Al anochecer, Rachel llegó agotada a su casa. Estaba sola porque su padre
seguía de viaje en Anchorage, Evan iba a reunirse con sus amigos , o más
probablemente, con su nueva novia, y no había nadie más ya que su hermano mayor se había instalado en
Canadá tras casarse, y el menor aún no volvía a Sitka.
Subió la escalera hacia su habitación casi arrastrándose, entró al baño,
tiró la ropa a un lado y, sin darse cuenta, terminó enfrentando desnuda al espejo que había allí.
Estaba cambiando, su piel ya no era tan tersa, además jamás se había
preocupado por cuidarse con cremas y cosas así, salvo cuando el frío le agrietaba
la piel, no le había dado mayor importancia. Su cuerpo estaba tonificado, quizás
demasiado para una mujer y no era ni pequeña ni curvilínea, suspiró molesta. En
esos días sentía que los años le habían caído encima de golpe, quizás tenía que
ver con el cansancio, quizás con que había estado en una reunión de viejas
amigas y todas ellas habían hablado de sus hijos y su familia, o de sus novios, mientras ella
solo podía hablar de trabajo.
Sacudió la cabeza para quitarse
aquellos pensamientos y se sumergió en el agua caliente de la bañera.
Empezó a relajarse, a sentir los músculos ablandarse, cuando fue
sorprendida por un corte de luz. Salió cuidadosamente, buscó a tientas un
toallón y una bata para envolverse y luego muy
cuidadosamente bajó para ver qué sucedía. Demoró pero encontró una
linterna, las luces de emergencia no funcionaban, así que fue a ver la caja de
la electricidad para ver si podía resolver el
problema, pero no pudo.
Frunció el ceño fastidiado, odiaba no poder resolver algo, pero no tenía
más opción. Buscó el celular que había dejado en la mesa al entrar y llamó a su
hermano.
-Evan , ¿puedes venir? – preguntó pero la voz que respondió no era la que
esperaba.
-¿Sucedió algo? – preguntó la voz levemente ronca de Kenai.
-¿Por qué respondes el teléfono de Evan? ¿Puedes pasarme con él?
-Me temo que no, tomó de más y está roncando como un oso.
-¡Diablos!- maldijo ella sin poder evitarlo.
-¿Qué pasó, Rachel? ¿Puedo ayudarte?
-Se fue la electricidad en casa y no he podido solucionarlo.
-De acuerdo, ya voy para allá- dijo él sin dudar.
-No es necesario.
-Estaré allá en quince minutos, no te preocupes- afirmó Kenai y cortó
antes que ella pudiese decir algo.
Demoró unos diez minutos en llegar. Se anunció golpeando la puerta y a
los gritos.
-¡Rachel, soy yo! ¿Puedes abrir la puerta? – gritó y ella se apresuró,
linterna en mano, a abrirle. Por suerte, no tenía vecinos alrededor o Kenai los
hubiese despertado.
-¿Estás bien? – preguntó él apenas entró.
-Sí, estoy bien- respondió incómoda, nadie solía preocuparse primero por
su bienestar.- Gracias por venir.
-No es nada, vamos a ver qué sucede.- declaró y Rachel se sorprendió de
la seguridad que transmitía. Lo llevó hasta la caja de electricidad y Kenai le
pidió que lo asistiera iluminándolo con la linterna mientras trabajaba.
Estuvo silenciosamente concentrado en la tarea y unos veinte minutos dijo
“listo” escuetamente y tras levantar la
llave, volvió la electricidad.
-¡Vaya!- exclamó Rachel feliz aunque se sentía un poco inútil de que
alguien solucionara tan pronto lo que ella no había podido.
-Un cable no hacia el contacto adecuado- explicó él.
- Hasta que mi hermano hizo algo bien, es una suerte que seas su amigo y
mi hermano menor suplente.
-Sí es una suerte que sea su amigo, pero no soy nada parecido a un
hermano tuyo, Rachel.- dijo él mirándola fijamente y en ese instante, ella fue
consciente de que llevaba solo una bata y el cabello apenas recogido en una
trenza suelta. Jamás se hubiese preocupado por su apariencia delante de alguien
más, pero por alguna razón, se sentía
incómoda.
-Vas a resfriarte si sigues así, será mejor que te cambies y te abrigues -
le dijo.
-No te preocupes por mí , niño. No voy a resfriarme tan fácilmente.
-Tampoco soy un niño – dijo él
suavemente y eso la puso más nerviosa.
- Para mí lo eres, eres al amigo de Evan, te he visto crecer. Y soy seis
años mayor que tú.
-Y yo soy más alto que tú, en cuanto a la edad, dicen que la materia no
se crea ni se destruye, o sea, todo lo del universo tiene la misma edad. Eso
nos pondría en igualdad de condiciones
-Interesante teoría, pero dudo que la física aplique para estos casos.
¿Quieres algo? ¿Un café? ¿Un té?- dijo restándole importancia a sus palabras y
cambiando de tema. Quizás era que estaba muy cansada, o la tensión, pero tenía
la impresión de que Kenai estaba coqueteándole y eso era un absurdo.
-No creo que no, me parece que será mejor que vuelva a casa hoy.
-Gracias por tu ayuda.- dijo ella sin saber bien qué decirle,
extrañamente hubiese preferido que la luz siguiese apagada y no tener que
mirarlo. Nunca antes había observado cuán azules eran los ojos de él.
-Cuando quieras. Nos vemos, Rachel.-se despidió y se marchó.
Se juró a sí misma llamar un electricista la próxima vez.
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