lunes, 30 de mayo de 2016

Inocencia Robada 19

Antes de abrir los ojos, ya era consciente de en donde estaba. De modo, que con mucha calma abrió levemente los ojos, para poder vislumbrar en la penumbra del dormitorio, que se hallaba dándole la espalda a Paul.
Aspiró con más fuerza, para infundirse coraje y darse la vuelta a él, llevándose la mayor desilusión por el momento del día, al hallarse sola en aquella cama revuelta.

Aquella vez, soltó un profundo suspiro, sabiendo que aquello era lo habitual, tras echar un vistazo al reloj que tenía él, en la mesilla de noche.

Las agujas, marcaban las ocho y cuarto de la mañana. El hombre, llevaba casi tres horas trabajando por lo que había visto, en los últimos días.

Pero estaba en su derecho a sentirse un poco desilusionada, tras haber dormido desde que había despertado en el hospital, mejor que nunca. EL ser rodeada por sus fuertes brazos y sentir, el calor de su cuerpo aunque estuvieran a verano. Había sido algo maravilloso… Por primera vez, que se sentía satisfecha, tranquila, en casa…

Pero aquella sensación, no quitaba la preocupación que llevaba encima respecto a su marido y su casto comportamiento.

Obvio, que Francesca tenía mucha razón en indicarle, que iba a ser ella quien avanzara en aquella nueva etapa de su matrimonio. Aunque a Paul no le gustara, que escuchara sus consejos.

Con aquella determinación, apartó de encima sus piernas las arrugadas sábanas, para dirigirse al baño, pues comenzaba a tener cierta urgencia en orinar. Y como se hallaba sola, decidió ir al baño de su marido, el que prácticamente ahora sería también el suyo, en cuanto trasladara sus cosas allí.

Tan necesitada iba, que abrió la puerta sin mirar por primera vez a su alrededor, de una estancia que no le era reconocida por si despertaba algo dentro de su cabeza. Solo fue directa al inodoro que tenía a la vista, enfrente suyo, mientras se alzaba su camisón hasta la cintura para deslizar sus bragas por debajo sus rodillas y sentarse en el inodoro, expulsando con gran alivio la orina.

Fue entonces, cuando estando de aquella postura que alzó la mirada y miró a su alrededor para estudiarlo, que reparó en su marido desnudo en la ducha con una toalla encima de su cabeza y la mirada puesta en ella.

Obvio, que estaba intentando ocultar la sonrisa que asomaba en sus labios.

Pero allí no quedó su imagen por los suelos, no señor. Fue milésimas de segundos después, tras descubrir su presencia allí.

-¡AH! –Chilló de la impresión y vergüenza, poniéndose en pie y dando un par de pasos, notando al momento caer sus bragas contra el mármol del suelo gris perla, que al ir agacharse apresurada para devolverlas a su lugar, trastabilló y se cayó chocando con el trasero en el suelo frío, mientras que el camisón se le subía hasta por encima del ombligo y las bragas colgando del dedo gordo de su pie izquierdo.

Vamos, que su caída no se podía comparar con la de una bailarina.

-Janna –Dijo alarmado casi con voz estrangulada, abriendo la mampara con un fuerte golpe y saliendo de la ducha en toda su gloria, para acudir a su lado-. ¿Estás bien?

Lágrimas gordas, querían caer como cascada por sus ojos, pero era tan grande la vergüenza, que se mordió el labio y asintió con la cabeza.

-Sí –Soltó un resoplido sin mirarlo y evaluando que le dolía el trasero bastante-. Solo mí orgullo…

Dicho aquello- Fue cuando se sorprendió mucho, al ver como el hombre rompía en pura carcajada.

JAJAJA POBRECILLAAAAAAAAAAAA! SI obvio que leí llevaba mucho tiempo con muchas ganas de leer esta historia, y en serio que tienes una manía con la gente que se le cae la toalla o queda en bolas, eh!! te quiero brujis

JAJAJAJJAJa (Dejo ésto, para que vean como estan de cabras mis sises) Pero me encanta entrar y poder leer palabras tuyas!!!! Te quiero mucho mariposilla.... Y sí, no se que tienen para mi las toallas jajajjaja

Sigamos.... 
Janna solo supo fulminarlo con la mirada, antes de agarrar en sus manos sus bragas y ponerse en pie, dejando que con el movimiento de su cuerpo, el camisón se pusiera solo en su lugar.

-Anda por favor, no me mires así –Le pidió alzando una mano para darle un suave pellizco en la barbilla, a la joven-. No me reí con malicia alguna.

Bajó la vista hacia el suelo, para que no viera que volvía a sonrojarse por recordar, lo patética que había quedado. Cuando su cuerpo volvió alcanzar la temperatura máxima, al tener como visión su péndulo y de telón de fondo, sus pies descalzos y grandes.

Algo tuvo que hacer su cuerpo, ajeno a las órdenes de su cerebro, que captó la atención curiosa del hombre.

-¿Estás bien?

-Sí –Carraspeó alzando la mirada, para toparse con los ojos sabios de él.

Un segundo, dos segundos… Y al tercero, éste volvió a romper en fuertes carcajadas adivinando lo que le ocurría y logrando, que soltara un gruñido para salir de allí sin haber descargado su vejiga.

Mejor se marchaba a su dormitorio.

Pero no había contado, con que él la hubiera seguido aún desnudo y antes de que lograra abrir la puerta, su mano morena apareció junto a su oreja derecha, impulsando a la madera a permanecer aún cerrada.

Sus pies frenaron, al tiempo que un campo de corriente eléctrica le recorría todo el cuerpo, causando que el vello de su cuerpo se le erizara y sus pulsaciones se quedaran ligeramente burbujeantes, en espera del siguiente movimiento.

Y llegó, vamos que si llegó…

Paul, se acercó a ella hasta pegar su espalda con su pecho desnudo, al pasar su brazo izquierdo por su cintura delgada y con ello, llevarla hasta él. Allí, sin poder evitarlo dio un pequeño respingo, que hizo sonreír al hombre suavemente en su oído.

-Schhh… Tranquila, enana –Le susurró, rozando su oreja con sus ardientes labios-. No voy hacerte nada que tú no quieras…

¡Por favor, aquello era un suplicio!

Pensó cerrando los ojos con cierta presión, al volver a notar aquella corriente por el cuerpo. Al tiempo, que notaba como cierta ansiedad desconocida crecía en sus partes bajas.

¿Y qué es, lo que ella no quería? Se preguntó nerviosa y expectante, por la siguiente caricia o palabra de Paul. Si en aquellos momentos, no conseguía pensar en nada coherente.

Solo quería sentir. Sentir aquella electricidad y calor, que le daba la proximidad del cuerpo de su marido. Un hombre, que hacía apenas unos días que conocía.

El otro brazo moreno, abandonó la puerta y bajó también abrazar su pequeña cintura. Dándole entonces, un pequeño pero intenso achuchón al compas de los labios ardientes de éste, que le depositaban un suave beso en el cuello.

Es cuando, él volvió hablar pero con una voz algo más ronca, varonil…

-Debo confesar, que tienes toda la razón y que mi comportamiento ha sido incorrecto –Comenzó hablar, sin soltar siquiera un ápice sus brazos de su cintura-. El de éstos días –Quiso recalcar con cierto toque risueño-. Sintiéndolo mucho, enana, lo que ha ocurrido hace unos instantes en el baño, habría hecho reír hasta la persona más triste del mundo… Lo que era yo, semanas atrás cuando estabas en el hospital. Un alma en pena, por temor a no volver a recuperarte nunca.

Su cuerpo se iba relajando ante su contacto, por la calidez y sinceridad de las palabras masculinas.

-Pero tu torpeza, tu frescura o despiste, como quieras llamarlo… Me recordaron a ti –Dijo con cariño y ternura-. Quiero decir, que eres tú… Siempre has sido tú… Aunque no me recuerdes, poco a poco te vas acercando a mí a como siempre has sido, sin que te des cuenta –Volvió a sonreír-. Por ello, tu ganas –Soltó el aire exhalado antes de decir lo último-. Soy tú marido y tú mi mujer, y nos vamos  a comportar como tal.  

Janna, volvió a tensar la espalda ante aquellas palabras y abrir los ojos de forma desmesurada, consiguiendo otra pequeña encantadora risa de él.

-Tranquila –suspiró con fuerza, para apagar la risa que había vuelto aparecer-. No voy arrastrarte a la cama ahora mismo –Informó con cierto toque de humor-. Pero sí, que tras lo ocurrido del baño nos vamos a comportar sin vergüenza alguna. De ello me reía, pequeña –Sus brazos aflojaron el agarre de su cintura, para poder voltearla y posicionarla de cara a él. Sonriendo, al ver que de forma veloz, ella alzaba la mirada de su cintura para arriba, con las mejillas sonrojadas y lo miraba nerviosa y avergonzada-. Ayer noche, fuiste una mujer valiente al venir a mi cama y reclamar acercamiento, roce, conocernos… Pues creo, que ésta mañana lo hicimos sin ningún tapujo –Volvió a reír levemente-. Por así decirlo, nos hemos saltado algunos días de avance y ya estamos en casi al final de la meta ¿No crees?

Janna, solo supo morderse el labio de forma tímida y alzarse de hombros.

-Puede que te resulte ahora un poco chocante, pero creo que es lo mejor –Dijo acercando su rostro al de ella, para depositar un suave beso en sus labios-. Todo irá bien. Ya no voy a ser un marido idiota, como más de una vez me habrá calificado si no me equivoco Francesca.

Aquello, hizo reír a la chica.

-Bien  -Le guiñó un ojo-. Eso es lo que quiero ver, a ti sonriendo, sin el ceño fruncido… Y ahora, yo voy a ir al baño para afeitarme sin taparme aún y tú, irás hacer tus necesidades… Comienza nuestra nueva vida como marido y mujer –Dijo totalmente orgulloso de su confesión, y yendo hacia el lavabo sin detenerse a mirar si ella lo seguía.

Porque si lo hubiera hecho, habría visto a su vergonzosa mujer salir huyendo a al seguridad de su propio dormitorio, con una sonrisa feliz y divertida en su rostro.






1 comentario:

  1. Jajaja!! YO NO SÉ QUIEN DEJÓ ESE MENSAJE!! Como te habrás dado cuenta extrañaba horrores esta historia y me ha encantado el capi más allá del nudismo habitual en tus personajes, , es que ha sido divertido pero también tierno y cálido y un gran avance en la relación de estos dos. Gracias brujis...¿Y Karo? ¿Y Princesa? ¿Y nuestros sobres dorados? BESOSSSSSSSSSSS

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