No se explicaba cómo lo había logrado
pero había atravesado corriendo ese salón abarrotado de personas. Solo tenía un
objetivo y ese era Danaé. No, no tenía
ni la menor idea de lo que estaba haciendo, de lo que haría cuando la encontrara.
Solo necesitaba estar con ella. ¡Realmente tenía que significar algo!
Escuchó dos voces en lo que parecía
ser una discusión. Danaé sin duda alguna y la voz masculina debía pertenecer a
Kyle. Él no la había dejado ni a sol ni a sombra, mucho menos cuando él estaba
cerca. ¿Por qué?
–¡No es así, Kyle! –entendió a Danaé
cuando se acercó un poco más– entiende que él… solo es diferente.
–¿Diferente cómo? –sonaba alterado–
¿solo para ti no?
–Kyle, lo siento tanto. No quería que pasara esto… pero yo…
–¿Tú qué? ¿Alguna vez sentiste algo por mi Danaé? ¿Todo
el tiempo fue él no?
–¡Claro que no! Tú no tienes idea de
lo que estás diciendo.
¿Él? –se preguntó Alex– ¿de quién
estaban hablando?
–¿No? Danaé, he tenido una maldita
idea desde el mismo segundo que te besó. ¡Lo supe ahí solo que no quise verlo!
–¿Por qué recuerdas ahora eso? ¡Te
dije que para mí era como si nunca hubiera sucedido y para él es igual!
–¿Ah sí? –se rió secamente– ¿tú
realmente estás tan ciega?
–¿Ciega? ¡Kyle por favor! Entre
nosotros no existe nada.
–Eso es lo que tú crees. Y al parecer,
él es tan estúpido que también lo cree.
–¡No tienes que insultarnos! –Danaé
inspiró hondo– Kyle, escúchame…
–No, Danaé he escuchado lo
suficiente. ¿Sabes? Aquella vez en el
jardín pensé que todo era perfecto. Nos habíamos conocido, todo era tan natural
y… ¿qué pasó? ¡Él como siempre! Teníamos que encontrarlo y besarte. ¿Cómo es que siempre ese maldito Alex se
cruza en tu vida?
–¡No lo llames así! Tú no lo conoces…
no puedes… –Danaé se cortó.
Lo vio. La luz del salón destelló sobre
el cabello rubio de Alex. Estático, apenas oculto por un pilar, estaba él. Mirando atónito, escuchando.
No… ¡había escuchado del beso en el
jardín! ¡No podía ser cierto!
Alex no podía hablar. No podía
moverse. Sabía que Danaé lo había visto pero no le importaba. Él no podía
creerlo. ¿Cómo podía creerlo? ¿Había besado a Danaé? ¿No lo recordaba? ¿Acaso
él…?
¡Jardín! ¡El día que se conocieron
Danaé y Kyle! Solo podía ser ESE día. El de la experiencia más increíble que le
había pasado. Aquel beso que pensó un sueño.
¿Había sido Danaé? ¡Qué el infierno se congelara si él dejaba que esto
se quedara así!
Caminó varios pasos hasta su altura,
como si estuviera ahí casualmente. Su sonrisa despreocupada. Como si no se
estuviera muriendo por tomar a Danaé en sus brazos y comprobar lo que había
escuchado.
–Siento si interrumpo –habló con
naturalidad– estaba pasando por aquí y me parece una verdadera lástima que se
pierdan la fiesta.
–¡Tenías que ser tú! –Kyle giró
furioso– ¿por qué rayos no te ocupas de tus asuntos y nos dejas en paz de una
buena vez?
–En realidad, eso es lo que pienso
hacer. Pero claro, escuché mi nombre e
imagino que mis “asuntos” también están aquí –miró a Danaé– ¿estás bien, Danaé?
–¿Yo? Eh… sí –contestó, sin saber cómo
había hallado su voz.
–Que bueno, porque debemos hablar –su
tono serio de repente. Le ofreció la mano y ella se la miró, extrañada– ¿me
acompañas? –pidió.
Danaé giró hacia Kyle, indecisa. Él
estaba furioso y su mano en un puño.
Esto se saldría de control en cualquier momento. Ella tenía que hacer
algo. ¿Qué? ¿Qué iba a hacer? No se veía con fuerza suficiente para enfrentar a
Kyle… y ni hablar de Alex. ¡Necesitaba pensar!
–No –negó Danaé– necesito estar
sola. Ahora –pidió.
Kyle la miró con lástima. Por los dos,
por lo que podía ser. Asintió y le besó ligeramente en la mejilla.
–Vuelvo a la fiesta –informó y ella
agradeció.
–¿Alex? –su tono era de petición.
–Yo no me iré a ningún lugar hasta que
hablemos, Danaé.
–Pero Alex, yo realmente necesito…
–Y yo necesito que me digas por qué me
mentiste. ¿Qué tal?
Danaé lo miró aprensiva. Él no tenía
ni una idea de lo que ella había pasado. ¡Él jamás lo entendería!
–Yo no… –se detuvo y aspiró hondo. Dos
peleas en una noche no eran propio de ella. Debía calmarse, lo necesitaba. Pero
Alex no lo entendía. ¿Por qué lo
entendería? ¡Él no la conocía!– Como
siempre Alex –empezó– tú solo miras por ti y nadie más. Lo que tú quieres, lo
que tú necesitas, lo que tú deseas. ¿Por
qué, para variar, no ves más allá de ti? ¡Yo no te debo nada! Yo no tengo por
qué decirte nada, Alex. ¡Tú ni siquiera
recordabas! ¿Acaso pensaste que no supe que creíste que era Aurora? ¡Era tan
lógico! Tú solo veías lo que querías ver, vivías en una fantasía que tú creaste
y no eras capaz de mirar más allá de ese límite que te fijaste. ¿Si me dolió?
¡Pero claro que sí! ¿A ti no te dolería que alguien que amas tanto, Aurora, te
dijera que eres como su hermano? ¿Qué ella jamás sentiría algo por ti? ¿Qué
sentirías Alex si alguien te mira con espanto mientras pronuncia: yo no siento
nada por ti? ¡Es un milagro que te hable! Deberías estar agradecido y dejarme
tranquila, sin remover el pasado.
Alex cerró la boca de golpe, al notar
que estaba boquiabierto. Danaé lo había dejado sin palabras, como si eso fuera
una novedad. Esa persona frente a él,
sin duda no era la Danaé de hacía unos meses, mucho menos la Danaé de dieciséis
años. No. Ella era una mujer fuerte,
decidida y segura. Firme y elegante, única.
Y él la miró, fascinado.
¿Por qué no se había dado cuenta
antes? ¿Cómo pudo no saberlo?
Y ahí estaba. Parado como un idiota mientras ella le ponía
en su lugar. Él necesitaba una mujer
así. No, la necesitaba a ella. A nadie más que a ella. Pero… como lo había acusado. Las palabras que
ella había pronunciado se le clavaron en el corazón y en su mente.
Sabía lo que debía hacer. Debía
dejarla ir. Ella lo necesitaba. Pero eso era tan difícil. Él no quería
perderla. Ahora que la había descubierto en su vida no podía dejarla escapar.
Danaé…
–Danaé –habló él calmado, despacio– lo
siento tanto. Solo… –la tomó suavemente– si te pido que te quedes, ¿lo harías?
–pidió clavando sus ojos azules clarísimos en los ojos dorados de ella– ¿te
quedarías conmigo?
un placer leerte en la madrugada de un viernes.Gacias por compartir lo que escribes
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