No quería volver a su casa. Solo quería conducir, sin parar hasta llegar al otro lado del mundo... Sentirse libre como un pájaro... Pero precisamente, el mundo, era quien la retenía de poder hacer eso.
Todos la esperaban en los juzgados. Pero ahora, era ella la única que sabía que los planes habían cambiado.
El único miedo que siempre había tenido, era quedar en ridículo delante de la gente, bajo su título nobiliario. Pues, ese temor iba a cumplirse en breve.
¿Qué había ocurrido, para que diera todo aquel giro? Si hubiera corrido a la tele, o en la sala de prensa le hubiera respondido con un sí ¿Habría sido todo diferente? Pero ahora, no tenía que cuestionarse nada, porque ya no había nada qué hacer.
Que tan cierto, el dicho del amor al odio, solo queda un paso... Sonrió con ironía, mientras soltaba por un segundo el volante con su mano derecha, para limpiarse las lágrimas que le nublaban la visión de la oscura carretera.
Ojalá, tuviera un piso propio a donde poder conducir y esconderse de todo el mundo, hasta el día de ir a los juzgados. Pero no tenía esa suerte. Iba a tener que enfrentarse a todos sus seres queridos, los cuales sabía que la iban apoyar, pero... ¡Dios, todos los preparativos que estaba realizando la gente a escondidas de él! Que diría la costurera, cuando rechazara de ponerse su vestido de novia. O el panadero, con sus maravillosas tartas para abastecer al pueblo en la celebración comunitaria de su supuesto enlace, detrás en los jardines...
Tendría que sonreír valiente, sin soltar ni una lágrima y proponer a la gente, que debían celebrar su divorcio... Patético. Pensó con un gemido de lástima, desde el fondo de su garganta.
¿Y él? ¿Qué diría al ver todo el montaje que había tras su cita allí?
No creía que fuera a servir de nada, él ya había decidido. Y seguro, que no cambiaría su decisión.
Que ganas de llegar a su dormitorio y enterrarse bajo las sábanas. Pero sabía que aquello no solucionaría nada, lo mejor era ir hablar con sus padres. Aunque primero, lo haría con su padre... No quería que su madre tuviera tiempo de sobras, para poder montar una guerra contra Kenan.
¿Qué es lo que había hecho?
A decir verdad, había ido todo tan rápido, que ni siquiera se creía que hubiera ocurrido de verdad... Pero los golpes de su hermana, contra la puerta de su dormitorio, se lo afirmaban.
Había sido un miserable.
Aspiró con fuerza, volviendo a esconder su rostro entre las rodillas, al venirle la mirada de dolor de Jacqueline, en cuanto él había despotricado idioteces contra ella...
Jamás iba a perdonarse así mismo, como ella tampoco iba a perdonarlo a él.
Pero es que había sentido tanta rabia, tanto dolor... Que no se había detenido a pensar en nada, al verla allí.
¿Y ahora qué?
No paraba de visualizar en sus ojos, su dolor... Y es cuando sentía las enormes ganas de patearse así mismo su trasero. Pues había hecho, lo que nunca quería hacerle a Jacqueline. Daño, dolor...
Lo que había ocurrido siempre con ellos, lo habían ido sobrellevando. Pero ésta vez, no era un daño superficial. Estaba vez, había clavado bien la daga en el pecho de su amada.
Su amada.
¿Acaso podía llamarla así ahora? Había perdido todo derecho, unos minutos atrás. Cuando había abierto su boca, para decirle todo lo contrario a lo que su corazón sentía desde su juventud.
De modo, que suponía que debía asumirlo como un hecho ¿No?
Que silencio, inundaba ahora allí. Y suponía, que así es como iba a sentirse de ahora en adelante su corazón. Solo y frío.
Giró su rostro hacia la puerta, observando que ya no era aporreada por su hermana. ¿Qué ocurriría tras ella?
Frunció un momento el ceño, mientras sentía un fuerte hormigueo por su cuerpo, al venirle la idea, de que tal vez, solo tal vez, cabía la remota posibilidad de que estuviera consolando a Jacqueline en algún lugar de su casa.
Y si era así, qué hacía perdiendo el tiempo como un imbécil e intentaba entender qué ocurría con todo, con Jacqueline...
Dejando su rabia, apoyada contra su lecho, en donde había compartido un momento perfecto y sincero con ella, se alejó a pasos confusos hacia la puerta, para abrirla con cierto temor, a no poder hacer nada.
Dio la orden a sus piernas, de ir directas hacia el salón, pues no creía que, si se hallaba allí, estuviera refugiada en otro dormitorio.
A cada paso que daba, el silencio le superaba en su control, poniéndolo aún más nervioso al deducir que si no había ruido, no presagiaba nada bueno.
Puede, que en verdad estuviera solo. Que lo hubieran abandonado, para ir tras ella. Y lo comprendía, se merecía perfectamente aquel gesto, por parte de su querida hermana… ¿Cuántas veces le había recriminado que pusiera fin a la tontería que llevaban ellos dos? Ya no sabría decir cuántas, pero tal vez, si lo hubiera hecho… Otro gallo cantaría en aquel preciso momento.
Norah… Pensó su nombre con gran pesar y cariño, sabiendo que también le había hecho mucho daño a la pobre con su comportamiento.
También tenía que pedirle disculpas a la chica. No se merecía vivir todo aquel sufrimiento, por culpa de su tozudez.
Salió del corredor, parando un momento en el salón para pasear su mirada en toda la grandeza de la habitación, para hallarla vacía, notando como su corazón sentía un fuerte pinchazo.
Un dolor, por estar empezando a notar de forma más agravante su pérdida.
Con la respiración acelerada, al no escuchar ni un solo ruido, decidió ir hacia la cocina. Al recordar, que estaba hecha todo un desastre y tal vez, podrían estar allí.
Y así fue. De encontrarse lo hizo con su hermana, pero ella no. En su lugar, se hallaba su buen amigo consolando a Norah, quien lloraba mientras tenía un teléfono en las manos.
Tuvo que hacer algún tipo de ruido, porque su hermana detuvo el llanto, para alzar la mirada y quedarse observándolo detenidamente, intentando averiguar algo de su expresión.
No se detuvo a contar cuantos segundos fueron, pero por un momento, solo estuvieron los tres callados. Ninguno decía nada, pues no se sabía que iba a salir de sus bocas.
La primera fue ella, quien se limpió los ojos con un fuerte gesto, para absorber por su nariz el llanto y tras separarse del hombre, se acercó a él, a un solo paso.
-Si te molesta nuestra presencia aquí –su voz sonaba ahogada-, no te preocupes que, en pocos segundos, nos marchamos.
Kénan, hundió sus hombros para soltar un profundo suspiro.
-Norah, lo siento… -Dijo en un gemido, sin intentar ocultar su verdadero dolor-. No me gusta verte así por mi culpa –alzó un brazo, intentando querer llegar acariciar su rosada mejilla, pero ella no se movió ni un ápice-. Yo… -Intentó hablar, pero todo el dolor, la esperanza y sus sueños, se le amontonaban a la vez en la punta de la lengua, haciéndole la tarea algo difícil-. Te quiero pequeña, sabes que lo eres todo para mí –Las lágrimas, volvían a caer por el joven rostro de la chica-. Espero, que me perdones por lo que hice hace unos momentos.
- ¿De verdad sabes lo qué hiciste? –Le inquirió ella con voz ronca a causa de las lágrimas, a más, llenas de reproche por su comportamiento.
-Joder varias vidas –Aceptó con tono hundido.
- ¿Pero por qué? –Exigió con voz estridente, casi apagada por el dolor y las lágrimas.
-No sé cómo responderte a eso –Confesó sincero-. Supongo que me dejé llevar por mis sentimientos de adolescente, cuando creía que ella, solo estaría conmigo por diversión, anteponiendo su corazón y el mío, a sus deberes de princesa. Eso, es lo que creí ante su respuesta de mi confesión de hoy… -Se alzó de hombros, caminando hacia la mesa para tomar asiento en una silla-. Mi rabia, al saber que yo –Marcó lo último con cierto sarcasmo-. Era la primera muesca en la cama de ella, y que no sería nada más, me sentí utilizado, abandonado como a un perro en la cuneta… Encendiendo eso en mí, un rencor que no sabía que existía…
-Eres idiota –Susurró su hermana entre dientes, pero mostrando un amago de sonrisa, al ver que él la amaba de verdad.
-Vaya, gracias… -Alzó su mirada, para sonreír con las comisuras con cierta sátira-. Acabo de confesar, que me comporté mal. He mostrado al mundo entero mis sentimientos, para recibir un rechazo devastador en mi corazón, sabiendo que estoy citado para firmar mi divorcio, habiéndola jodido hace unos minutos, en que tal vez, solo tal vez hubiera sido otra cosa…
-Es que era otra cosa –Le interrumpió ella, con tono esperanzado. Observando, como la escudriñaba con la vista.
-Sí, supongo que unas disculpas y un, seamos amigos de mi presente futura exmujer…
-No –Volvió a interrumpirlo, pero aquella vez, sonriendo más ampliamente.
Kénan, calló por entero, para mirar el rostro de su hermana y de su amigo, no queriendo aceptar que había jodido algo más bueno, que una amistad.
-Joder, Norah –Soltó ofuscado-. Por más que te observe, no creo que logre descifrar tus palabras de tu mente.
Aquello, hizo reír profundamente a su hermana con tono risueño.
-Y tampoco vas a escucharlas de mí boca –Señaló aspirando con fuerza, mostrando con ello, un aire de satisfacción que antes no existía.
- ¡Cómo! –Protestó alzando su cuerpo de la silla donde estaba sentado.
-Lo siento Kénan, pero voy a seguir las pautas que había desde un principio –Explicó cruzando sus brazos a la altura de su cintura.
- ¿Pautas? –Repitió confuso, para cambiar a un tono algo más bravo-. Acabo de confesar que soy un imbécil –Su amigo, no pudo evitar el reír por lo bajo, callándose al sentirse amenazado por la mirada del hombre-. Ahora mismo mi futuro es más negro que la noche, pero por lo visto… -Alzó su dedo índice al aire-. Sabéis algo que yo no, que puede cambiar el sabor amargo que bombea mi corazón, y os negáis a decírmelo por unas pautas.
Los dos asintieron con un gesto firme de cabeza.
- ¡Largaos de mi casa ahora mismo! –Soltó en un aullido, que solo supo sacar otra risa a su hermana, dejándolo aún más confuso de lo que ya estaba.
-Imposible –Le guiñó un ojo, para aproximarse a él y conducir su mano a su mejilla, donde ya asomaba la incipiente barba-. Las normas era retenerte aquí, hasta la mañana de la cita en los juzgados –Le sonrió con mucho cariño-. Pero solo cambiaré una de las normas –Confesó con una alegría tras sus palabras-. Pero no será hoy, sino en esa mañana cuando te diré algo que te irá bien, solo si lo creo conveniente tras lo que has destrozado con tu rechazo de hace un rato.
- ¡Qué! –Soltó estridente, confuso y enfadado, mirándola a los ojos y leyendo mucho y poco a la vez, para soltar seguidamente un profundo resoplo-. Ella, se saltó esas pautas al venir hoy aquí, ¿verdad?
***
Sentado tras su escritorio, con una copa de brandy que apenas había probado, dio paso cuando llamaron de forma discreta a su puerta.
Volvía a tratarse del jefe de su seguridad privada.
-Se halla en su dormitorio, sana –Confesó, tras haberlo llamado anteriormente cuando la joven heredera salió veloz de la casa de su marido, con lágrimas en los ojos-. Pero no creo que haya buenas noticias, su alteza –Admitió sin ocultar su lástima.
El monarca, chascó la lengua con fastidio.
-Yo tampoco lo creo –Suspiró profundamente-. De esto, ni una palabra a nadie. No quiero que llegue ésta salida, a oídos de mi mujer.
-Por supuesto –Asintió, justo antes de retirarse de forma sigilosa.
***
Dos golpes en su puerta y sin espera de una respuesta, fue abierta para dar paso a una habitación en penumbras, a su padre.
-Creo necesitas de un fuerte hombro cálido donde poder llorar cómodamente –Dijo con gran cariño, en un hilo débil de voz, acercándose al lecho y sentándose en él, junto al cuerpo de la joven, quien se alzó y se lanzó al calor de sus brazos.
-Quiero dejar de existir –Gimió entre sollozos-. No quiero ser la heredera, solo quiero poder irme lejos y que nadie me reconozca como la princesa plantada –Sollozó fuerte, apretando la camisa de su padre, la cual iba mojándose a cada momento más con el caer fuerte de sus lágrimas.
-Pero
si te concedo éste deseo, que me pides ahora por el más profundo desengaño
amoroso, sabes que perderás a tu familia –Señaló con voz grave-. No existiremos
nunca más para ti…
Jacqueline,
detuvo sus lágrimas de forma abrupta, para separarse de su padre y tras
arrastrar sus dedos por sus mejillas, lo miró con el ceño fruncido.
-
¿Qué me estas queriendo decir, papá?
-Podemos
arreglar ese deseo si así lo quieres –Se encogió de hombros-. Pero no creo que supiéramos
vivir ninguno de nosotros con ello.
Jacqueline,
tragó saliva de forma costosa.
-Me
estas insinuando lo que creo…
-Se
te puede arreglar un futuro, creando una situación trágica –Se encogió de
hombros-. No creo que sea la primera vez, que el servicio secreto lo hace –Intentó
bromear, pero sin lograrlo.
-
¡No! –Protestó veloz, con un gesto negativo de cabeza-. Yo… Yo, no podría vivir
sin vosotros…
-Eso
quería señalarte –Le sonrió con amor-. Por mucho dolor que suframos, siempre
tienes algo por lo que intentar vivir y buscar poco a poco, un nuevo lugar con
los que de verdad te quieren.
Lo
miró en silencio, para dejar que las lágrimas volvieran a fluir por su bello
rostro.
-Estábamos
todos equivocados –Se alzó de hombros, mientras intentaba mostrar una sonrisa
con la comisura de sus labios-. No me ama.
-
¿Tan segura estas de ello? –Hizo que dudara de lo que había vivido hacía apenas
una hora en casa de Kénan.
-Él
mismo me lo ha dicho –Confirmó con cierta amargura, bajando la mirada a sus
piernas, pero su padre, le sujetó con delicadeza la barbilla, para alzarle el
rostro nuevamente hacia él.
-
¿Por qué fuiste?
Jacqueline,
se encogió de hombros volviendo a bajar la mirada algo avergonzada.
-Creo
que ha sido mejor que fuera, y me saltara todo el plan que tenía mamá –Confesó en
un hilo de voz.
-Yo
creo, que no debiste hacerlo –Suspiró sin mostrar enfado alguno-. Jugaste
todo a una sola carta, que bien salía perfecto o mal, según lo vivido él tras
tu respuesta en televisión… -Volvió a soltar el aire exhalado-. Debía hallarse
verdaderamente enfadado, ¿Me equivoco?
Jacqueline,
hizo un movimiento negativo de cabeza. Volviendo a llorar con ímpetu.
-Fue
muy cruel, sus palabras… -No pudo continuar, callando mientras se limpiaba la mucosidad
que fluía por su nariz a causa del llanto.
-
¿Y la cita de los juzgados? – Preguntó con tono calmado.
-Acudir,
hay que acudir… -Señaló sin ánimo alguno, mientras suspiraba con fuerza-. Ya se
nos ocurrirá algo allí, una vez que aparezca Kénan por el lugar.
-
¿Quieres estar un rato a solas? –Jacqueline asintió-. De acuerdo, más tarde te
traeré de cenar y así, hablamos un poco más. Pero no hagas ninguna locura
pequeña, me tienes aquí –Señaló, sonriendo tímidamente al ver como su hija asentía
con la cabeza.- Hasta luego.
Emmanuelle,
despedía con una sonrisa a su ayudante, después de que hubieran estado horas
sentadas tras un escritorio concretando un montón de cosas, para la cita
esperada de los juzgados.
Con
un profundo suspiro de satisfacción, se dirigió en busca de su marido. Hallándolo,
tras su escritorio en su despacho privado. Justo cuando entraba, éste colgaba
el teléfono de encima su escritorio.
-Hola
tesoro –Le sonrió al hombre, acercándose a él, para abrazarlo y darle un
pequeño tierno beso en los labios-. ¿Acabaste con toda tu parte?
Éste
asintió empleando una pequeña sonrisa.
-
¿Te ocurre algo? –Su mujer frunció levemente le ceño por la escasa alegría que
brindaba ante el enlace inminente.
-No
–Respondió veloz-. Solo un poco cansado –Dijo, apretando más sus brazos
alrededor de su querida esposa-. Fui a ver a Jacqui.
-Supongo
se halla conmocionada, confusa… -Señaló con una cálida sonrisa, al ver como su
marido asentía con la cabeza-. Son los nervios, ante una boda querido… -Le
guiñó un ojo-. Supongo que hay que darle espacio, cuando llegue el momento,
verás cómo está más animada.
-Bien,
tu diriges –Le beso en los labios-. ¿Acabaste tú también todo?
-Sí
–Asintió con satisfacción-. Pero con tu humor, me estas quitando la alegría de
ello –Soltó con cierto puchero-. Creo que iré a verla…
-No,
tranquila… -Intentó sonar casual-. Tienes razón, en su actitud. Después de
tanto tiempo esperando esto, supongo que se halla nerviosa y confusa –Le sonrió,
para dar más fe a sus palabras-. ¿Qué te parece si vamos a tomar una copa a la
terraza?
Quiero mi final feliz, ¿me oyes? Ya esta reina y sus planes em está comenzando a alterar...AISHHHHHHH...Rápido escribeeeeeeeeeeeeeee, no puedo con la ansiedad (Esto, es acoso de mi querida Nata, jajajajja)
Con un profundo suspiro, giró su rostro hacia la mesita de noche, para descubrir con un gran lamento, que solo eran las cinco de la madrugada.
El tiempo, se le estaba antojando demasiado lento. Solo quería que pasara todo rápido, para poder huir en unas vacaciones.
Se las merecía. Dictaminó con gran determinación, volviendo a girar su mirada al cielo estrellado. Como había hecho las últimas tres horas, sentada en su sillón en su balcón, en silencio, pensando en todas las veces que había visto a Kenan a lo largo de su corta vida.
Era triste, que tuviera tantos recuerdos en donde las pocas palabras que se habían cruzado, habían sido con burla. Las únicas con cordialidad, en sus primeros días y ahora casi al final de su extraña historia de reencuentro, por así calificarla.
Y, aun así, su corazón siempre había dado un gran vuelco por su presencia. Siendo imposible el negarse sus sentimientos por él. Siempre, desenado ser la chica que colgaba de su brazo. O poder estar a su lado y apoyarlo, mientras había ido formando su gran imperio…
Que enamoramiento más masoca, pero ardiente como el fuego.
Cualquier persona, podía decir que era imposible que sintieran algo, si siempre habían estado peleándose en su juventud y en edad adulta, solo se veían a lo lejos en las celebraciones multitudinarias.
Pero era posible.
Cuando hicieron el amor, sintió paz, y una fuerte conexión con el mundo y con él… Pero parecía, que el universo no los quería juntos. Su destino, por mucha atracción que tuvieran como dos imanes, era estar separados.
Su padre tenía razón, debía seguir adelante. Si había vivido todos aquellos años sin él, podía a volver a repetirlo…
Solo tenía que despedirse de él, en los juzgados y ya está. No volver a darle vueltas. Por ello, que unas vacaciones le sentarían de maravilla. Recargaría pilas, y a su vuelta, hablaría con su madre para hacer un tratado de matrimonio concertado con alguna otra casa real, si en verdad no había ningún fruto de su escarceo con Kenan.
Sus hermanas, tenían derecho a tener una vida y que no estuviera estancada, por su corazón roto.
Y que mejor no volver a sufrir nunca más de esa manera, casándose por uso de razón, que por el mandato del corazón.
No
tenía que darle más importancia a la declaración de Kenan, sabía que él no iba
a retractarse de lo ocurrido en su casa. Pues su esposo, se hallaba muy
enfadado por cómo había jugado con sus sentimientos de forma pública, tras él abrir
su corazón.
Y le daba toda la razón. Había sido una imbécil, que no había aprovechado el momento que le brindaba la vida, volviendo a conducir su relación con él a como era días anteriores a su encuentro sexual.
Se merecía su rechazo. Solo esperaba, que, si tenían un hijo en común, pudieran ser buenos amigos algún día.
Una solitaria lágrima, resbalaba por su mejilla, cuando pedía a las estrellas que corrieran en esconderse, pues no creía que su corazón pudiera aguantar aquella larga espera.
Quería poner distancia con el hombre de su vida, lo más rápido posible.
Ya
no aguantaba más.
Se sentía como un león enjaulado en su propia casa. No sabía a qué demonios estaban jugando todos, pero lo habían trazado muy bien el plan. No tenía ni un vehículo en su casa. Por más que llamaba, nadie acudía en su rescate, ni siquiera el servicio de taxis de la ciudad.
Habían sido sus dos días más estresantes de su vida, al lado de su hermana y su mejor amigo.
Eran las cinco de la mañana, el momento perfecto para vengarse de ellos al sacarlos de la cama.
Su tiempo de estar callados había llegado a su fin. Aquel, era el día de su cita a los juzgados y no quería llegar tarde.
Quería saber y ver…
Con pasos fuertes, decididos y frustrados, se acercó al dormitorio cedido para Norah, sin detenerse en ningún momento a pensar que debía llamar a la puerta. ¿Para qué, era su hermana?
Pero debía haber recapacitado antes. Calmarse y detenerse a pensar un poco, en como guiar el día, según lo vivido tras el encierro con aquellas dos personas. Y si hubiera prestado más atención a su entorno, no se hubiera llevado tal sorpresa al abrir la puerta del dormitorio de su hermana de sopetón.
- ¡Se puede saber porque puñetas me habéis ocultado que estabais juntos! –Vociferó con gran enfado, consiguiendo que su amigo cayera de la cama por el susto, mientras que su hermana daba un grito y se ocultaba bajo las ropas de la cama.
- ¡Joder Kenan, acaso no sabes llamar! –Masculló avergonzada Norah, sin sacar aún su cabeza bajo las ropas.
-Sí –Masculló confuso, pero empezando a ver un tono divertidamente hilarante, cuando su amigo con las manos en sus zonas intimas se alzaba del suelo y nervioso, buscaba con qué taparse-. Pero ya que no me habéis dejado privacidad, ni intimidad –Se alzó de hombros-. Pensé actuar de la misma manera con vosotros –Soltó una pequeña risa-. Pero no sabía que iba a toparme con esto… ¿Por qué me lo habéis ocultado? –Demandó con cierto fastidio-. Tío, vuelve a meterte en la cama y así podré dejar de ver tu peludo trasero –Gruñó con burla ante el apuro del otro hombre.
- ¡Porque no había nada que ocultar! –Escupió Norah con enfado, sentándose en el lecho y destapando así su rostro, para mirar pro un segundo a su amante con furia, observando como éste se encogía de hombros con una divertida mueca.
- ¿Qué quieres decir con eso? –Seguía allí de pie, negándose a dejarlos solos.
- ¡Kenan! –Le reprendió enfadada su hermana-. ¡Sal! –Alzó su brazo, señalando la puerta que había tras él.
Pero el aludido, solo se limitó a sonreír de forma socarrona y cruzarse de brazos, al tiempo que hacía un gesto negativo con su cabeza.
-Está bien –Habló su amigo con tono desesperado-. ¡Joder quiero ir al baño! –Soltó sulfurado, mirándola a ella por un segundo-. Qué más da ahora, que después del día de hoy –Se alzó de hombros-. Se va a enterar igualmente… -Se giró a Kenan y con sonrisa traviesa, confesó-. Ésta ha sido nuestra primera noche juntos. Desde hoy, que somos oficialmente pareja… -Y con cierto apresuramiento, arrancó la colcha, dejándole a Norah la fina sabana, para salir disparado al baño del dormitorio.
-Me alegro –Habló con sinceridad hacia su hermana, sin apartar la mirada de la de ella, quien se hallaba completamente abochornada por aquella situación-. Siempre he creído que hacíais buena pareja.
-Gracias –Le sonrió con timidez, para mirar un segundo el reloj de pulsera que llevaba en su brazo izquierdo-. ¡Son las cinco de la mañana! –Soltó en un alarido completamente sorprendida.
Kenan,
soltó una fuerte carcajada.
- ¡Estás Loco! ¿A qué viene levantarme tan pronto?
-Es el día, no importa si es de noche aún –Dijo con tono de ambición-. Quiero saber todo ahora… Levántate, dúchate, desayunamos mientras lo hablamos todo. Creo, que ya esperé bastante con vuestras pautas –Sonrió con presunción-. Ahora, serán las mías –Dijo, saliendo del dormitorio-. Media hora, y os quiero en mi cocina.
La
puerta del dormitorio se cerraba con un suave chasquido, dejando por fin a
Norah sola, para poder asumir lo ocurrido de la noche.
Soltando
un suspiro, miró el otro lado de la cama, donde había dormido tranquilamente Jean
Pierre.
-
¿Te sientes arrepentida? –Irrumpió éste nuevamente en el dormitorio, rompiendo
sus pensamientos y causando un nuevo sonrojo en sus mejillas.
Norah,
desvió rápidamente la vista hacía él, para sonreír tontamente con sus mejillas
acaloradas y hacer un gesto negativo con la cabeza.
-
¿Y tú? –Preguntó con gran apuro, notando como su bello se erizaba en espera de
su respuesta.
-Sí
–Norah, abrió sus ojos de forma desmesurada notando como los músculos de su
espalda se agarrotaban, observando como el hombre que amaba desde la vez que
Jacqueline amaba a su hermano, se acercaba a ella, para volver a sentarse a su
lado y la agarraba de la barbilla, mirándola fijamente a los ojos-. Me
arrepiento de no haberlo hecho antes –Dijo, consiguiendo que Norah volviera a
relajarse y sonriera dulcemente, aceptando un leve roce de labios-. Quiero que
sepas, que siempre he tenido sentimientos por ti –Se relamió los labios-. Pero
supongo que en la era que estamos, los hombres somos idiotas y le tenemos un
poco de miedo, al formalizar desde pronto una relación –Sonrió dulcemente-.
Perdona por ser tan idiota, y no haberte buscado antes.
Norah,
le pasó sus brazos por el cuello, para besarlo con cierta pasión.
-Yo
también he sido tonta, por no buscarte –Sonrió feliz-. Pero ahora ya te tengo y
no pienso soltarte.
-Me
alegro –Dijo con voz sensual-. Porque yo también pienso ser tu carcelero –Le guiñó
un ojo, para resoplar con efusividad-. Y ahora, vayamos en pos de tu hermano,
antes de que venga a buscarme y me saque de malas maneras de aquí. También es
su día, y creo que es hora de que empiece a ser feliz, como también lo seremos nosotros
a partir de hoy.
-Sí
–Sonrió soltando su agarre-. Creo que ya ha tenido tiempo para pensar lo idiota
que fue el otro día con Jacqui.
Efectivamente.
Cuando la nueva pareja, bajó a la cocina se encontró con el desayuno casi listo.
Su hermano, siempre había tenido mano para la cocina. En aquel corto rato, les había preparado
café, zumo de naranja natural, pan tostado con aceite y ajo, para acompañar a
las tiras de beicon ahumado y huevos a la plancha.
Y
su estómago, acababa de brincar de alegría la ver toda aquella comida. Sonriendo, se acercó a darle un beso cariñoso
en la mejilla a su hermano, para después tomar asiento en la mesa de madera.
-Gracias,
todo tiene muy buena pinta –Soltó Jean Pierre, sentándose al lado de la mujer.
Kenan,
dejaba la sartén fregada en el escurridor, para darse la vuelta y dirigirse
hacia ellos dos, con una divertida sonrisa en el rostro.
-Supongo
que tendréis que reponer fuerzas –escupió sin más, soltando una enorme carcajada,
al ver como Jean, tenía que darle un par de golpes en la espalda a su hermana,
quien se atragantó con un trozo del pan tostado por lo dicho de él, en referencia
a su apasionada noche.
-Bruto
–Soltó Norah, aún con falta de aire, y el puño delante de sus labios, mientras tosía.
-Tesoro,
no hables que aún te ahogaras más –Le regañó Jean Pierre.
-Ahora
no me vengas con remilgos –Tomó asiento aun riendo, para agarrar su zumo de
naranja y mirarlo por un segundo, con sonrisa triste antes de llevárselo a los
labios.
Gesto,
que no pasó inadvertido para su hermana.
-
¿Quieres luchar, recuperarla? –Dijo yendo directa al asunto.
-Quiero
que me contéis qué ocurre aquí, qué es lo que sabéis –Habló en una orden, al
tragar con sensación amarga el líquido naranja.
Norah,
soltó un pequeño gruñido ante la actitud de su hermano.
-Debemos
esperar un poco, es muy temprano –Le negó su esperada y ansiada información.
Kénan,
soltó el vaso de cristal en la mesa con un ruido seco, mientras fruncía el
ceño.
-
¡Qué puñetas significa que aún no! -Dijo en un bramido.
-No
pienso molestar a la gente a las seis menos cuatro de la mañana –Concretó la
chica, mirando por un segundo el reloj de su mano-. ¡No haber sido tan impaciente!
–Le reprochó con enfado.
-
¡Impaciente! –Soltó indignado alzando su cuerpo de la mesa-. Llama impaciente,
a no estar con mi mujer desde que me casé con ella.
-Técnicamente,
ya has estado con ella –Señaló con sarcasmo Jean Pierre, sentado en la mesa y
dando un sorbo a su café, recibiendo al segundo una patada en la espinilla de
Norah-. ¡Ouch! -Protestó reclinándose un poco hacia el costado, para poder
acariciarse el lugar del golpe.
-Idiota
–Gruñó Norah al hombre.
-No
estoy de acuerdo –Soltó enfurruñado-. Me habéis tenido encerrado, sin
comprender el porqué de ello –Se alejó nervioso hacia la pica, donde abrió un
cajón de un lateral y de allí, sacó un paquete de tabaco, sorprendiendo a la
mujer.
-
¡Desde cuándo fumas! –Lo inquirió molesta.
-Desde
que me estas intentando organizar de forma desastrosa la vida –Masculló entre
dientes, extrayendo un cigarrillo y llevándoselo a los labios, para encenderlo
con un mechero.
Norah
achicó su mirada.
-No
te creo –Se aventuró a señalar-. Apágalo –Amenazó con tono frío.
-Habla
–Le contra restó él con sonrisa cínica, dando una nueva calada.
Allí,
su hermana solo supo soltar un gruñido intentando retener un ataque de histeria,
cuando dejó a un lado su desayuno con cierta determinación.
-No
lo comprendes –Hizo aspavientos con sus brazos, intentando explicar lo liante
que era en aquel momento-. Si te cuento ahora lo tramado, puedes salir en su búsqueda,
fastidiándolo todo –Soltó con cierto reparo.
-
¿Y estás segura, que, tras lo ocurrido aquí, sigue el plan? –Preguntó confuso-.
Estás segura, de que no ha podido variar lo que hubierais ideado… -Empezaba a
mostrar cierta impaciencia en su tono de voz-. Recuerda, como se marchó ella de
aquí. Piensa, en cómo me siento yo… Norah, por favor, te lo suplico… -Lanzó el
cigarrillo al interior de la fregadera, para acercarse a ella y sujetarla de
las mejillas-. Tesoro, a cada minuto que pasa, ella cree que no la quiero amar.
Y no es así, jamás me perdonaré si la pierdo por ésta estupidez mía.
Su
hermana, mientras lo escuchaba, lloraba con tristeza.
-Te
lo diré –Asintió con un gesto afirmativo de cabeza, mientras se refregaba la
humedad de sus mejillas-. Pero con una sola condición –Lo miró con gran
determinación, para ver como su querido hermano soltaba un resoplo exasperado,
para asentir de forma enérgica con su cabeza-. No podrás hacer nada, hasta que
sea una hora conveniente para que yo haga cierta llamada y pueda determinar cómo
se halla todo, solo entonces, te dejaré mover pieza.
-Acepto
–Dijo con voz ronca-. Ahora habla –Se cruzó de brazos, para observar como su
hermana miraba un segundo a su amigo, éste asentía con un gesto de cabeza y
ella, aspiraba con fuerza.
-Jacqueline,
tras tu exposición de tus sentimientos, en abierto con Zaida –Fue apoyarse
contra la mesa de madera-. Quiso salir corriendo a por ti…
-Lo
sabía –Expulsó el aire que tenía contenido sin darse cuenta, con las comisuras
de sus labios alzadas-. ¿Pero qué, la contuvo de hacerlo?
-Emmanuelle
–Pronunció, sabiendo lo que podía ocurrir tras mencionar a la monarca.
Kénan
frunció el ceño.
-Pero
si ella… -Calló un segundo-. Quería que nos casáramos.
Norah,
chascó la lengua.
-Y
eso es, lo que le metió en la cabeza a Jacqueline –Se alzó de hombros-. Jacqueline,
vio que quería mostrarte abiertamente su amor por ti, como tú habías hecho… De
modo, que te hizo creer que te citaban en los juzgados para firmar el divorcio –Se
mordió los labios nerviosa-. Cuando en verdad, al llegar te tenías que topar
con tu boda…
-
¡Qué! –Exclamó sorprendido.
-Pero
poco antes de venir el otro día, ella –Siguió hablando, pero cambiando su tono
a uno más apagado-. Me llamó por teléfono, preguntando como estabas –Aspiró profundamente-.
Yo, confieso que me hallaba enfadada por el dolor que te habían causado al
darte un rechazo de aquella manera… No fui muy amable… Jacqueline, vino porque
no aguantaba más el tenerte de aquel modo… Entró a escondidas y…
-Y
yo la eché, como nunca debería haberlo hecho… -Acabó por confesar, totalmente
abatido-. Ahora comprendo, porqué quieres que me espere en hacer algo…
-Tengo
que saber, como está la situación…
-Una
hora –Zanjó con tono ronco Kénan-. Seguro, que a las siete de la mañana ya están
despiertos.
Dicho
aquello, salió de la cocina dejando a la recién pareja solos.
Ni
un segundo perdonó Kénan.
A
las siete de la mañana en punto, entraba en el salón, donde se hallaba su
hermana con Jean Pierre, sentados en el sofá delante del televisor, pero sin
verlo, aunque estuviera éste encendido.
Obvio,
que estaban preocupados por alguna cosa, que él aún no sabía.
-
¿Y bien? Llamamos...
-No
ha hecho falta –Dijo cabizbaja Norah, con el teléfono de su amigo en sus manos,
mientras con el pulgar acariciaba la pantalla-. Me ha llamado su hermana Enora,
sin comprender qué diantres ocurría –Aspiró con aire apurado-. Cuando ha
entrado en su dormitorio ésta mañana, para despertarla, ha podido escuchar cómo
le indicaba a la costurera que no llevara el vestido de novia.
-Pero
van acudir igualmente a los juzgados, ¿verdad? –Preguntó, sin darle importancia
a lo dicho de su hermana.
-Claro
que van acudir, debe hacerlo… -Lo miró enfurruñada-. Acude para firmar el
divorcio, seguro que ya están los papales listos… No quiere casarse –Lo acusó
con enfado.
-No
es que no quiera casarse –Se encogió de hombros-. Claro que quiere –Le guiñó un
ojo divertido, descolocando por un segundo a su hermana-. Solo que no va a
presentarse vestida de novia, para hacer aún más el ridículo, tras lo ocurrido
aquí. Pero lo que no sabe, es que sí que irá vestida de novia, porque sí que va
a casarse y para nada lo contrario –Norah, sonreía feliz por la determinación
de su hermano-. Dame la dirección de la costurera, llámala tú o Enora, pero que
ninguno más lo sepa… -Advirtió con el dedo.
-¿Pero
para qué quieres la dirección de la costurera? –Frunció el ceño, deteniendo la
marcha de su hermano fuera del salón.
-Para
ir a recogerlo.
-¡Estás
loco! –Soltó sorprendida por su tontería-. Hay más de una hora en coche, lo
mejor es que venga ella aquí… -Meneó la cabeza de izquierda a derecha, mientras
sonreía y chascaba la lengua-. Tú, vete a desayunar, y afeitarte esa barba para
darte una buena ducha –Se giró a su novio-. Vas a ir a casa de Jacqueline,
Enora, te dará mi ropa para la boda. Sal ya, que dé mientras yo la pongo al
tanto d todo… Le diré que convenza a su familia de no darle importancia, que
piensen que son los nervios por miedo a que tu no quieras… Ella, convencerá a
Jacqui, para que se ponga el traje chaqueta blanco que tiene…
Kénan,
miraba a su hermana con una enorme sonrisa, mientras ésta iba dando órdenes a
su amigo y por teléfono, a su cuñada. Cuando diez minutos después, la muchacha
colgaba, se daba la vuelta y se topaba con él. Solo supo acerarse a ella, para
darle un fuerte beso en la mejilla y rodearla fuerte con sus brazos.
-Te
quiero, eres la mejor hermana –Le susurró en su oído, no viendo como sonreía
feliz la joven.
-
¡Déjate de tonterías, hay cosas que hacer y el tiempo corre! –Lo miró divertida
cuando soltó su agarre-. ¡Te casas hoy! –Chilló divertida, dando palmadas-.
¡Dios mamá, no le hemos dicho nada! –Soltó preocupada, volviendo a prestarle
atención al teléfono, mientras Kénan, se acercaba a la mesa para agarrar una
tostada y salir en dirección a su dormitorio, dándole mordiscos grandes.
***
-Cariño… -Dijo con calma su padre, sujetando a su mujer por los hombros con suavidad-. Estas muy estresada, y así, solo pondrás a tu hija más nerviosa. Vayamos abajo al salón y te tomas una tila doble, con unas gotitas de anís…
- ¡A ella, sí que le hace falta el anís! –Soltó ofuscada la mujer, mirando confusa a su callada hija-. No comprendo, el motivo de no querer ponerse su vestido de novia, sustituyéndolo por un traje que ya ha llevado…
-Mira, lo viejo ya lo lleva –Soltó con mofa Enora, intentando restar importancia a lo que ocurría aquel día, pero solo recibió por ello, una dura mirada de su madre.
-No me seas hoy impertinente –La regañó histérica.
Enora, volteó los ojos al techo del dormitorio.
-Es el día de Jacqui, es normal que se halle nerviosa, por cómo ha actuado sobre la confusión de Kenan en la televisión… -Rebufó enfrentando a su madre-. Si ella, se siente más cómoda con ése traje, la apoyo –Puso sus brazos en jarra-. Vete a tomar ésa maldita tila. Aquí nos encargamos Harmonie y yo, vosotros prestad atención a todo lo demás.
Emmanuelle, se quedó un momento pensativa mirando a su hija, para después asentir con un movimiento de cabeza.
-Está bien, creo que pensándolo mejor, tienes algo de razón… -Alzó su barbilla-. Vayamos abajo, aún quedan cosas por hacer querido –Se acercó a Jacqueline, para darle un beso cariñoso en su mejilla-. Te quiero. Es tú día, y debe ser, lo que mejor creas para ti.
Jacqueline, alzó por un segundo su mirada con brillo triste, para sonreír de forma leve a su madre. Antes de rodearle el cuello con un fuerte y cariñoso abrazo.
Una
vez que se quedaron las tres hermanas solas en el dormitorio, pudieron respirar
con calma.
Aquello
es lo que necesitaban. Un poco de silencio.
-Bien
–chascó los dedos Enora-. Aunque según tú, creas que no habrá boda –Hizo una
mueca torcida con sus labios-. Que va a tratarse de un divorcio, no debes ir
impresentable. Eres la futura heredera, debes ir preciosa y dar una imagen de
entereza –Soltó con un guiño cariñoso, obteniendo una dulce risita de su
hermana mayor.
-Gracias
chicas –Les dijo, con un tono casi estrangulado.
-De
gracias nada –Suspiró fuerte Harmonie-. Somos tus hermanas, tus amigas, tu
familia… -Aspiró con fuerza-. Dos horas. Hay que maquillarnos y peinarnos, para
coger los coches. Empecemos…
-Estás
guapísimo –Sonrió Norah, colocándole bien la corbata a su hermano, abajo en el
salón, junto con Jaen Pierre, que se hallaba hablando por teléfono y la
costurera de la casa real, quien colocaba bien el traje de novia, en una bolsa
especial de tela impermeable.
-Tú
también –Le dio un leve beso en los labios-. ¿Mamá, mejor? –Preguntó divertido.
-Sí
–Rió con lágrimas en los ojos la chica-. Ella, te esperará en la entrada de los
juzgados guapa y orgullosa, para entregarte a tu hermosa esposa.
-Bien
–Respondió aspirando con fuerza por los nervios.
-Chicos
–Se acercó a ellos Jean Pierre-. Kenan debes salir ya, de ése modo, los
atraparas justo en la intersección. Han salido hace diez minutos, por ello coge
el vestido y sal ya…
-De
acuerdo -Dijo con determinación, acercándose a la costurera, quien le puso en
sus manos el vestido con mucho cariño.
-Felicidades
–Le guiñó un ojo-. Todo va a ir bien.
-Gracias
–Dijo, emprendiendo con paso apresurado la marcha hacia su coche, que ya habían
vuelto a dejar allí, para que pudiera dar caza a su mujer.
Iba
sentada junto a su padre en la limusina, que la conducía hacia el peor día de
su vida. Cuando debería estar llorando a
mares, pero ya no le quedaban más lágrimas por soltar… O que su corazón, se
había tornado frío, para ser la princesa de hielo, como tanto señalaba Kenan.
Suspiraba
profundamente, con la mirada puesta en su ventanilla, observando sin prestar
mucha atención al camino bordeado por cipreses, cuando notó como el coche
reducía la marcha, hasta casi detenerse.
Enseguida,
notó como su padre, le daba un fuerte apretón a la mano que tenía agarrada con la
suya.
Entonces,
el guardaespaldas que iba sentado junto al conductor, bajó el cristal divisor
color negro, para poder dirigirse a ellos.
-Señor,
me temo que debería ver esto… -Habló con tono de voz rara, causando que Jacqui
y su padre, se inclinaran hacia delante y observaran por el cristal frontal
hacia afuera.
-
¡Oh! –Exclamó ahogadamente Jacqueline, al ver el coche de Kenan cruzado en
mitad de la carretera y a él, parado también en medio de ella, con un enorme
bulto, colgado por encima de su hombro izquierdo.
-Vaya…
-Siseó su padre, con una sonrisa divertida, girándose a mirar por un segundo a
su hija-. Me temo, que alguien tiene algo que decir.
Pero
su hija, no abrió la boca, no se giró a mirarlo… Solo tenía ojos, para la
figura masculina que se acercaba hacia el vehículo de ellos, deteniéndose justo
en la puerta del lado de su padre.
-Dejadle
libertad en sus movimientos –Ordenó el hombre mayor al jefe de seguridad, para
que lo comunicara los coches que los resguardaban.
Justo
dicho aquello, la puerta de su padre fue abierta con gran ímpetu, para al
segundo, ver asomada por ella la cabeza del rey de las joyas.
-Buenos
días su alteza –Le sonrió con amabilidad-. Me preguntaba, si me dejaría
mantener una pequeña charla con su hija.
-Claro
muchacho –Se apresuró en responder, desabrochándose el cinturón y saliendo de
allí, dándole antes un fuerte apretón de mano a su hija-. Toda tuya, yo me
fumaré un cigarrillo de mientras.
-Gracias
señor –Se apresuró en responder, entrando dentro de la limusina, para sentarse
en el sillón que quedaba enfrente de ella, accionando de forma inmediata los
seguros a la puerta. - Hola Jacqui –Saludó con una mirada hambrienta, al
recorrerla de arriba abajo, sin ningún pudor.
- ¿Qué haces aquí? –Preguntó confusa y algo asustada. Aquello, no se lo esperaba para nada.
-Estas muy guapa –Dijo con sonrisa torcida-. Muy…
-Movió las palmas de su mano, con un suave volteo en el aire-. Diplomada –Le mostró
una sonrisa cómplice-. Muy tú, para cuando son temas de trabajo.
¿De
verdad, tenía a Kenan allí, hablándole sobre su ropa? ¿Qué demonios debía de
pensar de tenerlo allí, con aquel aire de burla, tan típico suyo?
¿Entonces,
no se hallaba enfadado con ella?
-También
muy tú, ése aire brabucón que sueltas por la boca –Escupió con aire presuntuoso,
sin poder ocultar su nerviosismo por tenerlo enfrente suyo.
Kenan,
sonrió haciendo un gesto negativo de cabeza, mientras sus ojos brindaban gran diversión.
-Siempre
la perfecta princesa de hielo –chascó su lengua-. Nunca un pelo fuera de lugar...
Por cierto, me gusta ése recogido –Achicó sus ojos un segundo, estudiándola
detenidamente, para de repente sorprenderla al inclinarse hacia delante y
llevar su mano, atrás en su nuca, donde apoyó por un segundo allí sus cálidos
dedos en una leve caricia, sin apartar sus ojos de los asustados de ella-. Pero
hoy, me gusta más así –Dicho aquello, soltó el amarre dorado que le sujetaba de
forma suave la trenza espigada que llevaba rizada en el lateral, quedando
entonces su cabello ondulado suelto.
-
¡No! –Protestó de forma tardía, llevando sus manos a su melena-. ¡Acaso eres
tonto! –Gruñó con los ojos cargados de furia, mientras con manos nerviosas, se
peinaba la melena, para intentar hacer algo, pero Kenan, la detuvo con las
suyas.
-Jacqueline,
déjalo estar –Susurró con calidez, dejando atrás la diversión-. No tiene
importancia –Se alzó de hombros-. Además, me gusta cómo te queda así, porque
veo a mi esposa y no, una representación de mujer ejecutiva.
Detuvo
sus manos, no por la sujeción de él, ni porque le gustara sentir su calor
envolver las suyas. Sino más bien, por sus palabras, su señalización… Había
dicho esposa… Y para nada, había notado la rabia y el odio del otro día.
No
se atrevía alzar sus ojos, de sus rodillas. Lo admitía, se sentía atemorizada…
No quería volver a engañarse y sufrir por ello.
Tensó
un poco más su espalda, al presentir como Kenan, volvía avanzar su cuerpo,
llegando aquella vez aproximar su rostro al de ella, casi rozando sus mejillas,
para notar como le susurraba con diversión en el oído.
-Cobarde…
-Dijo con una leve risita, apenas audible-. Te estas reteniendo de darme un
buen bofetón, porque sabes cuál será mi respuesta ante ello.
Allí,
Jacqui ya no pudo más con su curiosidad y alzó su rostro al de él, para mirarlo
confusa. No viendo venir, que él sacaría provecho de ello, al apresar sus
labios con un beso corto.
-No…
No te he pegado –Señaló con un leve tartamudeo, cuando internamente se había alzado
un enorme vuelo de mariposas en su estómago.
El
hombre sonrió de forma sexy.
-Pues
deberías hacerlo –Sugirió con voz sensual, manteniendo su rostro a menos de
cinco centímetros de distancia.
-
¿Por tu comportamiento del otro día? –Señaló con voz temblorosa.
Kenan,
negó con su cabeza, mientras alzaba una comisura de sus labios, marcando una
mueca cargada de sensualidad.
-Por
lo que voy hacer ahora –Confesó en el mismo lugar, pero bajando un segundo su mirada
sus labios y volviéndola a posicionar en los ojos de ella.
-Ah
–Solo supo decir, cohibida por la actitud tierna que estaban teniendo-. Pero
por lo del otro día, sí me gustaría atizarte –Alzó por primera vez algo la
comisura de sus labios, notando como aquellas mariposas, volaban por su cuerpo infundiéndole
esperanza.
Kenan,
soltó una pequeña risa, a la vez que soltaba un profundo suspiro y la miraba
con ternura.
Algo,
que no estaba pasando desapercibido para Jacqueline, quien empezaba a mover su
cuerpo con cierta valentía. Al apoyar un momento una mano en el pecho del
hombre, siendo retirada veloz, al procesar sus oídos sus siguientes palabras.
-Voy
a sacarte ése traje –Soltó directo sin tapujo alguno.
-Qué
–Pronunció con voz estrangulada, llevando su mano nuevamente a sus piernas,
mientras tragaba con cierta dificultad.
-Lo
que oíste preciosa –Le guiñó un ojo divertido-. Ése traje, fuera. Ahora…
-
¡No! –Protestó con indignación, clavando su espalda al sillón de la limusina-.
¿Acaso estás loco? –Lo regañó en un susurro, con las mejillas sonrojadas-. Hay
gente fuera, y el conductor sigue tras el volante –Masculló hablando de forma rápida
por los nervios.
-Cariño,
puedes pegarme todo lo que quieras –Le volvió a guiñar un ojo-. Pero yo te
quito ese traje.
-Primero,
me acusas a mí –Discutió con tono cargado de ofensa-. De haber ido el otro día
a por uno rapidito –alzó su ceja derecha con irritación, cruzándose de brazos-,
y ahora tú, con al parecer un golpe en la cabeza, pues no entiendo éste cambio
tan radical en tu actitud, o bien, eres tú en vez de mi madre, quien necesita
tirar de la pastillita de la cordura. Me intentas desnudar en una limusina, de
camino a los juzgados para firmar el divorcio, por uno rapidito con el chófer
aún ahí delante y mi padre con sus escoltas afuera…
Kénan,
de rodillas en el suelo y con cada uno de sus brazos a cada lado del cuerpo de
ella, rompió en una fuerte carcajada.
-Vaya,
vaya… -Sonrió de forma sensual, sin ocultar cierto brillo en su mirada,
causando una leve alteración en las pulsaciones femeninas-. Al fin puedo saber,
que no te resultó decepcionante, nuestro primer encuentro –Le guiñó un ojo-. Al
ver, que no te importaría hacerlo aquí, si estuviéramos solos.
Jacqui,
trató de controlar el leve subidón de sus mejillas, por tan certero comentario,
frunciéndole el ceño al hombre.
-Caray
–Soltó con sarcasmo-. No sé de dónde descifras eso, porque creo que mis
palabras fueron algo así, como una calificación a que tienes un carácter bipolar
–Soltó con sarcasmo, sin dar su brazo a torcer.
De
pronto, en el interior del coche por los pequeños altavoces bien escondidos con
la armonía del vehículo, empezó a sonar By My Baby… Mientras, varías carcajadas
de afuera, entre ellas la de su padre, se iban alejando de ellos, junto con la
de su marido ahí dentro, al que en aquel momento tenía ganas de partirle la
cara, por estar riéndose a pleno pulmón, de como los de afuera habían estado
pendientes de todas y cada una de sus palabras.
-No
tiene gracia –Masculló entre dientes.
-Sí
que la tiene –Hizo una mueca-. Digamos que tu padre, viendo que tardamos mucho
y hay gente esperándonos, me ha abierto un poco el terreno, confesando
sentimientos…
Jacqui
calló, al escuchar la palabra, sentimientos, de su boca.
-Me
gustaría poder borrar todo el dolor que te causé el otro día por mis palabras,
pequeña –Confesó, dejando su actitud cómica a un lado, por un tono cariñoso-. Y
espero que me infrinjas un castigo por ello –Le guiñó un ojo, sacando una
pequeña mueca de sus labios y cierto brillo en sus ojos-. No llores, no quiero
verte hacerlo…
-Yo
también pido perdón por hacerte esperar así –Confesó con timidez, y resistiendo
de soltar las lágrimas de felicidad que se agolpaban en sus ojos.
- ¿Quieres empezar desde cero, mi pequeña
cobarde? –Preguntó volviendo acercar su rostro al de ella.
-
¿Cómo que cobarde? –Preguntó plantando las palmas de su mano en el pecho del hombre,
para marcar una pequeña distancia, por la desconfianza, hacia aquellas
palabras.
Kénan,
no dudó en sonreír de forma sensual, mientras sus manos masculinas cubrían las
de ella.
-Venga
princesa –Dijo socarrón-. No te has atrevido a plantarte ante el juez, con el
vestido que llevo en ésa bolsa –Señaló haciendo un gesto de cabeza, detrás de
él, observando como los ojos de ella se habrían de forma desmesurada-. Habías
perdido toda confianza en mí y en ti.
Jacqueline,
ante aquello, alzó su barbilla con cierto orgullo.
-Ya
tuve bastante con enfrentarme una vez en privado, en tu papel de Mr. Hyde –Le guiñó
un ojo-. No pensaba soportar una segunda, ante un público enorme.
-Verás…
-Fue hablar Kenan, pero el paso a una segunda canción, pero con el volumen más
elevado, le interrumpió de hacerlo.
-
¿Qué? –Preguntó confusa ella.
-Creo
es… -Escuchó atentamente un segundo, para sonreír abiertamente-. Will You Still
Love Me Tomorrow…
-
¡Papá! –Exclamó con ferocidad Jacqueline, para escuchar como pegado al vehículo
se echaban a reír todos los que estuvieran con su padre, mostrándoles que
habían vuelto acercarse para no perderse detalle.
-Besaos
ya –Rió el hombre-. Os damos cinco minutos y arrancamos, estéis haciendo lo que
estéis haciendo…
-
¡Arg! –Gruñó con frustración, para detenerse al ver como su marido se detenía a
un centímetro de ella - Cómo…
-Ya
les has oído –Le susurró con voz ronca, antes de cerrar sus labios con los de
ella.
¿El
enfado?
Ni
idea. Pensó alzando sus brazos, para rodear el cuello del hombre, y apretarse
más a él, para profundizar con hambre el beso.
Ahora,
sí se sentía viva, feliz… Ya no existía el frío en su corazón. Desde aquel
instante, la princesa de hielo, había quedado relevada en el olvido para
siempre. De ahora en adelante, solo existía el amor en su vida.
-Te
quiero –Susurró con falta de aliento Kenan, una vez que detuvo el beso.
-Yo
también te quiero –Proclamó al fin, con una enorme sonrisa-. ¡Y no sabes lo
bien que sienta, el poder decírtelo! –Confesó riendo henchida de felicidad,
embobada con el cariño que veía en los ojos masculinos.
-Y
quiero volvértelo a oír, delante del juez y de todos –Le dio un leve beso en
los labios-. Así, que te parece si te cambias de ropa –Sugirió con tono picaron,
agarrando la bolsa de tela enorme que había traído, suspirando feliz al ver
como su amada asentía con un gesto de cabeza.
Pero
aquella vez, la intervención de su padre, fue abrir la puerta de sopetón,
causando una leve exclamación por parte de su hija.
-Y
aquí, actúo como padre –Les guiñó un ojo totalmente risueño-. Tú –señaló a
Kenan-, te vas en el coche que has venido. No puedes ver a la novia…
-Creo
que ya es tarde –Rió su hija-. Lleva un buen rato mirándome.
-Y
no me aburro para nada –Le guiñó un ojo divertido Kenan.
-Dios,
así lo habéis querido –Soltó imitando un tono de fastidio-. Marc, saca a mi
yerno de ahí dentro y mételo sin revolverle mucho la ropa, en su propio coche…
El
guardaespaldas, con buen humor como todos los allí presentes, reía, mientras
agarraba al hombre del brazo y lo sacaba medio arrastras del vehículo.
-Te
quiero, princesa –Le lanzó un beso al aire Kenan-. Nos vemos en un rato –Se giró
a mirar al monarca-. Y ahí, ya nadie nos separará.
-Yo
también te quiero, mi vida –Le lanzó también divertida un beso al aire, antes
de que su padre entrara en el vehículo, y cerrara la puerta para apresurarla a
cambiarse allí dentro, de camino a los juzgados.
Sentada en un rincón del enorme
jardín, viendo la preciosa apuesta de sol, en un día tan feliz para su hermana
y Kénan, Harmonie, soltó un profundo suspiro para levantarse del banco y
emprender, el camino en busca de algún familiar o amigo. Cuando al pasar por al
lado de un montón de arbustos altos, escuchó la voz de su padre algo
preocupada.
Sabiendo que no estaba bien, se
agachó tras unos arbustos más cercanos a su padre, para poder distinguir la voz
del propio guardaespaldas de su padre, Marc.
-Dime, Marc –Demandaba nervioso su
padre-. Son ciertas mis sospechas.
-Sí, alteza –Confesó el
guardaespaldas con voz grave-. El periodista sensacionalista, Gerard Garnier,
tiene en su poder fotografías de Jacqueline y Kenan, de cuando se acostaron y
de la anterior noche, al ir Jacqui en bsuca de él a su casa…
- ¡OH! –Se tapó Harmonie la boca con
una mano, sorprendida por que su enemigo número uno, pudiera romper la
felicidad de su hermana.
- ¡Y tiene la desfachatez, de
presentarse aquí en la boda y hacer fotos tranquilamente –Gruñó su padre-!
Saludarme de forma cordial… - El hombre, apenas podía contener su enfado y
decepción.
-Creemos, que las debe tener en su
barco –Confesó Marc-. Pues sabemos, que le gusta participar en la regata de
cada año, que da comienzo mañana…
-Pues, deberíais tratar de mirar de
recuperarlas –Masculló entre dientes el hombre.
-Nos es difícil –Carraspeó un poco-.
Estamos esperando, la llegada de una compañera nuestra. Queremos que se haga
pasar por una amiguita –Dijo con cierto deje-. Pero tardará un par de horas.
-Puede que sea tarde para entonces –Soltó
con lamento su padre.
-No si yo puedo evitarlo –Susurró Harmonie,
alejándose de ellos a medio arrastras, con el vestido ceremonial, con un único
objetivo. Poder darle un bofetón en sus narices al idiota de su enemigo… Pudiendo
así, por fin darle a su corazón, la razón del porque no debía amarlo.
-Ya se fue su hija, majestad –Comunicó
Marc, tras escuchar como sus compañeros le daban el mensaje pro el pinganillo
en el oído.
-Bien –Sonrió de forma exagerada-. Siguiente
objetivo marcado –Le guiñó un ojo a su amigo, apoyando un brazo en su hombre-.
¿Qué te parece ir a tomarnos una copa con un buen puro? -Pero se llevó su dedo índice a los labios-.
Pero ni una palabra de esto a mi mujer.
Y después de tantos años, me alegra poder haber puesto fin a ésta novela. Espero os haya gustado. Os quiero . Muchos besos
FINNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNN
Aigooo Niño blog vuelve a estar en rebeldía! Y borra mis mensajes Qué va te agradecía y te felicitaba por finalizar esta historia con un bello final para nuestra parejita ( aunque decía me falta epílogo y sé que me estás
ResponderEliminarTambien opino que falta epilogo... que pasa en el barco, hay o no bebe, detalles de la boda y luna de miel... lo siento por pedir tanto...pero quisiera un poco mas.. jijijiji
ResponderEliminar9500 palabras... un capítulo largoooo y me pedís un epílogo. .. iros al cuerno jajajajajaja Nied Nied. .. segunda parte... o bueno, ya miraré de pensar en un epílogo. .. arg!!! Malditas niñas que sólo saben dar faena 😠😂😂😂
EliminarOooooh!!!! Me ha encantado eso si... después de tantos enredos esperaba estar en la boda.
ResponderEliminarMuchas gracias EJ.
Besitos a todas 😙 😙 😙