–No –pronunció Danaé sin fuerza– la
respuesta es no, Alex.
Él asintió y la soltó. Danaé se sintió desolada, mirar a Alex tan
triste… ella no podía hacerlo. Pero tenía que hacerlo, lo sabía.
–¿Podría hacer algo que cambiara esa
decisión?
Danaé lo pensó. No sabía. No tenía la menor idea.
–No lo sé –respondió con lentitud–
ahora mismo, dejarme ir.
–Lo sé –asintió él– ¿te llevo a tu
casa?
–No es necesario. Tengo el auto aquí
–se sentía perdida. Incómoda. Triste. Mil cosas diferentes a la vez.
–Sí –Alex se sintió perdido. Desolado.
Pero intentó sonreír– ¿es un adiós?
–No, contigo jamás sería un adiós
–pronunció Danaé con una pequeña sonrisa– te veré pronto.
Alex asintió. Danaé se estaba alejando
y él no pudo resistir el impulso. Le
tomó la mano y la haló hacia él.
–¿Podría despedirme de ti?
–¿Cómo lo harías? –preguntó sin
aliento, pegada totalmente al cuerpo de Alex. Era una sensación embriagadora.
–Así –susurró él contra sus labios y
los tomó.
No estaba preparado para la
electrizante sensación que le recorrió todo el cuerpo, no tenía palabras. ¡Era
Danaé! Siempre había sido ella, solo que no lo había visto. Seguía siendo ella y al mismo tiempo era otra
persona completamente diferente. Ahí la tenía, su “vista a un horizonte más
allá de sus límites”. Era Danaé. ¡¿Cómo
podía ser posible?!
No puede ser. Toda la vida creyendo
amar a la persona equivocada, sin tener la menor idea de lo que era el amor.
¿Podría ser esta vez?
No… no puede ser amor. Él debía dejarla ir.
Se separó y la sostuvo de los brazos,
fijando los ojos en su rostro, recorriéndolo.
Tenía que decirle que lo sentía, aunque no era así. ¿Qué más debía
decirle? ¿Qué podía decirle ahora, en ese momento? Solo…
–Alex, tu manera de despedirte es
peculiar –la voz de Danaé sonaba entrecortada– pero no lo vuelvas a hacer. No
quisiera, tú sabes, lastimarte esa bonita cara –se burló.
Alex se quedó quieto, tratando de
decidir si echarse a reír o abrazarla.
–¿Serías capaz de lastimarme?
–preguntó con una media sonrisa.
–Yo no –negó Danaé con tranquilidad,
aún cuando sentía todo su ser adormilado– pero mi padre y hermano seguro lo
harían con gusto. Creo que incluso tu padre lo haría.
Alex hizo una mueca ante la mención de
su padre. Sin duda, Sebastien lo haría
si imaginaba que estaba jugando con Danaé, la hija de su mejor amigo Leonardo.
Ah, y no podía olvidar a su amigo, André… Sí, definitivamente estaba en
peligro.
–Tú… –Alex fijó sus ojos en ella–
siempre has tenido la capacidad de distraer mis pensamientos. Incluso cuando
estaba… –se cortó– bueno, tú siempre estabas ahí, para hacerme sonreír.
–¿Así que me notabas ahí? –Danaé
sonrió un poco– es bueno saberlo.
Se encogió de hombros y se giró. No lo miró más y salió de la fiesta, no le
interesaba más estar ahí.
Alex la miró alejarse, extendió su
mano para atrapar el vacío que ella había dejado a su partida. La extrañaba. No
había imaginado que sería posible, si apenas se había ido. Pero era la verdad,
la extrañaba.
Trató de pensar en disfrutar la fiesta
pero de pronto, todo había perdido sentido.
Así que decidió tomar su auto e irse a su departamento.
Tenía grandes planes para el día
siguiente y debía pensar. Pensar mucho.
***
El avión saldría en un par de horas, por
tanto Danaé tenía ya listo su equipaje. Verificó una vez más su pasaporte y su
pasaje de avión. Kyle estaba ahí, hablaban poco porque no tenían mucho más que
decir, la noche anterior habían dicho mucho. Tal vez más calmadamente en
Canadá. Por el momento, los dos estaban bastante concentrados en comer, su
última comida en Italia antes de partir.
Sus padres los despidieron en el
aeropuerto y los dos se sentaron en un café del aeropuerto. Danaé sonrió
levemente y Kyle lo intentó.
–Nada sale como uno planea, ¿no?
–comentó Kyle, revolviendo su café y a continuación la miró–. Sé que anoche me
precipité en juzgar la situación. Pero
es evidente, Danaé. Y me duele constatarlo.
Ella asintió. También le dolía. Kyle
había sido uno de los mejores hombres que había conocido y ahora, le estaba
haciendo daño. No quería eso, jamás quiso eso. Si tan solo hubiera una manera…
Pero sabía que no. No podía darle
esperanzas de algo que no sería.
Necesitaba pensar y estar sola un tiempo, saber que era lo que
quería. Más… si quería arriesgarse a lo
que fuera que planeara Alex cuando le pidió que se quedara o tan solo
seguir. Sin ninguno de los dos.
–Lo siento tanto –ella puso su mano
sobre la de él, que descansaba sobre la mesa– yo nunca quise que esto pasara.
–Lo sé, tú no eres así –sonrió él
despacio– solo estás enamorada de la persona incorrecta, y no puedo hacer nada
contra eso.
–Yo no… –empezó a negar Danaé y se
detuvo– gracias por no juzgarme, por entender que yo te quiero mucho solo que…
–Lo sé –repitió él tratando de
mostrarse tranquilo– ¿te parece si al regresar a Canadá continuamos saliendo
con el grupo?
Danaé asintió. No más cenas, cine, ni
nada juntos. Por lo menos no perdería totalmente a Kyle, porque en verdad lo
apreciaba, conservarían su amistad que era lo más importante.
–Eres el mejor. ¿Lo sabes? –sonrió Danaé apretándole la mano–
gracias.
–No tienes por qué darlas –giró su
mano para atrapar la de ella– yo…
Su rostro se crispó. Dejó de hablar y
le soltó la mano. Danaé miró brevemente a sus espaldas y, bueno, por su
expresión lo habría adivinado pero no creía que fuera posible. Alex.
¿Qué hacía Alex ahí? ¿Había venido por
ella? ¡Ay Dios!
–Danaé –escuchó su voz y ella se
obligó a girar, nuevamente, aún cuando no quería hacerlo– Kyle –su tono frío.
–Alex –saludó Danaé y Kyle solo
murmuró un saludo ininteligible– ¿qué… gusto verte? –soltó en tono de pregunta.
–¿Podemos hablar? –pidió y Danaé lo
miró dubitativa– por favor –su rostro se mostraba claramente desolado.
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