-Por aquí…- dijo el joven y
ella asintió. Byul se sentía como en un sueño, no podía creer estar en el
exterior y menos aún durante el festival de verano, la gente, los sonidos, los
aromas, todo la llenaba de vida y de recuerdos. Le costaba creer que de verdad
estaba en el exterior. Respiró profundo, llenándose de aquel aire. Acompañó a
su guía que se detuvo frente a un puesto de adornos para el cabello, el joven
levantó varias horquillas y se las mostró. Hasta que se detuvo en una y se la
dio.
-Creo que debería llevar esta-
dijo dándosela y ella hizo un gesto de negación hasta que vio el papel que
envolvía el adorno. La tomó y desenvolvió la nota.
“Hace años, quise comprarte
una. Espero te guste” decía el mensaje
de Janeul y ella recordó las veces que
de niña se había detenido frente a aquellos puestos deseando que él le regalara una horquilla y él había mostrado
indiferencia. Sonrió imaginándolo eligiéndola para ella y aferró la horquilla
con flores.
Luego siguieron camino y ella
se preguntó qué sería lo próximo. Se detuvieron frente a un puesto de comida y ,
ante el pedido del hombre, la vendedora extendió un paquete. Antes de abrirlo,
por el aroma, Byul supo que contenía sus caramelos favoritos de miel y flores.
Miró hacia adelante y notó que el
príncipe se detenía, tomaba algo de una bolsa y se lo metía a la boca. Estaba
comiendo aquella misma golosina, ella tomó una y la saboreó. Después leyó la
nota que los acompañaba. Decía “No comas
muchos “ Sólo porque él la estaba mirando, no hizo caso y se metió uno más a la
boca mientras el sabor de días felices la inundaba.
Caminaron otro trecho hasta llegar a donde había un grupo de gente reunida, era una obra de
títeres y música. Byul y su acompañante se detuvieron allí y ella pudo ver a
Janeul mucho más adelante. Veía su espalda y su cabeza. Extrañamente, aunque
estaban separados, él había logrado que dieran un paseo juntos, porque ella
podía imaginar que todas las personas que estaban allí desaparecían y solo
quedaban los dos.
Cuando la obra terminó , se
dispersaron y él quedó a una distancia
mayor, apenas si alcanzaba a distinguir su silueta delante. Tuvo ganas de
acelerar el paso, de correr hasta alcanzarlo, pero no podía.
Aquel hombre era todo lo que
valía para ella, quizás nunca alcanzara a expresar lo mucho que lo amaba.
Era él quien la había
rescatado de caer al agua.
Era por él que tras la muerte
de sus padres había seguido con vida, aún en las peores circunstancias, por
esperarlo había decidido mantenerse
viva.
Era por él que podía estar
encerrada y bajo amenaza de muerte.
Desde el principio no había
habido elección posible, para ella había sido o Janeul o la muerte.
Siguió caminando lentamente
tras él, siguiendo sus pasos.
-Me temo que el príncipe ya
debe regresar a palacio, pero hay un
último lugar que visitar- dijo su acompañante
y la llevó a hasta el templo donde se hacían las plegarias de verano.
Cuando ellos entraban, Janeul
y su comitiva se retiraban, así que se cruzaron y se miraron y él le sonrió muy levente. Fue un
momento fugaz pero pareció eterno.
Entró, fue hasta el altar, encendió incienso y rezó
en silencio. Cuando iba a marcharse, el joven guía le señaló un ramo de flores
, flores de loto.
-Creo que eso es suyo – dijo y
ella las tomó. Sabía de donde provenían, buscó la nota de Janeul. “Te amo,
desde siempre, para siempre”. Ella hundió la cara entre las flores porque
temía largarse a llorar.
-Debemos irnos – dijo su guía
y la acompañó nuevamente hacia el grupo
de cortesanas que estaban esperándolos para regresar.
Byul sabía que probablemente
no habría otro día como aquel, que incluso aquella escapada podía llegar a
tener consecuencias, pero aún así, al pensar en ese día tan especial que Janeul
había planeado con detalle y antelación, sólo por ella, se permitió ser feliz.
A la mañana siguiente cuando
golpearon a su puerta, Byul salió deprisa, se había levantado muy temprano y se
había puesto la horquilla nueva esperando aquella visita. Janeul estaba allí.
-¿Te quedan caramelos? –
preguntó él mirándola y sonriendo.
-No, ni uno. Pero estoy segura
que trajiste más- le dijo y él sonrió más ampliamente antes de extenderle una
bolsa. Entonces sin poder esperar más ,lo abrazó.
-Gracias- dijo ella esperando
que eso pudiera transmitirle lo mucho que había disfrutado su salida.
-Mi hermosa ,hermosa , Byul-
respondió él antes de besarla
lentamente.
Al entrar vio el ramo de flores en un florero.
-¿Te gustaron? – preguntó.
-Sí, todo me gustó. ¿Cómo lo
hiciste?
-Preparé el recorrido temprano
en la mañana con Jun y su hermano, mientras estaban montando los puestos.
También recogí los lotos del templo. Hay tantas cosas más que quería hacer para
ti.- dijo sentándose y Byul se sentó a
su lado y se reclinó contra su hombro.
-Fue perfecto.
-Tendré que irme un par de
meses, lo siento, me han enviado en una misión diplomática. Me lo informaron
hoy.
-¿Fue por lo de ayer? –
preguntó imaginando que después de todo siempre había consecuencias.
-Eso creo. Porque parece más
una excusa que algo que requiera verdaderamente de mi asistencia.
-¿Estarás bien?
-Sí. Supongo que mi padre sospecha que algo pasó, pero no pudo
confirmar con certeza que tú hubieses salido, y menos aún que nos
encontráramos, así que esta es su advertencia.
-Lo siento.
-Más lo siento yo, estarás
sola durante todo este tiempo, y yo demasiado lejos.
-Si este es el castigo por el
hermoso día de ayer, me parece que valió la pena. Dos meses pasarán pronto y yo
estaré bien.
-Me voy mañana, recuerda
cerrar bien las puertas, no salir de noche ni recibir a ningún embajador aunque
venga a comprar mil pinturas.
-Janeul…
-Estoy inquieto cada vez que
debo partir, y de verdad no sé qué puede suceder, Byul.
-No te preocupes ahora, eso
será mañana y prometo cuidarme bien hasta tu regreso. Pero hoy estás aquí, y
tenemos caramelos de miel y flores. No importa si no vuelvo a salir, siento que
te arriesgaste mucho, el día de ayer fue un precioso regalo y eso es
suficiente.
-Nada nunca será suficiente
cuando se trate de ti- dijo él con emoción y ella supo que una vez más se
culpaba.
-¿Dos meses? Bésame por dos
meses- lo tentó intentando hacerlo cambiar el rumbo de sus pensamientos. Él le
sonrió y cumplió con su pedido.
En el tiempo de ausencia del
príncipe, Byul trató de mantenerse tan ocupada como podía, con sus pinturas, leyendo,
o aprendiendo a tocar un instrumento musical, Janeul siempre había sido buen
músico, ella no. Ahora tras casi dos
meses de práctica sus dedos se deslizaban con facilidad por las cuerdas creando
una bonita melodía.
Estaba concentrada en la
práctica matinal, cuando la regenta se quedó observándola.
-Cada vez que te veo no puedo
evitar pensar que serías la cortesana perfecta, hermosa e inteligente, capaz de
dominar cualquier habilidad que te propongas aprender. Eres buena en el baile y
ahora tocando ese instrumento, eres perfecta en todo a excepción de que tu
interés de complacer a un hombre se centra sólo en ese príncipe tuyo…- dijo la
mujer.
-Yo…- intentó hablar Byul sin
saber qué responder pues extrañamente no parecía un ataque.
-Hablando de él, cada vez que
los veo juntos también pienso que serías una reina perfecta si no fuera por tus
orígenes, en verdad no sé si pueda existir un lugar para ti.- finalizó la mujer
con cierta tristeza.
-Por ahora mi lugar es él-
respondió Byul.
-¿Por cuánto tiempo? –preguntó
la mujer y ella no pudo responder. En efecto, parecía no pertenecer a ningún
sitio, estaba a medias donde estuviera, era una cortesana solo de nombre y era
la amada de Janeul sin más futuro que momentos robados y encuentros furtivos.
Tampoco ella sabía ya donde
pertenecía, pero su corazón sí sabía su lugar, y pensaba a aferrarse a ese
sentimiento para no caer en la desesperación.
Cuando él regresó, llegó
cargado de regalos, pero no trajo ni joyas ni costosos objetos, cada cosa tenía
una pequeña historia o significaba algo importante. Le dio a Byul aromáticas
hojas de té, una pintura de un artista local, un caracol de la playa, dulces
tradicionales de aquel país. Y por cada obsequio le describió minuciosamente
cómo lo había obtenido.
Al terminar sus relatos, la
joven comprendió que, aunque quizás no pudiera llevarla al mundo exterior,
estaba decidido a traerle el mundo hasta ella.
Y supo también que estaba tan
arraigada en el corazón de Janeul como él en el suyo.
Durante los años
siguientes de cada viaje que lo mantuvo
alejado de ella, regresó con regalos e historias que fueron llenando la
habitación.
Años que pasaron entre
ausencias y encuentros, años en que Byul combatió la desesperanza con momentos
de felicidad.
Años en que Janeul combatió
la impotencia con amor.
Byul había plantado unos
pequeños durazneros en su jardín y Janeul había protestado que era inútil pues
la sacaría de allí antes que pudieran florecer. Tres años después, los árboles
habían crecido bastante y ambos comenzaban a creer que llegaría el día en que los verían dar flores y
frutos.
Y aunque ellos pensaran que nada
había cambiado, los cambios son como ríos
subterráneos que van creciendo y
creciendo bajo la superficie, escondidos, hasta que salen al exterior y arrasan con
todo. De esa forma, su rutina estaba a punto de cambiar, sin que ninguno lo
intuyera.
Fue poco después de que Byul
cumpliera veintidós años, estaba arreglando el jardín cuando lo vio llegar y
supo que algo malo había sucedido.
Estaba con sus ropas reales, y
se quedó viéndola a unos metros de distancia sin animarse a avanzar. Llevaba un
par de semanas sin verlo , sonrió al notar su presencia , pero la expresión de
él hizo que su sonrisa se desvaneciera.
Janeul avanzó lentamente, la
saludó con un roce ligero de los labios que no alcanzó a ser un beso y la tomó
por los hombros
-Entremos – dijo.
-¿Qué pasa?
- Hablemos dentro- dijo él y
apenas ingresaron se sentó en el suelo sobre unos almohadones casi como si no
tuviera fuerzas para hacer otra cosa.
-Janeul, me estás asustando,
¿qué sucedió? - preguntó Byul sentándose frente a él. La miró a los ojos y su
mirada parecía estar llena de dolor.
-Voy a casarme. Su nombre es
Aína, tiene mi edad y es una princesa pariente del marido de mi hermana mayor,
el matrimonio se anunciará hoy y se celebrará en un mes. La conoceré ese día-
dijo con voz monótona- No puedo evitarlo .
Byul soltó un jadeo como si
acabaran de golpearla.
-Byul…- dijo e intentó tocarla
pero la joven retrocedió evitando su toque. Sus ojos se habían llenado de
lágrimas, sabía que ese día llegaría, que él se casaría y tendría hijos con
alguien que no era ella, pero al mismo tiempo
lo había soslayado como si nunca fuera a suceder. Su pequeño mundo ,construido
entre esas paredes, acababa de ser
invadido por la realidad, él sería
esposo de otra. Sabía que él no podía evitarlo, que no podía ir contra
de los designios de su padre ni de los deberes que debía cumplir como príncipe
heredero, en gran medida debido a ella, pero aún así se sentía herida y lo
resentía.
-Byul…- insistió él y ella lo
miró finalmente.
-¿Volverás?- preguntó la
joven, y fue como años atrás cuando se había visto confinada a aquel lugar.
-Si me aceptas, volveré. Ya te
dije que sólo me iré cuando tú me lo pidas.- dijo y ella se largó a llorar,
Janeul se acercó a abrazarla y Byul lo golpeó con los puños cerrados, no para
hacerle daño sino para descargarse y él aceptó aquel desahogo; luego la abrazó
fuerte hasta que ella se cansó de llorar.
Quedó agotada, como si aquella
noticia hubiera consumido todas sus fuerzas, ni siquiera tuvo ánimo de ir a la
cama, sólo se quedó allí mientras Janeul la sostenía, se durmió en brazos de
él. Al despertar , el príncipe la había
dejado en la cama y se había marchado.
Ella se incorporó y se quedó sentada, sin pensar en nada, con
la mente en blanco. No se sentía así desde que había sido encerrada allí, como
si ya no hubiera esperanza.
Janeul había prometido volver
a ella, pero cuando lo hiciera ya no sería sólo suyo, sería el esposo de otra
mujer.
Y en lo más recóndito de sí,
estaba el temor de que él no volviera.
Los días siguientes
fueron difíciles, casi como si estuvieran
cubiertos de bruma. Su corazón dolía y aunque intentaba no pensar en ello, le llegaban
los comentarios sobre la inminente boda del príncipe.
Escuchaba los cuchicheos de la
gente del lugar que comentaba las noticias que llegaban del exterior, e incluso
la mirada de la regenta que parecía expresar
un silencioso “te lo dije” la desanimaba.
Él no volvió , y cada día que pasaba, cada día en que la boda se había
más inminente , ella sentía que se apagaba.
Trató de pintar, pero salían
imágenes tristes y oscuras
Recorrió la habitación haciendo un inventario de los objetos
que Janeul había traído ,recordando las historias, pero eso no la calmó, la
hizo ser más consciente de que aquello
pertenecía a un tiempo perdido, una época que ya no se repetiría.
Y cuando el día de la boda
llegó, ella solo se acurrucó en su cama y sujetó con fuerza el anillo que él le
había dado, casi como si fuera un talismán, casi como una forma de llamarlo
para que Janeul no la olvidara.
Todo el pueblo se sumió en los festejos y la alegría por las nupcias del
príncipe heredero, sólo una joven vivió aquellos días como una tortura.
Unos quince días después de la
boda real, Byul despertó a medianoche, llovía fuerte pero no era eso lo que
había interrumpido su sueño, sólo había despertado ansiosa. Sin saber por qué,
pues no había sentido ruido alguno, abrió las puertas de su habitación, y allí,
en la oscuridad, debajo de la intensa lluvia, vio a Janeul.
No sabía desde cuando él
estaba allí, no la había llamado, no con palabras al menos. La miraba
manteniéndose a distancia. Por un momento, ella creyó que estaba alucinando,
pronunció su nombre para asegurarse.
-Janeul…- dijo y lo vio estremecerse al escucharla.- Entra ,
por favor – lo urgió preocupada, y como
si él hubiese estado esperando aquella
invitación , se acercó. Byul lo tomó de
la mano y lo hizo entrar.
Estaba empapado y frío, con la
mirada perdida. Era alto, mucho más que ella, sin embargo se lo veía muy desvalido.
Era como si llevara el peso del mundo en los hombros, y en parte, así era.
-Lo siento…- pronunció él
angustiado.
- Estás empapado, vas a enfermarte. Debes quitarte esto…- dijo ella ignorando
sus palabras y comenzó a quitarle las prendas mojadas. Mientras lo
desvestía y él chorreaba agua desde el cabello hasta los pies, la joven notó
que el rastro de lluvia se mezclaba con
un rastro de lágrimas. No recordaba haberlo visto llorar antes y eso le dolía.
Janeul apenas podía tenerse en
pie, durante días había querido ir a
verla, pero no se había animado. Sin embargo no había podido esperar más y en
plena noche, en medio de la lluvia había ido a buscarla. Era un traidor , pero
la amaba.
Había traicionado a la mujer
con la que se había casado, pues nunca la amaría.
Había traicionado a Byul al casarse con otra.
Y se había traicionado a sí
mismo al ir contra lo que sentía.
Nada podría borrar eso, pero
aún así, había necesitado volver a ella.
Se dejó desvestir, luego dejó
que lo envolviera con una manta
mientras iba a prepararle té para quitarle el frío.
La veía pero no dejaba de
pensar que era un espejismo que se desvanecería, tanto así la había anhelado.
La voz de la joven, preocupada, regañándolo, le llegaba desde lejos, como un
eco.
Se sentía agotado, con una
extraña mezcla de dolor y de alegría al
estar con Byul nuevamente.
Bebió el té y después dejó que ella lo llevara a la cama
y lo abrazara para hacerlo entrar en calor.
-Lo siento… -volvió a decir al
sentirla apretada contra él.
-Eres Janeul…sin importar lo
que pase allá afuera, cuando vienes a mí, eres Janeul. Nada más importa –
susurró ella abrazándolo.
Por primera vez, en muchos
años, fue él quien se durmió protegido por ella, refugiado en sus brazos, como
un niño pequeño, se permitió el olvido.
Byul lo observó dormir, se
sentía conmovida por haberlo visto tan desesperado, pero al mismo tiempo no
podía dejar de recordar que estaba casado. De alguna forma, sentía que había una parte de él que ya no le
pertenecía, habría tantos momentos que
no compartirían, momentos cotidianos que él compartiría con esa otra mujer. Su
esposa se había instalado como un fantasma, como una muralla entre ellos.
Porque además, ahora , Byul era consciente de su papel de amante del príncipe.
Más allá de lo que ellos sintieran, de su historia, de lo que fuese real cuando
estaban juntos y las circunstancias que los habían llevado allí, había también
una realidad innegable.
Si bien había sido sincera al decirle que al venir a ella era
simplemente Janeul, el mismo que había amado desde niña, también era cierto que
de alguna manera, él llevaba una especie de marca, algo intangible que le
recordaba que algo había cambiado para
siempre. Se preguntó a sí misma si eso mismo hubiera sentido él, si aquella
noche en que la salvó de ser vendida, hubiese llegado tarde.
El amor seguía siendo lo más
fuerte, pero quizás los demás tuvieran razón, y un día eso no fuera suficiente para superar todo lo
que los alejaba.
Cuando Janeul despertó, estaba
solo. Se inquietó y llamó a la joven.
-Byul…- dijo temeroso y antes
que pudiera levantarse, ella apareció cargando una bandeja.
-¿Ya despertaste?
-Sí- respondió sin saber muy
bien cómo actuar. Una vez más su relación había
cambiado y había una incomodidad entre ellos, debía dar un paso , pero
no sabía cómo.
-Bebe esto, evitará que te
enfermes tras tu incursión en la lluvia- dijo casualmente dándole un té.
-Creo que el médico real se
espantaría si supiera que estoy a punto de beberlo.
-Supongo que sí, un té hecho
con las hierbas medicinales de una casa de cortesanas, aún así creo que le
disgustaría más lidiar con un príncipe enfermo. Tu ropa aún está mojada.
-No importa, no me iré hoy – dijo él con la mirada baja, mientras
bebía el té.
-Está bien- dijo ella y tras
tomar la taza y dejarla en el suelo con la bandeja se inclinó hacia él- Quédate
–propuso y lo besó. Él la sujetó y la
atrajo hacia sí, aquel beso era la aceptación que había necesitado. La besó
largamente.
-Te extrañé, extrañé todo de
ti, también tu aroma…- dijo él aspirando fuertemente contra la piel de su
cuello.
-¿Cómo huelo?
-Como Byul, como un arroyo
fresco en un día de primavera, como mi hogar – respondió y ella se pegó al cuerpo masculino en una muda
invitación.
Y se amaron, despacio, al
tiempo que forjaban un tácito pacto en el que no hablarían ni pensarían en la
mujer que era la esposa de Janeul.
Desde ese día , el príncipe
volvió a visitar asiduamente a Byul y,
de a poco, recuperaron su rutina, su mundo compartido, su estar juntos sin
importar nada más.
Y pensar que, de niña, soñaba que un príncipe se enamorase de mí. Como en los cuentos. Después de leer por todo lo que está pasando Byul no lo tengo tan claro.
ResponderEliminarMe encantan los personajes de esta historia. Son tan reales y tan sensibles que me conmueven. Comprendo perfectamente a Byul, sus sentimientos al verse conminada en un lugar tan horrible y las veces que se siente dolida con Janeul. Pero, al mismo tiempo, es que él se encuentra en una situación tan complicada... Ahora, para colmo, hasta es un hombre casado :-(
Gran trabajo, Nata. Me tienes sufriendo capítulo tras capítulo. ¡Qué malvada ;-P!
Muchas gracias, Adriana, me alegra que puedas "sentir" a estos personajes y su historia. Y yo siempre he pensado que eso de casarse con príncipes no es buen negocio
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