martes, 2 de agosto de 2016

Deberes De Princesa 25


-Dime Jacqui –Medio demandó Kenan con cierto abatimiento en la voz-. ¿Deseas salir de forma inmediata de aquí?
Volvió a preguntarle el hombre, sin apartar la mirada de la de ella. Pero aquella vez, alzó una de sus manos para sujetarla con delicadeza por la barbilla.

-Creo que es lo que estamos deseando todos de forma desesperante –Respondió con cobardía, sin querer ser la primera en implicar sus verdaderos sentimientos, pudiendo observar como él la miraba a los ojos en silencio por unos segundos más, para después hacer un gesto negativo con la cabeza.


-Ahora lo veo –Confesó con tono afligido-. Siempre fue así, aquella noche en Irlanda me marqué el final contigo –Se mordió el labio inferior, para después hablar con algo de rabia-. Éramos unos adolescentes, sin saber que teníamos cierto poder sobre nosotros.

Jacqui frunció el ceño ante aquellas palabras, pero el ruido de gente acercándose por las escaleras, hizo que no pudiera profundizar en las palabras del hombre.

-Quiero que me sigas el juego –Le susurró con tono duro-. Es para salir de aquí y una vez libres en la calle, podré volver a manejar el asunto bajo mi influencia, para que todos salgamos bien parados de éste lío.

Por las voces que oían, comprendió que quien bajaba por las escaleras, eran las madres de cada uno. Pero su cerebro no pudo pensar nada más, pues todas sus terminaciones nerviosas, se volcaron en los brazos de él que la rodearon de repente y en sus carnosos labios, que atraparon los de ella con cierto furor cargado de rabia y deseo.


-Perdóname –Escuchó que le susurraba contra la boca, cuando se separó  unos milímetros para coger aire, antes de atacar nuevamente con el mismo ímpetu. 


No. A quien tenía que perdonar es a ella por ser una cobarde y no afrontar sus verdaderos sentimientos, por miedo acabar aún más rota de corazón, ante la dura verdad.

Era la futura reina, se había sacrificado por su país, por lo tanto tenían que escucharla.

Cerró sus ojos, para apretar con fuerza sus manos en la nuca del hombre y con gran decisión, fue ella quien marcó el paso en aquel beso, llegando a sorprender y extrañar a Kénan.

Era su último beso, su despedida a lo que le gustaría fuera su futuro, pero sin acuerdos y obligaciones, solo por voluntad de su corazón.

Y Kénan, tubo que notar todo aquello porque la miró fijamente en silencio, sin prestarle atención alguna a las dos mujeres mayores que los observaban con curiosidad, como también lo hacían los otros presos.

Aspiró con fuerza, para encogerse de hombros, bajo la atenta mirada masculina. Después, se giró con una determinación nunca vista en ella.

Aquella no era la princesa Jacqui, sino la reina al trono.

-Cinco minutos tenéis para deshacer toda ésta charada –Ordenó con autoridad-. Saldremos de aquí, sin obligaciones, seré yo quien habñe con la prensa. Y para nada, quiero escuchar reproches de que no haya boda –Se cruzó de brazos-. Soy tu hija, quien desde pequeña no ha parado de seguir las normas y respirar por Mónaco. Ha llegado el momento, de respirar por mi misma… Mi trabajo ha sido de excelente, y no creo, que deba avergonzarme de lo que diga la gente sobre mis decisiones respecto al corazón, por así nombrarlo. Ni tener que someterme a peticiones antiguas de época medieval.

El páis prospera, y creo que las leyes y normas, también deben hacerlo acorde a él… Pero mí corazón es mío, no de Mónaco.

Ante aquel despertar de carácter, Emmanuelle sonreía orgullosa. Llevaba tiempo esperando algo como aquello, mientras que a unos pasos de distancia, se hallaba un Kenan callado y observador, pero con el ceño fruncido.

Sí, orgullos de que por fin despertara la joven y dejara de ser tan recta y estricta a lo que había aprendido desde niña. ¿Pero ahora, él donde quedaba situado?

Mejor esperar y ver, cuando iba a usar su derecho de palabra. Decidió con determinación y en silencio, al ver que aparecía una apurada Enora con el cerrajero, quienes se congelaban en el lugar al hallar allí a las dos mujeres.


-Adelante Enora, tiene mí permiso para sacarnos de aquí –Habló Jacqui, mirando a su madre con arrojo. 

Minutos después, lloraba en silencio, a cada milímetro que el cerrajero avanzaba en la cerradura con el soplete. Cuando a su vez, también deseaba salir de allí, para poder estar sola y lamentar, el haberle mostrado su corazón a Kénan con su beso.

Suerte que era verano y ya mismo cogía su propio descanso personal. Porque iba a necesitar recuperarse bien lejos de allí, y si es que lo lograba.

Había que tener en cuenta una cosa muy importante… No habían hecho uso de protección. Y ahora, bien podía estar embarazada.

Iba amar aquel bebe si existía, pero también sería el culpable de tener una atadura con Kénan, para el resto de sus vidas.

No le quedaría más remedio, que tener un vínculo estrecho con él, por la educación conjunta… Pero aquello, sería como una soga para ella.

Se vería obligada a ver su belleza, oler su esencia cada vez que estuviera allí y no temblar, ante el ronco y sensual tono de su voz, causando que anhelara el sentir el calor de sus brazos y cuerpo.

Y lo más doloroso, que tal vez lo vería envejecer junto alguna mujer que no fuera ella, si al final sucumbía ante alguna.

Por ello, que era mejor empezar ya a marcar una fría distancia con él, hasta que no viera una prueba de embarazo.

-Mamá, podrías ir comunicando a tu secretaria, que vaya preparando una rueda de prensa para dentro de dos horas –Meditó unos segundos-. Déjame  ese rato, para ducharme y prepararme un discurso, adecuado ante lo que ha salido en televisión.

Emanuelle, miró un segundo a Kénan, pero en vista de que no se oponía, asintió con un gesto de cabeza.

-Muy bien, Jacqueline –Aceptó seria, agarrando a la otra mujer y sacándola de allí, bajo la asombrada mirada de todos los presos de la celda contigua.

-Qué puñetas ha pasado aquí –Señaló su amiga molesta-. ¿Qué me perdí?

-Yo me había perdido.

Dijo Jacqui con sencillez, justo cuando su puerta se abría con un fuerte chirriar de bisagras-. No te preocupes, que no voy a dejar el nombre de tu casa y familia por los suelos –Soltó con tono amable y leve sonrisa, hacia Kénan que aún no decía nada.


-Se que en eso, puedo confiar plenamente en ti –Dijo con tono cordial, siendo el primero en salir de la celda-. Si me permites, quiero ir a cambiarme de forma inmediata y mirar, si debo arreglar alguna cosilla urgente. Discúlpame, que no me quede un rato rondando por aquí –Saludó con un gesto austero de cabeza y se alejó a paso ligero por las escaleras.

1 comentario:

  1. Gracias cielo, sabes qu eme gusta mucho esta novela...BUENO AL FIN LIBREEEEEEEESSSSSSSSSSSS ¿ y ahora? Que ya dejen de ser necios, y en serio si no se queda a Kenan que me lo envíe!!

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