domingo, 5 de febrero de 2017

No puede ser amor 32° Gaby Ruiz



–No –pronunció Danaé sin fuerza– la respuesta es no, Alex.
Él asintió y la soltó.  Danaé se sintió desolada, mirar a Alex tan triste… ella no podía hacerlo. Pero tenía que hacerlo, lo sabía.
–¿Podría hacer algo que cambiara esa decisión?
Danaé lo pensó. No sabía.  No tenía la menor idea.
–No lo sé –respondió con lentitud– ahora mismo, dejarme ir.
–Lo sé –asintió él– ¿te llevo a tu casa?
–No es necesario. Tengo el auto aquí –se sentía perdida. Incómoda. Triste. Mil cosas diferentes a la vez.
–Sí –Alex se sintió perdido. Desolado. Pero intentó sonreír– ¿es un adiós?
–No, contigo jamás sería un adiós –pronunció Danaé con una pequeña sonrisa– te veré pronto.

Alex asintió. Danaé se estaba alejando y él no pudo resistir el impulso.  Le tomó la mano y la haló hacia él.
–¿Podría despedirme de ti?
–¿Cómo lo harías? –preguntó sin aliento, pegada totalmente al cuerpo de Alex. Era una sensación embriagadora.
–Así –susurró él contra sus labios y los tomó.
No estaba preparado para la electrizante sensación que le recorrió todo el cuerpo, no tenía palabras. ¡Era Danaé! Siempre había sido ella, solo que no lo había visto.  Seguía siendo ella y al mismo tiempo era otra persona completamente diferente. Ahí la tenía, su “vista a un horizonte más allá de sus límites”. Era Danaé.  ¡¿Cómo podía ser posible?!
No puede ser. Toda la vida creyendo amar a la persona equivocada, sin tener la menor idea de lo que era el amor. ¿Podría ser esta vez?
No… no puede ser amor.  Él debía dejarla ir.
Se separó y la sostuvo de los brazos, fijando los ojos en su rostro, recorriéndolo.  Tenía que decirle que lo sentía, aunque no era así. ¿Qué más debía decirle? ¿Qué podía decirle ahora, en ese momento?  Solo…
–Alex, tu manera de despedirte es peculiar –la voz de Danaé sonaba entrecortada– pero no lo vuelvas a hacer. No quisiera, tú sabes, lastimarte esa bonita cara –se burló.
Alex se quedó quieto, tratando de decidir si echarse a reír o abrazarla. 
–¿Serías capaz de lastimarme? –preguntó con una media sonrisa.
–Yo no –negó Danaé con tranquilidad, aún cuando sentía todo su ser adormilado– pero mi padre y hermano seguro lo harían con gusto. Creo que incluso tu padre lo haría.
Alex hizo una mueca ante la mención de su padre.  Sin duda, Sebastien lo haría si imaginaba que estaba jugando con Danaé, la hija de su mejor amigo Leonardo. Ah, y no podía olvidar a su amigo, André… Sí, definitivamente estaba en peligro.
–Tú… –Alex fijó sus ojos en ella– siempre has tenido la capacidad de distraer mis pensamientos. Incluso cuando estaba… –se cortó– bueno, tú siempre estabas ahí, para hacerme sonreír.
–¿Así que me notabas ahí? –Danaé sonrió un poco– es bueno saberlo.
Se encogió de hombros y se giró.  No lo miró más y salió de la fiesta, no le interesaba más estar ahí.
Alex la miró alejarse, extendió su mano para atrapar el vacío que ella había dejado a su partida. La extrañaba. No había imaginado que sería posible, si apenas se había ido. Pero era la verdad, la extrañaba.
Trató de pensar en disfrutar la fiesta pero de pronto, todo había perdido sentido.  Así que decidió tomar su auto e irse a su departamento.
Tenía grandes planes para el día siguiente y debía pensar. Pensar mucho.
***
El avión saldría en un par de horas, por tanto Danaé tenía ya listo su equipaje. Verificó una vez más su pasaporte y su pasaje de avión. Kyle estaba ahí, hablaban poco porque no tenían mucho más que decir, la noche anterior habían dicho mucho. Tal vez más calmadamente en Canadá. Por el momento, los dos estaban bastante concentrados en comer, su última comida en Italia antes de partir. 
Sus padres los despidieron en el aeropuerto y los dos se sentaron en un café del aeropuerto. Danaé sonrió levemente y Kyle lo intentó.
–Nada sale como uno planea, ¿no? –comentó Kyle, revolviendo su café y a continuación la miró–. Sé que anoche me precipité en juzgar la situación.  Pero es evidente, Danaé. Y me duele constatarlo.
Ella asintió. También le dolía. Kyle había sido uno de los mejores hombres que había conocido y ahora, le estaba haciendo daño. No quería eso, jamás quiso eso. Si tan solo hubiera una manera…
Pero sabía que no. No podía darle esperanzas de algo que no sería.  Necesitaba pensar y estar sola un tiempo, saber que era lo que quería.  Más… si quería arriesgarse a lo que fuera que planeara Alex cuando le pidió que se quedara o tan solo seguir.  Sin ninguno de los dos.
–Lo siento tanto –ella puso su mano sobre la de él, que descansaba sobre la mesa– yo nunca quise que esto pasara.
–Lo sé, tú no eres así –sonrió él despacio– solo estás enamorada de la persona incorrecta, y no puedo hacer nada contra eso.
–Yo no… –empezó a negar Danaé y se detuvo– gracias por no juzgarme, por entender que yo te quiero mucho solo que…
–Lo sé –repitió él tratando de mostrarse tranquilo– ¿te parece si al regresar a Canadá continuamos saliendo con el grupo?
Danaé asintió. No más cenas, cine, ni nada juntos. Por lo menos no perdería totalmente a Kyle, porque en verdad lo apreciaba, conservarían su amistad que era lo más importante.
–Eres el mejor.  ¿Lo sabes? –sonrió Danaé apretándole la mano– gracias.
–No tienes por qué darlas –giró su mano para atrapar la de ella– yo…
Su rostro se crispó. Dejó de hablar y le soltó la mano. Danaé miró brevemente a sus espaldas y, bueno, por su expresión lo habría adivinado pero no creía que fuera posible. Alex.
¿Qué hacía Alex ahí? ¿Había venido por ella? ¡Ay Dios!
–Danaé –escuchó su voz y ella se obligó a girar, nuevamente, aún cuando no quería hacerlo– Kyle –su tono frío.
–Alex –saludó Danaé y Kyle solo murmuró un saludo ininteligible– ¿qué… gusto verte? –soltó en tono de pregunta.
–¿Podemos hablar? –pidió y Danaé lo miró dubitativa– por favor –su rostro se mostraba claramente desolado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...