–Tú y tu padre siempre han tenido
maneras particulares de comunicar sus pensamientos –expresó con resignación
Dome–. De cualquier manera, necesito que no te comprometas esta noche, Alex.
–¿Qué? ¿Por qué? –Alex empezaba a
negarse pero ante la mirada de su madre solo asintió– ¿Cuál es el motivo para
tan particular petición?
–Tenemos una cena –explicó Dome con
una pequeña sonrisa– Beth nos ha invitado a todos –Alex asintió cerrando su
mano con fuerza sobre el apoyo del mueble.
Eso solo podía significar una cosa: Aurora estaría ahí. Todos incluía a todos y Christopher también–.
No pongas esa cara Alex, irás conmigo y no acepto excusas –dijo sin permitirle
que abriera siquiera la boca–. Sé que no te agradan mucho las reuniones en que
no hay… –Dome alzó su mano como buscando una palabra– “desafíos” para ti. Pero no quiero ir únicamente con Daila. ¿Vendrás, cierto?
Alex hizo que su mente maquinara
rápidamente mil excusas para negarse a ir.
Desde negocios hasta una cita imposible de cancelar pero con una sola
mirada de su madre él se encontró asintiendo.
Era imposible decirle que no a una mujer tan hermosa, tan dulce y tan
segura como su madre. Ella era todo lo
que él soñaba encontrar en una mujer y sabía que Aurora era así. Sí, Aurora…
–Sabía que lo harías –interrumpió sus
pensamientos Dome–. Ahora Alex, acompaña a tu madre a desayunar.
–Pero ya…
Dome levantó una mano al aire sin dejarlo
concluir. Así era ella. Con un solo
movimiento lograba el silencio de cualquier hombre y su hijo era el primero que
reconocía la extraordinaria personalidad de su madre, solo ella podría haber
“atrapado” a su padre. ¿Aurora haría lo
mismo con él? Miles de veces le habían
dicho que él era “inalcanzable”, refiriéndose a concretar alguna relación
duradera con él. Pero es que todas esas
mujeres eran las equivocadas. Él estaba
totalmente seguro que no lo lograrían porque él había entregado su corazón
desde niño. Era sencillo, él estaba
enamorado de la misma mujer desde siempre. Era imposible que cambiara eso.
Alex era
un niño travieso y le encantaba correr por toda la mansión Lucerni.
Especialmente en momentos como aquellos que querían vestirlo elegantemente.
Ropa que él odiaba porque debía seguir una serie de reglas para no ensuciarla,
desde quedarse quieto hasta no ir por los jardines y eso no era algo que Alex
quisiera.
–Alex,
detente por favor –pidió Dome respirando profundo y persiguiéndolo–. No sé
porque eres tan difícil con esto, cariño.
– No
quiero ir, mamá –gritó Alex al momento que se escabullía por un costado del
jardín.
Se
escuchó una risita proveniente del lado opuesto del jardín por donde se
internaba Alex.
–Sebastien
es mejor que dejes de reír y me ayudes a vestir a tu hijo –gritó Dome entre
enfadada y divertida por la situación.
–Pero
Dome, el niño no quiere ir –dijo Seb conteniendo una carcajada ante la mirada
asesina de Dome–. Bien ya. Alex, si nos
permites que te cambiemos, te compraré el videojuego que tanto me pedías.
Alex se
detuvo al escuchar a su padre. Se estaba
girando, desconfiado.
–Lo estás
malcriando, Sebastien –Dome cruzó los brazos en gesto de enfado–. Luego será incontrolable.
Sebastien
no contestó. Alex no supo que sucedió hasta sentir los brazos de su padre
alrededor suyo, atrapándolo. Ya no había escapatoria.
–Te tengo
–sonrió Seb deteniendo totalmente a Alex– ¿en verdad pensaste que premiaría su
comportamiento? Solo necesitaba ubicarlo, nadie mejor que yo conoce estos
jardines. Aquí lo tienes –extendió a un
enfadado Alex hacia Dome.
–No amor,
ya que tú lo manejas tan bien, cámbialo y péinalo ¿sí? –Dome le dio un beso fugaz y se retiró–. Necesito
cambiarme también.
–Lo
imaginaba –Seb contestó bajo–. ¿Ves hijo? Esa es la razón por la que las mujeres
terminan dominando el mundo –dijo al tiempo que lo llevaba hasta su habitación.
Sebastien
vigiló mientras alistaban a Alex. La razón de tanto alboroto tan temprano era
un concurso de belleza en que Aurora, la hija de la mejor amiga de Dome,
Melina; participaba. En la última presentación necesitaban un niño que la
acompañara. Dome había estado encantada, aún cuando él no era muy partidario de
eso y al parecer Alex tampoco lo era. Pero Dome lo quería… así que ellos
tendrían que aceptarlo. Su amada esposa, aún ahora era increíble para él los
cambios que había dado su vida solo por ella. Se sentía tan feliz, tenía una
familia y estaría dispuesto a todo por ellos.
–Papá,
¿en verdad debo hacerlo? –preguntó por última vez Alex con una ligera mirada de
esperanza reflejada en sus ojos azules clarísimos, idénticos a los suyos.
–Sí, Alex
–acarició Seb la cabeza de su pequeño hijo– en la vida debemos hacer también
cosas que no nos agradan, es parte de crecer –su hijo puso carita triste así
que él agregó– pero obtenemos recompensas por ello, pequeño. ¿Te gusta que tu
madre sea feliz, verdad?
Alex
asintió y escuchó con interés como su padre le convencía de lo bien que se
sentía uno cuando hacía cosas desinteresadas por alguien que amaba. Él no entendía el concepto en la totalidad
pero siempre le había encantado estar con su padre y que lo tratara como alguien
que podía entender todo. No simplemente un niño que no conocía la
realidad. Le sonrió y estaba dispuesto a
dejarse llevar por su madre, solo para verla sonriente, tan feliz.
Llegaron
al lugar y Alex vio un gran escenario que hizo que se sintiera un tanto
inquieto. Había ensayado, contra su voluntad, un par de días previos y aún no
se acostumbra a tanta gente mirándolo. ¿Realmente era tan necesario hacer esto?
Recordó la promesa que le había hecho a su padre… sí, lo era.
Respiró
hondo y tomó el lugar que le correspondía sobre el escenario. Saludó con un
gesto disimulado a su madre que lo miraba con gran orgullo, tomada de la mano
de su padre. Se veían tan felices, eran como una pareja de cuento de hadas,
tales como los que su madre le leía cuando era más pequeño. Sonrió ampliamente,
olvidando la incomodidad del lugar y anheló algo que su pequeño corazón aún no
comprendía totalmente. Y ahí sucedió. Él estaba parado, muy quietecito y de pronto
alguien le dio una rosa. Él empezó a encaminarse hasta encontrarse con la
mirada de Aurora, era una niña preciosa y él la miró totalmente fascinado. No
podía describir lo que sintió, él no podía saber que era aquella sensación de
vacío e incertidumbre que lo invadió cuando Aurora le extendió la mano y sonrió.
Alex estaba totalmente perdido y era tan solo un niño. ¿Cómo era posible?
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