a la selva de alumnos, caminando por los pasillos, para soltar un profundo gruñido, mientras se alejaba a grandes pasos hacia la planta de arriba, sin detenerse ante los gritos de su amiga Carlota, quien casi le pisaba los talones.
Solo se detuvo, a esperarla cuando casi llegaban a sus taquillas, lugar donde apenas había nadie.
-Al fin –Confesó con falta de aliento-. Por qué no te detenías cuando te llamaba –Replicó confusa-. Eric, mandó a llamarte nada más salir tú despavorida de la clase.
- ¡Que le den! –Fue su respuesta, al tiempo que guardaba un libro en su taquilla, cerraba con un golpe seco y en vez de caminar por el pasillo hacía las clases, se dirigió al otro pasillo, el de las escaleras de incendio para sentarse en el primer tramo.

-Comprendo que estés enfadada con lo de tú móvil, sigo viendo divertido lo del chupetón, por ello que no pienso darte ahí la razón –Indicó sonriente, sentándose a su lado y dándole un suave empujón con su cuerpo.
-Me tiene hasta las narices –Rebufó en un gruñido-. Cuando pienso que ya lo conozco, que sé quién es él...
-Vuelve a sorprenderte –La interrumpió con un profundo suspiro-. Así es el amor.
- ¡Qué! –Se puso de pie con los ojos expectantes y su cuerpo tenso, como así marcaban sus brazos a cada costado con los puños apretados-. Carlota...
-Vamos Yola –Se encogió de hombros-. Acéptalo, de una vez –Se alzó también de las escaleras-. Te sientes tan enfadada y confundida, porque te diste cuenta de que estás enamorada de él.
Se quedó muda mientras la miraba a los ojos, repitiéndose una y dos veces, lo que ella acababa de decir. Algo, que no se atrevía aceptar.

Pero que tarde o temprano, iba a pedir salir a la luz.
Los sentimientos de amor, siempre brillaban con cierta luz particular, siendo captaba por ojos sabios. Y su amiga, era una de ésos.
Era momento de empezar a buscar el significado, de lo que había sentido con el beso suave, que Eric le había dado, antes de la aparición de su hermano. Y de las sensaciones que su sistema nervioso había vivido, al sentir el cuerpo del chico pegado al suyo en su lecho.
Lo que muchas veces se había preguntado, qué se sentiría, por fin, comenzaba a saberlo. Y aquello la tenía confusa, pues se escapa al control de sus manos y de sus razonamientos. El amor, no era nada perceptible. Era como adentrarse en un laberinto de sentimientos confusos y contradictorios.
Y para su carácter, era algo difícil de asimilar.

-Y creo que él, se divierte con ésos sentimientos – Aceptó por confesar con cierto sufrimiento-. Todo esto, tal vez lo vea como una diversión por el modo, en que nos conocimos y al ser vecinos...
-Yola, no vayas por ahí –La agarró de los hombros para mirarla a los ojos-. Entre vosotros, hay una gran conexión –Suspiró con anhelo-. Es solo, que aún no os habéis dicho todo –Se alzó de hombros. Date tiempo, no quieras ir rápido. Todo tiene su momento en ésta vida –Se enderezó soltándola-. Y ahora, será mejor que vayamos para informática. Suerte tenemos de ser los primeros días y que ese profesor, es un trozo de pan –Se giró a señalarla con el dedo índice-. Y luego, buscas a Eric, pues creo que quería darte el móvil.
Allí, Yola sorprendió a su amiga, cuando se puso a reír de forma exageradamente sarcástica.
-Ya te digo, que su llamada iba por el examen –Lágrimas salían de sus ojos al recordar su travesura-. No respondí nada adecuado al cuestionario.
- ¿Yola? –Pidió una explicación curiosa y tono confabulador.
--Caminemos y te cuento –Aceptó un poco más calmada, mientras le relataba a su amiga con todo detalle sus pinturas rupestres en el examen.


Tres cuartos de hora después, el timbre sonaba para dar paso al recreo de media hora. Y ella, aún seguía sin su teléfono móvil y sin noticias de Elisabeth. Seguramente, la llamada que había recibido a primera hora en clase de Eric, era de ella.
Estaba que se mordía las uñas.
Fruncía los ojos, cuando salía a la calle y el sol la deslumbraba, causando que detuviera por un momento sus pasos para no caerse por los cuatro peldaños, cuando su cuerpo se tensó con cierta desconfianza, al notar un abrazo por su izquierda con cierto ímpetu y que le rodeaban cuello y hombros.
- ¡Yola! –Soltó una eufórica Elisabeth, haciendo que se relajara su musculatura y abriera los ojos con una sonrisa.
-Que alegría verte, justo estaba pensando en ti –Alzó sus brazos para devolver el abrazo.
-Sé que aún sigues sin tú teléfono –Rio divertida-. Hace un rato te volví a llamar. Y me respondió Eric por ti –Le guiñó un ojo.
-Niñato idiota –Gruñó entre dientes, obteniendo una carcajada por parte de la joven y un profundo suspiro por Carlota, quien se mantenía al lado de la chica con cierta curiosidad.
-Me dijo que te tocaba media hora de patio y una hora libre, porque aún no ha llegado un profesor.
Solo asintió con su cabeza, mientras miraba un instante por encima de su hombro, por si el aludido, se hallaba paseando por ahí al hallarse su amiga.
-Vamos a tomarnos un café y así te explico que me caso estas navidades –Soltó sonriente la bomba, como si tal cosa, dejando por un segundo a su joven amiga saturada.
- ¿Te casas? –Frunció el ceño-. ¿No será ninguna idiotez tuya en venganza a Jordi? –Soltó alzando su dedo en tono amenazante.
- ¡Yola, por dios! – Protestó Carlota, con tono reservado.
-De Yola nada –Se volteó por un segundo hacía su nueva amiga-. No conoces a ésta y sus locuras –Indicó con cierta exasperación.
-Me caso con él Yola –Confesó soltando un henchido suspiro de felicidad ¡Hay! –Exclamó cuando la pelirroja chica, agarró a las dos chicas de su vida, para arrastrarlas hacia el bar-. Una mesa tranquila, pero ya. Tienes mucho que contar.

                                                          ***

- ¡Que romántico! –Suspiró con envidia Carlota, dando un trago largo a su batido de chocolate.
-Si tú lo ves así –soltó Yola con tono tosco, consiguiendo que su compañera de estudios, soltara un fuerte resoplido en contra-. ¿Qué? –Se alzó de hombros-. Lo encuentro demasiado...
-Interesante, pero te asusta –La interrumpió con mirada divertida Elisabeth-. Confiésalo, Yola. También tienes una parte romántica, solo que no quieres mostrarla.
-No es eso –Admitió con tono tímido-. Me supera todo eso, no sé qué debo hacer o que se espera de mí.
Por un segundo, reinó el silencio, para después las otras dos chicas mirarse mutuamente y romper en risas.
-No creo que debas darle mucha importancia a eso –Le indicó con tono cariñoso Elisabeth-. Va sobre la marcha o te indicaran –Le guiñó un ojo picarona-. Pero con Eric, no debes temer a nada, es un trozo de pan.
Yola, solo supo ponerse colorada por el interés del chico en ella.
-Cómo, puedes decirme eso tan tranquila –Rebufó un poco en desacuerdo-. Cuando a lo mejor, te hayas muy equivocada, y me estas creando expectativas y ataques de ansiedad.
-No seas tonta –Rio aquella vez Carlota-. Una sabe cuándo el interés es mutuo, se notan ésas cosas... Yo lo he notado en vosotros, de modo, que puedes estar segura de su interés puesto en ti.

-Demonios –Gruñó agarrando su refresco con cierta ansiedad-. Ahora, estaré con los nervios de punta a cada tanto que se me acerque o me hable... -Soltó logrando que rompieran en fuertes risas las dos chicas-. Vosotras lo encontráis divertido, pero yo estresante y exasperante. No voy a sentirme yo misma, libre...
-No te lo crees ni tú –Rio con lágrimas Elisabeth-. Sabes que a la mínima pulla que te suelte, sale tú demonio interno.
-Es verdad –Aceptó rompiendo también en una risa.



Se habían despedido de Elisabeth, en la misma puerta del centro de estudios, justo cuando sonaba el timbre, para el nuevo cambio de clases. De modo, que les tocaba caminar por todo el barullo de gente, aguantando empujones y pisotones, hasta llegar a la clase que les tocaba, arriba del todo.
Iba por delante de Carlota, cuando en un pequeño atoramiento, antes de subir las escaleras, notó en uno de los empujones, como alguien apoyaba una mano al final de su espalda, con cierta delicadeza.
Por la aceleración de su corazón, no hizo falta girarse, para encontrarse a ningún listillo descarado, conocía aquel calor y a quién le producía aquel revuelo en su cuerpo.
Eric.
Él, era quien iba detrás de ella. Y le estaba poniendo la mano, a modo de escudo... Cuando en verdad, necesitaba el escudo para protegerse de él. Pensó con cierto enervamiento, al recordar del porqué, del pañuelo en su cuello, y de la ansiedad de no tener su móvil, sin contabilizar, que ya tenía su primer examen suspendido por su culpa.
Así, que con sus nervios cargados por el diablo como él decía, alzó su pierna derecha para proceder a un fuerte pisotón hacia detrás.
- ¡Auch! –Protestó una voz que no se esperaba-. Yola, joder... -Gruñó Carlota, siendo callada con la carcajada de Eric, tras ella, pero en su lado izquierdo.
-Lo siento –Se llevó sus manos a la cara, en sincero arrepentimiento, para después girarse con rabia al chico-. Pensaba que... -Se calló al ser empujada por la gente que subía por las escaleras.
-Sube –Gruñó Carlota-. Paso de quedarme aquí y volver a recibir –Dijo, apoyando ella aquella vez sus manos en la espalda de su amiga, y animándola a emprender la marcha, dejando a un Eric, a medio metras de ellas dos.
 Cuando llegó arriba del todo, se giró con cierto ímpetu en busca de su enemigo, pero una vez más, su ataque fue frustrado por su amiga Carlota, que volvió a empujarla por la espalda para alejarla de él.

-Ni se te ocurra –Le advirtió su amiga-. O la gente, dará comienzo a rumores.
-Pero... -Protestó con rabia, viendo por el rabillo del ojo, como su vecino le guiñaba un ojo, justo antes de llegar arriba también, para emprender la marcha hacia el lado contrario a ella -. ¡Lo has visto! –Se giró ofuscada a su amiga.
-No –Volvió a empujarla-. Pero hazte a la idea, de que solo quiere provocarte por lo del examen. Hasta yo lo haría, eres carnada fácil –Rio con cariño.
-Simpática –Gruñó dejándose arrastrar con cierto desacuerdo-. Pero yo solo quiero coger lo que es mío.
-Mira, creo que él también –Le guiñó un ojo divertida, justo cuando pasaban por debajo del marco de la puerta, y le era imposible responderle, ante aquella pulla pues la profesora la reclamaba.

Miró hacia la profesora de lengua castellana, con el ceño algo fruncido. Pues era raro que la reclamara, dado que era el segundo día que tenía con ella, y no les habían puesto deberes aún.
-Sí –Se acercó algo nerviosa.
-Toma preciosa –Le sonrió con amabilidad, al tiempo que le hacía entrega de su teléfono móvil-. Tu tutor, me lo dio. Vio cómo se te caía al salir de clase.
-OH, gracias –Murmuró sonrojándose un poco, al saber de ésa mentira tan grande, pero aliviada, de poder tener el aparato entre sus manos al fin-. No me di cuenta -Sonrió, girándose y yendo a sentarse junto a Carlota.
-Bien clase –Alzó la voz Tamara, la profesora de castellano-. Hoy, vamos a empezar con un proyecto para todo el curso –Se calló por unos segundos con sonrisa traviesa, manteniendo así el suspense y nervios para todos-. Vais a escribir una mini novela... -Se echó a reír, ante la protesta de muchos de sus alumnos-. Tenéis hasta mayo y será una nota más que importante de calificación, para éste curso. Pero si os lo vais a pasar genial –Dijo, ante la queja de un alumno-. De los tres días de clase que tenemos, uno de ellos, solo será para iros enseñando en intensivo, lo más importante de la lengua. No me gusta pasarme todo un trimestre, analizando frases y chorradas –Volvió a reír, ante el apoyo de muchos-. Pero los otros dos días, los dedicaréis a ir creando e investigando, para ése mini relato. Ahora viene, lo interesante –Les guiñó un ojo-. Ése relato, lo subiréis a una aplicación llamada Wattpad, con cierto banner que ya os diré en su momento... -Volvió a callar al escuchar, como alguno explicaba lo que era aquella aplicación-. Bien, quiero que lo subáis a ésa aplicación, porque además tendréis que leer las novelas que os parezcan interesantes de vuestros compañeros, o... -Alzó un dedo índice al aire-. De cualquier otro alumno de los demás institutos que también participan. Y votar... El que se posicione número uno. Se lleva como premio, una bicicleta valorada hasta mil dos cientos euros.

-No está mal –Le susurró Carlota casi en el oído, por el griterío animado de la clase-. ¿Qué te parece?
-Que me iría de maravilla, el tener ésa bicicleta –Se alzó de hombros-. Pero no me va mucho el escribir. Me va a costar escoger un tema –Resopló con cierta frustración.
-Escribe sobre un amor de profesor a alumna –soltó con humor su amiga, ganándose la mirada achicada de ella-. Que sosa –Soltó volteando los ojos.
-Tal vez, podría hacer una similitud entre matar a un ruiseñor y matar a tu profesor –Dijo con gran sarcasmo.
-Bruta –Soltó divertida Carlota-. Pero eso, es otra historia que tiene que cambiar con el paso de los días –Le guiñó un ojo-. Se irá escribiendo por sí sola.
- ¿Me puedes recordar, por qué te cogí como amiga? –Soltó, al tiempo que agarraba su móvil y lo desbloqueaba, para descargarse la app, que indicaba en aquel momento la profesora y comenzar a investigar sobre ella. Pero el hecho de ver, sin leer unos pocos wattshaps, le pudo más.
Varios, eran de su amiga Elisabeth, preocupada por no responderle ante el anuncio de que se casaba con Jordi. Consiguiendo sacarle una sonrisa, al ver la foto de ellos dos, con Jordi vendado. Otro de su madre, anunciándole que comería en el trabajo. Y él último, era de Eric.
Allí, ya frunció el ceño, temiendo abrir la ventana de mensajes con él. Sabiendo, que lo que hubiera, había sido dejado expresamente, porque la última vez que se vieron y escribieron, ella lo leyó todo, antes de que le robara el teléfono.
La abrió.
-Será… -Soltó en un gruñido, llamando la atención de su amiga, quien se asomó por encima de su hombro a mirar el teléfono y romper al instante en risas casi silenciosas-. Lo mato –Siseó entre un rechinar de dientes.
-Reconoce que es gracioso y te lo mereces –Dijo su compañera, alzando sus hombros.
-Va de listo –Gruñó, al volver a meterle en sus narices la pantalla, donde se veía una foto con un dibujo de Eric, resucitando ante la ballesta. Otra foto, con la nota escrita a mano de él, donde le indicaba que ya tenía su teléfono móvil y, por último, una foto del dedo corazón de Eric, con el examen de ella y un cero, enorme de color rojo como nota.
Fijándose en el momento que la envió, pudo observar, que habían transcurrido veinte minutos escasos. Y si no se equivocaba, el idiota se hallaba en su despacho.
-¿Tamara, puedo ir al baño? -Preguntó con voz dulce, cuando por casualidad se les acercaba la mujer, para verificar que hacían correcto lo de la aplicación.
-Yola, que intentas -Dijo entre dientes Carlota, recibiendo un guiño de lengua por parte de la pelirroja, justo antes de ponerse en pie y salir de allí de forma apresurada.


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