martes, 9 de mayo de 2017

Reencuentro Dorado 8

Ya no había tiempo para una tila. En cinco minutos, Santino llegaba con su familia a la casa de Sandro. Donde llevaba un día hospedada con su hijo Max, a petición del hombre.
Veía de idiotas, que pagara un hotel, para sus vacaciones, teniendo su casa dormitorios vacíos.
Pero todo aquello, había supuesto un golpe para su sistema nervioso.
A decir verdad, desde que sabía que viajaría a Italia, solo había vivido con los nervios a flor de piel, por su encuentro...
Pero ahora comprendía, que aquel miedo, no tenía nada que ver, con el vivir bajo el mismo techo. Y a más, teniendo que sumarle de modo muy temprano, el conocer sus mejores amigos.
Sabía que por Jaimie, no debía preocuparse... ¿Pero seguiría del mismo modo osco Santino?
¿Y cómo verían, el que estuviera en casa de Sandro?
Pero ya no había más tiempo para preguntas, pues Santino hacía sonar su claxon, al subir por el pequeño camino, tras pasar al guarda de seguridad, de aquella zona residencial.
Aspiró con fuerza, se remojó los labios secos y mirando un momento su imagen en el tocador, caminó con el corazón en sus oídos, hacia el exterior de la vivienda.


Con una felicidad enorme en su rostro, Sandro, apoyaba su mano sana en el pequeño hombro de su hijo, mientras salían a la entrada a recibir a sus amigos.
- ¡Hola tío Sandro! -Chillaba Marie, desde el interior del vehículo, nerviosa porque su padre detuviera el coche y poder correr, a los brazos del hombre. Pero la visión de aquel chico moreno, la dejó algo confundida-. ¿Ése niño es la sorpresa que me dijisteis? -Giró su rostro hacia sus padres, quienes la miraban con una tierna compasión.
-Sí, cariño -Habló Jaimie-. Hoy vamos a conocer al hijo de Sandro y su mamá -Soltó con tono suave, observando la sorpresa en la expresión de su pequeña princesa-. ¡Venga, vamos a darles un fuerte abrazo de bienvenida! -Trató de disipar la tristeza de la niña.
-Pero los fuertes de oso, son para mí -Dijo Santino, comprendiendo la confusión de su pequeña, al ver que Sandro iba a repartir su cariño, con dos personas más.
-Claro papá -Sonrió pillina su chica, antes de darle a la maneta de la puerta.
Sandro, al ver acercarse a su niña, se agachó con los brazos abiertos y una enorme sonrisa, pudiendo suspirar algo aliviado, al ver como la pequeña, corría sonriente a lanzarse feliz al interior de su abrazo.
-Mí princesita –La llenó de besos cariñosos por su rostro-. Tenía muchas ganas de verte –Le guiñó un ojo-. Quiero presentarte a mí niño, el que espero quieras como yo te quiero a ti –Señaló, volviendo a ponerse en pie y empujándola con suavidad, hacia al muchacho-. Te presento a Max.
Y allí, los tres adultos presentes contuvieron la respiración un poco, atentos a la reacción de la pequeña, por lo que suponía la entrada de Max y Regina, en la vida de Marie.
-Hola Marie –Saludó Max, con cierta mirada entrecerrada, extendiendo su mano derecha.
-Hola –Respondió estudiándolo detenidamente por un momento, para después aspirar de forma exagerada-, mientras no me rompas mis juguetes, nos llevaremos bien.
- ¡Marie! –La reprendió Jaimie algo apesadumbrada.
- ¡Qué! –Protestó indignada la pequeña, girando a mirar a su madre.
-Tranquila –Dijo Max-, no juego con juguetes de bebé –Soltó en cierto tono de pulla.
- ¡Max! –Reprendió aquella vez Regina, apareciendo por la entrada para unirse a todos ellos-. Eso, no son modales.
El pequeño, mostró cierto gesto de arrepentimiento, girándose nuevamente a la pequeña para sorprenderse al ver cierta sonrisa de petulancia en su rostro bonito. Aquello, solo logró que achicara un poco los ojos, con una amenaza futura.
-Perdona Marie –Dijo entre diente.
- ¡Bien! –Soltó con apuro Sandro-. Que os parece si vamos al jardín, para empezar, atacar al vermut.
-Sí, necesito una copa –Carraspeó un poco bromista Santino-. Éstas mujeres dan sed.
- ¡Oye! –Protestó Jaimie, volteando los ojos con una sonrisa-. Menudo morro tienes.
-El que amas besar, vida mía –Le guiñó un ojo riendo.
-Anda, tira para el jardín –Sonrió, mientras iba moviendo la cabeza de forma negativa, por las tonterías de su marido.



Entraba con pasos sigilosos en el mitigado dormitorio, alumbrado por una pequeña lámpara en la mesita de noche.
Dio, los pasos para acercarse y apagarla. Cuando se detuvo a observar a su hijo Max, quien ya estaba completamente dormido en la ancha cama, con una sonrisa feliz en el rostro.
Y verlo así, le daba un vuelco de felicidad en su corazón, como hacía mucho tiempo que no sentía.
Comprendiendo, que no hacía falta arroparlo con las sábanas, decidió darse la vuelta, para bajar nuevamente a la terraza del porche, en donde se hallaba Sandro, esperándola con un último café, tras la marcha de sus amigos.
Cuando al dar un paso hacia la puerta, notó como sus pies pisaban algo.
Frunció el ceño, mientras se reclinaba y agarraba el obstáculo. Pero al reconocer con las yemas de sus dedos, lo que era aquello, se quedó algo congelada por la sorpresa. Sus movimientos, se tornaron algo más lentos.
Su hijo, se había quedado dormido con su sobre dorado entre sus dedos y al dormirse, había caído al suelo. Era extraño, pues recordaba, haberle dejado privacidad cuando le llegó... Y como pasado un tiempo, su hijo le decía que había decidido abrirlo y averiguar, el nombre de su vida.
Nunca se lo había dicho, ni tampoco qué iba hacer al respecto. Y ahora, tenía su oportunidad de saberlo, pero no iba a mirar, era la vida de su hijo y la respetaba.
No quería ser como su padre y familia.
Es sólo, que le sorprendía la curiosidad o necesidad, que había tenido éste, de volver a tenerla entre sus manos, después de todos aquellos años guardada en su caja roja.
Soltando un pequeño suspiro, la dejó con suavidad sobre la mesita de noche. Para salir del dormitorio y bajar al encuentro de Sandro.


- ¿Todo bien? –Preguntó el hombre, al verla aparecer algo pensativa.
-Mmm... Sí –Respondió no muy centrada.
- ¿Seguro? –Insistió con tono dulce, una vez que ésta, hubo tomado asiento en el sofá de dos plazas y soltaba un profundo suspiro-. ¿Te sientes cohibida de estar aquí a solas conmigo? –Preguntó directo, mientras se reclinaba hacia delante, para coger la cafetera de metal y llenar una pequeña taza color verde, con el oscuro líquido.
Regina, soltó una suave risa y se giró a mirarlo.
-Mira que me sorprende, lo directo que llegas a ser ahora.
Aquello, le sacó una risa melódica al atractivo hombre.
-Ya te lo dije –La miró con pasión perspicaz-, no quiero perder más el tiempo de forma banal.
Las mejillas de la mujer, se sonrojaron al ver cómo Sandro, se alzaba de su sillón, para volver a tomar asiento junto a ella, causando que sus cuerpos se rozaran y pudiera sentir su calor. 

- ¿Tan seguro estás? –Preguntó mirándolo a los ojos.
-Mi corazón nunca ha dejado de estarlo –Respondió alzando su mano sana, para acariciar la mejilla de ella, con el nudillo de sus dedos-. Otra cosa, han sido mi mente y mi cuerpo –Confesó con cierta mueca de hastío en su rostro.
-Sandro –susurró ella con cariño, medio girando su torso hacia él, para alzar sus manos y conducirlas a las mejillas del hombre-, dijimos que todo quedaba atrás. No debemos culparnos por lo que hemos hecho –Aspiró con sentimiento de dolor-. Nos han manipulado, logrando hacernos mucho daño.
El hombre, sonrió alzando las comisuras de su boca.
-Lo sé –Resopló con cierta frustración-. Dime, si me tienes miedo ahora mismo –Regina, negó con un gesto de cabeza, aún sin retirar sus manos del rostro de él-. ¿Y si hago esto? –Preguntó con cautela, alzando su brazo sano tras la cintura de ella, para apretar su cuerpo femenino al de él. La mujer, se sonrojó veloz mientras negaba de forma efusiva con la cabeza-. Bien –Sonrió de forma sensual, bajando su rostro un poco, para pegar sus labios a los de ella-. Max duerme y estamos solos, no hay peligro de que me mates accidentalmente, por tener que interrumpir de forma abrupta el beso.
Aquello, arrancó una carcajada en ella, logrando menguar sus nervios.
-Así que quieres volver a besarme –Preguntó con tono coqueto, un poco más envalentonada.
-Pues no debí hacerlo muy bien, si estas aquí hablando y retrasando el apasionado beso –Chascó la lengua con tono de humor.
-No estuvo mal –Confesó aun jugando con cierto arrastre coqueto en su tono de voz.
-Preciosa –Le guiñó un ojo-. Dale un descanso a tus cuerdas vocales, para que me dejes demostrarte, como revivo tu deseo, mejor que de adolescentes.
-Mira que te lo tienes creído –Rió ella por la perorata soltada.
-Vas a dejar de hablar alguna vez –Se quejó entre risas.
-Pues deja de decir tonterías –Dijo sacándole la lengua.
- ¡Será posible! –Protestó riendo, mientras la volvía apretar contra él y le atrapaba los labios, en un choque decidido.

2 comentarios:

  1. Oh me ha gustado, ya extrañaba mucho esta historia...y aunque suene ansiosa ya quiero la tercera, la de los pequeños!! Besos brujis

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  2. jajaj Nata, pense lo mismo, tuve que volver a la anterior para no perderme, pero siempre es un placer volver a leerlas. imagino que quedaran entre familia por fin los amigos.

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