Aurora y Rose lo miraron a la vez,
extrañadas por la pregunta. ¿Danaé? Apenas iba llegando y no es que no quisieran
llevarla pero no habían sabido si tendría ánimo de ir después de tantas horas
en un avión. Ni siquiera se habían planteado el preguntarle. Hasta que Alex lo
dijo.
–Eh… –Rose se quedó pensativa– la
verdad no pensé que quisiera ir. Solo descansar, es su primera noche aquí y…
–Sí, lo imagino –Alex cortó la
explicación, preguntándose qué demonios le estaba pasando a él cuando se había
decidido a no tener absolutamente nada con Danaé y ahí estaba, cuestionando si
ella iría. ¡Era un estúpido! ¿A él qué rayos le importaba si iba o no? ¿Si se
quedaba con su noviecito o no? ¡Ese no era su asunto!– solo decía… por
cortesía.
–Claro, Alex tiene razón –asintió
Aurora, aunque sus ojos grises lucían extraños– debemos preguntar.
Danaé escuchó la propuesta pero estaba
tan cansada por el viaje y la comida que declinó, al igual que Kyle.
Necesitaban instalarse y descansar un poco antes de plantearse salir por ahí.
Se despidieron todos y los dejaron deshacer sus maletas.
–Rose –Danaé llamó al tiempo que se
despedían y ella se acercó– ¿por qué la invitación? Bueno, me lo comentaste
pero no pensé que…
–No fue idea mía –Rose explicó
brevemente– imaginábamos que llegarían agotados y por eso no los invitamos.
–¿Entonces, por qué…?
–Fue su idea –ella miró hacia el
hombre que se despedía de sus padres en ese instante– Alex preguntó si tú ibas.
–¿Por qué haría algo así? –preguntó en
tono de sorpresa.
– No tengo la menor idea… –Rose le
besó en la mejilla y salió.
¿Por qué harías algo así Alex?
¿Preguntas por mí? ¿Por qué? Tienes lo que quieres –pensaba Danaé– tienes a
Aurora. ¿Por qué te intereso yo? ¿A qué
estás jugando? ¿Acaso necesitamos hablar? –susurró.
–¿Dijiste algo, Danaé? –Kyle le sonrió
cálidamente.
–No, es solo que, extrañaba mucho a mi
familia –explicó.
Kyle asintió pero sabía que mentía.
Tenía que ser ese Alex.
***
El tiempo había volado en Italia y su
estancia le supo corta. En un punto positivo, no había visto mucho a Alex. En
un punto negativo, no había visto mucho a Alex. Sí, Danaé no podía decidir si
era algo bueno o malo esa ausencia. Tenía que ser buena, debería sentirse así
pero no. Ella había empezado a soñar de nuevo con Alex, pero no, no eran
pesadillas. Esta vez era algo más. El beso. El jardín. Solo que, ahora ella tenía la edad actual y
no aquellos dieciséis años. Alex, ¿qué
haría?
Realmente, ya estaba decidida. Ella
era una persona que no le gustaba jugar con los demás. Este no era el lugar
para hablar con Kyle pero lo haría en cuanto estuvieran de vuelta en Canadá. Era
un asunto que no podía extenderse más.
Ella había amado a Kyle, tal vez un
amor algo inmaduro e infantil pero lo había amado al fin y al cabo. Y había
sido el único, aparte de su constante Alex. Por tanto, no quería destruir algo
que había sido tan hermoso por simple capricho.
Su incertidumbre era extrema en muchos
puntos de su vida pero en cuanto a lo que sentía por Kyle, no. Ella sabía que
no lo amaba más. Todo había sido hermoso pero había acabado. No existía
sentimiento. Lo había besado, pero no era él. No se sentía como antes. Tal vez, después de todo, ella había cambiado
también. O simplemente, la situación había cambiado. El momento había pasado.
Si, Canadá sería lo ideal. Al día
siguiente, a esa misma hora, hablarían. Este era el momento en que debería
estar concentrándose en los llamados de atención de su madre para que eligiera
un vestido. Suspiró.
–Sí mamá, ya he decidido que será este
–suplicó por enésima vez pero Danna negó desaprobadora– ¿te gustaría elegir por
mí? –preguntó.
–¿Por qué lo dejaste para último
minuto? –Danna regañó nuevamente– ¡pensé que traías un vestido de Canadá!
–No necesito uno nuevo, mamá. Pero tú no quieres escucharme.
–Porque no escucharé algo que no es
cierto –soltó un suspiro de cansancio.
¡Como si fuera ella quien se había cambiado casi diez veces!
–Bien mamá, está bien. ¿Qué te parece este?
Danaé lucía un vestido azul, largo,
sencillo pero de buen gusto. Perfecto para la noche. Para la gran fiesta de
gala de Aurora.
–Sí, es el mejor de los que te
probaste –aprobó Danna y Danaé sonrió ampliamente aunque se notaba su fastidio–
aun falta…
–Mamá, accedí a este vestido. ¡No
falta nada más!
–¿No? –Danna sonrió– bien, buena
suerte combinándolo con tus zapatos.
Danaé miró al cielo en gesto
suplicante pero sabía que tenía que seguir a su madre, disculparse y pedirle
que le ayudara con los dichosos zapatos. ¡Esta era una parte de Italia que no
extrañaría!
Llegada la noche, Danaé estaba lista.
Su cabello había sido recogido parcialmente y sus ojos –observó en un espejo–
estaban castaños aunque parecía que de un momento a otro cambiarían a dorados.
Le gustaba. El vestido esta vez le calzaba perfectamente, esa era una de las
ventajas de comprar con su madre y no huir como la última vez.
Kyle la observó con una enorme sonrisa
y sus ojos verdes risueños como de costumbre. Lo extrañaría, sin duda lo
extrañaría.
Apoyó su mano sobre el brazo de él y
salieron hacia el auto que esperaba para llevarlos a la fiesta.
–¿Nerviosa? –preguntó Kyle
acariciándole su cabello.
–Ni un poco –compuso una sonrisa– Si
fuera tú, lo estaría. O si estuviera en
el lugar de Aurora.
–¿Por qué yo?
–Porque estarás bajo observación, como
en todo este tiempo, naturalmente. No
creas que no lo he notado –sonrió con lastima– tú también lo notaste ¿no? –él
asintió– ¡así son! Todo un reto integrarse a esta particular familia –rieron– y
Aurora, bueno, será el centro de atención.
Aunque lo maneja bien, siempre lo ha hecho. Ese don suyo de influir en
la voluntad de los demás, su ánimo. Lo envidio.
–Observación, nada nuevo –sonrió él y
tomó su rostro entre las manos, obligándola a mirarlo directamente– tú Danaé no
tienes nada que envidiarle a Aurora. Eres hermosa, perfecta y única, todo eso a tu
manera. Nada convencional. ¿Sabes? No hay nada mejor que eso, la autenticidad.
Tú eres auténtica. Yo te amo así –soltó y Danaé abrió mucho los ojos– lo sé. No
lo esperaba tampoco. Pero es la verdad.
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