El Amor No Tiene Edad, Siempre Está Naciendo
Era
otro día soleado de verano en Sicilia, cuando Penny acababa de sacar la tarta
de manzana del horno, cuando escuchó llegar a su vecino Seamus, silbando una
alegría melodía.
Instantes
después, hacía acto de presencia en la cocina, con su largo y bello cuerpo,
manchado de barro.
-¡Pero
acaso te has revolcado en el barro! –Soltó Penny alarmada y asombrada, al
hallar al chico con aquel aspecto.
Éste,
sonrió divertido guiñándole un ojo para acercarse a la nevera, donde extrajo
una lata fresca de cerveza.
-Espera
a ver tú marido Warren –Dijo con cierta sonrisa conspiratoria, antes de darle
el primer trago largo a la bebida.
-¿Creí
que ibais a plantar los naranjos en el
jardín? No ha revolcaros en la arena…
-Y
así ha sido –Irrumpió el otro hombre, apareciendo con el mismo aspecto que su
vecino, acercándose a ella y depositando con cuidado un dulce beso en sus
labios-. Hasta que eso que tú llamas perro, ha decidido que era la arena y
lugar perfectos, para enterrar sus juguetes.
Confesó
con gran molestia, yendo también a la nevera a coger una lata de cerveza.
-Ya
te dije cuando lo vimos en la cuneta de la carretera, que era un saco de pulgas
con dos tornillos flojos –Le guiñó un ojo por encima de la lata a su vecino,
indicándole que todo era una broma.
Penny
puso los brazos en jarra algo indignada por el comentario, al tiempo que
encaraba a su marido.
-No
te hagas ahora el machito –Soltó delatora-. Cuando eras tú, quien bajaba en la
madrugada a la cocina para estar un rato con él y que dejara sus miedos atrás.
Warren
volteó los ojos al techo, sin borrar su sonrisa socarrona en ningún momento.
-Seamus,
creo que haces bien en permanecer soltero –Bromeó todavía más le hombre, para
intentar molestar un poco más a su mujer.
Consiguiendo
en respuesta de aquella provocación, que ésta se girara para lanzarle a la
cabeza el trapo de cocina.
-No
digas tonterías –Masculló divertida al ver como había dado en el blanco-.
¿Acaso tienes alguna queja de mí? –Inquirió con burla.
-Sí
–Respondió su marido dejando a un lado el trapo-. Mi cintura, está dejando de
ser la misma.
-A
mí no me culpes –Rió-. Ponte freno cuando cocino los pasteles, o tal vez
deberías asumir que te estás haciendo viejo –Soltó lo último con cierta pulla
en la mirada.
Seamus
soltó una sonora carcajada por el pequeño escarceo del feliz matrimonio.
-Yo
puedo echarte una mano con ese problema, vecino –Guiñó un ojo-. Dame la mitad
de todos los pasteles.
-Ni
hablar –Gruñó por lo bajo-. Búscate a tú propia mujer.
-Sabes
que ya la encontré –Respondió con cierta notabilidad-. Solo que me rechazó.
Penny
miró al joven con cierta lástima, al saber perfectamente quien era aquella
mujer. Tamala… Su hermana tres años menor que ella, pero seis mayor que su
apuesto vecino.
Y
el dedicar sus pensamientos en ella, siempre le entristecía bastante. Algo que
su marido sabía muy bien.
-Mejor
vamos a quitarnos todo éste barro –Carraspeó un poco, volviendo a depositar un
beso en la frente de su esposa-. ¿Qué me dices Seamus, si vienes a cenar ésta
noche y me ayudas con esa deliciosa tarta? Pero no te acostumbres –Soltó lo
último con un penoso tono amenazante.
El
joven, asintió con un movimiento de cabeza comprendiendo todo.
-Eso
está hecho –Guiñó un ojo-. Yo traigo el vino.
-No
esperaba menos de ti –Se burló Warren.
Volvía
hallarse sola en la cocina. Pero aquella vez, su mente no estaba ocupada con
nada. Era libre, de volver a recordar momentos duros de su pasado.
Apoyó
sus manos en la fregadera, mientras sus recuerdos volvían acosarla con un poco
de culpabilidad.
Ya
hacía un año y medio, que no veía a Tamala. La última vez, había sido justo
antes de las pasadas fiestas navideñas.
Desde
entonces, solo había recibido cinco emails de ella. Comprendiendo
perfectamente, quienes eran los culpables de aquella escasez de comunicación.
Sus
padres. A quienes no veía, desde hacía más de doce años.
Quienes
al ver que no conseguían doblegarla a su gusto y estilo de vida, le habían dado
la espalda. Volcando toda su atención, en su otra hija.
Si
hubiese podido, Tamala habría ido con ella. Pero al ser ésta menor de edad, no
había podido hacer nada.
Sus
nudillos, se tornaron blancos al apretar
con sus dedos aún más fuerte la fregadera, a causa de la rabia e impotencia que
había sentido, cuando se acercó al colegio para verla y descubrió por sus
amigas, que Tamala había sido enviada a un reformatorio lejos de allí.
Obvio,
que sus padres no querían que tuviera ningún trato con ella. Y lo que más temor
tenían, que pudiera influenciar sobre ella.
Una
batalla, que al parecer habían logrado vencer ellos.
Su
hermana, había sido educada sobre cierto protocolo, en aquel maldito
reformatorio, convirtiéndose en la hija perfecta para acudir con ella a las
fiestas de la alta sociedad. Y poder así, buscarle un buen partido. Lo que
significaba a un idiota pretencioso, con gran suma de dinero en el banco y gran
reputación, en el entorno frío que les gustaba a ellos.
Para
sus padres, el dinero lo era todo. Te daba el poder y el prestigio.
Y
su hermana Tamala, se había convertido en muy buena abogada de un importante y
lujoso buffet de abogados. En el que los dueños, era un amigo de su padre y su
hijo, otro buen abogado, quien casualmente era el prometido de ella ahora.
Todo
aquello le traía sin cuidado.
Lo
único que quería, es que su hermana estuviera realmente feliz, viviendo su
vida. No que todo su mundo, en realidad fuera el sueño de sus padres. Porque si
no era así, ella no creía que pudiera hacer mucho para ayudarla. Realmente,
apenas se conocían. Eran casi como dos desconocidas, cosa que le gustaría mucho
de poder cambiar.
Por
ello, que las pasadas navidades le había pedido que acudiera a pasar unos días
allí. Sin que sus padres supieran nada.
La
cosa, no había sido como una gran reconciliación, como le hubiera gustado. Pero
era lo más normal, al no conocerse prácticamente. Solo compartían unos
recuerdos de la adolescencia.
Cada
una, había echo su vida por separado. Sin saber nada de la otra, por mucho
tiempo.
Y
por lo que había podido observar, su hermana había crecido bajo el perfecto
modelo de mujer de lata sociedad, que su madre había intentado inculcar en
ella.
Algo,
que en vez de acercarlas las distanciaba algo más.
Por
ello, que en vez de desistir, tal vez debería de volver a probar y dar una
segunda oportunidad, a un nuevo encuentro.
Algo,
que al pobre Seamus le gustaría saber. Quien de seguro, también miraría de
sacar más provecho a la nueva visita de su hermana, si ésta aceptaba volver por
allí. Pero no creía que tuviera tanta suerte, pensó con un asomo de media
sonrisa en sus labios. Su atractivo vecino, no tenía todos los puntos a su
favor.
NUEVA HISTORIAAAAAAAAAAAA!!! Wiiiiiiiiiiiiiiiii! me ha encantado y obvio quiero más...sobre todo porque por primera vez tu chica es mayor que tu chico!! Másssssssssssssss
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