miércoles, 3 de mayo de 2017

La mujer del rey 11°




-Por aquí…- dijo el joven y ella asintió. Byul se sentía como en un sueño, no podía creer estar en el exterior y menos aún durante el festival de verano, la gente, los sonidos, los aromas, todo la llenaba de vida y de recuerdos. Le costaba creer que de verdad estaba en el exterior. Respiró profundo, llenándose de aquel aire. Acompañó a su guía que se detuvo frente a un puesto de adornos para el cabello, el joven levantó varias horquillas y se las mostró. Hasta que se detuvo en una y se la dio.
-Creo que debería llevar esta- dijo dándosela y ella hizo un gesto de negación hasta que vio el papel que envolvía el adorno. La tomó y desenvolvió la nota.
“Hace años, quise comprarte una. Espero te guste”  decía el mensaje de Janeul y ella  recordó las veces que de niña se había detenido frente a aquellos puestos deseando que él le  regalara una horquilla y él había mostrado indiferencia. Sonrió imaginándolo eligiéndola para ella y aferró la horquilla con flores.
Luego siguieron camino y ella se preguntó qué sería lo próximo. Se detuvieron frente a un puesto de comida y , ante el pedido del hombre, la vendedora extendió un paquete. Antes de abrirlo, por el aroma, Byul supo que contenía sus caramelos favoritos de miel y flores. Miró hacia adelante y notó  que el príncipe se detenía, tomaba algo de una bolsa y se lo metía a la boca. Estaba comiendo aquella misma golosina, ella tomó una y la saboreó. Después leyó la nota que los acompañaba.  Decía “No comas muchos “ Sólo porque él la estaba mirando, no hizo caso y se metió uno más a la boca mientras el sabor de días felices la inundaba.

Caminaron otro trecho  hasta llegar a donde había un  grupo de gente reunida, era una obra de títeres y música. Byul y su acompañante se detuvieron allí y ella pudo ver a Janeul mucho más adelante. Veía su espalda y su cabeza. Extrañamente, aunque estaban separados, él había logrado que dieran un paseo juntos, porque ella podía imaginar que todas las personas que estaban allí desaparecían y solo quedaban los dos.
Cuando la obra terminó , se dispersaron y él quedó  a una distancia mayor, apenas si alcanzaba a distinguir su silueta delante. Tuvo ganas de acelerar el paso, de correr hasta alcanzarlo, pero no podía.
Aquel hombre era todo lo que valía para ella, quizás nunca alcanzara a expresar lo mucho que lo amaba.
Era él quien la había rescatado de caer al agua.
Era por él que tras la muerte de sus padres había seguido con vida, aún en las peores circunstancias, por esperarlo había decidido mantenerse  viva.
Era por él que podía estar encerrada y bajo amenaza de muerte.
Desde el principio no había habido elección posible, para ella había sido o Janeul o la muerte.
Siguió caminando lentamente tras él, siguiendo sus pasos.
-Me temo que el príncipe ya debe regresar a palacio, pero  hay un último lugar que visitar- dijo su acompañante  y la llevó a hasta el templo donde se hacían las plegarias de verano.
Cuando ellos entraban, Janeul y su comitiva se retiraban, así que se cruzaron y se  miraron y él le sonrió muy levente. Fue un momento fugaz pero pareció eterno.
Entró,  fue hasta el altar, encendió incienso y rezó en silencio. Cuando iba a marcharse, el joven guía le señaló un ramo de flores , flores de loto.
-Creo que eso es suyo – dijo y ella las tomó. Sabía de donde provenían, buscó la nota de Janeul. “Te amo, desde siempre, para siempre”. Ella hundió la cara entre las flores porque temía  largarse a llorar.
-Debemos irnos – dijo su guía y la acompañó nuevamente hacia el grupo  de cortesanas que estaban esperándolos para regresar.
Byul sabía que probablemente no habría otro día como aquel, que incluso aquella escapada podía llegar a tener consecuencias, pero aún así, al pensar en ese día tan especial que Janeul había planeado con detalle y antelación, sólo por ella,  se permitió ser feliz.
A la mañana siguiente cuando golpearon a su puerta, Byul salió deprisa, se había levantado muy temprano y se había puesto la horquilla nueva esperando aquella visita. Janeul estaba allí.
-¿Te quedan caramelos? – preguntó él mirándola y sonriendo.
-No, ni uno. Pero estoy segura que trajiste más- le dijo y él sonrió más ampliamente antes de extenderle una bolsa. Entonces sin poder esperar más ,lo abrazó.
-Gracias- dijo ella esperando que eso pudiera transmitirle lo mucho que había disfrutado su salida.
-Mi hermosa ,hermosa , Byul- respondió él  antes de besarla lentamente.
Al entrar vio  el ramo de flores en un florero.
-¿Te gustaron? – preguntó.
-Sí, todo me gustó. ¿Cómo lo hiciste?
-Preparé el recorrido temprano en la mañana con Jun y su hermano, mientras estaban montando los puestos. También recogí los lotos del templo. Hay tantas cosas más que quería hacer para ti.- dijo sentándose  y Byul se sentó a su lado y se reclinó contra su hombro.
-Fue perfecto.
-Tendré que irme un par de meses, lo siento, me han enviado en una misión diplomática. Me lo informaron hoy.
-¿Fue por lo de ayer? – preguntó imaginando que después de todo siempre había consecuencias.
-Eso creo. Porque parece más una excusa que algo que requiera verdaderamente de mi asistencia.
-¿Estarás bien?
-Sí. Supongo que  mi padre sospecha que algo pasó, pero no pudo confirmar con certeza que tú hubieses salido, y menos aún que nos encontráramos, así que esta es su advertencia.
-Lo siento.
-Más lo siento yo, estarás sola durante todo este tiempo, y yo demasiado lejos.
-Si este es el castigo por el hermoso día de ayer, me parece que valió la pena. Dos meses pasarán pronto y yo estaré bien.
-Me voy mañana, recuerda cerrar bien las puertas, no salir de noche ni recibir a ningún embajador aunque venga a comprar mil pinturas.
-Janeul…
-Estoy inquieto cada vez que debo partir, y de verdad no sé qué puede suceder, Byul.
-No te preocupes ahora, eso será mañana y prometo cuidarme bien hasta tu regreso. Pero hoy estás aquí, y tenemos caramelos de miel y flores. No importa si no vuelvo a salir, siento que te arriesgaste mucho, el día de ayer fue un precioso regalo y eso es suficiente.
-Nada nunca será suficiente cuando se trate de ti- dijo él con emoción y ella supo que una vez más se culpaba.
-¿Dos meses? Bésame por dos meses- lo tentó intentando hacerlo cambiar el rumbo de sus pensamientos. Él le sonrió y cumplió con su pedido.
En el tiempo de ausencia del príncipe, Byul trató de mantenerse tan ocupada como podía, con sus pinturas, leyendo, o aprendiendo a tocar un instrumento musical, Janeul siempre había sido buen músico, ella no. Ahora  tras casi dos meses de práctica sus dedos se deslizaban con facilidad por las cuerdas creando una bonita melodía.
Estaba concentrada en la práctica matinal, cuando la regenta se quedó observándola.
-Cada vez que te veo no puedo evitar pensar que serías la cortesana perfecta, hermosa e inteligente, capaz de dominar cualquier habilidad que te propongas aprender. Eres buena en el baile y ahora tocando ese instrumento, eres perfecta en todo a excepción de que tu interés de complacer a un hombre se centra sólo en ese príncipe tuyo…- dijo la mujer.
-Yo…- intentó hablar Byul sin saber qué responder pues extrañamente no parecía un ataque.
-Hablando de él, cada vez que los veo juntos también pienso que serías una reina perfecta si no fuera por tus orígenes, en verdad no sé si pueda existir un lugar para ti.- finalizó la mujer con cierta tristeza.
-Por ahora mi lugar es él- respondió Byul.
-¿Por cuánto tiempo? –preguntó la mujer y ella no pudo responder. En efecto, parecía no pertenecer a ningún sitio, estaba a medias donde estuviera, era una cortesana solo de nombre y era la amada de Janeul sin más futuro que momentos robados y encuentros furtivos.
Tampoco ella sabía ya donde pertenecía, pero su corazón sí sabía su lugar, y pensaba a aferrarse a ese sentimiento para no caer en la desesperación.

Cuando él regresó, llegó cargado de regalos, pero no trajo ni joyas ni costosos objetos, cada cosa tenía una pequeña historia o significaba algo importante. Le dio a Byul aromáticas hojas de té, una pintura de un artista local, un caracol de la playa, dulces tradicionales de aquel país. Y por cada obsequio le describió minuciosamente cómo lo había obtenido.
Al terminar sus relatos, la joven comprendió que, aunque quizás no pudiera llevarla al mundo exterior, estaba decidido a traerle el mundo hasta ella.
Y supo también que estaba tan arraigada en el corazón de Janeul como él en el suyo.
Durante los años siguientes  de cada viaje que lo mantuvo alejado de ella, regresó con regalos e historias que fueron llenando la habitación.
Años que pasaron entre ausencias y encuentros, años en que Byul combatió la desesperanza con momentos de felicidad.
Años en que Janeul combatió la  impotencia con amor.
Byul había plantado unos pequeños durazneros en su jardín y Janeul había protestado que era inútil pues la sacaría de allí antes que pudieran florecer. Tres años después, los árboles habían crecido bastante y ambos comenzaban a creer que  llegaría el día en que los verían dar flores y frutos.
Y aunque ellos pensaran que nada había cambiado, los cambios son  como ríos subterráneos  que van creciendo y creciendo bajo la superficie, escondidos,  hasta que salen al exterior y arrasan con todo. De esa forma, su rutina estaba a punto de cambiar, sin que ninguno lo intuyera.
Fue poco después de que Byul cumpliera veintidós años, estaba arreglando el jardín cuando lo vio llegar y supo que algo malo había sucedido.
Estaba con sus ropas reales, y se quedó viéndola a unos metros de distancia sin animarse a avanzar. Llevaba un par de semanas sin verlo , sonrió al notar su presencia , pero la expresión de él hizo que su sonrisa se desvaneciera.
Janeul avanzó lentamente, la saludó con un roce ligero de los labios que no alcanzó a ser un beso y la tomó por los hombros
-Entremos – dijo.
-¿Qué pasa?
- Hablemos dentro- dijo él y apenas ingresaron se sentó en el suelo sobre unos almohadones casi como si no tuviera fuerzas para hacer otra cosa.
-Janeul, me estás asustando, ¿qué sucedió? - preguntó Byul sentándose frente a él. La miró a los ojos y su mirada parecía estar llena de dolor.
-Voy a casarme. Su nombre es Aína, tiene mi edad y es una princesa pariente del marido de mi hermana mayor, el matrimonio se anunciará hoy y se celebrará en un mes. La conoceré ese día- dijo con voz monótona- No puedo evitarlo .
Byul soltó un jadeo como si acabaran de golpearla.
-Byul…- dijo e intentó tocarla pero la joven retrocedió evitando su toque. Sus ojos se habían llenado de lágrimas, sabía que ese día llegaría, que él se casaría y tendría hijos con alguien que no era ella, pero al mismo tiempo  lo había soslayado como si nunca fuera a suceder. Su pequeño mundo ,construido entre esas paredes, acababa de  ser invadido por la realidad, él sería  esposo de otra. Sabía que él no podía evitarlo, que no podía ir contra de los designios de su padre ni de los deberes que debía cumplir como príncipe heredero, en gran medida debido a ella, pero aún así se sentía herida y lo resentía.
-Byul…- insistió él y ella lo miró finalmente.
-¿Volverás?- preguntó la joven, y fue como años atrás cuando se había visto confinada a aquel lugar.
-Si me aceptas, volveré. Ya te dije que sólo me iré cuando tú me lo pidas.- dijo y ella se largó a llorar, Janeul se acercó a abrazarla y Byul lo golpeó con los puños cerrados, no para hacerle daño sino para descargarse y él aceptó aquel desahogo; luego la abrazó fuerte hasta que ella se cansó de llorar.
Quedó agotada, como si aquella noticia hubiera consumido todas sus fuerzas, ni siquiera tuvo ánimo de ir a la cama, sólo se quedó allí mientras Janeul la sostenía, se durmió en brazos de él. Al despertar , el príncipe  la había dejado en la cama y se había marchado.
Ella se incorporó  y se quedó sentada, sin pensar en nada, con la mente en blanco. No se sentía así desde que había sido encerrada allí, como si ya no hubiera esperanza.
Janeul había prometido volver a ella, pero cuando lo hiciera ya no sería sólo suyo, sería el esposo de otra mujer.
Y en lo más recóndito de sí, estaba el temor de que él no volviera.
Los días siguientes fueron  difíciles, casi como si estuvieran cubiertos de bruma. Su corazón dolía y aunque intentaba no pensar en ello, le llegaban los comentarios sobre la inminente boda del príncipe.
Escuchaba los cuchicheos de la gente del lugar que comentaba las noticias que llegaban del exterior, e incluso la mirada de la regenta que parecía expresar  un silencioso “te lo dije” la desanimaba.
Él no volvió , y cada día  que pasaba, cada día en que la boda se había más inminente , ella sentía que se apagaba.
Trató de pintar, pero salían imágenes tristes y oscuras
Recorrió  la habitación haciendo un inventario de los objetos que Janeul había traído ,recordando las historias, pero eso no la calmó, la hizo ser más consciente  de que aquello pertenecía a un tiempo perdido, una época que ya no se repetiría.
Y cuando el día de la boda llegó, ella solo se acurrucó en su cama y sujetó con fuerza el anillo que él le había dado, casi como si fuera un talismán, casi como una forma de llamarlo para que Janeul no la olvidara.
Todo el pueblo se sumió en los  festejos y la alegría por las nupcias del príncipe heredero, sólo una joven vivió aquellos días como una tortura.
Unos quince días después de la boda real, Byul despertó a medianoche, llovía fuerte pero no era eso lo que había interrumpido su sueño, sólo había despertado ansiosa. Sin saber por qué, pues no había sentido ruido alguno, abrió las puertas de su habitación, y allí, en la oscuridad, debajo de la intensa lluvia, vio a Janeul.
No sabía desde cuando él estaba allí, no la había llamado, no con palabras al menos. La miraba manteniéndose a distancia. Por un momento, ella creyó que estaba alucinando, pronunció su nombre para asegurarse.
-Janeul…- dijo y  lo vio estremecerse al escucharla.- Entra , por favor –  lo urgió preocupada, y como si él hubiese estado  esperando aquella invitación , se acercó.  Byul lo tomó de la mano y lo hizo entrar.
Estaba empapado y frío, con la mirada perdida. Era alto, mucho más que ella, sin embargo se lo veía muy desvalido. Era como si llevara el peso del mundo en los hombros, y en parte, así era.
-Lo siento…- pronunció él angustiado.
- Estás empapado, vas a  enfermarte. Debes quitarte esto…- dijo ella  ignorando  sus palabras y comenzó a quitarle las prendas mojadas. Mientras lo desvestía y él chorreaba agua desde el cabello hasta los pies, la joven notó que  el rastro de lluvia se mezclaba con un rastro de lágrimas. No recordaba haberlo visto llorar antes y eso le dolía.
Janeul apenas podía tenerse en pie,  durante días había querido ir a verla, pero no se había animado. Sin embargo no había podido esperar más y en plena noche, en medio de la lluvia había ido a buscarla. Era un traidor , pero la amaba.
Había traicionado a la mujer con la que se había casado, pues nunca la amaría.
Había traicionado a Byul  al casarse con otra.
Y se había traicionado a sí mismo al ir contra lo que sentía.
Nada podría borrar eso, pero aún así, había necesitado volver a ella.
Se dejó desvestir, luego dejó que  lo envolviera  con una manta  mientras iba a prepararle té para quitarle el frío.
La veía pero no dejaba de pensar que era un espejismo que se desvanecería, tanto así la había anhelado. La voz de la joven, preocupada, regañándolo, le llegaba desde lejos, como un eco.
Se sentía agotado, con una extraña mezcla de dolor  y de alegría al estar con Byul nuevamente.
Bebió el té  y después dejó que ella lo llevara a la cama y lo abrazara para hacerlo entrar en calor.
-Lo siento… -volvió a decir al sentirla apretada contra él.
-Eres Janeul…sin importar lo que pase allá afuera, cuando vienes a mí, eres Janeul. Nada más importa – susurró ella abrazándolo.
Por primera vez, en muchos años, fue él quien se durmió protegido por ella, refugiado en sus brazos, como un niño pequeño, se permitió el olvido.
Byul lo observó dormir, se sentía conmovida por haberlo visto tan desesperado, pero al mismo tiempo no podía dejar de recordar que estaba casado. De alguna forma,  sentía que había una parte de él que ya no le pertenecía, habría tantos  momentos que no compartirían, momentos cotidianos que él compartiría con esa otra mujer. Su esposa se había instalado como un fantasma, como una muralla entre ellos. Porque además, ahora , Byul era consciente de su papel de amante del príncipe. Más allá de lo que ellos sintieran, de su historia, de lo que fuese real cuando estaban juntos y las circunstancias que los habían llevado allí, había también una realidad innegable.
Si  bien había sido  sincera al decirle que al venir a ella era simplemente Janeul, el mismo que había amado desde niña, también era cierto que de alguna manera, él llevaba una especie de marca, algo intangible que le recordaba que  algo había cambiado para siempre. Se preguntó a sí misma si eso mismo hubiera sentido él, si aquella noche en que la salvó de ser vendida, hubiese llegado tarde.
El amor seguía siendo lo más fuerte, pero quizás los demás tuvieran razón, y un día  eso no fuera suficiente para superar todo lo que los alejaba.
Cuando Janeul despertó, estaba solo.  Se inquietó y llamó a la joven.
-Byul…- dijo temeroso y antes que pudiera levantarse, ella apareció cargando una bandeja.
-¿Ya despertaste?
-Sí- respondió sin saber muy bien cómo actuar. Una vez más su relación había  cambiado y había una incomodidad entre ellos, debía dar un paso , pero no sabía cómo.
-Bebe esto, evitará que te enfermes tras tu incursión en la lluvia- dijo casualmente dándole un té.
-Creo que el médico real se espantaría si supiera que estoy a punto de beberlo.
-Supongo que sí, un té hecho con las hierbas medicinales de una casa de cortesanas, aún así  creo que le  disgustaría más lidiar con un príncipe enfermo. Tu ropa aún está mojada.
-No importa, no me iré  hoy – dijo él con la mirada baja, mientras bebía el té.
-Está bien- dijo ella y tras tomar la taza y dejarla en el suelo con la bandeja se inclinó hacia él- Quédate –propuso y lo besó. Él  la sujetó y la atrajo hacia sí, aquel beso era la aceptación que había necesitado. La besó largamente.
-Te extrañé, extrañé todo de ti, también tu aroma…- dijo él aspirando fuertemente contra la piel de su cuello.
-¿Cómo huelo?
-Como Byul, como un arroyo fresco en un día de primavera, como mi hogar – respondió  y ella se pegó al cuerpo masculino en una muda invitación.
Y se amaron, despacio, al tiempo que forjaban un tácito pacto en el que no hablarían ni pensarían en la mujer que era la esposa de Janeul.
Desde ese día , el príncipe volvió a  visitar asiduamente a Byul y, de a poco, recuperaron su rutina, su mundo compartido, su estar juntos sin importar nada más.

2 comentarios:

  1. Y pensar que, de niña, soñaba que un príncipe se enamorase de mí. Como en los cuentos. Después de leer por todo lo que está pasando Byul no lo tengo tan claro.

    Me encantan los personajes de esta historia. Son tan reales y tan sensibles que me conmueven. Comprendo perfectamente a Byul, sus sentimientos al verse conminada en un lugar tan horrible y las veces que se siente dolida con Janeul. Pero, al mismo tiempo, es que él se encuentra en una situación tan complicada... Ahora, para colmo, hasta es un hombre casado :-(

    Gran trabajo, Nata. Me tienes sufriendo capítulo tras capítulo. ¡Qué malvada ;-P!

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    Respuestas
    1. Muchas gracias, Adriana, me alegra que puedas "sentir" a estos personajes y su historia. Y yo siempre he pensado que eso de casarse con príncipes no es buen negocio

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