domingo, 19 de febrero de 2017

Amor en Alaska 2



Al anochecer, Rachel llegó agotada a su casa. Estaba sola porque su padre seguía de viaje en Anchorage, Evan iba a reunirse con sus amigos , o más probablemente, con su nueva novia, y no había nadie más  ya que su hermano mayor se había instalado en Canadá tras casarse, y el menor aún no volvía a Sitka.
Subió la escalera hacia su habitación casi arrastrándose, entró al baño, tiró la ropa a un lado y, sin darse cuenta, terminó enfrentando  desnuda al espejo que había allí.
Estaba cambiando, su piel ya no era tan tersa, además jamás se había preocupado por cuidarse con cremas y cosas así, salvo cuando el frío le agrietaba la piel, no le había dado mayor importancia. Su cuerpo estaba tonificado, quizás demasiado para una mujer y no era ni pequeña ni curvilínea, suspiró molesta. En esos días sentía que los años le habían caído encima de golpe, quizás tenía que ver con el cansancio, quizás con que había estado en una reunión de viejas amigas y todas ellas habían hablado de sus hijos y  su familia, o de sus novios, mientras ella solo podía hablar de trabajo.

 Sacudió la cabeza para quitarse aquellos pensamientos y se sumergió en el agua caliente de la bañera.
Empezó a relajarse, a sentir los músculos ablandarse, cuando fue sorprendida por un corte de luz. Salió cuidadosamente, buscó a tientas un toallón y una bata para envolverse y luego muy  cuidadosamente bajó para ver qué sucedía. Demoró pero encontró una linterna, las luces de emergencia no funcionaban, así que fue a ver la caja de la electricidad para ver si podía resolver el  problema, pero no pudo.
Frunció el ceño fastidiado, odiaba no poder resolver algo, pero no tenía más opción. Buscó el celular que había dejado en la mesa al entrar y llamó a su hermano.
-Evan , ¿puedes venir? – preguntó pero la voz que respondió no era la que esperaba.
-¿Sucedió algo? – preguntó la voz levemente ronca de Kenai.
-¿Por qué respondes el teléfono de Evan? ¿Puedes pasarme con él?
-Me temo que no, tomó de más y está roncando como un oso.
-¡Diablos!- maldijo ella sin poder evitarlo.
-¿Qué pasó, Rachel? ¿Puedo ayudarte?
-Se fue la electricidad en casa y no he podido solucionarlo.
-De acuerdo, ya voy para allá- dijo él sin dudar.
-No es necesario.
-Estaré allá en quince minutos, no te preocupes- afirmó Kenai y cortó antes que ella pudiese decir algo.
Demoró unos diez minutos en llegar. Se anunció golpeando la puerta y a los gritos.
-¡Rachel, soy yo! ¿Puedes abrir la puerta? – gritó y ella se apresuró, linterna en mano, a abrirle. Por suerte, no tenía vecinos alrededor o Kenai los hubiese despertado.
-¿Estás bien? – preguntó él apenas entró.
-Sí, estoy bien- respondió incómoda, nadie solía preocuparse primero por su bienestar.- Gracias por venir.
-No es nada, vamos a ver qué sucede.- declaró y Rachel se sorprendió de la seguridad que transmitía. Lo llevó hasta la caja de electricidad y Kenai le pidió que lo asistiera iluminándolo con la linterna mientras trabajaba.
Estuvo silenciosamente concentrado en la tarea y unos veinte minutos dijo “listo” escuetamente y  tras levantar la llave, volvió la electricidad.
-¡Vaya!- exclamó Rachel feliz aunque se sentía un poco inútil de que alguien solucionara tan pronto lo que ella no había podido.
-Un cable no hacia el contacto adecuado- explicó él.
- Hasta que mi hermano hizo algo bien, es una suerte que seas su amigo y mi hermano menor suplente.
-Sí es una suerte que sea su amigo, pero no soy nada parecido a un hermano tuyo, Rachel.- dijo él mirándola fijamente y en ese instante, ella fue consciente de que llevaba solo una bata y el cabello apenas recogido en una trenza suelta. Jamás se hubiese preocupado por su apariencia delante de alguien más, pero por alguna razón,  se sentía incómoda.
-Vas a resfriarte si sigues así, será mejor que te cambies y te abrigues - le dijo.
-No te preocupes por mí , niño. No voy a resfriarme tan fácilmente.
-Tampoco soy  un niño – dijo él suavemente y eso la puso más nerviosa.
- Para mí lo eres, eres al amigo de Evan, te he visto crecer. Y soy seis años mayor que tú.
-Y yo soy más alto que tú, en cuanto a la edad, dicen que la materia no se crea ni se destruye, o sea, todo lo del universo tiene la misma edad. Eso nos pondría en igualdad de condiciones
-Interesante teoría, pero dudo que la física aplique para estos casos. ¿Quieres algo? ¿Un café? ¿Un té?- dijo restándole importancia a sus palabras y cambiando de tema. Quizás era que estaba muy cansada, o la tensión, pero tenía la impresión de que Kenai estaba coqueteándole y eso era un absurdo.
-No creo que no, me parece que será mejor que vuelva a casa hoy.
-Gracias por tu ayuda.- dijo ella sin saber bien qué decirle, extrañamente hubiese preferido que la luz siguiese apagada y no tener que mirarlo. Nunca antes había observado cuán azules eran los ojos de él.
-Cuando quieras. Nos vemos, Rachel.-se despidió y se marchó.
Se juró a sí misma llamar un electricista la próxima vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...