El
timbre del instituto, volvía a sonar por
última vez aquella mañana. Una mañana, que había acabado siendo amarga. Con
gran dolor, recogió su libreta y emprendió la salida del edificio con Carlota
parloteando a su lado.
Tenía
que admitir, que quien llevaba en verdad la conversación, era ella sola. Pues
en verdad, no tenía ganas de hablar. Solo quería llorar y poder borrar aquel
día.
¿De
verdad le había dicho adiós a Eric?
Se
sentía muy mal consigo misma, en las últimas dos horas de clase, había estado
recordando las palabras de Elisabeth.
Eric,
ocultaba cosas de su vida por quien era su familia. Y poder alejar así, a gente
interesada como Laia. Pero con ella, él había sido sincero en su personalidad
en todo momento.
Pero
ya había visto, que muy importante no era para compartir ciertas cosas… ¡De
acuerdo! Estaba el día del robo, que él había confesado que tenían que sentarse
hablar.
¿Pero
cuánto iba a contarle?
De
repente, sintió un fuerte codazo en las costillas por parte de Carlota. Obvio
que quería llamar su atención, ya que seguro sabía que no la estaba escuchando.
-Ahí
vuelve otra vez al ataque –Soltó como veneno la joven-, es Raquel, la profesora
de ingles.
-¿El
qué? –Preguntó confusa, sin saber a dónde mirar.
-Mira
en la acera de enfrente –cuchicheó de forma disimulada-. Esa lagarta, quiere
conquistarlo como sea…-rió-. Creo que se ha operado las tetas…
Entonces
comprendió. En la acera de enfrente, se hallaba su moto y él, hablando con una
chica rubia atractiva.
Y
por mala suerte suya, en aquel preciso momento él desvió la mirada hacia allí,
clavando sus ojos en ella y asintiendo distraído con la cabeza, a lo que le
decía la chica.
Ahora lo comprendía, la había estado buscando
con la mirada. ¿Sabía que iba a la parada del bus, para hacer un par de horas
en sus laboratorios? Increíble, que después de lo ocurrido, fuera tan masoca de
querer esperarla para llevarla al trabajo.
No
pudo evitar que sus mejillas se sonrojaran por ser pillada en espiarlo, y sabía
que aquella sonrisa socarrona que apareció en sus labios, era por ella y no por
la charla que mantenía con la chica.
-¿Estás
muy interesada en él? –Preguntó una vez que hubo agarrado del brazo a la chica
y emprendió la marcha calle abajo. Quedando sorprendida, al ver como ésta
rompía en carcajadas-. ¿Qué dije?
-Admito
–cogió aire-, que el chico vale un diez, pero me gusta otro –Confesó con cierto
suspiro-. Es solo que a ella no la soporto –Achicó la mirada-, se metió en
medio de la relación de mi hermana causando muchos problemas –Volvió a reír-.
Ya verás, lo seca que es conmigo en sus clases –entonces guiñó un ojo-, pero
tú, si tienes que contarme qué ocurre –hizo la cremallera en sus labios-. No
diré nunca nada.
¿Tanto
se le notaba? Pensó clavada en el lugar, observando volver a reír a la joven.
-Soy
muy observadora –rió divertida, al ver la cara que ponía pro leer sus
pensamientos-. No te conté que mi sueño es trabajar en la policía científica –Yola
negó con la cabeza-.Puedes estar tranquila, no me gusta airear la vida de los
demás. Es algo rastrero e injusto, para el pobre que no se le da oportunidad de
defenderse. Pero cuando quieras o estés preparada, aquí tienes una buena amiga –sus
ojos reflejaban sinceridad-. ¿Por qué quieres ser mi amiga verdad?
Yola
sonrió y asintió con la cabeza.
-Bien
–Le guiñó un ojo-, pues te abandono por aquí, algo me dice que no llegaras a
coger ese autobús –Le lanzó un beso con la mano-. ¡Hazme caso! –Chilló, antes
de arrancar a correr calle abajo, gritando el nombre de un chico que detuvo su
andar para esperarla.
¿Pero
qué había ocurrido?
Se
preguntó a sí misma, cuando su móvil emitió un pitido, avisándole de un mensaje
nuevo. Distraída con las palabras de Carlota, que lo abrió, viendo que había
ido demasiado rápida, siendo un error.
Se
trataba de Eric y ahora, sabía que lo había leído.
“Por
favor, entra en el parquin del banco”
Alzó
la mirada y a su izquierda, vio una sucursal de un banco con parquin para los
clientes.
¿Cuánto
rato llevaba allí parada, si ni había visto pasar a la moto por enfrente suyo?
¿Qué
hacía?
Solo
eran unos siete pasos. Un gesto que tal vez ayudaría en su relación con el
chico o bien, los podría alejar aún más.
Entraba.
Pues no quería perder su amistad, pasado lo que hubiera pasado.
Al
llegar al final de la rampa, sus ojos ya se habían hecho a la tenue luz de los
fluorescentes que dominaban el lugar. Pudiendo ver de pie apoyado en la moto a
su vecino, reflejando una enorme sonrisa de alivio al verla aparecer.
Una
vez que detuvo sus pasos enfrente de él, sus pulsaciones volvieron a galopar
como locas, cuando éste se enderezó para alargar su brazo y acariciar su
mejilla.
¡Sería
posible detener el tiempo!
Fue
lo primero que le vino a la mente al notar su caricia, su calor, su cariño con
aquel gesto…
-Discúlpame
por todo –Susurró-. Por todo el daño que he podido ocasionarte, pequeña
demonio.
Aquello,
hizo que Yola soltara una lágrima de alivio y aprensión.
-Y
a mí –Dijo con voz rota-. Dije cosas que no siento en verdad –Confesó bajando
la mirada al suelo, para sorprenderse por el movimiento inesperado del chico al
alargar sus brazos y estrecharla contra él, en un fuerte abrazo de oso.
Y
por primera vez, no sentía el impulso de separarlo de ella a puñetazos. Todo lo
contrario. Sonrió, para alzar con timidez sus brazos y rodear la cintura del
chico.
No
pudiendo ver, la sonrisa henchida de satisfacción de su vecino, por el gran
paso de ella con él.
-Te
invito ésta noche a cenar en mi terraza y hablamos –Habló al fin, mostrando una
mueca de insatisfacción, al ver que ella rompía el abrazo para responderle.
-Bien
–Sonrió sintiéndose algo cohibida.
-¿Te
puedo llevar a los laboratorios? –Preguntó con un guiño, viendo como la joven
aceptaba con un gesto afirmativo de cabeza y él, sacaba el otro casco para ofrecérselo.
A
las nueve y media de la noche, se hallaba saltando el muro con cierto paso
indeciso. Hacía mucho tiempo que no iba a su casa… A decir verdad, desde la
noche del robo, cuando conoció al chico en toda su gloria.
¡No,
por dios!
Volteó
los ojos al cielo y detuvo sus pasos, pues no quería aparecer acalorada por los
recuerdos y que él, se diera cuenta.
Pero
al girar en la esquina de su terraza, para aparecer en la parte frontal de la
vivienda, todo su poder de concentración expiró.
¿De
dónde había salido todo aquello?
Por
increíble que pareciera, el balcón que antiguamente estaba vestido con una
banqueta de madera, en aquellos momentos se hallaba con un sofá de dos plazas
de mimbre, aunque para ser exactos parecía de una plaza y media, con una mesa a
juego.
Sí,
la banqueta pululaba por un rincón… Pero aún intentaba asimilar la mesa con una
vela ancha color marrón encendida, para conferir una tenue luz al lugar…
¿Qué
es lo que se esperaba de ella?
Pensó
de forma alarmada, observando como sus pies querían echar a correr lejos de
allí… Sabía que iba a sentirse nerviosa por la decoración tan íntima.
Aunque
no representara lo mismo para él, era su primera vez que se topaba con una
invitación de aquellas.
¡Dios,
como odiaba no ser un poco más aventajada en aquel terreno!
-¡Ey,
ya llegaste!
La
sorprendió Eric, perdida en sus cavilaciones, portando una botella de lambrusco
en sus manos.
-¿Quieres
emborracharme teniendo mañana clases? –Indicó con cierto tono sarcástico.
Eric
rió divertido por la acusación nerviosa de la chica.
-Tranquila,
para ti tengo refresco –Meneó levemente la cabeza-, aunque un pequeño vaso de esto,
no te afectará a tus sentidos.
-No
tengo buenos recuerdos de tus gustos peculiares con el alcohol –Recordó,
atreviéndose a dar el paso para acercarse a la mesa-. Me gusta el mobiliario
que has puesto –Admitió sincera y ocultando que en verdad, la hacía sentirse
algo incómoda por la cercanía que iban a mantener.
-Sabes
que solo tengo lo esencial, porque no sabía si iba a gustarme el lugar –Chascó la
lengua-. Pero ahora que lo siento como mi hogar, ha llegado el momento de ir
vistiéndolo poco a poco.
-Tienes
buen gusto –admitió a su pesar sin poder evitar soltar una de sus acostumbradas
pullas-. ¿Tan seguro estas de que es tu hogar? –Achicó los ojos y sonrió con sarcasmo-.
No has sentido ningún impulso de buscar un barrio más refinado…
-Yola…
-Le advirtió sonriendo-. Admite que prefieres lo malo conocido a lo bueno por
conocer –Acabó con un guiño picaruelo de ojos, justo cuando sonaba el timbre de
la puerta-. ¡La pizza ya está aquí!
Lo
observó desaparecer en el interior, dejándola con el pensamiento de que no
creía que hubiera nadie mejor por conocer para ella, según le susurraba su
corazón.
Estaba
nerviosa. Aunque aquel mes cumpliera los dieciséis años y aún, se `pudiera ver
como una adolescente por la mayoría de gente, aquella noche Eric la iba a
tratar como una igual.
Es
decir. Iban hablar como dos adultos y poner casi todas las cartas sobre la
mesa.Decía casi, porque aún no se veía preparada para transmitirle sus
sentimientos.
-¿No es cómodo el sillón?
Preguntó
el chico apareciendo con una enorme caja de cartón, de la mejor pizzería de
toda Barcelona.
Yola
se sonrojó por volver a ser pillada con la mente en las nubes.
-Perdona
–Sonrió yendo a sentarse y tratando de dejarle el mayor espacio libre al chico-,
estaba mirando el paisaje… -Soltó un suspiro-. Queda poco del verano.
-Cierto
–Admitió ocupando el espacio junto a ella, dándole igual el que ella lo mirara
por un momento enfurruñada al sentirse como atrapada-. Espero te guste la pizza
de escalibada con butifarra –Indicó abriendo la tapa y cogiendo un trozo, para
ofrecérselo a ella.
-Has
dado en el clavo –Aceptó la porción en sus manos con la boca agua-, pero de ese
lugar, creo que todas son ricas.
Ya
llevaban cada uno cuatro porciones de pizza, y todavía seguían sin sacar el
tema. De momento, habían hablado de cosas triviales y del trabajo.
-Ya
no creo, poder comer ni un trozo más –Admitió, dando un trago pequeño al líquido
rosado que había traído él. Reconociendo, que no era fuerte en alcohol.
-Pero
si creo que sales más a cuenta comprarte un suéter que invitarte a comer –Bromeó
el chico, agarrando también su vaso de la rojiza y espumosa bebida-. Las
porciones eran más grandes que tú –Soltó riendo.
Yola,
abrió los ojos como platos para alzarse riendo y tratar de propinarle un
bofetón en la nuca, a modo de juego y protesta por sus palabras, que no pensaba
que aquello es lo que había maniobrado en su mente él.
Una
vez que había desaparecido aquella mañana ella de su despacho, diciendo
aquellas dañinas palabras. Y él, había hecho lo propio con su amiga Elisabeth,
que a los cinco minutos ésta le había devuelto la llamada con unos cuantos apelativos
por ser en verdad dueño de tal cerebro y no ver ciertas cosas.
No
pudo evitar el volver a sonreír, al recordar lo que le dijo su amiga.
Su
pequeño demonio rojo, era indeciso. Y si entraba en cualquier instituto que él
no pudiera vigilarla, cualquier otro podría ir a por ella quitándole cualquier
punto que hubiese ganado. Y tenía razón… Ya había visto a su alumno Francesc,
lo interesado y atento con ella. Lo de que tenían prohibido salir con alumnos
era cierto. Pero ellos tenían ciertas ventajas. Vivían pared con pared y nadie
lo sabía. Podían estar juntos en su piso, irse por ahí bajando a por el coche o
moto, desde el parquin y alejarse a otras ciudades de alrededor, que nadie iba
a saber que eran alumno y profesora por unos años.
Se
había construido una muralla que no era nada alta, más bien, como el muro entre
sus balcones.
Por
ello, que había decidido empezar con su estrategia de ir enamorándola poco a
poco. Y la ventaja, es que él tenía más mundo conocido que sus propios
compañeros de clase.
Y
el primer paso, iba a ser en probar levemente sus rosados labios. Que llevaban
todo el rato tentándolo a la luz de la vela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario