miércoles, 20 de abril de 2016

La redención 3°




 Los días siguientes Cole volvió a toparse con la muchacha y para ser sincero se esforzaba en su trabajo, a veces le parecía que se multiplicaba porque la veía por todos lados. Aunque su apariencia desmañada le seguía molestando.
-¿Uniforme? – preguntó ante la sugerencia de su jefe.
- Sí, Antoniette lo usa, ella también debería, no puede deambular por la casa con esa apariencia.
-Cierto, podría arruinar nuestra reputación- respondió con ironía y Cole le dirigió una fría mirada.
- Las apariencias también cuentan, Bart, lo sabes tan bien como yo.
- De acuerdo, si es lo que quiere se lo diré. Creo que no va a gustarle.- dijo el hombre y Cole hizo un gesto con los hombros que dejaba en claro que era lo que él deseaba y eso era lo único importante. Le fastidiaba ver a aquella muchachita  tan pobremente vestida en medio de su lujosa casa, quizás lo que le fastidiaba era  que le recordaran la pobreza.
La muchacha usó el uniforme, aunque mantenía un colorido pañuelo cubriendo su cabeza y había reemplazado los mitones por guantes blancos. Era clara su opinión sobre el atuendo pues cuando vio a Cole, fue directo hacia él.
-¿Tengo que usar esto?

-Sí. El personal de servicio debe estar bien vestido.
-¿Le doy vergüenza?- preguntó mirándolo fijamente y fue él quien se sintió avergonzado.
- Sólo úsalo. Es parte del trabajo y no puedes negar que es mucho mejor que tu ropa habitual- sentenció él y ella se rindió, se sujetó la falda hizo una breve reverencia con mucho de pantomima y se retiró. No reaccionó a tiempo pero se prometió que la próxima vez le enseñaría quien mandaba en aquella casa o la echaría.
Sin embargo el próximo encuentro fue bastante inesperado.
Cole entró a su estudio y vio a Abigail  trepada sobre un par de sillas mientras intentaba bajar las cortinas de los altos ventanales. La posición de la chica era peligrosa.
-¿Qué estás haciendo? – preguntó en voz alta y la sobresaltó provocando que perdiera el equilibrio y cayera. La tela le cayó encima y cuando Cole llegó a su lado, prácticamente tuvo que sacarla de entre las pesadas telas.
-¿Estás bien? – preguntó ayudándola a levantarse.
-Lo estaba hasta que me asustó.
-Era peligroso, ¿qué diablos hacías ahí arriba?
-Iba a lavar esas cortinas, lo necesitan.
-Hay gente que se ocupa de eso. Las cortinas pesan más que tú.
-No sabía que alguien más las lavara, había terminado de limpiar lo demás y vi que tenían tierra – dijo ella mientras se ponía de pie.
-¿No te lastimaste? – preguntó Cole.
-No, solo un golpe- dijo y al levantar la cabeza el pañuelo que llevaba en la cabeza se cayó dejando al descubierto un cabello rubio corto que crecía desordenado. Parecía una aureola clara, o las plumas de un pajarillo. El la miró fijamente, no había visto a otra mujer un corte de cabello similar, ella se llevó las manos a la cabeza.
-Crecerá pronto, eso espero – dijo incómoda y se mordió el labio.
-Es una forma muy particular de llevarlo, creí que a las mujeres les gustaba el cabello largo.
-Sí, era largo., pero lo vendí. Necesitaba dinero para  medicamentos de mi madre y pues el cabello crece, no es tan importante. Tampoco tenía nada más para vender – dijo justificándose, era la primera vez que la veía tan insegura: imaginaba que después de todo extrañaba su cabello.
-No se ve mal, va contigo, pajarillo – dijo intentando consolarla, extrañamente se sentía como si hubiera hecho algo indecente al verla así.
Ella levantó la mirada y sonrió tímidamente.
-Crecerá pronto – volvió a reafirmar la joven y luego miró el desorden que había quedado- ¿Qué haremos con las cortinas?
-Tú mantener alejada de las ventanas y evita estar colgada sobre los muebles, ya le diré a Bart que las haga lavar.
-Mi madre hace trabajo de lavandería – dijo ella de pronto.
-De acuerdo, las llevaremos allí. Ahora ve a hacer algo que no implique un accidente, por favor.- Indicó con suavidad. Se había conmovido al pensar en aquella joven renunciando a su cabello por su madre, era alguien capaz de sacrificarse por un ser querido, le parecía admirable. Quizás un gesto totalmente inútil en medio de un mundo injusto y cruel, pero aún así admirable.
Abigail obedeció sin mostrar señales de rebeldía, aún le dolía el golpe como para protestar, así que  fue a ayudar a Antoniette con las labores de la cocina.
-¿Cómo es ella? – le preguntó a la francesa mientras pelaba las verduras.
-¿Quién?
-La prometida…- dijo suavemente.
-Sólo la vi una vez, pero es una princesa rubia, bella, y completamente desagradable.
-¿No es buena?
-No, querida, es como todos los de su clase. No sé si es buena o mala, simplemente no me agrada.
-¿Pero se quieren, verdad?
-Ayyyy Abigail, no se trata de amor, supongo que a ella le gusta su dinero y a él le gusta que sea una princesa rubia de la alta  sociedad londinense.
- Ya veo – dijo y exhaló aire ruidosamente mientras seguía pelando las verduras. Había sentido mucha curiosidad por la mujer que sería dueña del piano blanco y que tenía la atención del vehemente Cole Bayley, y también sentía cierta decepción porque algo le decía  que lo que más necesitaba ese hombre era amor.

Bart entró al estudio de su jefe y se sorprendió por la luz que entraba a raudales.
-El pajarillo decidió que era hora de limpiar las cortinas – explicó Cole con una mueca - ¿Qué sabes de ella?
-¿Abigail?
-Sí.
- Muy poco, ya le dije que vive en la calle abajo, con su madre.  No hace mucho que están ahí.
-¿Están solas?
-Sí, su padre está preso aunque no sé detalles, así que están las dos solas. Antes vivían en las afueras de la ciudad, pero lograron mudarse hace poco y la muchacha está feliz, su madre tuvo algunos problemas de salud y ella prefiere que estén aquí. Y es trabajadora, ha hecho un muy trabajo hasta ahora.
-No voy a despedirla Bart, sólo sentía curiosidad. ¿Nada más?
-Sólo que se nota que es buena chica, quiero decir , usted y yo sabemos lo que la calle y la pobreza le hacen a las personas, ella parece tener cierta inmunidad, como si la vida difícil no hubiera arruinado su inocencia. Algo así…- explicó y alzó los hombros como si no supiera cómo entenderlo, pero Cole lo entendía. La muchacha tenía algo que trasmitía fuerza y también alegría, algo que él podía sentir pero no entender. A él la vida dura lo había llenado de rencor, ella parecía mantener la esperanza.


Aquella mañana le costó  subir el camino que iba a la mansión de la colina, había dormido apenas un par de horas y sentía que sus fuerzas se habían desvanecido.
Incluso Antoniette le mencionó que se la veían algo demacrada, pero ella le restó importancia y preguntó cuáles eran sus deberes para ese día.
Abigail estaba cansada, había estado trabajando sin parar en su primera semana en la casa de Cole y también ayudando a su madre con la ropa que había recibido para lavar, pero a pesar del cansancio estaba dispuesta a cumplir sus tareas.
Miró fijamente los cubos de agua que necesitaba para limpiar, tomó aire y los levantó.
-¿Qué estás haciendo ahora?- preguntó su jefe al verla arrastrar los cubos de agua.
-Limpiar…
-¡Oh por todos los cielos! Si eso pesa más que tú.
-Pero yo tengo más voluntad que ellos – respondió. Cole no pudo observar más, cruzó el salón y le quitó los cubos.
-¿Dónde quieres que los deje?
-Yo puedo, de verdad. Usted no debería….- trató de disuadirlo, el hombre se veía muy fuera de lugar con aquella ropa cara y cargando los baldes.
-  Sé muy bien que no debería. Sólo dime dónde.
-Por allí está bien – dijo ella señalando una esquina y él los llevó hasta allí. Los  cargaba como si fueran algo ligero, se sintió muy inútil.- Gracias- musitó tímidamente.
-Deberías limitarte a lo que puedes hacer, si intentas hacer más, serás un estorbo en lugar de ayuda.
-Agradezco su ayuda, me disculpo por los inconvenientes, pero no estoy de acuerdo. Si me limito a lo que puedo hacer, a lo que me permiten o a lo que los demás piensan que debo hacer, eso no me deja muchas posibilidades de mejorar, ¿verdad? Probablemente no siempre pueda hacerlo, pero quizás si lo sigo intentando logre algo, siempre que no me dé por vencida.
-¿Siempre tienes algo que responder? – preguntó enarcando una ceja en un gesto amenazante, aunque las palabras de ella no estaban tan equivocadas, después de todo él había salido adelante sólo por fuerza de voluntad y obstinación.
- Eso dice mi madre, y también dice que seguramente me meterá en problemas, pero si no digo lo que pienso o lo que siento sería un gran desperdicio. Después de todo lo único que posee en esta vida es eso, mis pensamientos y mis sentimientos, al menos deberían ser sincera con ellos. Aunque me cause problemas – finalizó bajando la voz, parecía haberse dado cuenta a último momento de lo inadecuada de la situación.
-Muy elocuente para alguien que no puede cargar un balde. – dijo él y sin agregar nada más se marchó

4 comentarios:

  1. Por que siento que van a pasar varios capitulos antes que el vea su lunar... y la duda de por qué lo oculta, por qué usa esos guantes.

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  2. Aich... pensé que se desmayaria por cansancio y por... x por y... le.vería el lunar!!! Mecachis.. me cae bien ella. Muy Cabezona a quien me recuerda... cuarto capítulo allá voy!!!!

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  3. No puede ver el lunar todavía, jajajaja... es obvio que ella trae muchas historia detrás y estoy emocionada por descubrirla!!!

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